Grandes esperanzas había despertado la
proclamación de la República aquel 14 de abril de 1931, tras
abandonar precipitadamente España el rey Alfonso de Borbón,
suspendiendo deliberadamente el ejercicio del Poder Real, tras
conocer los resultados de las elecciones municipales, celebradas dos
días antes.
Con la proclamación de la República se
abrían inmensas perspectivas de cambios políticos, económicos y
sociales, pospuestos durante decenios. Se iniciaron las reformas
políticas necesarias, mediante un cambio profundo de las estructuras
sociales, económicas y culturales, para poner a España en la senda
de la modernidad. Poco tiempo duró todo. El golpe de Estado del 18
de julio de 1936 y la guerra que provocó, rompieron la esperanza.
A lo largo de la historia, el concepto
y la idea republicana han evolucionado, pero hay un hilo conductor:
el pueblo que se autogobierna y protege la libertad, como acto
contrario a la dominación. Se fundamenta en el derecho y el imperio
de la ley, y todos iguales ante ella; la igualdad de oportunidades
como esencia democrática; la participación ciudadana, como marco de
referencia; los derechos civiles y la transparencia, como oposición
a la corrupción política.
El sistema político republicano
moderno, se identifica con un sistema de valores, como expresión de
la voluntad libre y soberana de la ciudadanía: el pueblo se gobierna
a través de representantes elegidos democráticamente y la igualdad
de oportunidades como esencia de sus principios. En este sistema, la
jefatura del Estado también es elegida, y no hay rey o líder que
guíe, arbitre o gobierne; no hay persona o figura que esté por
encima de la ley, ni irresponsable ante ella.
Ha llegado el
momento de abrir un proceso constituyente, que abra la posibilidad
de cambiar el modelo político de monarquía parlamentaria a una
República federal. El Parlamento Vasco ha aprobado una enmienda por
la que
se reclama la necesaria reforma de la Constitución española para
incorporar la opción de la República, así como el reconocimiento del
carácter plurinacional del Estado. El
texto ha sido redactado entre PNV, EH Bildu y Elkarrekin Podemos-IU,
como alternativa a la iniciativa presentada por la coalición morada,
que plateaba una proposición no de ley que instara a las Cortes
Generales a iniciar una reforma constitucional que desembocara en un
referéndum sobre la continuación de la Monarquía en España o el
establecimiento de una República.
Una república en si misma, no es
garantía de bienestar o de democracia; son sus valores los que dan
carácter al modelo y la ejemplaridad de los servidores públicos. Son
las garantías para ejercer los derechos los que dan la dimensión
exacta del sistema. Y el buen ejercicio de la propia democracia
realza la idea republicana. Una monarquía (parlamentaria o
constitucional) puede ser democrática en su ejercicio, si el pueblo
así lo ha decidido, pero la monarquía, que es un símbolo que
transmite su poder por la herencia de la sangre, está muy alejada de
los principios de igualdad ante la ley y de igualdad de
oportunidades. La monarquía es antidemocrática por naturaleza, opaca
por convicción, y alejada de los intereses de la gente.
El acceso a la jefatura del Estado,
como a cualquier otro órgano de representación públicos, no puede
tener carácter hereditario, sino sometido a la libre y democrática
elección ciudadana. Ninguna generación puede comprometer la voluntad
de las generaciones sucesivas; son éstas las que deben proyectar su
futuro libremente, sin ataduras del pasado. Se debe, incluso,
facilitar la libre determinación de las generaciones venideras.
En el republicanismo se conjugan las
ideas de honestidad, integridad, honradez, lealtad y justicia en el
gobierno de la cosa pública. Esta idea está entroncada en la
filosofía de la república griega y romana, pasando por Maquiavelo.
Está presente en la Revolución Francesa, en los pensadores
antimonárquicos ingleses del siglo XVII y en la Ilustración radical.
El modelo español, sigue el hilo de la evolución de la monarquía
absoluta: el rey es el que va cediendo su soberanía procedente de
dios; no es el pueblo soberano quien otorga el mandato del poder.
Es cierto que la Constitución española
declara que la soberanía nacional reside en el pueblo y que de él
emanan los poderes del Estado, pero no es así; y que el artículo 1.1
establece que España se constituye en un Estado social y democrático
de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento
jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político; pero falla el modelo, al diseñar la forma política, como
monarquía parlamentaria. Además de ser una monarquía instaurada por
Franco, mediante las leyes fundamentales del reino, no ha sido
votada en referéndum por el pueblo soberano; se votó la Constitución
y en un tótum revolútum, se coló la monarquía.
Tampoco podemos seguir aquel hilo
histórico, cuando en el artículo 56.3 se dice que La persona del Rey
es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. El rey se sitúa
por encima de la ley, no está sujeto a su mandato, y por tanto
encima de todos los españoles. Sin hablar de los comportamientos
-incluso los criminales-, que no quedan sujetos a las leyes que a
todos nos afectan. Y mucho menos, cuando se dice que La Corona de
España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de
Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica, es decir: de la
monarquía absoluta y represora de Fernando VII y sus antecesores
imperiales, la irresponsable Isabel II, la caciquil que representa
la Restauración y la dictadura diseñada en las leyes franquistas.
El hilo conductor de la idea sobre la
libertad en el republicanismo, no es exactamente la que se entiende
desde el liberalismo, sino que presenta una visión del ser humano,
como una manifestación de la vida social. En este espacio, la
política es una actividad en la que los ciudadanos desarrollan sus
potencialidades individuales; frente a la concepción del
liberalismo, que entiende que la única actitud posible por parte de
la ciudadanía es la resistencia pasiva frente a un Estado. El Estado
tiene que ser garante del bienestar general y en particular de los
más desfavorecidos socialmente.
El individuo nunca existe al margen de
la realidad social, ya que se forma a partir de un conjunto de
relaciones sociales, pero la sociedad tampoco se puede concebir al
margen del reconocimiento de las voluntades individuales, capaces de
autogobernarse. No hay más soberanía que la del individuo, que no
cede sus derechos a un Leviatán» con vida propia, sino que intenta
ejercerlos, por representación a través de la cooperación con otros
ciudadanos, aumentando así su poder. El Estado republicano, no es
algo ajeno al ciudadano, sino algo de lo que el ciudadano forma
parte y así lo siente.
La democracia adquiere un carácter
deliberativo, permitiendo que todas las decisiones públicas sean
producto de una reflexión, en la que la totalidad de la ciudadanía
participa responsablemente, para conseguir conciliar intereses
contrapuestos y obtener diversos planteamientos, garantizando que
ninguna solución quede sin considerar. La libertad es entendida, no
como que la sociedad no pueda tomar decisiones contrarias a las
voluntades individuales, sino como que estas decisiones, no deben
interferir arbitrariamente en el ámbito de lo privado.
Nadie puede decidir por el individuo,
en lo que respecta a sus propios intereses, y ninguna pauta de
comportamiento es excluida, en tanto que no perjudique a los
intereses de los demás. La diversidad y la disidencia, son valores
que los republicamos entendemos asociados a una concepción laica del
individuo, que no acepta más normas morales que las que dicta su
razón. Un pleno ejercicio de libertad para todos y plena conciencia
de pertenecer a la comunidad, sólo es posible si hay igualdad
suficiente. En una sociedad, en la que la igualdad sea real y
efectiva, no surgirán enfrentamientos y disensiones por las
diferencias, que no son sino afrentas para los que menos tienen.
Todos las personas han de tener
garantizado un mínimo de subsistencia y bienestar; no en forma de
caridad estatal, que menoscabe el auto respeto, sino un mecanismo
para su emancipación intelectual y sostenimiento de la dignidad como
ser humano. Es tarea fundamental del Estado garantizar la igualdad
de oportunidades y que las diferencias económicas y de poder, sólo
vengan dadas por el mérito o el trabajo. Para ello el sistema
educativo público debe ser de la máxima calidad y atractivo para
todas las clases sociales, de manera que sea una experiencia de
convivencia entre los diversos grupos.
En definitiva, es necesaria la
igualdad porque todos los seres humanos somos iguales, y es
necesaria la libertad porque todos somos diferentes. Cada persona es
responsable de encontrar su propio camino hacia la felicidad, pero
la sociedad, a través del Estado, es responsable de reducir la
improbabilidad de conseguirlo; y que el bienestar de unos no se haga
a costa de la pobreza de otros.
El modelo republicano debe ser
políticamente abierto, participativo y por tanto democrático; un
modelo en el que la ciudadanía sea crítica y responsable; un modelo
sustentado por principios y valores de libertad, igualdad y justicia
social; y que éstos sean blindados por la Constitución.
Soy republicano por convicción y
principios, coincidentes con todo lo dicho hasta ahora. Estoy
convencido de que no se terminaran los males de España por instaurar
una República, pero sería un principio.