En tiempo
de elecciones se visualiza de manera clara que existen dos Españas,
con diferentes intereses e ideologías enfrentadas. Esto lleva a que
la defensa de las posiciones se produzca utilizando todas las armas
precisas, llegando a una violencia verbal extrema con insultos e
improperios, provocaciones y mentiras. Lo vemos hasta en el
hemiciclo de las Cortes, Hay formaciones políticas que utilizan más
que otras estas malas técnicas, es el caso del Partido Popular, que
no escatima esfuerzos para liderar este método de hacer política y
presentar sus propuestas y no es en verso precisamente.
Ya hemos
tratado este tema en otros momentos, pero no quiero dejar la ocasión
para retomarlo en plena precampaña electoral. Conociendo la historia
de este país, Francisco de Goya, muestra el símbolo de la lucha
fraticida que asolaba a España. Duelos como en la época de los
caballeros, solo que las armas eran garrotes y carecían de reglas y
protocolos; sin padrinos ni cuenta de pasos ni elección de armas.
Goya pintó el duelo de liberales contra absolutistas. A lo largo de
la historia irán cambiando nombre, definición e intereses; hasta
nuestros días. Enterrados hasta las rodillas, dos españoles arreglan
sus asuntos a porrazo limpio. Uno a la izquierda, otro a la derecha.
El Duelo
a garrotazos siempre ha sido considerado como un enfrentamiento
fratricida, aludiendo a las guerras civiles españolas, aunque se
puede extender a la violencia innata del ser humano que tanto
criticaba la Ilustración. Sería la imagen más real y cruel de las
Pinturas Negras, donde se elimina todo elemento fantástico, que
muestra la preocupación de Goya por la situación política que le
tocó vivir, angustia que llevó hasta su propia casa.
Soy de
los que piensa que existen las dos Españas y que no es un mito
histórico. Para algunos ha dejado de tener sentido hablar de la
cuestión, pero existir existen y lo vemos diariamente en la
actualidad política, social y económica. Decía Jorge Semprún, que
"La memoria histórica de España sigue siendo la de los vencedores",
por mucho que celebremos la supuesta consolidación de la democracia.
La idea de las dos Españas, ilustra muy bien
la división de la sociedad española a lo largo de los siglos XIX y
XX (antes y después). Ahora volvemos a visualizar el enfrentamiento
sin cuartel. El concepto se acuñó durante la Guerra de Independencia
(1808-1814) y se populariza hasta llegar a nuestros días. Durante la
España invadida por las tropas de Napoleón,
ni el pueblo fue una piña en su lucha contra el invasor francés,
ni todos estaban en contra de Napoleón ni el conflicto discurrió
igual en unas zonas de España que en otras, ni los guerrilleros
respondían a unos mismos objetivos ni las élites estaban de acuerdo
sobre el régimen a apoyar.
"Españolito que vienes / al mundo te guarde
dios / una de las dos Españas / ha de helarte el corazón".
Antonio Machado es prueba de la actualidad del concepto que ha ido
matizándose con el tiempo, representando la misma idea de división
de los españoles. Lo vemos durante la
Guerra de Independencia, el reinado de Fernando VII y las Guerras
Carlistas (1833-1840, 1846-1849 y 1872-1876). En el XX aparecen de
forma extrema en la guerra civil (1936-1939) que supuso el gran
enfrentamiento fratricida entre estas dos Españas irreconciliables.
Durante el franquismo se acrecentó y así seguimos.
En términos generales hay una España
antiliberal, nominada nacional y católica, que identifica a la
nación española con la religión católica y, en el siglo XIX, con un
rey absoluto. Era encarnada por la iglesia, la aristocracia y una
monarquía celosa de sus prerrogativas, además de por un populacho
que hacía suyo el lema "¡Vivan las cadenas!", en contraposición al
lema "¡Viva la libertad!" de los liberales. Está
la España de las Luces y la Ilustración,
que se vincula a las ideas de la Francia revolucionaria, encarnada
por los regímenes liberales constitucionalistas, que propugnaba una
separación de poderes y un acercamiento al laicismo y a la libertad
de expresión. Dos Españas que pugnan permanentemente por imponer sus
ideas: unos para instaurar el constitucionalismo y la revolución
liberal y otros para evitar la caída de la monarquía absoluta en un
contexto contrarrevolucionario.
Algunos
ilustrados, como Goya o Jovellanos, se desgarran entre su simpatía
por las ideas reformadoras de los franceses y su condena por los
abusos de esos mismos ocupantes. Un baile de coronas (Carlos IV,
Fernando VII y José I) en medio de una guerra en la que resultó
decisiva la intervención de Inglaterra. Desde el comienzo de la
ocupación, los viejos ilustrados eligen la modernización que
representaban los franceses, frente a los fernandistas, que eran más
bien reaccionarios. Bien es cierto que los dos bandos confluyen en
algunas cosas cuando se discute la Constitución de Cádiz en 1812.
Otro gallo nos cantara si el resultado de la guerra hubiera sido el
contrario.
Antes de esta época ya se habían enfrentado
otras Españas. Los católicos, contra los judíos o contra los
musulmanes. La intransigencia de los reyes Isabel y Fernando, contra
las costumbres milenarias del pueblo hebreo. En aquellos momentos se
creó un grave problema de convivencia.
Los cristianos temían que los judíos que vivían en los reinos de
Castilla y Aragón pudieran influir sobre los conversos.
En aquellos tiempos (como ahora), era habitual usar la religión como
arma de cohesión política, por lo que se valoraba muy positivamente
que todos los súbditos de un monarca compartieran una misma
religión, sin fisuras ni diferencias. Contra todo y todos, se creó
la Inquisición, que resultó ser un instrumento (con el garrote vil)
muy eficaz de pacificación.
El claro
ejemplo de la existencia de las dos Españas enfrentadas es la mal
llamada guerra civil, que fue una guerra militar, fascista y
reaccionaria, provocada por el golpe de Estado de Franco y el
capitalismo retrogrado. Una España que quería construir una sociedad
más igual y justa, concebida en términos ideales y defensora de un
modelo republicano y socialista. La otra media España, asumida en la
doctrina católica y conservadora, ve en el nazismo y el fascismo la
solución contra una república comunista. Esta España veía amenazada
su forma de vida, su modelo social y un país anclado en los reyes
católicos. Hoy, el discurso de la extrema derecha, apoyada por el PP
apuesta por ese modelo social y si gobiernan lo intentarán llevar a
cabo.
Esa división entre las dos Españas se acentuó
aún más durante los cuarenta años de dictadura franquista, a lo
largo de los cuales se sucedió la represión a los vencidos, que no
propició en absoluto una reconciliación sino una división marcada
por el odio. Tras la muerte de Franco, la Transición intentó a unir
a las dos Españas, mediante un proceso de olvido; no de
reconocimiento de los crímenes que se habían cometido durante la
guerra y la represión de la dictadura. Esta división se ha mantenido
hasta nuestros días, tal como lo expresaba Javier Tusell:
nos encontramos ante un asunto que viene de lejos y que da la
sensación de poder durar todavía mucho.
El modelo
español durante la Transición, estuvo basado en la continuidad
institucional del régimen (la Ley de Amnistía), el consenso político
(Constitución de 1978) y el pacto social (Pactos de la Moncloa). Los
partidarios de la ruptura, frente a la reforma, consideran que el
olvido del pasado mantenía el enfrentamiento entre las dos Españas.
No se exigieron responsabilidades a las personalidades políticas y
sociales beneficiadas por el franquismo y no reivindicar
suficientemente la memoria histórica del bando perdedor de la guerra
civil y la represión. Se dejaron sin resolver temas claves para la
convivencia, como el conflicto en Catalunya entre otros.
España
sigue dividida entre fachas y rojos. Siguen habiendo enfrentamientos
por los mismos motivos ideológicos y/o religiosos que hace más de 80
años, sin haber sabido, podido o querido apostar por un acercamiento
de posturas. Se habla de no abrir viejas heridas cuando nunca se han
cerrado. Hemos llegado a este siglo sin haber cerrado adecuadamente
los conflictos de los anteriores. Que exista división entre las dos
Españas, es un signo que nos diferencia de otro países de nuestro
entorno, que han sabido construir una historia común y que, pese a
tener ideologías distintas, han sabido superar las viejas rencillas
y sentirse todos y todas parte del todo. En España esto no pasará
por el momento; las heridas aún no han cicatrizado del todo, debido
en parte a que la Transición no supo curarlas sino enterrarlas.
Hoy dos
Españas; la de la unidad de España, la de por España, todo por
España, la de por dios, por la patria y el rey; la que se olvida de
la gente y de su bienestar. En frente quienes defendemos la España
republicana, la de la libertad, los valores universales por la
igualdad, la justicia social y la solidaridad, la de los derechos
sociales y civiles de la ciudadanía. Una España que va en contra de
la violencia de género, la del respeto al medio ambiente, la de la
convivencia en paz de los pueblos del mundo.