Se cumplen 82 años del inicio de la Guerra
Civil. Un acontecimiento que, a pesar del tiempo transcurrido, tiene
gran trascendencia en la vida política y social española. No es por
nostalgia, porque yo no había nacido. Es por hacer un ejercicio de
memoria histórica. Todos los miembros de mi familia que vivieron
aquellos acontecimientos han fallecido de muerte natural;
salvo mis abuelos paternos, que fueron pasados por las armas de Franco,
ante un paredón en Toledo.
Las elecciones celebradas el 16 de febrero de
1936 dieron la victoria al Frente Popular, constituido por los
principales partidos republicanos y de izquierda. Entre los
objetivos del gobierno del Frente Popular,
estaban los del primer gobierno de la República en 1931, que pretendió
modernizar el país y promover la justicia social. Portela Valladares,
reconociendo la victoria del FP y entregó el poder a los vencedores
legítimos, dando paso a un Gobierno presidido por Manuel Azaña. La
situación en España cada vez era más tensa y se reflejaba en las
discusiones de las Cortes. El 12 de julio fue
asesinado el teniente Castillo por grupos
armados de la derecha y al día siguiente, el
diputado ultraderechista Calvo Sotelo, en
una camioneta de la Guardia de Asalto.
Los días 17 y 18 de julio, estalló la
sublevación militar en Marruecos. El 17,
la insurrección militar se inició en Melilla
y se extendió al conjunto del protectorado de Marruecos. El 18 y 19,
el golpe se extendió por la península y los archipiélagos. El golpe
triunfó en Galicia, Castilla y León, Navarra, con el general Mola en
Pamplona; Andalucía Occidental, con Queipo de Llano en Sevilla,
Baleares, excepto Menorca, con el general Goded. En Canarias, Franco,
tras asegurar el triunfo del golpe en el archipiélago, se desplazó a
Marruecos para ponerse al frente del ejército de África.
Fracasó en
Asturias, Cantabria y parte del País Vasco, donde el PNV colaboró con
la República. Madrid, Cataluña, Levante, Castilla la Mancha, Murcia y
la zona oriental de Andalucía. Los fracasos más graves tuvieron lugar
en Madrid, donde el presidente Giral entregó armas a las milicias
obreras. También en Barcelona, donde la colaboración de los obreros de
la CNT con la Guardia Civil y la Guardia de Asalto abortó la
insurrección. En general, la sublevación no tuvo apenas respaldo
popular y se basó en las fuerzas militares insurrectas. La capacidad
de movilización obrera y el papel de la Guardia Civil fueron claves
para el resultado final del golpe en cada zona del país.
Ángel Viñas
desmonta los mitos del 18 de julio. Viene a
dar respuesta al revisionismo histórico que hace la derecha, para
descalificar a la República y legitimar la «rebelión». La fecha de
inicio del golpe, nada tuvo que ver con el asesinato de Calvo Sotelo.
Todo estaba previsto con antelación y estaba ligada a los contratos de
compra de armas y al apoyo fascista prometido. El golpe «no pretendía
acabar con ninguna insurrección armada en marcha», sino eliminar las
reformas abordadas por los gobiernos, durante el primer bienio
republicano (agraria y laboral, militar y de la enseñanza), que los
gobiernos del FP habían retomado. Ninguna organización republicana u
obrera tenía el propósito de subvertir el orden constitucional y no
había en marcha ninguna intervención de la Komintern, ni de la URSS en
España. La política de Stalin.
Antes del
golpe, no había un estado de violencia revolucionaria o de terror
rojo, no había ninguna dinámica de exterminio ni de liquidación de los
enemigos de clase y no se asesinaba a las gentes de orden. La
República no fue un fracaso que conducía inexorablemente a una guerra,
sino que fue destruida por un golpe militar que, al contar con la
connivencia de un país extranjero y no triunfar en buena parte del
territorio y en Madrid, se encaminó automáticamente a una guerra
civil. Fue la sublevación quien colapsó la administración republicana.
Jorge M. Reverte en
Vicente Rojo. Historia de la guerra civil española
(2010), dice que «el plan de acción del golpe de estado, abarcaba
todos los sectores y actividades», como quedaría al descubierto en las
primeras horas de la rebelión. Comprendía una acción de fuerza
militar, realizada desde diferentes puntos de España y África; una
acción social, que debía poner en juego a la banca, judicatura,
industria y grupos políticos de acción y violencia; y por último una
dirección, que habría de coordinar todos los resortes conectados:
ayuda diplomática, financiera, armamento y personal voluntario; todo
al grito de ¡Viva la República! y la bandera tricolor como enseña.
Las
pretensiones de cada estamento rebelde, consistía en la defensa de sus
propios intereses: la aristocracia, pretendía la conservación del
rango y los privilegios; los capitalistas, la libertad de explotación
de los trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la
iglesia, la anulación de las disposiciones que habían mermado sus
fueros; los terratenientes e industriales, impedir la reforma agraria
y la intervención obrera en las empresas; la prensa de derechas, el
derecho a crear opinión y a defender el negocio; los militares,
profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de un orden
rígido y autoritario que respetase el escalafón, la jerarquía, la
antigüedad y las prebendas.
En suma, el
golpe de estado del 18 de julio, fue una acción en defensa de
«intereses creados», para la restauración de privilegios y prebendas,
encubiertos en ideales religiosos, sociales y políticos. Estaban
implicados, militares desleales, falangistas, monárquicos, la derecha
conservadora más reaccionaria y la iglesia católica, que habían
oprimido al pueblo durante siglos. No fue «un golpe doméstico», sino
que contó con la Italia fascista y la Alemania nazi. Los vencedores de
la guerra, establecieron una dictadura para perpetuar esos «intereses»
y la mantuvieron violando derechos humanos y sobre los crímenes
cometidos bajo la dictadura franquista. Más de 140.000 personas
continúan enterradas en fosas comunes y cunetas de carreteras.
Ante el
golpe de estado, la República tenía el deber de defender su
legitimidad constitucional y los intereses de la ciudadanía leal. La
defensa era legítima; el ataque contra la razón y la ley no lo fueron.
Y hoy la misma derecha reaccionaria, católica y caciquil, siguen sin
querer reconocerlo.
El golpe de
estado se dio contra la legitimidad de la República. Políticamente fue
antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional; socialmente
conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical;
ideológicamente totalitario; económicamente capitalista; militarmente
absolutista; y moralmente inhumano. El plan comprendía una acción de
fuerza militar, desde diferentes puntos de España y África; una
colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego a
la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de acción
violenta, como así ocurrió.