El
advenimiento de la República se produjo un 14 de abril de 1931. A
las tres de la tarde se izó en Madrid la primera bandera
republicana, sobre el Palacio de Comunicaciones en la Puerta del
Sol. La situación produjo un estallido de entusiasmo, al conocerse
que representaba realmente lo que simbolizaba, la toma del poder por
parte del Gobierno provisional, relataba en sus crónicas Josep Pla.
Josep Pla
cuenta lo que ve y lo cuenta a su manera (Madrid, el advenimiento de
la República). Cuenta como llega a Madrid un 14 de Abril y cómo es
testigo de los acontecimientos que tienen lugar aquel día. El
ambiente en las calles, las conversaciones en los cafés, la izada de
la primera bandera tricolor en Correos. En su crónica describe a sus
protagonistas y opinando sobre ellos, con el atractivo añadido que
supone la visión de la capital por un catalán que, como dice, nunca
encuentra nada que hacer en Madrid.
En España el advenimiento de la República el
día 14 de abril de 1931 supuso un cambio radical de régimen
político. Hasta ese momento el sistema político republicano solo
había sido un experimento que apenas duró menos de dos años, desde
el mes de febrero de 1873 hasta el mes de diciembre de 1874 (Proclamación
y fin de la Primera República), que
naufragó en medio de la inestabilidad política, con cuatro
presidentes en un período tan corto de tiempo, y tres conflictos
armados a la vez (insurrección en Cuba, sublevación cantonal y
guerra carlista), que llevaron a su abrupto final. Con estos
antecedentes era de prever que la andadura de la
Segunda República española no fuera un
camino de rosas, como así resultó.
Cuando se
hizo público el advenimiento de la República, Madrid corrió a
destruir y a esconder los símbolos monárquicos. "Perdido en medio
del hormiguero, observo cómo el comercio se apresura a destruir y
esconder los símbolos monárquicos. Los comerciantes, proveedores de
la Real Casa, las tiendas con el escudo real, los hoteles, las
fondas, los teatros y los restaurantes que tenían o aspiraban a
tener el nombre ligado al régimen caído, hacen desaparecer, con una
diligencia admirable, las insignias y los nombres considerados
comprometedores. En el Hotel del Príncipe de Asturias, Carrera de
San Jerónimo, veo una bandera republicana sobre la palabra Príncipe
del letrero de la calle. El establecimiento se ha convertido, de
forma instantánea, en Hotel de Asturias".
La gente
inunda las calles, suena el Himno de Riego, que era el de la
insurrección de 1820 contra el absolutismo del Rey Fernando VII,
la Internacional socialista, y hasta la Marsellesa. Las banderas
republicanas se hicieron más y más espesas. Los retratos de Galán y
de García Hernández se prodigaron con una rapidez fulminante. La
Marsellesa, el Himno de Riego, las notas de la Internacional,
salieron de la boca de la multitud juvenil. Todo el entusiasmo
popular tuvo casi siempre un aire de verbena; a veces en la Puerta
del Sol llegó a adquirir una densidad emotiva profunda e
inolvidable. "La gente estuvo correctísima y la propiedad fue
absolutamente respetada. Alguna anécdota de carácter anticlerical se
produjo en los suburbios, pero no puede decirse que aquello acabara
dando el tono al espectáculo". El desbordamiento del entusiasmo de
la juventud popular de Madrid duró 26 horas seguidas y la disciplina
fue admirable.
Nada más
conocerse la noticia de que el Gobierno provisional había tomado
posesión, se hicieron innumerables comentarios sobre su
significación política. Ningún militar formó parte de él. Los
republicanos han querido dar la impresión de que no deben el triunfo
ni han de condicionarlo a ningún sable. No hay duda de que han
logrado su propósito. El eje político del Gobierno está formado por
Niceto Alcalá Zamora, Marcelino Domingo, Alejandro Lerroux y Manuel
Azaña. Azaña estaba considerado en Madrid como una personalidad de
primer orden, cuyo rendimiento será proporcional a su preparación.
Azaña es un intelectual formado por la cultura francesa más completa
y más refinada. Otros nombres destacados del Gobierno eran Álvaro
Albornoz, Miguel Maura, Francisco Largo Caballero y Fernando de los
Ríos.
El Rey no ofreció ninguna resistencia. Antes
de marchar, redactó un
documento dirigido al país, que fue
entregado al último presidente del Consejo de la monarquía, capitán
general Aznar. La sustancia del documento consiste en la creencia de
que la salida del Rey de España es el mal menor para el país, dado
que la salida evita la guerra civil. El Rey ponía de relieve que no
había querido aprovecharse de los elementos que tenía a su alcance
para resistir la oleada republicana. No firmó su abdicación para él
ni para sus hijos. El Rey se marchaba simplemente. "Una monarquía
que duraba quince siglos había caído como un peso muerto
desplomándose, muerta por la base".
Con la
fiesta, llegaban los primeros decretos promulgados por el Gobierno
provisional. "Aunque Madrid sea una ciudad algo desordenada en lo
referente a la organización del trabajo, no hay duda de que el
Gobierno trabaja mucho". Cinco fueron las líneas maestras que
pretendía: Estructuración federal de España; Continuación de la
política de estabilización; Política de aproximación a Portugal;
Establecimiento de un régimen liberal muy acentuado, basado en la
interpretación literal del Concordato; y Fomento de una política de
fomento de la República, para la mayor comprensión y tolerancia.
"En esta
tierra puede ocurrir cualquier cosa, incluso algo muy grave, el
acontecimiento más sensacional, uno de aquellos acontecimientos que
en otro país preocupan durante mucho tiempo y en los que, al cabo de
poco de producirse, buena parte de la gente toma primero un aire de
suficiencia, luego de real o fingida indiferencia, para acabar
glosando la última ocurrencia del momento. No creo que exista en el
mundo imaginación suficiente para describir las dimensiones que
tendría que tener una desgracia o un simple hecho como para llegar a
interesarnos de verdad durante un tiempo prolongado"
En buena
parte (aunque no fuera este el único motivo) la llegada de la
República se debió a la decadencia de la monarquía. Las clases altas
y medias altas, tradicionalmente monárquicas, permanecieron
impasibles ante la caída de la monarquía, cuando no apoyaron
abiertamente la República, debido, en gran medida, al descrédito que
se había ganado Alfonso XIII al apoyar la dictadura de Primo de
Ribera, que también había puesto en contra suyo a muchos
intelectuales, como Unamuno, que firmarían el Pacto de San Sebastián
(para derribar la monarquía e instaurar la República).
Por la
noche, tras un día agotador, Pla vuelve al hotel y escribe: "Pienso
en los libros que he leído sobre España. En general, todos estos
libros dicen lo mismo. España es una cosa inmóvil. La monarquía es
una situación eterna. La duración de esta monarquía está
garantizada, primero, por el Ejército y la Marina, que es una llave
intocable. Luego, por el latifundismo del sur, de Andalucía y
Extremadura. Luego, por la Iglesia católica, apostólica y romana,
por la que los españoles sienten una adoración viva, activa,
pintoresca e indispensable. Luego, porque el dinero es monárquico.
Luego, aún, porque la industrialización es incipiente, porque el
orden público es fácil y porque la clase media es rabiosamente
monárquica y gran parte del pueblo, también. Ahora, en el día14 de
abril, todas las impresionantes columnas del templo inmóvil se han
derrumbado. Me vienen tales ganas de reír que, si no estuviera tan
cansado, estas ganas serían aún más abundantes. ¡Cómo han envejecido
los observadores de España!".
El
entusiasmo popular, demostrado de modo espectacular, se va
enfriando; treinta y seis horas de griterío sólo las resiste un
temperamento meridional. El trabajo de construcción y consolidación
de la República ha empezado "bajo unos auspicios brillantes".