No creo en ningún ser
sobrehumano ni
sobrenatural, que
controle los destinos de
los seres vivos y
muertos aquí en la
Tierra, ni fuera de
ella; que imparta
castigo y justicia
divina ni nada por el
estilo. En otras
palabras, no creo en
dios ni en sus actos ni
en sus obras ni en su
historia; ni en su hijo
ni en su madre ni en
todos los santos; ni en
ninguna paloma santa;
ha detto tutto con
rispetto,
naturalmente.
No es que diga que no lo
se, que puede que sea, o
admita la probabilidad
de la existencia de una
fuerza o energía,
espíritu vital o luz
omnipotente, no: es que
no lo creo. Fui creyente
en otros momentos de mi
vida, allá por mi
adolescencia juvenil,
hasta que comencé a
razonar seriamente;
entonces supe que no era
posible y además no
podía ser. También es
cierto, que hoy, tras
muchos años desde
entonces, he dejado de
creer en algunas
humanidades. Y de la
iglesia católica no creo
nada: por lo que
representa, por lo que
dicen, por lo que hacen,
por cómo lo hacen, y por
lo que dicen que hacen.
Un
caballo de batalla de la
Iglesia es su ataque a
la eutanasia y a la
muerte digna, como
"falsa solución al
sufrimiento impropia del
ser humano". Dicen:
"Eutanasia es matar a un
hombre y ser matado no
es una muerte digna".
Solo la muerte natural
es muerte digna. A su
espalda la historia de
la iglesia y sus actos
poco humanitarios, que
hoy serían considerados
criminales.
En España se está a
punto de legalizar la
eutanasia,
como un derecho para
poder ejercer la última
libertad; que sea
pronto.
Una gran parte de los
representantes de la
Iglesia, muestran en sus
caras el reflejo de lo
que esconden. La
satanífica de Rouco y la
de Cañizares beática,
que parece dejar ver su
deleite por la belleza
de los querubines. La
del obispo Juan Antonio
Reig Pla, de
reaccionario, sectario y
de odio, que equipara el
"tren de la libertad",
con el "tren de la
muerte" de Auschwitz.
Llegó a decir: "los
partidos mayoritarios se
han constituido en
verdaderas estructuras
de pecado", calificando
la situación en España
de "dictadura que
aplasta a los más
débiles", los todavía no
nacidos. No dice nada
sobre la dictadura que
la iglesia defendió,
avalando la represión
franquista bajo palio.
Los trenes de la muerte
fueron parte de la
"Solución Final". Estos
trenes formados por
vagones de ganado,
partían desde todos los
países ocupados por la
Alemania nazi, con
destino a los campos de
exterminio. Después de
varios días de viaje en
condiciones
infrahumanas, los presos
eran seleccionados: a un
lado los aptos para ser
esclavizados, el resto a
las cámaras de gas.
Fernando Vallejo, en su
libro La Puta de
Babilonia (2007)
menciona la visita del
papa Ratzinger a
Auschwitz para "increpar
a Dios" por el
holocausto judío y los
crímenes del nazismo:
"¿Por qué permitiste
esto, Señor?" Mejor le
hubiera preguntado a la
momia putrefacta de
Pacelli o Pío Doce o
Impío Doce, por qué no
levantó su voz cuando
podía contra Hitler.
Recuerdo esto para
destacar el pensamiento
del que desde ahora es
"el canalla de Alcalá",
que defiende lo
inexistente, cuando no
defendieron ni la vida
ni la dignidad de los
asesinados por la
dictadura.
La Puta de Babilonia,
aparece en el libro
Apocalipsis, como un
personaje asociado con
el Anticristo y la
Bestia del Apocalipsis,
relacionados con el
reino de las siete
cabezas y diez cuernos.
"Entonces vino uno de
los siete Ángeles que
llevaban las siete copas
y me habló: Ven, que te
voy a mostrar el juicio
de la célebre Ramera,
que se sienta sobre
grandes aguas. Con ella
fornicaron los reyes de
la tierra y sus
habitantes se
embriagaron con el vino
de su fornicación»
(Apocalipsis 17:1-2). En
el siglo XVI, en la
época de la Reforma de
Lutero, se consideraba a
la iglesia católica como
la ramera de Babilonia;
lo mismo que antes ya lo
hicieran Girolamo
Savonarola, predicado
contra el lujo, el
lucro, la depravación de
los poderosos y la
corrupción de la iglesia
católica. También Dante
utiliza la imagen de la
Puta en su Infierno, en
su crítica a la guía
oficial de Roma.
La Puta de Babilonia, de
Fernando Vallejo, no
ahorra críticas ni
adjetivos a las tres
religiones del libro,
"los tres fanatismos
semíticos": el
cristianismo, el
judaísmo y el islam, que
albergan en su seno a
fundamentalistas, que no
dudan en asesinar a los
contrarios a sus
creencias. Vallejo hace
la semblanza de algunos
personajes que
estuvieron en el
entierro del papa
Wojtila, contrario a
preservativos,
anticonceptivos y
aborto. "Veíamos entre
la más alta granujería
del planeta, a Bush, a
Clinton, a Blair, a
Chirac y Kofi Annan,
truhanes archiconocidos
que no necesitan
presentación". Si
cambiáramos estos
nombres, por los
actuales, tendríamos el
mismo panorama.
La Inquisición se fundó
en 1478 por los Reyes
Católicos, para mantener
la ortodoxia católica en
sus reinos y no se
abolió hasta 1834.
Estuvo bajo el control
directo de la monarquía
−entre otros por
Fernando VII,
tatarabuelo del actual
rey−. Actuaba, "no tanto
por celo de la fe y
salvación de las almas,
sino por la codicia de
la riqueza", decía el
papa Sixto IV. Lo cierto
es que las razones de su
creación, fueron:
establecer la unidad
religiosa; debilitar la
oposición política;
acabar con la poderosa
minoría judeoconversa; y
conseguir financiación
para sus proyectos. Se
estableció una férrea
organización para la
persecución y expulsión
de los judíos; represión
del protestantismo;
luchar contra los
moriscos, la
superstición y la
brujería. También se
persiguió la
homosexualidad y
bestialismo,
considerados por el
derecho canónico contra
naturam.
Vallejo mantiene dudas
históricas sobre el
nuevo testamento y la
existencia de
Jesucristo. Trata de la
opresión que ha ejercido
la iglesia a las ideas
contrarias al
catolicismo; y no deja
de tratar la historia
reciente del papado, sus
finanzas, apariciones de
las vírgenes de Lourdes
y Fátima, los escándalos
continuos y lavado de
capitales de la Banca
Vaticana. Pese a que
aparentemente Vallejo
exagera, se queda corto,
cuando habla de los
escándalos permanentes,
protagonizados por los
curas pederastas, que
salen como setas en
otoño, y las
indemnizaciones para
encubrirlos.
"¡Tú la teóloga, la
misteriosa, la profunda,
la recóndita, la que se
cree representante de
dios en la tierra y mata
en su nombre». Poco más
tengo yo que decir para
definirte. La "santa
madre iglesia",
universal, apostólica y
romana, la cínica
protectora de tantos
pederastas como hay en
su seno, la
antidemocrática, la del
odio y la agresión, la
que va en contra de los
Derechos Humanos; la que
odia a las mujeres y
abusa de la infancia
"dejad que los niños se
acerquen a mi" y
aprovecha el poder que
ejerce sobre ellos para
introducir ideas
retrógradas contra la
libertad y los derechos.
Requiescat in pace.
El ateismo es un valor
de referencia en la
organización de mi vida
personal, familiar,
social y política. Para
encontrar la armonía con
el pensamiento, es vital
la consecución de un
Estado verdaderamente
laico, en la defensa de
los derechos civiles y
las libertades
ciudadanas, con una
idea, una ética, una
moral, unos valores
sociales y unas normas
de conductas laicas,
democráticas y
tolerantes.
El ateismo es la
representación de la
defensa de la libertad
de pensamiento y
expresión, la pluralidad
y el derecho a la
difusión de todas las
ideas y creencias
(siempre que éstas sean
respetuosas con las
personas y sus
derechos). La
neutralidad religiosa
del Estado en todos los
ámbitos −en la enseñanza
sobre todo−, pasa por la
abolición de los
privilegios concedidos a
cualquier iglesia o
confesión religiosa y
supresión de toda
discriminación por
motivos religiosos; así
como promover el
progreso, la justicia
social y la solidaridad
entre la ciudadanía en
su conjunto.
Lo que nos caracteriza a
los ateos, no es tanto
la difusión de la idea
−algo que queda en el
ámbito de lo íntimo y
personal−, sino la
defensa del laicismo:
una sociedad sin
ataduras de índole
religioso, en libertad y
en igualdad de
condiciones y
oportunidades. La
religión no puede
convertirse en creencia
probada y verdad
inamovible, a través del
poder institucional.
Ateo como expresión del
reconocimiento a la
razón y a la libertad de
conciencia. Ateo porque
es la base para un
humanismo alejado de
dogmas y opresiones.
Entre la fe en un dios
imposible, escojo a la
humanidad imperfecta,
libre de historias
sagradas, de religiones
y sectas dominadoras,
para encontrar la
armonía con el
pensamiento. La fe
religiosa, es a fin de
cuentas, el acto de
dejar de razonar.