En España
ha comenzado la guerra de los impuestos, que no terminará hasta la
celebración de elecciones municipales y autonómicas del próximo año,
prologándose hasta las próximas generales. Lo que quiere decir que
los impuestos se han convertido en arma políticamente electoral.
El Estado
de las autonomías que desarrolla el Título VIII de la Constitución
está inacabado. Eso pretendían los padres de la Constitución que no
sabían como meterle mano allá por 1978.Las demandas pasaban desde el
Estado unitario franquista al Estado federal que defendían las
fuerzas nacionalista y de izquierdas, incluido el PSOE del momento.
El resultado, un Estado multinacional, sin competencias
territoriales, que se han ido desarrollando a lo largo de estos
últimos cuarenta y cuatro años. Si no había competencias
transferidas, tampoco financiación. Fue un problema entonces y lo
sigue siendo ahora. La política fiscal es el gran debate y se puede
abordar desde la coyuntura económica o desde el modelo de Estado,
centralizado o descentralizado.
Se ha
iniciado una escalada entre las comunidades autónomas gobernadas por
el Partido Popular, sobre quien baja más impuestos, que afecta
especialmente al de Patrimonio. Moreno Bonilla ha decidido librar
del impuesto de Patrimonio a 20.000 andaluces, chocando con otras
autonomías. Parece que están compitiendo en quién es capaz de
reproducir un paraíso fiscal a imagen de aquellos del exterior para
librar a los más ricos del pago legal de impuestos
Moreno Bonilla, apoyado por la dirección
natural del PP y apoyado por otros tantos presidentes de
Comunidades, parece como que el asunto es un derecho natural y no lo
es.
En estos momentos históricos, los gastos de una guerra en Europa y
los gastos derivados de la inflación, eliminar impuestos va en
contra de toda lógica y en contra de las recomendaciones de
organismos como el FMI o la OCDE. Si todas
las autonomías bajan impuestos, habrá que eliminar gastos en los
presupuestos, como ya hace el Gobierno de Madrid en sanidad,
hospitales, medicamentos, educación, dependencia, paro, carreteras,
residencias o ayudas sociales.
Andalucía quiere atraer empresarios, y ha
puesto el foco en los que están instalados en Catalunya. El Gobierno
andaluz ha lanzado una campaña para atraer empresas que consiste en
la bonificación del 100% del impuesto sobre el patrimonio y una
bajada de los tres primeros tramos del IRPF.
Para que no quede duda de sus intenciones, el Gobierno andaluz
abrirá una delegación en territorio catalán para captar inversiones.
No obstante, no está claro que consiga atraer el perfil deseado:
empresarios que generen actividad económica y empleo. Si algo
parecido hubiera hecho Catalunya, no solo pedirían la aplicación del
artículo 155 de la Constitución como ya ocurre, lanzarían sus
tropas de asalto para eliminar todo rastro de nacionalismo.
Para
tener un Estado del Bienestar fuerte hacen falta recursos públicos.
La guerra iniciada por el Partido Popular con el tema de los
impuestos es lamentable. Pretenden dar más privilegios a las clases
privilegiadas, suprimiendo el Impuesto de Patrimonio, que solo paga
el 0,2% de lo más ricos en Andalucía, en lugar de atender a las más
de 400.000 ayudas a la dependencia aún pendientes de tramitar por la
Junta de Andalucía, lo que demuestra que hacen política para una
minoría a costa de la mayoría social.
El PP, en
su irresponsabilidad política, busca el enfrentamiento territorial.
Moreno Bonilla decide regalar a 20.000 andaluces afortunados,
entrando al choque con otras autonomías, como Cataluña, inaugurando
por segunda vez una especie de subasta de ricos entre Comunidades
Autónomas, haciendo un llamamiento para que los empresarios se
instalen en Andalucía. Madrid fue la pionera de rebajar impuestos,
ahora, Andalucía, secundado por Murcia y Galicia. La Junta apruebó
la mayor rebaja fiscal de la historia de Castilla y León,
convirtiéndose en la segunda Comunidad con el tipo de gravamen más
bajo de España, después de Madrid.
Los últimos datos estadísticos sobre el
Impuesto sobre Patrimonio que ha publicado la Agencia Tributaria
constatan los efectos que esta política fiscal tiene sobre las
clases más privilegiadas.
Durante 2020, el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso libró de pagar 992
millones de euros a 18.225 contribuyentes que declararon patrimonios
millonarios. La bonificación alcanzó, de
media, los 54.431 euros, según las cifras oficiales. Madrid era,
hasta hace unos días, la única autonomía que bonificaba al 100% este
gravamen, lo que supone, de facto, suspender el impuesto que grava a
las grandes fortunas. Si bien, están obligados a presentar esta
declaración aquellos que tengan más de dos millones de euros,
mientras que en otros territorios el mínimo se sitúa en 700.000
euros. Con el anuncio de
Juan Manuel Moreno Bonilla de sumarse a la política fiscal de la
Comunidad de Madrid y suprimir este
impuesto, ha resucitado un debate recurrente. El de la competencia
fiscal a la baja, que hace que decisiones como las de Andalucía o
Madrid lastren la financiación de otras comunidades.
El
impuesto del patrimonio fue eliminado en 2008 por el Gobierno de
José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente socialista lo calificó
de desigual y criticó que penalizara el ahorro: “Eliminaremos el
impuesto sobre el patrimonio para todos los ciudadanos de este país.
Prácticamente un millón de ciudadanos, fundamentalmente clase
media”, dijo en un acto pocos meses antes de las elecciones
generales de 2008.
El presidente Pedro Sánchez ha hecho una
referencia a la competencia fiscal a la baja que se está dando entre
las comunidades y ha apostado por un modelo que fortalezca el Estado
de bienestar, haciendo un paralelismo entre las dos crisis que ha
enfrentado España en esta década. La que tenía lugar en 2008 y la
que dejan ahora la pandemia y la guerra en Ucrania.
Crisis, hay muchas, pero solo hay dos respuestas posibles,
ha señalado el presidente, la “basada en el individualismo y la
insolidaridad” de hace diez años o la actual, que ha asegurado que
se está encarando con “determinación, con unidad, con solidaridad y
con sensibilidad social”.
El Gobierno apunta a un nuevo impuesto estatal
a las grandes fortunas. Unidas Podemos lleva tiempo proponiendo un
impuesto a los ricos que el PSOE había rechazado bajo la premisa de
que estaba elaborando una propuesta de reforma fiscal amplia. Sin
embargo, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ha señalado
que se acerca el momento:
El Gobierno de España trabaja en estos momentos de dificultad en
pedir un esfuerzo a aquellos que consideramos que están en mejores
condiciones de hacerlo. Unidas Podemos, ha
valorado positivamente que la titular de Hacienda se abra a la
posibilidad de subir los impuestos a las grandes fortunas.
La Comunidad califica de injusto y destructivo
el impuesto a las grandes fortunas anunciado por el Gobierno. Por su
parte el presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, ha resaltado que
el nuevo impuesto a las grandes fortunas anunciado por la ministra
de Hacienda, es un error y una
equivocación, recordando que en Europa el Impuesto de Patrimonio
solo está en España.
Garamendi
no dice toda la verdad; actualmente, este impuesto se aplica en
España, Noruega y Suiza. Noruega aplica una retención del 0,95% a
los patrimonios superiores a 180.000 euros y el 1,1% a los que
traspasan la barrera de los 2,1 millones de euros, mientras que en
Suiza varía en cada cantón. Lo cierto es que la popularidad de este
impuesto ha ido decayendo durante las últimas décadas. En 1990 lo
aplicaban en su totalidad doce países de la OCDE. Un análisis
elaborado para la comisión de Presupuestos de la Eurocámara en 2021
achaca la decaída a la combinación de una mayor competencia fiscal
internacional con los bajos niveles de recaudación y a los altos
costes administrativos.
El
Impuesto grava a las rentas altas, ya que se impone sobre el
patrimonio neto de las personas físicas, el conjunto de bienes y
derechos de contenido económico que posee cada una. Este impuesto se
aplica en todo el territorio nacional y sus competencias
corresponden a las comunidades autónomas.
Suprimir
el impuesto patrimonio atrae ricos, pero no riqueza, merma la
recaudación y aumenta la desigualdad.