Se
cumplen ochenta y tres años desde el golpe de Estado del 18 de julio
y como cada año, hago memoria sobre lo que significó. Fue el golpe
de Estado por antonomasia, por su trascendencia y por sus
consecuencias. Al fracasar, provocó una guerra, que se prolongó
hasta marzo de 1939 y con la victoria de los llamados nacionales,
una dictadura represiva que duró más de cuarenta años. El golpe en
la calle estaba cantado, en los despachos era conocido y los
cuarteles eran hervidero de conspiradores.
Se habían
celebrado elecciones el 12 de abril de 1931, que trajeron la Segunda
República. Posteriormente, el 28 de junio, consideradas a Cortes
Constituyentes, dieron el triunfo a la Conjunción
Republicano-Socialista. La derecha y el centro republicanos quedaron
reducidos a un papel testimonial, en tanto que la derecha monárquica
sufría un serio revés. A partir de entonces, oficiales reaccionarios
y monárquicos comenzaron la preparación de una sublevación militar.
Las elecciones del 16 de febrero de 1936, que dieron la victoria al
Frente Popular, fueron determinantes para fijar la fecha del golpe.
El golpe de Estado
se dio contra la legitimidad de la República.
Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional;
socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical;
ideológicamente totalitario; económicamente capitalista;
militarmente absolutista; y moralmente inhumano. El plan comprendía
una acción de fuerza militar, desde diferentes puntos de España y
África; una colaboración religiosa y una acción social, que debía
poner en juego a la banca, la judicatura, la industria, y a grupos
políticos de acción violenta.
Los militares sublevados ganaron la guerra
porque tenían las tropas mejor entrenadas, el poder económico a su
favor, estaban más unidos que el bando republicano y los vientos
internacionales del nazismo soplaban a su favor. En la larga y cruel
dictadura de Franco, reside
la gran excepcionalidad de la historia de España del siglo XX.
Fue la única dictadura, junto con la de Salazar en Portugal, creada
en la Europa de entreguerras que sobrevivió a la Segunda Guerra
Mundial. Muertos Hitler y Mussolini, Franco siguió treinta años más.
El lado más oscuro de esa guerra civil europea, de ese tiempo de
odios, que acabó en 1945, tuvo larga vida en España. (Golpe de
Estado, guerra civil y política de exterminio. Julián Casanova).
El golpe
no pretendía acabar con ninguna insurrección armada en marcha,
porque no la había, sino eliminar las reformas abordadas durante el
primer bienio republicano (reforma agraria, laboral, militar y de la
enseñanza) y defender la unidad de España. No había en marcha
ninguna intervención de la URSS en España. Antes del golpe, no había
ninguna dinámica de exterminio ni de "liquidación de los enemigos de
clase". La guerra fue el pistoletazo de salida de la más grande
hecatombe padecida por la humanidad: la Segunda Guerra mundial.
(Mitos del 18 de julio, Francisco Sánchez Pérez).
La
República no fue un fracaso que "conducía inexorablemente a una
guerra", sino que fue destruida por un golpe militar, con la
connivencia de países extranjeros y que, al no triunfar en buena
parte del territorio, se encaminó de forma irremediable a una
guerra. La aristocracia pretendía la conservación del rango y los
privilegios; los capitalistas, la libertad de explotación de los
trabajadores y la defensa a ultranza de la propiedad; la iglesia, la
anulación de las disposiciones que habían mermado sus fueros; los
terratenientes e industriales, impedir la reforma agraria y la
intervención obrera en las empresas; la prensa de derechas, el
derecho a crear opinión y defender el negocio; los militares,
profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de un orden
rígido y autoritario que respetase el escalafón, la jerarquía, la
antigüedad y las prebendas. Los vencedores establecieron una
dictadura para perpetuar sus intereses y la mantuvieron mediante la
represión y la violación de los derechos humanos.
La
represión franquista durante la dictadura fue física, económica,
política y cultural. La sufrieron los partidarios del bando
republicano en la zona sublevada, y durante la posguerra los
vencidos; los que eran denunciados como antifranquistas (lo fueran o
no); los miembros de organizaciones políticas, sindicales y en
general quienes no estaba de acuerdo con la dictadura franquista,
quienes manifestaban su oposición y quienes constituían o podían
constituir un peligro para el régimen.
La dictadura franquista recurrió a lo largo de toda su existencia, a
los métodos represivos propios de todo régimen no democrático.
Penas de cárcel, sanciones, multas, y violencia física:
ajusticiamientos, asesinatos, desapariciones forzosas, y
ajusticiamientos "legales", en cumplimiento de sentencias dictadas
por tribunales militares durante la guerra. Asesinatos "ilegales",
las llamadas sacas, practicadas al margen de las autoridades
militares, pero con el pleno conocimiento de que se estaban
produciendo. La represión violenta y física ejercida por el régimen
continuó después del fin de la contienda, en "periodo de paz", y se
prolongó hasta los años setenta.
Muchas de las víctimas fueron enterradas en
fosas comunes repartidas por toda España, fuera de los cementerios y
diseminadas por los campos y cunetas, sin que su muerte fuese
inscrita en los registros civiles. Desde principios de los años
2000, diversas asociaciones de víctimas del franquismo, como la
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica,
se han encargado de localizar las fosas, para identificar los restos
de los ajusticiados y entregarlos a sus familiares para una
sepultura digna.
La
ley de memoria histórica (Ley 52/2007 de
26 de diciembre), pretende hacer efectivos los derechos reconocidos
a las víctimas del franquismo para equipararles a las víctimas del
otro bando, y ha establecido un mapa de fosas y víctimas, en
constante actualización. Hay estimaciones que apuntan hasta 400.000
muertos. En cuanto a los cientos de miles de presos internados en
campos de concentración franquistas, 192.000 habrían sido fusilados,
a veces varios años después del fin de la contienda, con picos de
varios centenares de ejecuciones al día en algunos periodos de 1939
y 1940.
La
represión fue practicada en la enseñanza primaria y secundaria, como
en las universidades. La posguerra generó una nueva brutalidad tras
la ocupación de Cataluña: odio a la autonomía catalana, represión
contra la lengua y la cultura propias. Implicaba la prohibición o
ridiculización de las lenguas diferentes del castellano, única
lengua reconocida políticamente. La represión económica fue
practicada mediante incautaciones de bienes y embargos de cuentas
bancarias, decididas por la Comisión de Bienes Incautados por el
Estado. También en el ámbito laboral se produjo represión, con
despidos, inhabilitaciones laborales y profesionales. Las
organizaciones patronales realizaban listas de "rojos" o
"sindicalistas" para evitar que entrasen a las empresas.
Se
prohibieron los partidos políticos, sindicatos, asociaciones y
periódicos no afines al régimen. Se anuló la libertad de expresión
para opiniones contrarias al gobierno, y se estableció un sistema de
censura de todos los medios de comunicación, que fue aplicada a
temas no relacionados directamente con la política, sino en la
literatura, poesía, canciones, artes plásticas, cine y teatro.
Después
de tanto sufrimiento, algunos partidos hoy, con sus líderes a la
cabeza, niegan la realidad sufrida. Mi memoria sigue viva y no
olvido, para evitar que se repita y no perdono, para recordar
siempre a los canallas que lo provocaron, ejecutaron, consintieron
ocultaron y hoy justifican.
Oigo
las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los culatazos
de los fusiles sobre sus espaldas. Veo la cara perpleja y asustada
de mi abuela Antonia Arrogante, embarazada, y las caras
descompuestas por el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de
las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia
junto a un paredón en la vega del Tajo.