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Madrid
es la
capital del Estado y de la Comunidad de Madrid. Es
una localidad, con categoría histórica de
villa. Conocida como la
Villa y Corte. Es la ciudad más
poblada del país, con
3.165.541 habitantes empadronados según datos
del INE de 2016 mientras que, con la inclusión de su
área metropolitana la cifra de población
asciende a 6.543.031 habitantes, siendo por ello la
tercera o cuarta área metropolitana
de la Unión Europea, según la fuente, por
detrás de las de París y Londres. Es la tercera
ciudad más poblada de la Unión Europea, por detrás
de Berlín
y Londres. Madrid ocupa el puesto nº 38 en la
lista Economist Intelligence Unit de ciudades con
mejor calidad de vida del mundo.
Como capital del Estado, Madrid alberga las sedes
del
Gobierno, las Cortes Generales,
ministerios, instituciones y organismos
asociados, así como la residencia oficial de los
reyes de España y del
presidente del Gobierno. En el plano
económico, es la cuarta ciudad más rica de Europa,
tras Londres,
París y
Moscú. Para el 2009, el 50,1% de los ingresos
de las 5000 principales empresas españolas son
generados por sociedades con sede social en Madrid,
las cuales representan el 31,8% de ellas. Es sede
del 3.er
mayor mercado de valores de Europa, y 2ª en el
ámbito iberoamericano
(Latibex) y de varias de las más grandes
corporaciones del mundo. Es la 8.ª ciudad del mundo
con mayor presencia de
multinacionales, tras Pekín
y por delante de Dubái,
París y Nueva York.
En el plano internacional acoge la sede central de
la Organización Mundial del Turismo (OMT),
perteneciente a la
ONU, la sede de la Organización Internacional
de Comisiones de Valores (OICV), la sede de la
Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), la sede
de la
Organización de Estados Iberoamericanos para la
Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), la
Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ), y la
sede de Public Interest Oversight Board (PIOB).
También alberga las principales instituciones
internacionales reguladoras y difusoras del idioma
español: la Comisión Permanente de la Asociación de
Academias de la Lengua Española, y sedes centrales
de la Real
Academia Española (RAE), y del Instituto Cervantes.
Es un influyente centro cultural y cuenta con museos
de referencia internacional, entre los que
destacan el Museo del Prado, el Museo Nacional
Centro de Arte Reina Sofía, el Thyssen-Bornemisza
y
CaixaForum Madrid, que ocupan, respectivamente, el
12º, 18º, 67º y 80º puesto entre los museos más
visitados del mundo.
Los orígenes de la ciudad son objeto de revisión
tras recientes hallazgos de enterramientos
visigodos así como de restos que se remontan
a los carpetanos
o periodo prerromano. Las excavaciones
arqueológicas también arrojan restos que se
atribuyen al Madrid romano. Estos hallazgos de época
visigoda han venido a confirmar que el posterior
asentamiento fortificado musulmán de Maǧrīţ
(del siglo IX) se había asentado sobre un vicus
visigodo del siglo VII llamado Matrice o
matriz, arroyo. (AFI [maʤriːtˁ]),
No sería hasta el
siglo XI cuando Madrid fue incorporada a la
Corona de Castilla, tras su conquista por Alfonso
VI de León y Castilla en 1083. Fue designada como
sede de la Corte por el rey
Felipe II
en 1561, convirtiéndose en la primera capital
permanente de la monarquía española. Desde el
Renacimiento hasta la actualidad ha sido
capital de España y sede del Gobierno y la
administración del Estado salvo breves intervalos de
tiempo: entre los años de
1601 y
1606 la capitalidad pasó a Valladolid;
durante la Guerra de la Independencia, en que la
capital se trasladó a Sevilla; en 1808
y en 1810
a Cádiz; durante la Guerra Civil, cuando el
Gobierno republicano se trasladó primero a Valencia
y después a
Barcelona, durante dicha guerra el bando
sublevado se estableció en
Burgos, y tras finalizar esta se estableció
allí la capital hasta el
18 de octubre
de 1939 que se volvió a trasladar a Madrid.
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La
capitalidad
La
capitalidad, con sus efectos espaciales, funcionales
y fisonómicos, constituye el factor de
diferenciación de Madrid con respecto al resto de
ciudades españolas. La capitalidad favoreció el
aumento demográfico y la prosperidad económica y
cultural de la villa.
A pesar de que desde 1561 el establecimiento
permanente de la Corte en
Madrid otorgara a la Villa la
condición de capital (de la Monarquía
Católica y
del Imperio
español), el reconocimiento jurídico de la función
de capitalidad hubo de esperar más tiempo. Sin
embargo, no fue hasta 1931, con el advenimiento de
la Segunda
República Española, que se oficializa
constitucionalmente este hecho. De igual modo, fue
reconocida oficialmente como capital de España
durante el franquismo en la Ley de Régimen Especial
de Madrid (11 de julio de 1963),25 26 un
hecho que fue sancionado después en la Constitución
de 1978. Hasta 2006 no se promulgó una ley, la Ley
de Capitalidad y de Régimen Especial de Madrid,27 por
la que el Parlamento desarrolló legislativamente las
consecuencias de esta especificidad.

Símbolos
Los símbolos de la Villa de Madrid son la
bandera carmesí propia de los ayuntamientos
castellanos y el
escudo tradicional con el oso y el madroño,
tocado con corona real antigua, según el actual
reglamento de Protocolo y Ceremonial del
Ayuntamiento de Madrid.
Aunque siempre se habla del «oso y el madroño»,
antiguamente era una osa. Asimismo el madroño no era
identificado como tal, sino era un árbol con frutos
rojos, hasta que los frutos del madroño sirvieron
para curar una plaga que asoló la ciudad. Desde
entonces se identificó el árbol como madroño. En el
siglo XVI se plantea la mejora del escudo:
Al blasón de este Concejo, que lleva una osa e un
madroño en campo blanco, se sirva Vuestra Majestad
otorgar que lleve una corona dentro del escudo, o
una orla azul con siete estrellas de ocho rayos, en
señal del claro y extendido cielo que cubre esta
Villa
Petición del Consejo de Madrid a Carlos I de España,
concedida por el monarca. 1548.
Durante un tiempo el escudo de Madrid tuvo un
dragón, aunque algunos expertos señalan que era una
culebrilla alada o un grifo dorado.
Entre las antigüedades que evidentemente declaran la nobleza
y fundación antigua de este pueblo, ha sido una que
en este mes de junio de 1569 años, por ensanchar la
Puerta Cerrada la derribaron, y estaba en lo más
alto de la puerta, en el lienzo de la muralla
labrado en piedra berroqueña un espantable y fiero
dragón, el cual traían los griegos por armas y las
usaban en sus bandera, ...
Juan López de Hoyos, escritor y humanista español. Historia y
relación verdadero de la enfermedad, felicísimo
tránsito y suntuosas exequias fúnebres de la
serenísima reina de España doña Isabel de Valois,
nuestra señora. 1569
A partir de entonces, muchos escudos en Madrid
tenían dragones. El escudo oficial de 1859 incluía
un grifo dorado que parecía un dragón.
En 2004, la corporación municipal adoptó un
logotipo basado en el escudo de la villa de
Madrid, en línea de color azul claro, que es
utilizado en los documentos internos y de
comunicación externa.
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Historia
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Felipe II |
Los orígenes de la ciudad son objeto de revisión
tras los recientes hallazgos, en su perímetro más
antiguo, de enterramientos visigodos así como de
restos que se remontan a los
carpetanos o periodo prerromano. Las
excavaciones arqueológicas en el término municipal
también arrojan restos romanos en diferentes
distritos de la ciudad moderna, atribuyéndose al
Madrid romano, y sobre la base de los restos
encontrados durante las obras de soterramiento de la
autopista M-30, una localización a orillas del río
Manzanares en el área de influencia del puente de
Segovia, en el entorno hoy ocupado por el parque de
Atenas, la parte baja de la calle de Segovia y el
paseo de la Virgen del Puerto. El Madrid romano no
se situaría por tanto en el posterior enclave en
altura del periodo visigodo para situarse en el
valle del Manzanares, a escasos metros de donde se
documentan los referidos restos visigodos, en la
colina formada por los actuales Palacio Real y
Catedral.
Estos recientes hallazgos de época visigoda han
venido a confirmar las teorías de varios autores que
sostuvieron que el posterior asentamiento
fortificado musulmán de Maǧrīţ (del
siglo IX) se había fundado sobre un
vicus visigodo del siglo VII llamado
Matrice o matriz, arroyo. (AFI [maʤriːtˁ]).
No sería hasta el siglo XI que Madrid es incorporado
a la Corona de Castilla, tras su reconquista por los
hispanos, comandados por Alfonso VI de León y
Castilla, en 1083. Es a partir de ese momento cuando
Madrid comienza un proceso lento pero constante de
crecimiento en su territorio, población e
influencia, que abarca todo el periodo medieval
hasta situarse a fines del siglo XV como una de las
principales ciudades de Castilla. Resultado de este
proceso de crecimiento, entre otras razones, sería
su designación como sede de la Corte por Felipe II
en 1561, convirtiéndose en la primera capital
permanente de la monarquía española. Desde ese mismo
año de 1561, Madrid experimentó un crecimiento
exponencial en tamaño y población, alcanzando a
finales del siglo XIX más de medio millón de
habitantes sobre el suelo de la ciudad consolidada
(ciudad antigua más ensanche). Madrid, por tanto, ha
sido desde el Renacimiento (siglo XVI) y hasta la
actualidad, capital de España y sede del Gobierno y
la administración del Estado, salvo un breve
intervalo de tiempo entre los años de 1601 y 1606,
en los que la capitalidad pasó a Valladolid
así como durante la Guerra Civil, cuando el
Gobierno de la República se trasladó primero a
Valencia y después a Barcelona, y al finalizar la
guerra es Burgos quien ostenta la capitalidad.
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Prehistoria
Pese a que no se han encontrado restos fósiles
humanos, sí se ha hallado gran variedad de útiles,
especialmente en el entorno de Arganda del Rey y del
Manzanares, que permiten probar la existencia de
asentamientos humanos en las terrazas del río en el
lugar que hoy ocupa la ciudad.
Época romana y visigoda
La conquista y colonización por Roma de la península
ibérica, llevada a cabo inicialmente como maniobra
militar romana en su larga serie de guerras con
Cartago, dura casi 200 años, desde la segunda guerra
púnica hasta el 27 a.C. en el que completan la
pacificación del norte del territorio y lo dividen
en tres provincias. La región que actualmente ocupa
Madrid se situaría en la Tarraconense.
Si bien es posible que durante el periodo romano el
territorio de Madrid no constituyese más que una
región rural, beneficiada por la situación de cruce
de caminos y la riqueza natural, el hallazgo de los
restos de una basílica del periodo hispano-visigodo
en el entorno de la iglesia de
Santa María de la Almudena ha sido presentado
como una evidencia de la existencia de un
asentamiento urbano en ese periodo. Otras muestras
arqueológicas de la presencia de una población
estable en Madrid se encuentran en los restos de dos
necrópolis visigodas, una en la antigua colonia del
Conde de Vallellano —paseo de Extremadura, junto a
la Casa
de Campo— y otra en
Tetuán de las Victorias. Dentro del casco
medieval se encontró una lápida bastante deteriorada
con la leyenda, nunca completada e interpretada de
formas varias, pero que podría indicar la presencia
de población estable ya en el siglo VII:
min.n. bokatus.
indignvs. prs. imo / et tertio. regno. domno. rvd. /
mi. regvm. era dccxxxv
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Época musulmana
La
primera constancia histórica de la existencia de un
asentamiento estable data de la época musulmana. En
la segunda mitad del siglo IX, el emir de Córdoba
Muhammad I
(852-886) construye41 una
fortaleza en un promontorio junto al río, que es una
de las muchas fortificaciones que ordena construir
en el territorio fronterizo de la
Marca Media
con el triple propósito de vigilar los pasos
de la sierra
de Guadarrama
y proteger Toledo
de las razzias de los reinos
cristianos del norte, de ser punto de partida a su
vez para incursiones musulmanas en dichos reinos y
de asentar la autoridad de Córdoba en esta región.
La primera noticia escrita sobre Madrid la
encontramos en el cronista
cordobés Ibn Hayyan (987-1075), quien,
citando a otro cronista anterior,
al-Razi (888-955), dice:
A
Muhammad y al tiempo de su reinado se le deben
hermosas obras, muchas gestas, grandes triunfos y
total cuidado por el bienestar de los musulmanes,
preocupándose por sus fronteras, guardando sus
brechas, consolidando sus lugares extremos y
atendiendo a sus necesidades. Él fue quien ordenó
construir el castillo de Esteras, para guardar las
cosechas de Medinaceli, encontrándose en su lado
noroeste. Y él fue quien, para las gentes de la
frontera de Toledo, construyó el castillo de
Talamanca, y el castillo de Madrid y el castillo de
Peñahora. Con frecuencia recababa noticias de las
marcas y atendía a lo que en ellas ocurría, enviando
a personas de su confianza para comprobar que se
hallaban bien.
Junto a la fortaleza se desarrolla, hacia el sur y
hacia el este, principalmente, el poblado. Esta
población recibe el nombre de Maǧrīţ (AFI [maʤriːtˁ])
(en
castellano antiguo Magerit [maʤeˈɾit]),
que podría ser una arabización del nombre romance
Matrice, «matriz», en alusión a un arroyo de ese
nombre que discurría junto a la primitiva ciudad,
por la actual calle de Segovia, o bien ser un
híbrido entre la palabra árabe
Maǧra, que significa 'cauce' o 'curso
de agua', y el sufijo romance –it (< latín
-etum), que indica abundancia; el significado
sería por tanto 'lugar abundante en aguas', en
referencia a los varios arroyos de superficie y
subterráneos que podían encontrarse en el solar de
la ciudad.
La noticia más completa sobre el Madrid musulmán la
da el geógrafo al-Himyari en el siglo XV, quien
citando fuentes más antiguas dice de esta ciudad que
era:
Una noble ciudad de al-Ándalus construida por el
emir Muhammad ibn Abd al-Rahman. De Madrid al puente
de Maqida [¿Valdemaqueda?], que era el límite de las
tierras del islam, hay 31 millas. En Madrid hay un
barro con el que se hacen unas ollas que pueden
utilizarse para ponerlas sobre el fuego durante
veinte años sin que se rompan, y lo que se cocina en
ellas se conserva sin que le afecten ni el frío ni
el calor del ambiente. El castillo de Madrid es uno
de los más poderosos, construido por el emir
Muhammad ibn Abd al-Rahman. Ibn Hayyan menciona en
su Historia el foso que fue cavado fuera de las
murallas de Madrid, diciendo que se encontró en él
una tumba con un esqueleto que medía 51 brazos, esto
es, 102 palmos (aprox. 9 m), desde el cojín de la
cabeza hasta el extremo de los pies. De ello levantó
acta, certificándolo, el cadí de Madrid, quien
acudió al lugar y lo observó junto a varios
testigos.
Se ha mantenido a lo largo del tiempo la tradición
de que el primitivo hisn o fortaleza andalusí
ocupaba el solar en el que luego se levantó el
alcázar cristiano y más tarde el actual Palacio
Real. Muchos investigadores han trabajado con esta
hipótesis, desarrollando propuestas de
reconstrucción del trazado de las murallas de la
vieja al-mudayna
o ciudadela a partir de esta idea. Sin embargo,
no hay ninguna evidencia arqueológica ni documental
de que el hisn estuviera
en ese emplazamiento, y en la actualidad los
estudiosos tienden a pensar que la muralla de la
ciudadela pasaba por la actual plaza que separa la
catedral de la Almudena del Palacio y por tanto no
incluía el solar de este último. La ciudad andalusí
amurallada, por lo tanto, se habría levantado en el
cerro delimitado al sur por la hondonada del arroyo
de San Pedro (actual calle Segovia), al norte por la
del arroyo del Arenal (actual calle del Arenal) y al
oeste por el barranco que termina en la vega del
Manzanares. Extramuros se desarrolló, hacia el sur y
el oeste, una población mayor que fue rodeada en
época cristiana de una segunda muralla.
De los diversos trabajos arqueológicos desarrollados
en la ciudad desde mediados del siglo XIX en
adelante, han hallado restos como: la
muralla árabe de la Cuesta de la Vega, la
atalaya de la Plaza de Oriente y los
vestigios de un viaje de agua de la Plaza de los
Carros. Se conocen otros restos de muralla, hoy
desaparecidos, por los planos antiguos de la ciudad.
La mezquita mayor, cuya existencia daba a la
población el carácter de medina
o ciudad, ocupaba el lugar en el que luego se
levantó la iglesia de Santa María, derribada a su
vez en el siglo XIX para ensanchar la calle Mayor.
Esta ya era en tiempos andalusíes la calle principal
de la ciudad.
En
el año 932, el rey
Ramiro II
en su proceso de conquista territorial en el
sur del reino de León
atacó la fortaleza
omeya
de Madrid, en su idea de conquistar Toledo.
Pero ya ocupadas por
al-Nasir,
tiempo antes, las fortalezas de la margen derecha
del Tajo, Ramiro solo pudo desmantelar las
fortificaciones de Madrid y depredar sus tierras más
próximas, de donde trajo numerosas gentes. Las
murallas de Madrid fueron reforzadas tras este
ataque.
Durante la época califal, Madrid perteneció a la
cora de Guadalajara. Tras la desintegración
del califato, pasó a integrarse en el
reino taifa de Toledo.
En el Madrid árabe nació en el siglo X Maslama al-Mayriti,
llamado «el Euclides andalusí», notable astrónomo y
fundador de una escuela matemática en Córdoba.
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Con la caída del reino taifa de Toledo a manos de
Alfonso VI de León y Castilla, la ciudad fue tomada
por las fuerzas cristianas en 1085 sin resistencia,
probablemente mediante capitulación. La ciudad y su
alfoz quedaron integrados en el reino de Castilla
como territorios de realengo. Los cristianos
sustituyen a los musulmanes en la ocupación de la
parte central de la ciudad, quedando los barrios
periféricos o
arrabales, que en el periodo anterior fueron
habitados por la aljama
de la Villa. También existió una judería en
el entorno del que sería más tarde barrio de
Lavapiés. Durante el siguiente siglo, Madrid sigue
recibiendo embates de los nuevos poderes musulmanes
de la península, los
almorávides, que incendian la ciudad en 1109
y los almohades, que la someten a sitio en 1197. La
victoria cristiana de
Las Navas de Tolosa
aleja definitivamente la influencia musulmana
del centro de la península.
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De esta época proceden dos destacados hechos
religiosos que marcan el desarrollo de la
personalidad del cristianismo popular de Madrid: el
«descubrimiento» de la imagen de la Virgen de la
Almudena y la vida de Isidro Labrador, que más tarde
sería canonizado. La ciudad va prosperando y recibe
el título de villa en 1123. Siguiendo el esquema
repoblador habitual en Castilla, Madrid se
constituye en concejo, cabeza de una comunidad de
villa y tierra, la comunidad
de villa y tierra de Madrid. El gobierno de la
ciudad recae en todos los madrileños con el rango de
vecinos, reunidos en concejo abierto
hasta que en 1346, el rey Alfonso XI implanta
el regimiento, en el cual ya sólo representantes de
la oligarquía local, los regidores, gobiernan la
ciudad. En 1152, el rey Alfonso VII
estableció los límites de la comunidad de
villa y tierra entre los ríos
Guadarrama y
Jarama. En 1188, una representación de Madrid
participa por primera vez en las Cortes de Castilla.
En 1202, Alfonso VIII
le otorgó su primer fuero municipal, que
regulaba el funcionamiento del concejo, cuyas
competencias fueron ampliadas en 1222 por
Fernando III el Santo.
A pesar del apoyo madrileño a
Pedro I, posteriormente los soberanos de la
casa de Trastámara
residirían con frecuencia en la villa debido
a la abundancia y calidad de sus cotos de caza, a la
que eran muy aficionados. Antes incluso, ya el
libro de Montería
de Alfonso XI anotaba: «Madrid, un buen lugar
de puerco y oso», y posiblemente de esa
característica derivaba el escudo que las huestes
madrileñas llevaron a la batalla de las Navas de
Tolosa. Posteriormente, un prolongado pleito entre
el Ayuntamiento y la Iglesia acabó con un acuerdo de
reparto de pastos para ésta y pies de árbol para
aquél, con lo que un árbol fue incorporado al escudo
junto al
oso u osa
y las siete estrellas de la constelación homónima.
La identificación del árbol con el madroño
es más oscura, más allá de la homofonía con
el nombre de la ciudad.
Las Cortes de Castilla se reúnen por primera vez en
Madrid en 1309 bajo el reinado de Fernando IV y
posteriormente en 1329, 1339, 1391, 1393, 1419 y dos
veces en 1435. A partir de la unificación de los
reinos de España bajo una Corona común, las Cortes
se convocaron en Madrid con mayor frecuencia.
En la Guerra de las Comunidades, a la cabeza de su
regidor
Juan de Zapata, Madrid se une a la sublevación
contra
Carlos I
(1520) pero tras la derrota de los comuneros en
Villalar, la villa es asediada y ocupada por
las tropas reales. A pesar de todo ello, el sucesor
de Carlos I, Felipe II decide
instalar la corte
en Madrid el 12 de febrero
de
1561 (455
años. Este hecho sería decisivo para la evolución de
la ciudad y haría que los avatares del país y la
monarquía, en mayor o menor medida, influyeran en el
destino de la ciudad. Salvo un breve periodo entre
1601 y 1606, en que la corte se traslada a
Valladolid, la capitalidad será consustancial a
Madrid. Una famosa expresión indicaba esa identidad:
«sólo Madrid es corte», lo que, de forma
conceptista, también se entendía al revés: «Madrid
es sólo
corte».
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Vista de Madrid
desde el Oeste, frente a la Puerta de la Vega,
por Anton Van der Wyngaerde en 1562, encargado
por Felipe II de recoger vistas de sus ciudades.
Se aprecia en primer plano las riberas del
Manzanares, cruzado por los antecesores del
puente de Segovia (en primer término), y el
puente de Toledo (más al sur, derecha), que se
construirán en forma monumental años más tarde.
El edificio más destacado, al norte (izquierda),
es el Alcázar, que forma parte del circuito
amurallado y que sufrirá varios incendios hasta
el fatídico de 1734 que lo destruirá casi
completamente, siendo sustituido por el actual
Palacio Real. Entre el caserío se destacan las
torres de las iglesias (de izquierda a derecha:
San Gil, San Juan, Santiago, San Salvador, San
Miguel de los Octoes, San Nicolás, Santa María,
San Justo, San Pedro, la capilla del Obispo, San
Andrés y, extramuros, San Francisco), que no
muestran aún el perfil de cúpulas y chapiteles
que las caracterizará en los siglos siguientes.
Aparece, fuera de las murallas y sobre el río,
una instalación artesanal dedicada al
tratamiento de pieles: las Tenerías del Pozacho.
La reciente instalación de la corte provocó el
aumento de la presión fiscal sobre los
particulares mediante el gravamen de la regalía
de aposento, que produjo todo tipo de
resistencias, entre las que destacaba la
construcción de casas a la malicia. |
Con el establecimiento de la corte en Madrid, su
población empieza a crecer de forma significativa. A
la burocracia real, los miembros de la corte y todas
las personas necesarias para su sustento, se unen
desheredados y buscavidas de todo el Imperio
español. En 1625,
Felipe IV
derriba la muralla de la ciudad, ya
sobrepasada, y edifica la que será la última cerca
de Madrid. Esta cerca, construida exclusivamente por
razones fiscales (impuesto de portazgo) limitará el
crecimiento de la ciudad hasta el siglo XIX. Las
tareas de gobierno se centralizan en el Alcázar
Real, conjunto de edificaciones situadas en los
terrenos que más adelante ocuparán el Palacio Real y
la plaza de Oriente. Paralelamente, se aumenta la
superficie de otro palacio en el extremo este de la
ciudad, más allá de la cerca. Se trata del palacio
del Buen Retiro, empezado a construir por los Reyes
Católicos (que también trasladaron a sus
proximidades el monasterio de San Jerónimo el Real,
situado anteriormente cerca del Manzanares, zona de
la actual estación de Príncipe Pío), del que se
conservan sus jardines, el Salón del Reino y el
Salón de Baile, conocido, este último, como el Casón
del Buen Retiro y utilizado por el Museo del Prado.
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El cambio de dinastía traería cambios importantes
para la ciudad. Los monarcas de la nueva dinastía la
encontraron como una población oscura, de calles
angostas, masificada, sin sistemas de alcantarillado
y pestilente. Los
Borbones se plantean la necesidad de
equiparar Madrid a otras capitales europeas. El
incendio del Alcázar de Madrid en 1734
(suceso desgraciado que causa la desaparición de una
tercera parte de la colección real de pinturas) dio
lugar a la construcción del Palacio
Real. Las obras duraron hasta 1755 y no fue ocupado
hasta el reinado de Carlos III. Puentes, hospitales,
parques, fuentes, edificios para el uso científico,
ordenanzas de alcantarillado y otras actuaciones
fueron promovidas por este último monarca, (quien
recibe el título popular de «mejor alcalde de
Madrid»), con la colaboración de arquitectos y
urbanistas de gran categoría profesional y
artística: Francesco Sabatini,
Ventura Rodríguez y Juan
de Villanueva, entre otros.
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Plano de
Madrid hacia 1705, por Nicolas De Fer y
Jacques-Francois Benard. |
El proyecto del
Salón del Prado, en las afueras de la ciudad,
entre el conjunto del Buen Retiro y la cerca, es
probablemente el más importante y el que ha dejado
una herencia más importante a la ciudad: los paseos
del Prado y Recoletos, las fuentes de
Neptuno,
Cibeles y
Apolo, el Real Jardín Botánico, el
Real Observatorio Astronómico o el edificio
inicialmente destinado a acoger al Real Gabinete de
Historia Natural, aunque finalmente sería asignado
al entonces recién constituido Museo del Prado. Sin
embargo, no siempre la relación del «rey alcalde»
con sus súbditos-vecinos fue buena; varias medidas
de su programa de modernización fueron contestadas
de manera violenta durante el motín de Esquilache
de 1766 aunque en el mismo confluyeron,
además, causas más complejas.
La ciudad aparece vista desde el suroeste, y algo
distinta de como la pudo dibujar Wyngaerde
doscientos años antes. El
Alcázar de los Austrias ha sido sustituido
por el palacio borbónico
de Felipe V, el puente de Segovia
(a la izquierda) es el actual, y el perfil de
la enorme cúpula de
San Francisco el Grande
domina el resto de iglesias de la villa. Al
norte (a la izquierda) se adivina la «montaña» del
Príncipe Pío, donde tuvieron lugar los fusilamientos
del 3 de mayo de 1808,
inmortalizados en el cuadro
de
Goya.
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El levantamiento del pueblo de Madrid en contra de
las tropas francesas el
2 de mayo de 1808 marca el principio de
laguerra de la Independencia. El rey José Bonaparte
realizó reformas en la capital, siendo frecuentes
sus órdenes de derribar conventos para hacer plazas,
por las que adquiere el mote de
Pepe Plazuelas. El devenir de la
guerra lo forzó en dos ocasiones a huir de Madrid
pero la ocupación de la ciudad se saldó con la
destrucción de valiosos recintos, como el Palacio
del Buen Retiro.
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La Estación de
Atocha, o del Mediodía, se creó en 1851,
aunque el edificio principal, que ya no se usa
para recibir los trenes, es de 1888, ejemplo
de la arquitectura del hierro de Alberto de
Palacio, discípulo de Gustave Eiffel. |
La
desamortización
supuso un cambio drástico en el sistema de
propiedad inmobiliaria, además de concentrar una
gran colección de arte, el Museo de la Trinidad, que
en 1872 fue disuelto y sus fondos pasaron a engrosar
los del
Museo del Prado (creado durante el reinado de
Fernando VII en el
edificio previsto para Gabinete de Ciencias).
También supone la creación en Madrid de la
Universidad Central, que conservará el nombre
de Complutense ya que proviene del traslado físico y
jurídico del claustro y alumnos de la renombrada
Universidad de Alcalá a la cercana capital.
Durante el siglo XIX, la población de la ciudad
sigue creciendo. La percepción de los cambios que
harán desaparecer la ciudad preindustrial estimula
la aparición de una literatura «madrileñista», de
carácter costumbrista, como la de Ramón de Mesonero
Romanos. La información estadística y de todo tipo
recopilada por Pascual Madoz
en su Diccionario Geográfico-Estadístico
para toda España fue especialmente exhaustiva
para Madrid, cuyo artículo tiene un encabezamiento
muy significativo: «Madrid: audiencia, provincia,
intendencia, vicaría, partido y villa».
En 1860 se derriba por fin la cerca de Felipe IV y
la ciudad puede crecer, en principio de una forma
ordenada, gracias al plan Castro y la realización de
los ensanches. Será la oportunidad de fabulosos
negocios, que enriquecieron a José de Salamanca y
Mayol, marqués de Salamanca, quien dio nombre al
nuevo barrio creado al este de lo que pasará a ser
el eje central de la ciudad (el paseo de la
Castellana, prolongación del Paseo del Prado). Se
establece un moderno sistema de abastecimiento de
aguas (el Canal de Isabel II) y se establece la
comunicación por ferrocarril que convertirá a Madrid
en el centro de la red radial de comunicaciones, lo
que también deja su huella en la trama urbana
(estación de Delicias,
estación de Atocha y estación de Príncipe
Pío).

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En los primeros treinta años del siglo XX, la
población madrileña llega a más de un millón de
habitantes. Nuevos arrabales como Las Ventas,
Tetuán
o El Carmen
daban acogida al recién llegado proletariado,
mientras en los ensanches se instalaba la burguesía
madrileña. Estas transformaciones fomentaron la idea
de la
Ciudad Lineal, de Arturo Soria. Paralelamente se
abrió la Gran Vía, con el fin de descongestionar el
casco antiguo y se inauguró el
metro en 1919. Durante el reinado de Alfonso
XIII, cede éste terrenos del real pecunio, al
noroeste del Palacio Real, para fundar la Ciudad
Universitaria.
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Antiguo
Palacio de Comunicaciones, hoy sede de la
Alcaldía de Madrid, situado en la plaza de
Cibeles, diseñado por el arquitecto Antonio
Palacios. |
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Las
elecciones municipales del 12 de abril de 1931
dieron un gran triunfo a la conjunción
republicano-socialista
en Madrid, obteniendo el 69,2% de los votos
(90.630 votos para la conjunción y 31.616 para los
monárquicos, que se tradujeron en 15 concejales
socialistas y 15 republicanos frente a 20 concejales
monárquicos).
Pedro Rico, del Partido Republicano
Democrático Federal, fue elegido alcalde por la
corporación municipal. El triunfo republicano en
Madrid y la mayoría de las capitales de provincia
supuso la descomposición de la monarquía y el
advenimiento de la
Segunda República Española, apenas dos días
después. El comité republicano asumió el poder el
día 14 por la tarde, proclamando la República en la
Real Casa de Correos de la Puerta del Sol, sede del
Ministerio de la Gobernación, ante una multitud
enfervorizada. La Constitución de la República
promulgada en 1931 fue la primera que legisló
sobre la capitalidad del Estado, estableciéndola
explícitamente en Madrid. Una de las primeras
acciones del nuevo gobierno fue ceder al pueblo de
Madrid la Casa de Campo, hasta entonces propiedad
real; abriéndose al público por primera vez el 1 de
mayo de 1931 en una fiesta campestre multitudinaria.
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Escuelas Pías,
de Lavapiés,
incendiada el día siguiente al estallido
de la Guerra Civil |
Edificio
Metrópolis, en el cruce de la
calle de Alcalá y la Gran Vía. |
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Gran Vía, Madrid |
El estallido de la
Guerra Civil española
tuvo lugar en Melilla a media tarde del
viernes 17 de julio y fue conocido en Madrid en las
horas siguientes. Todavía el sábado 18 y el domingo
19 guardó la ciudad una cierta normalidad. Tras el
aplastamiento de la rebelión en Madrid, mal
planificada, en el
cuartel de la Montaña y los cuarteles de
Carabanchel, en los que los elementos leales del
Ejército y de las Fuerzas de Seguridad fueron
auxiliados por las milicias populares (organizadas
desde finales de 1934 por el Partido Comunista de
España bajo el nombre de Milicias Armadas Obreras y
Campesinas), a las que el Gobierno autorizó la
entrega de armas. A partir de ese momento comenzó
una represión indiscriminada no sólo hacia los que
habían participado en la rebelión, sino contra
aquellos que por no compartir las ideas políticas
del Frente Popular, estaban considerados como
«desafectos al Régimen». Surgieron numerosos centros
de interrogación, detención y tortura (las
«checas»), de donde muchos detenidos sólo salían
para ser «paseados», apareciendo sus cadáveres en
los alrededores de la ciudad. Se produjeron
numerosas «sacas de presos» en las que las llamadas
Milicias de Vigilancia entraban en las cárceles (San
Antón, Ventas, etc.) con sus listas de personas a
eliminar, «sacaban» a los presos que figuraban en
las listas y los fusilaban en las afueras de la
ciudad. Especial magnitud revistieron las
matanzas de Paracuellos del Jarama, y
Torrejón de Ardoz en noviembre / diciembre de 1936,
en las que los cálculos más fundamentados arrojan
entre 2000 y 3000 víctimas. También innumerables
domicilios particulares fueron incautados, y la
misma suerte corrieron las sedes de los partidos
políticos de derechas. Se asaltaron e incendiaron
iglesias, con irreparables pérdidas artísticas y
culturales y por decreto gubernamental oficial de
agosto de 1936, fueron definitivamente cerradas
todas las iglesias de la España republicana y por
tanto las de Madrid.
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Madrid, esta
ciudad olvidada por los artistas españoles y
europeos, es la principal musa de este atípico
pintor, Antonio López, que, con cada cuadro,
regala al espectador un pequeño fragmento de su
mirada |
La resistencia de las milicias, militarizadas en
forma de Ejército Popular de la República
en 1937, dirigidas por la Junta de Defensa de
Madrid, consigue frenar la ofensiva durante la
batalla de Madrid en los barrios del oeste de la
ciudad, especialmente en el entorno del barrio de
Argüelles y la Ciudad Universitaria, donde se
estabilizó el frente, y que resultó arrasada en el
conflicto, perdiéndose además de los propios
edificios de la Universidad elementos tan valiosos
como el Real Sitio de la Moncloa, que incluía el
palacio homónimo (el actual
es una reconstrucción de la posguerra) y la
Casa de Velázquez.
La ciudad no volvería a sufrir otro asalto por
tierra durante la guerra, pero fue castigada por el
fuego artillero y los bombardeos aéreos, primeros en
la historia sobre una capital, a imagen de los que
otras europeas sufrirán durante la Segunda Guerra
Mundial. Las operaciones de la aviación del bando
sublevado, apoyada por aparatos de la Alemania Nazi
y de la Italia fascista causan en cuatro
meses, del 7 de noviembre de 1936 al 9 de marzo de
1937, 1.490 muertos, 430 desaparecidos y 3.502
heridos. aparte de causar numerosos destrozos en
edificios emblemáticos, como los que afectaron, del
14 al 17 de noviembre de 1936, al Museo del Prado,
el Museo de Arte Moderno, el Instituto Cajal, el
Museo Arqueológico Nacional y el Palacio de Liria.
La aviación también fue utilizada para atemorizar al
enemigo.
La resistencia de Madrid fue exaltada por la
propaganda en favor de la causa republicana con el
lema «¡No pasarán!» y mofada al terminar la Guerra,
con la canción de
Celia Gámez
«¡Ya hemos pasao!», pero la situación obliga
a las instituciones y el Gobierno, así como a parte
de la población civil, a ser evacuados hacia las
regiones del interior y del Levante. El final de la
guerra fue especialmente caótico en Madrid, con el
enfrentamiento violento entre unidades armadas del
Partido Comunista y las leales a la Junta de Defensa
de Madrid, dirigida por el general Miaja, el coronel
Segismundo Casado y el miembro del Partido
Socialista, Julián Besteiro. Los choques armados en
las calles de la ciudad causaron numerosas víctimas
y dieron lugar a sangrientas represalias y
fusilamientos por ambos bandos. En los dos últimos
días de marzo y primero de abril de 1939 entraron en
la ciudad las tropas nacionalistas, acogidas con
masivas manifestaciones de júbilo por la población.
Acabada la guerra el 1 de abril de 1939, Madrid
comienza a padecer la represión franquista; en julio
de ese año, el conde Galeazzo Ciano, ministro de
Asuntos Exteriores de la Italia fascista, escribe en
su diario que son entre 200 y 250 ejecuciones
diarias.
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Terminada la guerra, la ciudad sigue su imparable
crecimiento espacial, al tiempo que restaña las
heridas que la contienda había dejado en la ciudad,
especialmente en su fachada oeste. Cientos de miles
de españoles emigran del campo a la ciudad. Madrid
(junto con Barcelona
o Bilbao) es una de las ciudades que más se
benefician de estos movimientos de población. A
partir de 5 de junio de 1948, comienza el proceso de
anexión a Madrid de hasta trece municipios
limítrofes, que termina el 31 de julio de 1954 (Aravaca,
Barajas, Canillas, Canillejas, Chamartín de
la Rosa, Fuencarral, Hortaleza, El Pardo, Vallecas,
Vicálvaro, Villaverde, Carabanchel Alto y
Carabanchel Bajo, pasando su extensión de 66 km² a
los 607 km²
actuales y ganando unos 300.000 nuevos
habitantes. El desorden urbanístico fue la norma:
crecieron poblados chabolistas (descritos
magistralmente por Luis Martín-Santos
en su novela
Tiempo de silencio), al tiempo que el
centro histórico era sujeto a especulación,
permitiéndose el derribo de edificios de valor
artístico o tradicionales para ser sustituidos por
otros de estética moderna, se construyen edificios
de arquitectura innovadora como las suspendidas
Torres de Colón. En algunos casos las intervenciones
arquitectónicas tienen un carácter de marcar la
presencia política, tratando de potenciar el
concepto de «Madrid imperial» franquista, como en la
zona de Moncloa, donde se levantan el Arco de la
Victoria
y el Ministerio del Aire, en un estilo neoherreriano,
o la Casa Sindical (actualmente Ministerio de
Sanidad), edificio de los Sindicatos Verticales, una
torre prismática y funcional de ladrillo que
abandona el herrerianismo en favor del racionalismo.
El Plan de Ordenación del Área Metropolitana,
aprobado en 1963, acuciado por la explosión
demográfica de la capital, inició la tendencia a
desviar la concentración poblacional urbana de
Madrid hacia municipios metropolitanos como,
Alcorcón,
Alcobendas,
Coslada, Fuenlabrada, Getafe, Leganés,
Móstoles,
San Sebastián de los Reyes, San Fernando de
Henares y Torrejón de Ardoz, que se convierten en
ciudades dormitorio. En 1973 se inauguran los
primeros tramos de la M-30, el primer cinturón de
circunvalación de la ciudad.
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Tras la muerte del dictador Franco, Madrid fue uno
de los escenarios principales durante el periodo de
la Transición. Los primeros meses del año 1977
destacaron por la agitación política y social, con
huelgas, manifestaciones y contramanifestaciones
violentas con víctimas mortales. Otros graves
acontecimientos fueron los dos secuestros por parte
del GRAPO y el episodio de la
Matanza de Atocha de 1977
que resultó en el asesinato por parte de
miembros de la ultraderecha de los abogados
laboralistas en un despacho situado en esta calle.
Su multitudinario entierro, previo a la legalización
del PCE
fue narrado cinematográficamente en Siete días de
enero, de Juan Antonio Bardem. Con la
consolidación del régimen democrático, la
constitución de 1978 confirma a Madrid como capital
de la España democrática en cuyo apoyo tendrían
lugar las manifestaciones multitudinarias tras el
desbaratado
golpe de Estado del 23 de febrero de 1981.
En 1979, tuvieron lugar las primeras elecciones
municipales democráticas desde la Segunda República
en las que la lista de la UCD con José Luis Álvarez
al frente fue la más votada, pero sin mayoría
absoluta. Resultó elegido alcalde de la ciudad
Enrique Tierno Galván, gracias al pacto del PSOE con
el PCE. Durante esta alcaldía el Ayuntamiento
regeneró la ciudad desde el punto de vista
urbanístico y social. Lo que era la capital
agonizante del franquismo llegó a ser el núcleo
cultural más importante de Europa. La Movida
madrileña fue un ejemplo de esta pujanza. Hubo
también importantes mejoras en la calidad de vida de
los habitantes de la ciudad. Tras la muerte de
Enrique Tierno Galván, fue sustituido por Juan
Barranco, del PSOE, con apoyos del
PCE, virando después la ciudad a posiciones
más conservadoras con
Agustín Rodríguez Sahagún, del CDS, y José
María Álvarez del Manzano, del PP. Alberto
Ruiz-Gallardón, del
PP, fue nombrado alcalde de la ciudad tras su
periodo al frente del gobierno de la Comunidad
Autónoma de Madrid. Finalmente, el 27 de diciembre
de 2011, la popular Ana Botella
se convierte en la primera alcaldesa de la
historia del municipio, tras el nombramiento de su
antecesor como Ministro de Justicia de España.
La elección democrática de alcaldes trae
definitivamente grandes beneficios a la ciudad, al
verse obligados los alcaldes a mejorar la calidad de
vida de los ciudadanos, ante los que responden (los
alcaldes franquistas eran elegidos directamente por
Franco): construcción de bibliotecas, instalaciones
deportivas, centros de salud; eliminación de los
núcleos chabolistas; limpieza del río Manzanares;
mejora del viario; cierre de la M-30
por el norte, enterramiento de la misma en la
zona del Manzanares; construcción de nuevas vías de
circunvalación (M-40, M-45, M-50), a la vez que se
aumenta la capacidad de las carreteras de acceso
(convertidas en autovías
o duplicadas con autopista de peaje);
regulación de aparcamiento (ORA)
en el interior de la ciudad, que llega al
límite de la M-30, con reiteradas protestas
vecinales, todo ello con el objeto de absorber y
regular el tráfico creciente. El papel de las
grandes empresas inmobiliarias ha sido decisivo al
marcar el nuevo estilo urbanístico en la ciudad de
Madrid. Los nuevos barrios se articulan en torno a
la manzana cerrada al exterior, con un núcleo
formado por zonas verdes, piscinas, áreas de juegos
infantiles, pistas deportivas, etc. Este nuevo
estilo urbanístico ha ido modelizando un nuevo
concepto social en el que la calle ya no se entiende
como un lugar de convivencia sino como un mero
elemento de tránsito. Las personas en Madrid ahora
tienden a reunirse más en bares, domicilios
particulares, parques o incluso aparcamientos,
apareciendo fenómenos antes desconocidos como el
botellón.
En el siglo XXI, la ciudad sigue abordando nuevos
retos: mantenimiento de la población dentro del
núcleo urbano (Madrid es el municipio de España en
el que el aumento del precio de la vivienda ha sido
mayor); expansión de la ciudad (con la creación de
nuevos barrios con Plan de Actuación Urbanística:
Ensanche de Vallecas, Pau de Carabanchel,
Montecarmelo,
Arroyo del Fresno, Las Tablas,
Sanchinarro, Valdebebas...); remodelación del
centro histórico; absorción e integración de la
inmigración que acude a la ciudad.
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La panorámica actual
de la misma zona de Madrid representada por Wyngaerde
y Goya aparece en esta foto desde un punto de vista
situado al noroeste, desde el Parque del Oeste. El
mismo Palacio Real de los Borbones queda empequeñecido
por las torres y la cúpula de la catedral de la
Almudena, consagrada en 1993. Al sur (derecha) sigue
viéndose San Francisco el Grande, ahora flanqueado por
el Seminario Conciliar. |
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Visión pictórica actual hiperrealista Antonio López
García en su Vista de Madrid desde Vallecas (o sea,
desde el sur), expuesto desde 2006 en la Asamblea de
la Comunidad de Madrid |
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Editado por
Víctor Arrogante
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