Asalto y asedio de Madrid,
80 años después

 
El asalto a Madrid se produjo entre los días 8–23 de noviembre de 1936
Madrid fue sitiada entre el 23 de noviembre de 1936 al 28 de marzo de 1939
Los sublevados ocuparon Carabanchel, la Casa de Campo y buena parte de la Ciudad Universitaria

Puente de los Franceses

 
 

Durante la Guerra, fue usado por el banco republicano en el asedio de Madrid
«¡No pasarán!», que empleó Dolores Ibárruri Pasionaria, durante un discurso

 

 

La batalla de Madrid, es el conjunto de episodios bélicos sucedidos en la zona de Madrid durante el transcurso de la Guerra Civil Española.

Tras el golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936, la sublevación militar diseñada por el General Mola tiene lugar con éxito en el protectorado español de Marruecos y parte del norte de España. Tras el fracaso de la rebelión en Madrid, en los días posteriores al pronunciamiento con la caída del Cuartel de la Montaña y el de Campamento, la ciudad queda bajo el dominio gubernamental de la Segunda República Española.

Desde este instante, la toma de la ciudad de Madrid era un objetivo militar para las tropas sublevadas. Desde el norte las tropas del general Mola y posteriormente desde el Sur-Oeste por las tropas del General Varela y del Coronel Yagüe.

A pesar de que los principales combates tendrán lugar entre el otoño de 1936, y la primavera de 1937, desde el comienzo de la guerra hubo también importantes combates en áreas cercanas a la capital durante el verano y el otoño de 1936. La Defensa de Madrid tiene como particularidad haber sido la primera en la que se bombardeó a objetivos civiles dentro de una ciudad, algo que después se realizó en diversas ciudades españolas durante el conflicto español y después durante la Segunda Guerra Mundial.

Lucha en la Sierra de Madrid

El General Emilio Mola, al que el gobierno de Manuel Azaña había destituido de su puesto en el Protectorado Español en Marruecos enviándolo a Pamplona como comandante militar de Navarra, fue el "Director" de la conspiración militar que pretendía acabar con el gobierno del Frente Popular salido de las urnas en febrero de 1936 (para ello hizo llegar a los militares comprometidos en el complot hasta trece Instrucciones Reservadas). En la segunda "instrucción reservada", datada el 25 de mayo de 1936, ya se fija como objetivo Madrid. El plan trazado es de carácter centrípeto. En él se atacaría a Madrid desde las guarniciones de Valencia, Zaragoza, Burgos y Valladolid.

El "Alzamiento" del 17 al 20 de julio de 1936 fracasó en unos lugares y triunfó en otros, interviniendo diversos factores como la inicial indecisión de algunos mandos, la ignorancia de las directivas de Mola en algunos ámbitos militares, el periodo veraniego que tenía a un porcentaje de mandos intermedios de permiso de vacaciones, etc. En Madrid a pesar de existir algunos cuarteles rebeldes, permanecían la mayoría de ellos leales al Gobierno y no todas las guarniciones siguieron los planes establecidos. A pesar de todo Mola logró destacar tres columnas motorizadas procedentes de Valladolid, Burgos y Pamplona. La columna de Pamplona estaba compuesta por milicias requetés entrenadas desde meses antes, junto con tres batallones de infantería comandados por el coronel Francisco García-Escámez. La de Burgos era comandada por el coronel José Gistau Algarra y partió el día 20 de julio. El 22 partió la columna de Valladolid comandada por el coronel Serrador. Esta fuerza quedó detenida en diversos lugares de las laderas septentrionales del sistema Central, y serían las primeras en hostigar a Madrid por el norte. Finalmente, la situación llegó a un punto muerto a principios de agosto de 1936. Esta situación revelaba, ya a finales de julio, que el plan inicial de Mola estaba fracasado, en lo que al avance sobre Madrid desde el norte se refería.

Áreas controladas por los sublevados al inicio del conflicto

Los sublevados se acercan a la capital: comienza la defensa

A principios de octubre, con la moral de los sublevados muy elevada y sus fuerzas en el Frente del Tajo reorganizadas, se reinició el avance hacia Madrid. Mola había establecido el 3 de octubre la confluencia de una serie de columnas por el Norte, el Oeste y, sobre todo, por el Sur. Pero ante la resistencia republicana en la Sierra, este plan sería modificado y daría prioridad a los avances desde el Sur. E inmediatamente se pone de manifiesto el endurecimiento de la resistencia republicana, a pesar de que no puede ponerse freno a las tropas sublevadas. La punta de lanza de esta ofensiva seguía estando compuesta por regulares marroquíes y legionarios como venía siendo desde que comenzara su avance en Sevilla hacía dos meses, pero estas tropas se encontraban desgastadas en gran manera. Lister destacará que durante un contraataque republicano fueron capturados unos 50 moros que fueron enviados a su cuartel de retaguardia, descubriendo allí que son españoles vestidos con el uniforme de los regulares moros. Franco había ordenado vestir a soldados españoles como regulares africanos.

 
   

Franco será consciente de la aparición de una importante amenaza: empiezan a llegar informes alemanes sobre el paso por el estrecho de los Dardanelos de buques soviéticos cargados de material militar, hecho que está en relación con el envío de un embajador soviético a Madrid y el comienzo de las relaciones entre la Unión Soviética y la II República Española. El líder soviético Iósif Stalin y el Comintern habían decidido romper el aislamiento diplomático de la República y comenzar el envío de asesores y material militar. El 15 de octubre llega a Cartagena el carguero soviético Komsomol cargado con 50 tanques T-26 y asesores militares. Para el 19, ya está siendo enviado el nuevo material soviético hacia el frente de Madrid. Otra de las decisiones del Comintern consistió en la organización de una fuerza de voluntarios para la guerra de España con sede en París, aunque ésta ya se venía organizando desde el pasado verano. Ésta fuerza será conocida como las Brigadas Internacionales y para principios de otoño ya estaba siendo enviada a España hasta Albacete, que será desde entonces el Cuartel General de las mismas. Cabe destacar que este apoyo diplomático y militar de la URSS fue acompañado de la presencia de agentes soviéticos del NKVD, y que el mismo provocó un gran aumento del poder del PCE, algo que sería posteriormente muy criticado pero que se consideró como un mal menor en aquel momento.

El gobierno de Largo Caballero comienza a tomar medidas y prepara la defensa de Madrid con la creación oficial del nuevo Ejército Popular de la República el 10 de octubre, que no estará operativo hasta cierto tiempo después y que pretende poner bajo el mando de un militar profesional a las milicias anarquistas, socialistas y comunistas que hasta entonces había consistido en la principal tropa del frente republicano. Estas masas ya habían mostrado su alto espíritu combativo pero su casi nula preparación militar y desde luego, acompañada de la escasa experiencia en el combate de sus jefes. Después de la sublevación del 18 de julio se había producido la desintegración del estado y las fuerzas armadas de la República, que constituirá un hecho desastroso en la dirección de la guerra en el bando legítimo. A partir de éste momento empezarán a reconstruirse de nuevo con el objeto de hacerse con el control y de detener a los sublevados antes de que sea demasiado tarde. El 29 de octubre tendrá lugar un primer contraataque republicano de importancia en la localidad toledana de Seseña, dónde se produce el primer combate con los T-26 recién llegados aunque finalmente los republicanos son rechazados.

Los planes de ataque

Tras el golpe de Estado del 17 y 18 de julio de 1936, las tropas rebeldes de África se fueron agrupando en el sur de la península. Ya desde el 2 de agosto, que comenzaron su avance, Madrid era un objetivo militar. Apenas llevaban tres meses de combates por la zona de Extremadura cuando ya se encontraban en los lindes de la Casa de Campo. Las cuatro columnas atacantes (la de Castejón, Asensio, Barrón, Tella) se sitúan el 6 de noviembre a siete kilómetros de la Puerta del Sol. Las columnas rebeldes encontraron diversos problemas tácticos, pero en ningún momento se impidió o se detuvo su avance.

Movimientos previos a la "Batalla de Madrid". 5 oct - 6 nov 1936.

Los asaltos de las tropas atacantes tuvieron casi siempre tácticas similares, primero se ejecutaba un ataque frontal muy agresivo apoyado por efectivos de artillería pesada, y luego de se ejecutaba un desbordamiento por los flancos (maniobra envolvente), esto último solía causar pánico entre las tropas milicianas que poseían poca instrucción militar, lo que provocaba una retirada desordenada que acababa deshaciendo la defensa. En algunos casos se procedía a rodear las fuerzas milicianas dejando expedita una vía de escape que era fuertemente bombardeada por la artillería. Estas tácticas fueron ejecutadas repetidas veces durante el avance a Madrid. Sin embargo ahora el objetivo militar era más extenso, y existían diversas posibilidades de ser abordado.

Por un lado se encontraban las agrupaciones de edificios ubicados a la derecha del río Manzanares, estas agrupaciones se prolongan en barrios desde los que se podría establecer una resistencia considerable. El río que se encontraba canalizado desde el Puente de los Franceses al de Princesa, la situación se convertía en peligrosa con algunos edificios dominantes en la orilla izquierda. Desde el río el avance es en cuesta arriba. La idea de llegar a la Ciudad Universitaria y a la Plaza de España, y desde allí se avanzar a lo largo de diversos puntos de la ciudad hasta dominarla era una de las posibilidades más tenidas en cuenta por Varela. Otra de las opciones era estirar el frente hacia el sureste (en dirección a Vallecas) pero quedó desechado al ver que al final no había punto de entrada a la ciudad. Tras evaluar Varela diversas opciones se decide atacar por la Casa de Campo por la Puerta Rodajos y desde allí avanzar cruzando el Manzanares para penetrar en la Ciudad Universitaria. Desde allí estabilizando la zona se procederá a tomar diversas áreas de la ciudad. Se iba a ejecutar como dirección principal de esfuerzo el eje Suroeste-Nordeste para alcanzar la línea del Manzanares entre el Puente de los Franceses y el Hipódromo. Simultáneamente otras columnas deberían tomar los pueblos y barrios al sur de la capital y presionar sobre los puentes de Segovia, de Toledo y Legazpi, distrayendo a las fuerzas de defensa del escenario principal del ataque.

Tras la liberación de asedio del Alcázar de Toledo las tropas del General Varela avanzaron directamente a Madrid. El 6 de noviembre de 1936 a las ocho de la tarde se convoca al general Miaja y al general Pozas para reunirse con Largo Caballero a ambos generales se les entrega un oficio en sobre cerrado que pone en su membrete "para abrir a las seis horas del día 7". Al salir ambos generales desobedecen las instrucciones del membrete y abren el contenido de su interior. Su sorpresa fue que al abrirla el contenido había sido cambiado, quizás por las prisas por abandonar Madrid. Su contenido era:

El Gobierno ha resuelto, para poder continuar cumpliendo con su primordial cometido de defensa de la causa republicana, trasladarse fuera de Madrid, encarga a VE de la defensa de la capital a toda costa. A fin de que lo auxilien en tan trascendental cometido, (…) se constituye una Junta de Defensa de Madrid, (…)

Esa Junta tendrá facultades delegadas del Gobierno para la coordinación de todos los medios necesarios para la defensa de Madrid que deberá ser llevada al límite y, en el caso de que a pesar de todos los esfuerzos haya de abandonarse la capital, (…) las fuerzas deberán replegarse a Cuenca para establecer una línea defensiva en el lugar que le indique el General Jefe del Ejército del Centro.

firmado por Largo Caballero

 

Comienzo del asalto y lucha en la Casa de Campo

A comienzos de noviembre la línea del frente se encuentra a las puertas de Madrid: la base aérea de Getafe había caído en manos sublevadas con gran facilidad, hecho de gran importancia para las armas sublevadas pues sus excelentes pistas asfaltadas se encontraban a escasos kilómetros del centro urbano de la capital, recrudeciendo los bombardeos que ya llevaban efectuándose desde finales de agosto. La moral del pueblo madrileño se encontraba hundida y el gobierno de la República empezó a preparar su evacuación y la de los ministerios a Valencia, pues daba por hecho que aunque la ciudad resistiría, finalmente acabaría sucumbiendo. Efectivamente, el 6 de noviembre se produce la salida del Gobierno hacia Valencia, donde será establecida la capital de la República en los siguientes meses. Se creará un organismo específico para que se haga cargo del vacío legal dejado por el conocido ahora como ‘‘Gobierno de Valencia’’ y que se denominará la Junta de Defensa de Madrid, bajo la presidencia y dirección de José Miaja. Desde la estrategia militar, Miaja, junto al muy eficiente Vicente Rojo (la organización de la defensa de Madrid es esencialmente obra suya), también se encargará de organizar la defensa de Madrid y empezará la construcción de trincheras, nidos de ametralladores y puestos de artillería a lo largo del río Manzanares.

El 8 de noviembre Varela ordenó el asalto final contra Madrid, comenzando el avance desde la Casa de Campo hacia el Manzanares, mientras que desde el sur se dirigirán para apoyar el principal esfuerzo de los sublevados en el oeste. La resistencia de las brigadas al mando de comandantes como Líster, Barceló o Galán retrasó considerablemente el avance de las columnas sublevadas, de tal modo que los combates en la Casa de Campo seguían todavía los día 9 y 10. En esos días también se producen fuertes combates en torno al Puente de Castilla aunque dichos ataques son finalmente rechazados y el puente es finalmente volado.

El día 9, en plena efervescencia de los combates, llegan a Madrid la primera unidad de las Brigadas internacionales, la XI Brigada Internacional al mando de Lazar Stern, más conocido como Emilio Kléber o General Kléber y realizan un desfile por la Gran Vía entre gritos de ¡Vivan los Rusos!. Estos se dirigirán a la Ciudad Universitaria, instalando su cuartel general en la Facultad de Filosofía y Letras y preparando las posiciones en torno al Manzanares y el Puente de los Franceses: Este era un puente ferroviario que comunicaba la capital con la Sierra y el norte de España.

Uno de los hechos decisivos durante el Asalto de Madrid fue el golpe de suerte que tuvieron los defensores: un carro de combate italiano que se había perdido dentro de la Casa de Campo, fue puesto fuera de combate y tropas republicanas, inspeccionando el mismo, encontraron una copia del plan general de los sublevados. Al llegar a manos de Rojo, este pudo reorganizar las tropas en los puntos críticos y así saber de antemano los movimientos de los sublevados. La aviación franquista bombardea fuertemente las posiciones del Manzanares, la Gran Vía, las estaciones del Norte y de Atocha y la Casa de Campo. El dominio del aire empieza a ser contestado por los nuevos aviones soviéticos Polikarpov I-15 e I-16, conocidos respectivamente por los republicanos como Chato y Mosca, que logran hacerse con los cielos. Por otro lado, empieza a correr la consigna, posteriormente famosa, No Pasarán, cuyo efecto será elevar la moral de la población madrileña a medida que se hace evidente que la resistencia republicana será dura.

Entrada en el Campus universitario

El 15 de noviembre a las ocho y media de la mañana se produce de nuevo un asalto con fuerte apoyo de blindados por parte de los ejércitos de Varela. Esta ofensiva de las tropas atacantes se realizó sorprendiendo y pillando desprevenidos a las posiciones defensoras que se encontraban preparando su propio asalto. La Orden de Varela fue transmitida por Yagüe a Asensio, quien respondió: «Mañana pasaré el río, con carros o sin carros». El avance fue acompañado de una fuerte batida de artillería, y se dirigió al puente Nuevo (o de Castilla); la defensa de la posición fue encarnizada, aunque sobre el mediodía, llegó a verse comprometido el puente. El avance asaltante queda detenido al embarrancarse todos los blindados en el lecho arenoso del río, un total de dieciocho carros de apoyo a la Columna. Los carros atacantes se abrieron paso a través de un boquete abierto en el muro fronterizo del Manzanares, boquete de aproximadamente cuatro metros abierto con dinamita, donde quedaron encallados. A las doce se produce la voladura del puente de la carretera (ubicado junto al Puente de los Franceses). La decisión se toma desde el bando defensor por parecer incontenible el avance atacante. Se vuela el puente de Galicia y se refuerza la retaguardia con barricadas para evitar el avance de tanques.

Puente de los Franceses, sobre el río Manzanares. Famoso y disputado puente durante la batalla con el objeto de la conquista de la Ciudad Universitaria de Madrid. Dio lugar a la copla: puente de los Franceses.

 

Puente de los Franceses - Mamita mía

El grado de desgaste por parte de las tropas de Asensio es alto a lo largo del día 15. El forcejeo causa un elevado número de bajas en el bando atacante, y el objetivo de lograr entrar en el núcleo urbano se desvanece poco a poco. Se hicieron tres intentos consecutivos por parte de las tropas de Asensio para lograr pasar el río. En cada uno de los ataques el intenso fuego defensor paraliza los frentes de ataque. Cada batida de las tropas de Asensio coincide con un fuerte contraataque de las posiciones defensoras. Por la tarde se realizan voladuras de las vallas que rodean el Manzanares hasta que por la tarde algunos soldados del Tabor III de Regulares de Tetuán procedente de la Columna de Asensio penetran en el campus.

Ciudad Universitaria

Logran vadear el Manzanares a la altura del picadero del Club de Campo y, a través de la actual Avenida de Séneca, repelidos por el fuego enemigo, se dirigen a la Ciudad Universitaria. El asalto se produce a gran velocidad, la idea es ocupar la Escuela de Arquitectura. Este ataque produce una situación de pánico en la Columna Catalana (Durrutti) destacada en la Ciudad Universitaria. Sólo después de un fuerte bombardeo artillero y aéreo, dos tabores marroquíes y una bandera de legionarios pudieron atravesar el río. Entonces se encontraron con que la "columna Libertad" de los anarquistas se había retirado de improviso y no había sido reemplazada. La junta de Defensa de Madrid decide esa misma noche pedir a las columnas de blindados destinadas en Aravaca que asistan a las fuerzas de Durruti el día 16. La columna de Asensio logra pasar penosamente al anochecer del día 15 a la otra orilla del Manzanares. A cuatrocientos metros al norte del Puente de los Franceses los zapadores tienden una pasarela que denominan de la muerte. La reacción de las fuerzas leales a la República se concreta en una orden:

Mañana, día 16 (de noviembre), al amanecer, la Columna Durruti, partiendo del Asilo de Santa Cristina, realizará un reconocimiento ofensivo en la Ciudad Universitaria en dirección al Stádium, para rechazar al otro lado del río los elementos enemigos que hayan podido penetrar en dicha zona

En esta incursión prestarán su apoyo diversos blindados soviéticos destacados en Aravaca. A lo largo del día 15 las fuerzas de la Estación del Norte se dirigen a la carretera de La Coruña y ocupan los edificios, haciéndose fuertes en ellos. La situación general por ambas fuerzas es que concentran todas las fuerzas disponibles en el campus universitario. Durante el día 15 se han construido diversas barricadas en la Ciudad Universitaria. La XI Brigada Internacional fue enviada entonces para defender las facultades, mientras cada vez más soldados del ejército sublevado iban cruzando el río. La aparición de una avanzadilla cruzando el río causa pánico en la Columna Catalana (Columna López-Tienda o Libertad) y en la gente de Durruti. La noche del 15 al 16 se prepara por la Junta de Defensa de Madrid la descongestión de la zona del campus, la idea de la junta es la de que han cruzado 200 moros (Denominadas así las tropas de Tabores). Las bajas en ambos bandos no pueden determinarse con precisión cada día debido a los problemas de evacuación.

El Frente

El día 17 de noviembre se produjo el segundo momento decisivo del avance de las tropas atacantes. La Columna de Asensio desde la Escuela de Agrónomos tomó el Asilo de Santa Cristina y atacó el Clínico, edificio en cuyo interior se luchó de forma encarnizada. La columna nº 3 (Delgado Serrano), desde el estadio de operaciones ocupó la Fundación del Amo, ocupa la Residencia de Estudiantes y el Instituto de Higiene. Los combates fueron cruentos, siendo heridos el teniente coronel Delgado y el comandante Mizzian. Ese día Miaja y Rojo, de visita en la Cárcel Modelo, asistieron a una desbandada de la «Columna Catalana» (posiblemente también la de López-Tienda) en el parque del Oeste, que de forma providencial contuvieron, ya que los hombres que huían reconocieron a Miaja y volvieron de nuevo a la defensa. En el Clínico aún se luchó con dureza durante varios días después. La conquista del Hospital Clínico representó el máximo avance del ejército atacante en la Batalla de la Ciudad Universitaria. Aquel mismo día 17, algunas fuerzas de Tabores irrumpieron de nuevo en la Plaza de España y causaron escenas de pánico en las calles de Madrid a lo largo de la Gran Vía. Esta incursión pronto fue abortada desde posiciones milicianas que se reforzaron en la zona.

En este día el poder ofensivo de las columnas atacantes estaba exhausto. El número de efectivos atacantes en la zona no superaba los 2.000, mientras los 11.000 de las defensivas. Las fuerzas atacantes combinaron, junto con los últimos avances del día 17 con un supremo esfuerzo para quebrantar la resistencia de Madrid por medio de bombardeos aéreos. Durante el atardecer cayeron en una hora un par de millares de bombas en el centro de Madrid. Fueron alcanzados hospitales y bocas del Metro. La metralla regó los espacios abiertos, como la Plaza de España. Algunas bombas incendiarias provocaron fuego en los barrios obreros. Se emplearon con preferencia las bombas incendiarias ya que se consideraban que el fuego era el medio más eficaz para extender el pánico, y aquella noche los bombarderos, en oleadas de diez o doce cada vez, guiados por los incendios, soltaron diferentes oleadas de bombas. Madrid carecía de refugios y apenas si tenía cañones antiaéreos.

El día 17 se reanudarán los combates en una nueva planificación de las operaciones militares: Se amplia el terreno avanzando en varios puntos hasta el Hospital Clínico (este último mantenido por los milicianos anarquistas), pero también hasta el instituto de Higiene.

 

Cae herido Durruti, el 19 cerca del Clínico

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El día 19, Buenaventura Durruti cae gravemente herido ante un disparo que se sospecha pudo ser de su propia arma o de un soldado enemigo; Lo cierto es que muere al día siguiente y esto provoca la desmoralización de su unidad, que se retira del frente a punto de crear un desastre entre las líneas republicanas. Finalmente, serán relevados del frente por otra unidad y se lanza un contraataque contra los crecientes avances. La batalla continuará hasta el día 23, paralizándose poco a poco los combates y con un frente que cada vez se va convirtiendo en una línea de trincheras y búnkeres fijos. La defensa constante de la facultad de Filosofía y Letras impidió que los marroquíes avanzaran hacia la plaza de la Moncloa, pero no se pudo evitar la captura de los Institutos de Higiene y del Cáncer así como de la pérdida definitiva del Hospital Clínico (tras la retirada, casi una huida, de los anarquistas catalanes). Los dos ejércitos, casi exhaustos, se dedicaron a mantener y fortificar sus posiciones. El día 17 Franco decreta el bloqueo marítimo de los puertos bajo influencia republicana, amenazando con hundir todo aquél buque extranjero que no lo acatara.

Los bombardeos aéreos del 18 de noviembre sobre diferentes zonas urbanas de la capital se suceden constantemente, día y noche. Durante varios días, en los casi destruidos edificios universitarios las fuerzas oponentes conservaban diferentes pisos, gritándose insultos a través de los muros y arrojándose granadas de mano por las ventanas y los huecos de las escaleras. La confusión de la batalla es tal que no se sabe con certeza cual es el frente y donde se encuentran los atacantes o los defensores. El Clínico es un una de las posiciones más disputadas por ambos bandos. Este día entra en combate la XII Brigada Internacional. Las noticias internacionales anuncian la entrada de las tropas sublevadas en la Ciudad.  Muchas de las calles del Barrio de Arguelles hasta Plaza de España, junto con el Paseo de Rosales se convierten en barricadas: llenos de piedras y sacos terreros. Se hace prácticamente imposible circular por las mismas. Rafael Alberti lo menciona en un poema: "Las barricadas impiden las esquinas".

En la ciudad se acumulan miles de heridos, el alcalde en funciones pide permiso a la Junta de Defensa que se hagan fosas comunes y poder enterrar los muertos que se acumulan debido a la alta mortalidad del frente de la Ciudad Universitaria. Las tropas atacantes no pueden desalojar bajas por la "pasarela de la muerte" y muchos heridos mueren en el campo de batalla. En la Facultad de Filosofía y Letras se lucha con intensidad. En el Estado Mayor se contempla la posibilidad de retirar la columna de Durruti del frente, los milicianos de la Columna López-Tienda se integran en la Quinta Brigada. Alemania e Italia reconocen este día 18 haciendo público internacionalmente como legítimo el Gobierno del General Franco. Esta noticia animó a las tropas de retaguardia franquista.

El 19 de noviembre el silencio en los frentes de la Ciudad Universitaria se ve apagado por los gritos de dolor de los heridos. Durante el intenso bombardeo aéreo de Madrid de los días anteriores se ve afectado el Palacio de Liria (propiedad de los Duques de Alba).

Ese día Durruti solicita un coche con conductor, se ha enterado de que sus hombres quieren abandonar a toda costa el Clínico, para dirigirse inmediatamente hacia allí. A las 2:00 p.m. al salir del coche fue mortalmente herido a las puerta del Hospital Clínico el líder anarquista Buenaventura Durruti (junto al edificio Junta Municipal de Moncloa). Durruti, días antes se mostraba enfurecido por la mala actuación de sus hombres, les exigió que hicieran sacrificios y que borraran esta vergüenza. Existen cuatro versiones de la muerte de Durruti, en la primera se menciona que fue herido por una bala perdida del enemigo destacado en el Clínico, la segunda, que surge de los rumores, menciona que la bala podría venir de sus propios hombres, la tercera que menciona haber sido disparado por un miliciano comunista y la cuarta, que él mismo se disparara por accidente con su ametralladora ("Naranjero") al salir del coche. La última persona que lo asiste es su colaborador Ricardo Rionda, este asturiano lo acompaña y le oye pronunciar como últimas palabras antes de recibir el disparo: "demasiados comités".

En la madrugada del día 20 Durruti muere en el Hotel Ritz de Madrid, que se había equipado como un hospital de sangre para las tropas catalanas destacadas en la ciudad. El cirujano José Santamaría no logra salvar la vida del líder anarquista. Se oculta la noticia de la muerte unas 24 horas, pero el rumor corre pronto por las calles de Madrid. En la Junta se discute el desarme de la columna Cataluña. El anarquista Ricardo Sanz lo sustituye y llega a Madrid en la mañana del día 21. De los 1.800 milicianos un tercio ha caído muerto o herido, al final solo unos centenares se quedan en el frente de la Ciudad Universitaria. El resto de los efectivos abandona el frente y regresa a Aragón y Cataluña en los días posteriores. Esa misma tarde del día 20 es sentenciado a muerte y fusilado el líder falangista José Antonio Primo de Rivera en el patio de la cárcel de Alicante, la noticia se ocultó durante algún tiempo en el bando franquista. El combate en la Ciudad Universitaria se centra en el Clínico.

Se concentran ya casi tres mil efectivos atacantes en el otro lado de la orilla del Manzanares, repartidos entre los diferentes edificios de la Ciudad Universitaria. La lucha es tan intensa que muchas unidades se desmoronan, el Batallón Cuenca abandona este mismo día regresando a su tierra. Vicente Rojo anuncia a la Junta de Defensa de Madrid que escasean municiones básicas, las acciones de reconquista del cerro garabitas han sido infructuosas. La Casa Velázquez arde y el Clínico es retomado de nuevo.

Las tres cuartas partes de la Ciudad Universitaria se encontraba en poder de las fuerzas atacantes. La batalla por Carabanchel se hace casa a casa, piso a piso. La confusión en la zona es tal que no se saben las demarcaciones. Las escaramuzas tácticas se van agotando poco a poco en todos los frentes. En el frente de Usera, en las trincheras defensivas muere el 22 de noviembre el escultor Emiliano Barral participando como miliciano. A su memoria dedicó Antonio Machado unas poesías. El fotógrafo Robert Capa regresa a Madrid. Se empieza a fortificar la segunda línea defensiva de la ciudad.

Maniobras envolventes para atacar Madrid (noviembre de 1936-marzo de 1937)

Al fracasar el ataque frontal los sublevados decidieron envolver Madrid por el noroeste concentrando sus fuerzas para cortar la carretera de La Coruña e intentar penetrar por allí hacia la capital, aislándola al mismo tiempo de las unidades republicanas que combatían en la Sierra de Guadarrama. En el primer intento que tuvo lugar a finales de noviembre (primera batalla de la carretera de La Coruña) sólo consiguieron avanzar tres de los siete kilómetros previstos, quedando detenido el ataque. El segundo intento tuvo lugar en diciembre (segunda batalla de la carretera de La Coruña) y también resultó un fracaso. El tercer y último intento conocido como tercera batalla de la carretera de La Coruña tuvo lugar a principios de enero de 1937 y constituyó la "primera batalla importante de la Guerra en campo abierto". Para el ataque los sublevados organizaron un importante ejército, llamado División Reforzada de Madrid, que contaba con tanques italianos, baterías antitanque para contrarrestar los T-26 soviéticos y artillería pesada. Frente a ella los republicanos bajo el mando del general José Miaja y las directrices de su jefe de estado mayor, el coronel Vicente Rojo Lluch, desplegaron un ejército compuesto de cinco divisiones, cada una con tres brigadas, aunque algunas no estaban completas y muy pocas estaban mandadas por oficiales de infantería de carrera (para mandar las cinco divisiones se tuvo que recurrir a dos oficiales retirados por la ley Azaña de 1931, a dos oficiales provenientes de las fuerzas de seguridad, y a un miliciano, el comunista Juan Modesto). Entre los días 3 y 6 de enero de 1937 la División Reforzada atacó hacia el norte y luego giró al este al llegar a la carretera de La Coruña, pero las fuerzas republicanas resistieron y los sublevados el 15 de enero tuvieron que desistir en su avance.

Casamatas que defendieron el valle del Manzanares

Para el escritor e historiador Jorge Martínez Reverte, la Tercera batalla de la carretera de La Coruña, aunque él no la llama exactamente así, cierra la batalla de Madrid propiamente dicha, con el siguiente resultado:

  • Madrid no ha sido la tumba del fascismo como prometía la propaganda de los cartelistas republicanos. Un gran tramo de su perímetro está ocupado por las tropas de Franco, que intentan asfixiar sus comunicaciones y desmoralizar a la población. A los combatientes ya saben que no les pueden vencer. El último intento destinado a cortar las comunicaciones con la Sierra, les ha dejado exhaustos.

  • Pero Madrid sí ha sido la ciudad que ha detenido la embestida de los rebeldes por primera vez en la corta historia de las rebeliones antidemocráticas de la extrema derecha, triunfantes en Alemania, Italia y otros países de Europa central.

  • En Madrid se respira un aire confuso de triunfo y miseria. La exaltación de la defensa da paso, poco a poco, a la conciencia de que los meses se van a suceder en un permanente conflicto de hambre y muerte. La guerra será larga, dura, y tan implacable como ha transcurrido hasta ahora. Los edificios seguirán desplomándose bajo las bombas. Seguirán muriendo niños. El frente seguirá consumiendo a los hombres por centenares con un apetito insaciable. (...)

  • Las bombas ya no caerán apenas en el frente de Madrid hasta que la guerra acabe. Caerán en Madrid. Los que han apoyado la resistencia verán cumplida la amenaza de Franco poco antes del 6 de noviembre: si no se rinde, la ciudad será arrasada

Fracasado el intento de envolver Madrid por el noroeste y atacarla por el norte, los sublevados lo intentaron por el sureste avanzando hacia el río Jarama para cortar la vital carretera de Valencia, por donde llegaban a Madrid la mayoría de sus suministros. La batalla del Jarama se inició el 4 de febrero y terminó el 23 de febrero de 1937 sin que los rebeldes lograran su objetivo. Tras este intento los sublevados se encuentran con todas sus tropas del frente de Madrid agotadas y sin reservas. Los republicanos están también exhaustos pero han logrado poner freno a todas las ofensivas franquistas aún a costa de perder unos cuantos kilómetros de territorio. Es entonces cuando aparecen en escena los oficiales italianos del Corpo Truppe Volontarie (CTV) que presentan al "Generalísimo" Franco un plan con el que atacar el frente republicano de Guadalajara, cogiendo por la espalda a las tropas que estaban en el frente del Jarama y cerrando, así, el cerco sobre Madrid desde el Noreste.

El 23 de marzo terminó la batalla de Guadalajara que la prensa internacional liberal y de izquierdas llamó la "primera victoria contra el fascismo", destacando el hecho de que muchos "legionari" del CTV habían sido capturados por los "garibaldini" de las Brigadas Internacionales.

La posibilidad de una rápida victoria fascista italiana se vio frustrada por las lluvias que empantanaron los campos de Guadalajara así como el progresivo aumento de la resistencia republicana. En unos pocos días la ofensiva italiana se estanca y los republicanos pasan al contraataque, logrando recuperar el terreno perdido e infligir una humillante derrota a los italianos. Para Franco supone la confirmación de que Madrid es un hueso demasiado duro de roer y pasa a la defensiva en este frente, prefiriendo dirigir la mirada hacia el Frente Norte.

El asedio de la ciudad

Desde abril de 1937 la presión franquista sobre Madrid quedó limitada a un asedio que no cesará ni un solo momento: Franco es paciente y prefiere esperar a que Madrid esté agotada para atacar. Y es que, tras los reiterados fracasos por hacerse con Madrid la estrategia de los sublevados pasa por hacerse con el control de la franja norte que se mantiene leal al poder republicano. Tras la ofensiva de Vizcaya y la caída de Bilbao, las tropas de los sublevados continúan con sus planes, con el punto de mira puesto sobre Santander. Ante esta situación el Estado Mayor republicano decidió dar un golpe de efecto sobre una posición que distrajera (y retrasara) a las tropas del Frente norte: las únicas tropas que habían demostrado estar a la altura de las circunstancias eran las fogueadas tropas del frente del centro, por lo que la ofensiva quedó claro que sería en este sector.

Plaza del Carmen bombardeada

La idea que se presentó era sencilla: tratar de rodear a las fuerzas que asediaban Madrid desde el oeste mediante un ataque desde dos frentes en forma de tenaza. El ataque comienza el 6 de julio conquistando numerosas poblaciones (entre ellas, Brunete) y aunque mantiene un fuerte impulso por parte republicana los primeros días, la balanza se inclina finalmente ante los sublevados que lograrán contraatacar y reconquistar Brunete y otras localidades perdidas anteriormente. Para el 26 de julio todo combate ha acabado y la batalla había acabado sin que el plan republicano se efectuase aún con gran cantidad de bajas y perdidas materiales por ambos bandos. Después de Brunete no se volvió a efectuar ninguna ofensiva más en la zona. La ciudad aguantará durante meses el asedio hasta prácticamente el final de la guerra, y a pesar del progresivo endurecimiento de las condiciones para la población madrileña, que veían cada vez más reducido el racionamiento de alimentos y medicamentos. Los bombardeos aéreos y el cañoneo desde el Cerro Garabitas empeoraban el ya difícil día a día de los madrileños, aunque se adaptaron a la situación lo mejor que pudieron. Los republicanos intentarán varias ofensivas y ataques en torno a Madrid para aliviar la presión sobre la ciudad. A lo largo de 1937 y 1938 se realizaron numerosos asaltos sobre el Cerro Garabitas para intentar desalojar el puesto artillero que había allí pero ninguno logrará su objetivo; En torno a la Ciudad Universitaria se producen también tiroteos y la pasarela construida para comunicarla con la Casa de Campo es destruida por la artillería republicana en numerosas ocasiones pero ello no supone problema para las posiciones franquistas en la Casa de Campo, pues la pasarela será levantada de nuevo tantas veces como sea destruida por la artillería republicana.

Cuando caiga el Frente Norte, Franco volverá a poner la vista sobre Madrid y planea para ello una ofensiva final para el invierno de 1937-38, que repetiría las operaciones de Guadalajara con un número de fuerzas mucho mayor al de la ofensiva anterior. La inteligencia republicana se da cuenta de la acumulación de material y el Jefe de Estado Mayor, Vicente Rojo, decide atacar Teruel para distraer a los sublevados de sus intenciones sobre Madrid: Efectivamente, Franco suspende sus planes sobre Madrid y acude a Teruel. La situación del frente de la capital permanecerá completamente invariable, si bien se produce un constante descenso en el racionamiento de alimentos que durante el año 1938 no se detiene en su descenso. Si hay algo por lo que se distingue en esta época es por la escasez de combates si acaso tiroteos esporádicos o algún asalto a posiciones débilmente defendidas, si bien el ánimo y la moral republicanos van decayendo cada vez más.

El golpe de estado de Casado y la rendición final

Segismundo Casado frente a un micrófono la noche del 5 de marzo de 1939

A comienzos de 1939 la moral de las tropas que guarnecían el frente de Madrid se encontraba prácticamente hundida ante el devenir general de la guerra y el exiguo racionamiento que cada vez va a menos. Tras la caída de Cataluña se hizo evidente que la guerra estaba completamente perdida y empezó a crecer el rechazo a la política de continuar resistiendo defendida por el gobierno de Negrín y apoyada por los comunistas. La persona que aglutinó este descontento fue el coronel Segismundo Casado, comandante del Ejército del Centro republicano desde la primavera pasada y un anticomunista convencido que llevaba tiempo disconforme con la influencia comunista en el ejército y que tras la Batalla del Ebro había establecido contactos con miembros de la quinta columna franquista de Madrid.

Mapa de las dos españas tras la caída de Cataluña.

Cuando el gobierno de Negrín volvió a la zona centro-sur desde Francia la conspiración de Casado ya se encontraba en un estado muy avanzado y finalmente el golpe de estado se produjo entre el 5 y el 6 de marzo de 1939. Con él se sublevaron otros jefes militares como el general Miaja o el anarquista Mera y políticos como Julián Besteiro (y con él, el ala "antinegrinista" del PSOE) así como anarquistas y republicanos que se integraron en el Consejo Nacional de Defensa, presidido por el general Miaja y cuyo hombre fuerte era en realidad el coronel Casado.

General Miaja y Coronel Casado

La sublevación prosperó en un principio en Madrid y el resto de la zona centro-sur, pero la reacción de las tropas fieles a los mandos comunistas en Madrid no se hizo esperar: Luis Barceló Jover, después de dudarlo mucho, se puso al frente de la resistencia comunista al golpe de Casado. Entre los días 6 y 8 de marzo tuvieron lugar combates en las calles de Madrid entre los dos bandos, los cuales a punto están de rendir a las fuerzas de Casado pero la llegada de refuerzos casadistas al mando (entre otros) de Cipriano Mera inclina la balanza; Luís Barceló fue fusilado en las tapias del cementerio de Madrid el 15 de marzo y la situación controlada por Casado.

Casado había justificado el golpe con la promesa de que obtendría una "paz honrosa" con Franco pero el "Generalísimo", cuyos agentes sólo habían hecho unas vagas promesas a Casado, reiteró que sólo aceptaría la rendición incondicional. Así las "negociaciones" entre los oficiales enviados por Casado a Burgos y los oficiales del Cuartel General del "Generalísmo" se convirtieron en la imposición de la rendición, por lo que en la ofensiva final las tropas franquistas entraron en Madrid el 28 de marzo sin encontrar resistencia alguna (al coronel Casado y al resto de miembros del Consejo Nacional de Defensa, excepto Julián Besteiro que decidió quedarse en Madrid, se les permitió escapar y embarcaron en un buque de guerra británico que les esperaba en el puerto de Gandía). Así terminó el largo sitio de Madrid, el más largo de toda la guerra.

Último parte de guerra emitido por el Cuartel General del Generalísimo.


 

La batalla de Madrid

Víctor Arrogante

«El Gobierno ha resuelto, para poder continuar cumpliendo con su primordial cometido de defensa de la causa republicana, trasladarse fuera de Madrid, y encargar a VE la defensa de la capital a toda costa». Esta fue la orden emitida por el presidente del consejo de ministros Francisco Largo Caballero al general Miajas, el 6 de noviembre de 1936. Han pasado ochenta años, desde que comenzara la batalla por Madrid.

El gobierno legítimo de la República se traslada a Valencia, para seguir gobernando, lo que quedaba de la administración republicana, tras el colapso producido por el golpe de estado militar-fascista. Para la ardua y casi imposible misión de defender Madrid del ataque rebelde, se constituye la Junta de Defensa de Madrid, con facultades delegadas del gobierno para la coordinación de su defensa, que deberá llevarse al límite y «en el caso de que a pesar de todos los esfuerzos haya de abandonarse la capital, replegarse a Cuenca», para establecer una línea defensiva, dice la orden expeditiva.

Los rumores sobre la inminente entrada de los fascistas, recorre las calles solitarias y las casas oscuras de la villa. El derrumbamiento parece inminente. Antes de que amanezca, los moros y legionarios podrían pasearse por la Puerta del Sol. Los miles de seguidores de Franco, la llamada «quinta columna» de Mola, están preparados. «Franco se contentó con dejar descansar a sus vanguardias en los arrabales y se puso a repartir por Europa invitaciones para asistir a la toma de Madrid, que era suyo», Cuenta Chaves Nogales en su relato de la Defensa de Madrid. Perdió la oportunidad al regodearse de su victoria.

La defensa de Madrid fue posible, hasta que dejó de serlo, por el ardor del pueblo madrileño; mujeres y hombres, pese al gobierno, pese al estupor del momento y frente al acoso fascista, que con todo su poder militar —legionarios y regulares africanos y armamento alemán e italiano—, soportaron una guerra sin cuartel. José Miajas, general del ejército popular, «héroe de Madrid», hizo posible lo imposible: detener al enemigo en el Manzanares, tras feroces combates en la Ciudad Universitaria, en Vallecas o en el puente de Toledo. Sin Miaja, no se hubiera impedido la entrada de las tropas moras.

Negrín, Azaña, Miaja, Campesino

Cuando las tropas africanas llegan, Madrid está defendido por fuerzas milicianas, poco operativas, sin organización y con escasos mandos profesionales. Pero Madrid no fue ocupada. Posteriormente se creó el Ejército Popular —que tomó el testigo de los voluntarios del Quinto Regimiento— y puso bajo su mando a las milicias anarquistas, socialistas y comunistas. La mancha de Miaja, su apoyo al golpe del coronel Casado. Tanto esfuerzo y sacrificio para que, sin luchar contra el enemigo —sí lo hicieron contra los comunistas, provocando más de dos mil muertos— y sin la «paz honrosa» que perseguía Negrín, se entregó Madrid al ejercito rebelde y vengativo, como algunos esperaban, que ya había sido reconocido oficialmente por las potencias internacionales.

—Me voy al frente Felisa, que llega el tranvía—. Así, como si fuera a la cafetería Bolonia en Manuel Becerra donde trabaja. —Ten cuidado—. Contesta. —Y tú con los obuses en la Gran Vía—. Víctor se pone correajes y cartucheras, coge el fusil, se calza el gorro con orejeras y marcha a las trincheras del Manzanares, las casas de Carabanchel o al Canto del Pico, en la sierra. Hasta cuarenta mil combatientes defendieron Madrid y con ellos, los más de tres mil quinientos valientes de las Brigadas Internacionales, desde el Puente de los Franceses, la Ciudad Universitaria o la Casa de Velázquez. 

El general de la defensa de Madrid, recibe en su despacho —en los oscuros y húmedos sótanos del ministerio de hacienda— el número de bajas. Caen decenas y centenares de hombres soldados; mujeres, niños y hombres civiles caen también, Las balas de las ametralladoras, los morteros y obuses enemigos arrasan vidas y destruyen barrios enteros. No hay armas bastantes y faltan municiones, pero no se retrocede. «No pasarán» gritaba el pueblo por las calles, con el puño en alto convencido de su poder. Pero pasaron: «ya hemos pasao, decían los fascistas», con voz de Celia Gámez, tras tres años de lucha sin cuartel.

Madrid se fortifica, a la espera del día «D» y se prepara para «luchar hasta la muerte». Diez mil defensores murieron o fueron heridos en Madrid y entre cinco y diez mil soldados del ejército de Franco murieron en el asalto que no pudo ser. En la retaguardia, la vida sigue, el hambre se hace costumbre y el «biruji» curte el cutis. Hay que organizar el abastecimiento de alimentos, agua, electricidad y ropa de abrigo para los camaradas y compañeros, y crear un cuerpo de seguridad contra los «paseos». Una mañana, Miaja leyó en el parte diario: «sin novedad». Esa noche no había ningún asesinado en las tapias de los cementerios. El orden interno se estaba restableciendo. 

La defensa de Madrid se preparó en una noche. Se suponía que el gran ataqué vendría desde Carabanchel y Villaverde, donde estaban acuartelados cuarenta mi hombres enemigos. En una operación de distracción varias columnas avanzarían hacia el Puente de Segovia y el de Toledo. Pero el verdadero ataque —se descubrió— se produciría por la Casa de Campo y Ciudad Universitaria hasta el Hospital Clínico, para caer sobre Madrid por Rosales, Marqués de Urquijo y Princesa, hasta llegar a la Plaza de España. Se estableció una línea de defensa desde Villaverde-Entrevías, Vallecas, Puente de la Princesa, Carabanchel y carretera de Extremadura. La mayor fuerza en la Casa de Campo y Puente de la República —hoy Puente del Rey— y emplazamientos en el Puente de los Franceses, Humera-Pozuelo de Alarcón y Boadilla del Monte. Dio resultado. Madrid quedó cercado, salvo la salida hacia levante, hasta marzo de 1939. 

Miajas, Vicente Rojo, Emilio Kléber, Cipriano Mera, «El Campesino», Líster, Juan Modesto y Buenaventura Durruti —muerto en combate en la Ciudad Universitaria—, con su decisión y arrojo, fueron determinantes para la defensa de Madrid; pero sobre todo Víctor, Felisa, Luis, Teresa, Concha, Pepita, Pedro o Antonia, Manuel y Rosario y los miles de vecinos de este pueblo. En su memoriaEl gobierno legítimo de la República se traslada a Valencia, para seguir gobernando, lo que quedaba de la administración republicana, tras el colapso producido por el golpe de estado militar-fascista. Para la ardua y casi imposible misión de defender Madrid del ataque rebelde, se constituye la Junta de Defensa de Madrid, con facultades delegadas del gobierno para la coordinación de su defensa, que deberá llevarse al límite y «en el caso de que a pesar de todos los esfuerzos haya de abandonarse la capital, replegarse a Cuenca», para establecer una línea defensiva, dice la orden expeditiva.

Los rumores sobre la inminente entrada de los fascistas, recorre las calles solitarias y las casas oscuras de la villa. El derrumbamiento parece inminente. Antes de que amanezca, los moros y legionarios podrían pasearse por la Puerta del Sol. Los miles de seguidores de Franco, la llamada «quinta columna» de Mola, están preparados. «Franco se contentó con dejar descansar a sus vanguardias en los arrabales y se puso a repartir por Europa invitaciones para asistir a la toma de Madrid, que era suyo», Cuenta Chaves Nogales en su relato de la Defensa de Madrid. Perdió la oportunidad al regodearse de su victoria.

La defensa de Madrid fue posible, hasta que dejó de serlo, por el ardor del pueblo madrileño; mujeres y hombres, pese al gobierno, pese al estupor del momento y frente al acoso fascista, que con todo su poder militar —legionarios y regulares africanos y armamento alemán e italiano—, soportaron una guerra sin cuartel. José Miajas, general del ejército popular, «héroe de Madrid», hizo posible lo imposible: detener al enemigo en el Manzanares, tras feroces combates en la Ciudad Universitaria, en Vallecas o en el puente de Toledo. Sin Miaja, no se hubiera impedido la entrada de las tropas moras.

Cuando las tropas africanas llegan, Madrid está defendido por fuerzas milicianas, poco operativas, sin organización y con escasos mandos profesionales. Pero Madrid no fue ocupada. Posteriormente se creó el Ejército Popular —que tomó el testigo de los voluntarios del Quinto Regimiento— y puso bajo su mando a las milicias anarquistas, socialistas y comunistas. La mancha de Miaja, su apoyo al golpe del coronel Casado. Tanto esfuerzo y sacrificio para que, sin luchar contra el enemigo —sí lo hicieron contra los comunistas, provocando más de dos mil muertos— y sin la «paz honrosa» que perseguía Negrín, se entregó Madrid al ejercito rebelde y vengativo, como algunos esperaban, que ya había sido reconocido oficialmente por las potencias internacionales.

—Me voy al frente Felisa, que llega el tranvía—. Así, como si fuera a la cafetería Bolonia en Manuel Becerra donde trabaja. —Ten cuidado—. Contesta. —Y tú con los obuses en la Gran Vía—. Víctor se pone correajes y cartucheras, coge el fusil, se calza el gorro con orejeras y marcha a las trincheras del Manzanares, las casas de Carabanchel o al Canto del Pico, en la sierra. Hasta cuarenta mil combatientes defendieron Madrid y con ellos, los más de tres mil quinientos valientes de las Brigadas Internacionales, desde el Puente de los Franceses, la Ciudad Universitaria o la Casa de Velázquez. 

El general de la defensa de Madrid, recibe en su despacho —en los oscuros y húmedos sótanos del ministerio de hacienda— el número de bajas. Caen decenas y centenares de hombres soldados; mujeres, niños y hombres civiles caen también, Las balas de las ametralladoras, los morteros y obuses enemigos arrasan vidas y destruyen barrios enteros. No hay armas bastantes y faltan municiones, pero no se retrocede. «No pasarán» gritaba el pueblo por las calles, con el puño en alto convencido de su poder. Pero pasaron: «ya hemos pasao, decían los fascistas», con voz de Celia Gámez, tras tres años de lucha sin cuartel.

Madrid se fortifica, a la espera del día «D» y se prepara para «luchar hasta la muerte». Diez mil defensores murieron o fueron heridos en Madrid y entre cinco y diez mil soldados del ejército de Franco murieron en el asalto que no pudo ser. En la retaguardia, la vida sigue, el hambre se hace costumbre y el «biruji» curte el cutis. Hay que organizar el abastecimiento de alimentos, agua, electricidad y ropa de abrigo para los camaradas y compañeros, y crear un cuerpo de seguridad contra los «paseos». Una mañana, Miaja leyó en el parte diario: «sin novedad». Esa noche no había ningún asesinado en las tapias de los cementerios. El orden interno se estaba restableciendo. 

La defensa de Madrid se preparó en una noche. Se suponía que el gran ataqué vendría desde Carabanchel y Villaverde, donde estaban acuartelados cuarenta mi hombres enemigos. En una operación de distracción varias columnas avanzarían hacia el Puente de Segovia y el de Toledo. Pero el verdadero ataque —se descubrió— se produciría por la Casa de Campo y Ciudad Universitaria hasta el Hospital Clínico, para caer sobre Madrid por Rosales, Marqués de Urquijo y Princesa, hasta llegar a la Plaza de España. Se estableció una línea de defensa desde Villaverde-Entrevías, Vallecas, Puente de la Princesa, Carabanchel y carretera de Extremadura. La mayor fuerza en la Casa de Campo y Puente de la República —hoy Puente del Rey— y emplazamientos en el Puente de los Franceses, Humera-Pozuelo de Alarcón y Boadilla del Monte. Dio resultado. Madrid quedó cercado, salvo la salida hacia levante, hasta marzo de 1939. 

Miajas, Vicente Rojo, Emilio Kléber, Cipriano Mera, «El Campesino», Líster, Juan Modesto y Buenaventura Durruti —muerto en combate en la Ciudad Universitaria—, con su decisión y arrojo, fueron determinantes para la defensa de Madrid; pero sobre todo Víctor, Felisa, Luis, Teresa, Concha, Pepita, Pedro o Antonia, Manuel y Rosario y los miles de vecinos de este pueblo. En su memoria

 

 

La defensa de Madrid en noviembre 1936

Eduardo Montagut

Del “pueblo en armas”, de tantas revoluciones y levantamientos madrileños desde 1808, se pasa al “No Pasarán”.

Pasarán unos años y olvidaremos todo; se borrarán los embudos de las explosiones, se pavimentarán las calles levantadas, se alzarán casas que fueron destruidas. Cuanto vivimos, parecerá un sueño y nos extrañará los pocos recuerdos que guardamos; acaso las fatigas del hambre, el sordo tambor de los bombardeos, los parapetos de adoquines cerrando las calles solitarias…”

                        Juan  Eduardo Zúñiga, “Noviembre, la madre, 1936”

El 23 de julio de 1936 la rebelión había sido definitivamente sofocada en Madrid. Azaña se dirigió a la población aludiendo a la alegría, el contento y el gusto de dar su vida al sacrificio. Pero, en esos momentos, ¿se daba la vida por la República y la democracia o por una revolución social? Esta pregunta refleja las distintas posiciones ante lo que estaba ocurriendo, pero lo que parece seguro es contra quien se luchaba.

En los primeros momentos se genera una clara dispersión de los poderes, aunque no se atacó ningún edificio público o emblemático del poder de la ciudad. Las milicias se hacen dueñas de la calle y de los espacios urbanos frente a una escasa policía. No se produce, por lo tanto, al final, una revolución política, pero el pueblo tiene armas y no hay autoridad alguna que pueda encauzarlo. La milicia fue la forma de organización adoptada por sindicatos y partidos para aplastar la rebelión en Madrid y para acudir a la sierra. En aquel intenso verano se vivieron jornadas de entusiasmo en Madrid en la salida y llegada de milicianos hacia la sierra: bares, terrazas y cafés están llenos de gente. El entusiasmo popular es desbordante. El proceso se acelera con la incautación del parque móvil madrileño.

Junto con el heroísmo demostrado a la hora de ahogar la rebelión militar, hubo también actos de violencia. Comenzaron las detenciones indiscriminadas, muchas veces solamente por la apariencia externa, delaciones, sin garantías para el detenido, y que desembocaron en no pocos asesinatos. En agosto, los rumores sobre un incendio supuestamente provocado por los prisioneros recluidos en la Cárcel Modelo terminó con el asalto de la Cárcel y el asesinato de decenas de presos.

En los primeros días casi nadie trabaja.  El sector de la construcción de la CNT estaba en huelga cuando estalló la sublevación. Otros estaban empuñando las armas. Muchos empresarios habían desaparecido. Pasará un cierto tiempo hasta que se vuelva al trabajo en fábricas, talleres y comercios. Los sindicatos tuvieron que permitir que sus afiliados volviesen en el ramo de artes blancas, para hacer pan y Madrid no quedase desabastecido. Muchas empresas fueron incautadas o intervenidas, aunque no se habla de colectivizaciones como en Barcelona. La pequeña propiedad fue respetada. Las tiendas, y las pequeñas fábricas y talleres permanecieron en manos de sus dueños. Muchas de las grandes empresas madrileñas eran públicas; ahora serían incautadas por los sindicatos que pasaron a dirigirlas, creándose comités sindicales. Las empresas periodísticas de derecha y los centros educativos católicos fueron incautados. La coeducación se impuso en estos colegios.

Los espacios públicos de la aristocracia y la burguesía -palacios, residencias religiosas y lugares de ocio- del centro de la ciudad fueron incautados y ocupados para milicianos, partidos, sindicatos, autoridades, cárceles y otros organismos.

La parálisis de la administración, las incautaciones, el aumento de organismos y comités, el caos ante la falta de coordinación inicial y el calor asfixiante del primer verano en guerra comenzaron a cambiar el estado de ánimo: de la inicial euforia comenzó a pasarse a la incertidumbre. No se había conseguido el mismo éxito en el resto de España y llegaban noticias del afianzamiento de los sublevados. Pronto se fue consciente que los sublevados se habían marcado como objetivo la capital. Las tropas de Franco subían rápidamente desde el sur.

En el mes de agosto se intenta volver a un normal desarrollo de las actividades, pero las patrullas siguen fuera de control, a pesar de los constantes llamamientos al orden de partidos y sindicatos. La inseguridad permanece. Por eso comienza a pensarse que el orden solamente podía llegar si se estabilizaba la situación política, ya que el gobierno ya no representaba lo que estaba ocurriendo en la calle, además del caos organizativo general.

En septiembre el desastre generado por la pérdida de Talavera de la Reina pone de manifiesto el fracaso de las milicias. Se impone la idea de la necesidad de crear un ejército regular. En la calle la alegría inicial y la incertidumbre de agosto se transforman en desconcierto en el final del verano y el comienzo del otoño.

El gobierno de Largo Caballero es recibido, en principio, con alivio general en Madrid. Es un ejecutivo con miembros de los partidos obreros y de la UGT. Pero la inquietud no desaparece. Ante la inminente llegada de las tropas franquistas se apodera de la población una sensación de impotencia y se piensa que ni el nuevo gobierno podrá con la situación. Muchos madrileños marchan hacia Valencia, temiendo que el gobierno abandone Madrid a su suerte. Los rebeldes están a quince kilómetros de la capital a mediados de octubre.

En el gobierno se piensa que Madrid no era una plaza defendible ante el empuje de los sublevados, y que la República se defendería mejor fuera de la capital. En principio, hay una falta de voluntad política para organizar la defensa de una forma eficaz. No había un plan de defensa ni del gobierno, ni del Frente Popular ni de una Junta de Defensa sin competencias ejecutivas.

A principios de noviembre, el gobierno se amplía con miembros de la CNT, y se toma la decisión de marcharse a Valencia el día 6. Corre una sensación clara de abandono. Pero la marcha del gobierno a Valencia y la presión militar franquista con bombardeos de artillería y aviación, generando los primeros cientos de muertos, no produce ni pánico ni desbandada general. Los madrileños y madrileñas demostrarán a sus autoridades y al mundo su entereza.

Por otro lado, la salida de las autoridades hacia Valencia produjo un hecho curioso: la simplificación administrativa frente al caos anterior. Se puso en marcha la nueva Junta de Defensa con Miaja al frente, uniendo el poder político y el militar. En ese momento triunfa el deseo de resistir a ultranza y ese hecho fue el que cambió, realmente, el golpe en una guerra.

La inquietud, la incertidumbre, la sensación de abandono desaparecieron frente a un deseo indeclinable de resistir. Los milicianos, desde el 7 de noviembre, se organizan y comportan como soldados. Las Brigadas Internacionales y el armamento soviético ayudan en este esfuerzo de resistencia. Del “pueblo en armas”, de tantas revoluciones y levantamientos madrileños desde 1808, se pasa al “No Pasarán”.

Fuente: Nueva Tribuna

 

 

Ocho lugares para recorrer la Defensa de Madrid en su 80 aniversario

 

Alejandro Torrús 

El 6 de noviembre de 1936 el Gobierno de la II República abandona la capital rumbo a Valencia dejando al general Miaja al frente de la Junta de Defensa con la única instrucción de resistir a las tropas de Franco, que ya estaban instaladas al sur y al oeste de la ciudad. 

Búnker de El Capricho. Pasillo central, de 34 metros,
que conecta las diferentes estancias

 

El día de Todos los Santos de 1936 aviones italianos lanzan miles de octavillas por toda la capital del Estado español: "Madrid está cerca. Habitantes de Madrid, la resistencia es inútil. Ayudad a nuestras tropas a tomar la ciudad. Si no lo hacéis, la aviación nacional la borrará del mapa". Al día siguiente, esos mismos aviones lanzaron bombas. El ejército franquista, con compañías de carros alemanes e italianos, ya se encontraba a principios de noviembre de 1936 a las puertas de Madrid por el sur y por el oeste con el general José Varela al mando y, junto a ellos, miles de voluntarios falangistas y requetés carlistas. En el norte, las tropas del general Mola se habían atascado con las defensas republicanas en la Sierra de Guadarrama. La consigna es simple, pero había resultado efectiva en los cinco meses anteriores de guerra: ataque frontal sobre la capital. 

Nadie dudaba de la victoria de las tropas de Franco, que había sido designado Generalísimo de todos los ejércitos dos meses antes. Su ejército podría ser de los más débiles de Europa, pero era un ejército al fin y al cabo. Frente a ellos tenían a un nutrido grupo de entre 12.000 y 17.000 milicianos, entre guardias de asaltos, elementos de la Guardia Nacional Republicana, carabineros y milicias de sindicatos y partidos. Apenas hay armamento y las reservas son más que escasas. La gran esperanza era la llegada de las Brigadas Internacionales, donde sí se integraban verdaderos soldados con experiencia en el frente de batalla en la I Guerra Mundial. 

El Gobierno de la II República parece coincidir con esta lectura y abandona Madrid rumbo a Valencia. Antes de partir, Francisco Largo Caballero, presidente del Gobierno y ministro de Guerra, entrega una carta al general José Miaja, jefe de la 1ª División Orgánica y comandante de Madrid. El encargo es claro: organizar la "defensa de la capital a toda costa". Para ello ordena la creación de una Junta de Defensa de Madrid presidida por el propio Miaja y con representación de todos los partidos presentes en el Gobierno de la II República. La batalla está a punto de comenzar y la ciudad debe prepararse para el asedio. Resistir es la única consigna. 

1. Sótanos del Ministerio de Hacienda 

Sótanos del Ministerio de Hacienda.
Azaña conversa con el general Miaja. Les acompañan José Giral,
ministro de Estado, e Indalecio Prieto, ministro de Defensa Nacional

El Estado Mayor y la Junta de Defensa de Miaja se instalaron en el Ministerio de Hacienda y, concretamente, en sus enormes sótanos. Este fue el centro de operaciones de Miaja y del general Sebastián Pozas, responsable del Ejército de Centro. El edificio está situado a escasos metros de la Puerta del Sol en la conocida calle Alcalá, número 2. Tras organizar la Junta de Defensa en la sede del Ministerio de Guerra, el mismo 6 de noviembre, el general Miaja ordena que se comience a acondicionar los sótanos de este edificio porque ofrecen mucha más seguridad contra los bombardeos aéreos. Antonio Morcillo, de la Asociación del Grupo de Estudios del Frente de Madrid (GEFREMA), señala que el traslado definitivo se produjo a principios de diciembre de 1936. 

En La forja de un rebelde, Arturo Barea describe los cambios que sufrieron los sótanos con el traslado del Estado Mayor y el Cuartel general del Ejército de Centro:  “El patio del Ministerio de Hacienda en el cual estaba la entrada a los sótanos estaba ahora limpio de los legajos que se amontonaban allí en los días de noviembre. Entonces, cuando se instalaron a toda prisa los servicios del Estado Mayor, se marchaba literalmente sobre un empedrado de documentos empapados de lluvia y hollín... Era el contenido, con millones de insectos y ratas, de las bóvedas (de los sótanos) que ahora se habían convertido en habitaciones confortables, a veces hasta lujosas, protegidas", tal y como recoge la página web del Ministerio de Hacienda.  

A estos sótanos, por ejemplo, acudió Manuel Azaña a cenar con el general Miaja en uno de sus últimos viajes al frente de Guerra como presidente de la República: “Cenamos en el Ministerio de Hacienda, invitados por el general Miaja. La mesa estaba puesta en uno de los sótanos, donde el general ha tenido mucho tiempo la oficina de mando. Muy complicados son estos subterráneos, que desconocía. Entre las reflexiones que le oí a Miaja se cuenta la siguiente: '¿Qué habría dicho Carlos III si hubiese podido saber que en este edificio que él construyó cenaría el presidente de la República?'”.

Los sótanos de Hacienda se mantuvieron ocupados hasta el 28 de marzo de 1939, día en el que el coronel Segismundo Casado entregó la ciudad a Franco. Aunque el Cuartel General fue traslado a los jardines del Parque del Capricho, se mantuvo como el lugar de residencia del general Miaja. 

Pero si el sótano había sido testigo del inicio de la Defensa de la Ciudad, también lo fue de la rendición. Así, el 5 de marzo de 1939 en los sótanos del Ministerio se reunió y formalizó la llamada Junta de Casado, un golpe de Estado contra el Gobierno de Negrín para negociar con Franco una paz honorable, que después se vio imposible. Desde los sótanos del edificio se emitió por radio el llamamiento del socialista Julián Besteiro –integrante de la Junta Casado– para pedir al gobierno de Negrín su retirada. En los sótanos sorprendió a Besteiro la caída de Madrid y en ellos fue detenido por las autoridades rebeldes. 

2. El búnker del Parque de El Capricho

 

 

La puerta acorazada del búnker

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Los sótanos del Ministerio de Hacienda no fueron el centro de operaciones del general Miaja y del Ejército del Centro durante toda la guerra. A finales del verano de 1937, se terminó la construcción del búnker del Parque de El Capricho, un refugio antiaéreo construido a quince metros bajo el suelo, cubierto con toneladas de hormigón y capaz de resistir ataques químicos y bombas de más de 100 kilos. El espacio conserva una temperatura constante de 15 grados, llueva, truene o haga calor y tiene capacidad para doscientas personas, que podrían aguantar hasta dos semanas sin salir a la superficie en caso de amenaza militar o sanitaria.

El búnker, sin embargo, no fue utilizado prácticamente. El puesto de mando del Ejército de Centro y del General Miaja se trasladó al enorme edificio de los jardines del Parque del Capricho, a apenas unos pases de la entrada del búnker, y fue en este edificio donde se estableció el puesto de mando. El refugio quedó como una herramienta necesaria en caso de que la aviación franquista atacara el puesto de mando. 

 

La construcción de este búnker y el emplazamiento del puesto de mando en este edificio no es casual. Se trata de un emplazamiento estratégico como es Alameda de Osuna, un lugar tranquilo, lejos de los frentes de Madrid y bien comunicado, con presencia militar y con un arbolado propicio para el camuflaje. Era conocida como la Posición Jaca.

El búnker, que se puede visitar los sábados y los domingos con cita previa, cuenta con un enorme pasillo central, de 34 metros de largo y dos de ancho. A ambos lados, hay siete salas y conductos de ventilación. Para prevenir un posible ataque de gas, el pasillo tiene techos abovedados y conductos de ventilación preparados para enviar los humos a tres chimeneas exteriores.

La Posición Jaca también ha pasado a la historia por los choques que vivió como consecuencia del golpe del coronel Segismundo Casado, militar republicano que sucedió a Miaja en el mando del Cuartel y que dirigió los tratos secretos para la rendición de Madrid al Ejército de Franco. De hecho, esta fue la última posición de la jefatura militar comunistaen Madrid, donde los coroneles Joaquín Barceló y Emilio Bueno pugnaron hasta su fusilamiento por impedir la capitulación del coronel Segismundo Casado ante Franco.

3. El puente o la calle de Toledo, un regalo para la República

 

 
 

Puente de Toledo durante la guerra

El lugar exacto no está del todo claro. Hay autores que lo sitúan en la calle Toledo y otros más cerca del puente de Toledo. Sea como fuere, el escenario fue testigo de un regalo inesperado para la República que ayudó mucho a la defensa de la ciudad. El mismo día 7 de noviembre, del que este lunes se cumplen 80 años, durante los primeros enfrentamientos, unos carabineros del Ejército republicano abaten al comandante de una tanqueta Ansaldo, el capitán Vidal-Quadras, que intentaba abrir paso a la infantería.

 

Entre las ropas del comandante Vidal-Quadras, los republicanos encuentran la orden de operaciones número 15 del General Varela para la toma de Madrid. Es decir, la la táctica de las tropas franquistas. Era un regalo caído del cielo. Los soldados republicanos llevaron el papel a Miaja y a Rojo, que validó la autenticidad del mismo. 

 

Así los republicanos supieron que los planes de los franquistas pasaban por un ataque principal por la Casa de Campo y el Parque del Oeste, otros de menor importancia por los puentes de Segovia, Toledo y la Princesa que debían colaborar en el éxito de la penetración por la carretera de La Coruña, la Ciudad Universitaria y el Puente de los Franceses.

La orden de Rojo tras leer la orden franquista fue clara: había que resistir fuera como fuera en la Casa de Campo y atacar a las columnas franquistas por los flancos. El general dispuso tropas de reserva cerca del puente de Toledo y en la Ciudad Universitaria y reforzó las tropas que defendían la Casa de Campo. El problema de este refuerzo es que muchos de ellos no tenían armas y sólo podían actuar con los equipos de los caídos. 

 4. Cerro Garabitas (Casa de Campo)

Cerro Garavitas. Casa de Campo

El día siguiente de este hallazgo, el 8 de noviembre, las tropas de Franco con el general Varela al frente intensificaron su ataque. Era el 8 de noviembre y la Casa de Campo fue el escenario de la batalla a campo abierto que se desplegó hasta el día 23 de noviembre cuando Franco ordenó poner fin al ataque directo sobre Madrid y comenzar una nueva estrategia de asfixia. A pesar de la aparente victoria de los republicanos, que habían conseguido rechazar la embestida, el ejército franquista había logrado asentar sus posiciones en emplazamientos clave. 

Uno de ellos es el Cerro de Garabitas. Situado en la Casa de Campo y con 677 metros de cota es el lugar perfecto para la artillería. Allí se emplazaron los obuses franquistas que bombardearon la capital de forma indiscriminada desde el 13 de noviembre de 1936. Los republicanos trataron de recuperarlo en varias ocasiones, pero nunca con éxito. Tanto el anarquista Durruti, al frente de su columna, en este mes de noviembre, como las Brigadas Internacionales en mayo de 1937, fracasaron en el intento. 

Desde este Cerro, por ejemplo, la artillería franquista 'felicitó' a los republicanos el Año Nuevo de 1937 con doce proyectiles dirigidos a la Puerta del Sol. Era la primera vez en la historia reciente que una ciudad se convertía en objetivo militar de ataques indiscriminados. La conquista de este emplazamiento fue tan importante para los franquistas que en el año 1952 el Ayuntamiento de Madrid decidió dedicarle una calle en el distrito de Puente de Vallecas, 
que aún continúa en el callejero de Madrid. 

5. Escuela de Arquitectura de Ciudad Universitaria

 

 

Escuela Arquitectura durante la guerra

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En 1933 vio la luz la primera facultad de Ciudad Universitaria: Filosofía y Letras. Sin embargo, la construcción del resto, aunque bien avanzada, tuvo que ser paralizada debido al golpe de Estado de 18 de julio de 1936 que dio inicio a la Guerra Civil. Las tropas franquistas, en aquellos combates de noviembre de 1936, consiguieron establecerse en el Hospital Clínico de Madrid, el asilo de Santa Cristina, el Instituto de la Higiene, las residencias universitarias, la Escuela de Agrónomos, la Casa de Velázquez, el palacete de Moncloa y la Escuela de Arquitectura, que fueron tomadas el 20 de noviembre.

 

De hecho, la Escuela de Arquitectura aún no se había estrenado como edificio universitario cuando fue ocupada por las tropas franquistas, que resistieron en el emplazamiento durante toda la Guerra Civil. Los republicanos se quedaron con las facultades de Medicina, Farmacia, Odontología, Ciencias y Letras, algunas de ellas casi terminadas. El frente de Ciudad Universitaria permanecería prácticamente igual hasta el final de la Guerra Civil. 

De hecho, aún hoy son muy visibles largas trincheras por toda Ciudad Universitaria. Este verano un 
equipo de arqueólogos investigó una enorme trinchera republicana frente a la Facultad de Psicología de la UNED, que fue construida y ocupada por tropas republicanas desde 1937 hasta el final de la guerra. En este caso, se trataba de una trinchera de comunicación y descanso, ya que no estaba en primerísima línea de frente. Así, los arqueólogos encontraron botellas de anís, de vino, restos de tabaco, tijeras para cortar vendas y hasta unas medallas de la Virgen del Pilar y de Antonio de Padua. 

5. La Gran Vía o la Avenida de los obuses 

La Gran Vía bombardeada

Con la ciudad sitiada y el Cerro de Garabitas tomado, la artillería franquista comenzó a bombardear a la población civil. Uno de los objetivos principales era la Gran Vía o "la avenida de los obuses", tal y como comenzó a llamarla la población durante los años de la Guerra Civil por ser habitual el bombardeo franquista. De hecho, los obuses solían caer en la Gran Vía alrededor de las 19:30 horas de la tarde, cuando terminaban las películas y la población salía a la calle. 

El otro blanco de la Gran Vía era el edificio Telefónica. Arturo Barea escribe en La forja de un rebelde que se trababa de "la diana de la ciudad". Los motivos son lógicos: era el edificio más alto de Madrid, por lo que era utilizado por el ejército republicano como observatorio militar y por las tropas franquistas como referencia para fijar los ángulos de disparo. Además, se trataba del centro de telecomunicaciones más importante del país. 

El primer bombardeo sobre la Gran Vía con obuses se produjo el mismo 16 de noviembre. Antes, desde inicios del mes, habían estado cayendo bombas desde el cielo. El general Mola está considerado como el ideólogo de los ataques indiscriminados contra la población civil. Nunca hasta ahora, en ningún lugar del mundo, se había considerado a las ciudades un objetivo militar digno de ser bombardeado. El objetivo era debilitar las defensas del enemigo, pero sobre todo minar la moral. 

El corresponsal del Daily Telegraph durante la Guerra Civil, Henry Buckley, estima que durante el mes de noviembre de 1936 mueren alrededor de 50 personas al día por efecto de los bombardeos, aunque el pico fue el día 17 cuando fueron asesinadas 300 personas en una sola noche con bombas incendiarias compuestas por calcio líquido. 

Sacos terreros protegen la fachada de Gran Vía del edificio Telefónica

En el edificio Telefónica, además, albergó durante la Guerra Civil la oficina de prensa extranjera y propaganda del Ministerio de Asuntos Exteriores situado en el edificio de Telefónica. Situada en la quinta planta, esta oficina controlaba las informaciones que los corresponsales extranjeros enviaban a sus periódicos sobre la marcha de la guerra.  Algunos de los periodistas que transmitieron sus crónicas de guerra desde esta sede fueron Ernest Hemingway, Antoine De Saint-Exupéry, Josephine Herbst o John Dos Passos. Además de la oficina de censura, estos grandes escritores frecuentaban el restaurante Miami y el bar Chicote (entonces recién fundado), y se solían alojar en el hotel Florida de Callao, situado a poca distancia del rascacielos.

6. Los hoteles Palace y Ritz, hospitales de guerra

 

Los hoteles Palace y Ritz son los grandes símbolos de los hoteles de lujo de la capital. Durante los primeros meses de la Guerra Civil, el hotel Palace pasó a estar controlado por un comité de trabajadores y en agosto de 1936, cuando por primera vez se establecieron relaciones diplomáticas entre la República y la URSS, se instaló la embajada soviética en la primera planta. Esta situación duró poco tiempo. El 4 de noviembre de 1936, ante el avance de las tropas franquistas, el Ministerio de Guerra cerró el Hospital Militar de Carabanchel y trasladó su personal y equipos al hotel Palace, que llegó a albergar cerca de 1.100 camas. Los quirófanos de urgencia se instalaron en la primera planta. 

 

Una joven Gloria Fuertes fue a visitar a su novio al Hotel Palace, que por entonces era médico, y describió de esta manera lo que vio: "Aquello era horrible. No lo aguantaba. Me dije: 'Gloria, este no es sitio para ti'. Ese hall tan bello, lleno de camillas con gente desangrándose esperando a pasar a quirófano. Olía que apestaba. Allí había personas agonizantes, sin brazos, sin piernas.... Constantemente llegaban heridos en camiones porque no había ambulancias". 

Por su parte, el hotel Ritz mantuvo su actividad durante la Guerra aunque durante la batalla de Madrid se convirtió en el Hospital de las Milicias Confederales de Catalunya y allí ingresó herido de muerte Buenaventura Durruti en la tarde del 19 de noviembre de 1936. La fachada del hotel Ritz apareció ese día con multitud de banderas de la CNT. 

7. La cárcel Modelo de Madrid

Cárcel Modelo y plaza de La Moncloa, vista desde el aire

La cárcel Modelo de Madrid estaba situada en el mismo lugar donde Franco ordenó construir el Ministerio del Aire, hoy día el Cuartel General del Ejército del Aire. Esta cárcel fue testigo de importantes hechos durante 1936. Por ejemplo, los sucesos de agosto de 1936. El 22 de ese mes comenzaron a llegar a la capital las noticias sobre la masacre de las tropas de Yagüe en Badajoz y un grupo de milicianos, dirigidos, entre otros, por Felipe Sandoval acudió a la puerta de la cárcel con la intención de tomarla. Un incendio, probablemente provocado, fue el pretexto para iniciar una primera represalia que se tradujo en un tiroteo sobre los presos que estaban en el patio. Al día siguiente, una multitud se agolpó frente a las puertas de la prisión y de nada sirvió la presencia de parlamentarios que intentaron persuadir a los milicianos para que no asaltaran la prisión.

Así, se produjo una matanza que elevó el total de muertos a alrededor de una treintena, entre los que se encontraban los generales Capaz y Villegas, jefes de la fracasada insurrección en Madrid, políticos como Melquíades Álvarez y falangistas como Fernando Primo de Rivera. La matanza produjo consternación en el seno de la República y el presidente Manuel Azaña llegó a plantear su dimisión y aseguró que hubiese preferido morir. 

 

Cuando se inicia el asedio de Madrid por las tropas franquistas, la cárcel modelo alberga a alrededor de 2.000 militares detenidos. La Junta de Defensa se ocupó de la evacuación de estos presos y del resto de las cárceles de Porlier, Antón y Ventas ya que si el enemigo capturaba la ciudad podían liberar a los presos, que pasarían a engrosar las filas franquistas. En total, se procedió al traslado de alrededor de 8.000 presos. Muchos de ellos llegaron a su nuevo destino en la retaguardia, pero alrededor de 2.500 nunca llegaron y fueron fusilados cerca de Paracuellos de Jarama y Torrejón de Ardoz. 

El que fuera secretario general del PCE durante la Transición y consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid, Santiago Carrillo, señaló que hizo todo lo que era posible para evitar la tragedia de Paracuellos, pero que fue imposible ya que los convoys en los que se trasladaba a los prisioneros fueron "asaltos por grupos de incontrolados".

8. El Paseo Recoletos o Avenida de las Brigadas Internacionales

Traslado de obras de arte del Museo del Prado

El emblemático paseo de Madrid fue rebautizado tras la Batalla del Jarama, en 1937, con el nombre de Avenida de las Brigadas Internacionales. En el paseo se encuentran edificios históricos tan importantes como la Biblioteca Nacional o el Museo del Prado, que recibieron el castigo de la artillería franquista durante la noche del 16 de noviembre. 

En el caso de la Biblioteca Nacional, 28 bombas incendiarias compuestas por calcio líquido cayeron en sus jardines, lo que determinó el traslado de una parte de sus fondos fuera de la ciudad. Concretamente, 630.000 volúmenes fueron traslados a otros lugares por miedo a un incendio. El bombardeo también causó la decapitación de la estatua de Lope de Vega que presidía la entrada al edificio, 
tal y como muestra el archivo de ABC

Por su parte, el Museo del Prado recibió aquella noche del 16 de noviembre 9 bombas incendiarias sobre el techo, 3 en un lateral y otras 3 frente a su entrada principal. El temor a que las bombas pudieran destrozar el museo atemorizaba a los artistas María Teresa León y Rafael Alberti. Entre ambos consiguieron que Largo Caballero ordenara la evacuación de las obras a Valencia. El poeta lo contaba de esta guisa en el periódico italiano Corriere de lla Sera: 

"El Museo del Prado cerró sus puertas al público a partir de los primeros bombardeos de Madrid por la aviación franquistas, cuyas bombas lo habían alcanzado, cayendo precisamente algunas en la sala de Velázquez, aunque la gran mayoría de las obras ya no había sido evacuada a los sótanos, no muy profundos, del museo, que comenzó a ser la gran preocupación del Gobierno, de todo el Madrid intelectual y artístico que amaba y se enorgullecía de poseer una de las pinacotecas más ricas y asombrosas del mundo (...) Un atardecer de ese mismo mes de noviembre, María Teresa y yo, con un permiso del jefe de Gobierno, Francisco Largo Caballero, entramos en el Prado para iniciar, con un primer envío, el salvamento de las principalísimas obras que el Ministerio de Bellas Artes de la República se proponía sacar de Madrid". 

El 10 de noviembre el Quinto Regimiento aportó los hombres y la logística necesaria para realizar la evacuación. Ahora había que decidir qué sacar primero: "Ya se había recibido la orden de que ese envío lo compusieran dos de los cuadros más insignes del Museo del Prado: Carlos V en la batalla de Mülhber, de Tiziano, y Las Meninas, de Velázquez. Nos recibieron 2.000 milicianos armados. El gran museo estaba en soledad. (...) En un auto, milicianos armados del Quinto Regimiento y motoristas de la columna motorizada custodiaron, carretera de Madrid hacia Levante, la histórica marcha", recordó Alberti. 

A las 10 de la mañana del 11 de noviembre el director general de Bellas Artes, Josep Renau, telefoneó a Alberti para informarle de que las obras ya estaban en Madrid. Este mismo mes de noviembre se enviarían otras 300 obras con el mismo protocolo. Como ya se ha dicho, cinco días después, el 16 de noviembre varias bombas caen sobre el Museo. El Estado Mayor franquista dice que en los tejados del Museo los republicanos habían instalado varias ametralladoras. 

A continuación del Paseo del Prado, en el Paseo de la Castellana, la República dispuso de fábricas de armamento subterráneas para salvaguardarlas de las bombas franquistas. La existencia de estas fabricas son fácilmente comprobables en el 
Archivo de Historia Militar de la Guerra Civil. 

Fuente: Publico.es

 

 

La Defensa de Madrid. (La guerra filmada) Tve.

 
 

 

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Víctor Arrogante
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