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Reformas y contrarreformas
en la Segunda República


 

3 de junio de 2013

 

 

 

Con la proclamación de la República en abril de 1931 y la celebración de elecciones legislativas, se inicia un proceso constituyente. El Estado republicano quedaba legitimado democráticamente por las elecciones y la Constitución. Fue entonces cuando se acometieron las reformas que iban a modernizar las estructuras de la sociedad española. Los «intereses creados» de la derecha no lo permitieron; primero con las contrarreformas abordadas, después con un golpe de estado, la guerra y la dictadura.

El programa de la coalición de republicanos de izquierda y socialistas (primer bienio social o reformista, 1931 a 1933, con Manuel Azaña como Presidente del Consejo de Ministros), se comprometía a cambiar el sistema de tenencia de la tierra; reformar el marco de relaciones laborales en el campo, la industria y los servicios; la recuperación de la hegemonía ideológica en manos de la iglesia y órdenes religiosas, y reformar el sistema educativo; reformar un ejército sobredimensionado e ineficaz, para adaptar su estructura a la Constitución, que renunciaba a la guerra para la solución de conflictos.

La reforma agraria era imprescindible si se quería acabar con el hambre y el atraso histórico. Los campesinos vivían en situación de esclavitud, sufriendo hambre e injusticias. Los trabajadores de la tierra no la poseían y padecían bajos jornales, malas condiciones de vida, escasa alimentación, y jornadas de sol a sol. Los dueños de la tierra, grandes latifundistas, además de caciques señoritos, no entendían ni de gastos, ni de inversiones y no eran partidarios de la modernización del campo.

El gobierno, con la pretensión de asentar a los campesinos en las tierras sin cultivar, realizó un reparto, decretando el laboreo forzoso, bajo amenaza de confiscación. Los «decretos agrarios» de Largo Caballero, implantaron la jornada de 8 horas, que ya tenían los obreros industriales. La Ley de Bases para la Reforma Agraria de 1932 (Andalucía, Extremadura, La Mancha y Salamanca), creó el Instituto de Reforma Agraria, que gestionaría el inventario de tierras expropiables, pero careció de recursos los recursos necesarios, por la falta de dinero del Estado y por el boicot de los bancos, vinculados a los terratenientes.

La reforma agraria, que representaba una verdadera revolución, fue rechazada por los patronos y los partidos de derecha, resistiéndose a su aplicación, lo que significó el fracaso de la reforma. A finales de 1933 sólo se habían ocupado 24.203 Has., repartidas entre 4.339 campesinos. Otro de los motivos del fracaso, fue la oposición de los socialistas y la CNT, al considerar que la reforma era moderada, al no contemplar la expropiación de los latifundios y el traspaso de la propiedad a los nuevos colonos.

Largo Caballero, como ministro de Trabajo, promovió la reforma laboral, que otorgaba a los trabajadores, a través de sus sindicatos, mayor control sobre las empresas y, en definitiva, sobre el conjunto del sistema económico y de relaciones de clase. Era un proyecto coherente con los principios marxistas del socialismo español, que no renunciaba a la transformación revolucionaria de la sociedad, pero pretendía alcanzarla por cauces pacíficos y democráticos.

Se aprobó la Ley de Contratos de Trabajo, se organizó la negociación colectiva, y los Jurados Mixtos, con facultad de arbitraje vinculante. Se estableció la Inspección de Trabajo, se impulsaron los seguros sociales, se amplió el Seguro obligatorio de Retiro Obrero (que llegó a beneficiar a más de cinco millones de trabajadores). Se estableció el Seguro de Maternidad, y el Seguro de Accidentes de Trabajo. La CNT fue crítica y continuó con la convocatoria de huelgas, al entender que las reformas, no solo no beneficiaban a la clase trabajadora, sino que expresamente beneficiaban a UGT.

El Gobierno reformó el sistema educativo, adaptándolo al modelo que la Constitución establecía, basado en la escuela única, pública, obligatoria y gratuita, y estableció la enseñanza mixta. La eliminación de la religión católica como asignatura y la prohibición del ejercicio de la enseñanza a las congregaciones religiosas, provocaron el rechazo de la iglesia y de la derecha católica. La iglesia se negó a cerrar sus escuelas y prohibió a los católicos que matricularan a sus hijos en las escuelas públicas del Estado.

Entre 1932 y 1933 se levantaron 6.570 escuelas y se crearon 7.000 plazas de maestros, con mejores salarios. El experimento más notable, fue la creación de las misiones pedagógicas, ligado a la Institución Libre de Enseñanza, que llevó «el aliento del progreso» a los pueblos más aislados y atrasados de España. Se promovió la creación de Universidades Populares, con el objeto de extender la cultura, que era patrimonio de una minoría, al pueblo, y promover la alfabetización, principalmente entre las mujeres.

La reforma del ejército fue iniciada por Azaña. Se trataba de reducir el número de unidades militares, modernizar la dotación de material y la mejor formación de sus mandos. Se suprimieron los tribunales de honor, el Consejo Supremo de Guerra y Marina y la Academia Militar de Zaragoza, cuya enseñanza se consideraba anticuada y tradicionalista. Se derogó la ley de jurisdicciones, que identificaba los delitos contra el Ejército, como delitos contra la patria, bajo la jurisdicción militar.

El presupuesto militar fue recortado y se redujo el número de generales y oficiales. Azaña intentó reformar el sistema y exigir formación para los ascensos, lo que provocó la oposición de no pocos oficiales. La prioridad dada por el gobierno a los gastos sociales, impidió mejorar la capacidad técnica y el armamento, como estaba previsto. Años después, determinados mandos militares sediciosos, se le cobraron con creces.

Los republicanos de izquierda pretendían consolidar la democracia sin cambiar el sistema. Por el contrario, los socialistas, consideraban que el sistema democrático, era un paso intermedio hacia una sociedad nueva —de igualdad, justicia y libertad—, y daban prioridad a las reformas sociales; pero el enemigo político, mantenía sus posiciones de poder intactas y no permitió más reformas.

El gobierno «radical-cedista» entre 1933 y 1936, presidido por Lerroux, y sostenido por la derecha católica de la CEDA de Gil Robles, derogó la mayoría de las medidas anteriores. Aprobó la «Ley para la Reforma de la Reforma Agraria»; paralizó la reforma militar, amnistió a los golpistas de la «sanjurjada» y designó, para los puestos claves, a Franco, Goded o Mola; se concilió con la iglesia e inició la negociación con el Vaticano; paralizó el programa de construcciones escolares y anuló la enseñanza mixta.

El primer gobierno de la República, pretendió modernizar el país y promover la justicia social. No se lo puso fácil la CNT, la FAI y un sector del socialismo vinculado a UGT.

Tampoco los estamentos sociales corporativos afectados lo permitieron. Tanto se opusieron que dieron un golpe de estado, que perdieron en un principio, provocando una guerra, que ganaron, creando un estado totalitario, que mantuvieron cuarenta años.

Algunos de los problemas sociales de aquella época siguen teniendo vigencia hoy, y los comportamientos de la derecha siguen siendo «contrarreformita», ejerciendo el poder para beneficio de sus propios intereses, muy alejados de los de la mayoría trabajadora.

Se publicó en Diario Progresista el 3 de junio de 2013

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Víctor Arrogante
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