A las 8 de la mañana del 1
de enero de 1820, comenzaba
un episodio trascendental de
la historia contemporánea en
España. Rafael de Riego, se
alzó en armas, pretendiendo
obligar a Fernando VII a
abandonar el régimen
absolutista restaurado en
1814, tras la Guerra de la
Independencia, y volver a
acatar la Constitución
proclamada por las Cortes de
Cádiz en 1812. Se abría el
Trienio Liberal.
Rafael de Riego, político,
oficial y militar, fue
miembro de los Guardias de
Corps de
Carlos IV, luchó
contra los franceses en la
Guerra de la Independencia
(1808-1814). Estuvo
prisionero en Francia, en
donde recibió la influencia
ideológica del liberalismo
revolucionario, que practico
hasta su muerte. Dio nombre
al famoso himno decimonónico
conocido como himno de
Riego, adoptado por los
liberales durante la
monarquía constitucional y,
más tarde, por los
republicanos.
España iba a estar regida
por un sistema
constitucional. "Las luces
de Europa no permiten ya,
señor, que las naciones sean
gobernadas como posesiones
absolutas de los reyes.
Resucitar la Constitución de
España, que es la Nación
legítimamente representada,
quien tiene solo el derecho
de darse leyes a sí misma",
rezaba el manifiesto
dirigido al monarca
absolutista Fernando VII.
En
1819, se reunió en Andalucía
un ejército para marchar a
sofocar la sublevación de
las colonias en América.
Riego estaba al mando del 2º
Batallón Asturiano. Varios
oficiales habían decidido
aprovechar la ocasión para
proclamar la Constitución de
1812. Riego, que era uno de
los comprometidos con el
movimiento, se alzó en Las
Cabezas de San Juan,
arengando a las tropas con
una proclama: "España está
viviendo a merced de un
poder arbitrario y absoluto,
ejercido sin el menor
respeto a las leyes
fundamentales de la Nación.
El Rey, que debe su trono a
cuantos lucharon en la
Guerra de la Independencia,
no ha jurado, sin embargo,
la Constitución, pacto entre
el Monarca y el pueblo, es
cimiento y encarnación de
toda Nación moderna".
Continuaba la proclama leída
en la plaza de la
Constitución del municipio
sevillano: "La
Constitución española, justa
y liberal, ha sido elaborada
en Cádiz, entre sangre y
sufrimiento".
El rey no la había jurado y
Riego entendía que para que
España se salvara, el rey
debe jurar y respetar la
Constitución de 1812,
"afirmación legítima y civil
de los derechos y deberes de
los españoles, de todos los
españoles, desde el rey al
último labrador".
Fernando VII tardó en
reaccionar casi tres meses.
Fue necesario que una gran
multitud rodeara el Palacio
Real de Madrid para que
atendiera a las exigencias
de Riego. Lo hizo con un
manifiesto que incluía la
histórica proclamación por
la que fue apodado El felón,
en relación con su
deslealtad: "Marchemos
francamente, y yo el
primero, por la senda
constitucional".
Así comenzaba el Trienio
Liberal, un sueño breve que
acabó con Riego decapitado
en la Plaza de la Cebada de
Madrid por orden del propio
monarca, que no había dejado
de maniobrar para hacer
fracasar el ensayo liberal.
Fernando reclamaba en
secreto ayuda extranjera
para eliminar las trabas al
restablecimiento del
absolutismo. En diciembre de
1822, la Santa Alianza
decidió, en el Congreso de
Verona, que una España
liberal era un peligro para
el equilibrio europeo y se
encargó a Francia la tarea
de restablecer la monarquía
absoluta en España, y poner
fin al Trienio Liberal, que
se consumó con la entrada en
España de los Cien Mil Hijos
de San Luis.
Riego
ha pervivido en la memoria
popular como un héroe mítico
de la lucha por la libertad;
la marcha que tocaban sus
tropas durante los hechos de
1820 (llamada popularmente
Himno de Riego),
siguió sonando como himno
revolucionario a lo largo
del siglo XIX y fue adoptado
como himno nacional de
España, de manera no
oficial, durante la Segunda
República. Fue uno de los
grandes defensores de las
libertades civiles en
España, convirtiéndose en el
mártir por excelencia de la
represión política ejercida
por el absolutismo. Su
retrato se exhibe en las
Cortes Generales junto con
otros cuadros alusivos a
personajes y acontecimientos
liberales, como fue la Jura
de la Constitución de 1812.
Tras el levantamiento en Las
Cabezas de San Juan, se
abrió un periodo de
monarquía constitucional
(1820-23), enormemente
difícil por la deslealtad
del rey al régimen que le
habían impuesto los
liberales. El propio Riego
se convirtió en símbolo del
liberalismo radical y
colaboró con los gobiernos
liberales como capitán
general de Galicia y de
Aragón. En marzo de 1822,
fue elegido diputado por
Asturias, siendo designado
presidente de las Cortes
Generales.
La gesta de Riego repercutió
de manera muy positiva en la
construcción de la España
liberal. El pronunciamiento
puede definirse como el
primer ejemplo en la
historia de nuestro país, de
un militar que se alza en
favor de la causa
constitucional. Riego
recogió la voluntad
colectiva y logró que,
durante tres años, el
liberalismo triunfara en
España.
A
pesar del olvido en el que
parece haber caído, Rafael
de Riego, es una figura
histórica importante. Su
propio nombre, simboliza una
época, el Trienio liberal
(1820-1823) en que la
Constitución de Cádiz estuvo
vigente en España. Del mismo
modo, la celebridad y la
popularidad que alcanzó en
vida fueron inmensas. Su
nombre se convirtió en
emblema de las posiciones
más exaltadas del
liberalismo español, pero
también en objeto de
polémicas y controversias,
una doble imagen que le
sobrevivió,
aún hoy no existe un
consenso, que ha pasado a la
historia como un personaje
controvertido,
héroe para unos, militar
golpista para otros, según
Alfonso Guerra.
Aquel
1 de enero de 1820,
Riego no dio un golpe de
Estado, sino que encabezó un
pronunciamiento.
Las diferencias son
notables, aun teniendo como
común denominador, acciones
de fuerza emprendidas por
militares. Sin embargo, el
pronunciamiento tiene
siempre por objeto
establecer un gobierno
liberal y civil, nunca una
dictadura, y, además, evita
la violencia. Se define por
la aparición de una pequeña
fuerza en la periferia que
hace proclamas a la
población para sumarse al
desafío y obligar al
gobierno a claudicar.
En 1823 Fernando VII
restableció el absolutismo
con ayuda extranjera,
hicieron falta cien mil
soldados para derribar el
régimen constitucional. Los
distintos gabinetes
liberales que gobernaron ese
año no supieron organizar
una defensa eficaz y el
recelo a una posible deriva
exaltada llevó a muchos
generales españoles a
claudicar sin presentar
resistencia. Según el
invasor avanzaba, se desató
la venganza de los
absolutistas; se iniciaba
una dinámica represiva que
continuaría hasta la muerte
del rey en 1833.
Las autoridades
constitucionales no
concedieron a Riego el mando
de un ejército debido a su
condición de diputado. El
asturiano no pudo ponerse al
frente de una pequeña tropa
hasta los momentos finales
de la guerra, cuando, una
vez más, los franceses
cercaban Cádiz, adonde se
había retirado el gobierno.
Esta vez, sin embargo, la
ciudad no resistiría. Las
fuerzas de Riego quedaron
seriamente mermadas, hasta
el punto de que para cuando
fue arrestado en septiembre
en la población andaluza de
Arquillos le acompañaban
solo tres hombres.
Riego
fue humillado hasta el
final, se le encerró en
letrinas y se le sometió a
una farsa de juicio, acusado
de atentar contra la
seguridad del rey.
Finalmente, el 7 de
noviembre de 1823 se le
subió a un serón arrastrado
por un burro y fue llevado a
la plaza de la Cebada,
donde eran las ejecuciones
públicas. La horca era más
alta que nunca, todos debían
ver cómo el icono de la
revolución moría. Subió
dando un beso a cada escalón
y besó también la cruz que
se le presentó. El verdugo
se agarró a su víctima y se
abalanzó con él al vacío;
tras eso, le dio una
bofetada al cadáver, antes
de decapitarle. Era el
triunfo del terror y la
reacción, pero Riego se
había convertido
definitivamente en mártir
para el futuro movimiento
demócrata español.
Riego se sublevó reclamando
la Constitución liberal de
1812, se opuso a la felonía
del Rey absolutista y fue
reprimido brutalmente con un
final trágico de
descuartizamiento en la
Plaza de la Cebada de
Madrid. Riego asistió solo a
su final, abandonado por
todo el mundo, en defensa de
la Constitución.