Después de mucho tiempo, el
Gobierno, sin mediar comunicación con las fuerzas
políticas ni sociales que hemos impulsado una ley de
memoria, ha presentado un anteproyecto sobre esta
cuestión. En el país de la UE que más años ha
padecido un régimen totalitario faltaba lo que ha
hecho casi todo el mundo: una política pública por
la recuperación de la memoria democrática. Pero el
proyecto no sólo ha llegado tarde sino que
totalmente desenfocado. ¿Puede una ley en democracia
hablar de dos bandos, desde un planteamiento
equidistante, cuando lo que la ley define como uno
de los bandos era el gobierno legítimo y democrático
mientras que el otro era un grupo golpista? ¿Podemos
no hacer justicia con republicanos y antifranquistas,
cuando sin ellos, simplemente, la democracia que hoy
tenemos, no sería la misma?
Para IU-ICV con esta ley no
se trataría de hacer tabla rasa de la reconciliación
ni de la amnistía. Se trata por el contrario, de
hacer justicia, en primer lugar con la historia que
ha condenado al franquismo como régimen fascista y,
además, con las víctimas que fueron objeto de
cárcel, tortura y asesinato programado por sus ideas
y su lucha por la democracia.
Han pasado 30 años desde el
fallecimiento del general Franco, y 27 años desde la
aprobación de la Constitución Española de 1978. Es
tiempo suficiente para que desde una perspectiva
histórica, y con nuestra experiencia democrática,
podamos ir gradualmente recuperando y fomentado la
memoria histórica de aquellos ciudadanos y
ciudadanas que dieron lo mejor de sí mismos para la
restauración de los valores y principios
democráticos. Y ello significa superar
definitivamente cualquier forma de trato
discriminatorio a quienes padecieron persecución,
sanciones y condenas penales por razón de la defensa
de los ideales republicanos y democráticos. Es la
condición para su plena rehabilitación moral y
jurídica. Pero junto a esta recuperación de la
dignidad del pasado debemos pensar también en el
presente. En nuestras jóvenes generaciones que
desean y necesitan saber su pasado político no
democrático para que nunca vuelva a repetirse.
El Estado debe asumir como
propia la responsabilidad de recuperación de la
memoria. Y así, para afrontar con total garantía
este proceso de regeneración, debemos, en primer
lugar, garantizar por ley, como en otros países
democráticos que han sufrido dictaduras, la
supresión de los símbolos franquistas aún existentes
en edificios, públicos y privados, monumentos,
calles y plazas, entre otros. Es imprescindible una
reordenación de funciones y usos del Valle de los
Caídos por su alto contenido simbólico franquista
para transformarlo en un "Centro del Memorial de la
Libertad", sede de un futuro Instituto de la Memoria
tal y como en Europa y Latinoamérica han realizado
la conversión de centros de represión y tortura, en
instalaciones de fomento de la cultura y tradición
democrática.
Ligado a este Instituto de
la memoria debería haber un marco institucional, que
liderase, en colaboración con comunidades autónomas,
organizaciones sociales, y especialistas académicos,
el desarrollo de una política institucional por la
recuperación de la memoria democrática, desde la
educación a la política museística.
También es fundamental algo
que el actual anteproyecto del Gobierno ha olvidado:
la declaración de nulidad de Resoluciones y
Sentencias que se dictaron durante el franquismo. El
mantenimiento de la validez de las Sentencias
dictadas por los Consejos de Guerra (los casos de
Julián Grimau, el President Lluis Companys y el de
Manuel Carrasco i Formiguera, son elocuentes), en
los términos expuestos, es incompatible con la plena
y definitiva rehabilitación moral y jurídica de las
personas condenadas por ellos. Resulta pues
incomprensible y reprobable que el Gobierno haya
renunciado en su proyecto a declarar la nulidad de
las sentencias condenatorias dictadas por los
Consejos de Guerra.
En definitiva, los daños
causados a las víctimas fueron irreparables. Ahora,
ante tanto y tan grave despropósito y completa
vulneración de derechos y garantías, es inaplazable
una reparación que la democracia debe a quienes
sufrieron una represión y el terror bajo una mera
apariencia de legalidad. Porque todos aquellos
procesos estaban afectados por vicios profundos de
forma y fondo, con una ausencia radical de
garantías, determinantes de una completa indefensión
siendo las resoluciones y sentencias que en ellos se
dictaron nulas de pleno derecho.
Hoy, según varias
encuestas, a la mayoría de la ciudadanía le es
indiferente la figura de Franco, una indiferencia
que tan sólo puede ser fruto del desconocimiento. La
falta de políticas públicas por la recuperación de
la memoria ha hecho que para unos la mejor opción
haya sido el olvido, y que para otros, Franco sea un
personaje sobre el que saben poco, y del que se
habla menos. Si el Gobierno opta por tramitar la ley
tal y como está, mantendrá la excitación de un PP,
que ha decidido mantenerse beligerante, instalándose
así en la derecha extrema con una reinterpretación
interesada de la reconciliación como absolución del
franquismo; y además frustrará muchas expectativas,
incluidas las de muchos socialistas. Permitirá que
el país que más años padeció el fascismo, sea
también un país desmemoriado, y difícilmente sentará
las bases para que de una vez por todas tengamos una
derecha un poco más europea.
IU-ICV va a continuar
tendiendo la mano para que el Gobierno cambie de
actitud y retome una ley de la memoria que es una
obligación con la historia y con las víctimas. Lo es
también para las organizaciones que hoy trabajan por
esa recuperación de la dignidad. Pero sobre todo lo
es para la sociedad democrática. La democracia y la
reconciliación no son completas sin justicia y sin
memoria. De no ser así, tanto desde nuestras
enmiendas a la totalidad como de tipo parcial, será
necesario cambiar la fisonomía del actual
anteproyecto de ley. Sólo así podremos dignificar
plenamente el pasado de quienes sufrieron un régimen
totalitario y decirles a sus hijos y nietos que
deben sentirse orgullosos de su lucha contra el
franquismo porque hicieron lo correcto e hicieron lo
mejor para que hoy podamos disfrutar de libertad y
democracia. Si la historia lo sabe ¿por qué no debe
decirlo?