Hay lacras
que han ocasionado los mayores males en la historia a través de las
guerras. Hoy bien sabemos de eso, lo que está ocurriendo en Ucrania y
en Palestina es un buen ejemplo, pero aquí no voy a referirme a esa
miserable y trágica situación de desaparecidos, muertes y
deportaciones. La religión ha sido una de las causas por las que el
ser humano se ha enzarzado en peleas inhumanas; por el territorio y
por conseguir el poder y ejercerlo con mano de hierro son otros de los
motivos insaciables para el sufrimiento y la miseria.
Soy ateo,
no creo en ningún ser sobrehumano, ni sobrenatural, que controle los
destinos de los seres vivos y muertos aquí en la Tierra ni fuera de
ella; que imparta castigo y justicia divina, ni nada por el estilo. En
otras palabras, no creo en dios, ni en sus actos ni en sus obras ni en
su historia ni en su hijo ni en su madre, ni en todos los santos ni en
lo que creen los que creen, ni en ninguna paloma santa.
Los dioses
en los que creen quienes provocan las guerras, o son guerreros o
bondadosos, pero lo cierto es que unos y otros, los del más allá ni
los de acá, han hecho nada por evitar los enfrentamientos fraticidas,
es más, puede incluso que si existieran o existiesen los hubieran
provocado o los estarían provocando.
Los trenes
de la muerte fueron parte de la Solución Final. Estos trenes formados
por vagones de ganado, partían desde todos los países ocupados por la
Alemania nazi, con destino a los campos de exterminio. Después de
varios días de viaje en condiciones infrahumanas, los presos eran
seleccionados: a un lado los aptos para ser esclavizados, el resto a
las cámaras de gas. Fernando Vallejo, en su libro La Puta de Babilonia
menciona la visita del papa Ratzinger a Auschwitz para "increpar a
dios" por el holocausto judío y los crímenes del nazismo: "¿Por qué
permitiste esto, Señor?" Mejor le hubiera preguntado a la momia
putrefacta de Pacelli o Pío Doce, por qué no levantaron su voz cuando
podía contra Hitler.
No es que
diga que no lo se, que puede que sea, o admita la probabilidad de la
existencia de una fuerza o energía, espíritu vital o luz omnipotente,
no: es que no lo creo. Fui creyente en otros momentos de mi vida, allá
por mi adolescencia juvenil, hasta que pensé; y entonces supe que no
era posible y además no podía ser. También es cierto, que hoy, tras
muchos años desde entonces, he dejado de creer en la propia humanidad.
Y de la iglesia católica no creo nada: por lo que representa, por lo
que dicen, por lo que hacen, por cómo lo hacen, por lo que dicen que
hacen, por lo que no dicen y hacen.
La mayor
fábrica de ateos son las religiones", dice Eugenia Biurrun, de
Iniciativa Atea; y en España las personas no creyentes -ateos,
agnósticos e indiferentes a la religión-, han experimentado un
espectacular crecimiento en los últimos diez años, situándose en el
25% de la población (según barómetro del CIS de 2010). El nivel
económico y educativo, son factores determinantes (Índice Global sobre
Religión y Ateísmo de Gallup International). La población con menos
ingresos económicos, es más religiosa que la que tiene más; y los que
se consideran de derecha, junto con los menos instruidos, son los que
más creen.
Los países
más empobrecidos o en vías de desarrollo son más religiosos: Gana,
Nigeria, Armenia, Fiyi y Macedonia (9 de cada 10 habitantes practican
algún tipo de religión). Lo que tienen una mayor población atea son:
China 47%; Japón 31%; República Checa 30%; Francia 29%; Corea del Sur
15%; Alemania 15% y Holanda 14%. Por regiones, la más religiosa es
África, con un 89% de población creyente, seguida de América Latina,
con un 84%. Son datos que ilustran el panorama.
El ateismo
es un valor de referencia en la organización de mi vida personal,
familiar, social y política. Para encontrar la armonía con el
pensamiento, es vital la consecución de un Estado verdaderamente
laico, en la defensa de los derechos civiles y las libertades
ciudadanas, con una idea, una ética, una moral, unos valores sociales
y unas normas de conducta ateas, democráticas y tolerantes.
El ateismo
es la representación de la defensa de la libertad de pensamiento y
expresión, la pluralidad y el derecho a la difusión de todas las ideas
y creencias (siempre que éstas sean respetuosas con las personas y sus
derechos). La neutralidad religiosa del Estado en todos los ámbitos,
en la enseñanza sobre todo, pasa por la abolición de los privilegios
concedidos a cualquier iglesia o confesión religiosa y supresión de
toda discriminación por motivos religiosos; y promover el progreso, la
justicia social y la solidaridad entre todos los ciudadanos.
No, no soy
creyente. No creo en dios, no lo he visto en ningún lado cuando he
oído suplicarle, llamarle con muchos nombres y con toda el alma miles
de veces. He visto o conocido tantos horrores que si aceptara la
existencia de dios, sería un dios atroz, un dios del mal. Lo cierto es
que cada vez creo menos en el hombre. Y no confundo dios e iglesia;
uno no existe y la otra se ha aprovechado durante siglos de la
ignorancia y el poder para su riqueza.
El dios de
los cristianos, es solo una buena idea, una esperanza de justicia,
pervertida por los curas. No hay más vida que esta y ya estamos todos
condenados al nacer. No nos han dejado vivir sin dios. (Mongo blanco
de Carlos Bardem) ¡Somos tierra de inquisidores, obispos codiciosos y
curas gordos y entrometidos! No nos permiten dejar de creer en su
dios, porque entonces podríamos dejar de creer en lo demás. Se empieza
dudando de dios y se acaba guillotinando reyes.
Lo que nos
caracteriza a los ateos, no es tanto la difusión de la idea, algo que
queda en el ámbito de lo íntimo y personal, sino la defensa del
laicismo: una sociedad sin ataduras de índole religioso, en libertad y
en igualdad de condiciones y oportunidades. La religión no puede
convertirse en creencia probada y verdad inamovible, a través del
poder institucional.
La Constitución española en su artículo 16.3
dice "Ninguna
confesión tendrá carácter estatal". La
laicidad del Estado y de sus instituciones es ante todo un principio
de concordia de todos los seres humanos fundado sobre lo que los une,
y no sobre lo que los separa. Este principio se realiza a través de
los dispositivos jurídicos de la separación del Estado y las distintas
instituciones religiosas, agnósticas o ateas y la neutralidad del
Estado con respecto a las diferentes opciones de conciencia
particulares. La laicidad descansa en tres pilares: la libertad de
conciencia, la igualdad de derechos, y la universalidad de la acción
pública, esto es, sin discriminación de ningún tipo.
La
Inquisición se fundó en 1478 por los Reyes Católicos, para mantener la
ortodoxia católica en sus reinos y no se abolió hasta 1834. Estuvo
bajo el control directo de la monarquía, entre otros por Fernando VII,
tatarabuelo del actual rey de España. Actuaba, no tanto por celo de la
fe y salvación de las almas, sino por la codicia de la riqueza decía
el papa Sixto IV. Lo cierto es que las razones de su creación, fueron:
establecer la unidad religiosa; debilitar la oposición política;
acabar con la poderosa minoría judeoconversa; y conseguir financiación
para sus proyectos. Se estableció una férrea organización para la
persecución y expulsión de los judíos; represión del protestantismo;
la censura; luchar contra los moriscos, la superstición y la brujería.
También se persiguió la homosexualidad y bestialismo, considerados por
el derecho canónico contra naturam. Es deleznable, como la iglesia
persigue estos supuestos delitos, cuando en su seno hay tantos
delincuentes pedófilos.
Muchos
verdaderos fieles cristianos, fueron encerrados, torturados y
condenados como herejes, para ser privados de sus bienes y propiedades
por la Inquisición. Su método represor, se basaba en el principio de
presunción de culpabilidad, no de inocencia. La detención implicaba la
confiscación de sus bienes, llevándose la instrucción en el máximo
secreto. El tormento se aplicaba, no como medio de conocer la verdad,
sino para reconfortar al preso en su fe. Ningún papa ha condenado a la
Inquisición de manera clara.
Soy ateo
porque es la base para un humanismo alejado de dogmas y opresiones.
Entre la fe en un dios imposible, escojo a la humanidad imperfecta,
libre de historias sagradas, de religiones y sectas dominadoras. Lo
que nos caracteriza a los ateos, no es tanto la difusión de la idea
-algo que queda en el ámbito de lo íntimo y personal-, sino la defensa
del laicismo: una sociedad sin ataduras de índole religioso, en
libertad y en igualdad de condiciones y oportunidades. La conciencia
social y la política unidas para el bienestar general.
Soy ateo como expresión del reconocimiento a la
razón y a la libertad de conciencia. La religión no puede convertirse
en creencia probada y verdad inamovible, a través del poder
institucional, como pretenden algunos. La fe religiosa, es a fin de
cuentas, el acto de dejar de
razonar. Soy ateo porque la razón es el máximo atributo del ser
humano. |