Hoy como
ayer, la
necesidad,
la razón,
la
dignidad y
la
justicia
social
exigen que
la
desigualdad
desaparezca.
La
pregunta
es ¿cómo
hacerlo?
La
historia
algunos
instrumentos
nos
ofrece,
entre
otros el
«marxismo»
a través
de su obra
cumbre: El
Capital
que ha
cumplido
150 años.
Si en la
doctrina
política y
filosófica
marxista,
derivadas
de la obra
de Karl
Marx,
caben
múltiples
interpretaciones,
sobre su
praxis más
aún. Lenín,
Troski,
Mao, entre
otros,
aplicaron
la teoría
en la
sociedad
de su
época, con
diferentes
resultados,
todo para
alcanzar
el
objetivo
último, la
emancipación
de los
desheredados.
Si
entonces
eran
aspiraciones,
hoy lo
siguen
siendo.
Hay quién
dice que
el
marxismo
es una
filosofía
obsoleta,
que
procede
del siglo
XIX. En el
mejor de
los casos
dicen que
sus
principios
y
propuestas
son pura
utopía y
que no
están
vigentes.
Soy
marxista
por la
fuerza de
la razón,
pese a que
puedan
clasificarme
como
encastillado
en una
concepción
decimonónica
de la
historia.
Instituciones
hay que
siguen
ancladas
en el
siglo I de
nuestra
era,
haciendo
gala de
ello e
imponiendo
sus
mensajes.
Salvando
las
distancias
y los
avatares
históricos,
la mayoría
de las
circunstancias,
políticas,
sociales y
económicas,
siguen
estando
vigentes
hoy, como
vigente es
la
necesidad
de unidad
de la
mayoría
social
para
cambiarlo
todo.
La
publicación
del primer
volumen de
la
trilogía
de
El Capital
de Karl
Marx
−El
proceso de
producción
del
capital−,
ha
cumplido
150 años.
Es el
único que
escribió
al
completo.
Los otros
dos los
elaboró
Friedrich
Engels −El
proceso de
circulación
y El
proceso
global de
la
producción
capitalista−,
a partir
de las
notas que
había
dejado su
amigo
fallecido.
En Rusia,
contribuyó
a destruir
el poder
de los
zares y
espoleó la
revolución
obrera en
todo el
mundo. Uno
de los
aspectos
más
sorprendentes
de El
Capital,
es su
capacidad
para
volver a
la
actualidad
con cada
crisis
económica
mundial.
El
marxismo
integra
diversas
tradiciones
ideológicas,
filosóficas
y
políticas.
No existe
una
definición
única,
como
planteaban
los
manuales
soviéticos.
Cada
tradición
marxista
reinterpreta
el legado
de Marx y
sus
categorías
de diverso
modo. En
lo que si
se ha
estado de
acuerdo es
que el
«Capitalismo»,
es un
sistema
social de
explotación
y
dominación
de alcance
mundial,
en
permanente
expansión,
que vive
conquistando
territorios
sociales y
geográficos
y avanza
en las
diferentes
fases de
la
historia.
El
marxismo
es una
teoría
crítica de
la
sociedad
capitalista
que
promueve
una
práctica
política
de
emancipación,
rebeldía,
resistencia,
liberación
y
revolución.
Presupone
una
concepción
del mundo
y de la
vida, de
la
historia y
del
sujeto,
expresada
desde el
punto de
vista de
los
oprimidos
y los
explotados.
Como
teoría
crítica
constituye
un saber
abierto.
Es
científica,
filosófica,
ideológica,
ética y
política
al mismo
tiempo. El
término
marxista
alude a
los
escritos,
al
pensamiento
y a las
tradiciones
políticas
no sólo de
Marx sino
también de
sus
seguidores
y
partidarios
posteriores,
hasta hoy
en día.
Marx
evidencia,
que la
crisis es
un
elemento
consustancial
al propio
sistema
capitalista
y se
revitaliza
en el
carácter
cíclico
que tienen
las crisis
económicas.
Algo que
el
historiador
Jörn
Schütrumpf
sintetizó:
«Si
Marx se
vende
bien, es
que la
sociedad
va mal».
El eterno
retorno de
esta obra,
que
responde a
la
búsqueda
de apoyos
en tiempos
revueltos.
Es un
bálsamo
para los
desheredados
y al mismo
tiempo un
manual de
instrucciones
para la
emancipación.
Emancipación,
como la
acción que
permite a
las
personas y
los grupos
sociales
acceder a
un estado
de
autonomía,
sin
sujeción
alguna a
autoridad
o potestad
que
envilezca.
Han
transcurrido
casi dos
siglos y
algunas de
las
reivindicaciones
de
entonces
se pueden
seguir
haciendo
hoy. Ha
cambiado
el modelo
social. Ha
surgido la
«clase
media» y
al
proletariado
se le
denomina
productor,
trabajador
y
trabajadora.
Pero la
clase
dominante
sigue
siendo la
misma de
entonces:
los que
tienen
todo y
todo lo
pueden. La
esclavitud,
tal y como
la
conocemos
por las
películas
de
romanos,
ha podido
desaparecer,
pero
esclavos
son
quienes
sin tener
nada lo
deben todo
frente al
poder
financiero.
Esclavitud
con
distintas
connotaciones
económicas,
políticas
y
sociales,
pero
esclavitud
al fin y
al cabo, y
la
libertad
como
principio
para ser
libres.
Durante la
crisis
económica
mundial,
que
seguimos
padeciendo,
el
marxismo
volvió a
tomar
protagonismo
y plena
vigencia:
debates
sobre la
muerte del
capitalismo
y la
situación
de una
clase
media,
convertida
en nuevos
proletarios.
La crisis,
las
circunstancias
y las
personas
cambian,
pero las
ideas
permanecen.
La
economía
no debe
separarse
de la
moral
pública y
la
política.
No se
puede
entender
la
economía
en
términos
de
producción
y
olvidarse
de la
explotación
de los
trabajadores
y de la
concentración
de la
riqueza o
de unos
derechos
de
propiedad
que son
injustos.
Una de las
principales
ideas que
El Capital
recoge es
que los
derechos
de
propiedad
son el
resultado
de un
proceso
histórico
violento y
abusivo.
Protege a
sus
titulares
para que
no tengan
que
compartir
la
plusvalía
−la
diferencia
entre el
precio al
que se
vende el
producto y
lo que
pagan al
obrero que
lo
fabricó−.
Mientras
eso
ocurre,
los
trabajadores
viven en
la
pobreza,
reciben
salarios
de
subsistencia
y se
enfrentan
a un
desempleo
rampante.
Aquí
tenemos
una de las
fuentes
principales
de la
lucha de
clases
entre
proletarios
y
propietarios.
¿Les
suena?
Los
privilegios
de la
burguesía
y del
poder
político
siguen
estando
tan
vigentes
como
vigente
están la
dominación
de los
mercados
financieros
sobre la
economía
real de la
ciudadanía.
La
justicia
social, la
desigualdad
y la
solidaridad
siguen
siendo
proclamas
y
reivindicaciones
necesarias
y urgentes
de
conseguir
para el
mayor
bienestar
y dignidad
de mujeres
y hombres.
Al buen
entendedor
le sobran
información
y
elementos
de juicio,
como para
entender
que las
circunstancias
históricas
no son las
mismas,
pero si lo
son
determinadas
situaciones
que hacen
que
sigamos
estando
sometidos
al poder
político y
económico
de la
clase que
domina.
Burguesía
es la
clase
social que
agrupó
inicialmente
a
mercaderes
y
banqueros,
más tarde
a
capitalistas
industriales.
Nace en
Europa
occidental
en el
siglo XI y
desde allí
comienza a
expandirse.
Alcanza su
predominio
económico
a partir
de la
revolución
industrial
en
Inglaterra
y su
completa
dominación
política
desde la
revolución
francesa
de 1789 en
adelante y
hasta hoy.
El
Programa
Máximo del
PSOE de
1880,
reflexionaba
y hacía
unas
propuestas,
basadas en
principios
marxistas,
antes de
aquel «hay
que ser
socialistas
antes que
marxistas».
El
Programa
decía que
la
sociedad
es
injusta,
puesto que
divide a
sus
miembros
en dos
clases
desiguales
y
antagónicas:
la clase
dominante
−la
burguesía−,
que posee
los
instrumentos
de
trabajo; y
la clase
dominada
−el
proletariado−,
que no
posee
nada,
salvo su
fuerza
vital. Los
socialistas
de la
época
destacaban
que esta
situación
es la
primera
causa de
la
esclavitud
en todas
sus
formas:
«la
miseria
social, el
envilecimiento
intelectual
y la
dependencia
política»,
porque los
privilegios
de la
burguesía
están
garantizados
por el
poder
político,
del que se
vale para
dominar a
los
trabajadores.
Las clases
sociales,
los
grandes
conjuntos
de seres
humanos
que
comparten
un mismo
modo de
vida y una
misma
condición
de
existencia
se
diferencian,
se
enfrentan
entre sí,
construyen
su propia
identidad
social y
se definen
tanto por
su
posesión o
no
posesión
de los
medios de
producción
como por
sus
intereses,
su cultura
política,
su
experiencia
de lucha,
sus
tradiciones
y su
conciencia
de clase.
Las clases
explotadoras
viven a
costa de
las
explotadas,
las
dominan y
las
oprimen,
por eso
están en
lucha y
conflicto
permanente
a lo largo
de la
historia.
La
conciencia
de clase,
es parte
beligerante
en la
lucha de
clases y
cuando se
asume se
comienza a
ganar la
contienda.
Lucha de
clases, no
es un
enfrentamiento
entre
individuos
aislados,
es un
conflicto
histórico
entre
grandes
conjuntos
de
personas
−las
clases
sociales−.
Es la
confrontación
que divide
a la
sociedad
en
opresores
y
oprimidos,
esclavistas
y
esclavos,
patricios
y
plebeyos,
señores
feudales y
siervos de
la gleba,
terratenientes
y
campesinos,
burgueses
y
trabajadores;
una
contradicción
que ha
impulsado
el
desarrollo
de la
historia.
¿Estoy
trasnochado?,
seguramente,
pero es
exactamente
lo que
ocurre. La
necesidad,
la razón,
la
dignidad y
la
justicia
social
exigen que
la
desigualdad
desaparezca.
Para ello
hay que
eliminar
la
estructura
social que
lo
permite.
Pero esto
no se
puede
conseguir
sino es
«transformando
la
propiedad
individual
o
corporativa
de los
instrumentos
de trabajo
en
propiedad
común de
la
sociedad
entera»:
más Estado
social,
nacionalizaciones
y menos
privatizaciones,
para el
mayor
bienestar
general.
Haciendo
un
análisis
marxista
de la
realidad
injusta en
la que
vivimos,
vemos que
la
emancipación
de la
clase
trabajadora
−el
proletariado,
la inmensa
mayoría de
la
población,
que solo
tenemos la
fuerza del
trabajo
para
sobrevivir−,
significaría
la
emancipación
de toda la
humanidad.
Para que
reine la
justicia
social y
la
libertad
sea una
realidad,
es
necesario
transformar
el modo de
propiedad
de los
medios de
producción;
así como
la
estructura
socio-económica
tal como
está
concebida.
La minoría
poderosa
que
ostenta la
riqueza y
los medios
de
producción,
es la
clase
explotadora
de la
mayoría
que nada
poseemos.
Sigue
siendo
necesario
acabar con
este
Sistema
injusto
que
impera,
por otro
justo,
igualitario
y
solidario.