Poemas
A ORILLAS DEL EAST RIVER
En esta
encrucijada,
flagelada por vientos de dos ríos
que despeinan la calle y la avenida,
pisoteada su negrura por gaviotas de luz,
descienden las palabras a mi mano,
picotean los granos de rocío,
buscan entre mis dedos las migajas de
lágrimas.
Siempre aspiré a que mis palabras,
las que llevo al papel,
continuasen llorando
-de pena, de felicidad, de desesperanza,
al fin, todo es lo mismo-,
porque yo las había llorado antes;
antes de que desembocasen en el papel
blanquísimo,
en el papel deshabitado, que es el morir.
Dejarían en él los ecos asordados, empañados,
de lo que tuvo vida.
Alguien advertiría la humedad de las lágrimas,
lloraría por seres que jamás conoció,
que acaso no es posible que existieran
aunque estuvieron vivos
en el recuerdo o en la imaginación.
Lloraríamos todos por los desconocidos,
los -para mí -difuminados
en la magia del tiempo.
Contra las estructuras
de metal y de vidrio nocturno
rebotan las palabras aún sin forma,
consagradas en el torbellino helado,
y no me hacen llorar.
Yo ya no sé llorar. ¡Y mira que he llorado!
II
Yo ya no lloro,
excepto por aquello que algún día
me hizo llorar:
los aviones que proclamaban
que todo había terminado;
la estación amarilla diluida en la noche
en la que coincidían, tan sólo unos instantes,
el tren que partía hacia el norte
y el que partía hacia el oeste
y jamás volverían a encontrarse;
y la voz de Juan Rulfo: «diles que no me
maten»;
y la malagueña canaria;
y la niña mendiga de Lisboa
que me pidió un «besiño».
Yo ya no lloro.
Ni siquiera cuando recuerdo
lo que aún me queda por llorar.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
ACELERANDO
Aquí, en este momento, termina todo,
se detiene la vida. Han florecido luces
amarillas
a nuestros pies, no sé si estrellas.
Silenciosa
cae la lluvia sobre el amor, sobre el
remordimiento.
Nos besamos en carne viva. Bendita lluvia
en la noche, jadeando en la hierba,
trayendo en hilos aroma de las nubes,
poniendo en nuestra carne su dentadura fresca.
Y el mar sonaba. Tal vez fuera su espectro
porque eran miles de kilómetros
los que nos separaban de las olas,
y lo peor, miles de días pasados y futuros nos
separaban.
Descendían en la sombra las escaleras.
Dios sabe a dónde conducían. Qué más daba. «Ya
es hora
-dije yo-, ya es hora de volver a tu casa.»
Ya es hora. En el portal, «Espera», me dijo.
Regresó
vestida de otro modo, con flores en el pelo.
Nos esperaban en la iglesia. «Mujer te doy.»
Bajamos
las gradas del altar. El armonio sonaba.
Y un violín que rizaba su melodía empalagosa.
Y el mar estaba allí. Olvidado y apetecido
tanto tiempo. Allí estaba. Azul y prodigioso.
Y ella y yo solos, con harapos de sol y de
humedad.
«¿Dónde, dónde la noche aquella, la de
ayer...?», preguntábamos
al subir a la casa, abrir la puerta, oír al
niño que salía
con su poco de sombra con estrellas,
su agua de luces navegantes,
sus cerezas de fuego. Y yo puse mis labios
una vez más en la mejilla de ella. Besé
hondamente.
Los gusanos labraron tercamente su piel. Al
retirarme
lo vi. Qué importa, corazón. La música
encendida,
y nosotros girando. No: inmóviles. El cáliz de
una flor
gris que giraba en torno vertiginosa.
Dónde la noche, dónde el mar azul, las hojas
de la lluvia.
Los niños -quiénes son, que hace un instante
no estaban-, los niños aplaudieron, muertos de
risa:
«Qué ridículos, papá, mamá». «A la cama», les
dije
con ira y pena. Silencio. Yo besé
la frente de ella, los ojos con arrugas
cada vez más profundas. ¿Dónde la noche
aquella,
en qué lugar del universo se halla? «Has sido
duro
con los niños.» Abrí la habitación de los
pequeños,
volaron pétalos de lluvia. Ellos estaban
afeitándose.
Ellas salían con sus trajes de novia. Se
marcharon
los niños -¿por qué digo los niños?- con su
amor,
con sus noches de estrellas, con sus mares
azules,
con sus remordimientos, con sus cuchillos de
buscar
bajo la carne. Dónde, dónde la noche aquella,
dónde el mar... Qué ridículo todo: este
momento detenido,
este disco que gira y gira en el silencio,
consumida su música...
De "Libro de las alucinaciones" 1964
ALEGRÍA
LLEGUÉ POR
EL DOLOR A LA ALEGRÍA.
Supe por el dolor que el alma existe.
Por el dolor, allá en mi reino triste,
un misterioso sol amanecía.
Era alegría
la mañana fría
y el viento loco y cálido que embiste.
( Alma que verdes primaveras viste
maravillosamente se rompía. )
Así la
siento más. Al cielo apunto
y me responde cuando le pregunto
con dolor tras dolor para mi herida.
Y mientras
se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.
De
"Alegría" 1947
ALEGRÍA INTERIOR
EN MÍ LA
SIENTO AUNQUE SE ESCONDE. MOJA
mis oscuros caminos interiores.
Quién sabe cuántos mágicos rumores
sobre el sombrío corazón deshoja.
A veces alza en mí su luna roja
o me reclina sobre extrañas flores.
Dicen que ha muerto, que de sus verdores
el árbol de mi vida se despoja.
Sé que no
ha muerto, porque vivo. Tomo,
en el oculto reino en que se esconde,
la espiga de su mano verdadera.
Dirán que
he muerto, y yo no muero.¿Cómo
podría ser así, decidme, dónde
podría ella reinar si yo muriera?
De
"Alegría" 1947
ALMA DORMIDA
Me tendí
sobre la hierba entre los troncos
que hoja a hoja desnudaban su belleza.
Dejé el alma que soñase:
volvería a despertar en primavera.
Nuevamente
nace el mundo, nuevamente
naces, alma (estabas muerta).
Yo no sé lo que ha pasado en este tiempo:
tú dormías, esperando ser eterna.
Y por mucho
que te cante la alta música
de las nubes, y por mucho que te quieran
explicar las criaturas por qué evocan
aquel tiempo negro y frío, aunque pretendas
hacer tuya
tanta vida derramada
(era vida, y tú dormías), ya no llegas
a alcanzar la plenitud de su alegría:
tú dormías cuando todo estaba en vela.
Tierra
nuestra, vida nuestra, tiempo nuestro...
(Alma mía, ¡quién te dijo que durmieras!)
De "Agenda"
1991
AMANECER
Imagínate tú...
Imagínatelo tú por un momento.
R. A.
La estrella aún flotaba en las aguas.
Río abajo, a la noche del mar, la llevó la
corriente.
Y de pronto la mágica música errante en la
sombra
se apagó, sin dolor, en el fresco silencio
silvestre.
Imagínate tú, piensa sólo un instante,
piensa sólo un instante que el alma comienza a
caerse.
(Las hojas, el canto del agua que sólo tú
escuchas:
maravilloso silencio que pone en las tuyas su
mano evidente.)
Piensa sólo un instante que has roto los
diques y flotas sin tiempo en la noche,
que eres carne de sombra, recuerdo de sombra;
que sombra tan sólo te envuelve.
Piensa conmigo «¡tan bello era todo, tan
nuestro era todo, tan vivo era todo,
antes que todo se desvaneciese!»
Imagínate tú que hace siglos que has muerto.
No te preguntan las cosas, si pasas, quién
eres.
Procura un instante pensar que tus brazos no
pesan.
Son nada más que dos cañas, dos gotas de
lluvia, dos humos calientes.
(¡Tan bello era todo, tan nuestro era todo,
tan vivo era todo!)
Y cuando creas que todo ante ti perfecciona su
muerte,
abre los ojos:
El trágico hachero
saltaba los montes,
llevaba una antorcha en la mano, incendiaba
los bosques nacientes.
El río volvía a mojar las orillas que dan a tu
vida.
El prodigio era tuyo y te hacías así vencedor
de la muerte.
De "Agenda"
1991
APAGAMOS LAS MANOS...
Apagamos las manos. Dejamos encima del mar
marchitarse la luna
y nos pusimos a andar por la tierra cumplida
de sombra.
Ahora ya es tarde. Las albas vendrán a
ofrecernos sus húmedas flores.
Ciegos iremos. Callados iremos, mirando algo
nuestro que escapa
hacia su patria remota.
(Nuestro espíritu debe de ser, que cabalga
sobre las olas.)
Ahora ya es tarde. Apagamos las manos felices
y nos ponemos a andar por la tierra cumplida
de sombra.
Hemos caído en un pozo que ahoga los sueños.
Hemos sentido la boca glacial de la muerte
tocar nuestra boca.
Antes, entonces, con qué gozo ardiente,
con qué prodigioso encenderse de aurora
modelamos en nieblas efímeras, en pasto de
brisas ligeras,
nuestra cálida hora.
Y cómo apretamos las ubres calientes. Y cómo
era hermoso
pensar que no había ni ayer, ni mañana, ni
historia.
Ahora ya es tarde; apagamos las manos felices
y nos ponemos a andar por la tierra cumplida
de sombra.
Cómo errar por los años, como astros gemelos,
sin fuego,
como astros sin luz que se ignoran.
Cómo andar, sin nostalgia, el camino, soñando
dos sueños distintos
mientras en torno el amor se desploma.
Ahora ya es tarde. Sabemos. Pensamos.
(Buscábamos almas.)
Ahora sabemos que el alma no es piedra ni flor
que se toca.
Como astros gemelos y ajenos pasamos, sabiendo
que el alma se niega si el cuerpo se niega.
Que nunca se logra si el cuerpo se logra.
Dejamos encima del mar marchitarse la luna.
Cómo errar, por los años, sin gloria.
Cómo aceptar que las almas son vagos ensueños
que en sueños tan sólo se dan, y despiertos se
borran.
Qué consuelo ha de haber, si lograr una gota
de un alma
es pretender apresar el latir de la tierra,
desnuda y redonda.
Estamos
despiertos. Sabemos. Como astros soberbios,
caídos,
sentimos la boca glacial de la muerte tocar
nuestra boca.
De "Con las
piedras, con el viento" 1950
ASÍ
ERA
Canta, me
dices. Y yo canto.
¿Cómo callar? Mi boca es tuya.
Rompo contento mis amarras,
dejo que el mundo se me funda.
Sueña, me dices. Y yo sueño.
¡Ojalá no soñara nunca!
No recordarte, no mirarte,
no nadar por aguas profundas,
no saltar los puentes del tiempo
hacia un pasado que me abruma,
no desgarrar ya más mi carne
por los zarzales, en tu busca.
Canta, me
dices. Yo te canto
a ti, dormida, fresca y única,
con tus ciudades en racimos,
como palomas sucias,
como gaviotas perezosas
que hacen sus nidos en la lluvia,
con nuestros cuerpos que a ti vuelven
como a una madre verde y húmeda.
Eras de
vientos y de otoños,
eras de agrio sabor a frutas,
eras de playas y de nieblas,
de mar reposando en la bruma,
de campos y albas ciudades,
con un gran corazón de música.
De
"Alegría" 1947
CAE
EL SOL
Perdóname.
No volverá a ocurrir.
Ahora quisiera
meditar, recogerme, olvidar: ser
hoja de olvido y soledad.
Hubiera sido necesario el viento
que esparce las escamas del otoño
con rumor y color.
Hubiera sido necesario el viento.
Hablo con humildad,
con la desilusión, la gratitud
de quien vivió de la limosna de la vida.
Con la tristeza de quien busca
una pobre verdad en que apoyarse y descansar.
La limosna fue hermosa -seres, sueños,
sucesos, amor-,
don gratuito, porque nada merecí.
¡Y la
verdad! ¡Y la verdad!
Buscada a golpes, en los seres,
hiriéndolos e hiriéndome;
hurgada en las palabras;
cavada en lo profundo de los hechos
-mínimos, gigantescos, qué más da:
después de todo, nadie sabe
qué es lo pequeño y qué lo enorme;
grande puede llamarse a una cereza
( "hoy se caen solas las cerezas",
me dijeron un día, y yo sé por qué fue ),
pequeño puede ser un monte,
el universo y el amor.
Se me había
olvidado algo
que había sucedido.
Algo de lo que yo me arrepentía
o, tal vez, me jactaba.
Algo que debió ser de otra manera.
Algo que era importante
porque pertenecía a mi vida: era mi vida.
(Perdóname si considero importante mi vida:
es todo lo que tengo, lo que tuve;
hace ya mucho tiempo, yo la habría vivido
a oscuras, sin lengua, sin oídos, sin manos,
colgado en el vacío,
sin esperanza.)
Pero se me
ha borrado
la historia (la nostalgia)
y no tengo proyectos
para mañana, ni siquiera creo
que exista ese mañana (la esperanza).
Ando por el presente
y no vivo el presente
(la plenitud en el dolor y la alegría).
Parezco un desterrado
que ha olvidado hasta el nombre de su patria,
su situación precisa, los caminos
que conducen a ella.
Perdóname que necesite
averiguar su sitio exacto.
Y cuando
sepa dónde la perdí,
quiero ofrecerte mi destierro, lo que vale
tanto como la vida para mí, que es su sentido.
Y entonces, triste, pero firme,
perdóname, te ofreceré una vida
ya sin demonio ni alucinaciones.
De "Libro
de las alucinaciones" 1964
CANCIÓN DE CUNA PARA
DORMIR A UN PRESO
La gaviota sobre el pinar.
(La mar resuena.)
Se acerca el sueño. Dormirás,
soñarás, aunque no lo quieras.
La gaviota sobre el pinar
goteado todo de estrellas.
Duerme. Ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
No hay más que sombra. Arriba, luna.
Peter Pan por las alamedas.
Sobre ciervos de lomo verde
la niña ciega.
Ya tú eres hombre, ya te duermes,
mi amigo, ea...
Duerme, mi amigo. Vuela un cuervo
sobre la luna, y la degüella.
La mar está cerca de ti,
muerde tus piernas.
No es verdad que tú seas hombre;
eres un niño que no sueña.
No es verdad que tú hayas sufrido:
son cuentos tristes que te cuentan.
Duerme. La sombra toda es tuya,
mi amigo, ea...
Eres un niño que está serio.
Perdió la risa y no la encuentra.
Será que habrá caído al mar,
la habrá comido una ballena.
Duerme, mi amigo, que te acunen
campanillas y panderetas,
flautas de caña de son vago
amanecidas en la niebla.
No es verdad que te pese el alma.
El alma es aire y humo y seda.
La noche es vasta. Tiene espacios
para volar por donde quieras,
para llegar al alba y ver
las aguas frías que despiertan,
las rocas grises, como el casco
que tú llevabas a la guerra.
La noche es amplia, duerme, amigo,
mi amigo, ea...
La noche es bella, está desnuda,
no tiene límites ni rejas.
No es verdad que tú hayas sufrido,
son cuentos tristes que te cuentan.
Tú eres un niño que está triste,
eres un niño que no sueña.
Y la gaviota está esperando
para venir cuando te duermas.
Duerme, ya tienes en tus manos
el azul de la noche inmensa.
Duerme, mi amigo...
Ya
se duerme
mi amigo, ea...
De "Tierra
sin nosotr0s" 1947
COMO LA ROSA: NUNCA
Como la
rosa: nunca
te empañe un pensamiento.
No es para ti la vida
que te nace de dentro.
Hermosura que tenga
su ayer en su momento.
Que en sólo tu apariencia
se guarde tu secreto.
Pasados no te brinden
su inquietante misterio.
Recuerdos no te nublen
el cristal de tus sueños.
Cómo puede
ser bella
flor que tiene recuerdos.
De "Con las
piedras, con el viento" 1950
COPLILLA DESPUÉS DEL 5º
BOURBON
Pensaba que sólo habría
sombra, silencio, vacío.
Y murió. Estaba en lo cierto.
El mismo Dios se lo dijo.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
CON LAS PIEDRAS, CON EL
VIENTO
Con las
piedras, con el viento
hablo de mi reino.
Mi reino
vivirá mientras
estén verdes mis recuerdos.
Cómo se pueden venir
nuestras murallas al suelo.
Cómo se puede no hablar
de todo aquello.
El viento no escucha. No
escuchan las piedras, pero
hay que hablar, comunicar,
con las piedras, con el viento.
Hay que no
sentirse solo.
Compañía presta el eco.
El atormentado grita
su amargura en el desierto.
Hay que desendemoniarse,
liberarse de su peso.
Quien no responde, parece
que nos entiende,
con las piedras, con el viento.
Se exprime
así el alma. Así
se libra de su veneno.
Descansa, comunicando
con las piedras, con el viento.
De "Con las
piedras, con el viento" 1950
CORAZÓN QUE TE HIEREN
Corazón que te hieren
con una rama verde.
Llegó a mi lado. Era
el momento más fuerte
que el recuerdo. Es hoy todo
inolvidable. El verde
de los álamos es
vida. Los cielos tienen
azul de amor sereno
que aún ignora la muerte.
Llega a mi lado. Trae
una rama. (Parece
la verde primavera
que entre sus manos duerme.)
Oh, qué felicidad.
Las brisas, cómo mecen.
Ella saca a las flores
de su encanto silvestre.
Ella toca de gracia
el áspero presente.
Llega a mi lado. Trae
una rama. (Se mueve
irreal: su elemento
es la música. Viene
quebrando los silencios
maravillosamente. )
Entre sus manos es
la rama una serpiente
de luz, un río frágil,
bandera transparente
que pone en este ensueño
su alegría evidente.
(Por la rama comprendo
que estamos vivos. Este
instante no es un sueño
que pasa y no nos mueve.)
Es un látigo frágil,
una llama en que beben
nuestros ojos.
¿Por qué
la ceñiste a mis sienes 40
como si fuera el único
dios a quien perteneces?
¡Por qué te he preguntado
si ceñiste otras sienes!
Corazón, te han herido
con una rama verde.
De "Con las
piedras, con el viento" 1950
CUMBRE
Firme, bajo
mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo;
no como entonces, cuando a cada instante
te levantabas de mi sueño.
Ahora puedo
tocar tus lomas tiernas,
el verde fresco de tus aguas.
Ahora estamos, de nuevo, frente a frente
como dos viejos camaradas.
Nueva
canción con nuevos instrumentos.
Cantas, me duermes y me acunas.
Haces eternidad de mi pasado.
Y luego el tiempo se desnuda.
¡Cantarte,
abrir la cárcel donde espera
tanta pasión acumulada!
Y ver perderse nuestra antigua imagen
arrebatada por el agua.
Firme, bajo
mi pie, cierta y segura,
de piedra y música te tengo.
Señor, Señor, Señor: todo lo mismo.
Pero, ¿qué has hecho de mi tiempo?
De "Tierra
sin nosotros" 1947
DESALIENTO
«No quiero
que pienses», dices
Tú sabes que sólo en ello
puedo pensar. Pasarán
los días, las noches. Tiempos
vendrán sin nosotros. soles
brillarán en cielos nuevos.
Ecos de campana harán
más misterioso el silencio.
(«No quiero que pienses».)
Yo seguiré pensando en ello.
Quisiera hablarte de hermosas
fábulas, de pensamientos
luminosos, de jornadas
soñadas, de flores, vientos,
caricias, ternuras, gracias,
secretos;
pero en la boca me nacen
palabras de fuego.
Como llamas silenciosas
me abrasan por dentro.
Debiera
decirte «amor»,
«fantasía», «sueño».
Yo sólo
pregunto cómo
fue posible aquello.
Seguiría, paso a paso,
la huella de tu andar. Dentro
de tu vida escondería
la vida que muero.
«No quiero
que pienses». Yo
digo que no pienso en ello.
(Cómo podría olvidarlo
sin haberme muerto.)
De "Con las
piedras, con el viento" 1950
DESPEDIDA
DEL MAR
Por más que
intente al despedirme
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
Este
perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!
Ramos
frescos de espuma... Barcas
soñolientas y vagas... Niños
rebañando la miel poniente
del sol... ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo...! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.
¡Y que
ahora tenga que dejarte
para emprender otro camino!...
Por más que
intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
De "Tierra
sin nosotros" 1947
DESTINO ALEGRE
Nos han abandonado en medio del camino.
Entre la luz íbamos ciegos.
Somos aves de paso, nubes altas de estío,
vagabundos eternos.
Mala gente que pasa cantando por los campos.
Aunque el camino es áspero y son duros los
tiempos,
cantamos con el alma. Y no hay un hombre solo
que comprenda la viva razón del canto nuestro.
Vivimos y morimos muertes y vidas de otros.
Sobre nuestras espaldas pesan mucho los
muertos.
Su hondo grito nos pide que muramos un poco,
como murieron todos ellos,
que vivamos deprisa, quemando locamente
la vida que ellos no vivieron.
Ríos furiosos, ríos turbios, ríos veloces,
(Pero nadie nos mide lo hondo, sino lo
estrecho.)
Mordemos las orillas, derribamos los puentes.
Dicen que vamos ciegos.
Pero vivimos. Llevan nuestras ,aguas la
esencia
de las muertes y vidas de vivos y de muertos.
Ya veis si es bien alegre saber a ciencia
cierta
que hemos nacido para esto.
De "Tierra sin nosotros" 1947
DOS FÁBULAS PARA TIEMPOS
SOMBRÍOS
Segunda
fábula (El amor)
1. Génesis
En el principio era el amor.
Cuando el alba buscaba un dueño.
Cuando todas las criaturas
llevaban sus cuerpos desiertos.
En el principio era el amor.
En todo tenía su reino.
La noche entera era el latido
de tan hondo enamoramiento.
El amor y las almas, juntos
fueron creando el Universo.
Las almas fueron su metal.
El amor su mágico fuego.
En el principio era el amor.
Los cuerpos estaban desiertos,
y cada cuerpo buscó un alma
que lo tuviera prisionero.
Para el cuerpo, recién nacido
de la noche, todo fue nuevo.
Ignoró, por no entristecerse,
que el alma tenía recuerdos.
En el principio era el amor.
2. Sin saberlo
Alguna vez, un alma halló
el alma que la completaba.
Cuando los cuerpos se tuvieron,
olvidaron que había alma.
No llegaron a lo que dura,
y gozaron de lo que pasa.
Luego se fueron, dividieron
el caudal de su única agua.
3. Segundo
amor
En el principio era el amor.
Sin el amor nada existía.
El alma que una vez amó,
nunca jamás se apagaría.
Volver a
amar era intentar
tornar al punto de partida,
apresar humo, tocar cielos,
poseer la luz infinita.
Volver a
amar era querer
revivir las flores marchitas.
Era escuchar la voz del alma
que llamaba al alma perdida.
Volver a
amar era llorar
por la dicha desvanecida.
Era encontrar con quien partir
el pan y el vino de otros días.
Pero -de
sobra lo sabemos-
sólo una vez se ama en la vida.
Volver a amar, es evocar
el amor que colmó la dicha.
Es, sin
querer, hacer sufrir.
Sentir la rueda detenida.
Que si el espejo sufre, es porque
la vieja imagen está viva.
En el
principio era el amor.
De "Con las
piedras, con el viento" 1950
EL
BUEN MOMENTO
Aquel momento que flota
nos toca de su misterio.
Tendremos siempre el presente
roto por aquel momento.
Toca la vida sus palmas
y tañe sus instrumentos.
Acaso encienda su música
sólo para que olvidemos.
Pero hay cosas que no mueren
y otras que nunca vivieron
y las hay que llenan todo
nuestro universo.
Y no es posible librarse
de su recuerdo.
De
"Alegría" 1947
EL
ENEMIGO
Nos mira.
Nos está acechando. Dentro
de ti, dentro de mí, nos mira. Clama
sin voz, a pleno corazón. Su llama
se ha encarnizado en nuestro oscuro centro.
Vive en
nosotros. Quiere herirnos. Entro
dentro de ti. Aúlla, ruge, brama.
Huyo, y su negra sombra se derrama,
noche total que sale a nuestro encuentro.
Y crece sin
parar. Nos arrebata
como a escamas de octubre el viento. Mata
más que el olvido. Abrasa con carbones
inextinguibles. Deja devastados
días de sueños. Malaventurados
los que le abrimos nuestros corazones.
De "Cuanto
sé de mí" 1957
EL
HÉROE
Oí latir el corazón del mar
unido al de otras músicas -el vals, la polka,
el tango,
el chárleston, el pasodoble, la rumba, el
twist, el mádison-,
lo eterno y la que pasa, mano a mano.
La vida. El mar. Y las ciudades: hermosa
Viena,
desasosegadora Nueva York,
pasando por París y por Madrid.
Músicas muertas en los tocadiscos
de los muchachos, como antaño en pianolas y
organillos.
Música viva, como un mar que transcurre para
los soñadores
-Bach, Schumann, Brahms o Debussy-;
señales de otras músicas futuras, de otras
vidas,
de otros tiempos -Boulez, Berio, Stockhausen,
Luis de Pablo-,
viejos probablemente cuando leáis estas
palabras
viejas también, que ahora arrojo al olvido.
Entonces lo vi allí, al héroe, indiferente,
con su uniforme de guardarropía,
anacrónico. El pecho cubierto de medallas y de
nobles cintajos,
maravillas de seda y cobre.
Vi al héroe, descansando sobre el banco de
piedra.
Los jóvenes que pasan, navegan por la música.
Otros, ya con arrugas, oyen el canto de las
olas.
Yo sólo, aquí, entre ellos, el más viejo de
todos,
oigo música y mar al mismo tiempo. Es la
armonía
de quien nació y ha muerto muchas veces.
No es frecuente que sea así, pero sucede, como
ahora:
de súbito se encienden mar y música;
estallan tiempo, espacio, fuera y dentro;
giran deslumbradores vida de ayer y sangre
fresca:
es como un huracán irresistible.
Es como un fuego. Yo iba andando
con la felicidad de adentro
y la felicidad de afuera,
suma de aquella humanidad entre la que pasaba.
Y vi al hombre: «Qué harás aquí -le dije-,
descorazonadora criatura,
carcomiendo la plenitud. Qué se habrá muerto
dentro de ti».
Y yo, que oía
todos los sones, sólo oí el silencio, su
silencio,
el silencio del héroe,
sordo al mar, a la música, a sus recuerdos y
proyectos.
Nueve décimas partes de su vida
debieron de pasar sin acercarse al mar,
sin sospechar siquiera qué paciencia salada,
qué artesanía de olas y de días
son necesarias para producirse
el prodigio de un árbol de coral,
la fantasía helicoidal de un caracol.
Era un héroe deshabitado, sin corona de roble
que le ciña de días gloriosos.
Despojad un instante a esta palabra
-héroe- de tantas adherencias literarias.
Borrad
las iconografías consabidas:
Grecia y piedra rosada, cara al mar,
héroes ecuestres del Renacimiento...
Era otra cosa el hombre que yo vi.
Nació en alguna aldea del interior de España-
La piel endurecida, impasibles los ojos
que nada vieron nunca si no fue la llanura
circundada de encinas, donde nació y vivió.
(Donde vivió esperando
su tren de muerte, como yo ahora espero,
mientras nerviosamente escribo estos
recuerdos,
al tren que ha de llegar a Medina del Campo
casi al amanecer. Estos sucesos
ocurrieron lejos de aquí, y en mí vivían
solicitando forma, para no ser pura nostalgia.
Sólo esta noche pude hallarles la palabra.)
Allí vivió veinte años. Un día, le hizo hombre
la guerra: le dio fe, lejanías y llamas.
Llegó hasta el mar; el mar le hizo sentirse
libre;
mojó en el mar su cuerpo,
conquistó tierras, hizo prisioneros,
bebió vino de muerte, sintió tristeza y sintió
ira;
tal vez fuera marcado por la metralla. Estuvo
vivo
como nunca lo estuvo ni volvería a estarlo.
Dio razón y entusiasmo a su vida:
se la jugó con alegría a una carta tapada.
Luego, volvió a su pueblo a ensartar días y
cosechas,
a dorar con melancolías
su estatua coronada de olas.
Y he aquí que al cabo de los años
llega otra vez junto al mar luminoso.
Donde dejó entusiasmo, vida y fe,
ha encontrado el silencio,
el mismo de las eras de su aldea,
mas ya sin esperanza.
Ha desfilado entre banderas, entre cánticos;
resucitaron las palabras en la garganta joven;
ha bebido el vino de antaño
y paseado su embriaguez gloriosa.
Desde las doce a la una y media
ha durado el desfile de estos supervivientes,
nostálgicos representantes
de un drama, escrito hace quién sabe cuántos
años.
Después de la comida y los discursos
cayó el telón. Y oyó el silencio de los
espectadores.
Y el silencio del mar. Y el de su vida.
Dijeron: «A las nueve al autobús;
hay que llegar temprano a casa.»
Oyó el silencio de su vida.
Desconocido entre desconocidos,
anduvo por las calles, sin rumbo. Se sentó
enfrente de las olas. Volvió el naipe
y no había figura pintada en él. Y oyó el
silencio.
¿Comprendéis? El nordeste cesa al atardecer.
Ya ni siquiera hace temblar la ropa de este
hombre.
No le deja en la mano el aroma del arma
con que mató a la muerte hace ya tiempo.
Van los muchachos por su lado, destruyen
la muerte con la música, como ayer con la
pólvora.
Destruyen con la música la vida.
Con la música crean un inmenso silencio.
De "Libro de las alucinaciones" 1964
EL
MUERTO
Aquel que
ha sentido una vez en sus manos temblar la
alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro en mi noche completa.
Me costó muchos siglos de muerte poder
comprenderlo,
muchos siglos de olvido y de sombra constante,
muchos siglos de darle mi cuerpo extinguido
a la hierba que encima de mí balancea su
fresca verdura.
Ahora el aire, allá arriba, más alto que el
suelo que pisan los vivos,
será azul. Temblará estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio oloroso por claras
campanas,
por el curvo volar de los gorriones,
por las flores doradas y blancas de esencias
frutales.
(Yo una vez hice un ramo con ellas.
Puede ser que después arrojara las flores al
agua,
puede ser que le diera las flores a un niño
pequeño,
que llenara de flores alguna cabeza que ya no
recuerdo,
que a mi madre llevara las flores:
yo quería poner primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera allá arriba!
Pero yo que he sentido una vez en mis manos
temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado una vez las agudas
agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca jamás sorprendieron
aquel vago pasar de la loca alegría.
Pero yo que he tenido su tibia hermosura en
mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi cuerpo, y no quede memoria de
mí.
De
"Alegría" 1947
INTERIOR
Tu piel me devolvía
algo remoto. (¿Es esto
un poema de amor?
¿Es un canto de duelo
o de esperanza? Un himno
triunfal o una nostalgia
acariciada sobre
la realidad?)
No había
nadie, sino nosotros.
(Los demás no existían.)
Una botella, un libro,
un cenicero. Ahora
la vida es de cristal,
de metal, de papel.
Ahora es la botella
más bella que una flor.
El cenicero tiene
el sonámbulo brillo
de las olas. El libro
es una roca... (¿Es esto
un poema de amor?)
En una habitación
en penumbra, entre el humo
que nos aleja... (¿Es esto
un Poema de amor?)
...sin hablar...(nada está
dicho aún...).
Olvidaba
otra cosa: la música
frutal, el corazón
errante de los siglos,
suena para nosotros.
Toqué tu frente como
si me fuera a morir
un instante después.
Igual que si me anclases
a la verdad. (¿Es esto
un poema de amor?
¿Fuimos sus criatura
melancólicas...?)
Libro,
botella, cenicero.
(No flor, ni ola, ni rocas.)
He llamado a las cosas
por su nombre, aunque el nombre
rompa el hechizo. Quiero
todo aquello que ha sido
el instante, su carne
y su alma (no sólo
su alma), lo que el tiempo
roe (no lo que el tiempo
purifica).
Al contacto
de tu frente, los días
volaban desprendidos
de la copa. Pensé
que los días... ¿Amor
es eso que devuelve
el tiempo huido? ¿Eras
entonces el amor?
¿Me estoy cantando a mí,
recobrado y perdido?
¿Al amor, al que duerme
bajo tu piel, la pobre
criatura del cielo
destinada a morir
sin haber conocido
sus imposibles padres.
De "Cuanto
sé de mí" 1957-1959
LA IMPASIBLE MARÍA CON
ERRES, ELES Y ESES
Para Tacha
Una esfinge
pigmea. Se diría
que no está aquí: no ve, ni oye, ni huele.
Esta no es una Marta que currele,
sino María de la fantasía.
Susurra.
Hormiga china, todavía
no distingue la erre de la ele.
Posiblemente un día se rebele
su Marta agazapada en su María.
Entonces,
cara y cruz por siempre unidas,
sin eses de costuras descocidas,
Martamaría cantará su dúo.
Pero
mientras no ocurra tal encuentro
es un búho que mira desde dentro
de un búho que está dentro de otro búho.
El abuelo Pepe
De
"Divertimentos. Poemas Humorísticos y varios"
LA MANO ES LA QUE
RECUERDA
La mano es la que recuerda
Viaja a través de los años,
desemboca en el presente
siempre recordando.
Apunta, nerviosamente,
lo que vivía olvidado.
la mano de la memoria,
siempre rescatándolo.
Las fantasmales imágenes
se irán solidificando,
irán diciendo quién eran,
por qué regresaron.
Por qué eran carne de sueño,
puro material nostálgico.
La mano va rescatándolas
de su limbo mágico.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
LA
SOMBRA
¿Todo en Él es presente:
el futuro, el pasado?
Lo que será y ha sido
¿es actual en sus manos?
¿A un tiempo toca
la semilla y el árbol?
¿En el brote ve el tronco
talado y abrasado?
Nos contempla y ¿tan solo
puede llorar, llorarnos?
¿Nos tiene ya en su gloria?
¿Nos tiene condenados?
¿Ve en nuestros pobres huesos
el alba y el ocaso?
¿No puede detenernos
ni puede apresurarnos?
¿Llora por lo que tiene
que pasar (y ha pasado)?
¿Llora por lo que ha sido
(por lo que aún no ha llegado)?
¿Nos arranca del tiempo
para que no suframos
nosotros, sus heridas
criaturas, esclavos
sombríos? ¿Nos ve ciegos
y no puede guiarnos?
De "Cuanto
sé de mí" 1957-1959
LAS
NUBES
Inútilmente
interrogas.
Tus ojos miran al cielo.
Buscas detrás de las nubes,
huellas que se llevó el viento.
Buscas las
manos calientes,
los rostros de los que fueron,
el círculo donde yerran
tocando sus instrumentos.
Nubes que
eran ritmo, canto
sin final y sin comienzo,
campanas de espumas pálidas
volteando su secreto,
palmas de
mármol, criaturas
girando al compás del tiempo,
imitándole la vida
su perpetuo movimiento.
Inútilmente
interrogas
desde tus párpados ciegos.
¿Qué haces mirando a las nubes,
José Hierro?
De "Cuanto sé de mí" 1957-1959
LEAR KING EN LOS
CLAUSTROS
Di que me
amas. Di: «te amo»,
dímelo por primera y por última vez.
Sólo: «te amo». No me digas cuánto.
Son suficientes esas dos palabras.
«Más que a mi salvación», dijo Regania.
«Más que a la primavera», dijo Gonerila.
(No sospechaba que mentían.)
Di que me amas. Di: «te amo»,
Cordelia, aunque me mientas,
aunque no sepas que te mientes.
Todo se ha diluido ya en el sueño.
La nave en que pasé la mar,
fustigada por los relámpagos,
era un sueño del que aún no he despertado.
Vivo brezado por un sueño,
inerme en su viscosa telaraña,
para toda la eternidad,
si es que la eternidad no es un sueño también.
La
tempestad me arrebató al Bufón,
al pícaro azotado, deslenguado, insolente,
que era mi compañero, era yo mismo,
reflejo mío en los espejos
cóncavos y convexos, que inventó Valle-Inclán.
Los brazos
de las olas me estrellaron
contra el acantilado y un buen día,
ya no recuerdo cuándo, desperté
y hallé sobre la arena
piedras labradas con primor,
sillares corroídos, lamidos y arañados
por los dientes y garras de las algas.
Entonces, desatado del sueño,
comencé a rehacer el mundo mío,
que se desperezaba bajo un sol diferente.
Y aquí
está, al fin, delante de mis ojos.
Oigo como jadea
con la disnea del agonizante, del
sobremuriente.
Espera a que tú llegues
y me digas «te amo».
Conservo aquí los cielos que viajaron conmigo:
grises torcaces de Bretaña, cobaltos de
Provenza,
índigos de Castilla.
Sólo tú eres capaz de devolverles
la transparencia, la luminosidad
y la palpitación que los hacían únicos.
Aquí están aguardándote.
Quiero oírte decir, Cordelia, «te amo».
Son las mismas palabras que salieron
de labios de Regania y Gonerila,
no de su corazón. Más tarde
se deshicieron de mis caballeros,
hijos del huracán, bravucones, borrachos,
lascivos, pendencieros... Regresaron
al silencio y a la nada.
La niebla disolvió sus armaduras,
sus yelmos, sus escudos cincelados,
aquel hervor y desvarío
de águilas, quimeras, unicornios,
efigies, delfines, grifos.
¿Por qué reino cabalgan hoy sus sombras?
Mi reino
por un «te amo», sangrándote en la boca.
Mi eternidad por sólo dos palabras:
susúrralas o cántalas sobre un fondo real,
-agua de manantial sobre los guijos,
saetas que desgarran con su zumbido el aire-
así la realidad hará que sean reales
las palabras que nunca pronunciaste
-¡por qué nunca las pronunciaste!-
y que ultrasuenan en un punto
del tiempo y del espacio
del que tengo que rescatarlas
antes de que me vaya.
Ven a decirme «te amo»;
no me importa que duren tus palabras
lo que la humedad de una lágrima
sobre una seda ajada.
En esa paz
reconstruida
-sé que es tan sólo un decorado-, represento
mi papel, es decir, finjo,
porque ya he despertado.
Ya no confundo el canto de la alondra
con el del ruiseñor. Y aquí vivo esperándote
contando días y horas y estaciones.
Y cuando llegues, anunciada
por el sonido de las trompas
de mis fantasmales cazadores,
sé que me reconocerás
por mi corona de oro (a la que han arrancado
sus gemas las urracas ladronas),
por la escudilla de madera que me legó el
bufón
en la que robles y arces depositan
su limosna encendida, su diezmo volandero,
el parpadeo del otoño.
Ven pronto,
el plazo ya está a punto
de cumplirse. Y no me traigas flores
como si hubiese muerto.
Ven antes de que me hunda
en el torbellino del sueño,
ven a decirme «te amo» y desvanécete en
seguida.
Desaparece
antes de que te vea
nadando en un licor trémulo y turbio,
como a través de un vidrio esmerilado,
antes de que te diga:
«Yo sé que te he querido mucho,
pero no recuerdo quién eres».
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
LLEGADA AL MAR
Cuando salí
de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Y he vuelto. Quiebro con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los principios,
como embriagarse con la vida,
como sentir crecer muy hondo
un árbol de hojas amarillas
y enloquecer con el sabor
de sus frutas más encendidas.
Como sentirse con las manos
en flor, palpando la alegría.
Como escuchar el grave acorde
de la resaca y de la brisa.
Cuando salí
de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Era en otoño, y en otoño
llego, otra vez, a tus orillas.
( De entre tus ondas el otoño
nace más bello cada día. )
Y ahora que
yo pensaba en ti
constantemente, que creía...
( Las
montañas que te rodean
tienen hogueras encendidas.)
Y ahora que
yo quería hablarte,
saturarme de tu alegría...
( Eres un
pájaro de niebla
que picotea mis mejillas. )
Y ahora que
yo quería darte
toda mi sangre, que quería...
(Qué bello,
mar, morir en ti
cuando no pueda con mi vida.)
De "Tierra
sin nosotros" 1947
LOPE.
LA NOCHE. MARTA
He abierto la ventana. Entra sin hacer ruido
(afuera deja sus constelaciones).
«Buenas noches, Noche».
Pasa las páginas de sombra
en las que todo está ya escrito.
Viene a pedirme cuentas.
«Salí al rayar el alba -digo-.
Lamía el sol las paredes leprosas.
Olía a vino, a miel, a jara»
(Deslumbrada por tanta claridad
ha entornado los ojos).
La llevan mis palabras por calles, ascuas, no
lo sé:
oye la plata de las campanadas.
Ante la puerta de la iglesia
me callo, me detengo -entraría conmigo
si yo no me callase, si no me detuviera-;
yo sé bien lo que quiere la Noche;
lo de todas las noches;
si no, por qué habría venido.
Ya mi memoria no es lo que era. En la misa del
alba
no dije Agnus Dei qui tollis peccata mundi,
sino que dije Marta Dei (ella es también
cordero de Dios
que quita mis pecados del mundo).
La Noche no podría comprenderlo,
y qué decirle, y cómo, para que lo entendiese.
No me pregunta nada la Noche,
no me pregunta nada. Ella lo sabe todo
antes que yo lo diga, antes que yo lo sepa.
Ella ha oído esos versos
que se escupen de boca en boca, versos
de un malaleche del Andalucía
-al que otro malaleche de solar montañés
llamara «capellán del rey de bastos»-
en los que se hace mofa de mí y de Marta,
amor mío, resumen de todos mis amores:
Dicho me han por una carta
que es tu cómica persona
sobre los manteles, mona
y entre las sábanas, Marta.
qué sabrá ese tahúr, ese amargado
lo que es amor.
La Noche trae entre los pliegues de su toga
un polvillo de música, como el del ala de la
mariposa.
Una música hilada en la vihuela
del maestro del danzar, nuestro vecino.
En la cocina la estará escuchando Marta;
danzará, mientras barre el suelo que no ve,
manchado de ceniza, de aroma, de trigo
candeal,
de jazmines, de estrellas, de papeles rompidos.
Danza y barre Marta.
Pido a la Noche que se vaya. Hasta mañana,
Noche.
Déjame que descanse. Cuando amanezca regaré el
jardín,
saldré después a decir misa
-Deus meus, Deus meus, quare tristis est anima
mea-
luego volveré a casa, terminaré una epístola
en tercetos,
escribiré unas hojas
de la comedia que encargaron unos
representantes.
Que las cosas no marchan bien en el teatro,
y uno no puede dormirse en los laureles.
Hasta mañana, Noche.
Tengo que dar la cena a Marta,
asearla, peinarla (ella no vive ya en el mundo
nuestro),
cuidar que no alborote mis papeles,
que no apuñale las paredes con mis plumas
-mis bien cortadas plumas-,
tengo que confesarla. «Padre, vivo en pecado»
(no sabe que el pecado es de los dos),
y dirá luego: «Lope, quiero morirme»
(y qué sucedería si yo muriese antes que
ella).
Ego te absolvo.
Y luego, sosegada, le contaré, para dormirla,
aventuras de olas, de galeones, de arcabuces,
de rumbos marinos,
de lugares vividos y soñados: de lo que fue
y que no fue y que pudo ser mi vida.
Abre tus ojos verdes, Marta, que quiero oír el
mar.
De "Agenda"
1991
LUZ DE TARDE
Me da pena
pensar que algún día querré ver de nuevo este
espacio,
tornar a este instante.
Me da pena soñarme rompiendo mis alas
contra muros que se alzan e impiden que pueda
volver a encontrarme.
Estas ramas
en flor que palpitan y rompen alegres
la apariencia tranquila del aire,
esas olas que mojan mis pies de crujiente
hermosura,
el muchacho que guarda en su frente la luz de
la tarde,
ese blanco pañuelo caído tal vez de unas
manos,
cuando ya no esperaban que un beso de amor las
rozase...
Me da pena
mirar estas cosas, querer estas cosas, guardar
estas cosas.
Me da pena soñarme volviendo a buscarlas,
volviendo a buscarme,
poblando otra tarde como ésta de ramas que
guarde en mi alma,
aprendiendo en mí mismo que un sueño no puede
volver otra vez a soñarse.
De
"Alegría" 1947
MADRIGAL
Lo más
hermoso, aquello
que no puede comprarse,
que vale, frente a un copo de tu espuma,
si se sabe mirar,
frente a una pluma de tormenta, rota
sobre tu orilla, frente
a tus platas y azules,
metales y cristales,
si se los sabe oler, gustar, tocar, oír...
Qué vale
nada lo que tú. Rebosa
la eternidad tu vaso,
llueve su vino sobre nuestra carne.
Una concha roída
por los gusanos de tu mar, un poco,
de cal, y bruma, y nácar,
pude hacernos llorar,
ensancha las fronteras
del alma, desmorona
los muros negros de la realidad.
Qué vale nada, todo,
lo que tú, playa mía,
lirio de arena, selva
de círculos de oro,
túnica ardiente, pálida campana,
palacio sumergido,
inolvidable...
De "Cuanto
sé de mí" 1957-1959
MARINA IMPASIBLE
Por primera vez, o por última,
soy libre...
Arbustos con espuelas
de marfil. Rocas oxidadas.
El otoño pliega sus tonos
frente al crujido de las olas.
Por primera vez, o por última.
Las gaviotas tocan sus oboes
de tormenta. Unos dedos verdes
hunden la luna en luz marina,
la tienden al pie del silencio.
Se ha desnudado una mujer
y muestra sus luces mellizas;
al huir, dispersa su paso
luminosa arena de estrellas.
Por primera vez, o por última.
Tijeras de oro en el poniente.
Se enciende un violín ruiseñor
en el esqueleto del mar.
Garras de nubes estrangulan
el azul, y lo hacen gemir.
Ojos fijos
en su tesoro,
presente inmóvil -sin recuerdos,
sin propósitos-, soy ahora.
todo está sometido a un orden
que yo no entiendo. Pero embarco
en la nave, y el marinero
me dirá su cantar, más tarde,
desde el éxtasis...
Por primera,
o por única vez, soy libre.
De "Libro
de las alucinaciones" 1964
NOCHE
Salió
desnuda el alma
a quemarse en la hoguera.
¡Qué claras dan la sombra
las estrellas!
Se enredaba la noche
azul, entre las piernas.
Ocultas en los chopos
bailaban las doncellas.
¡Qué anunciación, qué víspera
de deshojar las nieblas
de dos en dos. Las brisas
de tres en tres!
Estrellas,
¡Qué claras dan la sombra
las estrellas!
De
"Prehistoria literaria" 1936-1944
OTOÑO
Otoño de manos de oro.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al
camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes
desiertos.
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de
todos los siglos.
Otoño, de manos de oro:
con el canto del mar retumbando en tu pecho
infinito,
sin espigas ni espinas que puedan herir la
mañana,
con el alba que moja su cielo en las flores
del vino,
para dar alegría al que sabe que vive
de nuevo has venido.
Con el humo y el viento y el canto y la ola
temblando,
en tu gran corazón encendido.
De "Quinta
del 42" 1952
PARA
UN ESTETA
Tú que
hueles la flor de la bella palabra
acaso no comprendas las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua transparente
no has de beber mis aguas rojas.
Tú que
sigues el vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte -agua y fuego-
hermanadas
van socavando nuestra roca.
Perfección
de la vida que nos talla y dispone
para la perfección de la muerte remota.
Y lo demás, palabras, palabras, y palabras,
¡ay, palabras maravillosas!
Tú que
bebes el vino en la copa de plata
no sabes el camino de la fuente que brota
en la piedra. No sacias tu sed en agua pura
con tus dos manos como copa.
Lo has
olvidado todo porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no hermano menor de cuanto
nombras.
Y olvidas las raíces ( «Mi Obra», dices ),
olvidas
que vida y muerte son tu obra.
No has
venido a la tierra a poner diques y orden
en el maravilloso desorden de las cosas.
Has venido a nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su gloria.
Nada te
pertenece. todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce temporal desembocan.
Y hechos un solo río os vertéis en el mar
«que es el morir», dicen las coplas.
No has
venido a poner orden, dique. Has venido
a hacer moler la muela con tu agua
transitoria.
Tu fin no está en ti mismo ( «Mi Obra», dices
), olvidas
que vida y muerte son tu obra.
Y que el
cantar que hoy cantas será apagado un día
por la música de otras olas.
De "Quinta
del 42" 1952
PASEO
Sin
ternuras, que entre nosotros
sin ternuras nos entendemos.
Sin hablarnos, que las palabras
nos desaroman el secreto.
¡Tantas cosas nos hemos dicho
cuando no era posible vernos!
¡Tantas cosas vulgares, tantas
cosas prosaicas, tantos ecos
desvanecidos en los años,
en la oscura entraña del tiempo!
Son esas fábulas lejanas
en las que ahora no creemos.
Es octubre.
Anochece. Un banco
solitario. Desde él te veo
eternamente joven, mientras
nosotros nos vamos muriendo.
Mil novecientos treinta y ocho.
La Magdalena. Soles. Sueños.
Mil novecientos treinta y nueve,
¡comenzar a vivir de nuevo!
Y luego ya toda la vida.
Y los años que no veremos.
Y esta
gente que va a sus casas,
a sus trabajos, a sus sueños.
Y amigos nuestros muy queridos,
que no entrarán en el invierno.
Y todo ahogándonos, borrándonos.
Y todo hiriéndonos, rompiéndonos.
Así te he
visto: sin ternuras,
que sin ellas nos entendemos.
Pensando en ti como no eres,
como tan solo yo te veo.
Intermedio prosaico para
soñar una tarde de invierno.
De "Quinta
del 42" 1952
PECIOS DE SOMBRA
Hablaban
con bocas de sombra,
susurraban sucesos mágicos,
historias de herrumbre y de musgo
(no sabían que estaban muertos,
y yo no quería apenarlos).
Fui reconstruyendo sonidos
que en el sueño significaban
para interpretarlos despierto
y atribuirlos a unos labios.
(Quería
conocer el nombre
de quienes me hablaban en sueños:
la rosa no olería igual
si su nombre no .fuese rosa.)
Rescaté, lúcido y sonámbulo,
los vestigios que la marea
llevó a mi playa de despierto;
con ellos construiría un puente
desde el soñar hasta el velar:
así tendrían consistencia
las palabras impronunciables
que yo escuché cuando dormía,
fantasmal materia de sueño.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
PENSAMIENTO
DE AMOR
Dejé un
instante de pensarte. Había
sucedido algo en ti cuando volviste.
Venías más nostálgico, más triste,
seco tu sol que iluminó mi día.
Alguien -sé
quién- que yo no conocía,
alguien que calza sueños de oro, y viste
almas dolientes, te pensó. Caíste
al pozo donde muere la alegría.
¿Por qué
fuiste pensado, malherido,
pensamiento de amor? ¿Cómo han podido
pasarte el corazón de parte a parte?
¿Por qué
volviste a mí, sufriendo, a herirme?
¿No recuerdas que tengo que ser firme?
¿Es que no ves que tengo que matarte?
De "Cuanto
sé de mí" 1957
PRELUDIO
DESPUÉS DE
MILES, DE MILLONES DE AÑOS,
mucho después
de que los dinosaurios se extinguieran,
llegaba a este lugar.
Lo acompañaban otros como él,
erguidos como él
(como él, probablemente, algo encorvados).
A partir de onomatopeyas ,
de monosílabos, gruñidos,
desarrolló un sistema de secuencias sonoras.
Podría así memorizar sucesos del pasado,
articular sus adivinaciones,
pues el presente -él lo intuía- no comienza ni
finaliza
en sí mismo, sino que es punto de intersección
entre lo sucedido y lo por suceder,
llama entre la madera y la ceniza.
Los sonidos domesticados decían
mucho más de lo que decían
(originaban círculos concéntricos
-como la piedra arrojada al agua-
que se multiplicaban, se expandían,
se atenuaban hasta regresar a la lisura y el
sosiego):
y todos percibían su esencia misteriosa
que no sabían descifrar.
Con
reverencia temerosa
escuchaban mensajes tan incomprensibles
como los de la llama, la ola, el trueno
(tal vez con la misma inquietud con que
escuchamos al doctor
que diagnostica nuestro mal
utilizando tecnicismos nunca oídos,
de manera que no sabemos
si -impasible y profesional-
es nuestra muerte lo que anuncia
o es la vida).
Nadie comprendió entonces sus palabras.
Por eso andan, ahora, las palabras
pasando por los vientos,
ávidas de que alguno las recoja
siglos después de pronunciadas.
Y aquí están aguardando que alguno las
escuche,
aquí en el lugar mismo en donde fueron
pronunciadas,
aquí donde confluyen
Broadway y la Séptima Avenida.
Fue aquí donde él me vio,
donde narró la crónica
de este instante en que estoy evocándolo.
Aquí, entre anuncios luminosos,
en la ciudad de Nueva York.
De "Cuaderno de Nueva York" 1998
PRESTO
De todos
los que vi (se sucedían
fatalmente), de todos los que vi,
todos aquellos que solicitaron
-de quienes yo solicité- ternura,
calor, ensueño, olvido o lágrimas...
De todos esos en los que viví,
por qué tenias que ser tú, retama
matinal, estival, voz derruida,
perro sin amo, espuma levantada
hacia las noches, agua de recuerdo,
gota de sombra, dedos que sostienen
un pétalo de sol... por qué tenías,
ciega, precisamente que ser tú...
De todos los que vi, por qué tenías
que ser tú, leño que sobrenadabas...
Por qué tenías que ser tú, muralla
de ceniza, madera del olvido...
Por qué
tenías que ser tú, precisa-
mente tú, con el nombre diluido,
con los ojos borrados, con la boca
carcomida, lo mismo que una estatua
limada por los siglos y las lluvias...
De todos los que vi, desenterrados
de las mañanas y los cielos grises...
De todos, todos, todos, por qué habías
de ser tú sólo quien me entristeciese,
quien se me levantase, puño de ola,
me golpease el corazón, con esos
instantes sin nosotros, caracolas
duras, vacías, donde suena el mar
de otros planetas...
Modelada
en sombra
y en olvido, tenias que ser tú,
melancolía, quien resucitase...
De "Quinta
del 42" 1952
RAZONES
NO VIVES YA
DE SINRAZONES.
¿Tan sola estabas, alma mía?
El alba nueva no traía,
para acunarte, sus canciones.
Llega la
luz de otras regiones
sin la hermosura que solía.
Mala alegría es la alegría
que nos abrasa los corazones.
¿Dentro de
ti la buscas? ¿Llevas
dentro de ti su llama? ¿Elevas
de tu noche su mediodía?
¿Has de
matar todas las cosas?
¿Cortar, para olerlas, las rosas?
¿Tan sola estabas, alma mía?
De
"Alegría" 1948
RECUERDO DEL MAR
¡Cómo te
agitas bajo nubes grises,
lámina fina de metal de infancia!
¡Cómo tu rabia, corazón de niebla,
rompe la brida!
Cómo te
miro con mis pobres ojos!
¡Qué imagen tuya la que inventa el sueño!
¡Qué lentamente te deshace el aire,
roto en pedazos!
Tú que
guardabas en cristal salado
vivos retratos que ondulaba el viento;
tú que arrancabas en el alba fina
sones al alma,
tú que
nutrías con tu amarga leche
sombras de playas, olvidados pasos,
ansia de ser sobre tu vientre verde,
locos piratas,
has ido
ahogando temblorosamente
sombras que hundieron en tu paz sus ojos.
Hoy tu recuerdo, como lluvia fresca,
moja mi frente.
Si ahora
volviera a recorrer tu orilla,
si ahora en tu cuerpo me volcara todo,
si ahora tu cuerpo le prestara al mío
frescos harapos,
si yo
desnudo, si cansado, ahora,
más hijo tuyo, ahora, si el otoño
vuelto a mi lado me trajera el tibio
pan en el pico.
-lámina
fina de metal de infancia-,
todo olvidado quedaría, todo:
látigos, cuerdas con que me azotabas,
vientos que mugen.
Todo sería
nuevamente hermoso,
aunque tu garra me arañase el cuerpo,
aunque al tornar tuvieran tus mañanas
soles más negros.
De "Tierra
sin nosotros" 1947
RECUERDOS
Aquello era hermoso. ¿ Te acuerdas de como las
flores nacían?
¿De cómo traía el ocaso su rojo clavel en la
boca?
¿De un hombre que todas las tardes tocaba el
violín a la puerta?
¿Del soñar cotidiano que daba sus llamas al
alma en la sombra?
¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.
Yo no sé si tú vuelves conmigo y conmigo lo
evocas.
¡Tan alegre pasar, desgarrando el eterno
momento,
pisoteando, sin verlas, las rosas!
Hay un instante que todo lo puede, que salta
los días
y vive presente en el cielo dorado de nuestra
memoria.
¿Por qué no ha de ser ese instante
el que ya para siempre te colme las horas?
¿Te acuerdas de aquello? Aquello era hermoso.
Todas las cosas que son, son hermosas
aunque sepamos de fijo que acaban y mueren un
día,
que pasan rozando las vidas y nunca retornan.
¿Te acuerdas de aquello?
La juventud nos cantaba, nos canta, su canto
de gloria.
Aquello era hermoso: pasar sin pensar, y soñar
sin llegar,
aceptar sin jamás preguntar por la mano que
dio la limosna.
Y yo te pregunto. Y acaso esta brisa que mueve
la hierba
me da tu respuesta, me dice la oscura palabra
que nunca se nombra.
De "Alegría" 1947
RESPUESTA
Quisiera
que tú me entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras hablarte, lo mismo que se habla
mi gente.
Que tú me entendieras a mí sin palabras
como entiendo yo al mar o a la brisa enredada
en un álamo verde.
Me
preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de
darte,
hace ya mucho tiempo aprendí hondas razones
que tú no comprendes.
Revelarlas quisiera, poniendo en mis ojos el
sol invisible,
la pasión con que dora la tierra sus frutos
calientes.
Me
preguntas, amigo, y no sé qué respuesta he de
darte.
Siento arder una loca alegría en la luz que me
envuelve.
Yo quisiera que tú la sintieras también
inundándote el alma,
yo quisiera que a ti, en lo más hondo, también
te quemase y te hiriese.
Criatura también de alegría quisiera que
fueras,
criatura que llega por fin a vencer la
tristeza y la muerte.
Si ahora yo
te dijera que había que andar por ciudades
perdidas
y llorar en sus calles oscuras sintiéndote
débil,
y cantar bajo un árbol de estío tus sueños
oscuros,
y sentirte hecho de aire y de nube y de hierba
muy verde...
Si ahora yo
te dijera
que es tu vida esa roca en que rompe la ola,
la flor misma que vibra y se llena de azul
bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va por el campo nocturno
llevando una antorcha,
aquel niño que azota la mar con su mano
inocente...
Si yo te
dijera estas cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en mi boca, qué hierro
candente,
qué olores, colores, sabores, contactos,
sonidos?
Y ¿cómo saber si me entiendes?
¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir para siempre vencida la
muerte?
¿Cómo ahondar en tu invierno, llevar a tu
noche la luna,
poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?
Sin
palabras, amigo; tenía que ser sin palabras
como tú me entendieses.
De
"Alegría" 1947
SEGUNDO AMOR
No quiero
que desgranes tu pasado en mis manos,
porque sólo el presente ofrece carne viva.
Sería, recordar, sentir dolores de otros
doliendo en nuestras vidas.
Serenidad.
Se siente el otoño en el alma
caer, con la tristeza de su razón cumplida.
A qué mirar adentro, a la espalda, pensar
en la luz que declina.
Quisiera
preguntarte; pero yo me someto.
Contengo la pregunta con la mano en la herida.
No quiero que desgranes tu pasado, que tornes
a lo que no se olvida.
De "Libro
de las alucinaciones" 1964
SERENIDAD
(Lectura de
madrugada)
Serenidad,
tú para el muerto,
que estoy vivo y pido lucha.
Otros habrá que te deseen:
ésos no saben lo que buscan.
Si se durmieran nuestras almas,
si las tuviéramos maduras
para mirar inconmovibles,
para aceptar sin amargura,
para no ver la vida en torno
apasionadamente nunca,
duros y fríos, como piedra
que sopla el viento y no la muda...
Almas
claras. Ojos despiertos.
Oídos llenos de la música
del dolor. Los dedos felices,
aunque los hieran las agudas
espinas. Todo el sabor agrio
de la vida, en la lengua.
«Nunca
podrás mojar tu pie en el río
en que ayer lo mojaste. Busca
la eternidad, vive en la alta
contemplación de su figura.»
Palabrería
de los libros
de la que deja el alma turbia.
Serenidad que se nos vende
por librarnos de la tortura,
por llenarnos de sueño el alma
y rodeárnosla de bruma.
Serenidad, tú para el muerto.
El hombre es hombre, y no le asusta
saber que el viento que hoy le canta
no volverá a cantarle nunca.
Serenidad, no te me entregues
ni te des nunca,
aunque te pida de rodillas
que me liberes de mi angustia.
Será que vivo sin saberlo
o que deserto de la lucha.
Tú no me escuches, no me eleves
hasta tu cumbre de luz única.
Palabrería
de los libros
de la que deja el alma turbia.
Yo también me hago un poco libro,
me duermo el alma...
Luz difusa.
La madrugada se desgaja
agria y azul, como una fruta.
Cantan los pinos a lo lejos.
Un niño llora. Las desnudas
mujeres y hombres silenciosos
salen despacio de las últimas
sombras. Los pájaros me esperan.
Se alzan las olas. (Me preguntan
por qué.) Campanas... (Ayer niebla,
hoy claro sol y luego lluvia...)
¿Por qué? Las hojas se estremecen...
Voy
inundándome de música.
De "Tierra
sin nosotros" 1947
SI
SOÑARAS SIEMPRE, SI AMARAS
Si soñaras
siempre, si amaras
olvidándote, abandonándote...
Pensaría
por ti las cosas
dejando que me las soñases.
Con mi velar y tu soñar
el camino sería fácil.
Yo daría los nombres justos
a los sueños que deshojases.
Encontraría para ellos
la voz que los encadenase,
la forma exacta, la palabra
que los llena de claridades.
Me acercaría hasta ti como
si fueses una orilla madre.
Y qué descanso dar al alma
sombras que el alma apenas sabe.
Yo no diría de ti: era
blanca y hermosa y joven y ágil;
tenía bellos ojos tristes
abiertos sólo a realidades
Yo no diría de ti: es mi fresca
raíz que de los sueños nace,
la música de mis palabras,
el hondo canto inexplicable,
la prodigiosa primavera
que en las hojas recientes arde,
el corazón caliente que ama
olvidándose, abandonándose.
Tú lo
sabrás un día. Entonces
será demasiado tarde.
De
"Alegría" 1947
SÓLO MATERIA DE SOMBRAS
Sólo
materia de sombras,
criaturas de la noche,
nubes espectrales, seres
dolorosamente informes,
visiones o pesadillas
llegadas no sé de dónde,
ráfagas resucitadas
que fueron mujeres y hombres,
que tuvieron carne y sueños
donde anidaban los soles
y ahora son sólo penumbra,
ríos de negros acordes,
tristezas desenterradas,
pesadillas o visiones,
llamando siempre a la puerta
de quienes no los conocen.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
SONETO
Para Paula
Es una
rubia furia desatada,
gatea, sube y baja, embiste, grita.
Cléndula que araña, uñas de pita,
torito bravo, más: una manada.
Comedora de
flores desmadrada,
Vesubio en miniatura. Es la rayita
que no cesa, pimienta y dinamita,
torbellinita desencadenada.
¿La
imagináis durmiendo una muñeca?
La Bubu es domadora, es carateca,
pulgón y filoxera de la vida.
¡Ay madre
mía, cuando tenga dientes!
Prepárense sus deudos y parientes.
(Y aún creen sus padres que esto es una niña!)
Güelu
De
"Divertimentos. Poemas Humorísticos y varios"
TEORÍA Y ALUCINACIÓN DE
DOUBLIN
I. Teoría
Un instante
vacío
de acción puede poblarse solamente
de nostalgia o de vino.
Hay quien lo llena de palabras vivas,
de poesía (acción
de espectros, vino con remordimiento).
Cuando la
vida se detiene,
se escribe lo pasado o lo imposible
para que los demás vivan aquello
que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
Él no puede dar vino,
nostalgia a los demás: sólo palabras.
Si les pudiese dar acción...
La poesía
es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje los objetos
que duermen en la playa.
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar:
da apariencia de vida
a lo inmóvil, a lo paralizado.
Y el leño que arde,
las conchas que las olas traen o llevan,
el papel que arrebata el viento,
destellan una vida momentánea
entre dos inmovilidades.
Pero los que están vivos,
los henchidos de acción,
los palpitantes de nostalgia o vino,
esos... felices, bienaventurados,
porque no necesitan las palabras,
como el caballo corre, aunque no sople el
viento,
y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,
y el hombre llora, y canta,
proyecta y edifica, aun sin el fuego.
II.
Alucinación
Me acuerdo de los árboles de Dublín.
(Imaginar y recordar
se superponen y confunden;
pueblan, entrelazados, un instante
vacío con idéntica emoción.
Imaginar y recordar...)
Me acuerdo de los árboles de Dublín...
Alguien los vive y los recuerdo yo.
De los árboles caen hojas doradas
sobre el asfalto de Madrid.
Crujen bajo mis pies, sobre mis hombros,
acarician mis manos,
quisieran exprimirme el corazón.
No sé si lo consiguen...
Imaginar y recordar...
Hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro,
si en lo imposible... Y lo acaricio, lo hago
presente, ardiente, con la poesía.
No sé si lo recuerdo o lo imagino.
(Imaginar y recordar me llenan
el instante vacío.)
Me asomo a la ventana.
Fuera no es Dublín lo que veo,
sino Madrid. Y, dentro, un hombre
sin nostalgia, sin vino, sin acción,
golpeando la puerta.
Es un
espectro
que persigue a otro espectro del pasado:
el espectro del viento, de la mar,
del fuego -ya sabéis de qué hablo-, espectro
que pueda hacer que cante, hacer que vibre
su corazón, para sentirse vivo.
De "Libro de las alucinaciones" 1964
VARIACIONES SOBRE EL
INSTANTE ETERNO
Por qué te
olvidas y por qué te alejas
del instante que hiere con su lanza.
Por qué te ciñes de desesperanza
si eres muy joven, y las cosas viejas.
Las orillas
que cruzas las reflejas;
pero tu soledad de río avanza.
Bendita forma que en tus aguas danza
y que en olvido para siempre dejas.
Por qué vas
ciego, rompes, quemas, pisas,
ignoras cielos, manos, piedras, risas.
Por qué imaginas que tu luz se apaga.
Por qué no
apresas el dolor errante.
Por qué no perpetúas el instante
antes de que en tus manos se deshaga.
De
"Alegría" 1947
VIDA
A Paula
Romero
Después de
todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito
«¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!»
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!»
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda
nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da
que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
VILLANCICO EN CENTRAL
PARK
Mañanicas floridas
del frío invierno
recordad a mi niño
que duerme al hilo.
Lope de Vega
Vistió la noche, copo a copo,
pluma a pluma,
lo que fue llama y oro,
cota de malla del guerrero otoño
y ahora es reino de la blancura.
¿Qué hago yo, profanando, pisando
tan fragilísimo plumaje?
Y arranco con mis manos
un puñado, un pichón de nieve,
y con amor, y con delicadeza y con ternura
lo acaricio, lo acuno, lo protejo.
Para que no llore de frío.
De
"Cuaderno de Nueva York" 1998
YEPES COCKTAIL
Juan de la Cruz, dime si merecía
la pena descolgarte, por la noche,
de tu prisión al Tajo, ser herido
por las palabras y las disciplinas,
soportar corazones, bocas, ojos
rigurosos, beber la soledad...
-¡Otro
whisky? ...
La pelirroja
-caderas anchas, ojos verdes-
ofrece ginebra a un amigo.
hombros y pechos le palpitan
en el reír. ¡Oh llama de amor viva,
que dulcemente hieres!...
Junto al embajador de China.
detrás de la cantante sueca,
del agregado militar
de Estados Unidos de América.
Juan de la Cruz bebe un licor
de luz de miel...
(Dime si merecía
la pena, Juan de Yepes, vadear
20 noches, llagas, olvidos, hielos, hierros,
adentrar en la nada el cuerpo, hacer
que de él nacieran las palabras vivas,
en silencio y tristeza, Juan de Yepes...
Amor, llama, palabras: poesía,
tiempo abolido... Di si merecía
la pena para esto...)
El aplaudido
autor con el puro del éxito,
la amiguita del productor
velando su pudor de nylon.
las mejillas que se aproximan
femeninamente: «Mi rouge
mancha, preciosa...» (Mancha amor
cuando en las bocas no hay amor.)
(Juan de la Cruz, dime si merecía
la pena padecer con fuego y sombra,
beber los zumos de la pesadumbre,
batir la carne contra el yunque, Juan
de Yepes, para esto... Vagabundo
por el amor, y huérfano de amor...)
De "Libro de las alucinaciones" 1964
Biografía
 |
|
José Hierro niño |
|
José Hierro del Real nació en Madrid el 3 de
abril de 1922, aunque gran parte de su vida
transcurrió en Cantabria, pues su familia se
trasladó a Santander cuando José contaba con
apenas dos años.
Allí cursó los estudios elementales e inició
la carrera de perito industrial, que se vio
obligado a interrumpir en 1936.
Al finalizar la Guerra Civil fue detenido y
procesado por pertenecer a una «organización
de ayuda a los presos políticos» e ingresó en
prisión, donde estuvo hasta el mes de enero de
1944, en que fue puesto en libertad en Alcalá
de Henares. En prisión desarrolló una intensa
actividad, y en los escritos de ese período
quedaron plasmados muchos de los sucesos
vividos durante la contienda, como la muerte
de su padre, la interrupción de sus estudios y
el descubrimiento de la generación del 27, a
través de la antología de Gerardo Diego, a
quien consideró su «padre espiritual».
Tras ser puesto en
libertad, Hierro se trasladó con José Luis
Hidalgo a Valencia, donde se dedicó a
escribir. Por aquellos años, participó en la
fundación de la revista Corcel,
y perteneció, junto con Ricardo Gullón, al
grupo fundador de la revista Proel,
donde publicó Tierra
sin nosotros, su primer libro de poemas,
en 1947. Ese mismo año, obtuvo el Premio
Adonais de poesía por su segunda obra, Alegría.
Desde entonces ha recibido numerosas
distinciones como reconocimiento, no sólo a
sus méritos literarios, sino también a su
ejemplar actitud ante la vida.
|
 |
|
José Hierro en la cárcel
de Torrijos |
Volvió a Santander, donde trabajó ejerciendo
muy distintos oficios: desde conferenciante, a
tornero, listero, profesor, redactor jefe de
las revistas de la Cámara de Comercio y la
Cámara Agraria, etc. En
1949 contrajo matrimonio con María de los
Ángeles Torres. Poco después se trasladó a
Madrid con su mujer y sus dos hijos mayores.
En la capital comenzó a trabajar en el CSIC,
en la Editora Nacional y en el Ateneo.
Asimismo, colaboró en diversas revistas de
información y en Radio Exterior de España y
Radio 3; posteriormente, se incorporó a Radio
Nacional de España, en donde permaneció hasta
su jubilación, en 1987.
Hierro ha dedicado una buena parte de su vida
a la pintura, cuyo lenguaje conoce tanto como
el de la poesía. En 1944 hizo su primera
crítica pictórica —sobre la obra de Benito
Ciruelos—, labor que ha continuado ejerciendo
en distintos medios de comunicación.
Uno de los símbolos de la poesía de Hierro es
el mar, metáfora de la eternidad, sin pasado
ni presente, encarnación del instante que el
poeta quiere atrapar, para hacer de su
experiencia algo irrepetible.
Del mismo modo, la música constituye una parte
esencial de su poesía, que es ante todo música
de las palabras, extensión de la vida. Su
obra, más intensa que extensa, constituye una
síntesis del equilibrio entre el «impulso
solidario de sus temas y la relevancia
artística de sus formas», cualidades que lo
hicieron merecedor en 1995 del IV Premio Reina
Sofía de Poesía Iberoamericana, uno de los más
importantes en el ámbito poético español.
Su último libro de poemas, Cuaderno
de Nueva York, es considerado por la
crítica como una de las máximas obras de la
poesía contemporánea.
Nombrado «Hijo Adoptivo de Cantabria» en 1982,
fue galardonado en 1998 con el Premio de
Literatura Miguel de Cervantes por lo que, en
consecuencia, es miembro del Patronato del
Instituto Cervantes. El 8 de abril de 1999,
después de que se presentara su Antología
poética, fue elegido miembro de la Real
Academia Española.
Fallece el 21 de diciembre de 2002, en Madrid,
a los 80 años, en plena vitalidad poética.

|