Verde
blanca,
verde.
Cuarenta
años
de
la
autonomía
andaluza.
Tras
siglos
de
guerra,
a
decir
paz
y
esperanza,
bajo
el
sol
de
nuestra
tierra.
¡Andaluces,
levantaos!
¡Pedid
tierra
y
libertad!
Blas
infante
puso
letra
a
su
himno.
Andalucía,
a
lo
largo
de
su
historia,
ha
forjado
una
robusta
y
sólida
identidad
que
le
confiere
un
carácter
singular
como
pueblo,
asentado
desde
épocas
milenarias
en
un
ámbito
geográfico
diferenciado,
espacio
de
encuentro
y
de
diálogo
entre
civilizaciones
diversas.
La
interculturalidad
de
prácticas,
hábitos
y
modos
de
vida
se
ha
expresado
a
lo
largo
del
tiempo
sobre
una
unidad
de
fondo
que
acrisola
una
pluralidad
histórica,
y
se
manifiesta
en
un
patrimonio
cultural
tangible
e
intangible,
dinámico
y
cambiante,
popular
y
culto,
único
entre
las
culturas
del
mundo.
Durante
la
Segunda
República
el
movimiento
autonomista
cobra
un
nuevo
impulso.
Tres
años
más
tarde,
la
Guerra
rompió
el
camino
de
la
autonomía
al
imposibilitar
la
tramitación
parlamentaria
de
un
Estatuto
en
ciernes.
Hoy,
como
ayer,
se
parte
de
un
principio
básico:
Igualdad
no
significa
uniformidad;
pero
"no
puede
consentir
que
esas
diferencias
sirvan
como
excusas
para
alcanzar
determinados
privilegios",
señala
el
Preámbulo
del
Estatuto
(aprobado
el
día
30
de
diciembre
de
1981
y
publicado
en
el
BOE
el
11
de
enero
de
1982).
Un
Estatuto
que
trata
de
impulsar
el
bienestar,
la
igualdad
y
la
justicia
social,
dentro
del
marco
de
cohesión
y
solidaridad.
Almería
un
inmenso
vergel,
olivareros
altivos
de
Jaén;
Córdoba
y
Granada
moras;
la
luz
de
Huelva,
Sevilla
trianera,
Málaga
la
bella
y
Cádiz
chirigotera.
Verde
blanca
y
verde.
¡Viva
Andalucía
libre,
España
y
la
humanidad! |