Con la llamada Transición se pasaba de la dictadura del general Franco
—que duró treinta y seis años—, a la monarquía de Juan Carlos, capitán
general de los ejércitos, que ha durado treinta y nueve. Desde el
derrocamiento de la República, los españoles no hemos dejado de estar
gobernados por militares y seguimos estándolo. El nuevo rey fue
proclamado, en un acto civil, con uniforme de almirante general de la
armada. Démosle tiempo, pero mucho me temo que todo seguirá siendo
igual si no abre un Proceso Constituyente, que legitime un nuevo
modelo de Estado para la convivencia del futuro; libre de ataduras y
controlado por la ciudadanía crítica, responsable y participativa.
En 1975 murió Franco y supuestamente quedaba atrás un régimen sin
derechos, de represión de las libertades y de persecución de todo
cuanto no fuese fidelidad a lo que llamaban principios del movimiento
nacional, jurados por el entonces príncipe de España Juan Carlos de
Borbón —heredero de Franco a título de rey—. El régimen dictador se
estableció, después de un golpe de estado contra la democracia, una
guerra civil y una rígida dictadura que duró hasta 1978. Pero la
estructura de poder quedó intacta y nunca se produjo una auténtica
ruptura. La llamada oposición democrática que pedía «ruptura», se
conformó con la reforma; y quienes querían «reforma», retornaron a sus
cavernas. La policía, los jueces y militares, pilares de la represión,
continuaron en sus puestos. Viendo aquellos acontecimientos, lejanos
ya en la memoria, llego a pensar que los miembros de la oposición al
régimen, fueron tan solo invitados en el proceso; y los propios
franquistas, quienes diseñaron el cambio, para que poco o nada
cambiara. Los ciudadanos fuimos espectadores de una película en blanco
y negro y sin subtítulos.
El proceso comenzó mucho antes de la muerte de Franco (20 de noviembre
de 1975), desde dentro del propio régimen y con el control de Estados
Unidos, al considerar a España zona de primer orden estratégico.
Prefirió un régimen anticomunista —aun con dictador amigo—, que otro
más conflictivo que defendiera las libertades, por muy alejado que
estuviera de la Soviet Unión. Militares, el propio rey, altos jerarcas
del régimen, incluso algunos encuadrados en la oposición democrática,
de buena fe o por interés propio, colaborando con agencias
extranjeras, contribuyeron a lo que ha sido desde entonces el modelo
español y ahora siguen en el empeño.
Decir que durante este tiempo nada ha cambiado, sería cuanto menos
incierto. La foto fija de la época, muestra una sociedad empobrecida y
triste, en donde la miseria era lo normal entre la población que no
estuviera cerca del poder. Otra cosa es que el gobierno de Rajoy, fiel
representante de la rancia derecha española, con sus políticas
antisociales y represivas, nos quiera llevar a épocas anteriores a la
que hoy rememoro.
Todo quedó atado y bien atado y hoy sufrimos las consecuencias de
aquel «consenso» que no puede durar eternamente. El rey era la cabeza
visible de aquel proyecto y ha abdicado, entre otras cosas, porque a
su hija Cristina la van a imputar por supuestos delitos de corrupción,
de los que era conocedor, y por activa o pasiva está implicado. Otras
razones serían: la falta de transparencia, la opacidad, los viajes a
las monarquías del Golfo, las comisiones, la supuesta fortuna, los
elefantes muertos, los resultados del 25M, las presiones
internacionales o quizás por todo, el régimen ha muerto.
En 1978 se nos metió el miedo en el cuerpo, con los fantasmas de la
involución, doblegando nuestras ansias de libertad: Si no votas la
Constitución que proponemos, volverán a sacar los tanques a la calle y
darán un golpe de estado. La mayoría, formándonos como ciudadanos,
dejando de ser súbditos, ante tan «atractiva» alternativa, votamos SI.
Se nos coló la monarquía de «rondón», que es lo que pretendían. Hoy,
cuando algunos pedimos que se abra un Proceso Constituyente, tras
tantos años de «estabilidad» del nuevo régimen, se nos reprocha: ¿si
no queríais la monarquía, por qué la votasteis en 1978? La pescadilla
manipuladora que se muerde la cola.
La soberanía del pueblo, está secuestrada. La mayoría del pueblo
soberano está en paro, sometidos a una crisis económica que nunca
provocaron, viendo como las instituciones del Estado, que
supuestamente deberían representar los intereses generales, solo
benefician a los poderosos. «El Padrino» sabía bien como hacerlo,
diseñó el modelo: Todo para mí y mi famiglia por encima de todo; lo
que sobre para quién tenga las agallas para hacerse con ello. Más o
menos lo que hace Rajoy: todo para mi y los míos.
Sin entrar a analizar el discurso del rey Felipe, que tiempo habrá
para ello, tengo en la retina una imagen que puede marcar el próximo
futuro. En el acto cortesano de humillación llamado «besa manos»,
quienes besan la mano —anillo— del cardenal Rouco, son los nuevos
reyes; sumisos y postrados reverencialmente. El primer viaje oficial,
será al Vaticano, después de la misa oficiada por el cardenal en la
intimidad familiar de la Zarzuela. Todo muy moderno y racional.
Empiezan bien. De los cien días de confianza, ya han agotado cuatro.
En mi memoria la cita real solemne «En una España unida y
diversa cabemos todos». Y no es así. Mientras la pronunciaba, la
policía del régimen, ejercía la represión contra los derechos
fundamentales de libertad de expresión y manifestación y contra
quienes, legítimamente, reclamaban, de forma pacífica, una Republica.
Los republicanos no cabemos, ni todos somos iguales. El primer acto
público de los reyes, ha sido recibir a las asociaciones de víctimas
del terrorismo, que está bien; olvidando a las víctimas del
franquismo, que piden justicia, reparación, reconocimiento, respeto y
la consideración del gobierno y de las instituciones.
El régimen que trajo la Transición ha fracasado. La Constitución está
obsoleta y no resuelve ninguno de los problemas históricos de España.
La mayoría social está dando la espalda a la clase política, a las
instituciones y a la Constitución misma, porque sus principios y
valores se quedan en meras declaraciones sin contenido; sus preceptos
no se cumplen o se interpretan de forma restrictiva, limitando
derechos fundamentales, eliminando los sociales y entorpeciendo el
ejercicio de las libertades públicas.
No proceden nuevos pactos de Estado, ni consensos sagrados que nos
lleven a otras transiciones, para el mantenimiento de privilegios y
prebendas. Con aquellos mimbres estamos inmersos en este cesto. Todo
debe pasar por un Proceso Constituyente, que establezca un nuevo
modelo, con la máxima participación social y control ciudadano.
Cabría una moraleja: si quieres que todo sea como tú quieres que sea,
proponlo y vótalo, sin intermediarios. No dejes tu decisión en manos
delegadas. Siempre es mejor un ciudadan@ un voto, que un voto
delegado, que quién lo ostente pueda hacer de su capa un sayo, a su
conveniencia, olvidando el compromiso contraído, si lo hubo. También
vale para los militantes de aquellos partidos políticos que están en
la dialéctica de mejor organizarse, para mejor representar y mejor
hacer. Una persona un voto responsable. |