Algún día
la Humanidad, en su historia, se avergonzará de lo que hoy ocurre en
Siria, en Gaza y en tantos lugares del mundo, como lo que hoy se
avergüenza del holocausto nazi. ¿Por qué provocar tanto sufrimiento?
Lo intereses geoestratégicos ocultos mandan. Quienes se quedan,
mueren, y quienes intentan escapar también.
Donatella Rovera de Amnistía Internacional, ha vuelto recientemente de
su última misión a Siria. Ha estado en Raqqa,
ciudad que fue atacada el año pasado por la Coalición liderada por
Estados Unidos (junto con Francia y Reino Unido). Su objetivo era
expulsar al autodenominado Estado Islámico (EI), pero acabaron matando
a familias enteras. Una de las muchas historias que ha traído consigo
es la de Fátima (nombre ficticio), que perdió a 18 miembros de su
familia en menos de 15 días. Nueve murieron en un ataque aéreo de la
Coalición, siete mientras trataban de huir por un camino lleno de
minas y otros dos murieron por un mortero. Fátima no sabe cómo lo
logró, pero escapó junto a algunos de sus hijos e hijas caminando
sobre la sangre de quienes murieron delante de ellos al explotarles
las minas.
Las fuerzas norteamericanas están desplegadas en
el norte y el sur del territorio sirio, cientos de militares y
vehículos blindados con el fin apoyar a sus aliados, es decir, a las
fuerzas kurdas y a los rebeldes. Sus cazas han llegado a bombardear
posiciones del Ejército sirio. Hay que decirlo:
la presencia yanqui en Siria es ilegal; es una invasión en toda regla.
En lo que nos toca, familias sirias denuncian su
total abandono en Madrid.
Se encuentran en el Centro de Acogida San Roque,
unos módulos prefabricados situados bajo unas torres de alta tensión.
Abdulaziz Matar no entiende nada. Contempla una y otra vez las
fotografías de su casa destrozada de Homs (Siria) y sigue sin
comprender la pesadilla que está viviendo. «Nadie habla árabe, nadie
nos entiende y no podemos decir las cosas que nos pasan», le comentan
con desesperación a Cristina Ankli, de la Asociación Internacional de
Ayuda Humanitaria. Son víctimas, como muchos otros migrantes, del
Tratado de Dublín, un convenio que establece que «el primer país en el
que se ponga la huella es en el que se tiene que quedar la persona
refugiada».
El
Convenio de Dublín es un acuerdo de los
Estados miembros de la Unión Europea por el que se establece a qué
Estado corresponde examinar una solicitud de asilo. Se firmó en 1990 y
fue ratificado por el Estado español en 1995. Fue sustituido por el
Reglamento 343/2003 del Consejo Europeo. El «sistema de Dublín» se
basa en la suposición de que las leyes y los procedimientos de asilo
en los Estados de la UE están fundamentados en unos mismos estándares
comunes, lo que permite a quienes solicitan el asilo, disfrutar de
unos niveles de protección similares. Sin embargo, diferentes informes
reflejan, entre otros problemas, la ausencia de unos criterios comunes
de protección, circunstancia que impide la aplicación inmediata del
mecanismo Dublín, tal y como ha reconocido el Tribunal de Justicia de
la Unión Europea.
Todo esto ocurre, cuando parece que Siria está
en vías de acabar definitivamente con los grupos terroristas y
rebeldes, como consecuencia de la ayuda de sus aliados, entre ellos
Rusia y la República Islámica de Irán. El Gobierno de Siria ha
denunciado una y otra vez la presencia militar de Washington y sus
aliados europeos en su territorio que ha entorpecido e impedido la
lucha antiterrorista, llegando a apoyar a los extremistas y generando
un elevado número de víctimas civiles.
Estados Unidos es un gigante demoledor y
todos los países del planeta, incluida China y el Imperio de Putin,
siguen siendo, hormigas, «al lado del coloso empujado por una avaricia
y soberbia sin límites».
Según el ministro de Defensa de Rusia, Serguéi
Shoigú, la mayor parte del territorio sirio ya ha sido liberado de los
terroristas del EI, lo que no significa que esté cerca el fin del
conflicto, por las trabas que se ponen por el camino. Es necesario que
Ginebra empiecen a discutir la implementación de la resolución 2254
del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobada en 2015, que ponía las
bases necesarias para salir de la crisis. Entre estas bases se
incluyen la creación de una nueva Constitución, la formación de un
Gobierno transitorio y la celebración de elecciones presidenciales.
Todo quedó estancado, por el papel que debería desempeñar en el futuro
de Siria el actual presidente Bashar Asad. «La
oposición siria demanda que el jefe de Estado salga automáticamente
del poder y dimita, aunque la resolución no señala esta opción».
Los mayores problemas surgen con los militares
turcos y estadounidenses que se encuentran en Siria sin aprobación de
las autoridades en Damasco. Si bien el Gobierno turco ha declarado en
repetidas ocasiones que retirará sus tropas de Siria tras la solución
del conflicto, parece que EEUU no quiere retirar sus fuerzas tan
fácilmente. A pesar de que Trump abogaba por una retirada rápida de
las tropas, es poco probable que se produzca, sin contar con el hecho
de que en Washington barajan la idea de sustituir el contingente
estadounidense con militares de los países árabes. También
Israel está listo para atacar las posiciones del Ejército sirio.
La división
del conflicto en cuatro zonas de distensión, genera muchas preguntas
sobre el futuro de Siria. Rusia, Turquía e Irán acordaron crear estas
zonas durante las negociaciones en la capital kazaja de Astaná. Su
objetivo era cesar los combates entre las tropas gubernamentales y las
milicias de la oposición armada y ponerlos en la mesa de
negociaciones. Las partes lograron mejorar la situación en dos de
estas zonas que se ubican en Guta Oriental y en la provincia de Homs.
Actualmente, las tropas de Asad controlan estos territorios. Según
expertos, la solución en estas zonas es más fácil, porque las regiones
no comparten fronteras con otros países. Una vez que finalicen todos
estos problemas, el tema kurdo permanecerá en la agenda de los
diplomáticos.
Es hora de respetar el derecho internacional.
Las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU han sido
repetidamente burladas e ignoradas tanto por el gobierno de Bashar al
Assad como por las otras partes beligerantes.
Proteger a la población civil debe ser la máxima prioridad en
cualquier operación militar. Por eso hay que seguir exigiendo a las
partes un completo respeto y cumplimiento del derecho internacional
humanitario: abstenerse de atacar a la población civil o a objetivos
civiles; abstenerse de llevar a cabo ataques indiscriminados y
desproporcionados; abstenerse de utilizar armas que estén prohibidas
por el derecho internacional; abstenerse de utilizar a la población
civil como escudos humanos; y tomar todas las precauciones necesarias
para evitar que los ataques causen daños a la población civil.
El nivel de destrucción del que
Donatella Rovera ha sido testigo en Raqqa,
va más allá de lo que ha podido ver durante décadas de investigación
sobre el impacto de las guerras en la población. Hay que conseguir que
todo el mundo sea consciente de la situación y muestre su indignación,
y seamos capaces de que nuestros gobernantes actúen y condenen estas
atrocidades. Hay que dar a conocer el infierno por el que están
pasando tantas personas.
Hay que
exigir verdad y justicia para las personas que sufren las
consecuencias del conflicto, exigiendo a la Coalición liderada por
Estados Unidos paralicen los ataques con armas químicas. Han cumplido
con sus amenazas. Durante los últimos siete años, el fracaso absoluto
de la comunidad internacional a la hora de tomar medidas eficaces para
proteger al pueblo sirio, ha permitido a los diferentes actores de
este terrible conflicto, cometer crímenes de guerra y crímenes contra
la humanidad con total impunidad.
Lo que fue un levantamiento popular −la
Revolución Siria en 2011− reclamando democracia, libertad de
expresión, mejores condiciones económicas y respeto a los Derechos
Humanos, se ha convertido en una guerra civil, en una lucha armada por
el poder entre el régimen dictador, el sectarismo étnico y la
intransigencia religiosa y los Estados Unidos de América enfrente.
Los intereses geoestratégicos en la zona, provocan actos ocultos no
declarados, utilizando la acción humanitaria como excusa.
EEUU nos tiene acostumbrados a estos lances: mintió para invadir Iraq,
con las famosas armas de destrucción masiva y desde entonces −incluida
la ocupación en Afganistán− ha creado centros de tortura en todo el
mundo, utiliza drones para cometer asesinatos extrajudiciales y vende
armas a dictadores y gobiernos represores. No son de fiar.
La
población civil de Siria ya ha sufrido de forma inimaginable y no debe
ser expuesta a más ataques indiscriminados. Las leyes de la guerra
están ahí por una razón. Ignorarlas sólo llevará a un mayor
sufrimiento por parte del pueblo.
El pueblo
sirio pensaba que las fuerzas que venían a expulsar al Daesh sabían
cómo hacerlo, que atacarían a los terroristas y dejarían a los civiles
en paz. «Fuimos muy ingenuos». Cuando se dieron cuenta de lo peligroso
que se había vuelto todo era demasiado tarde: «estábamos atrapados».