La Primera
República española, tuvo una existencia breve. Fueron tiempos de
grandes tensiones políticas y sociales, hasta cuatro presidentes se
sucedieron, numerosos levantamientos, carlistas y cartonistas, una
guerra en Cuba y la elaboración de una de las Constituciones más
modernas que hasta entonces se había dado.
El rey
Amadeo I renunció al trono el día 11 de febrero de 1873 y de ahí a la
proclamación de la República, hasta el golpe de Estado del general
Pavia, el 3 de enero de 1874, que supuso la restauración borbónica.
Siempre los generales y los borbones, protagonizando los actos más
trágicos de la historia de España.
En una
reunión conjunta del Congreso de los Diputados y el Senado,
constituidos en Asamblea Nacional, se acordó la proclamación de la
Primera República, de efímera duración. El resultado de la votación
fue contundente: 258 votos a favor contra 32. No había otra
alternativa posible. Como república parlamentaria duró menos de un
año, hasta enero de 1874, aunque se mantuvo otro año más como
república autoritaria, con el parlamento disuelto y las garantías
constitucionales suspendidas, y el general Serrano al frente del poder
ejecutivo, hasta el golpe de Estado de Martínez Campos.
La Primera
República constituyó la etapa final del agitado período que se abrió
en septiembre de 1868 con el estallido revolucionario de la Gloriosa
que puso fin al reinado de Isabel II y dio paso al conocido como
Sexenio Democrático o Sexenio Revolucionario (1868-1874). La
confrontación entre los partidarios de la república y los defensores
de la monarquía se decantó hacia estos últimos, que proclamaron rey
constitucional, después de descartar otras opciones, a Amadeo I de
Saboya, elegido para tomar las riendas del Estado; pero su mala
gestión provocó su abdicación.
Las fuerzas
republicanas propugnaban distintos modelos. La República, en un
principio respondía a un modelo indefinido, resultado de un pacto
entre republicanos y radicales. En junio, surge la república federal y
reformista y al mismo tiempo, desde unas posturas extremistas, la
república cantonal. Frente a esto, la conflictividad social en las
ciudades y el campo da lugar a la república social. Como respuesta a
esta diversidad, la llegada de Salmerón a la presidencia, en julio,
establece la república del orden.
En el
ámbito internacional, solo Estados Unidos reconoció al nuevo régimen,
por lo que la República ya desde su aparición parecía estar llamada al
fracaso. El primero de sus presidentes, Estanislao Figueras, dimitió
pasando el gobierno a Francisco Pi y Maragall que fue el encargado de
redactar el proyecto de Constitución, que nunca se puso en vigor. Se
establecía una República Federal compuesta por 17 estados incluyendo a
Cuba y Puerto Rico así como los territorios de ultramar.
En la
Constitución se consagraba la soberanía nacional a través de la
representación en unas Cortes bicamerales (Congreso y Senado), que
serían elegidas por sufragio universal masculino. Se establecía una
clara división de poderes entre: legislativo (Cortes), ejecutivo
(potestad de la corona pero con un jefe de gobierno y ministros
responsables ante las Cortes) y judicial (tribunales independientes
responsables ante las Cortes). También establecía una amplia
declaración de derechos y libertades.
La
República tuvo desde el principio una serie de problemas difíciles de
solventar. El analfabetismo de la población hacía que al pueblo llano
le diera igual tener monarquía o república, lo que querían era poder
comer. La base fuerte del gobierno republicano eran la mediana
burguesía, la cual escaseaba de manera general en España y la que
había se hallaba confinada en las ciudades, así como la oposición de
una burguesía y una nobleza que anhelaba la vida con la monarquía, que
defendía sus intereses.
El
cantonalismo pretendía la insurrección de diferentes comunidades para
hacerse autónomas del gobierno central y crear una república federal.
Este problema comenzó tras el nombramiento Francisco Pi y Margal como
presidente. El 12 de julio se tomaba el ayuntamiento de la ciudad de
Cartagena por los federalistas, que acusaron al presidente de querer
atrasar su propaganda política, creando una junta revolucionaria. De
esta sublevación, nacerían otras que llevaron a Valencia, Sevilla,
Castellón, Cádiz, Salamanca y Granada a crear sus propias juntas
revolucionarias. Esta situación hizo que dimitiera el presiente. Los
generales Manuel Pavía, Arsenio Martínez Campos y Rodríguez de
Alburquerque fueron tomando todos los cantones.
Por
aquellas fechas el movimiento obrero español iba a dar un gran salto
organizativo al celebrarse en Barcelona en el Teatro Circo de la
ciudad el primer congreso de sociedades obreras (junio de 1870) que
daría lugar a la fundación de la Federación Regional Española, como
sección de la Primera Internacional obrera (AIT), aunque con un claro
predominio de la tendencia anarquista bakuninista liderada por Anselmo
Lorenzo, el abuelo del anarquismo español.
Quedó sin
aprobar el proyecto de Constitución federal, que enfrentó a los
moderados y a los intransigentes. Si el propósito de los primeros era
sumar a sus planteamientos a las clases medias y a sectores
conservadores, los segundos identificaban el concepto de república con
la idea de socialismo. La tensión llegó a su cenit cuando los
diputados más radicales abandonaron la Cámara en protesta por las
medidas del gobernador civil de Madrid contra el desorden callejero.
Esa fue la principal traba del gobierno de Pi y Margall y la causa de
su dimisión a mediados de julio. La situación dio pasó a Salmerón, que
se centró en hacer frente al cantonalismo.
La
proclamación de la Primera República se produjo en una situación
económica muy delicada. A un elevado déficit presupuestario, generado
en gran parte por la guerra en Cuba y al levantamiento carlista, se
sumaba la falta de liquidez del Estado, acuciado por los vencimientos
de la deuda pública. El capitalismo, que se había desarrollado sin
grandes trabas, sufría la primera de sus crisis sistémicas con la
quiebra de importantes bancos. Los valores bursátiles se desplomaron y
el pánico se apoderó de los mercados.
A pesar de
su deficiente proceso industrial, en España también se vivieron las
consecuencias de la crisis, que afectó a una agricultura cuyos precios
no podían competir con los del exterior. Se acudió al proteccionismo,
lo que encareció las condiciones de vida y generó un fuerte malestar
social, traducido en huelgas y protestas. Las tesis del anarquismo
ganaban adeptos y se imponían a la corriente marxista. A las protestas
se sumaron los desórdenes generados en numerosos puntos de la
península desde el mismo momento en que se tuvo conocimiento de la
proclamación de la República. En amplias capas de la población, sobre
todo en las más desfavorecidas, la idea de república iba unida a la de
revolución.
El 3 de
enero del año 1874, el general Manuel Pavía y Rodríguez de
Alburquerque entraba en Madrid y en el Congreso, destituía al Gobierno
de la República, apoyado por el grupo conservador, la guardia civil y
el ejército. Aunque es el final del gobierno democrático, no será
hasta el 29 de diciembre de 1874, cuado España se convierte en una
dictadura encabezada por el general Serrano, que ejerció como
presidente de la República. Fue quien acabó con los focos del
cantonalismo y levantó el sitio que sufría Bilbao, dejando a los
carlistas casi derrotados.
La vida de
la República transcurrió entre grandes tensiones políticas y sociales.
El incipiente movimiento obrero, en sus dos vertientes, marxista y
anarquista, no se sintieron ligados a los planteamientos republicanos.
Las masas no dieron sustento social a la nueva forma de gobierno, que
tuvo que enfrentarse no solo a la crisis socioeconómica, sino también
a las guerras, que exigieron considerables recursos.
La efímera
y agitada República, que tras la abdicación de Amadeo de Saboya, había
pretendido cubrir un vacío de poder, no tuvo las necesarias bases
políticas, sociales y económicas que la sustentaran. El carácter
reformista y el proyecto de estructura federal del Estado no pudieron
consolidar un nuevo régimen político que fue engullido por sus propias
tensiones internas entre centralistas y federales.
La Primera
República terminó por el golpe de Estado de Martínez Campos; la
Segunda República fue fusilada por Franco. Pese a la tragedia
republicana en la historia de España, la Tercera República es posible.