24 FEBRERO 2014
La razón del proceso constituyente es provocar una ruptura con el Sistema
político y económico actual, que está estrangulado los derechos de la
mayoría social, clase media y trabajadora, para generar otras reglas de
juego basadas en la democracia participativa. El proceso tiene que
recuperar la soberanía popular, reconociendo la superación de la
Constitución de 1978, desmitificando la Transición a la democracia, muy
lejos de ser modélica como se pretende presentar.
El nuevo proceso, debe ser abierto a la participación de multitud de
actores, a nivel colectivo e individual, horizontal y transversal, unido a
la toma de conciencia popular y al empoderamiento de las personas. Ha de
ser a la vez crítico y constructivo con la democracia representativa, que
ha primado el bipartidismo, asumiendo el poder de espaldas a la
ciudadanía. El proceso debe situar a la persona como el motor de cambio de
la nueva constitución.
Uno de los objetivos del proceso constituyente debe ser crear herramientas
permanentes de participación y de revocación de los gobernantes y
representantes por parte de la ciudadanía. El propio proceso debe tener
como objetivo utilizar un lenguaje entendible y cercano, para que toda la
ciudadanía pueda hacer política. Es preciso que se lleguen a acuerdos para
abrir un proceso constituyente, convocando un referéndum para la
activación del mismo, convocatoria de elecciones generales constituyentes,
que legitime a la nueva cámara en el debate y aprobación del nuevo texto,
que ha de someterse a Referéndum.
Para el colectivo constituyentes.org «El
poder constituyente es exclusivamente civil. Ningún poder constituido
(político, militar, eclesiástico, corporativo, financiero, etc.) participa
de un verdadero proceso constituyente si éste se entiende con libertad,
igualdad y fraternidad. Es un proceso en el que participan individuos de
manera personal o asociaciones civiles de individuos». En un proceso como
el que se señala, se abre la posibilidad de decidir sobre los derechos que
queremos reconocernos a nosotros mismos como ciudadanos y su grado de
vinculación a los poderes públicos. También sobre el diseño institucional:
poderes del Estado, su separación y su sometimiento al control ciudadano.
De igual forma sistema electoral, sobre la forma de gobierno, sobre la
articulación de la representatividad, sobre los cauces de participación
directa de la ciudadanía en la toma de decisiones, etc.
El proceso constituyente debe contar con la izquierda ideológica ya
organizada, como con las otras fuerzas que se sumen a la iniciativa, a
través de partidos y movimientos sociales, con el conjunto de la
ciudadanía politizada o no: con las personas afectadas por la crisis o los
excluidos del Sistema. El tejido social existente unido, la sociedad
organizada, individuos, naciones y pueblos, aunando esfuerzos, necesidades
y anhelos, sin imponer debate de máximos, dando respuestas posibles y
soluciones reales.
La monarquía, que es un símbolo, se contradice y está muy alejada de los
principios constitucionales de igualdad ante la ley y de igualdad de
oportunidades. El acceso a la Jefatura del Estado, como a cualquier otro
órgano de representación, no puede tener carácter hereditario, sino
sometido a la libre y democrática elección ciudadana. La monarquía,
heredera del régimen de Franco, cumplió su papel durante la Transición a
la democracia; la persona del rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad, no tiene competencias políticas, y su representación
carece de efectividad. Ha llegado la hora de establecer un estado
republicano.
Uno de los problemas históricos españoles y sin resolver todavía, fuente
de permanentes conflictos, es el territorial. Las diferentes señas de
identidad, históricas y culturales, la multiculturalidad y la diversidad,
son valores inestimables que enriquecen nuestra propia identidad común y
así tiene que reconocerse y permitir su propio desarrollo. Estos hechos
tienen que quedar plasmados en la Constitución, en el marco de un estado
federal —sin cerrar la posibilidad de otros modelos—, que junto con el
derecho a decidir libremente, queden clarificadas las competencias; que se
fije un modelo fiscal y se establezcan mecanismos de cooperación. Un
modelo que venga a dar estabilidad política, que sea viable económicamente
y justo socialmente. Por todo, es necesario, también, reformar el Senado,
para darle verdadera naturaleza de cámara de representación territorial.
La Constitución declara que «Ninguna confesión tendrá carácter estatal».
No es que sea insuficiente, sino que no es aconfesional aparentemente. En
un estado verdaderamente laico, se ha de dar una efectiva y real
separación entre el estado y la iglesia, así como no financiar, con fondos
públicos, ni a la iglesia católica, ni a ninguna otra. La religión tiene
que salir de la escuela pública; y todo esto tiene que quedar plasmado en
la reforma que se propone. Además el Concordato y acuerdos con el Vaticano
deben derogarse, y las relaciones (y acuerdos, si los hubiera) enmarcarse
en el ámbito de reciprocidad y de las relaciones diplomáticas entre
estados soberanos.
El sistema electoral está impidiendo que una buena parte de formaciones
políticas accedan a las instituciones representativas, favoreciendo el
bipartidismo (esa fue la voluntad de los constituyentes y así se vienen
cumpliendo). Ahora es preciso abordar una reforma inicial de la Ley
electoral con medidas como listas desbloqueadas o la eliminación de la
barrera electoral del 3%. No deben salir favorecidos los partidos de
ámbito autonómico, que se presentan en limitadas circunscripciones, en
detrimento de otras formaciones de ámbito estatal. La Ley d’Hont, que
prima a los partidos más votados, penalizando a los que menos, debe
cambiarse por otras normas que garanticen la proporcionalidad y equidad
del voto y la igualdad de oportunidades para todas las opciones políticas
y ciudadanas.
Es necesario establecer una nueva Constitución, tras el proceso
constituyente, para garantizar y favorecer la mayor participación
ciudadana en el gobierno estatal, autonómico y municipal, mediante todo
tipo de medidas posibles, como iniciativas legislativas populares,
referéndum o votación on-line, en un marco de responsabilidad y de
transparencia en el sector público, institucional y político, que
reconozca, como bien de dominio público, toda la información generada o en
poder de entidades de titularidad, funciones o capital público.
El proceso constituyente debe avanzar en la creación de un estado federal,
laico y republicano, basado en la transparencia y una mayor participación
social. Deben establecerse mecanismos de control y blindaje del sistema
público de pensiones. De la misma manera hay que blindar el sistema
público de salud, las prestaciones sociales para dependientes y la
educación pública y «plantar cara», con todo, democráticamente a los
«poderes económicos no democráticos».
Un proceso constituyente, como el que propone el colectivo
constituyentes.org, partiendo del origen de la democracia, tiene como fin
crear una nueva constitución adaptada a las necesidades actuales de la
población, como única forma pacífica de hacer una verdadera revolución
democrática, que rearticule el diseño institucional del Estado y la forma
de gobierno para someterlos a la voluntad popular.
Sabemos que una nueva constitución, no va a resolver ni la crisis
económica y financiera, ni va a quitar la angustia a la ciudadanía que la
está padeciendo, pero va a ofrecer al pueblo instrumentos para que
participe activamente en los asuntos de sus intereses de forma directa y a
través de representantes legítimos.
Tengo mis dudas de que hoy se de la voluntad de acuerdo y de consenso que
existió para la Constitución de 1978. Pero si se que hay un clamor sobre
la necesidad de una nueva Constitución y a ese clamor me apunto, que venga
a dar un impulso democrático a las decisiones políticas e incorpore las
nuevas voluntades. Con sus defectos y errores, con los miedos y anhelos de
la mayoría entonces, la actual Constitución superó el transito a la
democracia un día, pero las personas de hoy menores de 52 años no
participaron en el proceso de 1978. Todo ha cambiado y poco tiene que ver
con lo de ayer. Los jóvenes de hoy, tienen derecho a organizar su futuro,
de acuerdo con sus necesidades y anhelos y construir un modelo nuevo para
su propio futuro.
Nota: Ver semana
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