Brigadas Internacionales

Voluntarios extranjeros al servicio de la República



De ingenuos, nada.
Las Brigadas Internacionales 80 años después


Homenajes por el 80 aniversario
de los defensores mundiales de la democracia


Las Brigadas Internacionales. Documental Canal Historia


Despedida de las Brigadas Internacionales. Tve2



 

 

Las Brigadas Internacionales

Durante la guerra española (1936-1939), más de 35.000 hombres y mujeres de 53 países distintos, agrupados en las Brigadas Internacionales, acudieron a España en auxilio del gobierno de la II República. Nunca en la historia se ha producido un caso tan extraordinario de solidaridad internacional. Aquellos jóvenes vinieron dispuestos a dar su vida para ayudar al pueblo español cuyos derechos y  libertades estaban amenazadas por el fascismo español y europeo. Más de 9.000 de ellos dejaron sus vidas en los campos de España.

En su discurso de despedida en octubre de 1938, Juan Negrín les dijo: “Vuestro espíritu, y el de vuestros muertos, nos acompaña y quedan unidos para siempre a nuestra historia”. Dolores Ibarruri, por su parte, pronunció las siguientes palabras: “Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia, frente al espíritu vil y acomodaticio de los que interpretan los principios democráticos mirando hacia las cajas de caudales, o hacia las acciones industriales, que quieren salvar de todo riesgo”.

Las Brigadas Internacionales fueron unidades militares compuestas por voluntarios procedentes de más de 50 países que participaron en la guerra de España (1936-1939) dentro del ejército de la Segunda República. No hay acuerdo sobre el número total de brigadistas que vinieron a España; las cifras oscilan entre los 35.000, que aceptan la mayoría de los autores, y los 59.380 que dio Andreu Castells en su obra de 1973. Tampoco lo hay sobre el número de muertos, aunque aquí las cifras difieren menos: entre 9.000 y 10.000  dejaron su vida en los campos de España. En cualquier caso, no hubo más de 20.000 voluntarios presentes a un mismo tiempo.

Antecedentes

Antes de la formación de las BI en octubre de 1936 había ido viniendo a España numerosos voluntarios que venían por su cuenta a enrolarse en diferentes unidades de su afinidad ideológica (anarquista, socialista, comunista, etc.) Algunos ya  residían en España bien por estudios, como los estudiantes latinoamericanos, o bien como exiliados políticos procedente de países con gobiernos fascistas o autoritarios. El caso más señalado fue el  los numerosos participantes que habían venido a Barcelona a participar en las Olimpiadas Populares de julio de 1936, la alternativa a los Juegos Olímpicos que Hitler había organizado en Berlín.

Lo cierto es que, como escribió Luigo Longo, “por todas partes se expresó la firme voluntad de prestar una ayuda concreta a la República española agredida. Se recogieron y enviaron urgentemente a España víveres, productos lácteos, medicamentos y ambulancias. Grupos de voluntarios de diversos países trataron por todos los medios de llegar a España”. Y con estos voluntarios se formaron los primeros grupos como el Rakosi (húngaros), el Dombrowki (polacos), o centurias como la Tom Mann (británica), la Gastone Sozzi (italiana) o la Thaelman (alemana). Muchos de estos voluntarios y unidades se integraron más tarde en las Brigadas Internacionales. Otros prefirieron no integrarse por causa de las discrepancias políticas entre algunos militantes y las Brigadas Internacionales.

Creación

Efectivamente, la idea de crear  las Brigadas Internacionales se fue gestando en el verano de 1936 a partir de diversas iniciativas paralelas, entre otras del Partido Comunista francés. La reunión de la Comintern celebrada en Moscú el 18 de septiembre de 1936 dio el aval a esta propuesta y los partidos comunistas se comprometieron desde entonces a reclutar a voluntarios dispuestos a participar en la lucha junto a los republicanos españoles. Los partidos socialistas europeos, si bien no reclutaron voluntarios, apoyaron oficialmente a las BI. Más reluctante, sino contraria, fue la actitud del anarquismo y del trotskismo. La sede internacional de reclutamiento se estableció en París, desde donde se organizaba el envío de voluntarios  en contacto con el gobierno republicano que tramitaba la documentación necesaria para el recluta. Los primeros voluntarios llegaron a Albacete el 14 de octubre de 1936.

Tras algunas vacilaciones iniciales, el gobierno de la República se decidió a aprobar la formación de estas unidades el 22 de  octubre de 1936, cuando el avance de los sublevados sobre Madrid reveló la crítica situación militar de la República.

La propuesta fue inicialmente recibida con algunas reticencias por parte de los demás partidos del Frente Popular. El 15 de octubre se constituyó el primer grupo responsable de la organización, formado por Luigi Longo (Gallo), Mario Nicoletti, Pierre Rebière y otros. Dos días más tarde una delegación presentó a Largo Caballero el proyecto de constitución de las BI. Prieto estaba de acuerdo. El Presidente del Consejo de ministros firmó finalmente su aprobación el 22 de noviembre. Se decidió que el Cuartel General y las bases de instrucción estarían en Albacete. El mando directo recayó en el comunista francés André Marty, y la supervisión gubernamental sería ejercida, de momento, por Martínez Barrio.

Albacete, base de las Brigadas

La ciudad de Albacete fue designada como el cuartel general y centro de entrenamiento de las Brigadas bajo el mando del líder comunista francés André Marty, secretario general de la Tercera Internacional. Pronto se vio que, dado el número de voluntarios que iban llegando, era necesario crear campos de entrenamiento en los pueblos aledaños a la capital: La Roda, Tarazona de la Mancha, Madrigueras y Villanueva de la Jara entre otros.

Cada brigada se constituyó, al principio, con tres batallones, normalmente con voluntarios de la misma nacionalidad o idioma para facilitar la comunicación.  Más tarde cada brigada pudo contener entre tres y seis batallones, con unos 650 hombres. Cada uno de estos solía tener tres compañías de fusileros y una de ametralladoras. Junto al jefe militar había  un comisario cuyas principal tarea era mantener la moral y educar políticamente a las tropas, aunque en ocasiones también tenían que asumir labores militares.

La instrucción que recibían estos voluntarios era exigua, ya que las urgencias de la guerra exigían muchas veces llevarlos al frente sin apenas haber aprendido los elementos básicos de la técnica militar. Fue muy frecuente un periodo de entrenamiento de tres semanas, aunque en algunos casos pudo alargarse hasta dos meses. Además, era un entrenamiento generalmente sin armas, dada la escasez de las mismas en el ejército republicano. Pero los voluntarios suplían con su aliento antifascista todos los inconvenientes que encontraban.

En un discurso a las BBII pronunciado en Albacete en 1936 André Marty afirmó que si el pueblo español y su ejército no habían vencido al fascismo no era por falta de entusiasmo, sino por la ausencia de tres factores esenciales: unidad política, dirigentes militares y disciplina. Esa constatación llevó a inculcar a los voluntarios unos principios y valores que se plasmaron en la Declaración solemne que los miembros de las BBII debían prometer:

Soy un voluntario de las BBII porque admiro profundamente el valor y heroísmo del pueblo español en lucha contra el fascismo internacional; porque mis enemigos de siempre son los mismos que los del pueblo español. Porque si el fascismo vence en España, mañana vencerá en mi país y mi hogar será devastado. Porque soy un trabajador, un obrero, un campesino que prefiere morir de pie a vivir de rodillas. Estoy aquí porque soy un voluntario y daré, si es preciso, hasta la última gota de mi sangre por salvar la libertad de España, la libertad del mundo.

La entrada en acción de estas unidades fue decisiva, tanto por la moral que infundió al pueblo madrileño en aquellas horas aciagas, como por el ejemplo de eficacia y arrojo que dieron al resto de los combatientes; tan sólo en las primeras jornadas de lucha la XI Brigada perdió más de una tercera parte de sus efectivos. Pronto fueron organizándose otras Brigadas: la XII, XIII, XIV, XV, la 129 y otras.

Origen de los brigadistas

Las primeras Brigadas, la XI y la XII, estaban compuestas por franceses y belgas, italianos, alemanes y polacos. Luego comenzaron a llegar voluntarios procedentes de más de 50 países del mundo. Según los datos oficiales del cuartel general de las BI a finales de agosto de 1938, los efectivos llegados hasta entonces fueron los siguientes:

Estas cifras, que constan en el archivo de la Comintern de Moscú, tienen que revisarse a la luz de otras investigaciones. Así Skoutelsky da, para Francia, la cifra de 9.903 (Andreu Castells la elevó, con cierta exageración, a 15.000). En el caso polaco, los archivos de Varsovia dan la cifra de 3.805. Cuba aportó entre 850 y 1.200 voluntarios, mientras que Argentina lo hizo en número de entre 800 y 1000. Las investigaciones que se están haciendo país por país revelan una cifra superior a la de los anteriores datos oficiales, si bien es difícil que se llegue a la aportada por Andreu Castells de 59.380.

Un número importante de voluntarios era judíos, colectivo que entendió muy bien que la lucha contra el fascismo en España contribuía a contener el auge del antisemitismo europeo. Entre 8.000 y 10.000 voluntarios de muy diversos países (casi un tercio) eran de origen judío, con porcentajes muy altos en Estados Unidos y Polonia.

El origen social de los brigadistas era diverso, si bien predominaban los trabajadores manuales; también hubo militares en activo o retirados, veteranos de la primera guerra mundial, campesinos, estudiantes y profesionales. Había numerosos sindicalistas, mineros de Europa Central o del Reino Unido, estibadores y cargadores de los principales puertos europeos, médicos y enfermeras. En general, constituyeron una fuerza voluntaria fuertemente comprometida con sus ideales, diferentes en cada caso,  pero que en España se concretaron en el objetivo de frenar el ascenso del fascismo. Vinieron a España a luchar en una guerra que no era suya, pero que ellos pensaron que sí.

La mayoría de los voluntarios procedían de organizaciones políticas o sociales de izquierda si bien  prevalecieron los de afiliación comunista. Esto dependía también del país de origen; mientras que en el caso de los alemanes cerca del 80 % eran comunistas,  en el contingente francés la proporción era menor: entre el 49 y el 58%, según Skoutelsky. Este  mismo autor duda del porcentaje oficial que se da para el colectivo polaco, 54%, y cree que es superior. Peter Carroll afirma que el 73% de los voluntarios norteamericanos era comunista. Probablemente el dato es válido para el final del servicio, pero no para el comienzo, ya que muchos voluntarios que llegaban sin una militancia política definida acabaron adscribiéndose al partido comunista.

Brigadas: denominación y composición

Oficialmente suele darse la cifra de seis brigadas internacionales, pero no se tiene en cuenta que hubo una, la 150 BI, cuya existencia duró apenas tres meses. Otra, la 86 BI, se formó a principios de 1938 a partir del batallón internacional nº 20, durando unos meses, hasta primeros de octubre en que los internacionales fueron retirados. Durante toda la guerra hubo numerosos cambios en la composición de las BI, tendiendo a uniformizarlas por grupos idiomáticos. La XIII BI también fue  disuelta después de dicha batalla, pero se reorganizó con nuevos batallones. La siguiente tabla refleja la composición de las BI a principios de 1938:

Acciones de guerra

Las unidades internacionales fueron consideradas desde el principio como tropas de choque y, como tales, fueron destinadas a operaciones ofensivas o bien a conjurar importantes ofensivas del enemigo. En pocas ocasiones fueron establecidas como tropas de línea para defender un sector del frente, salvo la XV BI (marzo-junio de 1937 en el sector del Jarama) y la XIV BI (1937 en un sector de la sierra del Guadarrama).

  • La primera operación en que participaron las brigadas fue en la defensa  de Madrid (noviembre de 1936); tanto en los combates de la Casa de Campo (XI BI) como en la Ciudad Universitaria (la XI y la XII BI) jugaron un papel importante.

  • Estas mismas unidades intervinieron en los dos meses siguientes en los combates ocurridos al noroeste de Madrid, en la conocida como Batalla de la carretera de La Coruña.

  • La XIII BI intervino en las operaciones sobre Teruel en el invierno de 1936 y 1937. A continuación pasó al sector al sur de Sierra Nevada para contener la ofensiva italiana que avanzó desde Málaga en febrero-marzo de 1937. Posteriormente pasó a combatir en la zona de Pozoblanco-Peñarroya.

  • La XIV BI participó en los combates de finales de 1936 y comienzos de 1937 en el sector de Andújar-Lopera.

  • En febrero de 1937 la XI, la XII, la XIV y la XV BI intervinieron en la batalla del Jarama colaborando a desbaratar la ofensiva franquista.

  • Mayor éxito aún obtuvieron la XI y la XII BI en la batalla de Guadalajara (marzo de 1937), al frenar en seco la ofensiva de cuatro divisiones mecanizadas italianas.

  • La XIV BI intervino en la ofensiva de la Granja (finales de mayo a principios de junio de 1937) con poca fortuna.

  • Otro tanto le ocurrió a la XII BI en la ofensiva sobre Huesca de mediados de junio.

  • Poco después, en julio, la XI, la XII, la XIII, la XV y la 150 BI participaron en la batalla de Brunete y sufrieron numerosas pérdidas.

  • Un mes más tarde, en la ofensiva sobre Zaragoza (a veces denominada Batalla de Belchite),  participaron la XI, la XIII y la XV BI, obteniendo algunas ganancias territoriales

  • En el invierno 1937-38 se produjo la ofensiva republicana  sobre Teruel, en la que participaron todas las Brigadas Internacionales salvo la XIV.

  • Todas las brigadas internacionales tuvieron que combatir frente a las unidades franquistas que lanzaron la ofensiva de Aragón en marzo-abril de 1938.

  • En la batalla del Ebro (julio-octubre de 1938) participaron así mismo todas las brigadas internacionales salvo la 129 que lo hizo en los combates de la defensa de Valencia.

  • La 86 BI mantuvo su presencia permanente en el sector cordobés de Pozoblanco-Peñarroya.

La retirada de las BBII

La participación de diferentes estados extranjeros en la guerra vulneraba los acuerdos firmados por el pacto de no-intervención. El Comité de Londres encargado de su aplicación fracasó en toda regla y permitió que la descarada ayuda italo-alemana volcar la balanza bélica en favor de Franco. Este Comité acordó en julio de 1938 establecer un plan de repatriación de los extranjeros. El Gobierno republicano de Negrín lo aceptó, incluso con sus deficiencias pero con una gran dignidad, el 26 de julio. Franco lo admitió en agosto, pero no lo cumplió: hasta más allá del final de la guerra siguieron en España las tropas italianas y alemanas. La explicación que Juan Negrín dio en su Discurso en la Sociedad de Naciones de Ginebra en septiembre de 1938 fue la siguiente:

El gobierno español, en su deseo de contribuir con actos al apaciguamiento que todos deseamos, y resuelto a hacer desaparecer todo pretexto para que se pueda continuar dudando del carácter netamente nacional de la causa por la que se baten los Ejércitos de la República, acaba de decidir la retirada inmediata y completa de todos los combatientes no españoles que luchan en las filas gubernamentales.

Antes de su marcha, Juan Negrín les mostró su agradecimiento y el del pueblo español que los consideraba ya hermanos y compatriotas: 

El Gobierno de la República reconoce a los internacionales que tan bravamente han luchado con nosotros, que ya puede decirse que son connaturales nuestros, el derecho a reclamar, una vez terminada la guerra, la ciudadanía española... España será siempre una patria vuestra. Y los españoles, vuestros hermanos.

El 28 de octubre, el pueblo de Barcelona les rindió un emotivo homenaje como despedida a esos bravos voluntarios. Dolores Ibarruri pronunció uno de los más emotivos discursos de la historia:

¡Madres! Cuando los años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando; cuando el recuerdo de estos días dolorosos y sangrientos se esfume en un presente de libertad, de paz y de bienestar... hablad a vuestros hijos; habladles de estos hombres de las Brigadas Internacionales. Contadles cómo, atravesando mares y montañas... llegaron a vuestra patria, como cruzados de la libertad, a luchar y morir por la libertad y la independencia de España, amenazados por el fascismo alemán e italiano. Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar, fortuna, madre, mujer, hermanos, hijos… y vinieron a nosotros a decirnos: ¡Aquí estamos!; vuestra causa, la causa de España, es nuestra misma causa, es la causa común de toda la humanidad avanzada y progresista. No os olvidaremos; y cuando el olivo de la paz florezca, entrelazado con los laureles de la victoria de la República española, ¡volved!..."

Las Brigadas Internacionales en su perspectiva histórica

La lucha contra el fascismo en España terminó con una derrota temporal, pero abrió el camino a la victoria en 1945. Así lo reconoce Michel FOOT, antiguo líder del Partido Laborista británico:

Incluso en este siglo con dos guerras mundiales, aquellos tres años en que Madrid resistió y llegó a estar tan cerca de la victoria fueron de los más críticos, heroicos e ignominiosos que se pueda recordar. Fueron años de crisis para Europa y el mundo. Si el fascismo hubiera sido derrotado en los campos de batalla de España no se hubiera atrevido a lanzar sus ataques a Inglaterra, Francia, Rusia y EEUU. Aquellos españoles que lucharon desde un primer momento fueron héroes, así como aquellos voluntarios extranjeros que les ayudaron en los campos de batalla: éstos representaron "la conciencia de Europa", la idea de que la civilizada Europa no podría soportar el triunfo de la barbarie fascista... Si las grandes potencias hubieran tenido tan sólo una poco del coraje y la sabiduría mostrados por estas brigadas, la victoria de la Segunda Guerra Mundial se habría conseguido sobre el suelo español.

Aún tardaría 30 años más en llegar la libertad a España; la muerte del dictador Franco abrió las puertas a la democracia. Cumpliendo las promesas de los dirigentes republicanos, los representantes democráticos del pueblo español aprobaron una moción parlamentaria que se tradujo en el Real Decreto de 19 de enero de 1996 por el que se reconocía la ayuda de los voluntarios y se les concedía la nacionalidad española:

Es de justicia reconocer la labor en pro de la libertad y de la democracia llevada a cabo por los voluntarios integrantes de las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española de 1936 a 1939. Los supervivientes de la contienda merecen ver de un modo patente la gratitud de la Nación y para ello nada más justo que entender que se dan en ellos las circunstancias excepcionales previstas en el artículo 21 del Código Civil a los efectos de la concesión de la nacionalidad española por carta de naturaleza.

Las palabras de la Pasionaria en 1938, "¡Volved!, cuando el olivo de la paz florezca...", resonaron en los oídos de estos voluntarios cuando en noviembre de 1996 volvieron a España a recibir el encendido y merecido homenaje del pueblo español. Habían transcurrido 60 años, pero su gesta quedó finalmente reconocida: 

Si hay hombres que contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquéllos.

Miguel HERNÁNDEZ. "Al soldado internacional caído en España". 1938.


 

De ingenuos, nada. Las Brigadas Internacionales 80 años después

 Sebastiaan Faber

“Es fácil pintar a los brigadistas como idealistas ingenuos o aventureros sin escrúpulos. Pero el riquísimo acervo documental desmiente esas lecturas fáciles”, reflexiona el autor.

El frente de Aragón en Alcubierre, a mediados de octubre de 1936:
La Esquerra Republicana y el Estat Català forman la Columna Macià-Companys. (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich)

 

Paul MacEachron tenía 20 años cuando abandonó su universidad en Ohio -la misma en que yo hoy enseño- para alistarse en las Brigadas Internacionales. Era el verano del 37. Hizo lo que miles: se embarcó, cruzó los Pirineos clandestinamente, se entrenó en Albacete -donde aprendió a operar una metralleta- y salió hacia el campo de batalla para defender la República española. En marzo de 1938, corrió la voz que Paul había sido capturado por las fuerzas facciosas cerca de Belchite. Los esfuerzos de sus compañeros de universidad por que el secretario de Estado norteamericano intercediese por él fueron vanos. Parece que los nacionales le fusilaron de inmediato.

En 2003, su novia de aquellos años, que como Paul pertenecía a la Juventud Comunista, me envió un fardo de cartas que éste le había escrito desde España. No pasa año que no las lea con mis estudiantes. Les fascinan estos documentos de su compañero de universidad. Pero no entienden nada. Para empezar, les cuesta descifrar las cartas porque ya no están acostumbrados a leer textos escritos a mano. Más estupefactos aún les dejan sus palabras. Y es que Paul era un revolucionario. Está encantado -le escribe a su novia- con la eficacia de los fusiles antitanque. “Cuando llegue el día que los trabajadores de los Estados Unidos emprendan la lucha por sus derechos”, dice, “tendremos que tener algunos de estos fusiles a mano”. Muchos de mis estudiantes se consideran activistas militantes. Pero si les pregunto si se pueden imaginar alistarse como soldados para luchar en una guerra en un país que no es el suyo, me miran desconcertados. No -confiesan-, la verdad es que no.

Hoy Paul tendría 99 años. El último miembro de sus compañeros de la Brigada Lincoln, Delmer Berg, falleció el año pasado. Este pasado 21 de octubre moría Stan Hilton, el último sobreviviente de los voluntarios británicos, a un día del 80 aniversario de la creación de las Brigadas Internacionales. La idea de reclutar un ejército de voluntarios como expresión de la solidaridad internacional con la Segunda República asediada había sido de Willi Münzenberg, el encargado del aparato de propaganda de la Internacional Comunista en Europa. Como golpe de efecto fue una idea brillante. En total, alrededor de 35.000 voluntarios de casi todos los países del mundo se arriesgaron la vida en la lucha española contra el fascismo.

¿Cómo entender hoy el significado de aquella iniciativa? Es fácil trivializarla como un fenómeno propagandístico motivado por el oportunismo de la política exterior soviética. También es fácil pintar a los brigadistas como idealistas ingenuos o aventureros sin escrúpulos. Pero el riquísimo acervo documental desmiente esas lecturas fáciles. Los testimonios y las biografías de los miles que se alistaron como lo hizo Paul cuentan otra historia. Para empezar, es un relato infinitamente diverso. La Guerra Civil Española no significó lo mismo para un joven judío de Nueva York, un obrero negro de Detroit, un poeta francés o un anarquista argentino. Y aunque entre los voluntarios predominaba el idealismo -es decir, la noción básica, tan desprestigiada hoy, de que es posible imaginarse un mundo diferente y luchar por él- de ingenuos tienen muy poco. Ese chico judío de Nueva York y ese obrero negro de Detroit entendían perfectamente cuál era la amenaza que encarnaban Hitler, Mussolini y Franco. Así lo demuestran las cartas que enviaban a casa.

Llegados a este punto, a mis estudiantes les suelo plantear una pregunta sencilla. ¿El gobierno de Estados Unidos se opuso al fascismo? Sí, claro -me contestan con una confianza cimentada por 70 años de películas de Hollywood-. We fought the good war! We liberated Europe! “Es verdad” -replico- “pero aclaradme algo. Paul MacEachron se alistó en el verano del 37 para combatir el fascismo. ¿Cuánto tardó el gobierno norteamericano en hacer lo propio?”. Hesitación. Por fin alguien levanta la mano. -“Cuatro años y medio…”-.

Fuente: LaMarea

 
 

Las Brigadas Internacionales en la historia y en el recuerdo

 FRANCISCO ERICE

Formaban parte de una “cofradía sin fronteras”, partícipes en una sola lucha en donde lo importante era ganar batallas en cualquier parte del mundo.

Tropas de las Brigadas Internacionales presentan armas en la
Casa de Campo de Madrid | Imagen: Archivo Histórico PCE

 

Hace ahora 80 años. En el Madrid brumoso y frío de noviembre de 1936, extenuado por un asedio que se cerraba como una tenaza y en cierto modo abandonado por un gobierno que se retiraba a Valencia creyendo inminente la caída de la capital, entraban en combate los primeros brigadistas internacionales. Más allá de su importancia militar, lo cierto es que su llegada –en palabras de José Sandoval- caldeó la atmósfera de la ciudad, acerando el temple de sus combatientes. Arturo Barea (La forja de un rebelde), que llegaría a quejarse de que las loas excesivas a los brigadistas internacionales oscurecían el heroísmo abnegado de los madrileños, reconocía también que su irrupción constituyó una ayuda impagable. Por su parte Neruda glosó, en hermosos versos, en el Madrid otoñal de “sangre rota” por las calles, el desfile de los brigadistas, “silenciosos y firmes como campanas antes del alba”, viniendo “de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños llenos de dulzura quemada y de fusiles”.

Madrid fue, pues, su bautismo de fuego, tal como se recoge en el himno de las Brigadas (“país lejano nos ha visto nacer…nuestra patria está hoy ante Madrid”). Pero su paso por los campos de España está también vinculado a otros nombres sonoros y épicos de la resistencia: Jarama, Guadalajara, Belchite… Por ellos transitaron y bajo su tierra se quedaron para siempre muchos de aquellos más de 35.000 voluntarios de 53 nacionalidades, encuadrados en batallones y brigadas que evocaban referencias de la tradición revolucionaria y nacional de cada país. Eran mayoritariamente obreros, pero había asimismo intelectuales, estudiantes, sindicalistas…; comunistas en su mayoría, aunque también antifascistas de diferentes signos y vínculos partidarios e ideológicos (socialistas, anarquistas, demócratas en general).

La historia de las Brigadas Internacionales se ubica en un punto crucial del antifascismo, fenómeno central en la tradición democrática y revolucionaria del siglo XX. Se ha escrito bastante sobre su papel militar (siempre relativo, aunque no desdeñable en episodios concretos) o las implicaciones políticas de su presencia; sobre su estancia, no exenta de conflictos, en el cuartel general de Albacete. Pero su papel fundamental, lo que imprime en la historia su huella indeleble, es haber sido, por derecho propio, emblema y representación máxima de la solidaridad internacionalista con la República acosada. No en vano Miguel Hernández evocaba a aquellos hombres “que tienen un alma sin fronteras” y Alberti glosaba, de forma parecida, a la “sangre que canta sin fronteras” de gentes venidas de diversos países, “con las mismas raíces que tiene un mismo sueño”. Años más tarde, Luis Cernuda inspiró en un exbrigadista norteamericano su emotivo poema “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros”, canto a la solidaridad como compromiso ético y a la memoria como recurso necesario.

También Pasionaria elogió el ejemplo moral de estos “soldados del más alto ideal de redención humana” y “cruzados de la libertad”. Y lo hizo en la despedida multitudinaria de los últimos brigadistas desfilando por Barcelona ante más de 300.000 personas, el 28 de octubre de 1938. Por entonces, como Dolores proclamaba con particular fuerza emotiva, los brigadistas empezaban a formar parte no sólo de la historia, sino también de la leyenda.

Para la mayoría, la retirada no supuso sino cambio de escenarios en su lucha por la misma causa que los había traído a nuestro país. Algunos cayeron en la vorágine de las purgas estalinistas, cuando haber estado en España se convirtió en motivo de desconfianza e insospechado agravante. Uno de ellos, Artur London, escribió la que es tal vez la mejor crónica y homenaje de las Brigadas: el libro Se levantaron antes del alba.

Pasó el tiempo y, tal como auguraba Pasionaria, los brigadistas supervivientes –algunos de ellos- volvieron cuando el olivo de la paz ya había florecido, pero no –lamentablemente- “entrelazado con los laureles de la victoria de la República”. Fue en 1996, recibiendo homenajes diversos, aunque –en un comprensible acto de coherencia- ni los dirigentes de la derecha conservadora ni el Rey consideraron oportuno sumarse a estos actos. Se les otorgó entonces un derecho a la nacionalidad española en condiciones cicateras, que la popularmente denominada Ley de Memoria Histórica de diciembre de 2007 amplió más generosamente. Era un reconocimiento tardío, pero no por ello menos necesario.

Los brigadistas eran revolucionarios de un tiempo irrepetible. Como aquel personaje de La conservación de la primavera de Alejo Carpentier, formaban parte de una “cofradía sin fronteras”, partícipes en una sola lucha en donde lo importante era ganar batallas en cualquier parte del mundo. Aprendieron, como los demás antifascistas de aquella coyuntura crucial, que la democracia era un valor irrenunciable que sólo el pueblo defendía en los momentos supremos, a diferencia –como decía Pasionaria- de “los que interpretan los principios democráticos mirando hacia las cajas de caudales”. Y creían en un internacionalismo no incompatible con las patrias, entendiendo, como Machado, que “no es patria el suelo que se pisa sino el suelo que se labra”.

Por todo ello, lo que fueron y lo que significaron, ocupan un puesto irreemplazable en nuestra memoria democrática.

Fuente: Mundo Obrero

 
 

Homenajes por el 80 aniversario de los defensores mundiales de la democracia

En octubre de 1936 se crearon las Brigadas Internacionales, que aglutinaron a más de 35.000 jóvenes llegados de países de todo el mundo. Un jardín inaugurado en Madrid, en un una zona que se usó como acuartelamiento, recuerda el esfuerzo de estos combatientes por frenar el fascismo.

Más de 35.000 jóvenes de distintos países comenzaron a recalar en España, desde octubre de 1936, con un propósito: detener el auge del fascismo que se propagaba tras el golpe de estado militar contra la democracia tres meses antes. Una guerra de ideologías se libraba en el país, y ante el agitado contexto europeo, con Hitler en Alemania y Mussolini en Italia, los brigadistas internacionales anhelaban poner fin a los totalitarismos, empezando por el primer país en el que se habían destapado.

 

Desde París, ciudad donde se ubicó la sede internacional de reclutamiento, salían autobuses repletos rumbo al Madrid de la contienda. Pero llegar a la capital francesa y cruzar la frontera terrestre no era tan fácil para quienes llegaban desde más allá del Paso del Calais. Algunos ingleses adoptaron un truco que simplificaba los trámites. Adquirían un billete en una agencia de viajes turísticos para una estancia en París de fin de semana al precio de una libra y media.

 

De esta forma burlaban los controles y la prohibición de viajar a España con el propósito de combatir, tal y como establecía el Comité de no Intervención, organización que trababa de impedir que las potencias europeas participaran en la guerra española. "Viajabas sin pasaporte ni documentación para no tener problemas a la vuelta", explicaba el británico, ya fallecido, David Lomon en 2012, durante una visita a Madrid en el 76 aniversario de la creación de las brigadas. "En París había muchos jóvenes. Allí me di cuenta de que se trataba de un movimiento internacional".

 

Las consignas les acompañaban, entre ellas, el popular ‘no pasarán’, cuyos ecos resonaban aún recientes entre los ingleses que llegaron a España al calor del éxito de los enfrentamientos en Cable Street. En esta calle de Londres, cientos de jóvenes detuvieron una marcha antisemita convocada por la Unión Británica de Fascistas, liderada por el político Oswald Mosley. Lomon fue uno de los que se plantearon, después de pelear en aquel episodio, "hacer algo más", reconoció en 2012.

 

El lema político del ‘no pasarán’, cantado por los milicianos, fue años más tarde vapuleado en el chotis que interpretaba Celia Gámez entonando "ya hemos pasao".

500 mujeres brigadistas

 

El perfil variopinto del brigadista abarcaba desde trabajadores de fábricas, de minas o puertos, que no sabían leer o escribir pero que se informaban a través de sus sindicatos, a una élite intelectual formada por escritores, artistas fotógrafos, poetas o personal médico. Además, el contingente extranjero estuvo integrado por cerca de 500 mujeres involucradas, principalmente, en tareas de enfermería y traducción. Muchas, desde la retaguardia en sus países organizaron colectas para ayudar a quienes habían viajado al frente de guerra. "Ellas venían atraídas por el ideario de la República y de las libertades que habían conseguido aquí las mujeres, como poder votar. Era también una lucha de género", explica Almudena Cros, historiadora y presidenta de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI), entidad organizadora de los actos de homenaje celebrados los últimos días por el 80 aniversario de la creación de estas unidades.

Entre las mujeres brigadistas figuraba la conductora de ambulancias americana Evelyn Hutchins; la enfermera y única afroamericana en la guerra, Salaria Kea y la artista británica Felicia Browne, que llegó a España en el verano de 1936, antes de la instauración de estos grupos guerrilleros.

En el campo de batalla de la primera guerra moderna europea se probaron, también, avances que llegaron de la mano de brigadistas, como las primeras transfusiones móviles de la historia realizadas en terreno bélico. La idea la puso en marcha, y buscó la financiación, el médico canadiense Norman Bethune, quien además organizó donaciones masivas de sangre y reunió numeroso instrumental sanitario para atender a los heridos.

Cerca de 9.000 combatientes extranjeros murieron durante la guerra. Bethune, realizó más de 700 transfusiones con las que salvó vidas.

"Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la universalidad de la democracia, frente al espíritu vil y acomodaticios de los que interpretan los principios democráticos mirando hacia las cajas de caudales o hacia las acciones industriales que quieren salvar de todo riesgo", les aclamó Dolores Ibárruri en su discurso de despedida a las brigadas, el 1 de noviembre de 1938.

Del primer al último homenaje

"El domingo por la mañana se celebró el homenaje a la Brigada Internacional. Las salas estaban adornadas y el público llenaba los locales. Se entregaron [a los brigadistas] banderas, aparatos de radio, gramófonos y bibliotecas (…). El camarada Luigi Gallo prometió que todos continuarán luchando con el mismo fervor que hasta ahora para conseguir la victoria y el aplastamiento definitivo del fascismo internacional". El 2 de noviembre de 1936, el diario, por entonces republicano, ABC, informaba sobre el primer homenaje que recibían las Brigadas Internacionales, un año después de su creación para luchar al lado de la República durante la Guerra Civil española.

Brigadistas presos por las fuerzas franquistas en la Batalla del Jarama

 

Ahora, 80 años después de la llegada de los primeros brigadistas, un tributo que reúne esta mañana en el madrileño barrio de Vicálvaro a familiares de aquellos voluntarios y voluntarias ha transformado una antigua zona de acuartelamiento militar utilizada por la XI y XII Brigada Internacional en un jardín para el recuerdo.

En la inauguración participan representantes de las 14 asociaciones de amigos de las brigadas y Joseph Almudever, uno de los cuatro combatientes internacionales que aún vive. La cita es desde las 11.00 en la calle San Cipriano (frente a la estación de metro de Vicálvaro).

"La celebración, que ahora concluye, se inició en París, el pasado 21 de octubre, y ha continuado en Benicasim y Albacete", explican desde la AABI. Precisamente, la ciudad manchega recibió a los primeros voluntarios, el 14 de octubre de 1936, y acogió el cuartel general y centro de entrenamiento para los extranjeros bajo el mando del líder comunista francés André Marty, quien ya desde París, en 1939, reivindicó ayudas para los excombatientes, "las mismas prerrogativas que se concedieron a los que lucharon en la guerra de 1914", y denunció públicamente la "traición de Francia" por favorecer el aislamiento de la República española.

En marzo de ese año, apenas unas semanas antes de que el general Franco anunciara la victoria de los militares golpistas, Marty defendía que todos debían "permanecer unidos en la defensa de las democracias" y que no era tarde para llegar a una solución favorable al Gobierno republicano. "Tienen armas y fábricas de armas. Y un pueblo valeroso dispuesto a defenderse", recogieron las crónicas de la época.

Una delegación de 100 personas llegadas de Alemania, Polonia, Rumanía, Francia, Suecia, Dinamarca y Puerto Rico, entre otros países, asiste en Madrid al homenaje en recuerdo de los brigadistas. Sin embrago, desde la AABI no sienten respaldo institucional. "Reivindicamos el papel fundamental que tuvieron en la guerra pero también como luchadores contra el fascismo, y reclamamos un respeto que en nuestro país ha faltado. No nos sentimos apoyados por las instituciones", lamenta la presidenta de la AABI.

Fuente: Público

 
 

Las Brigadas Internacionales. Documental Canal Historia

 
 
 
 

Despedida de las Brigadas Internacionales. Tve2

 

 

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