Antonio Buero Vallejo

1916 - 2000

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Centenario de Antonio Buero Vallejo (1916-2000)

Antonio Buero Vallejo, nació en Guadalajara, el 29 de septiembre de 1916-y murió el 28 de abril de 2000). Fue un dramaturgo español, ganador del Premio Lope de Vega en 1948 y del Premio Cervantes en 1986.

ACADÉMICO DESDE 1972

Buero Vallejo, que ocupó la silla X de la RAE, tomó posesión de su plaza el 21 de mayo de 1972 con el discurso titulado García Lorca ante el esperpento. Le respondió, en nombre de la corporación, Pedro Laín Entralgo. Fue tesorero entre 1978 y 1986 y vocal adjunto de la Junta de Gobierno de la RAE de 1976 a 1978.

Antonio Buero Vallejo se sintió desde muy joven atraído por la pintura, «pero los azares de la guerra le llevaron hacia otro lado: el teatro». Un teatro, el suyo, «respetado y admirado en los escenarios de todo el mundo», en palabras de Alonso Zamora Vicente en su Historia de la Real Academia Española (1999, 2015). 

De 1934 a 1936 Buero realizó estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Antes, en 1933, tal como recuerda Mariano de Paco en el Diccionario biográfico español (2011), recibió el primer premio del Certamen Literario de la Federación Alcarreña de Estudiantes por su cuento El único hombre.

AUTOR TEATRAL

En 1948 Buero presentó En la ardiente oscuridad e Historia de una escalera al Premio Lope de Vega, convocado por el Ayuntamiento de Madrid. La segunda de las obras recibió el galardón por unanimidad y se estrenó el 14 de octubre de aquel mismo año en el Teatro Español de Madrid con «una excelente acogida de la crítica y éxito de público».

Al año siguiente, el 19 de diciembre de 1949, se representó la única pieza en un acto de Buero, Las palabras en la arena, primer premio de la Asociación de Amigos de los Quintero. Desde entonces, sus textos —que han sido traducidos a más de veinte idiomas— empezaron a representarse en el extranjero. El primer estreno fue Historia de una escalera, en el Teatro Abreu de Ciudad de México en 1950, al que siguió En la ardiente oscuridad en el Riviera Auditorium de Santa Bárbara (California) en 1952.

LA CENSURA

No obstante, en los años sesenta Buero tropezó con la censura, que le impidió llevar a escena alguna de sus obras. Además, la firma, junto con otros cien intelectuales, de una carta de protesta por el trato dado por la policía a los mineros asturianos le causó, como señala el biógrafo Mariano de Paco, «el desvío de editoriales y empresas», viéndose obligado a viajar a Estados Unidos con el fin de pronunciar conferencias en distintas universidades. Buero no pudo estrenar hasta 1967 El tragaluz, que obtuvo un gran éxito de público y crítica.

«Con más de una treintena de obras que, salvo en tres casos, han pasado a la escena», Buero recibió numerosos reconocimientos, entre los que destacan el Premio Nacional de Teatro, obtenido en cuatro ocasiones —1956, Hoy es fiesta; 1957, Las cartas boca abajo; 1958, Un soñador para un pueblo, y 1980, por el conjunto de su producción—; el Premio María Rolland —en 1956 por Hoy es fiesta, en 1958 por Un soñador para un pueblo, y en 1960 por Las Meninas—; el Premio Miguel de Cervantes en 1986 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996 —estos dos últimos otorgados por primera vez a un dramaturgo—. Además, los premios de la Fundación Juan March, de la Crítica de Barcelona, Larra, Leopoldo Cano, El Espectador y la Crítica, Max de honor, entre otros.

Su última obra, Misión al pueblo desierto, subió al escenario del Teatro Español el 8 de octubre de 1999, cincuenta años después de que se representara en el mismo lugar su primera pieza estrenada. Al año siguiente, murió en Madrid a los ochenta y tres años.

AÑOS DE PRISIÓN

En 1937 se incorporó a un batallón de infantería y sirvió a la República en varios destinos. Con sus escritos y dibujos colaboró en murales y en el periódico La Voz de la Sanidad, así como en diferentes obras culturales. Al finalizar la Guerra Civil, fue detenido y recluido en distintas prisiones. En una de ellas, Conde de Toreno (Madrid), dibujó el famoso retrato del poeta Miguel Hernández (1910-1942), a quien había conocido en un hospital de Benicasim.

Retrato del poeta Miguel Hernández

Tras varias conmutaciones de pena —en 1939 había sido condenado a muerte por «adhesión a la rebelión» en un juicio sumarísimo—, en 1947 fue indultado —un año antes se le había concedido la libertad condicional con destierro de Madrid—.

«El progresivo abandono de la pintura coincidió —señala Mariano de Paco— con el comienzo de la escritura dramática». En 1948, Buero presentó En la ardiente oscuridad e Historia de una escalera al Premio Lope de Vega, convocado por el Ayuntamiento de Madrid. La segunda de las obras recibió el galardón «por unanimidad» y se estrenó, el 14 de octubre de aquel mismo año, en el Teatro Español de Madrid con «una excelente acogida de la crítica y éxito de público».

Al año siguiente, el 19 de diciembre de 1949, se representó la única pieza en un acto de Buero, Las palabras en la arena, primer premio de la Asociación de Amigos de los Quintero.

Su labor como dramaturgo se amplió por esa época, en la que publicó y estrenó de forma constante sus obras en Madrid. Asimismo, sus textos —que han sido traducidos a más de veinte idiomas— empezaron a representarse en el extranjero. El primer estreno fue Historia de una escalera en el Teatro Abreu de Ciudad de México, en 1950, al que siguió En la ardiente oscuridad en el Riviera Auditorium de Santa Bárbara (California), en 1952.

CENSURA Y ESTRENOS

No obstante, en los años sesenta Buero tropezó con la censura, que le impidió llevar a escena algunas de sus obras. Además, la firma con otros cien intelectuales de una carta de protesta sobre el trato dado por la policía a algunos mineros asturianos le causó, como señala Mariano de Paco, «el desvío de editoriales y empresas», viéndose obligado a viajar a Estados Unidos con el fin de pronunciar conferencias en distintas universidades. Buero no pudo estrenar hasta 1967 El tragaluz, que obtuvo un gran éxito de público y crítica.

«Con más de una treintena de obras que, salvo en tres casos, han pasado a la escena», Buero recibió abundantes reconocimientos, entre los que destacan el Premio Nacional de Teatro, obtenido en cuatro ocasiones —1956, Hoy es fiesta; 1957, Las cartas boca abajo; 1958, Un soñador para un pueblo, y 1980, por el conjunto de su producción—; el Premio María Rolland —en 1956 por Hoy es fiesta, en 1958 por Un soñador para un pueblo, y en 1960 por Las Meninas—; el Premio Miguel de Cervantes en 1986 y el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1996 —estos dos últimos otorgados por primera vez a un dramaturgo—. Además, los premios de la Fundación Juan March, de la Crítica de Barcelona, Larra, Leopoldo Cano, El Espectador y la Crítica, Max de honor, entre otros.

UN CLÁSICO

Miembro de honor de la Hispanic Society of America (1971), oficial de las Palmas Académicas de Francia (1983), hijo predilecto de Guadalajara y dedalla de oro de la ciudad (1987), presidente de honor de la Asociación de Autores de Teatro desde 1991, dedalla de oro de Castilla-La Mancha (1988), dedalla de oro al mérito en las bellas artes (1993), medalla de honor de la Sociedad General de Autores de España (1994) y banda de honor de la Orden de Andrés Bello de la República de Venezuela (1997), Buero Vallejo es considerado, en palabras de Mariano de Paco, «un clásico de nuestro teatro que ha dejado tras de sí una consistente “huella” en los autores que lo han seguido en el tiempo».

Buero se ocupó, asimismo, de la obra de otros dramaturgos —Bertolt Brecht, Valle-Inclán o García Lorca— y estrenó versiones del propio Brecht, Shakespeare o Ibsen. Varios de sus textos se han adaptado al cine o a la televisión.

Su última obra, Misión al pueblo desierto, subió al escenario del Teatro Español el 8 de octubre de 1999, cincuenta años después de que se representara en el mismo lugar su primera pieza estrenada. Al año siguiente, murió en Madrid a los ochenta y tres años.

 

El concierto de San Ovidio

ANTONIO JOSÉ DOMÍNGUEZ

En la historia del Teatro español contemporáneo existe una fecha, el 14 de octubre de 1949, y una obra, Historia de una escalera, que es una referencia ineludible para comprender el posterior desarrollo, no solo de la carrera personal de su autor, sino también los avatares de la escena española de las décadas siguientes. No debemos olvidar que estamos en los años cuarenta, época en la que el franquismo controla mediante la censura toda manifestación artística y política. Este dramaturgo era Antonio Buero Vallejo, desconocido hasta entonces para el público, pero que al obtener el premio Lope de Vega con la obra citada anteriormente, convocado por el Ayuntamiento de Madrid y que conllevaba el estreno en el Teatro Español, hizo posible su representación con gran acogida y buena recepción crítica a pesar de ser el drama escrito por un vencido. En el epílogo a su primera edición, Buero Vallejo escribió: Historia de una escalera se desenvuelve dentro de una línea de preocupación por el tiempo y el espacio como límites del hombre, propuesta que es el inicio de una teoría que poco a poco se incorporaría a las diversas tendencias del teatro contemporáneo.

Historia de una escalera, además abre una brecha en el teatro de la época, en el llamado “teatro de la derecha” y pese a las dificultades políticas y económicas de entonces inicia una tendencia que cristalizará en los años sesenta en la llamada generación realista, entre cuyos componentes están Alfonso Sastre, José María Rodríguez Méndez, Carlos Muñiz, José Martín Recuerda, entre otros, creadores de un teatro crítico enraizado tanto en Bertolt Brecht como en Valle-Inclán, que mantienen una resistencia al franquismo desde estéticas diferentes. Buero Vallejo también tuvo que luchar contra las reticencias y sospechas creadas en torno a su persona por haber pertenecido al bando republicano, haber sufrido años de cárcel y una condena de pena de muerte que fue conmutada, además de las “cuarentenas”, periodos sin poder estrenar por prohibiciones dictadas por las autoridades franquistas a causa de su pasado y por mantener una actitud resistente y denunciar públicamente los comportamientos fascistas, como por ejemplo, las torturas infligidas por la guardia civil a los mineros asturianos. Sin embargo, estas circunstancias biográficas no impiden que sus estrenos fuesen esperados con gran expectación y gran acogida de público que veía en su teatro la otra realidad que escondía la historia oficial.

Ante una situación de vigilancia y sospecha, Antonio Buero Vallejo creó una extensa obra dramática y una teoría de la tragedia basada en la tradición clásica y en el esperpento de Valle Inclán al que le dedicó varios estudios, no sin tener en cuenta los progresos teóricos y prácticos del teatro europeo. Su compromiso intelectual y político le obliga a teorizar en varios estudios sobre los fundamentos dramáticos de su teatro que acompañan a su práctica teatral. Por ejemplo, en 1958 escribe La tragedia, ensayo que aparece en 1959 en la Enciclopedia de arte escénico dirigida por Guillermo Díaz-Plaja. Uno de los conceptos aristotélicos que revisa es la “catarsis” y sus elementos: la purga de la piedad y el terror: La acción catártica, nos explica Buero Vallejo, puede dejarnos pasivo o provocarnos un imperioso deseo de laborar a favor de nuestros semejantes y contra los dolores o los problemas que la obra presenta […] nuestra acción posterior al goce de la tragedia, si se produce, ya no podrá ser vulgar. Pues, en definitiva, “catarsis” es lo mismo que interior perfeccionamiento. Para Buero este perfeccionamiento no alcanzará su plenitud si el espectador no experimenta deseos de actuación inmediata y no se plantea la problemática del ser humano y de su destino. Con respecto a esta concepción de la tragedia, los críticos señalaron su aparente contradicción con la dramaturgia bueriana a la que caracterizaban de pesimista. Buero respondió que la identificación del terror, la lástima y el dolor es propia de personas o colectividades que huyen de sus propios problemas o deciden negar su existencia por no querer o no poder afrontarlos. Apunta también Buero que en medio de la realidad sombría de la tragedia siempre está presente la esperanza en la justificación metafísica del mundo o en la solución terrenal de los problemas humanos, ideas que enriquece en una encuesta realizada en la revista Primer acto sobre “la función social del teatro” en la que se preguntaba por el papel que debería desempeñar el teatro de nuestro tiempo y que enlaza con su concepción trágica. Nuestro autor respondió: Desde sus diversos géneros, plantear y criticar dramáticamente los conflictos del hombre y de la sociedad en que vive: despertar la conciencias frente a ellos, enfocarlos con autenticidad y verdad… mostrar lo que el hombre tiene de humano y de inhumano. Y lo que tiene de ser histórico.

Este breve acercamiento a la concepción dramática bueriana no tiene otro objetivo que acercarnos a la comprensión de la lectura de El concierto de San Ovidio, la teoría que la sustenta y la práctica, es decir, el desarrollo y la composición de la acción dramática. Esta obra pertenece al ciclo denominado “teatro histórico” y que está formado por Un soñador para un pueblo (1958), Las Meninas (1960) y La detonación (1977), dramas en los que sus personajes Esquilache, Velázquez y Larra tienen la misma actitud frente al poder: su insumisión y la denuncia de sus imposturas desde sus conciencias enraizadas en la ética de la insobornabilidad. Buero Vallejo, como Bertolt Brecht, Arthur Miller, Sean O’Casey, utiliza la historia como un elemento de “distanciamiento” que exige la naturaleza de la propia fábula y no, como un recurso retórico posibilista, aunque en el caso de El concierto de San Ovidio, era evidente, como afirmó Ricardo Doménico, que esta parábola era una manera de decir lo que pasa, cuando lo que pasa no se puede decir, algo que es una verdad a medias, porque en este caso su significación y la implicaciones no siempre derivan de la anécdota. Existen lo que se llama subtexto y en el conjunto de la representación elementos llenos de connotación que pueden abundar y explicar aspectos de la realidad para impedir el esquematismo o las interpretaciones mecanicistas que anularían cuestiones esenciales de la obra. Estaba claro que algunos elementos de este drama como determinados diálogos, para el espectador sus referentes eran la realidad española de entonces.

Este drama se basa en un hecho histórico que ocurrió en París en 1771. Al hospicio de los Quince Veintes, institución fundada por San Luis de Francia en la Edad Media para dar cobijo a los ciegos de París, acude un día Valindin con el objetivo de contratar a seis ciegos para formar una orquestina que cante en su barraca durante la feria de San Ovidio. La Priora accede a la demanda del empresario, pues el hospicio se sostiene con las limosnas que los ciegos recogen mendigando por las calles de París y por las mandas de oraciones de los ciudadanos parisinos. Este es el punto de partida de El Concierto de San Ovidio, obra formada por tres actos, aunque el desarrollo y linealidad de la acción rompe con las tres unidades y con un escenario, que dividido en tres partes, señalan los espacios en el que ocurren los acontecimientos. El tiempo histórico del relato se corresponde con el periodo anterior a la Revolución de 1789 en el que las circunstancias sociales, económicas y políticas del mismo son señaladas con breves alusiones a través de la acción. Es el tiempo en que la burguesía, representada por París, tiene aún vínculos con Versalles, fenómeno que en la obra lo representa Valindin, que no tiene escrúpulos en conseguir sus intereses aprovechándose de la situación de hambre que vive el país y en la fuerza represiva que le da el poder a través de las lettres à cachet, denuncias anónimas contra cualquier ciudadano que le condenaba a prisión. Nos encontramos en el inicio de un capitalismo ascendente, pero todavía con las sombras del ancien régime.

El Concierto es la historia de una explotación donde predomina la ética del beneficio y de una rebelión encabezada por David, uno de los seis ciegos elegido para cantar y tocar en la barraca de Valindin en una orquestina que tiene como fin realizar un espectáculo en el que ciego grotescamente vestido interpretaba canciones acompañadas de un violín de dos cuerdas y que habían aprendido a tocar mecánicamente. En suma, un espectáculo de escarnio para un público ajeno a tal ignominia.

La rebelión de David no solo se alza contra las condiciones impuestas por Valindin, sino también contra sus propios compañeros que, frente a sus negativas iniciales, les dice: ¡Tenéis que decir sí a vuestros violines! […] ¡Hay que convencer a los que ven de que somos hombres como ellos, no animales enfermos! […] Podréis leer. Para ello les relata la historia de Melania de Salignac, hermosa señora, que sabe lenguas, ciencias, música. Aun así, sus compañeros se resisten. Y David exclama: ¡Estáis muertos y no lo sabéis!, no sin decirles que es más fácil tocar en un violín de cuatro cuerdas que uno de dos, como lo hacen en la barraca. ¡Pero hay que querer! ¡Hay que decirle sí al violín! Este personaje aceptaba tocar en la barraca como el inicio de una liberación, pero las contradicciones se desatan y su sueño no puede realizarse, no sin antes ajustar cuentas violentamente con Valindin.

Sin embargo, su sueño prosiguió en otros. Así, un día en medio de un público que asistía a una representación sin la menor piedad por lo que allí presenciaba, surgió enojado un joven espectador, Valentín Haüy, que se levantó de su silla y en pie denunció aquel “ultraje a la humanidad”, al tiempo que comprendió a partir de entonces que su vida tenía un sentido y se dijo: “… Yo haré leer a los ciegos; pondré en sus manos libros que ellos habrán impreso. Trazarán los signos y leerán su propia escritura. Finalmente les haré ejecutar conciertos armoniosos.” A partir de ese día Valentin Haüy inició una labor que otros proseguirían después para cumplir con sus deseos, y con los de aquel personaje llamado David por el que se ha preguntado varias veces. Pero en medio del adagio de Corelli que toca uno de aquellos ciegos por las esquinas, se interroga inútilmente por la muerte de uno de ellos que fue ahorcado.¿Quién asume ya esa muerte? ¿Quién la rescata?, preguntas que no dejan de ser una apelación al espectador.

Fuente: Mundo Obrero

 

 

El centenario de Buero Vallejo

Manuel Román

Antonio Buero Vallejo hubiera cumplido estos días cien años. Nació en Guadalajara el 29 de septiembre de 1916. Quien revolucionara el teatro español en 1949 con el estreno de Historia de una escalera y diera a conocer posteriormente buen número de comedias dramáticas que ya están entre las más acreditadas de la segunda mitad del siglo XX de nuestra escena, no ha tenido en esta efeméride ningún reconocimiento oficial. Para el Ministerio de Cultura (y Deporte, claro), aunque en funciones, el centenario de uno de nuestros más grandes dramaturgos ha pasado inadvertido. La viuda de Buero, Victoria Rodríguez, manifiesta con amargura: "Me dicen que no hay dinero para montar una obra suya en estos días". Y ello sucede con quien dio a conocer veintisiete obras, era académico de la Lengua y fue premio Cervantes 1986.

En su juventud, Buero Vallejo pensaba dedicarse a la pintura y con tal fin ingresó en 1933 en la Escuela de Bellas Artes de Madrid. La guerra civil truncó aquellos estudios. Soldado raso republicano conoció en Benicarló a Miguel Hernández. Coincidiría con él después cuando cumplían presidio en la madrileña cárcel del Conde de Toreno, ambos condenados a la última pena. A Buero se la conmutarían por ocho meses y medio de cárcel. El destino trágico del poeta oriolano, ya es harto sabido.

En una de esas negras jornadas carcelarias, Antonio se entretuvo en dibujar a lápiz un retrato de su compañero y amigo. Con el transcurso del tiempo esa imagen del rostro serio, de ojos vivaces del autor de las Nanas de la cebolla aparecería en los libros de texto. Millones de estudiantes hemos de recordar haberla visto más de una vez. Posiblemente sea uno el retrato de un poeta del siglo XX más reproducido, si excluimos fotos de García Lorca y Antonio Machado.

Feroz censura

 
   

Antonio Buero Vallejo tuvo siempre que enfrentarse a una feroz censura que le impedía estrenar muchas de sus comedias. Ha de recordarse que Historia de una escalera se estrenó en el teatro Español de Madrid en 1949 por haber ganado el premio Lope de Vega, que obligaba a ello. Siendo un hombre represaliado por el régimen franquista, de ideología comunista, de la que fue distanciándose poco a poco aunque no de sus posturas de izquierda, es fácil comprender que estuviera en el ojo del huracán de aquellos severos censores. Pese a los cuáles, aunque tuviera que esperar años y aceptar el lápiz rojo de aquellos, pudo estrenar obras de gran entidad dramática y contenido social.

Naturalmente utilizaba el simbolismo para burlarlos y en la visión de críticos y espectadores avezados podían encontrarse claves donde el autor planteaba su visión de la política franquista y la sociedad de su época, habituada a un teatro de costumbres; complacientes sus autores con el régimen. De aquellas obras espigamos títulos tan relevantes como En la ardiente oscuridad, La señal que se espera, Madrugada, Un soñador para un pueblo… Eso en la década de los 50.

En la siguiente reflejó, aportando su gran conocimiento de la pintura, las vidas de Velázquez y Goya en Las Meninas y El sueño de la razón, respectivamente. La ceguera, que naturalmente en su pluma llevaba aparejada la simbología de la situación política española, pudo desarrollarla con tacto e inteligencia para que no prohibieran El concierto de San Ovidio. Decenio en que se conoció El tragaluz, en 1967, otra de sus obras esenciales. Doce años permaneció en un cajón de su vivienda el original de La doble historia del doctor Valmy.

Su consagración definitiva

 
   

Muerto Franco, se representó con gran éxito durante dos o tres temporadas, incluso con doble compañía, una para Madrid y la otra, como se decía sin ánimo peyorativo aunque lo pareciera, "por provincias". Es en la década de los 70 y 80 cuando Buero Vallejo se consagra definitivamente (pese a las feroces críticas de algunos como Eduardo Haro Tecglen) con La llegada de los dioses, La Fundación, Diálogo secreto, Las trampas del azar… Su teatro, donde exponía a veces crípticamente sus dudas sobre la razón humana, el comportamiento social, el desarrollo de acontecimientos que nos afectaran, tenía al final de su aparente pesimismo un signo de esperanza, de fe en el porvenir del hombre.

En una de las diferentes entrevistas que mantuve con el dramaturgo, me dijo entre otras cosas, lo siguiente:

Mi teatro intento que al mismo tiempo no deje de ser espectáculo, entretenga al público haciéndole olvidar problemas cotidianos, sirva para interesarle en otros, vivos, acuciantes, enfrentando a la gente y a mí mismo con ellos, pues creo que esos problemas han de ventilarse en escena. Si me exijo mucho al escribir es para no defraudarme a mí mismo. Demasiado sé que en el teatro hay caminos fáciles y chabacanos que no defraudan nunca al respetable. ¿Qué si sería capaz de escribir otros géneros ajenos a la escena? Sí, claro: he escrito ensayos, artículos, comentarios a mis propias obras y hasta cuando yo no era conocido intenté que me publicaran unas narraciones.

Me enteré que tenía escrita una ópera, titulada Mito sobre la que me dijo que no tenía ilusiones de que se llegara a estrenar, como así fue. Lo acusaban, insisto, en ser un escritor pesimista, a lo que retrucó en mi presencia:

Me acusan de ello, lo sé, pero no lo soy. Lo que sucede es que no debemos rehuir el enfrentamiento con casos negativos, por muy graves y sombríos que nos parezcan. La mirada a estos últimos aspectos de los que le hablo es pesimismo para el hombre superficial. Pero no lo es. Se dirige para no engañarnos respecto a lo real. Insisto en no ser pesimista. Defiendo que hay que reflejar muchas cosas de la vida y superar lo negativo.

Tenía fama de tacaño. No solía cambiar mucho su vestuario. ¿Vive usted sólo del teatro?, le pregunté. "Sí, pero discreta, modestamente. Sería hombre rico o acomodado si estrenara más. Pero escribo poco, por dos razones: la primera porque me invade la pereza y la segunda porque me cuesta encontrar temas que me satisfagan".

Lejos de la vida pública

La última comedia dramática que estrenó fue Misión al pueblo desierto, en 1999. Para entonces llevaba largo tiempo apenado, y lo traslucía en su rostro, de por sí ya taciturno: trece años atrás tuvo que enterrar al segundo de sus hijos, Enrique, joven actor, víctima de un accidente de tráfico. Ello lo alejó un tiempo de la vida pública, aunque era siempre un estrenista puntual, al que se le veía en cualquier acontecimiento escénico.

Antonio Buero Vallejo murió en Madrid el 29 de abril de 2000. Victoria Rodríguez le confesaba hace pocos días en Abc a nuestro querido colega Juan Ignacio García Garzón que "hay gente que lo celebra y lo reconoce… y lo estudian en las escuelas". Al menos, esto último nos reconforta, aunque coincidimos con la viuda de Buero Vallejo en que "en nuestro país la cultura es muy floja". La prueba, entre tantas que se conocen, es la de que el centenario del gran dramaturgo, que está en la Historia del teatro español, volvemos a repetir, ha sido triste e injustamente olvidado.

Fuente: LibertadDigital

 

 

Cronología

Año y acontecimientos sobre la vida de Antonio Buero Vallejo

Año

Acontecimiento

1916

Nace el 29 de septiembre en Guadalajara.

1926-1933

Bachillerato en su ciudad natal y en Larache (Marruecos), donde estuvo destinado temporalmente su padre.

1934-1936

Estudios en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid. Comenzada la Guerra Civil, colabora en Madrid con la Junta de Salvamento Artístico.

1937-1939

Sirve a la República en varios destinos. Escribe y dibuja en un periódico del frente y participa en actividades culturales. Llevado a juicio, es condenado a muerte.

1939-1946

La condena a la pena capital se mantiene durante ocho meses. Sufre reclusión en diversas prisiones.

1946-1948

Después de sucesivas rebajas de la condena, se le concede la libertad condicional, pero es desterrado de Madrid. Deja la pintura y comienza a escribir teatro. Presenta dos obras, En la ardiente oscuridad e Historia de una escalera, al Premio Lope de Vega del Ayuntamiento de Madrid.

1949

Historia de una escalera recibe el galardón y es estrenada en el Teatro Español de Madrid el 14 de octubre de 1949. Escribe El terror inmóvil y Aventura en lo gris, y comienza La tejedora de sueños.

1950

Estreno de En la ardiente oscuridad (Teatro María Guerrero, 1 de diciembre). Versión cinematográfica de Historia de una escaleradirigida por Ignacio F. Iquino. Concluye La tejedora de sueños.

1951

Publica En la ardiente oscuridad en la Colección Teatro de Ediciones Alfil con un «Comentario», al igual que vendrá haciendo en la primera edición de los textos de la misma colección hasta Hoy es fiesta (1957).

1952

Estreno de La tejedora de sueños (Teatro Español, 11 de enero) y de La señal que se espera (Teatro Infanta Isabel, 21 de mayo). Primer estreno en el extranjero: En la ardiente oscuridad en el Riviera Auditorium de Santa Bárbara (California) el 4 de diciembre. Escribe Casi un cuento de hadas.

1953

Estreno de Casi un cuento de hadas (Teatro Alcázar, 10 de enero) y de Madrugada (Teatro Alcázar, 9 de diciembre). Publica Casi un cuento de hadas.

1954

Prohibición de representar Aventura en lo gris, cuya publicación en la revista Teatro se permite. Estreno de Irene, o el tesoro (Teatro María Guerrero, 14 de diciembre).

1955

Publicación de Irene, o el tesoro. Concluye Hoy es fiesta, y en el diario Informaciones aparece «Don Homobono», irónico artículo contra la censura.

1956

Estreno de Hoy es fiesta (Teatro María Guerrero, 20 de septiembre). Escribe Una extraña armonía y comienza Las cartas boca abajo.

1957

Estreno de Las cartas boca abajo (Teatro Reina Victoria, 5 de diciembre). Versión cinematográfica de Madrugada.

1958

Estreno de Un soñador para un pueblo (Teatro Español, 18 de diciembre). En El teatro. Enciclopedia del arte escénico aparece su ensayo sobre «La tragedia». Publica Las cartas boca abajo.

1959

Película argentina basada en En la ardiente oscuridad (en España se distribuyó en 1962 con el título Luz en la sombra). Publicación de Un soñador para un pueblo. Contrae matrimonio con la actriz Victoria Rodríguez.

1960

Nace su hijo Carlos. Escribe y estrena Las Meninas, en el Teatro Español, el 9 de diciembre, su mayor éxito de público hasta entonces.

1961

Nace su hijo Enrique. Estreno de su versión de Hamlet, príncipe de Dinamarca, de Shakespeare (Teatro Español, 15 de diciembre), y publicación de Las Meninas.

1962

Escribe El concierto de San Ovidio, estrenada en el Teatro Goya, el 16 de noviembre. Publicación de Hamlet y de El concierto de San Ovidio.

1963

Estreno de Aventura en lo gris en su versión definitiva (Teatro Club Recoletos, 1 de octubre). Participa como actor en Llanto por un bandido, de Carlos Saura. La revista Cuadernos de Ágora le dedica un monográfico, en el que publica su artículo «Sobre teatro».

1964

La doble historia del doctor Valmy es presentada dos veces a censura sin conseguir autorización para su estreno. Se publica la versión definitiva de Aventura en lo gris.

1965

Estreno de su versión de Madre Coraje y sus hijos, de Bertolt Brecht (Teatro Bellas Artes, 6 de octubre). Conferencias en diversas universidades de Estados Unidos.

1967

Estreno de El tragaluz (Teatro Bellas Artes, 7 de octubre). Participa como actor en Oscuros sueños de agosto, de Miguel Picazo. Se publica Madre Coraje, El tragaluz y La doble historia del doctor Valmy, que aparece con el texto castellano y con la versión inglesa estrenada el año siguiente en Artes Hispánicas-Hispanics Arts, de la Universidad de Indiana.

1968

Reposición de Historia de una escalera (31 de marzo). Estreno de La doble historia del doctor Valmy, prohibida en España, en el Gateway Theater de Chester, Inglaterra, el 22 de noviembre, versión inglesa. Publicación en Primer Acto de Mito, libro para una ópera sobre Don quijote que no llega a estrenarse.

1969

Escribe El sueño de la razón, cuyo estreno se vio retrasado debido a la censura.

1970

Estreno de El sueño de la razón (Teatro Reina Victoria, 6 de febrero) y de La doble historia del doctor Valmy, en español, en Vermont (Estados Unidos). Publicación de El sueño de la razón.

1971

Elegido miembro de número de la Real Academia Española para ocupar el sillón X. Miembro de la «Hispanic Society of America». Escribe Llegada de los dioses, estrenada en el Teatro Lara, 17 de septiembre, y publicada ese mismo año.

1972

Discurso de ingreso en la Real Academia Española: «García Lorca ante el esperpento» (21 de mayo). Comienza a escribir La Fundación.

1973

Publica Tres maestros ante el público, que recoge diversos ensayos. Concluye La Fundación.

1974

Se estrena La Fundación (Teatro Fígaro, 15 de enero) y se publica ese mismo año.

1975

Comienza a escribir La detonación.

1976

Publicación y estreno en España de La doble historia del doctor Valmy (Teatro Benavente, 29 de enero).

1977

Concluye La detonación, estrenada en el Teatro Bellas Artes, 20 de septiembre. Participa en Caracas en la IV Sesión Mundial del Teatro de las Naciones.

1978

Homenaje en Nueva York en una sesión extraordinaria de la Modern Language Association. Las intervenciones de los ponentes y del autor se reproducen en un monográfico de la revista Estreno (1979). Comienza a escribir Jueces en la noche.

1979

Concluye Jueces en la noche, estrenada en el Teatro Lara, 2 de octubre. En los Cuadernos de la Cátedra de Teatro de la Universidad de Murcia se publica El terror inmóvil, que había permanecido treinta años inédita.

1980

Conferenciante en las Universidades de Friburgo, Neuchâtel y Ginebra. Publicación de Jueces en la noche. Escribe Caimán.

1981

Estreno de Caimán (Teatro Reina Victoria, 10 de septiembre). Publicación de Caimán y del cuento «Diana», escrito antes de su primer estreno. Reposición de Las cartas boca abajo (14 de octubre) en el Teatro Lavapiés, con dirección de Luis Balaguer y protagonizada por su mujer, la actriz Victoria Rodríguez, intérprete también de varias de sus obras.

1982

Estreno de su versión de El pato silvestre, de Ibsen (Teatro María Guerrero, 26 de enero).

1983

Oficial de las Palmas Académicas de Francia. Este año es el encargado de dar el pregón de las Fiestas de San Isidro de Madrid el 8 de mayo.

1984

Estreno de Diálogo secreto (Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián, 6 de agosto). Publica su libro Marginalia.

1985

Creación del Premio de Teatro Antonio Buero Vallejo por el Ayuntamiento de Guadalajara. Publicación de Diálogo secreto.

1986

Reposición de El concierto de San Ovidio (25 de abril); con ese motivo se celebra en el Teatro Español de Madrid un Seminario Internacional acerca de esa obra y una Exposición. Cuadernos El Público le dedica el monográfico Regreso a Buero Vallejo. Estreno de Lázaro en el laberinto (Teatro Maravillas, 18 de diciembre).

1987

Exposición sobre Buero en la Biblioteca Nacional. Número monográfico de la revista Anthropos. Publicación de Lázaro en el laberinto.

1988

Comienza Música cercana. Adaptación cinematográfica de Un soñador para un pueblo titulada Esquilache, dirigida por Josefina Molina.

1989

Concluye Música cercana, estrenada en el Teatro Arriaga de Bilbao, 18 de agosto. En Málaga asiste al Congreso de Literatura Española dedicado a su obra.

1990

Publica Música cercana, su versión de El pato silvestre y «Galatea», narración escrita en sus primeros años de autor.

1991

Aparece Tentativas poéticas, volumen que recoge veintiséis poemas, algunos inéditos, compuestos entre 1949 y 1991. Reposición de El sueño de la razón (16 de mayo).

1993

Publica su Libro de estampas. El volumen es presentado en Murcia, donde asiste el autor.

1994

Representación de El sueño de la razón en el Teatro Nacional María Guerrero y en el Dramatem de Estocolmo. Estreno de Las trampas del azar (Teatro Juan Bravo de Segovia, 23 de septiembre). Aparecen los dos volúmenes de su Obra Completa en la Editorial Espasa Calpe.

1996

Jornadas de «Teatro y Filosofía» en la Universidad Complutense sobre el teatro de Buero. Se publica un número monográfico en la revista Montearabí.

1997

Reposición de El tragaluz (Teatro Lope de Vega de Sevilla, 15 de enero).

1998

Concluye Misión al pueblo desierto, su última obra. El Centro Dramático Nacional realiza un nuevo montaje de La Fundación, presentado en noviembre en el Teatro Campoamor de Oviedo y representada después en el Teatro Nacional María Guerrero y en distintos lugares de España e Hispanoamérica.

1999

Estreno de Misión al pueblo desierto (Teatro Español de Madrid, 8 de octubre).

2000

Muere el 29 de abril.

2001

Reposición de Madrugada (Centro Cultural de la Villa de Madrid, 15 de abril).

2003

Después de tres años de obras de restauración, el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional reabre sus puertas el 14 de mayo con la reposición de Historia de una escalera.

La XXVI edición del Festival de Teatro de Almagro realiza la exposición: El tiempo recobrado. La Historia a través de la obra de Antonio Buero Vallejo, con la publicación de un libro con el mismo título y la celebración un curso y ciclo de conferencias sobreHistoria del teatro: la visión de los clásicos en el teatro de Buero Vallejo.

2004

La Fundación Coca-Cola España, en colaboración con los Ministerios de Educación y Cultura, lanza los Premios «Buero» de Teatro Joven, dirigidos a grupos de teatro de centros educativos y culturales cuyos integrantes no superen los veintiún años.

2006

Es Baluard, Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Palma de Mallorca, expone parte de la obra gráfica del autor dentro de la muestra La palabra pintada. Escritores-pintores.

2007

El Ayuntamiento de Guadalajara le dedica la segunda edición de sus Jornadas de Autor. Las Jornadas incluyen una exposición de los dibujos que realizó durante la Guerra Civil, y la presentación del libro Buero antes de BUERO y el audiovisual de Antonio Pérez Henares y Pedro José Pradillo La Guadalajara de Buero. Los días 23 y 24 de marzo, se representa, en el Teatro Auditorio Buero Vallejo, En la ardiente oscuridad, dirigida por Mariano de Paco Serrano. Precede a estas representaciones el estreno del monólogo inédito que Buero Vallejo escribió para su hijo Enrique.

La biblioteca de la sede del Instituto Cervantes en Burdeos recibe el nombre de «Antonio Buero Vallejo». Se realiza para la ocasión una edición bilingüe con artículos de Carlos Buero, Mariano de Paco, María Fernanda Santiago Bolaños y un fragmento de El sueño de la razón.

2010

Reposición de Irene, o el tesoro (Teatro Casa de Vacas de Madrid, 7 de enero).

Reposición de su versión de Madre Coraje y sus hijos (Teatro Valle Inclán de Madrid, Centro Dramático Nacional, 11 de febrero).

Se instala una placa conmemorativa en el edificio donde vivió, con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento.

2011

Su versión inédita de la obra El puente, de Carlos Gorostiza, prohibida por la censura en los años cincuenta, es publicada en la revista Pygmalion.

2012

Reposición de El sueño de la razón (Teatro-Circo de Murcia, 15 de noviembre).

 

 

Obra dramática

El tema común que liga toda su producción es la tragedia del individuo, analizada desde un punto de vista social, ético y moral. Los principales problemas que angustian al hombre se apuntan ya en su primera obra, En la ardiente oscuridad, y continúan en obras posteriores.

La crítica ha clasificado su obra en teatro simbolista, teatro de crítica social y dramas históricos.

Teatro simbolista

En la ardiente oscuridad representa el crudo enfrentamiento con una realidad que no puede escamotearse ni disfrazarse. A través de la tara física de la ceguera, Buero simboliza las limitaciones humanas. Así, es símbolo de la imperfección, de la carencia de libertad para comprender el misterio de nuestro ser y de nuestro destino en el mundo. El hombre no es libre porque no puede conocer el misterio que le rodea.

El tema del misterio predomina en otras obras, también de corte simbolista: La tejedora de sueños, recreación del mito de Ulises y Penélope; Irene, o el tesoro, análisis del desdoblamiento de la realidad.

Crítica social

Estas obras analizan la sociedad española con todas sus injusticias, mentiras y violencias. Pertenecen a este grupo: Historia de una escalera, Las cartas boca abajo y El tragaluz.

Historia de una escalera, que obtuvo en 1948 el premio Lope de Vega, es posiblemente una de las obras más importantes del teatro de esta época por su carácter trágico y por la denuncia de las condiciones sociales de vida. La obra causó gran impacto por su realismo y contenido social. En ella plantea la imposibilidad de algunos individuos de mejorar materialmente debido a la situación social y a la falta de voluntad.

El tragaluz, como casi todas las de Buero Vallejo, comienza de manera aparentemente anodina, contando la historia de una familia, pero luego se vuelca hacia un relato el cual, tanto por el fondo como por la forma (y siempre con la sutileza necesaria para esquivar a la censura), constituye un ataque en toda la línea de flotación al franquismo y a su obsesión por influir nuestra visión tanto de la historia pasada como futura. Su trama es aparentemente simple y su lectura muy fácil pero, sin embargo, en cuanto uno empieza a escarbar encuentra cinco o seis niveles de mensajes, todos potentísimos, y que impactan sobremanera al lector. Todos esos mensajes, en la época en la cual fue escrita (postrimerías del franquismo), se entendían sin necesidad de decir nada. Hoy, para comprenderlos, muchas veces deben ser contextualizados por analistas literarios.

Dramas históricos

En estos dramas, Buero toma los «materiales del pasado histórico (...) como trampolín o espejo y como mina de significaciones cara al presente y como "modelos" en el sentido que la sociología da al vocablo» (Francisco Ruiz Ramón). Recuérdese que esto mismo ocurría en Francisco Ayala.

Pertenecen a este grupo Un soñador para un pueblo, Las Meninas, El concierto de San Ovidio y El sueño de la razón.

Un soñador para un pueblo relata el fracaso de un hombre empeñado en mejorar la vida de un pueblo. El protagonista, Esquilache, ha de enfrentarse a todo el sistema, pues la política que pretende imponer no cuenta con el apoyo popular. Pero en realidad, la oposición a su política no procede del mismo pueblo, sino de un tercer poder, que, oculto, mina las mejoras de vida. Al final, Esquilache se sacrifica: renuncia a su cargo y marcha al exilio.

El concierto de San Ovidio, Parábola en tres actos se estrenó en 1962. A partir de un grabado que representa el espectáculo de la orquestina de ciegos del Hospicio de los Quince Veintes, realizado en septiembre de 1771, Buero reconstruye un drama en el que aflora lo grotesco, la injusticia y la falta de ética. Los temas son la explotación del hombre por el hombre y la lucha del hombre por su libertad.

El sueño de la razón. La obra se sitúa en el Madrid de 1823, durante la ola de terror desencadenada por Fernando VII en su lucha contra los liberales. El protagonista es Francisco de Goya. A través de la sordera de este personaje —de nuevo una tara física—, Buero simboliza la incapacidad de algunos para oír el sentido de la realidad.

Entre sus últimos títulos figuran Caimán (1981), Diálogo secreto (1984) y Lázaro en el laberinto (1986).

Personajes

  • Se podría decir que los personajes de Buero Vallejo suelen coincidir con las siguientes características:

  • Presentan alguna tara física o psíquica.

  • No se reducen a simples esquemas o símbolos.

  • Son caracteres complejos que experimentan un proceso de transformación a lo largo de la obra.

  • La crítica los ha distinguido entre personajes activos y contemplativos. Los primeros carecen de escrúpulos y actúan movidos por el egoísmo o por sus bajos instintos, y, llegado el caso, no dudan en ser crueles o violentos si con ello consiguen sus objetivos. No son personajes malos; la distinción maniquea entre buenos y malos no tiene cabida en el teatro de Buero. Los contemplativos se sienten angustiados. El mundo en que viven es demasiado pequeño. Se mueven en un universo cerrado a la esperanza. A pesar de ser conscientes de sus limitaciones, sueñan un imposible, están irremediablemente abocados al fracaso. Nunca ven materializados sus deseos.

Sus obras teatrales son, por orden de estreno:

Películas basadas en sus obras

Premios

  • 2000.- Premio Especial del Teatro de Rojas,(a título póstumo)

  • 1999.- Max de Honor de las Artes Escénicas (SGAE y La Fundación Autor)

  • 1998.- Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid

  • 1997.- Medalla de Honor de la Universidad Carlos III

  • 1997.- Medalla de Oro de la Diputación Provincial de Guadalajara

  • 1997.- Medalla de la Orden Andrés Bello de Venezuela

  • 1996.- Premio Nacional de las Letras Españolas

  • 1994.- Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes

  • 1986.- Premio El Espectador y la Crítica, Lázaro en el laberinto

  • 1986.- Premio Miguel de Cervantes (España)

  • 1985.- Premio Ercilla de Teatro, Diálogo secreto

  • 1985.- Premio Nacional de Teatro (INAEM), Un soñador para un pueblo

  • 1984.- Premio El Espectador y la Crítica, Diálogo secreto

  • 1981.- Premio El Espectador y la Crítica, Caimán

  • 1980.- Premio Nacional de Teatro (INAEM)

  • 1980.- Medalla de Plata del Círculo de Bellas Artes

  • 1977.- Premio El Espectador y la Crítica, La denotación

  • 1976.- Premio El Espectador y la Crítica, La doble historia del doctor Valmy

  • 1974.- Premio El Espectador y la Crítica, La fundación

  • 1974.- Premio Mayte de Teatro, La Fundación

  • 1970.- Premio El Espectador y la Crítica, El sueño de la razón

  • 1967.- Premio El Espectador y la Crítica, El tragaluz

  • 1957.- Premio Nacional de Teatro (INAEM), Las cartas boca abajo

  • 1956.- Premio Nacional de Teatro (INAEM), Hoy es fiesta

  • 1949.- Premio Lope de Vega de Teatro (Ayuntamiento de Madrid), Historia de una escalera


 

Discurso leído en la Real Academia Española

 

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El intelectual y su memoria

entrevista con Joaquín soler Serrano

 
 

 

Historia de una condena a muerte

Carlos Fonseca

El dramaturgo Antonio Buero Vallejo, del que este año se conmemora el centenario de su nacimiento, estuvo a punto de ser fusilado recién acabada la Guerra Civil, cuando tenía tan solo 23 años, acusado de un delito de adhesión a la rebelión por haber falsificado documentos para el Partido Comunista de España (PCE). Vozpópuli ha consultado la causa abierta contra él por los tribunales militares franquistas para reconstruir la historia de su condena a muerte.

Antonio Buero Vallejo, el primero por la izquierda,
en la prisión de El Dueso

“FALLAMOS: Que debemos condenar y condenamos a los procesados Enrique Sánchez García, Amable Donoso García, Alejandrino González Venero, Ramón Torrecilla Guijarro, Juan Fonseca Serrano, Antonio Buero Vallejo y José Izquierdo Pascual a la pena de muerte”. El 16 de enero de 1940, el tribunal militar presidido por el coronel Hernández Comes dictaba sentencia contra un grupo de militantes del PCE que a lo largo del verano de 1939 había intentado reconstruir el partido en la capital tras varios intentos previos fallidos. La sentencia asumía sin una pizca de duda las conclusiones del fiscal jurídico-militar, que atribuía al joven Buero Vallejo, que entonces tenía 23 años, haberse puesto al servicio del ‘régimen rojo’durante la Guerra Civil y haber participado en los trabajos de reorganización del PCE después de la ‘liberación’ de Madrid por las tropas franquistas.

“La victoria de las armas nacionales, que cerró gloriosamente la primera etapa de la Revolución Nacional Sindicalista con un inapelable fallo de la Providencia y de la Historia, sobre fundamentos de razón y de fuerza prodigiosamente hermanados en esta ocasión, no fue admitida como definitiva por algunos elementos díscolos y contumaces” pertenecientes a la “facción política que hizo inevitable, como una necesidad física, el Alzamiento Nacional”, decía el escrito del fiscal en unas líneas introductorias antes de atribuir a cada procesado toda suerte de responsabilidades por haber "soliviantado espíritus para resucitar los bien muertos cuadros de sus organizaciones”.

Su padre fue fusilado en Paracuellos por las tropas republicanas al inicio de la Guerra Civil

La condena a muerte de Antonio Buero Vallejo cayó como un mazado en el domicilio familiar, que ya había vivido una tragedia al inicio de la guerra con el fusilamiento por las tropas republicanas del cabeza de familia, el teniente coronel Francisco Buero García, un militar gaditano que tras varios destinos en África y Canarias había recalado en Academia de Ingenieros de Guadalajara, primero como profesor ayudante de lengua inglesa y después de matemáticas. Tras 25 años en la capital alcarreña, en 1934 se trasladó a Madrid con su mujer, María del Carmen Cruz Vallejo Calvo, y sus tres hijos, Francisco Buero Vallejo, el mayor, militar como el padre, Antonio y Carmen. “Mis abuelos se vinieron a vivir a Madrid porque sus hijos se mudaron a la capital –cuenta ahora Carlos Buero, uno de los hijos de Antonio Buero Vallejo-. Mi tío Francisco, destinado al Cuartel de la Montaña, y mi padre para iniciar los estudios de Bellas Artes, de modo que mi abuelo aceptó un destino en el 2º Regimiento de Ferrocarriles después de haber rechazado otros durante años”.

Cuando la familia llevaba dos años en la capital tuvo lugar el golpe de Estado contra el gobierno de la República, y el joven Antonio Buero Vallejo, que entonces tenía 19 años, anunció a su familia que iba a enrolarse en las tropas republicanas que defendían la capital del ejército franquista, que había llegado hasta las puertas de la ciudad y amenazaba con tomarla. “Mi abuelo se lo impidió –continúa su relato Carlos Buero-. Le dijo que era muy joven y que esperara a que su quinta fuera movilizada cuando cumpliera 21 años, y mi padre no tuvo más remedio que aceptarlo”. Fechas después, el cabeza de familia era cesado en su destino y enviado a casa en expectativa de destino. “Era un militar de carrera y eso, al inicio de la guerra, suscitó las sospechas de los mandos republicanos, pero nunca fue un militar franquista, era un hombre liberal y demócrata. Pasado un tiempo le llamaron para que se personara en comisaría y acudió pensado que sería un trámite sin mayor importancia, pero ya no volvió. Le encarcelaron en la prisión de Porlier, a la que mi abuela iba cada día a preguntar por él, hasta que le dijeron que había sido trasladado, cuando en realidad lo habían fusilado en Paracuellos”.

También su hijo mayor, Francisco, fue detenido al estar destinado en el Cuartel de la Montaña, foco de la rebelión en la capital. “Mi tío no había participado en el alzamiento, pero a pesar de ello fue detenido como sospechoso. Mi padre, que era secretario de la Federación Universitaria Escolar (FUE) de Bellas Artes (una organización estudiantil fundada a finales de 1926 como alternativa a la entonces hegemónica Asociación de Estudiantes Católicos-AEC) acudió a las autoridades para avalarlo y le salvó la vida. Estuvo ocho meses en prisión hasta que le juzgaron y fue absuelto”.

La imposibilidad de acudir al frente hizo que Antonio Buero Vallejo colaborara con la República desde la Escuela de Bellas Artes dibujando murales y carteles llamando a preservar el patrimonio cultura, hasta que fue llamado a filas en 1938. Tras varias semanas de instrucción en un cuartel de la capital fue destinado a Villarejo de Salvanés (Madrid) y encuadrado en un batallón de Infantería. Destinado en oficinas, el médico húngaro Oskar Goryan, miembro de las Brigadas Internacionales y jefe de Sanidad de la XV División, se percató de la calidad de sus dibujos un día que pasó por las dependencias y vio varios encima de una mesa, y pidió que fuese destinado a su unidad para trabajar como ilustrador en La Voz de la Sanidad. Desde entonces, su destino estuvo ligado al de Goryan, que lo llevó con él cuando fue nombrado jefe de hospitales del Ejército de Maniobras y después a la Jefatura de Sanidad en Valencia. Se trata de un periodo de la guerra del que hay datos sobre su actividad, de la que tampoco quiso hablar años después a sus hijos.“Mi padre nunca nos habló de la guerra ni de su experiencia vital en ella –señala su hijo Carlos-. Supongo que porque quería vivir el presente y mirar el futuro sin contaminar a sus hijos con hechos traumáticos del pasado”.

Entre los datos disponibles se sabe que en 1938 estuvo destinado un tiempo en un hospital de campaña en la localidad castellonense de Benicasim, donde conoció al poeta Miguel Hernández, que viajó hasta allí para ingresar en un Hotel de Reposo para combatientes. “A todo lo largo de la playa había chalets de gente que veraneaba allí y que tras ser requisados fueron convertidos en hospital de campaña. Estando yo allí llegó Miguel. Estaba muy cansado, agotado, y las autoridades políticas gestionaron que descansara en la playa durante un tiempo. Se dedicaba a dar algunos paseos y a visitar a otros amigos o compañeros, de modo que entonces no hubo más que una buena relación” (este testimonio de Buero Vallejo y otros reproducidos más adelante fueron recogido en 1994 por María Gómez y Patiño para su libro Propaganda poética en Miguel Hernández. Un análisis de su discurso periodístico y político. 1936-1939).

El final de la guerra le pilló en Valencia, donde fue detenido y conducido al campo de concentración de Soneja (Castellón)

El final de la guerra pilló a Buero Vallejo en Valencia, ciudad a la que llegaban en oleadas miles de republicanos que huían de las zonas conquistadas por el ejército de Franco tras la caída de Madrid con la pretensión de escapar en alguno de los barcos que la Sociedad de Naciones había anunciado que enviaría a los puertos de la capital del Turia y de Alicante para colaborar en la tarea. De Valencia zarpó el Lézardieux y de Alicante el Maritime y el Stanbrook, pero miles de personas quedaron atrapadas sin poder embarcar y fueron hechas prisioneras por las tropas nacionales. Entre ellas estaba Buero Vallejo, que fue internado varios días en la plaza de toros de Valencia antes de ser conducido al campo de concentración de Soneja (Castellón), en el que permaneció cerca de un mes. Quienes habían tenido un papel relevante durante la guerra fueron ingresados en prisión, y al resto se les facilitó un salvoconducto para viajar a sus localidades de origen, donde los servicios de información de Falange se encargaban de una segunda criba con la ayuda de vecinos, conocidos y familiares que denunciaban a los desafectos al régimen. Buero Vallejo llegó a Madrid con uno de esos salvoconductos y la orden de presentarse a las autoridades. “Mi padre acudió a la cita, pero se encontró una enorme fila de gente que comentaba que los iban a mandar de nuevo a campos de concentración y se marchó a casa, en el número 36 de la calle General Díaz Porlier, donde fechas después le contactó el PCE para que colaborara en labores clandestinas”, cuenta su hijo Carlos.

Buero, durante su estancia en prisión

El PCE, cuyos máximos dirigentes abandonaron España al final de la guerra, había dejado la organización en manos de militantes de segundo nivel con la intención de que la mantuvieran viva y prestaran ayuda a los compañeros que continuaban en el interior, mientras desde el exilio se esperaban acontecimientos. Los intentos de reconstrucción del partido protagonizados por Matilde Landa, primero, y Enrique Castro, después, fracasaron con la detención de ambos, y los dirigentes que permanecían presos en el campo de concentración de Albatera (Valencia) prepararon la fuga de uno de ellos, Enrique Sánchez García, para que viajara a Madrid y se hiciera cargo de las células dispersas que quedaban en la capital.

Enrique Sánchez se escondió a su llegada a la ciudad en el domicilio de María Atienda en la calle del General Pardiñas. Fue esta mujer quien le puso en contacto con Amable Donoso, sacerdote y militante del PCE que se había salvado de las redadas policiales, quien, a su vez, le puso al tanto de la situación del partido. Sánchez le pidió varias documentaciones falsas y domicilios en los que esconderse para pasar desapercibido. La primera misión recayó en el médico José Izquierdo, que había coincidido en Valencia con Buero Vallejo, a quien contactó para que se encargara de ello. Fechas después fue detenido y el 14 de agosto de 1939 comparecía ante la Jefatura de Policía Militar para ser interrogado, según consta en el sumario instruido contra él, al que ha tenido acceso Vozpópuli.

Declaración ante el juez

“Preguntado a qué partido e instituciones de tipo marxista del Frente Popular ha pertenecido dice: Que a la FUE en el año de 1934, al PCE y al Socorro Rojo Internacional en 1938. Al estallar el movimiento el dicente ocupaba el cargo de secretario de la FUE de Bellas Artes por encontrarse cursando estudios en la misma, acudiendo desde el primer momento al llamamiento que se hizo para prestar voluntariamente servicios a la causa roja. Que durante el dominio rojo se ha dedicado a hacer carteles de propaganda en la Academia de Bellas Artes de la FUE, pasando después al ejército rojo, donde, entre otras unidades, ha prestado servicios en la Jefatura de Sanidad de la XV División y en la Jefatura de Sanidad del Ejército de Levante, sorprendiéndole la liberación en esta última situación”.

La declaración continúa explicando cómo contactó el PCE con él y la tarea que le fue encomendada. “Que después de la liberación de Madrid, y una vez regresado a la capital, fue a visitarle a su domicilio José Izquierdo, médico a quien conocía ya como elemento comunista cuando se encontraba en el frente rojo de Levante. Que este individuo le dijo que el Partido Comunista estaba organizado clandestinamente y que estaba en contacto con algunos dirigentes del mismo. Que a dicho Izquierdo le habían asignado diversos encargos, tales como proporcionar documentaciones falsas a los que se encontraban sin ella del partido y buscar elementos para encuadrarlos en la clandestinidad. Que al exponerle lo anterior al que habla éste le dijo que estaba dispuesto a colaborar. Que de acuerdo con éste, a los pocos días le llevó el José Izquierdo tres avales de Falange y un documento de la Jefatura de Recuperación Mobiliaria ‘Orden Público’, para que falsificase los sellos de los mismos, cosa que verificó (…). Que estos sellos (los confeccionó) valiéndose de anilina y azúcar (para hacer) una tinta, estampándolos después en papeles en blanco. De esta forma falsificó también la firma de un militante de Falange Española apellidado Jiménez Villa”.

El PCE le encargó que falsificara varios salvoconductos para dirigentes del partido que habían llegado a Madrid de manera clandestina.

El interrogatorio concluía con una pregunta que desvelaba el conocimiento que la Policía Militar tenía sobre su familia. “Preguntado para que diga si es cierto que los rojos fusilaron a su padre por el hecho de ser teniente coronel de Ingenieros y no querer colaborar con los mismos, dice: que es cierto”. Meses después, el 10 de octubre, matizaría sus declaraciones en una comparecencia ante el juez especial de la Policía Militar, en la que afirmó que desconocía que la documentación falsificada fuese para militantes comunistas y que si lo hizo fue “por amistad particular con Izquierdo y para solucionarse un problema de orden personal”.

Conmutación de la pena de muerte

El 14 de enero de 1940 se celebraba el consejo de guerra contra Buero Vallejo y otros  nueve militantes comunistas detenidos por aquellas fechas, entre ellos Enrique Sánchez y José Izquierdo, en el que seis de ellos fueron condenados a la pena capital. La sentencia le dedica cinco líneas, suficientes para justificar su condena a muerte por un delito de adhesión a la rebelión. “Que Antonio Buero Vallejo, no obstante el asesinato de su padre por los rojos, era afiliado a la FUE en 1934 y al PCE y el Socorro Rojo Internacional en 1938, fue durante la guerra propagandista rojo y facilitó, a petición de José Izquierdo, sellos y firmas para documentar a elementos significativos del PCE clandestino”. Ni una palabra más.

Buero Vallejo fue encarcelado en la prisión madrileña de la plaza de Conde de Toreno a la espera de que el Generalísimo Franco diera el ‘enterado’ a la condena, paso previo para que fuera fusilado. Allí coincidió de nuevo con Miguel Hernández. “Yo estaba en la galería de condenados a muerte y llegó Miguel. Me acerqué a él y le recordé Benicasim. Convivimos en esa galería durante bastante tiempo, unos cuatro meses. Allí hice mis primeros retratos carcelarios. Me dedicaba a dibujar las caras que me parecían más interesantes y retraté a Miguel. Era un hombre que pasaba con facilitad de lo taciturno a lo expansivo. En la etapa expansiva contaba chistes, a veces subidos de tono, o canturreaba. En las etapas taciturnas hablaba poco, solo lo indispensable, y le daba vueltas a las cosas. En ocasiones nos recitaba alguno de los poemas en los que había estado trabajando por la noche. Era una vida dura, y si se estaba condenado a muerte cualquier noche podían venir a por ti y llevarte a fusilar. Yo he visto salir a muchos compañeros para ser fusilados; es más, yo he tenido la seguridad ficticia, pero que en ese momento me parecía real, de que una noche determinada me iban a fusilar. Me pasó dos o tres veces. Y como a mí, a otros, porque llegaba una confidencia de la oficina, donde también trabajaban presos, que nos decían: esta noche hay saca. Van a sacar a fulano y a diez más”.

Pasó ocho meses a la espera de ser fusilado antes de que le conmutaran la pena de muerte por 30 años de reclusión

Tras ocho meses de espera, el 21 de septiembre de 1940 le fue conmutada la pena de muerte por otra de 30 años de reclusión. El general Cirilo Genovés Amorós, Auditor de División y jefe de la Asesoría del Ministerio del Ejército, así lo confirmaba en un escrito que decía: “Certifico: Que SU EXCELENCIA, a quien ha sido notificada la parte dispositiva de la sentencia que pronunció el Consejo de Guerra celebrado en Madrid para ver y fallar el procedimiento 48.924 seguido contra Antonio Buero Vallejo, se ha servido CONMUTAR la pena impuesta por la inferior en grado”. “A mi padre no le fusilaron por casualidad –dice su hijo Carlos-. Era el último de la cadena y la persona que tenía por encima de él (José Izquierdo, quien le encargó la falsificación de los documentos) tenía una madre muy beata que recurrió al arzobispado para que intercediera por su hijo. Suponemos que lo que ocurrió es que si al jefe de mi padre no le fusilaban debieron pensar que tampoco podían hacerlo con quien estaba a sus órdenes, y por eso se salvó. Fueron los dos únicos condenados a muerte del proceso a los que no fusilaron”.

En 1944 la pena de 30 años le fue conmutada por otra de 20, y tras un periplo por las prisiones de Conde de Toreno, Yeserías, El Dueso, Santa Rita y Ocaña fue puesto en libertad en 1946. “A la salida de prisión un amigo le propuso un trabajo de comercial que mi padre rechazó porque quería dedicarse a escribir teatro –continúa su hijo Carlos-. Antes de la guerra su vocación había estado orientada hacia la pintura, pero las experiencias vitales durante la contienda y sus años de prisión le exigían un medio de expresión que no encontraba en la pintura, además de que pensó que ya no tenía la destreza suficiente para continuar con dicha disciplina. Pese a ello aún pintó numerosos cuadros al óleo, pero su vocación estaba ya en la escritura”.

Tres años después de recuperar la prisión se estrenó Historia de una Escalera, que le consagró y fue el inicio de una trayectoria que habría de convertirle en uno de los principales dramaturgos de nuestro país. Pero esa es ya otra historia.

Fuente: Vozpópuli

 

 

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