El 18 de
Julio de 1936, dieron un golpe de Estado monárquico, militar y
fascista, que provocó una guerra, que ganaron e instauraron una
dictadura, al mando de Franco que duró hasta 1978, cuando se
proclamó la actual Constitución. Hoy la derecha reaccionaria
pretende revisar la historia, culpando del golpe a los demócratas
republicanos que fueron las víctimas.
El
próximo 22 de julio cumplo setenta y dos años y el golpe fascista
del 18 de julio, se perpetró trece años antes de nacer yo. Mis
padres y todos los miembros de la familia, que vivieron aquellos
acontecimientos han fallecido. La mayoría por muerte natural, salvo
mis abuelos paternos, que fueron pasados por las armas de Franco,
tras la toma de Toledo. Un año más, recuerdo estos hechos, no por
nostalgia, sino que vuelvo a hacer un ejercicio de memoria histórica
viva y por mi dignidad.
El mes de
julio comenzó golpista. El día 1, en su Informe Reservado, el
general Mola, presenta un plan definitivo. El financiero Juan March
entrega un cheque en blanco al marqués de Luca de Tena, propietario
del diario ABC, para financiar la adquisición de un avión que
traslade a Franco a Marruecos para ponerse al frente de las tropas
sublevadas. Con el asesoramiento de Juan de la Cierva, inventor del
autogiro, contratan un De Havilland D.H.89 "Dragon Rapide". El golpe
de Estado se venía gestando desde hace tiempo y a principios de
julio de 1936 la fecha quedó fijada para los días 10 al 20 de
julio, pero se produjeron algunos acontecimientos que lo hicieron
adelantar: la insurrección comenzaría el sábado 18 a las 06:00 en
Marruecos y el 19 a primeras horas de la madrugada en la Península.
La
conspiración militar se puso en marcha nada más formarse el gobierno
de Azaña, tras la victoria del Frente Popular. En la calle estaba
cantado, en los despachos era conocido y los cuarteles eran
hervideros de conspiradores. Al gobierno le llegaron noticias sobre
lo que se estaba tramando y no actuó con la contundencia debida
contra la golpista. Exceso de confianza, errónea valoración
política, y falta de ánimo para abordar la situación llevaron a la
tragedia.
El golpe
de Estado se dio contra la legitimidad de la República.
Políticamente fue antidemocrático; jurídicamente anticonstitucional;
socialmente conservador y tradicionalista; espiritualmente clerical;
ideológicamente totalitario; económicamente capitalista;
militarmente absolutista; y moralmente inhumano. El plan abarcaba
todos los sectores y actividades. Comprendía una acción de fuerza
militar, desde diferentes puntos de España y África; una
colaboración religiosa y una acción social, que debía poner en juego
a la banca, la judicatura, la industria, y a grupos políticos de
acción violenta. El directorio del general Mola, coordinaría todos
los recursos a su alcance: fuerzas militares, ayuda diplomática,
financiera, armamento y personal voluntario.
En los
días posteriores al golpe, y tras el fracaso de la rebelión en
Madrid, con la caída del Cuartel de la Montaña y el de Campamento,
la ciudad queda bajo el dominio del Gobierno legítimo de la
República. Desde el mismo instante, la toma de Madrid fue un
objetivo para las tropas sublevadas. Nunca ante se había bombardeado
una ciudad como objetivo civil; después se haría en diversas
ciudades españolas y en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando un grupo de periodistas extranjeros preguntó al general Mola,
comandante del Ejército del Norte, cuál sería de sus cuatro columnas
la que conquistaría Madrid (una venía por el suroeste, otras dos
desde Galicia y Castilla La Vieja y una cuarta desde Navarra y
Aragón), él contestó: la "quinta columna" (según cuenta Hugh
Thomas).
El libro
Los mitos del 18 de julio (de Ángel Viñas y otros ocho autores),
viene a dar respuesta al revisionismo histórico que hace la derecha,
para descalificar a la República y legitimar la rebelión. Según las
tesis que defienden los autores, el brazo ejecutor del golpe fueron
militares desleales a su juramento en defensa de la República y los
civiles que tenían un papel fundamental para que triunfase. Estaban
implicados militares, falangistas, monárquicos, la derecha
conservadora más reaccionaria y la iglesia católica, que habían
oprimido al pueblo durante siglos. No fue un golpe doméstico, sino
que contó con la Italia fascista, quién jugó un papel determinante
para el triunfo del golpe, vendiendo y suministrando armas.
La fecha
de inicio del golpe de Estado, nada tuvo que ver con el asesinato de
Calvo Sotelo. Todo estaba previsto con antelación, ligado a los
contratos de compra de armas y al apoyo italiano prometido. En el
diseño del plan director no estaba prevista la defensa de la iglesia
y del catolicismo ni era un objetivo de motivación. El golpe tampoco
pretendía acabar con ninguna insurrección armada en marcha, porque
no la había; sino eliminar las reformas abordadas durante el primer
bienio republicano (agraria, laboral, militar y de la enseñanza) y
defender la unidad de España, que a su entender se rompía. Vamos, el
mismo discurso de hoy.
Ninguna
organización republicana u obrera tenía el propósito de subvertir el
orden constitucional en la primavera de 1936 porque o no querían o
no podían. Tampoco había en marcha ninguna intervención de la URSS
en España. La política de Stalin, desde 1925, no era de expansión,
sino de socialismo en un solo país en la URSS. Antes del golpe, no
había un estado de violencia revolucionaria o de terror rojo, no
había ninguna dinámica de exterminio ni de liquidación de los
enemigos de clase y no se asesinaba a las gentes de orden. Cosas que
si hicieron los golpistas, antes y después de la guerra, con sus 25
años de la paz de plomo.
La
República no fue un fracaso que conducía inexorablemente a una
guerra, sino que fue destruida por un golpe militar, con la
connivencia de países extranjeros y que, al no triunfar en buena
parte del territorio y en Madrid, se encaminó de forma irremediable
a una guerra. Fue la sublevación quien colapsó la administración
republicana. La República, durante la guerra, tuvo que enfrentarse a
una parte de la izquierda obrera, que entendía que la democracia era
irreconciliable con el capitalismo, temiendo que se entregase,
pacíficamente al fascismo, como había sucedido en toda Europa.
La
pretensión de cada grupo social y estamento rebelde era la defensa
de sus propios intereses: la aristocracia pretendía la conservación
del rango y los privilegios; los capitalistas, la libertad de
explotación de los trabajadores y la defensa a ultranza de la
propiedad; la iglesia, la anulación de las disposiciones que habían
mermado sus fueros; los terratenientes e industriales, impedir la
reforma agraria y la intervención obrera en las empresas; la prensa
de derechas, el derecho a crear opinión y defender el negocio; los
militares, profesionales, burócratas y burgueses, la restauración de
un orden rígido y autoritario que respetase el escalafón, la
jerarquía, la antigüedad y las prebendas. Los vencedores
establecieron una dictadura para perpetuar esos intereses y la
mantuvieron mediante la represión y la violación de los derechos
humanos.
Mientras
los tribunales argentinos siguen investigando los delitos de lesa
humanidad cometidos durante la guerra civil y la dictadura
franquista, aquí se siguen poniendo trabas al juicio internacional,
alegando la prescripción de los delitos y sigue sin condenarlos
categóricamente. Los desaparecidos del franquismo, según la
Plataforma de Víctimas de Desapariciones Forzadas, fueron 140.000
personas, entre víctimas de la guerra y de la dictadura.
El día 17
de Julio, el teniente coronel Juan Yagüe rebela a las tropas en
Ceuta y se hace con la plaza. Sáenz de Buruaga hace lo propio en
Tetuán y detiene al Alto Comisario de Marruecos. El Protectorado
está en manos de los rebeldes. El 18 en Sevilla, Queipo de Llano,
detiene al jefe de la II División Orgánica, Fernández de Villa
Abrille, rebelando a unos 3.000 soldados y se hace con el centro de
la ciudad. Mientras, en Casablanca, El general Franco llega desde
Canarias para tomar el control del ejército del protectorado. En
Madrid, el presidente del Gobierno, Santiago Casares Quiroga,
incapaz de contener la rebelión ya generalizada, dimite. Se arma a
las milicias obreras.
El día 19
en Pamplona, el general Emilio Mola, que ha dirigido toda la
sublevación, rinde Navarra y la provincia de Álava con la ayuda de
las milicias carlistas. En Madridel general Fanjul entra en el
Cuartel de la Montaña y rebela a la guarnición con la intención de
tomar la capital. Los milicianos, armados el día anterior, rodean el
cuartel e impiden que salgan los rebeldes. El día 20, el golpe de
Estado ha fracasado, pero ha partido a España en dos. La Guerra es
inevitable.
No quiero
terminar esta reflexión sin recordar a mis abuelos. Cuando fueron
fusilados, vivían en Toledo, en el Callejón de los Niños Hermosos,
en la judería toledana. No me consta que mis abuelos fueran rojos
peligrosos. Tampoco conozco las razones que arguyeron los asesinos
para matarlos, tras la liberación de El Alcázar. No se celebró
juicio ni se declaró sentencia de muerte antes del paseo criminal.
Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los
culatazos de los fusiles sobre sus espaldas. Veo la cara perpleja y
asustada de mi abuela Antonia Arrogante, embarazada, y las caras
descompuestas por el odio de los asesinos. Oigo el sonido seco de
las descargas de los fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia
junto a un paredón en la vega del Tajo. Recuerdo todo para mantener
mi dignidad.
No tengo
herida abierta ni dolor en mi memoria; pero sí un desprecio frío y
razonado contra quienes propiciaron el golpe de Estado. También
siento desprecio por quienes hoy siguen justificando aquella
barbarie que causó tanta muerte y sufrimiento. ¡Malditos bastardos!