Desde hace unos
días se vienen escuchando ruidos procedentes de cuarteles. El coronel del
ejército Francisco Alamán Castro ha amenazado con una intervención militar
en Cataluña si se proclama la independencia y otras bravatas más. En la
misma línea el columnista de “La Razón” Alfonso Ussía, en medio de este
ruido, instó a abandonar las misiones de Afganistán y Líbano para
desplegar los tanques en el País Vasco. ¿Dos anécdotas? Seguramente; pero
la historia de España está plagada de este tipo de anécdotas
protagonizadas por golpistas con resultados de sufrimiento y muerte.
Ante estos
acontecimientos, el Partido Popular del señor Rajoy, no ha dicho ni “muu”;
aunque algunos de sus diputados, si han mostrado su complacencia ante el
hecho de que un coronel del Ejército Español defienda la unidad de España
“como tiene que ser”. Nada se ha hecho desde el Ministerio de Defensa
(parece que sin autoridad alguna) contra el coronel Alamán y otros
oficiales, que públicamente le han apoyado, porque “se atreve a decir lo
que la mayoría de españoles de bien pensamos”.
En España han sido
frecuentes los levantamientos militares. Durante el siglo XIX, se
produjeron cerca de doscientos pronunciamientos o intentos de golpes de
estado, encaminados a cambiar por la fuerza a reyes, presidentes del
gobierno, regentes y regímenes políticos; en definitiva salvar a la
Nación, la Patria, el Rey. Algunos acontecimientos conocidos, entre otros,
fueron: la Vicalvarada (1854), el Golpe de Pavía (1874), la Revolución
Gloriosa (1868) o el Motín de la Granja (1836). Acontecimientos golpistas,
cuya semilla nos llegó al siglo XX.
El primer golpe
militar contra el sistema establecido del siglo XX, lo ejecuta el
general Primo de Rivera en 1923, con el beneplácito del rey Alfonso XIII.
En 1930, la Sublevación de Jaca; en 1932, La Sanjurjada; en 1936, el
golpe de estado fascista contra del Gobierno de la II República, que dio
inicio a la “Guerra Civil” y a una dictadura que duró demasiado tiempo; y
por último, en 1981, el 23F.
España 1936. Desde
el mismo momento de la victoria electoral del Frente Popular, oficiales
reaccionarios y monárquicos comenzaron la preparación de una sublevación
militar. En la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los
cuarteles y centros sociales de la derecha eran hervideros de
conspiradores. La conspiración militar para desencadenar un “golpe de
fuerza” que derribara al gobierno, se puso en marcha nada más formarse el
gobierno de Azaña. A lo que voy es que al gobierno le llegaron, por
diversas fuentes, noticias sobre lo que se estaba tramando. El gobierno no
actuó con la contundencia debida contra los conspiradores, porque creyeron
que el ejército carecía de la capacidad para preparar una acción seria.
Exceso de confianza, erróneas valoraciones políticas, falta de ánimo y
valor para abordar la situación, nos llevaron a la tragedia. El verdadero
sentido de la rebelión era políticamente anticonstitucional; socialmente
conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical; ideológicamente
totalitario; económicamente capitalista; militarmente absolutista y
moralmente inhumano.
De salvadores de
la patria España está cargadita. Algunos hechos se han producido en fechas
no tan lejanas. El 23 de febrero de 1981 fue el último golpe de estado
conocido. Perpetrado por mandos militares, guardias civiles y una trama
ideológica de la derecha reaccionaria sin identificar, hicieron coincidir
las distintas tramas golpistas que operaban desde el inicio de la
Transición. Los problemas derivados de la crisis económica, las
dificultades para articular una nueva organización territorial del Estado,
las acciones terroristas de ETA y la resistencia de ciertos sectores
del ejército a aceptar un sistema democrático, fueron causas suficientes
para la aventura, protagonizada por un teniente coronel que secuestró al
gobierno y a los diputados en el Congreso. Como buitres premonitorios,
tertulianos, columnistas y políticos de distinto signo, propugnaban un
“golpe de timón” para instaurar un “gobierno de gestión o de salvación
nacional”. ¿Les suenan este ruido? Todos conocían de las operaciones en
fase de maduración para torcer el curso de los acontecimientos políticos;
pero el día D y en la hora H, el “elefante blanco” no llegó, se ocultó o
llegó tarde. La terquedad del teniente coronel Tejero, al sentirse
traicionado, impidió que el general Armada asumiera el papel de jefe del
gobierno a las órdenes del Rey, dio al traste con el último golpe de
estado del siglo XX.
Hoy de nuevo
suenan ruidos de sables. Los miembros del ejército más reaccionarios y la
derecha cavernícola intentan pescar en río revuelto. Columnistas conocidos
empiezan a arengar a los que les quieran escuchar. La derecha tiene todo
el poder: gobierno, justicia, empresas, bancos y dinero; las instituciones
en sus manos; pero quiere más; lo quieren todo. Ahora, ante las posibles
protestas ciudadanas contra las medidas del gobierno, quieren asustarnos
con el ejército.
El gobierno parece
que mira deliberadamente para otro lado y complaciente con las
declaraciones desestabilizadoras de unos y otros. Conocemos cuales son las
consecuencias de esas aptitudes pusilánimes. No son “algarabías” y Rajoy
tiene que ordenar investigar las intenciones de los salvapatrias y tomar
medidas urgentes contra los golpistas, hoy de salón, pero que pueden
llegar a ser cabecillas de sublevaciones no tan inciertas. Conocemos la
partitura de los sables, la letra y la música; también las consecuencias.
Episodios que nos privaron durante muchos años de la libertad y de la
democracia.
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