El pasado
día 31 de Octubre, se han cumplido cuarenta y tres años, desde que
el Congreso de los Diputados, aprobase el dictamen de la
Constitución española, que fue sancionada mediante el referéndum del
6 de Diciembre de 1978. Recordando el acontecimiento, hablemos de
constitucionalismo en España, pero no de ésta, sino de la de 1812,
la de Cádiz ¡Viva la Pepa!, que Fernando VII se encargó de derogar.
Tiempos
convulsos corrían. La historia va poniendo las cosas en su sitio y
ahora parece que la Constitución de 1812 no fuese tan liberal. El
texto establecía que la soberanía residía en la nación; se mantuvo
la monarquía como sistema de gobierno; se adoptó un sistema
electoral de representación; y se consagraba la religión católica
como la oficial del Estado. De todas formas, el rey se encargó de
desbaratarlo todo.
Muchos
mitos pesan sobre La Pepa. La fecha de promulgación de la
Constitución (19 de marzo), se hizo coincidir esta fecha, para
homenajear a Fernando VII, en el cuarto aniversario de su llegada al
trono en 1808. El rey estaba cautivo, y en su nombre, sancionó la
Constitución Política la Regencia del Reino, nombrada por las
Cortes. La idea de redactar una constitución, no fue fruto de la
presión de la burguesía, y mucho menos del pueblo llano, sino del
vacío de poder dejado por el monarca. Cuando retorna a España
establece la monarquía absoluta y declara nula y sin efecto toda la
obra de las Cortes de Cádiz. Recupera el poder y lo hace con todas
las consecuencias, destruyendo el régimen constitucional a sangre y
fuego.
Tras
meses de debate, las Cortes de Cádiz en 1812, promulgaban la primera
Constitución de la monarquía española. La primera constitución
liberal de la monarquía, hasta entonces absoluta. Su texto definía a
la nación como la reunión de todos los españoles de ambos
hemisferios y como españoles a todos los hombres libres nacidos y
avecindados en los dominios de las 'Españas' y los hijos de éstos.
Se dice que con la aprobación de la Constitución gaditana, los
españoles dejaban de ser súbditos para convertirse en ciudadanos,
pero es mucho decir; es más un deseo que manipula la realidad. Nada
tiene que ver con la concepción actual de ciudadanía.
El
artículo 14 declaraba que "la Nación española es una Monarquía
moderada y hereditaria". La potestad de hacer las leyes residía en
las Cortes con el Rey, y a éste se le otorgaba la potestad de hacer
ejecutarlas (rey, legislador, jefe de estado y presidente de
gobierno). También decía que la "persona del Rey es sagrada e
inviolable" y que no quedaba sujeta a responsabilidad. A Fernando
VII, no le valió. El reino de las 'Españas' se hacía indivisible; y
la sucesión al trono sería, desde la promulgación de la
Constitución, hereditaria, por el orden regular de primogenitura y
representación entre los descendientes legítimos, varones y hembras.
En este caso ganaron las mujeres. Esta decisión dio lugar, al menos,
a tres guerras Carlistas por la sucesión al trono.
La
Constitución declaraba que la religión de la Nación española "es y
será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única
verdadera". La Nación la protegería por leyes sabias y justas,
prohibiendo el ejercicio de cualquiera otra. Toda una declaración de
intenciones que llega lastimosamente a nuestros tiempos. ¿Será por
este modelo, por lo que les gusta tanto esta constitución, a buena
parte de los miembros de la más insigne derecha española?
Era una
Constitución "democrática", que afirmaba la soberanía de la nación y
el derecho de sufragio. Pero no todos tenían los mismos derechos a
la hora de votar. Establecía unas Cortes unicamerales, con diputados
elegidos por Juntas provinciales, elegidas a su vez por sufragio
universal masculino (aquí si se excluía a las mujeres). Quedaban
fuera del sistema electoral: los servidores domésticos y en los
territorios de América, los criados y los negros. Precisamente el
artículo 25 estipulaba que el ejercicio de los derechos quedaba en
suspenso: "Por el estado de sirviente doméstico" y "Por no tener
empleo, oficio o modo de vivir conocido". Las mujeres, las clases
inferiores y los negros, quedaban fuera del sistema democrático.
Es
discutible la definición que se hace, de que supuso una revolución.
No fue revolución social, si por tal se entiende la rápida y
profunda transformación del Estado y de las estructuras de clase.
Tampoco una revolución política, que lleva aparejada una toma
violenta y rápida del poder del Estado y eso no se produjo. El trono
estaba vacío y la monarquía no era un poder establecido. De modo que
no fue en absoluto una revolución social, si acaso un conato de
revolución política. En realidad las Cortes trataron de rellenar un
vacío de poder, con un texto constitucional, bajo la apariencia de
una restauración monárquica, que limitaba el poder real, suprimía
algunos de los privilegios de la nobleza del Antiguo Régimen,
declaraba a la nación como sujeto de la soberanía e instaurara un
régimen representativo muy particular.
La obra
constitucional implicaba, a largo plazo, una transformación del
Estado y de la sociedad, que no pudo llegar a buen puerto. Los
diputados legislaron, pero no tenían modo de garantizar su eficacia.
Carecían de poder sobre el territorio de la nación ocupado por un
ejército invasor. España tenía una Constitución, pero no tenía un
Estado y la Constitución estuvo vigente, tan solo, en una pequeña
parte del territorio peninsular. La historia se repite, y pasado el
tiempo, el Reino de España, tampoco tuvo rey y la democracia
orgánica, obstruía a la democracia real.
La
Constitución y el régimen que creó, llevaba el germen de su propia
destrucción: la restauración de la monarquía en la persona del rey
Borbón, Fernando VII (padre de Isabel II, madre de Alfonso XII,
abuela de Alfonso XIII, abuelo del rey emérito fugado a Dubái y
bisabuelo del actual rey de España). El Deseado, era considerado
persona sin escrúpulos, vengativo y traicionero, que nada más poner
el pie en España se vio ya que hollaba (se lamentaba Modesto
Lafuente).
El
propósito del rey Felón, no fue otro que restablecer el absolutismo
anterior a 1812 y lo hizo. Derogó la Constitución, persiguió a
quienes la apoyaban, valiéndose de todas las artimañas posibles,
violencia y represión. Todo quedó en lo que pudo haber sido.