Escuchaba Radio Nacional de
España, cuando Fernando
Fernández de Córdoba, leía
el que sería el último parte
de la guerra franquista: "En
el día de hoy, cautivo y
desarmado el Ejército Rojo,
han alcanzado las tropas
nacionales sus últimos
objetivos militares. La
guerra ha terminado. El
Generalísimo Franco. Burgos,
1º de abril de 1939". Todo
fue una conmoción; miradas
desconcertadas y miedo ante
un futuro incierto.
Se han cumplido ochenta y un
años, cuando se puso fin a 2
años, 8 meses y 15 días de
guerra, que acabó con la
victoria de los
nacionales, con el
general Franco al frente,
dando paso a la dictadura
criminal, que duró más de
cuarenta años. La guerra
comenzó, tras el fracaso
parcial del golpe de Estado
del 17 y 18 de julio. El
bando nacional lo integraba
Falange Española, carlistas,
monárquicos alfonsinos de
Renovación Española y grupos
conservadores. El bando
republicano: el Frente
Popular, integrado por los
partidos Izquierda
Republicana y Unión
Republicana, el Partido
Socialista Obrero Español,
el movimiento obrero y los
sindicatos UGT y CNT.
Los sublevados eran
partidarios de un régimen de
carácter nacionalista
totalitario que
posteriormente se transformó
en el franquismo. El bando
republicano perseguía
diversos fines: desde el
mantenimiento de la
democracia parlamentaria
multipartidista por parte de
los partidos republicanos,
hasta el establecimiento de
un estado socialista por
comunistas y socialistas, o
una revolución social
libertaria por los
anarquistas. De forma
peyorativa, debido a que
obtuvo el apoyo de la Unión,
a todo el bando republicano
se le atribuyó el apelativo
de rojo, que lo fui y
lo sigo siendo por
socialista.
La
década de los años treinta,
comenzó con una dictadura,
bajo los efectos de la
convulsión económica
producida por la crisis de
1929,
y acabó con otra dictadura,
legitimada por la
conmoción de una guerra. La
experiencia democrática más
avanzada que había tenido
España no pudo soportar el
cúmulo de circunstancias
adversas ni superar los
condicionantes
internacionales e internos
que padeció.
El día
26 de marzo de 1939, se
había iniciado la ofensiva
el Ejército del Centro que
no encontró resistencia en
los frentes de Madrid. Los
republicanos habían empezado
a abandonar las trincheras,
después de que fueran
transmitidas por radio las
famosas "concesiones
del generalísimo",
que prometían benevolencia
para los militares que
favorecieran la terminación
de la lucha. Los soldados
iban llegando al interior de
la ciudad, cogían el metro
en Cuatro Caminos y se iban
a sus casas o se trasladaban
al otro lado de Madrid, a
Vallecas, para emprender
camino hacia el
Mediterráneo; Un desastre.
Mientras se producía el
desmoronamiento del frente,
la quinta columna se hizo
con el control de Madrid en
la madrugada del 26 al 27 de
marzo. A primera hora de la
mañana, un enviado del
Consejo Nacional de Defensa
se entrevistó con un coronel
del ejército franquista
desplegado en la Ciudad
Universitaria y acordaron
que la rendición republicana
se produjera a las 13 horas
del día siguiente. Esa
mañana aparecieron en los
balcones banderas
rojigualdas (como ahora
ocurre) y mucha gente se
echó a la calle para recibir
a las tropas franquistas.
Tras la rendición en el
Hospital Clínico, lo
nacionales ocuparon la
ciudad.
La
situación era dramática,
mientras lo nacionales
tenían cercada Madrid, en el
centro, combatían tanques
contra tanques del Frente
Popular. En la media noche
del 5 al 6 de marzo, el
Consejo Nacional de Defensa,
presidido por el general
Miaja, se dirigió al país
con un manifiesto
a través de Unión Radio, mi
radio de referencia. En el
manifiesto, se deponía al
gobierno de Negrín. Las
unidades militares
controladas por los
comunistas opusieron
resistencia, pero fueron
derrotados (hubo cerca de
2.000 muertos). El Consejo
Nacional de Defensa que se
rebeló, estaba integrado por
personas de prestigio del
bando republicano como el
general José Miaja, el
coronel Segismundo Casado o
Julián Besteiro, apoyado
militarmente por el
anarquista Cipriano Mera.
Ante el derrumbe de
Cataluña, el socialista Juan
Negrín propuso, en la
reunión de las Cortes en
Figueres, la rendición con
la única condición de
respetar las vidas de los
perdedores. Al no poder
alcanzar este objetivo se
trasladó a la zona Centro
con la intención organizar
una evacuación, como se
había realizado en Cataluña.
Sus planes se vieron
frustrados por el Golpe de
Casado. Al día siguiente,
Negrín y su Gobierno, junto
con los principales
dirigentes comunistas,
abandonaron España para no
ser apresados. Muchos miles
de compatriotas no lo
consiguieron.
"Trabajadores. ¡Pueblo
antifascista!; ha llegado el
momento de proclamar a los
cuatro vientos la verdad de
la situación en que nos
encontramos. Como
revolucionarios, como
proletarios, como españoles
y como antifascistas, no
podemos continuar por más
tiempo aceptando pasivamente
la imprevisión, la carencia
de orientaciones, la falta
de organización y la absurda
inactividad de que da
muestras el Gobierno del
doctor Negrín". Toda una
traición. Tras el manifiesto
del Consejo Nacional de
Defensa, habló Casado,
Besteiro y Cipriano Mera. "O
la paz por España o la lucha
a muerte. ¡Españoles! ¡Viva
la República! ¡Viva
España!». Fue la noche más
difícil para la República y
los republicanos padecimos.
Por las calles de Madrid,
soldados del Frente Popular
se disparaban unos a otros;
comunistas contra
socialistas y anarquistas; y
algunos, como yo,
anonadados. Durante las
negociaciones de Casado con
el Cuartel general de Franco
se habló de la evacuación al
extranjero de cuantos
quisieran marcharse. El plan
disponía que los fugitivos
se reunieran en los puertos
mediterráneos para ser
evacuados en barcos
franceses e ingleses. Los
republicanos derrotados,
dispusieron de 20 días para
huir, pero lo consiguieron
muy pocos por falta de
medios. Nada se cumplió. Los
barcos nunca llegaron. Así
terminó la guerra en los
muelles del puerto de
Alicante.
Consumado el golpe de Casado,
el general Franco se negó a
aceptar un nuevo abrazo de
Vergara y no concedió a
Casado ninguna de las
garantías imploradas casi de
rodillas por sus emisarios.
Franco sólo aceptaba una
rendición sin condiciones.
Casado y el Consejo Nacional
de Defensa, embarcaron con
sus familias el 29 de marzo
en un destructor británico
que los trasladó a Marsella.
El socialista Julián
Besteiro decidió quedarse y
murió preso en la cárcel de
Carmona un año después.
El 28 de marzo, vimos entrar
a las tropas franquistas en
Madrid; los sublevados, en
su ofensiva final, ocuparon,
prácticamente sin lucha, la
zona centro-sur que había
permanecido bajo la
autoridad de la República.
En Alicante desde el día 29,
unas 15.000 personas que
habían huido de Madrid y de
otros lugares, se apiñaban
en el puerto a la espera de
embarcar en algún barco
británico o francés, pero la
mayoría no lo lograron.
Fueron apresados por las
tropas italianas de la
División Littorio, al mando
del general Gastone Gambara.
Muchos de los capturados
fueron ejecutados allí
mismo.
El
golpe de Casado fue
innecesario porque
casi todos los grandes
actores implicados
aspiraban, más o menos, a lo
mismo,
en opinión de los
historiadores Ángel Viñas y
Fernando Hernández Sánchez.
No había ninguna
conspiración comunista.
Negrín no actuaba al dictado
del PCE. Poner fin a una
guerra sin perspectivas de
victoria, evitando en lo
posible las represalias,
podía ser humanos: pero
cuando se vio que ni
siquiera esto sería
factible, pretendieron
garantizar la evacuación. La
mecánica para alcanzar esos
objetivos no era la misma
para Negrín que para Casado,
muñidor del golpe de fuerza
que liquidó cualquier
posibilidad de resistencia.
La tragedia humanitaria que
desencadenó el golpe de
Casado pudo haberse evitado.
Paul Preston sostiene que
fue un error colosal desde
el punto de vista
estratégico. Aunque la
guerra estuviera perdida,
una tercera parte del
territorio estaba aún en
manos republicanas. El golpe
de Casado no solo frustró la
posibilidad de una paz
digna, sino que impidió
todos los planes de
evacuación y abrió las
puertas a las tremendas
represalias de la victoria
franquista.
Casado
pensaba que al ofrecer la
cabeza de Negrín y el poder
comunista a Franco, éste
mostraría condescendencia.
Pero hubiese bastado con
leer aquel monumento a la
monstruosidad jurídica que
fue la
Ley de Responsabilidades
Políticas,
para darse cuenta cual era
la forma de manifestar el
Caudillo la magnanimidad;
traidor y sanguinario hasta
su muerte; lo pensaba y lo
sigo pensando. La realidad
fue la más amarga y
desastrosa posible y la
mejor que Franco hubiera
podido desear.
La situación había
evolucionado, de una
situación inicial favorable
a la República, al triunfo
de los militares sublevados.
La República careció de la
unidad y disciplina del
ejército sublevado. Al
comenzar la guerra
escaseaban los oficiales y
el peso del esfuerzo recayó
en unas milicias
voluntarias, sin disciplina
y preparación (El Ejército
Popular se creó el 16 de
octubre de 1936). En el
terreno internacional, el
balance favoreció a Franco,
que contó con la ayuda,
tanto militar como
económica, de la Italia
fascista y la Alemania nazi.
La República sólo contó con
la ayuda dispersa de la
Unión Soviética.
El resultado del
enfrentamiento fueron tres
años de muerte y
destrucción. Unos 600.000
españoles murieron por
causas directas; a su
término unos 270.000 estaban
detenidos en campos de
concentración y 300.000 en
el exilio. Los daños
materiales fueron de difícil
cuantificación. Los niveles
de la economía de antes de
la guerra no se recuperaron
hasta veinte años después
del final. La guerra sometió
a una de la ciudadanía a una
dictadura impuesta y
represiva. La guerra
perpetuó la división de las
dos Españas, que aún
sigue,.
Madrid no fue tomada, se
entregó sin resistencia, por
una traición, que pretendía
ser bondadosa. Para unos, la
victoria proporcionaba la
paz, para otros, empezaba el
sufrimiento de la represión.
El último parte de guerra,
aquel 1º de abril de 1939,
proclamaba que la guerra
había terminado, pero la paz
tardó en llegar y en ello
estamos.