Discúlpenme
que me remita a un artículo publicado en 2015, pero la situación que
sufrimos ahora viene de entonces. Los recortes y ajustes económicos que los
gobiernos de turno han ejecutado en los últimos años, en buena parte
del mundo y de forma especial en España, es la puesta en práctica de
la ideología neoliberal, teorías económicas y políticas
austericidas contra el pueblo llano.
La economía
analiza el comportamiento de las sociedades por la subsistencia,
teniendo en cuenta la producción de bienes y servicios, relacionándolo
con los recursos naturales escasos. Para Adam Smith, Las relaciones
económicas de forma equilibrada, en una sociedad en la que los
individuos, sólo se preocupan de sus propios intereses, se producen
gracias a una «mano invisible», que de forma espontánea, coordina los
mercados y sus intereses. En este orden natural los gobiernos no deben
intervenir, limitando su actuación a defender la propiedad privada,
administrar justicia y facilitar bienes públicos (como carreteras o
puertos). Keynes defiende que en momentos de crisis es necesaria la
intervención del estado para corregir los desequilibrios que el
mercado origina, mediante políticas fiscales y redistributivas. Para
Marx, el capitalismo se sustenta en la existencia de dos clases cuyos
intereses son contradictorios y antagónicos: la burguesía, dueña de
los medios de producción y el proletariado, dueño de su fuerza de
trabajo. Burguesía y proletariado enfrentados en una «lucha de
clases».
Lo cierto
es que la economía estudia, analiza y propone la forma en que se fijan
los precios de los bienes y factores de la producción, como el trabajo
y el capital; el comportamiento de los mercados financieros; las
consecuencias de la intervención del estado y su influencia en el
mercado; la distribución de la renta, así como proponer métodos de
ayuda a la pobreza sin alterar resultados económicos; la influencia
del gasto, impuestos y déficit público en el crecimiento. También
estudia el desarrollo de los ciclos económicos, causas, oscilaciones
del desempleo y producción y cuales son medidas necesarias para el
crecimiento; funcionamiento del comercio internacional; o el
crecimiento de los países en vías de desarrollo. Con todo y con esto,
la mayoría de los economistas, no supieron o no quisieron ver la que
se nos avecinaba: la crisis económica más devastadora de la historia,
que ha afectado al propio estado social.
Tras el
fracaso de los países comunistas, el modelo económico que querían
representar, la «economía planificada», dejó de ser alternativa al
«capitalismo». Los defensores del «mercado», se hicieron más fuertes y
el «pensamiento único» se implantó globalmente para quedarse. En el
sistema todo tiene que ser libre, menos la conciencia social; todo a
disposición de la libre economía, incluso la dignidad de los
trabajadores; todo sometido al libre mercado, sin normas, ni leyes,
salvo cuando sean necesarias para su beneficio. ¡Qué el estado no
intervenga!, pero pedirán inversión, capital o rescate cuando se
reduzcan las ganancias. Tras la aplicación salvaje de sus teorías, se
esconde la insolidaridad entre los seres humanos, chocando con valores
sociales como democracia o justicia social. Todo por el máximo
beneficio.
El nuevo
capitalismo se sustenta del beneficio que generan diferentes fuentes.
Con la especulación financiera alejada de empresas productivas y
deslocalizando empresas, pagan los trabajadores explotados y con menos
derechos. Con los rescates y las quitas, como preferentes, corralitos
y otros productos tóxicos, pagan los clientes de los bancos. Exigiendo
a los gobiernos recortes en gastos sociales y servicios públicos, paga
la ciudadanía en general, especialmente los menos favorecidos.
Trabajadores, clientes y ciudadanía, que son la misma cosa, son
explotados tres veces desde diferentes ámbitos.
En este
sistema económico, si alguien no compra, alguien no vende, no obtiene
beneficios, por lo que no tiene sentido seguir produciendo y tampoco
mantener asalariados. El objetivo es ganar dinero a costa de lo que
sea y es secundario lo que se venda: si existe demanda (incluso
prostitución, armas o drogas), si crea beneficio y posibilidad de
acumulación de riqueza, todo vale. El capitalismo, es capaz de
alcanzar las mayores cuotas de creación de riqueza, a costa de la
injusticia social, ampliando exponencialmente la horquilla de las
desigualdades sociales.
Hay otro
enfoque posible, en el que ni todo vale, ni todo consiste en ganar
dinero. Con esta visión, la producción adquiere una función social.
Este modelo, basado en la competencia, combina: la libre iniciativa,
con progreso social, asegurado por la capacidad económica. Los valores
éticos en los cuales se fundamenta la economía social de mercado, se
centran en principios que guardan relación con la dignidad humana, el
bien común, la solidaridad y la subsidiaridad, a fin de lograr un
sistema económico equilibrado, al servicio de la calidad de vida de
los seres humanos. En la «economía social de mercado», el estado
interviene en el libre mercado, para garantizar la justicia social. La
propiedad privada, cumple una función social, subordinada al principio
de destino universal de los bienes. En la búsqueda libre del beneficio
económico se salvaguardan valores como el bien común, la moderación y
la responsabilidad ambiental, como garantías de bienestar para todos
los actores sociales.
La
Constitución española permite este sistema y el contrario. Proclama la
voluntad de «Promover el progreso de la cultura y de la economía para
asegurar a todos una digna calidad de vida». Dice en su articulado que
«Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo
con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo
inspirado en los principios de igualdad y progresividad». Reconoce el
derecho y el deber de todos los españoles «al trabajo,… y a una
remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su
familia». Mucho se dice y mucho se incumple. España se constituye en
un «Estado social y democrático de Derecho» y garantiza un orden
económico y social justo, «Se reconoce la libertad de empresa en el
marco de la economía de mercado», en el que «Los poderes públicos
garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la productividad,
de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en su caso, de
la planificación». Como estamos viendo, los gobiernos se acercan a la
economía de mercado, alejándose del Estado social.
La
económica capitalista se mueve de manera cíclica, a golpe de crisis,
más o menos profunda, de forma habitual. El FMI cifra en 122, las que
se han producido desde la más famosa en 1929. Las últimas cuatro
grandes se han producido en muy diferentes lugares del planeta y por
diversas causas, con un hilo conductor: la «sobredimensión» que
provoca «burbujas». Ahora estamos en la del «capitalismo de casino»,
que comenzó a finales de 2006, con los problemas de las entidades
financieras estadounidenses, que habían popularizado las hipotecas
subprime, concedidas a personas con pocos recursos. Estas
hipotecas fueron vendidas, como productos derivados, a otras entidades
en todo el mundo, contaminando al sistema internacional. Las
inyecciones de liquidez a bancos y gobiernos, se utilizaron para hacer
frente a su morosidad y los créditos no llegaron ni a familias ni a
empresas. En esta situación apareció la cara más amarga de la crisis:
miles de empresas cerradas y millones de personas desempleadas en todo
el mundo.
El objetivo
del sistema capitalista es ganar dinero, por lo que fabrica y vende
cuanto más mejor. Con ello, la capacidad de producir crece más que la
posibilidad de consumir y entra en juego el sistema financiero,
concediendo créditos al consumo, provocando el endeudamiento
desproporcionado del sector privado (familias y empresas). Al crecer,
hace que algunos precios se inflen y suban; como el de la vivienda,
creando una «burbuja inmobiliaria especulativa». Cuando la distancia
entre la capacidad de compra y capacidad de pago aumenta, el riesgo de
impago sobrepasa los límites y estalla la burbuja. La crisis está
servida.
En política
económica no es lo mismo hacer una cosa que la contraria. Las teorías
económicas están avaladas por ideologías y su aplicación beneficia a
la clase capitalista o en su caso a la clase media y trabajadora. Los
depositarios de las ideologías son los partidos y con ellos los
gobiernos. Cuando se dice que todos los gobiernos son iguales y hacen
lo mismo, hay que decir a continuación: que si hacen lo mismo, es
porque tienen igual ideología. No es cierto que los gobiernos que
representan a la izquierda ideológica, hagan lo mismo que los de la
derecha; Ni todos son iguales, ni todos hacen lo mismo, aunque la
solución que se ha dado, es la contraria a la que se precisaba.
En este
tiempo, la población ocupada ha perdido medio millón de efectivos y el
paro alcanza a más de cinco millones de personas, de los que más de
dos millones llevan más de dos años sin encontrar trabajo. Ha bajado
la tasa de actividad y la afiliación a la Seguridad Social, cuyo Fondo
de Reserva ha perdido más de 25 mil millones de euros en cuatro años.
La deuda pública se sitúa en 1,053 billones, lo que representa el
99,5% del PIB. No se está reactivando la economía y el desempleo en
España triplica la tasa media de paro en los 34 países de la OCDE. La
riqueza de las familias ha caído en el último año un 15,7%, mientras
que los presidentes del Ibex cobran 158 veces más que un empleado
medio. Ahora el gobierno ha quedado en evidencia ante la Comisión
Europea, que ha descubierto el engaño electoral y advierte que España
no cumplirá con el déficit ni en 2015 ni en 2016. Además se puede
producir un recorte encubierto de 3.000 millones, según alerta la
asociación de técnicos del Ministerio de Hacienda Gestha, lo que
dejará hipotecado al próximo gobierno, tras el 20-D.
El gobierno de Rajoy, que gestiona el Estado al
servicio de los intereses del capital, con la excusa de la crisis, ha
desmantela el «Estado social» y hasta el democrático de Derecho con su
rodillo, sus reformas y las dejaciones en la administración de
justicia. Con austeridad y sin inversión pública, recorta gastos en
prestaciones sociales, elimina derechos y servicios públicos
esenciales y privatiza otros; sube los impuestos en general, sin
incrementar la presión fiscal a las rentas más altas. Ante la
situación creada y los datos que presenta la economía, el gobierno no
asume su fracaso y
Rajoy, pese a lo que dice, consolida la miseria.
Las medidas que posibilitarían salir de la situación, las está
gestionando la derecha más reaccionaria en todos los ámbitos.
La crisis
la hemos pagado, los que siempre pagamos todo, en beneficio de los
poderosos, sustentadores de la ideología que domina.