Quiero
sumarme a la reflexión que la organización República en Marcha hace,
sobre la conveniencia de que ni Mariano Rajoy ni ningún otro miembro del
Partido Popular vuelvan a gobernar en España. Alzo de nuevo mi voz, ante
la necesidad de recuperar la movilización social, para construir una
alternativa global al sistema.
Las elecciones del 26 de Junio confirmaron el avance de los sectores
populares en los últimos años. No ha sido suficiente para derrotar a la
derecha, incluso se ha producido un ligero retroceso en el apoyo a las
fuerzas políticas de la izquierda y un pequeño avance en el PP. Lo que
si es cierto es que el llamado «bipartidismo» ha perdido su hegemonía,
dando paso a una mayor diversidad representativa y debe mantenerse. De
no invertirse la tendencia en el asenso de la derecha, por mínimo que
sea, podría producirse una recomposición del consenso político de los
partidos que se ofrecen para gestionar los intereses del poder
económico. Ya vemos como, importantes sectores y personalidades,
desde dentro y fuera del PSOE, presionan y piden sin ambages que se deje
gobernar a Rajoy. De ser así, se abriría un
nuevo periodo de recortes sociales, auspiciado por la Unión Europea del
capital, y una consolidación de la precariedad laboral, los bajos
salarios y la pérdida de derechos y libertades.
En estos últimos años, se ha producido un auge de la protesta y
movilización social, centrada sobre todo en la resistencia al
empeoramiento general de las condiciones de vida y del trabajo, fruto de
la crisis económica y a la política de recortes sociales, requerida por
el capitalismo internacional; ejecutada inicialmente por el gobierno de
Rodríguez Zapatero y con mayor dureza por el PP. Pero ¿qué ha pasado con
el auge de la movilización social? Los temas sociales y la crítica a la
austeridad fueron los principales temas de las protestas. El ciclo de
protesta, que alcanzó su pico en el año 2013, parece estar en fase de
desaceleración. A partir de un momento determinado
la protesta social comenzó a perder intensidad de manera rápida,
para colocarnos en la actualidad a niveles de protesta de 2007/2008 y
sigue habiendo razones para protestar.
Las
movilizaciones y protestas tuvieron una influencia directa en la
aparición de denuncias por casos de corrupción, cierto enfrentamiento
entre el poder político y judicial, visualización de la crisis
económica, escaramuzas a través de periódicos y revistas especializadas
de grandes y medianos empresarios con el poder financiero,
cuestionamiento de la monarquía y abdicación de Juan Carlos, e
incorporación al campo contestatario de buena parte de la llamada clase
media, cada día más perjudicada.
El estado general de protesta y descontento influyó en el crecimiento
del nacionalismo en Catalunya, creó un rechazo ciudadano contra los
bancos y sus desahucios; hizo que una parte importante de la base
electoral del PSOE –la más obrera y comprometida con el socialismo–
girara hacia la izquierda e incluso que algunos ayuntamientos
socialistas prestaran cobertura a las
Marchas de la Dignidad. La protesta y
movilización social facilitó un avance importantísimo de las
candidaturas contestarías al sistema en las elecciones de Mayo del 2015,
ganando en ayuntamientos importantes como Madrid, Barcelona, Valencia,
Zaragoza, A Coruña o Cádiz.
Es necesario reactivar las movilizaciones, estableciendo unos objetivos
políticos unitarios, para evitar retrocesos ante falta de alternativas
globales al sistema. Cuando los ánimos eran más receptivos, a dar forma
política al descontento social, surgió Podemos, que consiguió desviar la
protesta en las calles, hacia cauces electorales, sin escapar, ni
ideológica ni culturalmente, a la influencia de la clase dominante, a la
que ellos llaman «casta», ni superar los prejuicios típicos de las
clases medias tradicionales. Como declaraba Pablo Iglesias, «en
el PSOE hay gente que no nos quiere ver ni en pintura».
Hay que huir de la confusión de «ganar la hegemonía ideológica» con
exhibir gestos intrascendentes, y «ser alternativa política para un
cambio social» con lograr diputados a toda costa, aunque sea adaptando
las propuestas políticas a lo que es aceptable para una parte de la
sociedad atrapada en los conceptos ideológicos de la clase dominante. A
pesar de todo, el surgimiento de Unidos Podemos, como fórmula electoral
unitaria de las fuerzas de izquierdas, señaló el camino que hay que
proyectar al terreno de la movilización social. Ahora la unidad de la
izquierda se tiene que plasmar en un acuerdo de gobierno que impida que
el PP se mantenga en el poder.
Un PP que no se parece en nada a las derechas clásicas liberales o
demócrata cristianas de Europa, sino que
procede directamente del franquismo y de los vencedores de la Guerra
Civil
Para
República en Marcha, el objetivo inmediato es
conseguir el escenario más favorable posible para construir una
alternativa política, para desplazar a la derecha reaccionaria del poder
político. Para conseguirlo, cualquier acción pasa por recuperar la
movilización y la protesta social:
«Primero. Volver a activar la movilización social, procurando que los
trabajadores aparezcan como clase social con intereses específicos. Sin
que los trabajadores sean el núcleo del movimiento ciudadano, toda
protesta puede orientarse hacia ninguna parte.
Segundo. Evitar que la oligarquía recomponga su unidad a través del
consenso político de los partidos que se postulan para gestionar sus
intereses. En ese sentido hay que evitar a toda costa la formación de un
gobierno del PP, o en torno al PP con la complicidad del PSOE; ya no
solo porque pasaría aplicar de nuevo una política antisocial y
reaccionaria, sino también por la resignación que puede provocar.
Tercero. Dado que es previsible que cualquier gobierno –incluso si el PP
no forma parte de él– se someta a las presiones de la UE, y por tanto
intente aplicar los recortes requeridos por los grandes capitales, o a
lo máximo una versión dulcificada, es necesario oponer una fuerte
resistencia obrera y popular, reivindicando la soberanía de los pueblos
frente a la Europa de los grandes capitales.
Cuarto.
Impulsar una Unidad Popular que concluya en una alternativa para
desalojar a la oligarquía del poder. Además de elevar el nivel político
de los movimientos que expresan su protesta en la calle; es necesario
poner en marcha encuentros de amplia participación, con el objetivo
concreto de trabajar una alternativa política a la monarquía en la que
se resguardan los intereses de la oligarquía.
Quinto.
Buscar la solidaridad y la colaboración de los trabajadores y pueblos de
Europa, en la batalla común que estamos librando contra el capitalismo
neoliberal».
Por
todo esto y alguna cosa más, ¡No a un Gobierno del Partido Popular!