Abandoné la militancia en el Partido Socialista Obrero Español
hace unos años, después de treinta; aunque nunca la militancia
socialista por la igualdad, la justicia social y la solidaridad.
Desde que conocí estas ideas, enseguida me di cuenta que era algo
por lo que merecía la pena luchar y ha perecido la pena.
La
justicia social, la desigualdad y la solidaridad, fueron demandas
del Partido de Pablo Iglesias y transcurridos más de cien años, en
lo esencial, deben seguir siéndolo. Proclamas y reivindicaciones
vigentes, para el mayor bienestar y dignidad de las personas. Por
aquel entonces se consideraba que la sociedad era injusta, porque
dividía a sus miembros en clases desiguales y antagónicas: los
dominantes y los dominados. Los que lo tienen todo, recursos,
dinero y poder; y los que nada tienen, salvo su fuerza vital para
trabajar. Los privilegios de la burguesía estaban garantizados por
el poder político y económico, del cual se valía para dominar a
los trabajadores. Por superar estas contradicciones comenzó la
lucha de los socialistas decimonónicos. Aquel análisis, vale para
hoy. Las clases sociales siguen existiendo y la lucha necesaria.
Cuando
todo iba consiguiéndose y superándose lentamente, durante la
Segunda República, llegó la guerra y con ella, la oscura noche de
la dictadura. Muerte, dolor, exilio y sufrimiento para tantos
compañeros y compañeras, que posiblemente no entenderían hoy la
situación por la que atraviesa el Partido; sin un norte ideológico
claro, o si lo tiene, peor todavía.
La
historia del PSOE es larga en debates sobre ideas, estrategias y
objetivos. En el Congreso de Suresnes (1974) comenzó el cambio de
orientación política e ideológica, de la edad moderna del Partido;
donde se acordó adaptar la idea y la acción a la lucha por la
democracia y las libertades desde el interior. En el XVIII
Congreso (1979), con aquel «hay que ser socialistas antes que
marxistas» de Felipe González (y su maniobra de dimisión como
secretario general), continuó la revisión ideológica y ya no se ha
parado. Aquel día, que por cierto estaba yo en el servicio de
orden, entendí lo que significaba aquel discurso: vaciarse, soltar
lastre, entregar el método, la forma de la acción y algunos
objetivos históricos, por el reconocimiento internacional.
Durante
la Transición a la democracia, el Partido y su siempre leal y
responsable política de Estado, entendió que lo primero era lo
primero y por tanto prioritario. Con ello se volvió a perder algún
que otro principio ideológico y seña de identidad: hay que ser
socialista antes que marxista y además sin República y con
monarquía.
Con los
primeros gobiernos socialistas, todo fue diferente. Desaparecida
supuestamente la lucha de clases, comenzó el avance hacia el
bienestar: educación para todos, sanidad universal, prestaciones y
derechos sociales; cultura, inversiones, hospitales y carreteras.
Parece que podíamos convivir con el «capitalismo». El objetivo: la
construcción del Estado del Bienestar, poco a poco, todo se fue
frustrando. El bienestar con democracia, no era lo mismo que el
socialismo democrático; el capitalismo estaba intacto y la
ideología socialista en venta.
Y llegamos al estado actual. La ciudadanía
se aleja de la política y entiende que los políticos son el cuarto
principal problema de España. El pesimismo está instalado en
cuanto a la situación económica y la coyuntura política, según el
último barómetro del CIS. Para el 62,1%
de la población la situación económica en «mala o muy mala» y para
el 66,8% es «mala o muy mala» la situación política y con pocas
esperanzas en el futuro. El 42,8% considera que dentro de un año
la economía estará igual y para el 21,7% estará todavía peor.
Sobre la coyuntura política la percepción de futuro es peor para
el 47,8% y seguirá igual para el 23,6%.
Los votos han dado el poder a la derecha más
reaccionaria. Los electores han dado la espalda al partido
socialista y el partido se ha ido olvidando de sus votantes de
siempre. La derecha tiene todo el poder y está haciendo uso de él
para acometer reformas estructurales que han desvirtuado el propio
Estado social y democrático de Derecho, así como bloquear las
iniciativas progresistas que se presentan en el Congreso. Pese a
que el Gobierno suspende estrepitosamente por su posición frente a
la corrupción, la respuesta dada a la crisis de los refugiados y
al procés soberanista en Catalunya, en la última encuesta
publicada por El País, el PSOE
se deja 3,7% de los votos con respecto a los malos resultados del
26-J, no se esperan avances y más parece
que está invernando. Ante su desastrosa situación, el PSOE sigue
facilitando el gobierno a Rajoy; hace una política a la zaga de la
derecha, dicen que por responsabilidad.
No
conozco los debates internos del PSOE previos al nuevo Congreso;
solo las luchas por el poder que se observan a simple vista. Ni la
una ni el otro ni el de más allá parece que tienen grandes
propuestas estratégicas e ideológicas que abran nuevas alamedas.
Ha habido demasiada renovación en la historia reciente del Partido
que tiene que enfrentarse con su realidad ideológica y política,
con las políticas hechas y valorar si esas políticas han sido las
causas del alejamiento y el descenso del apoyo electoral y el
rechazo social; y rectificar en el modo de ser y actuar para el
futuro.
Decía
en el año 2012 en mi artículo «Algo por lo que merece la pena
luchar» (y hoy no quito ni una coma), que los socialistas tienen
que hacer una oposición seria y contundente, en un frente amplio
de izquierdas; enfrentarse y dar respuestas a los nuevos retos que
la sociedad demanda; dotarse de una organización fuerte, sólida y
participativa, en la que la opinión de las bases sean tenidas en
cuenta; leal con las ideas, principios y valores socialistas de
siempre; representar los intereses de quienes tienen que trabajar
para poder vivir y a los más necesitados socialmente; presentar un
modelo social diferente y alternativo, por una sociedad justa, en
la que la igualdad sea una realidad y la solidaridad una forma de
ser y actuar. Tiene que recuperar la ideología socialista, con
todas las consecuencias, como fondo y forma de hacer política.
Hoy no milito en el Partido ni en ningún
otro y porque soy socialista me he impuesto luchar y difundir los
valores y principios que identifican la justicia social, la
igualdad y solidaridad, en una república laica y federal. La lucha
sigue siendo necesaria. «Perder
la esperanza no es una opción»
(Recomiendo encarecidamente la entrevista a Bernie Sanders)