En estos días,
Palestina está de actualidad. Muchas cosas se cuentan sobre algo que
supuestamente ocurrió hace años. Nacimiento, vida ejemplar, pasión, muerte
y «resurrección». Demasiados detalles sobre acontecimientos
«inexplicables» que nadie vio, transmitidos de boca a boca y de forma
interesada. Menos se habla de la Palestina de hoy, sometida a la dictadura
de la guerra sin cuartel por el Estado de Israel.
No voy a referirme
a la vida del llamado Jesús, que algunos consideran hijo de dios. Ningún
escrito, sobre el personaje y su vida, son contados por alguien que le
conociera. El ambiente cultural de los escritos de la época era simbólico
y su modo, más o menos poético, simulado. Desde entonces y hasta hoy,
faraones, reyes, emperadores y dictadores, han moldeado la historia a su
acomodo por el poder y la gloria. La Biblia ha sido un «best seller». Que
decir de la manipulación que ha ejercido la iglesia —que se alza como
representante del dios vengativo en la Tierra—, para controlar almas y
haciendas en beneficio propio, hasta matar para «salvarles». Si el
«nacido» en Nazaret vivió, debió representar a los desposeídos, defender
la justicia y luchar contra la opresión. Todo muy alejado de los actos de
la organización que dice representarle.
No voy a referirme
al personaje «histórico», porque no creo en que existiera y mucho menos
que fuera hijo de «dios». No creo en ningún ser sobrehumano, ni
sobrenatural, que controle los destinos de los seres vivos y muertos aquí
en la Tierra, ni fuera de ella, que imparta castigo y justicia divina. No
creo en dios ni en sus actos ni en sus obras ni en su historia ni en su
hijo que resucitó ni en su madre que ascendió a los cielos ni en todos los
santos ni en ninguna paloma santa que bajó como llama ardiente; dicho con
todos los respetos hacia los que dicen creer en ello.
Me voy a referir al pueblo palestino que hoy sigue sufriendo. Después de
66 años, sigue sometido a los designios del Estado judío de Israel. Hace
más de dos mil años, quien estaba sometido al Imperio Romano era el
pueblo judío. Roma ejercía su poder a través de un gobernador, quien
exigía tributos para el mantenimiento de las tropas de ocupación y envío
de remesas a la cosmópolis romana. Lo sobrante, como dicen en la vida de
Brian, era para el «alcantarillado, la sanidad, la enseñanza, el vino, el
orden público, la irrigación, las carreteras y los baños públicos». Hoy es
el Estado de Israel quien somete, a fuego, al pueblo palestino. Siento
dolor y vergüenza por ello.
Mucho ha sucedido
desde que Naciones Unidas aprobase el Plan para la partición de Palestina
en 1947. Con supuesta buena fe, se pretendía dar respuesta al conflicto
entre árabes y judíos en Palestina. La presión de la comunidad judía
internacional y la mala conciencia de los actores —por no haber hecho todo
lo necesario para parar y evitar el Holocausto judío, cuando todavía era
posible—, hicieron que el plan fracasara; como todos los acuerdos, pactos
y hojas de ruta, desde entonces. Se apoyó a los judís y se dejó en el
desamparo a los palestinos. En algún momento tiene esto que finalizar.
Hoy
Palestina es protagonista, no por los sucesos de hace más de dos mil años,
ni por la partición de 1947, sino porque es un nuevo miembro de la Corte
Penal Internacional, que solicitó en diciembre pasado.
El presidente de la Autoridad Nacional Palestina Abu Mazen, abrió la vía
de la justicia internacional, para denunciar los
«crímenes de guerra» cometidos por Israel en los territorios ocupados, en
la guerra de 1967. Con el apoyo de EEUU, Israel pidió al organismo, que
rechazase la petición, porque «la Autoridad Palestina no es un Estado».
Pero todo ha sido en vano. El Estado palestino es el miembro 123 de la
CPI. Ahora existe la posibilidad de que se juzguen los crímenes de
guerra cometidos en los territorios palestinos ocupados. Lo veremos.
En la Guerra de
los Seis Días en 1967, Israel conquistó la Franja de Gaza, Cisjordania,
Jerusalén Este, la península del Sinaí y los Altos del Golán en Siria. La
guerra de «Yom Kipur» en 1973, fue iniciada por Egipto y Siria, para
recuperar los territorios ocupados en los Seis Días, pero no lo
consiguieron. Después de tantas operaciones militares, «intifadas»,
ataques indiscriminados, innumerables resoluciones de la ONU, conferencias
internacionales, acuerdos y pactos, las principales cuestiones siguen
pendientes: la soberanía de la Franja de Gaza y Cisjordania; la formación
un estado palestino; el estatus de la parte oriental de Jerusalén, Altos
del Golán y Granjas de Shebaa; el destino de los asentamientos israelíes;
y la situación de los refugiados palestinos. Israel, sistemáticamente ha
incumplido todo.
Gaza sigue asediada. 1.500.000 de personas
permanecen encerrados, en un territorio de 365 Km2. Confinados entre
muros, la mayor prisión del mundo. Los ataques por tierra, mar y aire, no
discriminan objetivos militares de los civiles. Los palestinos son
considerados combatientes; los niños y las mujeres también. Los bombardeos
se han cebado con ellos. Son los «daños colaterales». Son crímenes de
guerra, cometidos por un Estado, que dice hacerlo en su defensa. El
presidente Obama, apoya esa conclusión.
La partición de la
zona en dos estados, no contentó a ninguna de las partes. La Liga Árabe
aprobó otra resolución que rechazó frontalmente la de la ONU, en la que
advertía que, para evitar la ejecución del plan de partición, emplearía
todos los medios a su alcance. Reino Unido abandonó Palestina el 15 de
mayo de 1948, un día después de que David Ben Gurión declarase la
independencia de Israel. Todo fue un desastre. Una historia sin fin, que
ha dejado a su paso demasiadas muertes.
Por aquel
entonces, los judíos celebraron la independencia y la creación del Estado
judío, pero criticaron el plan, que dividía en tres zonas separadas el
territorio asignado; poco viable y de difícil defensa. Los líderes árabes
se opusieron al plan, por violar los derechos de la población árabe, que
representaba el 67% de la población total, criticando que el 45% de la
superficie de todo el país se adjudicaba al Estado judío, que representaba
tan solo el 33% de la población. Agravio sobre agravio.
El Gobierno
palestino pedirá en la CPI, que se investigue la operación «Margen
Protector», que Israel llevó a cabo contra Gaza
en 2014. La ofensiva fue aérea y marítima, con la utilización de drones
y enfrentamientos terrestres. Los bombardeos de artillería y aéreos,
produjeron una masacre de más de 2.000 muertos, miles de heridos y niños
discapacitados de por vida. Una destrucción masiva. También consiguió una
mayor expansión de los asentamientos. Israel quiere a los palestinos
muertos.
El gobierno
palestino, con la incorporación a la CPI, suma una victoria diplomática.
Con esta incorporación Palestina manifiesta su compromiso con la justicia,
la ley internacional y los derechos humanos. De otra parte pretenden
instar a la comunidad internacional a reconocer el Estado palestino de las
fronteras de 1967, con Jerusalén Este como su capital. Pero ahora lo
importante es «descubrir las prácticas y crímenes de la ocupación de
Israel». El ministro de Exteriores palestino señaló, que desde que
Palestina se conviertió en un Estado, incorporado al Estatuto de Roma, «el
mundo está cerca de poner fin a una larga era de impunidad e injusticia».
A su parecer el acuerdo acerca los objetivos compartidos de justicia y
paz.
Benjamín
Netanyahu ganó las pasadas elecciones, con la promesa de que en su mandato
«no
habría un Estado palestino», más tarde se
desdijo de lo dicho, sin que nadie le haya creído. Por su parte y como
siempre, EEUU, a través de la portavoz del Departamento de Estado Jen
Psaki, ha calificado la decisión palestina como «contraproducente», que
daña «la atmósfera necesaria para lograr la paz». La administración Obama,
no es la más indicada para hablar de paz en la zona,
cuando guerrea desde antes del mandato y durante su mandato. Veremos si
transige a las exigencias de Israel, ante los acuerdos con Irán, que
torpedea.
El pueblo
palestino sufre las consecuencias de la política internacional desde hace
demasiado tiempo.
La economía palestina está al borde del colapso.
Dejó de recibir más de 500 millones de dólares, por parte de Israel, lo
que llevó a la ANP, que administra Cisjordania, a reducir los sueldos de
casi todos sus empleados en un 40%. Israel hace una guerra total contra
Palestina. Ya había tomado medidas similares en 2006, 2007 y 2008,
haciendo que la economía en la zona dependiera de los donantes
internacionales, a quienes, por otro lado, pone todas las trabas posibles
para su gestión humanitaria.
Los
palestinos son reducidos a números y en el peor de los casos al olvido,
bajo la sospecha que siempre persigue a las víctimas: «algo habrán hecho».
Los crímenes se cometan con demasiada impunidad. Israel se ha convertido
en el árbitro moral: decide lo qué debe ocurrir y lo qué no es posible
hacer en Palestina; mientras sigue ocupando la tierra ocupada en la guerra
y en la paz. Pero no hay solución militar posible «porque
a pesar de todo, Palestina y los palestinos existen».
La única solución pasa por poner fin a la ocupación, a los asentamientos y
a la exclusión; por justicia.
«Palestina
es como Auschwitz», dijo José Saramago. Lo que
está pasando contra los palestinos, es un crimen contra la humanidad. Los
palestinos son víctimas de crímenes cometidos por el gobierno de Israel,
con el aplauso de su pueblo y el apoyo de EEUU. Todo sigue igual y «ha
llegado la hora de frenar a Israel», porque otro
Israel es posible, con Palestina siendo un Estado. Toca poner fin a esta
vergüenza de la humanidad.