El mes de
octubre
nos ha
traído una
serie de
revoluciones,
de
distinto
calado y
repercusiones
en la
historia.
Me refiero
a la
«Revolución
de
Octubre»
por
antonomasia,
la que
eliminó el
imperio de
los
Romanov y
propicio
el ascenso
al poder
soviético
hasta
1991.
También
destaco
nuestra
revolución
de
octubre,
la de
Asturies y
la
represión
política y
social que
se
produjo.
De otra
forma y
sin forzar
mucho la
idea, lo
que sucede
en
Catalunya,
con la
posible e
inminente
declaración
unilateral
de
independencia,
podríamos
entenderla
como su
revolución
o proceso
de
sedición.
La
revolución
rusa de
1917, que
este año
cumple un
siglo,
comenzó
con la
llegada de
Lenin al
liderazgo
de un
imperio en
transformación.
La primera
guerra
mundial
sometió a
tensiones
brutales a
la
sociedad
rusa y
provocó la
revolución,
que acabó
con la
autocracia
zarista,
transformándose
en una
república
federal
socialista;
una
sociedad
de
campesinos
empobrecidos
se elevó a
la
condición
de gran
potencia
industrial.
La
economía
fue
centralizada
por el
Estado y
el poder
político
quedó en
manos del
Politburó,
estableciéndose
uno de los
regímenes
totalitarios
del siglo
XX, hasta
finales de
década de
1980,
cuando
Mijaíl
Gorbachov,
trató de
reformar
el Estado
con la
perestroika
y glásnost,
por salvar
a la URSS
de una
grave
crisis
social,
económica
y
política,
provocándose
finalmente
la
desintegración
en 1991.
El
fracasado
levantamiento
que siguió
a la
guerra
ruso-japonesa
de 1905,
trajo la
Revolución
de Octubre
de 1917.
Todo
comenzó el
«domingo
sangriento»
el 9 de
enero (22
del
calendario
actual) en
San
Petersburgo
(después
llamada
Leningrado),
cuando
140.000
hombres,
mujeres y
niños, la
mayoría
campesinos,
se
manifestaron
ante el
Palacio de
Invierno.
Demandaban
una
asamblea
constituyente,
reducción
de la
jornada
laboral a
8 horas y
un salario
mínimo
diario de
un rublo.
La
manifestación
se
desarrollaba
ordenadamente,
portaban
iconos y
entonando
el himno
«Dios
salve al
zar». La
represión
a los
manifestantes
desarmados
dejó
cientos de
muertos y
miles de
heridos.
Lo
sucedido
indignó a
millones
de
trabajadores
que se
declararon
en huelga
y en
muchas
ciudades
brotaron
consejos
locales
del pueblo
(soviets).
La
reacción
del zar
fue
despiadada.
Al
principio
buscó el
apoyo
popular de
los
soviets,
luego
arrestó en
masa al
Soviet de
San
Petersburgo
y aplastó
un
levantamiento
armado en
Moscú.
Intentó
pacificar
Rusia con
El
Manifiesto
de Octubre
(Decreto
Imperial
de 30 de
octubre de
1905), que
concedía a
la
población
la
libertad
civil,
«establecía
la
inviolabilidad
personal,
las
libertades
de
conciencia,
de reunión
y de
asociación».
Y
declaraba
no
obstaculizar
las
elecciones
a la Duma
Imperial,
estableciendo
que
«cualquier
ley no
será
efectiva
sin la
sanción de
la Duma».
Lenin fue
el
artífice
de la
revolución.
Adaptó la
tesis de
Marx a la
realidad
rusa,
y organizó
las bases
del
Estado. En
abril de
1917,
Vladimir
Ilyich
Ulyanov
llegó a
Rusia de
incógnito
desde
Finlandia.
El líder
bolchevique
llevaba
tres
demandas:
«El final
de la
guerra;
Toda la
tierra
para los
campesinos;
Todo el
poder para
los
soviets».
El zar
había
abandonado
el trono,
víctima de
su propia
política y
Lenin
consideró
que era el
momento de
tomar el
poder. El
movimiento
obrero, en
nombre de
la paz y
el
socialismo
alcanzó la
victoria y
cumplió su
misión,
comenzando
la era de
la
Revolución
Socialista.
El
creciente
protagonismo
de los
consejos
locales,
creó en
Rusia una
dualidad
de
poderes:
el legal
del
Gobierno
Provisional;
y el real
de los
soviets
liderados
por Lenin.
La caída
del
Gobierno
Provisional
de
Kerensky
se consumó
tras el «Asalto
al Palacio
de
Invierno»
en San
Petersburgo
el 25 de
octubre de
1917. Los
soviets se
habían
apoderado
de los
puntos
estratégicos
de la
capital
(central
telefónica,
estaciones
de
ferrocarril,
edificios
oficiales).
El crucero
Aurora,
anclado en
el puerto,
bombardeó
el
palacio.
Se
constituyó
un Consejo
de
Comisarios
del
Pueblo,
formado
por
bolcheviques
y
presidido
por Lenin,
que
sustituyó
al
gobierno
derrocado.
La
revolución
soviética
comenzaba.
Los
vientos de
cambio que
soplaban
desde el
verano,
comenzaron
a
plasmarse
en poder
institucional.
Bolcheviques,
socialrevolucionarios
de
izquierda
y
mencheviques
internacionalistas
tomaron el
control de
los
diferentes
sóviets de
Petrogrado,
que el 25
de
septiembre,
eligió una
nueva
dirección
de
izquierda
radical, y
León
Trotski,
que había
salido de
la cárcel
el 4 de
septiembre,
se
convirtió
en su
presidente
En
noviembre,
los
bolcheviques
tenían el
control de
las
principales
ciudades
de la
región
industrial
del
centro,
norte y
este de
Moscú, en
los Urales,
en las
partes más
cercanas
al frente
y entre
los
marinos de
la flota
del
Báltico.
Derrotados
sus
adversarios
militares,
asegurados
los
principales
centros de
poder,
Lenin y
los
bolcheviques
pudieron
dedicarse
a temas
apremiantes:
conseguir
la paz,
atender a
las
reformas
radicales
que había
reclamado
el
movimiento
de los
sóviets y
reorganizar
el poder.
A la
revolución,
siguió una
cruenta
guerra
civil, en
la que las
potencias
occidentales
se
implicaron
para
frenar el
avance de
la
revolución
bolchevique.
La
desorganización
y desunión
de las
fuerzas
contrarrevolucionarias,
el poco o
nulo apoyo
social y
la
capacidad
del
ejército
bolchevique
que
lideraba
Trotsky,
acabó por
darles la
victoria.
Tras
tantas
batallas
(Primera
Guerra
Mundial,
Revolución
rusa y
guerra
civil), la
pobreza
hizo acto
de
presencia.
La
producción
agrícola
había
caído
desde el
principio
de la
Primera
Gran
Guerra un
60%; la
industrial
estaba a
un 15% de
su
rendimiento
y el
hambre se
expandía
por todo
el
territorio.
El país
necesitaba
medidas
económicas
capaces de
levantar
la
economía y
estimular
la
actividad
industrial
y
agrícola.
Ante la
difícil
situación
económica,
Lenin
aplica
unas leyes
conocidas
como
Nueva
Política
Económica
(NEP). La
revolución
había
logrado
sobrevivir,
pero a
costa de
un enorme
coste. La
emigración
al campo y
el
despoblamiento
de las
ciudades
era
galopante
y el nivel
de vida de
la
población
estaba
bajo
mínimos.
El
invierno
de 1920 y
1921 se
caracterizó
por su
extremada
dureza y
junto al
hambre
causaron
más de dos
millones
de
muertos.
La
rebelión
de la
guarnición
de la
fortaleza
de
Kronstadt
(Báltico),
descontenta
con la
situación
económica
y política
imperante,
supuso un
serio
aviso para
los
bolcheviques,
cuyos
líderes
vieron
necesario
un cambio
de
tendencia.
La NEP
constituía
un sistema
transitorio
y mixto,
un
«obligado
paso
atrás» en
el que la
economía
permanecería
bajo la
dirección
y
planificación
del
Estado,
secundada
por la
iniciativa
privada.
Cesaron
las
incautaciones
de granos
a los
agricultores
y se les
concedió
la
libertad
de
cultivar y
vender
libremente,
después de
aportar
una cuota
obligatoria
al Estado.
Se
flexibilizaron
las
relaciones
laborales.
Se
contrataron
técnicos
extranjeros
y se
permitió
la
propiedad
privada de
pequeñas y
medianas
empresas.
El Estado
mantuvo
bajo su
control
los
transportes,
el
comercio
exterior,
la banca y
las
grandes
empresas.
La NEP
sobrevivió
a Lenin,
hasta que
Stalin
puso fin
al Sistema
en
1928-1929,
siendo
sustituido
por la «estatalización»
de la
economía.
La
diversidad
en el seno
del
partido
bolchevique
quedó
restringida
a una sola
línea
oficial y
los
partidos y
organizaciones
políticas
quedaron
abolidos.
La URSS
quedó
constituida
en
diciembre
de 1922
como una
federación
de
repúblicas
socialistas
soviéticas
integrada
por Rusia,
Ucrania,
Bieolorusia
y
Transcaucasia
(Georgia,
Azerbaiyán
y Armenia)
con
capital en
Moscú. En
1924 se
adhirieron
Uzbekistán,
Turkmenistán
y
Kirguistán
y en 1929
Tadzikistán.
Se trataba
de un
Estado
plurinacional
y
multiétnico,
regido por
el PCUS
como
partido
único. El
Soviet
Supremo
era el
órgano
legislativo
y elegía
al
Presidium,
cuyo
presidente
era el
jefe del
Estado.
Lo que
pudo haber
sido un
modelo a
implantar
universalmente,
quedó
marcado
por el
pasado de
Stalin,
los campos
de
concentración
y el KGB.
Por el
contrario
se
produjeron
logros
espectaculares.
Las leyes
reconocían
el valor
del
trabajo y
la
capacidad
de la
mujer con
las mismas
oportunidades
laborales.
Los
ciudadanos
no eran
dueños de
los bienes
materiales,
a cambio,
contaban
con una
gran red
de
transporte
público
eficiente
y de
calidad.
Desde el
primer
momento,
la
educación
fue una
pieza
fundamental
y de
calidad,
garantizada
para todos
y sin
discriminación.
La salud
fue un
derecho,
quedando
cubiertos
la mayoría
de
procedimientos
y
medicamentos.
Especialmente
importantes
fueron las
políticas
de
vacunación
y de
desarrollo
de la
salud
infantil.
Las ideas
políticas
provocaron
que la
URRS
ayudara a
muchos
países en
vías de
desarrollo
con el
objetivo
de que se
enfrentaran
a la
ocupación
colonial y
se
consolidasen
como
estados
independientes.
Destinó
mucho
tiempo y
dinero a
proyectos
de
cooperación
que les
permitiera
establecer
ayudas y
relaciones
diplomáticas.
La
Revolución
de Octubre
fue desde
su primer
momento un
referente
del
movimiento
obrero
internacional
e
internacionalista
y de las
organizaciones
socialistas
que no
claudicaron
al
belicismo
y las
ansias de
conquista
de los
poderosos. El
criterio
para
valorar
los hechos
históricos,
debería
ser por la
bondad o
maldad de
su esencia.
Y la
esencia de
la
Revolución
Socialista
fue
mejorar la
suerte de
los parias
de la
tierra.
Un 25 de
diciembre
de 1991,
Gorbachov
anunció en
un
discurso
televisado
el fin de
la Unión
de
Repúblicas
Socialistas
Soviéticas.
Se
disolvía
entre
asombro y
escepticismo.
Un coloso
que
parecía
eterno llegaba
a su fin.
La bandera
roja fue
arriada en
el Kremlin
e izada la
tricolor
de Rusia.
También en
España
tuvimos
nuestras
revoluciones,
en los
años 1917
y 1934.
Pero los
acontecimientos
que se
vivieron
en
Asturias
en 1934,
merecen un
capítulo
aparte.
Continuará…