Antonio Buero Vallejo |
1916 - 2000 |
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Centenario de Antonio Buero
Vallejo
(1916-2000)
Antonio Buero
Vallejo, nació en Guadalajara, el 29 de septiembre de 1916-y
murió el 28 de abril de 2000). Fue un dramaturgo español,
ganador del Premio Lope de Vega en 1948 y del Premio Cervantes
en 1986.
ACADÉMICO DESDE 1972
Buero Vallejo,
que ocupó la silla X de la RAE, tomó posesión de su plaza el 21
de mayo de 1972 con el discurso titulado García Lorca ante el
esperpento. Le respondió, en nombre de la corporación, Pedro
Laín Entralgo. Fue tesorero entre 1978 y 1986 y vocal adjunto de
la Junta de Gobierno de la RAE de 1976 a 1978.
Antonio Buero
Vallejo se sintió desde muy joven atraído por la pintura, «pero
los azares de la guerra le llevaron hacia otro lado: el teatro».
Un teatro, el suyo, «respetado y admirado en los escenarios de
todo el mundo», en palabras de Alonso Zamora Vicente en su
Historia de la Real Academia Española (1999, 2015).
De 1934 a 1936
Buero realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de San
Fernando, en Madrid. Antes, en 1933, tal como recuerda Mariano
de Paco en el Diccionario biográfico español (2011), recibió el
primer premio del Certamen Literario de la Federación Alcarreña
de Estudiantes por su cuento El único hombre.
AUTOR TEATRAL
En 1948 Buero
presentó En la ardiente oscuridad e Historia de una escalera al
Premio Lope de Vega, convocado por el Ayuntamiento de Madrid. La
segunda de las obras recibió el galardón por unanimidad y se
estrenó el 14 de octubre de aquel mismo año en el Teatro Español
de Madrid con «una excelente acogida de la crítica y éxito de
público».
Al año
siguiente, el 19 de diciembre de 1949, se representó la única
pieza en un acto de Buero, Las palabras en la arena, primer
premio de la Asociación de Amigos de los Quintero. Desde
entonces, sus textos —que han sido traducidos a más de veinte
idiomas— empezaron a representarse en el extranjero. El primer
estreno fue Historia de una escalera, en el Teatro Abreu de
Ciudad de México en 1950, al que siguió En la ardiente oscuridad
en el Riviera Auditorium de Santa Bárbara (California) en 1952.
LA CENSURA
No obstante, en
los años sesenta Buero tropezó con la censura, que le impidió
llevar a escena alguna de sus obras. Además, la firma, junto con
otros cien intelectuales, de una carta de protesta por el trato
dado por la policía a los mineros asturianos le causó, como
señala el biógrafo Mariano de Paco, «el desvío de editoriales y
empresas», viéndose obligado a viajar a Estados Unidos con el
fin de pronunciar conferencias en distintas universidades. Buero
no pudo estrenar hasta 1967 El tragaluz, que obtuvo un gran
éxito de público y crítica.
«Con más de una
treintena de obras que, salvo en tres casos, han pasado a la
escena», Buero recibió numerosos reconocimientos, entre los que
destacan el Premio Nacional de Teatro, obtenido en cuatro
ocasiones —1956, Hoy es fiesta; 1957, Las cartas boca abajo;
1958, Un soñador para un pueblo, y 1980, por el conjunto de su
producción—; el Premio María Rolland —en 1956 por Hoy es fiesta,
en 1958 por Un soñador para un pueblo, y en 1960 por Las
Meninas—; el Premio Miguel de Cervantes en 1986 y el Premio
Nacional de las Letras Españolas en 1996 —estos dos últimos
otorgados por primera vez a un dramaturgo—. Además, los premios
de la Fundación Juan March, de la Crítica de Barcelona, Larra,
Leopoldo Cano, El Espectador y la Crítica, Max de honor, entre
otros.
Su última obra,
Misión al pueblo desierto, subió al escenario del Teatro Español
el 8 de octubre de 1999, cincuenta años después de que se
representara en el mismo lugar su primera pieza estrenada. Al
año siguiente, murió en Madrid a los ochenta y tres años.
AÑOS DE PRISIÓN
En 1937 se incorporó a un batallón de
infantería y sirvió a la República en varios destinos. Con sus
escritos y dibujos colaboró en murales y en el periódico La Voz
de la Sanidad, así como en diferentes obras culturales. Al
finalizar la Guerra Civil, fue detenido y recluido en distintas
prisiones. En una de ellas, Conde de Toreno (Madrid), dibujó el
famoso retrato del poeta Miguel
Hernández (1910-1942), a quien había conocido en un hospital de
Benicasim.
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Retrato del poeta Miguel
Hernández |
Tras varias
conmutaciones de pena —en 1939 había sido condenado a muerte por
«adhesión a la rebelión» en un juicio sumarísimo—, en 1947 fue
indultado —un año antes se le había concedido la libertad
condicional con destierro de Madrid—.
«El progresivo
abandono de la pintura coincidió —señala Mariano de Paco— con el
comienzo de la escritura dramática». En 1948, Buero presentó En
la ardiente oscuridad e Historia de una escalera al Premio Lope
de Vega, convocado por el Ayuntamiento de Madrid. La segunda de
las obras recibió el galardón «por unanimidad» y se estrenó, el
14 de octubre de aquel mismo año, en el Teatro Español de Madrid
con «una excelente acogida de la crítica y éxito de público».
Al año
siguiente, el 19 de diciembre de 1949, se representó la única
pieza en un acto de Buero, Las palabras en la arena, primer
premio de la Asociación de Amigos de los Quintero.
Su labor como
dramaturgo se amplió por esa época, en la que publicó y estrenó
de forma constante sus obras en Madrid. Asimismo, sus textos
—que han sido traducidos a más de veinte idiomas— empezaron a
representarse en el extranjero. El primer estreno fue Historia
de una escalera en el Teatro Abreu de Ciudad de México, en 1950,
al que siguió En la ardiente oscuridad en el Riviera Auditorium
de Santa Bárbara (California), en 1952.
CENSURA Y
ESTRENOS
No obstante, en
los años sesenta Buero tropezó con la censura, que le impidió
llevar a escena algunas de sus obras. Además, la firma con otros
cien intelectuales de una carta de protesta sobre el trato dado
por la policía a algunos mineros asturianos le causó, como
señala Mariano de Paco, «el desvío de editoriales y empresas»,
viéndose obligado a viajar a Estados Unidos con el fin de
pronunciar conferencias en distintas universidades. Buero no
pudo estrenar hasta 1967 El tragaluz, que obtuvo un gran éxito
de público y crítica.
«Con más de una
treintena de obras que, salvo en tres casos, han pasado a la
escena», Buero recibió abundantes reconocimientos, entre los que
destacan el Premio Nacional de Teatro, obtenido en cuatro
ocasiones —1956, Hoy es fiesta; 1957, Las cartas boca abajo;
1958, Un soñador para un pueblo, y 1980, por el conjunto de su
producción—; el Premio María Rolland —en 1956 por Hoy es fiesta,
en 1958 por Un soñador para un pueblo, y en 1960 por Las
Meninas—; el Premio Miguel de Cervantes en 1986 y el Premio
Nacional de las Letras Españolas en 1996 —estos dos últimos
otorgados por primera vez a un dramaturgo—. Además, los premios
de la Fundación Juan March, de la Crítica de Barcelona, Larra,
Leopoldo Cano, El Espectador y la Crítica, Max de honor, entre
otros.
UN CLÁSICO
Miembro de
honor de la Hispanic Society of America (1971), oficial de las
Palmas Académicas de Francia (1983), hijo predilecto de
Guadalajara y dedalla de oro de la ciudad (1987), presidente de
honor de la Asociación de Autores de Teatro desde 1991, dedalla
de oro de Castilla-La Mancha (1988), dedalla de oro al mérito en
las bellas artes (1993), medalla de honor de la Sociedad General
de Autores de España (1994) y banda de honor de la Orden de
Andrés Bello de la República de Venezuela (1997), Buero Vallejo
es considerado, en palabras de Mariano de Paco, «un clásico de
nuestro teatro que ha dejado tras de sí una consistente “huella”
en los autores que lo han seguido en el tiempo».
Buero se ocupó,
asimismo, de la obra de otros dramaturgos —Bertolt Brecht,
Valle-Inclán o García Lorca— y estrenó versiones del propio
Brecht, Shakespeare o Ibsen. Varios de sus textos se han
adaptado al cine o a la televisión.
Su última obra,
Misión al pueblo desierto, subió al escenario del Teatro Español
el 8 de octubre de 1999, cincuenta años después de que se
representara en el mismo lugar su primera pieza estrenada. Al
año siguiente, murió en Madrid a los ochenta y tres años.
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El concierto de San
Ovidio
ANTONIO JOSÉ
DOMÍNGUEZ
En la historia
del Teatro español contemporáneo existe una fecha, el 14 de
octubre de 1949, y una obra, Historia de una escalera, que es
una referencia ineludible para comprender el posterior
desarrollo, no solo de la carrera personal de su autor, sino
también los avatares de la escena española de las décadas
siguientes. No debemos olvidar que estamos en los años cuarenta,
época en la que el franquismo controla mediante la censura toda
manifestación artística y política. Este dramaturgo era Antonio
Buero Vallejo, desconocido hasta entonces para el público, pero
que al obtener el premio Lope de Vega con la obra citada
anteriormente, convocado por el Ayuntamiento de Madrid y que
conllevaba el estreno en el Teatro Español, hizo posible su
representación con gran acogida y buena recepción crítica a
pesar de ser el drama escrito por un vencido. En el epílogo a su
primera edición, Buero Vallejo escribió: Historia de una
escalera se desenvuelve dentro de una línea de preocupación por
el tiempo y el espacio como límites del hombre, propuesta que es
el inicio de una teoría que poco a poco se incorporaría a las
diversas tendencias del teatro contemporáneo.
Historia de una
escalera, además abre una brecha en el teatro de la época, en el
llamado “teatro de la derecha” y pese a las dificultades
políticas y económicas de entonces inicia una tendencia que
cristalizará en los años sesenta en la llamada generación
realista, entre cuyos componentes están Alfonso Sastre, José
María Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz, José Martín Recuerda,
entre otros, creadores de un teatro crítico enraizado tanto en
Bertolt Brecht como en Valle-Inclán, que mantienen una
resistencia al franquismo desde estéticas diferentes. Buero
Vallejo también tuvo que luchar contra las reticencias y
sospechas creadas en torno a su persona por haber pertenecido al
bando republicano, haber sufrido años de cárcel y una condena de
pena de muerte que fue conmutada, además de las “cuarentenas”,
periodos sin poder estrenar por prohibiciones dictadas por las
autoridades franquistas a causa de su pasado y por mantener una
actitud resistente y denunciar públicamente los comportamientos
fascistas, como por ejemplo, las torturas infligidas por la
guardia civil a los mineros asturianos. Sin embargo, estas
circunstancias biográficas no impiden que sus estrenos fuesen
esperados con gran expectación y gran acogida de público que
veía en su teatro la otra realidad que escondía la historia
oficial.
Ante una
situación de vigilancia y sospecha, Antonio Buero Vallejo creó
una extensa obra dramática y una teoría de la tragedia basada en
la tradición clásica y en el esperpento de Valle Inclán al que
le dedicó varios estudios, no sin tener en cuenta los progresos
teóricos y prácticos del teatro europeo. Su compromiso
intelectual y político le obliga a teorizar en varios estudios
sobre los fundamentos dramáticos de su teatro que acompañan a su
práctica teatral. Por ejemplo, en 1958 escribe La tragedia,
ensayo que aparece en 1959 en la Enciclopedia de arte
escénico dirigida por Guillermo Díaz-Plaja. Uno de los conceptos
aristotélicos que revisa es la “catarsis” y sus elementos: la
purga de la piedad y el terror: La acción catártica, nos explica
Buero Vallejo, puede dejarnos pasivo o provocarnos un imperioso
deseo de laborar a favor de nuestros semejantes y contra los
dolores o los problemas que la obra presenta […] nuestra acción
posterior al goce de la tragedia, si se produce, ya no podrá ser
vulgar. Pues, en definitiva, “catarsis” es lo mismo que interior
perfeccionamiento. Para Buero este perfeccionamiento no
alcanzará su plenitud si el espectador no experimenta deseos de
actuación inmediata y no se plantea la problemática del ser
humano y de su destino. Con respecto a esta concepción de la
tragedia, los críticos señalaron su aparente contradicción con
la dramaturgia bueriana a la que caracterizaban de pesimista.
Buero respondió que la identificación del terror, la lástima y
el dolor es propia de personas o colectividades que huyen de sus
propios problemas o deciden negar su existencia por no querer o
no poder afrontarlos. Apunta también Buero que en medio de la
realidad sombría de la tragedia siempre está presente la
esperanza en la justificación metafísica del mundo o en la
solución terrenal de los problemas humanos, ideas que enriquece
en una encuesta realizada en la revista Primer acto sobre “la
función social del teatro” en la que se preguntaba por el papel
que debería desempeñar el teatro de nuestro tiempo y que enlaza
con su concepción trágica. Nuestro autor respondió: Desde sus
diversos géneros, plantear y criticar dramáticamente los
conflictos del hombre y de la sociedad en que vive: despertar la
conciencias frente a ellos, enfocarlos con autenticidad y
verdad… mostrar lo que el hombre tiene de humano y de inhumano.
Y lo que tiene de ser histórico.
Este breve
acercamiento a la concepción dramática bueriana no tiene otro
objetivo que acercarnos a la comprensión de la lectura de El
concierto de San Ovidio, la teoría que la sustenta y la
práctica, es decir, el desarrollo y la composición de la acción
dramática. Esta obra pertenece al ciclo denominado “teatro
histórico” y que está formado por Un soñador para un pueblo
(1958), Las Meninas (1960) y La detonación (1977), dramas en los
que sus personajes Esquilache, Velázquez y Larra tienen la misma
actitud frente al poder: su insumisión y la denuncia de sus
imposturas desde sus conciencias enraizadas en la ética de la
insobornabilidad. Buero Vallejo, como Bertolt Brecht, Arthur
Miller, Sean O’Casey, utiliza la historia como un elemento de
“distanciamiento” que exige la naturaleza de la propia fábula y
no, como un recurso retórico posibilista, aunque en el caso de
El concierto de San Ovidio, era evidente, como afirmó Ricardo
Doménico, que esta parábola era una manera de decir lo que pasa,
cuando lo que pasa no se puede decir, algo que es una verdad a
medias, porque en este caso su significación y la implicaciones
no siempre derivan de la anécdota. Existen lo que se llama
subtexto y en el conjunto de la representación elementos llenos
de connotación que pueden abundar y explicar aspectos de la
realidad para impedir el esquematismo o las interpretaciones
mecanicistas que anularían cuestiones esenciales de la obra.
Estaba claro que algunos elementos de este drama como
determinados diálogos, para el espectador sus referentes eran la
realidad española de entonces.
Este drama se
basa en un hecho histórico que ocurrió en París en 1771. Al
hospicio de los Quince Veintes, institución fundada por San Luis
de Francia en la Edad Media para dar cobijo a los ciegos de
París, acude un día Valindin con el objetivo de contratar a seis
ciegos para formar una orquestina que cante en su barraca
durante la feria de San Ovidio. La Priora accede a la demanda
del empresario, pues el hospicio se sostiene con las limosnas
que los ciegos recogen mendigando por las calles de París y por
las mandas de oraciones de los ciudadanos parisinos. Este es el
punto de partida de El Concierto de San Ovidio, obra formada por
tres actos, aunque el desarrollo y linealidad de la acción rompe
con las tres unidades y con un escenario, que dividido en tres
partes, señalan los espacios en el que ocurren los
acontecimientos. El tiempo histórico del relato se corresponde
con el periodo anterior a la Revolución de 1789 en el que las
circunstancias sociales, económicas y políticas del mismo son
señaladas con breves alusiones a través de la acción. Es el
tiempo en que la burguesía, representada por París, tiene aún
vínculos con Versalles, fenómeno que en la obra lo representa
Valindin, que no tiene escrúpulos en conseguir sus intereses
aprovechándose de la situación de hambre que vive el país y en
la fuerza represiva que le da el poder a través de las lettres à
cachet, denuncias anónimas contra cualquier ciudadano que le
condenaba a prisión. Nos encontramos en el inicio de un
capitalismo ascendente, pero todavía con las sombras del ancien
régime.
El Concierto es
la historia de una explotación donde predomina la ética del
beneficio y de una rebelión encabezada por David, uno de los
seis ciegos elegido para cantar y tocar en la barraca de
Valindin en una orquestina que tiene como fin realizar un
espectáculo en el que ciego grotescamente vestido interpretaba
canciones acompañadas de un violín de dos cuerdas y que habían
aprendido a tocar mecánicamente. En suma, un espectáculo de
escarnio para un público ajeno a tal ignominia.
La rebelión de
David no solo se alza contra las condiciones impuestas por
Valindin, sino también contra sus propios compañeros que, frente
a sus negativas iniciales, les dice: ¡Tenéis que decir sí a
vuestros violines! […] ¡Hay que convencer a los que ven de que
somos hombres como ellos, no animales enfermos! […] Podréis
leer. Para ello les relata la historia de Melania de Salignac,
hermosa señora, que sabe lenguas, ciencias, música. Aun así, sus
compañeros se resisten. Y David exclama: ¡Estáis muertos y no lo
sabéis!, no sin decirles que es más fácil tocar en un violín de
cuatro cuerdas que uno de dos, como lo hacen en la barraca.
¡Pero hay que querer! ¡Hay que decirle sí al violín! Este
personaje aceptaba tocar en la barraca como el inicio de una
liberación, pero las contradicciones se desatan y su sueño no
puede realizarse, no sin antes ajustar cuentas violentamente con
Valindin.
Sin embargo, su
sueño prosiguió en otros. Así, un día en medio de un público que
asistía a una representación sin la menor piedad por lo que allí
presenciaba, surgió enojado un joven espectador, Valentín Haüy,
que se levantó de su silla y en pie denunció aquel “ultraje a la
humanidad”, al tiempo que comprendió a partir de entonces que su
vida tenía un sentido y se dijo: “… Yo haré leer a los ciegos;
pondré en sus manos libros que ellos habrán impreso. Trazarán
los signos y leerán su propia escritura. Finalmente les haré
ejecutar conciertos armoniosos.” A partir de ese día Valentin
Haüy inició una labor que otros proseguirían después para
cumplir con sus deseos, y con los de aquel personaje llamado
David por el que se ha preguntado varias veces. Pero en medio
del adagio de Corelli que toca uno de aquellos ciegos por las
esquinas, se interroga inútilmente por la muerte de uno de ellos
que fue ahorcado.¿Quién asume ya esa muerte? ¿Quién la rescata?,
preguntas que no dejan de ser una apelación al espectador.
Fuente:
Mundo Obrero
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El centenario de Buero Vallejo
Manuel Román
Antonio Buero
Vallejo hubiera cumplido estos días cien años. Nació en
Guadalajara el 29 de septiembre de 1916. Quien revolucionara el
teatro español en 1949 con el estreno de Historia de una
escalera y diera a conocer posteriormente buen número de
comedias dramáticas que ya están entre las más acreditadas de la
segunda mitad del siglo XX de nuestra escena, no ha tenido en
esta efeméride ningún reconocimiento oficial. Para el Ministerio
de Cultura (y Deporte, claro), aunque en funciones, el
centenario de uno de nuestros más grandes dramaturgos ha pasado
inadvertido. La viuda de Buero, Victoria Rodríguez, manifiesta
con amargura: "Me dicen que no hay dinero para montar una obra
suya en estos días". Y ello sucede con quien dio a conocer
veintisiete obras, era académico de la Lengua y fue premio
Cervantes 1986.
En su juventud,
Buero Vallejo pensaba dedicarse a la pintura y con tal fin
ingresó en 1933 en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. La
guerra civil truncó aquellos estudios. Soldado raso republicano
conoció en Benicarló a Miguel Hernández. Coincidiría con él
después cuando cumplían presidio en la madrileña cárcel del
Conde de Toreno, ambos condenados a la última pena. A Buero se
la conmutarían por ocho meses y medio de cárcel. El destino
trágico del poeta oriolano, ya es harto sabido.
En una de esas
negras jornadas carcelarias, Antonio se entretuvo en dibujar a
lápiz un retrato de su compañero y amigo. Con el transcurso del
tiempo esa imagen del rostro serio, de ojos vivaces del autor de
las Nanas de la cebolla aparecería en los libros de texto.
Millones de estudiantes hemos de recordar haberla visto más de
una vez. Posiblemente sea uno el retrato de un poeta del siglo
XX más reproducido, si excluimos fotos de García Lorca y Antonio
Machado.
Feroz censura
Antonio Buero
Vallejo tuvo siempre que enfrentarse a una feroz censura que le
impedía estrenar muchas de sus comedias. Ha de recordarse que
Historia de una escalera se estrenó en el teatro Español de
Madrid en 1949 por haber ganado el premio Lope de Vega, que
obligaba a ello. Siendo un hombre represaliado por el régimen
franquista, de ideología comunista, de la que fue distanciándose
poco a poco aunque no de sus posturas de izquierda, es fácil
comprender que estuviera en el ojo del huracán de aquellos
severos censores. Pese a los cuáles, aunque tuviera que esperar
años y aceptar el lápiz rojo de aquellos, pudo estrenar obras de
gran entidad dramática y contenido social.
Naturalmente
utilizaba el simbolismo para burlarlos y en la visión de
críticos y espectadores avezados podían encontrarse claves donde
el autor planteaba su visión de la política franquista y la
sociedad de su época, habituada a un teatro de costumbres;
complacientes sus autores con el régimen. De aquellas obras
espigamos títulos tan relevantes como En la ardiente oscuridad,
La señal que se espera, Madrugada, Un soñador para un pueblo…
Eso en la década de los 50.
En la siguiente
reflejó, aportando su gran conocimiento de la pintura, las vidas
de Velázquez y Goya en Las Meninas y El sueño de la razón,
respectivamente. La ceguera, que naturalmente en su pluma
llevaba aparejada la simbología de la situación política
española, pudo desarrollarla con tacto e inteligencia para que
no prohibieran El concierto de San Ovidio. Decenio en que se
conoció El tragaluz, en 1967, otra de sus obras esenciales. Doce
años permaneció en un cajón de su vivienda el original de La
doble historia del doctor Valmy.
Su consagración
definitiva
Muerto Franco,
se representó con gran éxito durante dos o tres temporadas,
incluso con doble compañía, una para Madrid y la otra, como se
decía sin ánimo peyorativo aunque lo pareciera, "por
provincias". Es en la década de los 70 y 80 cuando Buero Vallejo
se consagra definitivamente (pese a las feroces críticas de
algunos como Eduardo Haro Tecglen) con La llegada de los dioses,
La Fundación, Diálogo secreto, Las trampas del azar… Su teatro,
donde exponía a veces crípticamente sus dudas sobre la razón
humana, el comportamiento social, el desarrollo de
acontecimientos que nos afectaran, tenía al final de su aparente
pesimismo un signo de esperanza, de fe en el porvenir del
hombre.
En una de las
diferentes entrevistas que mantuve con el dramaturgo, me dijo
entre otras cosas, lo siguiente:
Mi teatro
intento que al mismo tiempo no deje de ser espectáculo,
entretenga al público haciéndole olvidar problemas cotidianos,
sirva para interesarle en otros, vivos, acuciantes, enfrentando
a la gente y a mí mismo con ellos, pues creo que esos problemas
han de ventilarse en escena. Si me exijo mucho al escribir es
para no defraudarme a mí mismo. Demasiado sé que en el teatro
hay caminos fáciles y chabacanos que no defraudan nunca al
respetable. ¿Qué si sería capaz de escribir otros géneros ajenos
a la escena? Sí, claro: he escrito ensayos, artículos,
comentarios a mis propias obras y hasta cuando yo no era
conocido intenté que me publicaran unas narraciones.
Me enteré que
tenía escrita una ópera, titulada Mito sobre la que me dijo que
no tenía ilusiones de que se llegara a estrenar, como así fue.
Lo acusaban, insisto, en ser un escritor pesimista, a lo que
retrucó en mi presencia:
Me acusan de
ello, lo sé, pero no lo soy. Lo que sucede es que no debemos
rehuir el enfrentamiento con casos negativos, por muy graves y
sombríos que nos parezcan. La mirada a estos últimos aspectos de
los que le hablo es pesimismo para el hombre superficial. Pero
no lo es. Se dirige para no engañarnos respecto a lo real.
Insisto en no ser pesimista. Defiendo que hay que reflejar
muchas cosas de la vida y superar lo negativo.
Tenía fama de
tacaño. No solía cambiar mucho su vestuario. ¿Vive usted sólo
del teatro?, le pregunté. "Sí, pero discreta, modestamente.
Sería hombre rico o acomodado si estrenara más. Pero escribo
poco, por dos razones: la primera porque me invade la pereza y
la segunda porque me cuesta encontrar temas que me satisfagan".
Lejos de la
vida pública
La última
comedia dramática que estrenó fue Misión al pueblo desierto, en
1999. Para entonces llevaba largo tiempo apenado, y lo traslucía
en su rostro, de por sí ya taciturno: trece años atrás tuvo que
enterrar al segundo de sus hijos, Enrique, joven actor, víctima
de un accidente de tráfico. Ello lo alejó un tiempo de la vida
pública, aunque era siempre un estrenista puntual, al que se le
veía en cualquier acontecimiento escénico.
Antonio Buero
Vallejo murió en Madrid el 29 de abril de 2000. Victoria
Rodríguez le confesaba hace pocos días en Abc a nuestro querido
colega Juan Ignacio García Garzón que "hay gente que lo celebra
y lo reconoce… y lo estudian en las escuelas". Al menos, esto
último nos reconforta, aunque coincidimos con la viuda de Buero
Vallejo en que "en nuestro país la cultura es muy floja". La
prueba, entre tantas que se conocen, es la de que el centenario
del gran dramaturgo, que está en la Historia del teatro español,
volvemos a repetir, ha sido triste e injustamente olvidado.
Fuente:
LibertadDigital
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Cronología
Año y acontecimientos sobre la vida de Antonio
Buero Vallejo
Año |
Acontecimiento |
1916 |
Nace el 29 de septiembre en Guadalajara. |
1926-1933 |
Bachillerato en su ciudad natal y en Larache (Marruecos),
donde estuvo destinado temporalmente su padre. |
1934-1936 |
Estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en
Madrid. Comenzada la Guerra Civil, colabora en Madrid con la
Junta de Salvamento Artístico. |
1937-1939 |
Sirve a la República en varios destinos. Escribe y dibuja en
un periódico del frente y participa en actividades culturales.
Llevado a juicio, es condenado a muerte. |
1939-1946 |
La condena a la pena capital se mantiene durante ocho meses.
Sufre reclusión en diversas prisiones. |
1946-1948 |
Después de sucesivas rebajas de la condena, se le concede la
libertad condicional, pero es desterrado de Madrid. Deja la
pintura y comienza a escribir teatro. Presenta dos obras, En
la ardiente oscuridad e Historia
de una escalera, al Premio Lope de Vega del
Ayuntamiento de Madrid. |
1949 |
Historia de una escalera recibe el galardón y es estrenada en el Teatro Español de
Madrid el 14 de octubre de 1949. Escribe El
terror inmóvil y Aventura
en lo gris, y comienza La
tejedora de sueños. |
1950 |
Estreno de En
la ardiente oscuridad (Teatro
María Guerrero, 1 de diciembre). Versión cinematográfica de Historia
de una escaleradirigida por Ignacio F. Iquino.
Concluye La
tejedora de sueños. |
1951 |
Publica En
la ardiente oscuridad en
la Colección Teatro de Ediciones Alfil con un «Comentario», al
igual que vendrá haciendo en la primera edición de los textos
de la misma colección hasta Hoy
es fiesta (1957). |
1952 |
Estreno de La
tejedora de sueños (Teatro
Español, 11 de enero) y de La
señal que se espera (Teatro
Infanta Isabel, 21 de mayo). Primer estreno en el extranjero: En
la ardiente oscuridad en
el Riviera Auditorium de Santa Bárbara (California) el 4 de
diciembre. Escribe Casi
un cuento de hadas. |
1953 |
Estreno de Casi
un cuento de hadas (Teatro
Alcázar, 10 de enero) y de Madrugada (Teatro
Alcázar, 9 de diciembre). Publica Casi
un cuento de hadas. |
1954 |
Prohibición de representar Aventura
en lo gris, cuya publicación en la revista Teatro se
permite. Estreno de Irene,
o el tesoro (Teatro
María Guerrero, 14 de diciembre). |
1955 |
Publicación de Irene,
o el tesoro. Concluye Hoy
es fiesta, y en el diario Informaciones aparece
«Don Homobono», irónico artículo contra la censura. |
1956 |
Estreno de Hoy
es fiesta (Teatro
María Guerrero, 20 de septiembre). Escribe Una
extraña armonía y
comienza Las
cartas boca abajo. |
1957 |
Estreno de Las
cartas boca abajo (Teatro
Reina Victoria, 5 de diciembre). Versión cinematográfica de Madrugada. |
1958 |
Estreno de Un
soñador para un pueblo (Teatro
Español, 18 de diciembre). En El
teatro. Enciclopedia del arte escénico aparece
su ensayo sobre «La tragedia». Publica Las
cartas boca abajo. |
1959 |
Película argentina basada en En
la ardiente oscuridad (en
España se distribuyó en 1962 con el título Luz
en la sombra). Publicación de Un
soñador para un pueblo. Contrae matrimonio con la
actriz Victoria Rodríguez. |
1960 |
Nace su hijo Carlos. Escribe y estrena Las
Meninas, en el Teatro Español, el 9 de diciembre,
su mayor éxito de público hasta entonces. |
1961 |
Nace su hijo Enrique. Estreno de su versión de Hamlet,
príncipe de Dinamarca, de Shakespeare (Teatro
Español, 15 de diciembre), y publicación de Las
Meninas. |
1962 |
Escribe El
concierto de San Ovidio, estrenada en el Teatro
Goya, el 16 de noviembre. Publicación de Hamlet y
de El
concierto de San Ovidio. |
1963 |
Estreno de Aventura
en lo gris en
su versión definitiva (Teatro Club Recoletos, 1 de octubre).
Participa como actor en Llanto
por un bandido, de Carlos Saura. La revista Cuadernos
de Ágora le
dedica un monográfico, en el que publica su artículo «Sobre
teatro». |
1964 |
La doble historia del doctor Valmy es presentada dos veces a censura sin conseguir
autorización para su estreno. Se publica la versión definitiva
de Aventura
en lo gris. |
1965 |
Estreno de su versión de Madre
Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht (Teatro
Bellas Artes, 6 de octubre). Conferencias en diversas
universidades de Estados Unidos. |
1967 |
Estreno de El
tragaluz (Teatro
Bellas Artes, 7 de octubre). Participa como actor en Oscuros
sueños de agosto, de Miguel Picazo. Se publica Madre
Coraje, El
tragaluz y La
doble historia del doctor Valmy, que aparece con
el texto castellano y con la versión inglesa estrenada el año
siguiente en Artes
Hispánicas-Hispanics Arts, de la Universidad de
Indiana. |
1968 |
Reposición de Historia
de una escalera (31
de marzo). Estreno de La
doble historia del doctor Valmy, prohibida en
España, en el Gateway Theater de Chester, Inglaterra, el 22 de
noviembre, versión inglesa. Publicación en Primer
Acto de Mito,
libro para una ópera sobre Don quijote que no llega a
estrenarse. |
1969 |
Escribe El
sueño de la razón, cuyo estreno se vio retrasado
debido a la censura. |
1970 |
Estreno de El
sueño de la razón (Teatro
Reina Victoria, 6 de febrero) y de La
doble historia del doctor Valmy, en español, en
Vermont (Estados Unidos). Publicación de El
sueño de la razón. |
1971 |
Elegido miembro de número de la Real Academia Española para
ocupar el sillón X. Miembro de la «Hispanic
Society of America». Escribe Llegada
de los dioses, estrenada en el Teatro Lara, 17 de
septiembre, y publicada ese mismo año. |
1972 |
Discurso de ingreso en la Real Academia Española: «García
Lorca ante el esperpento» (21 de mayo). Comienza a escribir La
Fundación. |
1973 |
Publica Tres
maestros ante el público, que recoge diversos
ensayos. Concluye La
Fundación. |
1974 |
Se estrena La
Fundación (Teatro
Fígaro, 15 de enero) y se publica ese mismo año. |
1975 |
Comienza a escribir La
detonación. |
1976 |
Publicación y estreno en España de La
doble historia del doctor Valmy (Teatro
Benavente, 29 de enero). |
1977 |
Concluye La
detonación, estrenada en el Teatro Bellas Artes,
20 de septiembre. Participa en Caracas en la IV Sesión
Mundial del Teatro de las Naciones. |
1978 |
Homenaje en Nueva York en una sesión extraordinaria de la
Modern Language Association. Las intervenciones de los
ponentes y del autor se reproducen en un monográfico de la
revista Estreno (1979).
Comienza a escribir Jueces
en la noche. |
1979 |
Concluye Jueces
en la noche, estrenada en el Teatro Lara, 2 de
octubre. En los Cuadernos de la Cátedra de Teatro de la
Universidad de Murcia se publica El
terror inmóvil, que había permanecido treinta años
inédita. |
1980 |
Conferenciante en las Universidades de Friburgo, Neuchâtel y
Ginebra. Publicación de Jueces
en la noche. Escribe Caimán. |
1981 |
Estreno de Caimán (Teatro
Reina Victoria, 10 de septiembre). Publicación de Caimán y
del cuento «Diana», escrito antes de su primer estreno.
Reposición de Las
cartas boca abajo (14
de octubre) en el Teatro Lavapiés, con dirección de Luis
Balaguer y protagonizada por su mujer, la actriz Victoria
Rodríguez, intérprete también de varias de sus obras. |
1982 |
Estreno de su versión de El
pato silvestre, de Ibsen (Teatro María Guerrero,
26 de enero). |
1983 |
Oficial de las Palmas Académicas de Francia. Este año es el
encargado de dar el pregón de las Fiestas de San Isidro de
Madrid el 8 de mayo. |
1984 |
Estreno de Diálogo
secreto (Teatro
Victoria Eugenia de San Sebastián, 6 de agosto). Publica su
libro Marginalia. |
1985 |
Creación del Premio de Teatro Antonio Buero Vallejo por el
Ayuntamiento de Guadalajara. Publicación de Diálogo
secreto. |
1986 |
Reposición de El
concierto de San Ovidio (25
de abril); con ese motivo se celebra en el Teatro Español de
Madrid un Seminario Internacional acerca de esa obra y una
Exposición. Cuadernos
El Público le
dedica el monográfico Regreso
a Buero Vallejo. Estreno de Lázaro
en el laberinto (Teatro
Maravillas, 18 de diciembre). |
1987 |
Exposición sobre Buero en la Biblioteca Nacional. Número
monográfico de la revista Anthropos.
Publicación de Lázaro
en el laberinto. |
1988 |
Comienza Música
cercana. Adaptación cinematográfica de Un
soñador para un pueblo titulada Esquilache,
dirigida por Josefina Molina. |
1989 |
Concluye Música
cercana, estrenada en el Teatro Arriaga de Bilbao,
18 de agosto. En Málaga asiste al Congreso de Literatura
Española dedicado a su obra. |
1990 |
Publica Música
cercana, su versión de El
pato silvestre y
«Galatea», narración escrita en sus primeros años de autor. |
1991 |
Aparece Tentativas
poéticas, volumen que recoge veintiséis poemas,
algunos inéditos, compuestos entre 1949 y 1991. Reposición de
El sueño de la razón (16
de mayo). |
1993 |
Publica su Libro
de estampas. El volumen es presentado en Murcia,
donde asiste el autor. |
1994 |
Representación de El
sueño de la razón en
el Teatro Nacional María Guerrero y en el Dramatem de
Estocolmo. Estreno de Las
trampas del azar (Teatro
Juan Bravo de Segovia, 23 de septiembre). Aparecen los dos
volúmenes de su Obra
Completa en
la Editorial Espasa Calpe. |
1996 |
Jornadas de «Teatro y Filosofía» en la Universidad Complutense
sobre el teatro de Buero. Se publica un número monográfico en
la revista Montearabí. |
1997 |
Reposición de El
tragaluz (Teatro
Lope de Vega de Sevilla, 15 de enero). |
1998 |
Concluye Misión
al pueblo desierto, su última obra. El Centro
Dramático Nacional realiza un nuevo montaje de La
Fundación, presentado en noviembre en el Teatro
Campoamor de Oviedo y representada después en el Teatro
Nacional María Guerrero y en distintos lugares de España e
Hispanoamérica. |
1999 |
Estreno de Misión
al pueblo desierto (Teatro
Español de Madrid, 8 de octubre). |
2000 |
Muere el 29 de abril. |
2001 |
Reposición de Madrugada (Centro
Cultural de la Villa de Madrid, 15 de abril). |
2003 |
Después de tres años de obras de
restauración, el Teatro María Guerrero del Centro Dramático
Nacional reabre sus puertas el 14 de mayo con la reposición de Historia
de una escalera.
La XXVI edición
del Festival de Teatro de Almagro realiza la exposición: El
tiempo recobrado. La Historia a través de la obra de Antonio
Buero Vallejo, con la publicación de un libro con
el mismo título y la celebración un curso y ciclo de
conferencias sobreHistoria
del teatro: la visión de los clásicos en el teatro de Buero
Vallejo. |
2004 |
La Fundación Coca-Cola España, en
colaboración con los Ministerios de Educación y Cultura, lanza
los Premios «Buero» de Teatro Joven, dirigidos a grupos de
teatro de centros educativos y culturales cuyos integrantes no
superen los veintiún años. |
2006 |
Es Baluard,
Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma de Mallorca,
expone parte de la obra gráfica del autor dentro de la muestra La
palabra pintada. Escritores-pintores. |
2007 |
El Ayuntamiento de Guadalajara le dedica la
segunda edición de sus Jornadas
de Autor. Las Jornadas incluyen
una exposición de los dibujos que realizó durante la Guerra
Civil, y la presentación del libro Buero
antes de BUERO y
el audiovisual de Antonio Pérez Henares y Pedro José Pradillo La
Guadalajara de Buero. Los días 23 y 24 de marzo,
se representa, en el Teatro Auditorio Buero Vallejo, En
la ardiente oscuridad, dirigida por Mariano de
Paco Serrano. Precede a estas representaciones el estreno del
monólogo inédito que Buero Vallejo escribió para su hijo
Enrique.
La biblioteca de la sede del Instituto
Cervantes en Burdeos recibe el nombre de «Antonio Buero
Vallejo». Se realiza para la ocasión una edición bilingüe con
artículos de Carlos Buero, Mariano de Paco, María Fernanda
Santiago Bolaños y un fragmento de El
sueño de la razón. |
2010 |
Reposición de Irene,
o el tesoro (Teatro
Casa de Vacas de Madrid, 7 de enero).
Reposición de su versión de Madre
Coraje y sus hijos (Teatro
Valle Inclán de Madrid, Centro Dramático Nacional, 11 de
febrero).
Se instala una placa conmemorativa en el
edificio donde vivió, con motivo del décimo aniversario de su
fallecimiento. |
2011 |
Su versión inédita de la obra El
puente, de Carlos Gorostiza, prohibida por la
censura en los años cincuenta, es publicada en la revista
Pygmalion. |
2012 |
Reposición de El
sueño de la razón (Teatro-Circo
de Murcia, 15 de noviembre). |
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Obra dramática
El tema común
que liga toda su producción es la tragedia del individuo,
analizada desde un punto de vista social, ético y moral. Los
principales problemas que angustian al hombre se apuntan ya en su
primera obra,
En la ardiente oscuridad, y continúan en
obras posteriores.
La crítica ha
clasificado su obra en teatro simbolista, teatro de crítica social
y dramas históricos.
Teatro simbolista
En la ardiente oscuridad representa
el crudo enfrentamiento con una realidad que no puede escamotearse
ni disfrazarse. A través de la tara física de la ceguera, Buero
simboliza las limitaciones humanas. Así, es símbolo de la
imperfección, de la carencia de libertad para comprender el
misterio de nuestro ser y de nuestro destino en el mundo. El
hombre no es libre porque no puede conocer el misterio que le
rodea.
El tema del misterio
predomina en otras obras, también de corte simbolista: La tejedora
de sueños, recreación del mito de Ulises y Penélope; Irene, o el
tesoro, análisis del desdoblamiento de la realidad.
Crítica social
Estas obras
analizan la sociedad española con todas sus injusticias, mentiras
y violencias. Pertenecen a este grupo:
Historia de una escalera,
Las cartas boca abajo y
El tragaluz.
Historia de una escalera,
que obtuvo en 1948 el premio Lope de Vega, es posiblemente una de
las obras más importantes del teatro de esta época por su carácter
trágico y por la denuncia de las condiciones sociales de vida. La
obra causó gran impacto por su realismo y contenido social. En
ella plantea la imposibilidad de algunos individuos de mejorar
materialmente debido a la situación social y a la falta de
voluntad.
El tragaluz,
como casi todas las de Buero Vallejo, comienza de manera
aparentemente anodina, contando la historia de una familia, pero
luego se vuelca hacia un relato el cual, tanto por el fondo como
por la forma (y siempre con la sutileza necesaria para esquivar a
la censura), constituye un ataque en toda la línea de flotación al
franquismo y a su obsesión por influir nuestra visión tanto de la
historia pasada como futura. Su trama es aparentemente simple y su
lectura muy fácil pero, sin embargo, en cuanto uno empieza a
escarbar encuentra cinco o seis niveles de mensajes, todos
potentísimos, y que impactan sobremanera al lector. Todos esos
mensajes, en la época en la cual fue escrita (postrimerías del
franquismo), se entendían sin necesidad de decir nada. Hoy, para
comprenderlos, muchas veces deben ser contextualizados por
analistas literarios.
Dramas históricos
En estos dramas,
Buero toma los «materiales del pasado histórico (...) como
trampolín o espejo y como mina de significaciones cara al presente
y como "modelos" en el sentido que la sociología da al vocablo»
(Francisco Ruiz Ramón). Recuérdese que esto mismo ocurría en
Francisco Ayala.
Pertenecen a
este grupo
Un soñador para un pueblo,
Las Meninas,
El concierto de San Ovidio y
El sueño de la razón.
Un soñador para un pueblo
relata el fracaso de un hombre empeñado en mejorar la vida de un
pueblo. El protagonista,
Esquilache, ha de enfrentarse a todo el
sistema, pues la política que pretende imponer no cuenta con el
apoyo popular. Pero en realidad, la oposición a su política no
procede del mismo pueblo, sino de un tercer poder, que, oculto,
mina las mejoras de vida. Al final, Esquilache se sacrifica:
renuncia a su cargo y marcha al exilio.
El concierto de San Ovidio, Parábola
en tres actos
se estrenó en 1962. A partir de un grabado que representa el
espectáculo de la orquestina de ciegos del Hospicio de los Quince
Veintes, realizado en septiembre de 1771, Buero reconstruye un
drama en el que aflora lo grotesco, la injusticia y la falta de
ética. Los temas son la explotación del hombre por el hombre y la
lucha del hombre por su libertad.
El sueño de la razón.
La obra se sitúa en el Madrid de 1823, durante la ola de terror
desencadenada por Fernando VII en su lucha contra los liberales.
El protagonista es Francisco de Goya. A través de la sordera de
este personaje —de nuevo una tara física—, Buero simboliza la
incapacidad de algunos para oír el sentido de la realidad.
Entre sus
últimos títulos figuran
Caimán (1981),
Diálogo secreto (1984) y
Lázaro en el laberinto (1986).
Personajes
-
Se podría decir
que los personajes de Buero Vallejo suelen coincidir con las
siguientes características:
-
Presentan alguna
tara física o psíquica.
-
No se reducen a
simples esquemas o símbolos.
-
Son caracteres
complejos que experimentan un proceso de transformación a lo
largo de la obra.
-
La crítica los ha
distinguido entre personajes activos y contemplativos. Los
primeros carecen de escrúpulos y actúan movidos por el egoísmo o
por sus bajos instintos, y, llegado el caso, no dudan en ser
crueles o violentos si con ello consiguen sus objetivos. No son
personajes malos; la distinción maniquea entre buenos y malos no
tiene cabida en el teatro de Buero. Los contemplativos se
sienten angustiados. El mundo en que viven es demasiado pequeño.
Se mueven en un universo cerrado a la esperanza. A pesar de ser
conscientes de sus limitaciones, sueñan un imposible, están
irremediablemente abocados al fracaso. Nunca ven materializados
sus deseos.
Sus obras teatrales son, por orden de estreno:
Películas basadas en sus obras
Premios
-
2000.- Premio
Especial del Teatro de Rojas,(a título póstumo)
-
1999.- Max de
Honor de las Artes Escénicas (SGAE y La Fundación Autor)
-
1998.- Medalla de
Oro del Ayuntamiento de Madrid
-
1997.- Medalla de
Honor de la Universidad Carlos III
-
1997.- Medalla de
Oro de la Diputación Provincial de Guadalajara
-
1997.- Medalla de
la Orden Andrés Bello de Venezuela
-
1996.- Premio
Nacional de las Letras Españolas
-
1994.- Medalla de
Oro al Mérito de las Bellas Artes
-
1986.- Premio El
Espectador y la Crítica, Lázaro en el laberinto
-
1986.- Premio
Miguel de Cervantes (España)
-
1985.- Premio
Ercilla de Teatro, Diálogo secreto
-
1985.- Premio
Nacional de Teatro (INAEM), Un soñador para un pueblo
-
1984.- Premio El
Espectador y la Crítica, Diálogo secreto
-
1981.- Premio El
Espectador y la Crítica, Caimán
-
1980.- Premio
Nacional de Teatro (INAEM)
-
1980.- Medalla de
Plata del Círculo de Bellas Artes
-
1977.- Premio El
Espectador y la Crítica, La denotación
-
1976.- Premio El
Espectador y la Crítica, La doble historia del doctor Valmy
-
1974.- Premio El
Espectador y la Crítica, La fundación
-
1974.- Premio
Mayte de Teatro, La Fundación
-
1970.- Premio El
Espectador y la Crítica, El sueño de la razón
-
1967.- Premio El
Espectador y la Crítica, El tragaluz
-
1957.- Premio
Nacional de Teatro (INAEM), Las cartas boca abajo
-
1956.- Premio
Nacional de Teatro (INAEM), Hoy es fiesta
-
1949.- Premio Lope
de Vega de Teatro (Ayuntamiento de Madrid), Historia de una
escalera
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El intelectual y su memoria |
entrevista con Joaquín
soler Serrano |
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Historia de una
condena a muerte
Carlos Fonseca
El dramaturgo
Antonio Buero Vallejo, del que este año se conmemora el
centenario de su nacimiento, estuvo a punto de ser fusilado
recién acabada la Guerra Civil, cuando tenía tan solo 23 años,
acusado de un delito de adhesión a la rebelión por haber
falsificado documentos para el Partido Comunista de España
(PCE). Vozpópuli ha consultado la causa abierta contra él por
los tribunales militares franquistas para reconstruir la
historia de su condena a muerte.
 |
Antonio
Buero Vallejo, el primero por la izquierda,
en la prisión de El Dueso |
“FALLAMOS: Que
debemos condenar y condenamos a los procesados Enrique Sánchez
García, Amable Donoso García, Alejandrino González Venero, Ramón
Torrecilla Guijarro, Juan Fonseca Serrano, Antonio Buero Vallejo
y José Izquierdo Pascual a la pena de muerte”. El 16 de enero de
1940, el tribunal militar presidido por el coronel Hernández
Comes dictaba sentencia contra un grupo de militantes del PCE
que a lo largo del verano de 1939 había intentado reconstruir el
partido en la capital tras varios intentos previos fallidos. La
sentencia asumía sin una pizca de duda las conclusiones del
fiscal jurídico-militar, que atribuía al joven Buero Vallejo,
que entonces tenía 23 años, haberse puesto al servicio del
‘régimen rojo’durante la Guerra Civil y haber participado en los
trabajos de reorganización del PCE después de la ‘liberación’ de
Madrid por las tropas franquistas.
“La victoria de
las armas nacionales, que cerró gloriosamente la primera etapa
de la Revolución Nacional Sindicalista con un inapelable fallo
de la Providencia y de la Historia, sobre fundamentos de razón y
de fuerza prodigiosamente hermanados en esta ocasión, no fue
admitida como definitiva por algunos elementos díscolos y
contumaces” pertenecientes a la “facción política que hizo
inevitable, como una necesidad física, el Alzamiento Nacional”,
decía el escrito del fiscal en unas líneas introductorias antes
de atribuir a cada procesado toda suerte de responsabilidades
por haber "soliviantado espíritus para resucitar los bien
muertos cuadros de sus organizaciones”.
Su padre fue fusilado en Paracuellos por las tropas republicanas
al inicio de la Guerra Civil
La condena a
muerte de Antonio Buero Vallejo cayó como un mazado en el
domicilio familiar, que ya había vivido una tragedia al inicio
de la guerra con el fusilamiento por las tropas republicanas del
cabeza de familia, el teniente coronel Francisco Buero García,
un militar gaditano que tras varios destinos en África y
Canarias había recalado en Academia de Ingenieros de
Guadalajara, primero como profesor ayudante de lengua inglesa y
después de matemáticas. Tras 25 años en la capital alcarreña, en
1934 se trasladó a Madrid con su mujer, María del Carmen Cruz
Vallejo Calvo, y sus tres hijos, Francisco Buero Vallejo, el
mayor, militar como el padre, Antonio y Carmen. “Mis abuelos se
vinieron a vivir a Madrid porque sus hijos se mudaron a la
capital –cuenta ahora Carlos Buero, uno de los hijos de Antonio
Buero Vallejo-. Mi tío Francisco, destinado al Cuartel de la
Montaña, y mi padre para iniciar los estudios de Bellas Artes,
de modo que mi abuelo aceptó un destino en el 2º Regimiento de
Ferrocarriles después de haber rechazado otros durante años”.
Cuando la
familia llevaba dos años en la capital tuvo lugar el golpe de
Estado contra el gobierno de la República, y el joven Antonio
Buero Vallejo, que entonces tenía 19 años, anunció a su familia
que iba a enrolarse en las tropas republicanas que defendían la
capital del ejército franquista, que había llegado hasta las
puertas de la ciudad y amenazaba con tomarla. “Mi abuelo se lo
impidió –continúa su relato Carlos Buero-. Le dijo que era muy
joven y que esperara a que su quinta fuera movilizada cuando
cumpliera 21 años, y mi padre no tuvo más remedio que
aceptarlo”. Fechas después, el cabeza de familia era cesado en
su destino y enviado a casa en expectativa de destino. “Era un
militar de carrera y eso, al inicio de la guerra, suscitó las
sospechas de los mandos republicanos, pero nunca fue un militar
franquista, era un hombre liberal y demócrata. Pasado un tiempo
le llamaron para que se personara en comisaría y acudió pensado
que sería un trámite sin mayor importancia, pero ya no volvió.
Le encarcelaron en la prisión de Porlier, a la que mi abuela iba
cada día a preguntar por él, hasta que le dijeron que había sido
trasladado, cuando en realidad lo habían fusilado en Paracuellos”.
También su hijo
mayor, Francisco, fue detenido al estar destinado en el Cuartel
de la Montaña, foco de la rebelión en la capital. “Mi tío no
había participado en el alzamiento, pero a pesar de ello fue
detenido como sospechoso. Mi padre, que era secretario de la
Federación Universitaria Escolar (FUE) de Bellas Artes (una
organización estudiantil fundada a finales de 1926 como
alternativa a la entonces hegemónica Asociación de Estudiantes
Católicos-AEC) acudió a las autoridades para avalarlo y le salvó
la vida. Estuvo ocho meses en prisión hasta que le juzgaron y
fue absuelto”.
La
imposibilidad de acudir al frente hizo que Antonio Buero Vallejo
colaborara con la República desde la Escuela de Bellas Artes
dibujando murales y carteles llamando a preservar el patrimonio
cultura, hasta que fue llamado a filas en 1938. Tras varias
semanas de instrucción en un cuartel de la capital fue destinado
a Villarejo de Salvanés (Madrid) y encuadrado en un batallón de
Infantería. Destinado en oficinas, el médico húngaro Oskar
Goryan, miembro de las Brigadas Internacionales y jefe de
Sanidad de la XV División, se percató de la calidad de sus
dibujos un día que pasó por las dependencias y vio varios encima
de una mesa, y pidió que fuese destinado a su unidad para
trabajar como ilustrador en La Voz de la Sanidad. Desde
entonces, su destino estuvo ligado al de Goryan, que lo llevó
con él cuando fue nombrado jefe de hospitales del Ejército de
Maniobras y después a la Jefatura de Sanidad en Valencia. Se
trata de un periodo de la guerra del que hay datos sobre su
actividad, de la que tampoco quiso hablar años después a sus
hijos.“Mi padre nunca nos habló de la guerra ni de su
experiencia vital en ella –señala su hijo Carlos-. Supongo que
porque quería vivir el presente y mirar el futuro sin contaminar
a sus hijos con hechos traumáticos del pasado”.
Entre los datos
disponibles se sabe que en 1938 estuvo destinado un tiempo en un
hospital de campaña en la localidad castellonense de Benicasim,
donde conoció al poeta Miguel Hernández, que viajó hasta allí
para ingresar en un Hotel de Reposo para combatientes. “A todo
lo largo de la playa había chalets de gente que veraneaba allí y
que tras ser requisados fueron convertidos en hospital de
campaña. Estando yo allí llegó Miguel. Estaba muy cansado,
agotado, y las autoridades políticas gestionaron que descansara
en la playa durante un tiempo. Se dedicaba a dar algunos paseos
y a visitar a otros amigos o compañeros, de modo que entonces no
hubo más que una buena relación” (este testimonio de Buero
Vallejo y otros reproducidos más adelante fueron recogido en
1994 por María Gómez y Patiño para su libro Propaganda poética
en Miguel Hernández. Un análisis de su discurso periodístico y
político. 1936-1939).
El final de la guerra le pilló en Valencia, donde fue detenido y
conducido al campo de concentración de Soneja (Castellón)
El final de la
guerra pilló a Buero Vallejo en Valencia, ciudad a la que
llegaban en oleadas miles de republicanos que huían de las zonas
conquistadas por el ejército de Franco tras la caída de Madrid
con la pretensión de escapar en alguno de los barcos que la
Sociedad de Naciones había anunciado que enviaría a los puertos
de la capital del Turia y de Alicante para colaborar en la
tarea. De Valencia zarpó el Lézardieux y de Alicante el Maritime
y el Stanbrook, pero miles de personas quedaron atrapadas sin
poder embarcar y fueron hechas prisioneras por las tropas
nacionales. Entre ellas estaba Buero Vallejo, que fue internado
varios días en la plaza de toros de Valencia antes de ser
conducido al campo de concentración de Soneja (Castellón), en el
que permaneció cerca de un mes. Quienes habían tenido un papel
relevante durante la guerra fueron ingresados en prisión, y al
resto se les facilitó un salvoconducto para viajar a sus
localidades de origen, donde los servicios de información de
Falange se encargaban de una segunda criba con la ayuda de
vecinos, conocidos y familiares que denunciaban a los desafectos
al régimen. Buero Vallejo llegó a Madrid con uno de esos
salvoconductos y la orden de presentarse a las autoridades. “Mi
padre acudió a la cita, pero se encontró una enorme fila de
gente que comentaba que los iban a mandar de nuevo a campos de
concentración y se marchó a casa, en el número 36 de la calle
General Díaz Porlier, donde fechas después le contactó el PCE
para que colaborara en labores clandestinas”, cuenta su hijo
Carlos.
 |
Buero, durante
su estancia en prisión |
El PCE, cuyos
máximos dirigentes abandonaron España al final de la guerra,
había dejado la organización en manos de militantes de segundo
nivel con la intención de que la mantuvieran viva y prestaran
ayuda a los compañeros que continuaban en el interior, mientras
desde el exilio se esperaban acontecimientos. Los intentos de
reconstrucción del partido protagonizados por Matilde Landa,
primero, y Enrique Castro, después, fracasaron con la detención
de ambos, y los dirigentes que permanecían presos en el campo de
concentración de Albatera (Valencia) prepararon la fuga de uno
de ellos, Enrique Sánchez García, para que viajara a Madrid y se
hiciera cargo de las células dispersas que quedaban en la
capital.
Enrique Sánchez
se escondió a su llegada a la ciudad en el domicilio de María
Atienda en la calle del General Pardiñas. Fue esta mujer quien
le puso en contacto con Amable Donoso, sacerdote y militante del
PCE que se había salvado de las redadas policiales, quien, a su
vez, le puso al tanto de la situación del partido. Sánchez le
pidió varias documentaciones falsas y domicilios en los que
esconderse para pasar desapercibido. La primera misión recayó en
el médico José Izquierdo, que había coincidido en Valencia con
Buero Vallejo, a quien contactó para que se encargara de ello.
Fechas después fue detenido y el 14 de agosto de 1939 comparecía
ante la Jefatura de Policía Militar para ser interrogado, según
consta en el sumario instruido contra él, al que ha tenido
acceso Vozpópuli.
 |
Declaración
ante el juez |
“Preguntado a
qué partido e instituciones de tipo marxista del Frente Popular
ha pertenecido dice: Que a la FUE en el año de 1934, al PCE y al
Socorro Rojo Internacional en 1938. Al estallar el movimiento el
dicente ocupaba el cargo de secretario de la FUE de Bellas Artes
por encontrarse cursando estudios en la misma, acudiendo desde
el primer momento al llamamiento que se hizo para prestar
voluntariamente servicios a la causa roja. Que durante el
dominio rojo se ha dedicado a hacer carteles de propaganda en la
Academia de Bellas Artes de la FUE, pasando después al ejército
rojo, donde, entre otras unidades, ha prestado servicios en la
Jefatura de Sanidad de la XV División y en la Jefatura de
Sanidad del Ejército de Levante, sorprendiéndole la liberación
en esta última situación”.
La declaración
continúa explicando cómo contactó el PCE con él y la tarea que
le fue encomendada. “Que después de la liberación de Madrid, y
una vez regresado a la capital, fue a visitarle a su domicilio
José Izquierdo, médico a quien conocía ya como elemento
comunista cuando se encontraba en el frente rojo de Levante. Que
este individuo le dijo que el Partido Comunista estaba
organizado clandestinamente y que estaba en contacto con algunos
dirigentes del mismo. Que a dicho Izquierdo le habían asignado
diversos encargos, tales como proporcionar documentaciones
falsas a los que se encontraban sin ella del partido y buscar
elementos para encuadrarlos en la clandestinidad. Que al
exponerle lo anterior al que habla éste le dijo que estaba
dispuesto a colaborar. Que de acuerdo con éste, a los pocos días
le llevó el José Izquierdo tres avales de Falange y un documento
de la Jefatura de Recuperación Mobiliaria ‘Orden Público’, para
que falsificase los sellos de los mismos, cosa que verificó (…).
Que estos sellos (los confeccionó) valiéndose de anilina y
azúcar (para hacer) una tinta, estampándolos después en papeles
en blanco. De esta forma falsificó también la firma de un
militante de Falange Española apellidado Jiménez Villa”.
El PCE le encargó que falsificara varios salvoconductos para
dirigentes del partido que habían llegado a Madrid de manera
clandestina.
El
interrogatorio concluía con una pregunta que desvelaba el
conocimiento que la Policía Militar tenía sobre su familia.
“Preguntado para que diga si es cierto que los rojos fusilaron a
su padre por el hecho de ser teniente coronel de Ingenieros y no
querer colaborar con los mismos, dice: que es cierto”. Meses
después, el 10 de octubre, matizaría sus declaraciones en una
comparecencia ante el juez especial de la Policía Militar, en la
que afirmó que desconocía que la documentación falsificada fuese
para militantes comunistas y que si lo hizo fue “por amistad
particular con Izquierdo y para solucionarse un problema de
orden personal”.
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Conmutación de
la pena de muerte |
El 14 de enero
de 1940 se celebraba el consejo de guerra contra Buero Vallejo y
otros nueve militantes comunistas detenidos por aquellas
fechas, entre ellos Enrique Sánchez y José Izquierdo, en el que
seis de ellos fueron condenados a la pena capital. La sentencia
le dedica cinco líneas, suficientes para justificar su condena a
muerte por un delito de adhesión a la rebelión. “Que Antonio
Buero Vallejo, no obstante el asesinato de su padre por los
rojos, era afiliado a la FUE en 1934 y al PCE y el Socorro Rojo
Internacional en 1938, fue durante la guerra propagandista rojo
y facilitó, a petición de José Izquierdo, sellos y firmas para
documentar a elementos significativos del PCE clandestino”. Ni
una palabra más.
Buero Vallejo
fue encarcelado en la prisión madrileña de la plaza de Conde de
Toreno a la espera de que el Generalísimo Franco diera el
‘enterado’ a la condena, paso previo para que fuera fusilado.
Allí coincidió de nuevo con Miguel Hernández. “Yo estaba en la
galería de condenados a muerte y llegó Miguel. Me acerqué a él y
le recordé Benicasim. Convivimos en esa galería durante bastante
tiempo, unos cuatro meses. Allí hice mis primeros retratos
carcelarios. Me dedicaba a dibujar las caras que me parecían más
interesantes y retraté a Miguel. Era un hombre que pasaba con
facilitad de lo taciturno a lo expansivo. En la etapa expansiva
contaba chistes, a veces subidos de tono, o canturreaba. En las
etapas taciturnas hablaba poco, solo lo indispensable, y le daba
vueltas a las cosas. En ocasiones nos recitaba alguno de los
poemas en los que había estado trabajando por la noche. Era una
vida dura, y si se estaba condenado a muerte cualquier noche
podían venir a por ti y llevarte a fusilar. Yo he visto salir a
muchos compañeros para ser fusilados; es más, yo he tenido la
seguridad ficticia, pero que en ese momento me parecía real, de
que una noche determinada me iban a fusilar. Me pasó dos o tres
veces. Y como a mí, a otros, porque llegaba una confidencia de
la oficina, donde también trabajaban presos, que nos decían:
esta noche hay saca. Van a sacar a fulano y a diez más”.
Pasó ocho meses a la espera de ser fusilado antes de que le
conmutaran la pena de muerte por 30 años de reclusión
Tras ocho meses
de espera, el 21 de septiembre de 1940 le fue conmutada la pena
de muerte por otra de 30 años de reclusión. El general Cirilo
Genovés Amorós, Auditor de División y jefe de la Asesoría del
Ministerio del Ejército, así lo confirmaba en un escrito que
decía: “Certifico: Que SU EXCELENCIA, a quien ha sido notificada
la parte dispositiva de la sentencia que pronunció el Consejo de
Guerra celebrado en Madrid para ver y fallar el procedimiento
48.924 seguido contra Antonio Buero Vallejo, se ha servido
CONMUTAR la pena impuesta por la inferior en grado”. “A mi padre
no le fusilaron por casualidad –dice su hijo Carlos-. Era el
último de la cadena y la persona que tenía por encima de él
(José Izquierdo, quien le encargó la falsificación de los
documentos) tenía una madre muy beata que recurrió al
arzobispado para que intercediera por su hijo. Suponemos que lo
que ocurrió es que si al jefe de mi padre no le fusilaban
debieron pensar que tampoco podían hacerlo con quien estaba a
sus órdenes, y por eso se salvó. Fueron los dos únicos
condenados a muerte del proceso a los que no fusilaron”.
En 1944 la pena
de 30 años le fue conmutada por otra de 20, y tras un periplo
por las prisiones de Conde de Toreno, Yeserías, El Dueso, Santa
Rita y Ocaña fue puesto en libertad en 1946. “A la salida de
prisión un amigo le propuso un trabajo de comercial que mi padre
rechazó porque quería dedicarse a escribir teatro –continúa su
hijo Carlos-. Antes de la guerra su vocación había estado
orientada hacia la pintura, pero las experiencias vitales
durante la contienda y sus años de prisión le exigían un medio
de expresión que no encontraba en la pintura, además de que
pensó que ya no tenía la destreza suficiente para continuar con
dicha disciplina. Pese a ello aún pintó numerosos cuadros al
óleo, pero su vocación estaba ya en la escritura”.
Tres años
después de recuperar la prisión se estrenó Historia de una
Escalera, que le consagró y fue el inicio de una trayectoria que
habría de convertirle en uno de los principales dramaturgos de
nuestro país. Pero esa es ya otra historia.
Fuente:
Vozpópuli
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