Los
partidos republicanos Izquierda Republicana, Unión Republicana
y el Partido Socialista, en representación del mismo y de la
Unión General de Trabajadores; Federación Nacional de
Juventudes Socialistas, Partido Comunista, Partido
Sindicalista, Partido Obrero de Unificación Marxista, sin
perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas,
han llegado a comprometer un plan político común que sirva de
fundamento y cartel a la coalición de sus respectivas fuerzas
en la inmediata contienda electoral y de norma de Gobierno que
habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda,
con el apoyo de las fuerzas obreras, en el caso de victoria.
Declaran ante la opinión pública las bases y los límites de su
coincidencia política, y además la ofrecen a la consideración
de las restantes organizaciones republicanas y obreras, por si
estiman conveniente a los intereses nacionales de la República
venir a integrar en tales condiciones el bloque de izquierdas
que debe luchar frente a la reacción en las elecciones
generales de diputados a Cortes.
Una amplia
amnistía, reposición de funcionarios,
readmisión de obreros despedidos
y reparación a las víctimas de la represión.
Como
supuesto indispensable de paz pública, los partidos coligados
se comprometen:
1.º A
conceder por ley una amplia amnistía de los delitos
politico-sociales cometidos posteriormente a noviembre de 1933,
aunque no hubieran sido considerados como tales por los
Tribunales. Alcanzará también a aquellos de igual carácter no
comprendidos en la ley de 24 de abril de 1934. Se revisarán
con arreglo a la ley las sentencias pronunciadas en aplicación
indebida de la de Vagos, por motivos de carácter político;
hasta tanto que se habiliten las instituciones que en dicha
ley se prescriben, se restringirá la aplicación de la misma y
se impedirá que en lo sucesivo se utilice para perseguir ideas
o actuaciones políticas.
2.º Los
funcionarios y empleados públicos que hayan sido objeto de
suspensión, traslado o separación, acordado sin garantía de
expediente o por motivos de persecución política, serán
repuestos en sus destinos.
El
Gobierno tomará las medidas necesarias para que sean
readmitidos en sus respectivos puestos los obreros que
hubiesen sido despedidos, por sus ideas o con motivo de
huelgas políticas, en todas las corporaciones públicas, en las
Empresas gestoras de servicios públicos y en todas aquellas en
las que el Estado tenga vínculo directo.
Por lo
que se refiere a las Empresas de carácter privado, el
ministerio de Trabajo adoptará las disposiciones conducentes a
la discriminación de todos los casos de despido que hubieran
sido fundados en un motivo políticosocial, y que serán
sometidos a los Jurados mixtos para que éstos amparen en su
derecho, con arreglo a la legislación anterior a noviembre de
1933, a quienes hubieran sido indebidamente eliminados.
3.º Se
promulgará una ley concediendo a las familias de las víctimas
producidas por hechos revolucionarios o por actos ilegales de
la autoridad y la fuerza pública en la represión la adecuada
reparación del daño inferido a las personas.
Restablecimiento del imperio de la Constitución
Revisión y reforma de
las leyes de Orden público, Tribunal de Garantías,
reglamento de la Cámara, Municipal y Provincial,
reorganización del cuerpo
de Vigilancia y del régimen de Prisiones.
En
defensa de la libertad y de la justicia, como misión esencial
del Estado republicano y de su régimen constitucional, los
Partidos coligados:
1.º
Restablecerán el imperio de la Constitución. Serán reclamadas
las transgresiones cometidas contra la ley fundamental. Y la
ley Orgánica del Tribunal de Garantías habrá de ser objeto de
reforma, a fin de impedir que la defensa de la Constitución
resulte encomendada a conciencias formadas en una convicción o
en un interés contrarios a la salud del régimen.
2.º Se
procederá a dictar leyes orgánicas prometidas por la
Constitución que son necesarias para su normal funcionamiento,
y especialmente las leyes Provincial y Municipal, que deberán
inspirarse en el respeto más riguroso a los principios
declarados en aquélla. Se procederá por las Cortes a la
reforma de su reglamento, modificando la estructura y
funciones de las Comisiones parlamentarias, a cuyo cargo
correrá, con el auxilio de los organismos técnicos a ellas
incorporados, el trámite formativo de las leyes.
3.º Se declara en todo su vigor el principio de autoridad;
pero se compromete su ejercicio sin mengua de las razones de
libertad y justicia. Se
revisará la ley de Orden público, para
que, sin perder nada de su eficacia defensiva, garantice mejor
al ciudadano contra la arbitrariedad del Poder; adoptándose
también las medidas necesarias para evitar las prórrogas
abusivas de los estados de excepción.
4.º Se
organizará una Justicia libre de los viejos motivos de
jerarquía social, privilegio económico y posición política. La
Justicia, una vez reorganizada, será dotada de las condiciones
de independencia que promete la Constitución. Se simplificarán
los procedimientos en lo civil; se imprimirá mayor rapidez al
recurso ante los Tribunales contencioso-administrativos,
ampliando su competencia, y se rodeará de mayores garantías al
inculpado en lo criminal. Se limitarán los fueros especiales,
singularmente el castrense, a los delitos netamente militares.
Y se humanizará el régimen de prisiones, aboliendo malos
tratos e incomunicaciones no decretadas judicialmente.
5.º Los
casos de violencia de los agentes de la fuerza pública,
acaecidos bajo el mando de los Gobiernos reaccionarios,
aconsejan llevar a cabo la investigación de responsabilidades
concretas hasta el esclarecimiento de la culpa individual y su
castigo. Se
procederá a encuadrar las funciones de cada instituto dentro
de los fines de su respectivo reglamento; serán seleccionados
sus mandos y se sancionará con la separación del servicio a
todo agente que haya incurrido en malos tratos o parcialidad
política. El Cuerpo de Vigilancia se reorganizará con
funcionarios aptos y de cumplida lealtad al régimen.
6.º
Se revisarán las normas de disciplina de los funcionarios,
estableciendo sanciones graves para toda negligencia o abuso
en favor de intereses políticos o en daño del Tesoro público.
El régimen
agrario
No se acepta por los
republicanos la nacionalización de la tierra. Derogación de
las leyes de Arrendamientos y de devolución y pagos de las
fincas de la nobleza.
Los
republicanos no aceptan el principio de la nacionalización de
la tierra y su entrega gratuita a los campesinos, solicitada
por los delegados del Partido Socialista. Consideran
convenientes las siguientes medidas que se proponen la
redención del campesino y del cultivador medio y pequeño, no
sólo por ser obra de justicia, sino porque constituyen la base
más firme de reconstrucción económica nacional:
1.ª Como
medidas de auxilio al cultivador directo:
-
Rebaja de impuestos tributos.
-
Represión especial de la usura.
-
Disminución de rentas abusivas.
-
Intensificación del crédito agrícola.
-
Revalorización de los productos de la
tierra, especialmente del trigo y demás cereales, adoptando
medidas para la eliminación del intermediario y para evitar
la confabulación de los harineros.
-
Estímulo del comercio de exportación de productos agrícolas.
2.ª Como
medidas para mejorar las condiciones de la producción
agrícola:
-
Se organizarán enseñanzas agrícolas y
se facilitarán auxilios técnicos por el Estado.
-
Se trazarán planes de sustitución de
cultivos e implantación de otros nuevos, con la ayuda
técnica y económica de la Administración pública.
-
Fomento de los pastos, ganadería y
repoblación forestal.
-
Obras hidráulicas y obras de puesta en
riego y transformación de terrenos para regadío.
-
Caminos y construcciones rurales.
3.ª Como
medidas para la reforma de la propiedad de la tierra:
-
Derogarán inmediatamente la vigente
ley de Arrendamientos.
-
Revisarán los desahucios practicados.
-
Consolidarán en la propiedad, previa
liquidación, a los arrendatarios antiguos y pequeños.
-
Dictarán nueva ley de Arrendamientos
que asegure: la estabilidad en la tierra; la modicidad en la
renta, susceptible de revisión; la prohibición del
subarriendo y sus formas encubiertas; la indemnización de
mejoras útiles y necesarias llevadas a cabo por el
arrendatario, haciéndose efectiva antes de que el cultivador
abandone el predio, y el acceso a la propiedad de la tierra
que se viniera cultivando durante cierto tiempo.
-
Estimularán las formas de cooperación
y fomentarán las explotaciones colectivas.
-
Llevarán a cabo una política de
asentamientos de familias campesinas, dotándolas de los
auxilios técnicos y financieros precisos.
-
Dictarán normas para el rescate de
bienes comunales.
-
Derogarán la ley que acordó la devolución y el pago de las
fincas a la nobleza.
El régimen
industrial
La protección del
Estado.
Especial protección a la pequeña industria y pequeño comercio.
Nuestra industria no se podrá levantar de la depresión en que
se encuentra si no se procede a ordenar todo el complejo
sistema de protecciones que el Estado dispensa según criterio
estricto de coordinada subordinación al interés general de la
economía.
En su
consecuencia, procede:
1.º
Dictar una ley o sistema de leyes que fijen las bases de la
protección a la industria, comprendiendo las arancelarias,
exenciones fiscales, métodos de coordinación, regulación de
mercados y demás medios de auxilio que el Estado conceda en
interés de la producción nacional. Promover el saneamiento
financiero de las industrias, a fin de aligerar cargas de
especulación que, gravando su rentabilidad, entorpecen su
desenvolvimiento.
2.º
Crear instituciones de investigación económica y técnica,
donde pueda el Estado adquirir elementos para su dirección
política y también los empresarios para mejor regir sus
iniciativas.
3.º
Adoptar aquellas medidas necesarias de especial protección a
la pequeña industria y al pequeño comercio.
4.º
Levantar la actividad de nuestras industrias fundamentales,
mediante un plan de obras públicas a que luego se alude,
urbanizaciones y saneamiento de la población rural, en el que
se calcularán de antemano los materiales que se han de
consumir y sus precios, a fin de asegurar la rentabilidad de
estas obras.
El régimen de
obras públicas
Los republicanos no
aceptan el subsidio de paro. Ordenación legislativa y
administrativa que garantice la utilidad de las obras.
Los
republicanos consideran la obra pública no sólo como modo de
realizar los servicios habituales del Estado o como mero
método circunstancial e imperfecto de atender al paro, sino
como medio potente para encauzar el ahorro hacia las más
poderosas fuentes de riqueza y progreso, desatendidas por la
iniciativa de los empresarios:
1.º Se
llevarán a cabo grandes planes de construcciones de viviendas
urbanas y rurales, servicios cooperativos y comunales,
puertos, vías de comunicación, obras de riego e implantación
de regadíos y transformación de terrenos.
2.º
Para llevarlas a cabo se procederá a una ordenación
legislativa y administrativa que garantice la utilidad de la
obra, su buena administración y la contribución a la misma de
los intereses privados directamente favorecidos.
Los
republicanos no aceptan el subsidio de paro solicitado por la
representación obrera. Entienden que las medidas de política
agraria, las que se han de llevar a cabo en el ramo de la
industria, las obras públicas y, en suma, todo el plan de
reconstrucción nacional ha de cumplir no sólo su finalidad
propia, sino también el cometido esencial de absorber el paro.
El régimen de
hacienda y banca
Es rechazada por los
republicanos la nacionalización de la Banca. Dirección del
Banco de España y de la Banca privada. Distribución de las
cargas públicas.
La
Hacienda y la Banca tienen que estar al servicio del empeño de
reconstrucción nacional, sin desconocer que fuerzas tan
sutiles como la del crédito no se pueden forzar por métodos de
coacción ni estimular fuera del campo seguro de aplicaciones
provechosas y empleo remunerador.
No
aceptan los partidos republicanos las medidas de
nacionalización de la Banca propuestas por los partidos
obreros; conocen, sin embargo, que nuestro sistema bancario
requiere ciertos perfeccionamientos, si ha de cumplir la
misión que le está encomendada en la reconstrucción económica
de España. Como mera enumeración ejemplar señalamos las
siguientes medidas:
1.ª
Dirigir el Banco de España de modo que cumpla su función de
regular el crédito conforme exija el interés de nuestra
economía, perdiendo su carácter de concurrente de los Bancos y
liquidando sus inmovilizaciones.
2.ª
Someter a la Banca privada a reglas de ordenación que
favorezcan sus líquidos, sobre los principios clásicos que ha
puesto de nuevo en relieve la experiencia de las últimas
crisis, a fin de afirmar la garantía de los depositantes y el
servicio de las necesidades financieras de la política de
reconstrucción económica que aquí se promete.
3.ª
Mejorar el funcionamiento de las Cajas de Ahorro, para que
cumplan su papel en la creación de capitales; dictando también
aquellas medidas necesarias para proteger el ahorro privado y
de responsabilidad de los promotores y gestores de toda clase
de Compañías.
Respecto a la Hacienda, se comprometen a llevar a cabo una
reforma fiscal dirigida a la mayor flexibilidad de los
tributos y a la más equitativa distribución de las cargas
públicas, sin acudir al crédito público para finalidades del
consumo:
1.ª Se
revisará a fondo la tributación directa, obtenida en su
desarrollo normal, reorganizándola sobre bases progresivas.
2.ª Se
reformará la tributación indirecta buscando la coordinación
del gasto privado con el gravamen del consumo.
3.ª Se
perfeccionará la Administración fiscal, para que sirva de
instrumento eficaz a la nueva política tributaria.
Legislación
social
Se rechaza el control
obrero. Creación del delito de envilecimiento del salario. Se
restablece la legislación social en todos sus principios.
Política de reconstrucción económica.
La
República que conciben los Partidos republicanos no es una
República dirigida por motivos sociales o económicos de clase,
sino un régimen de libertad democrática, impulsado por razones
de interés público y progreso social. Pero precisamente por
esa definida razón, la política republicana tiene el deber de
elevar las condiciones morales y materiales de los
trabajadores hasta el límite máximo que permita el interés
general de la producción, sin reparar, fuera de este tope, en
cuantos sacrificios hayan de imponerse a todos los privilegios
sociales y económicos.
No
aceptan los partidos republicanos el control obrero solicitado
por la representación del Partido Socialista. Convienen en:
1.º Restablecer
la legislación social en la pureza de sus principios, para lo
cual dictarán las disposiciones necesarias para dejar sin
efecto aquellas que desvirtúen su recto sentido de justicia,
revisando las sanciones establecidas a fin de asegurar el más
leal cumplimiento de las leyes sociales.
2.º Reorganizar
la jurisdicción del trabajo en condiciones de independencia, a
fin no sólo de que las partes interesadas adquieran conciencia
de la imparcialidad de sus resoluciones, sino también para que
en ningún caso los motivos de interés general de la producción
queden sin la valoración debida.
3.º Rectificar
el proceso de derrumbamiento de los salarios del campo,
verdaderos salarios de hambre, fijando salarios mínimos, a fin
de asegurar a todo trabajador una existencia digna, y creando
el delito de envilecimiento del salario, perseguible de oficio
ante los Tribunales.
Aunque
la política de reconstrucción económica debe conducir a la
absorción del paro, es menester además organizar,
administrativa y técnicamente, la lucha, estableciendo los
servicios que sean necesarios de estadística, clasificación,
Oficinas de colocación y Bolsas de Trabajo, preocupándose de
modo especial del paro en la juventud, y sin olvidar tampoco
las instituciones de previsión y seguro que, prometidas por la
Constitución, deben disponerse a ensayo sobre bases de tipo
social.
Los
republicanos han de dedicar a la asistencia pública,
Beneficencia y Sanidad, la atención que merece en todo pueblo
civilizado, sin regatear sacrificios. Unificarán, bajo la
dirección del Estado, las diversas instituciones de fundación
privada, totalizando sus recursos, sin perjuicio del respeto a
la voluntad del finado.
La enseñanza,
atributo indeclinable del Estado
Vigilancia de la
enseñanza privada.
Creación de la enseñanza media y profesional.
La
República tiene que considerar la enseñanza como atributo
indeclinable del Estado, en el superior empeño de conseguir en
la suma de sus ciudadanos el mayor grado de conocimiento y,
por consiguiente, el más amplio nivel moral, por encima de
razones confesionales y de clase social
1.º Impulsarán,
con el ritmo de los primeros años de la República, la creación
de escuelas de primera enseñanza, estableciendo cantinas,
roperos, colonias escolares y demás instituciones
complementarias. Se ha de someter a la enseñanza privada a
vigilancia, en interés de la cultura, análoga a la que se
ejercite cerca de las escuelas públicas.
2.º Crearán
las enseñanzas medias profesionales que sean necesarias para
dar instrucción a todos los ciudadanos en condición de recibir
la de estos grados.
3.º Concentrarán
las enseñanzas universitarias y superiores para que puedan ser
debidamente servidas.
4.º Pondrán
en ejecución los métodos necesarios para asegurar el acceso a
la enseñanza media y superior a la juventud obrera y, en
general, a los estudiantes seleccionados por su capacidad.
La legislación
autonómica
Su reposición y
desarrollo.
Los
Partidos coligados repondrán en su vigor la legislación
autonómica votada por las Cortes constituyentes y
desarrollarán los principios autonómicos consignados en la
Constitución.
Política
internacional
Adhesión a los
principios y métodos de la Sociedad de Naciones.
Se
orientará la política internacional en un sentido de adhesión
a los principios y métodos de la Sociedad de Naciones.
Por Izquierda Republicana: Amós Salvador. —Por Unión
Republicana: Bernardo Giner. —Por el Partido Socialista
Obrero: Juan Simeón Vidarte y Manuel Cordero.—Por la Unión
General de Trabajadores: Francisco Largo Caballero. —Por
laFederación Nacional de Juventudes Socialistas: José Cazorla. —Por
el Partido Comunista: Vicente Uribe. —Por el Partido
Sindicalista: Angel Pestaña. —Por el Partido Obrero de
Unificación Marxista: Juan Andrade.
¡Votad al
FRENTE POPULAR!
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80 años
del Frente Popular:
lecciones para la España de hoy
Por: Julián Casanova
16 de febrero de 2016
Se cumplen hoy martes, 16
de febrero, 80 años de las elecciones en las que triunfó la
coalición del Frente Popular, las últimas de la Segunda
República antes del golpe de Estado que abrió paso a la
Guerra Civil, las segundas en las
que votaban las mujeres en la historia de España. Los
españoles no volverían a tener unas elecciones democráticas
hasta junio de 1977, 41 años después.
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El presidente de la República, Manuel Azaña,
en un mitin en la plaza de toros de Bilbao |
El 7 de enero de 1936, ante la
profunda crisis gubernamental de la coalición entre la CEDA y
el Partido Radical, Niceto Alcalá Zamora, presidente de la
Republica, firmó el decreto de disolución de las Cortes y
encargó a Manuel Portela Valladares la tarea de organizar
nuevas elecciones. Ya no había posibilidades de formar más
gobiernos efímeros de derechas. Unas nuevas elecciones
decidirían el rumbo de la República.
En los meses anteriores, Manuel
Azaña e Indalecio Prieto habían mantenido correspondencia
sobre la necesidad de construir una coalición reformista
similar a la que había gobernado los dos primeros años de la
República. Francisco Largo Caballero, desde la dirección de la
UGT, se opuso a ese acuerdo, aunque ante la convocatoria de
elecciones accedió a incorporarse, con la condición de que,
después de las elecciones, si la coalición ganaba, debían
gobernar sólo los republicanos y además el PCE debía entrar en
esa coalición electoral.
Los comunistas la bautizaron
Frente Popular, nombre que nunca aceptó Manuel Azaña, y el
pacto oficial de creación se anunció el 15 de enero, con la
firma de los dirigentes de los partidos republicanos de
izquierda, Azaña, de IR, y Martínez Barrio, de UR; del
movimiento socialista, que incluía al PSOE, a la UGT y a las
Juventudes Socialistas; del PCE; del Partido Obrero de
Unificación Marxista (POUM), una organización nueva, creada en
septiembre de 1935, resultado de la fusión del Bloc Obrero y
Camperol, de Joaquín Maurín, y de Izquierda Comunista, de
Andreu Nin; y del Partido Sindicalista, creado por Ángel
Pestaña tras su salida, expulsado, de la CNT.
La derecha no fue esta vez tan
unida como en 1933, y la CEDA, dependiendo de las provincias,
estableció acuerdos electorales con republicanos
conservadores, radicales o con fuerzas monárquicas y
fascistas. En Cataluña, la CEDA, la Lliga, los radicales y los
tradicionalistas formaron un amplio Front Català de l´Ordre.
Los radicales, desacreditados y hundidos tras los escándalos
por corrupción, tuvieron que presentar sus candidaturas al
margen de las dos alianzas principales.
La izquierda publicó un
manifiesto con la petición de “amplia amnistía” y readmisión
de los despedidos como ejes comunes. La CEDA centró su campaña
"¡Contra la revolución y sus cómplices!", con una visión
catastrofista de lo que había significado hasta entonces la
República. Para la izquierda, quedaban atrás dos años de
destrucción de las reformas republicanas, el "bienio negro".
La CEDA, que no había podido cumplir su objetivo de rectificar
a fondo el rumbo reformista, prometió la revisión total de la
Constitución. La extrema derecha, con Calvo Sotelo a la
cabeza, consideraba ya acabada a la República y presentaba,
sin ambigüedades, su Estado autoritario y corporativo. La
fecha de las elecciones para decidir todo eso, un nuevo rumbo
para la República o su muerte definitiva, era el domingo 16 de
febrero de 1936.
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Rafael Alberti pronuncia un discurso tras la victoria del
Frente Popular |
La coalición del Frente Popular
salió victoriosa de las urnas, y eso significó para muchos el
segundo acto de una obra iniciada en abril de 1931 e
interrumpida en el verano de 1933. Una segunda oportunidad,
efectivamente, para Manuel Azaña, de nuevo en el poder y con
las multitudes en las calles; para los socialistas, que
volvían a poseer una notable influencia en los poderes
locales; y para los anarcosindicalistas, que podían recuperar
su capacidad de agitación y algunos de los apoyos sociales
perdidos.
Pero por mucho que retornaran
sus protagonistas, el ambiente tras ese triunfo político de la
izquierda en poco o nada se asemejaba al de aquella primavera
de 1931 que había inaugurado la República. El Partido Radical,
el más histórico de los partidos republicanos, fundador de la
República y partido gobernante desde septiembre de 1933 hasta
diciembre de 1935, se hundió en las elecciones. La gente de
orden se sintió amenazada por el nuevo empuje de las
organizaciones sindicales y de los conflictos sociales. La
derecha no republicana, derrotada en las urnas, ya sólo
pensaba en una solución de fuerza contra el Gobierno y la
República. Un sector importante del Ejército conspiró y no
paró hasta derribarlos.
El 72% de la población
española, hombres y mujeres, votó en febrero de 1936, la
participación más alta de las tres elecciones generales que
tuvieron lugar durante la Segunda República. Como demostró
hace años Javier Tusell, fueron también unas elecciones
limpias, en un país con instituciones democráticas y con
muchos sectores de la población que consideraban ese acto
electoral decisivo para el futuro. Por eso la campaña
electoral fue tan intensa, agitada. El Frente Popular planteó
un programa moderado, que atrajo a muchos antiguos votantes
del Partido Radical, con la amnistía y la vuelta a las
reformas, a las soluciones políticas, como puntos básicos. La
derecha no republicana, que derrochó medios y toneladas de
papel, recordó los horrores de la revolución de Asturias e
insistió en que era una batalla "¡Por Dios y por España!",
entre la "España católica... y la revolución espantosa,
bárbara, atroz". La ultraderecha, monárquica y fascista,
apelaba ya la lucha armada y a la salida dictatorial.
Al margen de esa agresividad
verbal, hubo pocos incidentes durante la campaña electoral.
Ganó por pocos votos el Frente Popular, aunque el sistema
mayoritario establecido por la ley electoral le dio una
holgada mayoría en las Cortes. Los partidos más votados fueron
la CEDA y el PSOE, seguido muy de cerca por Izquierda
Republicana, mientras que el Partido Radical, que presentó
casi todos sus candidatos al margen de las coaliciones
principales, quedó reducido, tras la revisión de actas, a
cuatro diputados, 99 menos que en 1933. Alejandro Lerroux ni
siquiera salió elegido en la lista del Front Català d´Ordre.
El Frente Popular obtuvo 263
escaños, la derecha 156 y los diferentes partidos del centro
54. El electorado votó sobre todo a socialistas, republicanos
de izquierda y católicos. En el Frente Popular, los primeros
puestos en las candidaturas los ocuparon casi siempre los
republicanos del partido de Azaña, y en la derecha fueron a
parar a la CEDA, lo cual no confirma, frente a lo que se ha
dicho en ocasiones, el triunfo de los extremos. Los candidatos
comunistas siempre estuvieron en el último lugar de las listas
del Frente Popular y los 17 diputados obtenidos, después de
conseguir sólo uno en 1933, fueron el fruto de haber logrado
incorporarse a esa coalición y no el resultado de su fuerza
real. La Falange sumó únicamente 46.466 votos, el 0,5% del
total. Había 33 partidos representados en las Cortes, de los
que sólo 11 consiguieron más de 10 diputados. Un parlamento
muy fragmentado, más que polarizado, en el que además el
partido que había presidido los gobiernos en los dos años
anteriores se convirtió en un mero espectador.
Portela, antes las presiones de
unos y de otros para que declarara el estado de guerra y
anulara los resultados de las elecciones, asustado por los
rumores de golpe militar y por los disturbios provocados en
varias ciudades para liberar a los presos políticos, dimitió
el 19 de febrero. Niceto Alcalá Zamora, presidente de la
República, llamó a Manuel Azaña para encargarle la formación
del Gobierno.
En el Gobierno sólo había
republicanos, tal y como había pactado Azaña con los
socialistas antes de las elecciones, sobre todo porque los
socialistas rechazaron la posibilidad de volver a formar un
gobierno de coalición con los republicanos. Nueve ministros
eran de Izquierda Republicana, tres de Unión Republicana y
había también un independiente, el general Carlos Masquelet,
antiguo asesor de Azaña en los primeros años de la República,
a quien ahora nombre ministro de la Guerra. Era un Gobierno
moderado, mal llamado de Frente Popular, formado por
catedráticos y abogados en su mayoría. En las primeras
declaraciones, Azaña pidió unión bajo una misma bandera "en la
que caben los republicanos y no republicanos, y todo el que
siente amor a la patria, la disciplina y el respeto a la
autoridad constituida".
Pero la amenaza al orden social
y la subversión de las relaciones de clase se percibían con
mayor intensidad en 1936 que en los primeros años de la
República. La estabilidad política del régimen corría también
más peligro. El lenguaje de clase, con su retórica sobre las
divisiones sociales y sus incitaciones a atacar al contrario,
había impregnado gradualmente la atmósfera española desde que
el proyecto reformista de los primeros gobiernos republicanos
chocó con obstáculos insalvables. La violencia, además, hizo
acto de presencia con algunos atentados contra personajes
conocidos y los choques directos armados entre grupos
políticos de la izquierda y de la derecha plasmaban en la
práctica, con resultados sangrientos en ocasiones, los excesos
retóricos y la agresividad verbal de algunos dirigentes. Y por
si eso no bastara, los dos partidos con más presencia en las
Cortes, el PSOE y la CEDA, tampoco contribuyeron durante esos
meses a la estabilidad política de la democracia y de la
República.
La política y la sociedad
españolas mostraban signos inequívocos de crisis, lo cual no
significaba necesariamente que la única salida fuera una
guerra civil. Pero la hubo y comenzó porque una sublevación
militar debilitó y socavó la capacidad del Estado y del
Gobierno republicano para mantener el orden. En febrero de
1936 hubo elecciones libres y democráticas; en julio de 1936,
un golpe de Estado. La historia se aceleró en aquellos cinco
meses.
Julián Casanova es autor de
República y guerra civil (Crítica / Marcial Pons).
Fuente:
El País
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… Y ganó el Frente Popular
Se cumplen 80 años desde la victoria del Frente Popular,
un momento histórico rodeado de mitos, medias verdades y
mentiras descaradas.
Julián Vadillo
El 16 de febrero de 1936 la coalición del Frente Popular vencía
en las elecciones. Conuna
campaña basada en la aplicación de medidas reformistas, de
la libertad de los presos políticos y de una
profundización en la democratización del país, la
coalición circunstancial de republicanos y partidos
obreros de diversa índole se alzó con la victoria.
En el 80 aniversario del acontecimiento toca
recordar y romper
alguno de esos lugares comunes que
se han ido generando alrededor del Frente Popular .
El origen
Una de las bases de la que se valieron los
promotores del golpe de Estado de julio de 1936 era que el
Frente Popular había sido parte
del plan que la URSS tenía en España para hacerse con el
control político. Basándose
en los acuerdos del VII Congreso de la Internacional
Comunista, donde se aprobó la participación de los
partidos comunistas en los frentes populares amplios. Una
afirmación que no se corresponde con la realidad. Ni en
España ni en Francia ni en ningún lugar.
Los motivos de unión de las organizaciones de
izquierda en España (y en otros lugares de Europa), no
parte de una consigna soviética. Antes de
la celebración de este congreso, en agosto de 1935, los
republicanos y los socialistas ya mostraban interés en la
posibilidad de caminar hacia una coalición electoral.
Lo acontecido en octubre de 1934 había dejado
claro a la izquierda que la
única posibilidad pasaba por una unión de fuerzas. El
debate entre republicanos y socialistas consistía en dónde
estaban los límites de esa coalición. Para los
republicanos (Izquierda Republicana y Unión Republicana
mayoritariamente, que se habían formado en aquellos
momentos por la unión de diversos grupos republicanos) el
pacto tenía que ser de gobierno.
Los socialistas tenían una diversidad de
opiniones, entre la postura de Indalecio
Prieto, que no veía con malos ojos la
unión de un gobierno de republicanos y socialistas, y la
de Largo
Caballero, que tras la experiencia del
primer bienio y su giro a la izquierda, era partidario de
una coalición electoral para desalojar a la derecha del
poder y no de su entraba en un gobierno.
Los comunistas, por su parte, sí que tuvieron un giro en
su estrategia, que había sido cambiante a lo largo de la
República. Mientras en su origen los comunistas mostraron
oposición a las instituciones republicanas, tras la salida
de Bullejos, Trilla y Adame de la dirección y la toma del
control del PCE por la Pasionaria, José Díaz y otros, el
objetivo pasó a ser la unidad por la base.
Los acuerdos del VII congreso de la Internacional
Comunista afectó al PCE, que trabajó para la creación del
Frente Popular.
En la medida en que las organizaciones
políticas se fueron recomponiendo tras
el fracaso de la huelga general de octubre de 1934, los
actos públicos y las declaraciones de los dirigentes
políticos iban encaminadas a una coalición de izquierdas.
Meses antes del citado congreso comunista. Una coalición,
que tras muchos meses de negociación, se cerró en enero de
1936 cuando las elecciones estaban a la vista.
Finalmente el Frente Popular lo compuso el
PSOE, Izquierda Republicana, Unión Republicana, el PCE, el
Partido Sindicalista de Ángel Pestaña, el POUM de Andreu
Nin y, dependiendo de la zona geográfica, distintos
partidos de la izquierda nacionalista o de implantación
regional (Esquerra
Republicana, que impulsó el Front d'Esquerres – el Frente
Popular en Cataluña–, el Partido Galeguista, etc.). La
coalición también fue apoyada por la UGT. El Partido
Republicano Federal de Barriobero o el Partido Nacional
Republicano, de Sánchez Román, no se unieron a la
coalición.
El programa del Frente Popular fue de mínimos,
pues las posiciones finales de cada uno de los firmantes
era muy distinta. No
se trataba de un pacto revolucionario, del que estaba muy
alejado. Lo
que quedaba claro, y debido a la influencia del sector
caballerista en el PSOE, era que en caso de victoria
electoral de la izquierda, el PSOE no formaría gobierno
con los republicanos, como así fue. Y los comunistas
tampoco. La visión de un pacto patrocinado por Moscú cae
por su propio peso.
Los anarquistas
Otro de los mitos del Frente Popular es la
posición de los anarquistas frente al mismo. Siempre se ha
establecido que los anarquistas participaron en masa en
las elecciones y eso provocó la victoria del Frente
Popular. Otro mito similar a que las derechas ganaron en
1933 por la participación de la mujer en las elecciones y
la abstención anarquista. Ni
lo primero ni lo segundo es cierto.
La CNT y la FAI salieron debilitadas del primer
bienio republicano y tras la huelga general de octubre de
1934. La táctica que parte del movimiento libertario
adoptó en 1932 sirvió para que en muchos lugares los
libertarios fuesen reprimidos. Fue tras el fracaso de la
insurrección de diciembre de 1933 cuando la estrategia de
los libertarios comenzó a cambiar. En
muchos lugares el movimiento libertario buscó la
inteligencia con los socialistas. Algo
que se llegó a plasmar en algunos lugares como Asturias en
octubre de 1934.
Sin embargo, la represión de dicho movimiento
volvió a llevar al presidio a multitud de sus integrantes.
Esto hizo replantear la estrategia de los anarquistas. En
los meses finales de 1935, los libertarios se reafirmaron
en su táctica antielectoral y abstencionista. Pero sus
periódicos dejaban claro que lo importante no era la
participación electoral de los trabajadores, sino la
implicación de estos en la lucha contra el capitalismo y
por una transformación revolucionaria. Igualmente, cuando
se publicó el programa del Frente Popular, fue
duramente criticado por los anarquistas al que
consideraban insuficiente.
Pero una cosa fue la propaganda que los anarquistas
plantearon y otra el comportamiento electoral de sus
militantes.
Igualmente, hay que hacer una distinción según
la zona geográfica. Mientras en Cataluña el movimiento
libertario fue muy crítico con las elecciones, en
lugares como Asturias o Madrid se rebajó bastante dicha
crítica. El Pleno Nacional de enero de
1936, a pesar de reafirmarse en la lucha antipolítica,
dejó claro que no se iba a realizar una campaña por la
abstención como se había hecho en noviembre de 1933.
Incluso declaraciones de dirigentes, como Miguel Abós,
hacía un
llamamiento a no abstenerse pues una
victoria de la derecha sería perjudicial para los
trabajadores.
Aun así, en
ningún momento la CNT hizo campaña o petición de voto
público por el Frente Popular. Las páginas
de sus diarios hacían constantemente reclamación de la
libertad de los presos y del peligro de un posible golpe
de Estado. Y eso que desde muchos sectores de la izquierda
se reclamaba la participación activa de los libertarios.
No fue así, aunque es evidente que muchos
de sus integrantes acudieron a las urnas. Fue el caso de Durruti,
que en marzo de 1936 dijo en un mitin que gracias a la
generosidad de los libertarios se había recuperado el
espíritu del 14 de abril. Un síntoma más que evidente de
la actitud individual de los anarquistas ante la cita
electoral del 16 de febrero de 1936.
¿Victoria con trampas?
Otro de los argumentos contra el Frente Popular
ha sido que en realidad no ganó la elecciones. Que las
izquierdas manipularon para que los resultados le fuesen
favorables y perjudicar así a la derecha. Nada
más lejos de la realidad.
Aunque hay disparidad de criterios, los
resultados electorales arrojaron un
corto margen en favor del Frente Popular. Se
estima que el Frente Popular obtuvo 4.451.300 sufragios
frente a los 4.375.800 de la derecha. El centro político
obtuvo 299.700 sufragios y el PNV 150.100. Otros partidos
se presentaron, según la zona, dentro de algunas de las
coaliciones o en solitario.
Es evidente que el margen fue pequeño, pero lo
que favoreció al Frente Popular fue la política electoral
de la República. Este
sistema beneficiaba a las coaliciones en el reparto de
escaños. El
mismo sistema de coalición que benefició a la derecha en
las elecciones de noviembre de 1933 y perjudicó a la
izquierda. La victoria del Frente Popular fue clara pues
en ese sentido, si bien la derecha tenía un buen número de
votantes. A nivel político, el partido más votado fue el
PSOE, seguido de la CEDA de Gil Robles.
La victoria del Frente Popular no se produjo
por ninguna artimaña de los triunfantes, si bien no fue
una victoria aplastante. Tampoco se puede establecer un paralelismo
entre las zonas donde triunfaron la izquierda o la derecha con
lo que después fueron las zonas en la que quedó partida
España con el golpe de Estado. En esta afirmación no se
tiene en cuenta a los anarquistas. En zonas como Sevilla o
Cádiz, donde tenían mucha influencia, la abstención
también fue muy alta, y fueron zonas que estuvieron bajo
control sublevado prácticamente desde el inicio de la
Guerra Civil.
¿Un gobierno radical y comunista?
El Frente Popular y el Gobierno que generó su
victoria estuvo lejos
de ser un gobierno radical y mucho menos comunista. Una
vez que se produjo la victoria, el Gobierno estuvo
conformado sólo y exclusivamente por integrantes
republicanos, encabezados por Manuel Azaña. Cuando este
fue elegido presidente de la República, la presidencia del
gobierno pasó a Santiago Casares Quiroga. En ningún
momento los socialistas formaron parte del gabinete. Solo
con el estallido de la Guerra Civil se llegó a esa
circunstancia.
El Gobierno del Frente Popular se limitó a
liberar a los presos, tal como había prometido en la
campaña, a restituir el Gobierno de la Generalitat y de
los ayuntamientos intervenidos por gestoras tras el
levantamiento de octubre de 1934, y a aplicar las medidas
reformistas que no se habían aplicado durante el primer
bienio. Cierto fue que la presión y poder
del movimiento obrero fue mayor y la aplicación de la
reforma agraria se comenzó a acelerar con la ocupación de
fincas. Una tarea pendiente de la izquierda y de la
República.
Pero en el periodo que media entre febrero y
julio de 1936, ni
socialistas, ni comunistas ni mucho menos anarquistas
participaron en la formación de Gobierno.
Incluso fueron críticos con el Gobierno al que reclamaban
más medidas de mejora para la clase obrera, lo que originó
una serie de huelgas.
Aún así estos movimientos no fueron mayores que
en otros momentos de la República. Cuestión que también se
ha sobredimensionado para presentar un periodo de caos y
violencia entre
febrero y julio de 1936. La inestabilidad existió, pero
los choques entre las fuerzas de orden público, partidas
de escuadristas y trabajadores, acabaron con un saldo de
muertes mayor entre los trabajadores, tal como ha
demostrado el profesor Eduardo González Calleja.
En :
https://www.diagonalperiodico.net/saberes/29366-y-gano-frente-popular.html
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