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Por la ciudadanía, el futuro...
Por la República (y IV)


14 de abril de 2013

 

 

 

Se conmemora el 82 aniversario de la proclamación del sistema político más justo que ha existido en España: la Segunda República. Estamos viviendo una situación de crisis económica, política, institucional y de los valores que el Sistema representa, agotado y dominado por una clase política percibida por la ciudadanía como muy alejada de las necesidades de la gente. La República puede ser la solución. Hay que abrir un Proceso Constituyente que cambie de abajo arriba el Sistema.

La corrupción y el fraude, que son ya el segundo problema para los españoles, por detrás del paro, estrangulan y agravan la situación de crisis económica y financiera, provocada por la indecencia de quienes se han lucrado hasta la saciedad de los recursos públicos y por quienes lo consienten. Se habla de la necesidad de «regeneración política»; cuando lo que es necesario es el cambio de Sistema, por otro que sustente los principios que identifican al republicanismo, que definía la semana pasada.

El sistema político surgido de la Constitución de 1978, hoy hace aguas; ha sido incapaz de garantizar, de forma efectiva y eficaz, un estado social y democrático de derecho. Nuestro patrimonio, el Estado, lo público, está siendo desmantelado, por el gobierno de turno: nos expulsan de nuestras casas, de nuestras escuelas y de nuestros hospitales; seis millones de personas sin trabajo; mientras la minoría de siempre, sigue haciendo grandes negocios, a nuestra costa, también con los recortes y las privatizaciones.

La monarquía, como modelo político, ha fracasado y ya no representa a la mayoría social; representa la negación dada a la ciudadanía española, para decidir por sí misma, sobre los asuntos de su interés. Existen cada vez más parcelas de decisión que se toman a espaldas de la ciudadanía. Ello supone una merma a la soberanía, representada por el pueblo. Ya no es todo por el pueblo, ni para el pueblo. Con el pueblo solo se cuenta en los procesos electorales y con las mentiras de algunos programas, que para mayor desvergüenza se incumplen.

La monarquía, por su naturaleza, es antidemocrática; es un insulto a la igualdad de oportunidades y al principio constitucional de igualdad ante la ley. Un clan familiar no puede apropiarse de la Jefatura del Estado de por siempre y para siempre. La monarquía es fuente de privilegios injustificados, lo que supone una pérdida de la soberanía ciudadana. La monarquía es un órgano del Estado, sobre el que el Estado no tiene ningún tipo de control: ni político, ni económico, ni de ninguna naturaleza. Las Cortes Generales, representantes de la soberanía nacional, no tienen competencia alguna sobre la gestión de la Casa Real. La persona del rey es inviolable constitucionalmente, lo que le sitúa por encima de todas las leyes.

La situación crítica por la que estamos pasando —política, social, económica e institucional—, está originada por instancias ajenas a quienes la estamos sufriendo. El poder económico, apoyado por el poder político, aprovecha la causa para cargar contra los menos favorecidos, eliminando derechos sociales, laborales y políticos al conjunto de la ciudadanía. Cuantos menos derechos, más beneficios; por lo que la explotación es un arma contra los trabajadores y trabajadoras.

Ha llegado la hora de que todo cambie. No es este el camino para los derechos y el bienestar. La sociedad española, desea «la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran». Es necesario que se garantice «la convivencia democrática» con leyes justas, «conforme a un orden económico y social justo». Se precisa mayor protección «de todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones», así como «Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida». Los resaltados son míos, pero el texto surge del Preámbulo de la Constitución.

Es hora del establecimiento de un verdadero «Estado social y democrático de Derecho», que propugne «como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político» (del artículo 1.1 CE). ¿Es esto lo que promueven los poderes públicos? Por lo que hacen, no lo es, ni lo pretenden.

Ha llegado la hora del cambio de modelo, por otro nuevo democrático y participativo, en el que la igualdad y la justicia social sean sus principales valores y blindar el ejercicio de los derechos fundamentales. La República es ese sistema. Una República inspirada en principios republicanos, con ciudadanos críticos y responsables, que no se conformen con ir a votar cada cuatro años, que no se conformen con ir a remolque de lo que se le ofrece, si no que reclamen un papel principal en una verdadera democracia participativa. Para ello se precisa la apertura democrática de un «Proceso Constituyente» que permita, de manera eficaz, optar por esta nueva forma de organización del Estado.

Con esta IV entrega finaliza la serie que he dedicado a «La República», en el 82 aniversario de la «Segunda República española», y quiero hacerlo con el Manifiesto «Por la ciudadanía. Por el futuro. Por el derecho a decidir. Por la República»:

«Somos quienes intentan vivir y trabajar en la España actual. Somos quienes sienten que hay cada día más puertas cerradas, quienes padecen una crisis financiera que no hemos provocado. Vemos nuestro patrimonio económico, político y social liquidado. Somos las personas que no tenemos empleo, quienes trabajamos en unas condiciones precarias, inimaginables hace tan sólo 4 años. Somos las víctimas de EREs injustos, somos las personas a las que expulsan con violencia de sus casas, de sus hospitales, de sus escuelas… Somos la práctica totalidad de la ciudadanía. Nos están sacrificando.

El Estado, financiado con nuestros impuestos, legitimado con nuestro voto, nos está siendo arrebatado. Se nos expulsa de nuestro propio país. Gobiernan contra nuestros intereses reales. Se nos solicita llenar con esfuerzo un saco sin fondo. Se nos desautoriza con una pantomima presentada como democracia, en la que la palabra dada no vale, en la que se desdibuja la voluntad popular. Se acallan nuestras voces con el creciente uso de la fuerza directa. Se nos castiga por ejercer Derechos Fundamentales. La esperanza de una vida mejor, la capacidad de construirla por nosotros mismos, se disuelven. Las grandes decisiones que nos afectan directa y brutalmente se toman muy lejos. Nuestra soberanía es cuidadosamente trasladada a lugares en los que ni estamos ni se nos espera.

Exigimos ir allí y participar. Exigimos ejercer los derechos que corresponden en democracia a la ciudadanía. Somos una sociedad madura. Reclamamos, exigimos, nuestro inalienable derecho a decidir, tener la libertad y la responsabilidad de escoger, de equivocarnos, de acertar. No permitiremos que nos tutele nadie. No queremos que se nos impongan familias predestinadas a estar por encima de la ley.

Queremos cambiar el modelo de Estado. Exigimos una verdadera democracia.

Pongamos en marcha una Transición nueva.

Necesitamos con urgencia un Estado legitimado por quienes lo sufrimos. Es hora de plantearse el cambio. La República abrirá puertas hacia una ciudadanía que permitirá que los intereses comunes se decidan cara a cara. En igualdad. En democracia… Reivindicamos una República avanzada, social, participativa y democrática. Como la única forma de que sea la ciudadanía quien tome en sus manos su propio destino.

Queremos poder buscar una vida mejor en una España mejor.

Somos la República. Pongamos en marcha el futuro. Demos un paso hacia adelante. Por la ciudadanía. Por el futuro. Por el derecho a decidir. Por la República».

 


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Víctor Arrogante
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