Poema |
"Libro del frío",
1992
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Pavana
Impura:
Tu cabello
en sus manos; arde en las manos del vigilante
de la nieve.
Son las
cebadas, la siesta de las serpientes y tu cabello en el
pasado.
Abre tus
ojos para que yo vea las cebadas blancas: tu cabeza
en las manos del vigilante de la nieve.
* * *
Todos los
árboles se han puesto a gemir dentro de mi espíritu
al recordar tus bragas en la oscuridad, la luz debajo de tu
piel,
tus pétalos vivientes.
Atravesando
los aniversarios, a veces viajan las palomas ebrias.
Venga
desnuda tu misericordia, ah paloma mortal, hija del
campo.
* * *
El mirlo en
la incandescencia de tus labios se extingue.
Yo siento
en ti grandes heridas y te desnudas en mis fuentes.
Se extingue
el mirlo en las alcobas blancas donde soy ciego,
donde, algunas veces, suenan en ti grandes campanas.
* * *
Busco tu piel inconfesable, tu piel ungida por la tristeza de
las
serpientes; distingo tus asuntos invisibles, el rastro frío del
corazón.
Hubiera visto tu cinta ensangrentada, tu llanto entre cristales
y no tu llaga amarilla,
pero mi sueño vive debajo de tus párpados.
* * *
La
inexistencia es hueca como las máscaras y su visión es
lívida, pero tú oyes el grito de las madres del agua y acaricias
los ojos que vieron la inexistencia.
* * *
Nuestros
cuerpos se comprenden cada vez más tristemente,
pero yo amo esta púrpura desolada.
Ah la flor
negra de los dormitorios, ah las pastillas del amanecer.
* * *
Entra otra
vez en las alcobas blancas.
Grandes son
las jarras de la tristeza en las manos mortales.
Entra otra
vez en las alcobas blancas.
* * *
Amor que
duras en mis labios:
Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las
grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio
hasta la llaga azul del corazón.
Amor que duras: llora entre mis piernas,
come la miel sin esperanza.
* * *
Ha venido
tu lengua; está en mi boca
como una
fruta en la melancolía.
Ten piedad
en mi boca: liba, lame,
amor mío,
la sombra.
* * *
Llegan los
animales del silencio, pero debajo de tu piel arde la
amapola amarilla, la flor del mar ante los muros calcinados
por el viento y el llanto.
Es la
impureza y la piedad, el alimento de los cuerpos
abandonados por la esperanza.
* * *
He
envejecido dentro de tus ojos; eras la dulzura y el exterminio
y yo amé tu cuerpo en sus frutos nocturnos.
Tu
inocencia es como un cuchillo delante de mi rostro,
pero tú
pesas en mi corazón y, como una miel oscura, yo te
siento en mis labios al ir hacia la muerte.
* * *
Eres como
la flor de los agonizantes
que es
invisible mas su aroma entra
en la
sombra nasal y es la delicia,
todo en la
vida, durante algún tiempo.
* * *
En la
humedad me amas
y eres azul
en tus pezones. hablas
suavemente
en mis labios y regresas
a tu
prisión en la melancolía.
* * *
Tu cabello
encanece entre mis manos y, como aguas silenciosas,
nos abandonan los recuerdos. siento la frialdad de la existencia
pero tu olor se extiende en las habitaciones y tu lascivia vive
en
mi corazón y entra mi pensamiento en tus heridas.
* * *
Existe el
mar en las ciudades blancas,
coágulos en
el aire dulcemente sangriento,
sábanas en
la serenidad.
Existen los
perfumes inguinales, lenguas en las heridas femeninas
y el
corazón está cansado.
Entra con
tus campanas en mi casa, pastora ciega, sin embargo,
como si no
tuviera la dulzura su fin aún en las ciudades blancas.
* * *
Sábado:
El animal que llora, ése estuvo en tu alma antes de ser
amarillo;
el animal que lame las heridas blancas,
ése está ciego en la misericordia;
el que duerme en la luz y es miserable,
ése agoniza en el relámpago.
La mujer cuyo corazón es azul y te alimenta sin descanso,
ésa es tu madre dentro de la ira;
la mujer que no olvida y está desnuda en el silencio,
ésa fue música en tus ojos.
Vértigo en la quietud: en los espejos entran sustancias
corporales y arden palomas. Tú dibujas juicios y tempestades
y lamentos.
Así es la luz de la vejez, así
la
aparición de las heridas blancas.
* * *
Estoy
desnudo ante el agua inmóvil. He dejado mi ropa en el
silencio de las últimas ramas.
Esto era el
destino:
llegar al
borde y tener miedo de la quietud del agua.
* * *
Geórgicas:
Tengo frío
junto a los manantiales. He subido hasta cansar
mi corazón.
Hay yerba
negra en las laderas y azucenas cárdenas entre sombras,
pero, ¿qué hago yo delante del abismo?
Bajo las
águilas silenciosas, la inmensidad carece de significado.
* * *
El
vigilante de la nieve:
El
vigilante fue herido por su madre;
Describió
con sus manos la forma de la tristeza y acarició
cabellos que ya no amaba.
Todas las
causas se aniquilaban en sus ojos.
* * *
En la
ebriedad le rodeaban mujeres, sombra, policía, viento.
Ponía venas
en las urces cárdenas, vértigo en la pureza; la flor
furiosa de la escarcha era azul en su oído.
Rosas,
serpientes y cucharas eran bellas mientras permanecían
en sus manos.
* * *
Era
incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza
y sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto
entre las sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía
entrar las sombras en la nieve, hervir la niebla en la ciudad
profunda.
* * *
Vigilaba la
serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se
depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos.
Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin
nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas.
Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a
los
pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija
dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la
que
olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas
blancas,
fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor.
Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su
pureza y
sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre
las
sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las
sombras
en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda
* * *
Aún:
Hubo un
tiempo en que mis únicas pasiones eran la pobreza
y la lluvia.
Ahora
siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría
si dijese su nombre.
* * *
Alguien ha entrado en la memoria blanca, en la inmovilidad
del corazón.
Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura del error me hace
cerrar los ojos.
Es la ebriedad de la melancolía; como acercar el rostro a una
rosa enferma, indecisa entre el perfume y la muerte.
* * *
Hablan los
manantiales en la noche, hablan en los imanes
del silencio.
Siento la
suavidad de las palabras olvidadas.
* * *
La
obscenidad entró en mis huesos y, más tarde, aquel aceite
sigiloso, el que prepara el corazón.
Ahora
vendrán los días de las grandes milongas.
* * *
Sábana
negra en la misericordia:
Tu lengua en un idioma ensangrentado.
Sábana aún en la sustancia enferma,
la que
llora en tu boca y en la mía
y, atravesando dulcemente llagas,
ata mis huesos a tus huesos humanos.
No mueras más en mí, sal de mi lengua.
Dame la mano para entrar en la nieve.
* * *
Amé todas
las pérdidas.
Aún retumba
el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
Recuerdo el
frío del amanecer, los círculos de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo
las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor
triste
de la sosa cáustica.
Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y
los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.
No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino,
veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad
cuyo
dolor no me concierne.
Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la
muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.
Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.
Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.
Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las
ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la
soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.
Amé todas las pérdidas.
Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.
* * *
Frío de
límites:
A la
penumbra auricular no viene nunca el sonido del
amanecer. Muge el silencio en las ocultas bóvedas y se desliza
en tus
membranas. Silban los pájaros y tu pasión es sorda.
Tú no estás
ya en tus oídos.
* * *
Va a
amanecer. Hay noche aún sobre tus llagas.
Ya vienen
los cuchillos del día. No
te desnudes en la luz, cierra los ojos.
Quédate en
tu cama sangrienta.
* * *
Ardes bajo
las túnicas carnales.
Ha sido
inútil la sutura negra:
no hay agua
en ti. todas las fuentes manan en otra edad
y se
enloquece la pureza de la copa vacía.
* * *
Entra en tu cuerpo y tu cansancio se llena de pétalos. Laten en
ti bestias felices: música al borde del abismo.
Es la agonía y la serenidad. Aún sientes como un perfume la
existencia.
Este placer sin esperanza, ¿qué significa finalmente en ti?
¿Es que va a cesar también la música?
* * *
AMOR
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.
* * *
ESTAR EN TI
Yo no entro en ti para que tú te pierdas
bajo la fuerza de mi amor;
yo no entro en ti para perderme
en tu existencia ni en la mía;
yo te amo y actúo en tu corazón
para vivir con tu naturaleza,
para que tú te extiendas en mi vida.
Ni tú ni yo. Ni tú ni yo.
Ni tus cabellos esparcidos aunque los amo tanto.
Sólo esta oscura compañía. Ahora
siento la libertad. Esparce
tus cabellos. Esparce tus cabellos.
* * *
LIBERTAD EN
LA CAMA
Todos los días salgo de la cama
y digo adiós a mi compañera.
Vena: cuando me pongo
los pantalones,
me quito
la
libertad.
Cuando llega la noche, otra vez
vuelvo a la cama y duermo.
A veces sueño que me llevan con las manos atadas,
pero entonces me despierto y siento la oscuridad,
y, con el mismo valor, el cuerpo de mi mujer y el mío.
* * *
NIEVE
Retrocede, combate
hacia atrás, corazón mío.
Cíñete al amor, queda
activo en cuerpos, en
materiales amantes.
Olvida la nieve, vive
con los tuyos, desciende
a la ternura. Este
es tu país.
¡Oh la sed, oh la sed!
¿Por qué este mismo fuego
me empuja hacia la nieve?
Subir, subir al agua
eterna donde viven
la claridad y el frío.
Un sueño: Cumbre inmóvil.
Nada y luz. Nadie, nadie.
Oh Dios, si sólo un pájaro
me visitase en esta
región de libertad.
Atrás, puros espacios,
belleza inhabitable.
vuelva la sed a su
origen en el fuego.
* * *
TÚ
Caer en un rostro, existir
con su respiración y con su boca...
Cuando tú estabas en peligro;
tú gritaste, mas fue
en la garganta de otro ser humano;
se levantó tu cuerpo
y fue en los brazos de otro ser humano.
Entonces comprendías.
Y tu necesidad y tu dolor
no fueron nunca como antes. Tú
ya no ves signos. Ahora, tú desprecias
todas las dudas. Y tu pensamiento
no es espejo que calla; ya es amor
y destino y conducta y existencia.
* * *
UN ÁNGEL
GÓTICO
Inmóvil, claramente
inhumano en la
pura catedral
vive un ángel.
Un ángel no tiene ojos.
Un ángel no tiene sangre.
Él no vive en la vida, él no vive
en la muerte, él está
vivo en la belleza.
* * *
VERANO 1966
Cuando me extiendo junto al mar,
existe el agua y su palpitación
y un cielo azul cuya profundidad
es demasiado grande para mí.
Sentir el mar, su lentitud viviente,
es la magnificencia y el olvido,
pero sentir la vida de los camaradas
en ser el camarada de uno mismo.
El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,
pero la razón que hay en nosotros
existirá aún cuando este cielo
hay sido borrado por el viento y el frío.

Biografía
Nació en Oviedo el 30 de mayo de 1931. Su padre, poeta
modernista en cuyas páginas Gamoneda probablemente aprende a
leer, muere en 1932. En 1934 se traslada a León al barrio
ferroviario de El Crucero con su madre, cuya presencia,
como, por ejemplo, la de sus manos refugio ante la
alienación del trabajo, el horror y la miseria de una guerra
y una postguerra poblada de cadáveres, vivos y muertos, es
recurrente en toda su poesía. En León sigue residiendo,
desde una infancia teñida de una constante vivencia de la
pobreza, la represión y la muerte. Tras un brevísimo y
limitado aprendizaje académico y, sobre todo, a través de
lecturas que se “me van apareciendo”, en palabras del poeta,
Gamoneda trabaja como recadero de una oficina bancaria de
1945 a 1969 mientras asiste, desde la sublevación inmóvil de
un grupo de amigos, en el contexto de la resistencia
intelectual al franquismo, relación magistral y germinal de
algunas de sus principales ideas, a la progresiva entrada en
la conciencia, amargada por la desaparición física o moral,
de muchos de estos amigos. En este duro pero prolífico
período surgen sus primeros poemarios:
La tierra y los labios (1947-1953), no publicado
hasta la aparición del volumen Edad que recoge su
poesía hasta 1987; Sublevación inmóvil (1953-1959)
publicado en Madrid en 1960, obra que consiguió un accésit
del premio Adonais de poesía; Exentos I (1959-1960)
poemas no aparecidos hasta Edad; Blues castellano
(1961-1966), obra no publicada por motivos de censura hasta
1982 y Exentos II (Pasión de la mirada) (1963-1970),
publicada con múltiples variaciones en León en 1979 con el
título León de la mirada.
A esta primera etapa
sigue un silencio poético de siete u ocho años,
significativamente marcados por la muerte del Dictador y el
comienzo de la llamada “transición, que en palabras del
poeta fueron años “de depresión añadida…y la poesía era un
amor presente pero imposible.” A ello hay que añadir una
crisis ideológica, tal vez más amplia, que se hará sentir en
su siguiente obra Descripción de la mentira, León
1977, un largo poema que marca, un giro hacia una total
madurez poética. Posteriormente publica Lápidas
(Madrid, 1987) y Edad, el volumen que recoge toda su
poesía hasta 1987, revisada por el autor, que le valió el
Premio Nacional de Literatura.
En 1992 aparece
Libro del frío, que le consagra como uno de los poetas
más importantes en lengua castellana. En el año 2000 aparece
la versión definitiva de Libro del frío, que incluía Frío
de Límites, obra procedente de una colaboración con
Antoni Tàpies pero que, desgajada de la pintura, adquiría el
carácter de addenda necesaria de
Libro del frío. Previamente habían aparecido los poemas
de Mortal 1936, acompañando a unas serigrafías de
Juan Barjola sobre la matanza en la plaza de toros de
Badajoz durante la Guerra Civil, y no llegaron a publicarse
Exentos III (1993-1997).
De un diccionario
relativo a la ciencia médica arcaica (1993-1998) y
Libro de los venenos (Madrid, 1995) son obras más
atípicas que parten de la convicción del autor de que el
lenguaje arcaico se ha”cargado” estéticamente hasta
convertirse en poesía y revelan la fascinación del poeta por
la traducción del Dioscórides griego debida a Andrés Laguna
en el siglo XVI y su interpretación en clave poética por
Gamoneda.
Arden las pérdidas
es publicado en el 2003, libro que culmina la madurez
iniciada en Descripción de la mentira, de una poesía
“en la perspectiva de la muerte” en la que lo perdido (la
infancia, el amor, los rostros del pasado, la ira…) aún arde
en el tránsito hacia la vejez con mayor lucidez, con mayor
claridad, con mayor frío. Tras él vendrán Cecilia
(2004) y Esta luz : poesía reunida : (1947-2004),
(2004).
Dirige la Fundación
Sierra-Pambley, creada en 1887 por Francisco Giner de los
Ríos con los principios de la Institución Libre de
Enseñanza.
Premios
- Premio Cervantes
(2006)
- Premio Reina Sofía
de Poesía Iberoamericana (2006)
- Premio Nacional de
Poesía (1988)
- Premio Castilla y
León de las Letras

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