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Brigadas Internacionales |
Voluntarios extranjeros al servicio de la
República |
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Las
Brigadas Internacionales
Durante la guerra
española (1936-1939), más de 35.000 hombres y mujeres de 53 países
distintos, agrupados en las Brigadas Internacionales, acudieron a
España en auxilio del gobierno de la II República. Nunca en la
historia se ha producido un caso tan extraordinario de solidaridad
internacional. Aquellos jóvenes vinieron dispuestos a dar su vida
para ayudar al pueblo español cuyos derechos y libertades estaban
amenazadas por el fascismo español y europeo. Más de 9.000 de ellos
dejaron sus vidas en los campos de España.

En su discurso de
despedida en octubre de 1938, Juan Negrín les dijo: “Vuestro
espíritu, y el de vuestros muertos, nos acompaña y quedan unidos
para siempre a nuestra historia”. Dolores Ibarruri, por su parte,
pronunció las siguientes palabras: “Sois la historia, sois la
leyenda, sois el ejemplo heroico de la solidaridad y de la
universalidad de la democracia, frente al espíritu vil y
acomodaticio de los que interpretan los principios democráticos
mirando hacia las cajas de caudales, o hacia las acciones
industriales, que quieren salvar de todo riesgo”.
Las Brigadas
Internacionales fueron unidades militares compuestas por voluntarios
procedentes de más de 50 países que participaron en la guerra de
España (1936-1939) dentro del ejército de la Segunda República. No
hay acuerdo sobre el número total de brigadistas que vinieron a
España; las cifras oscilan entre los 35.000, que aceptan la mayoría
de los autores, y los 59.380 que dio Andreu Castells en su obra de
1973. Tampoco lo hay sobre el número de muertos, aunque aquí las
cifras difieren menos: entre 9.000 y 10.000 dejaron su vida en los
campos de España. En cualquier caso, no hubo más de 20.000
voluntarios presentes a un mismo tiempo.

Antecedentes
Antes de la
formación de las BI en octubre de 1936 había ido viniendo a España
numerosos voluntarios que venían por su cuenta a enrolarse en
diferentes unidades de su afinidad ideológica (anarquista,
socialista, comunista, etc.) Algunos ya residían en España bien por
estudios, como los estudiantes latinoamericanos, o bien como
exiliados políticos procedente de países con gobiernos fascistas o
autoritarios. El caso más señalado fue el los numerosos
participantes que habían venido a Barcelona a participar en las
Olimpiadas Populares de julio de 1936, la alternativa a los Juegos
Olímpicos que Hitler había organizado en Berlín.
Lo cierto es que,
como escribió Luigo Longo, “por todas partes se expresó la firme
voluntad de prestar una ayuda concreta a la República española
agredida. Se recogieron y enviaron urgentemente a España víveres,
productos lácteos, medicamentos y ambulancias. Grupos de voluntarios
de diversos países trataron por todos los medios de llegar a
España”. Y con estos voluntarios se formaron los primeros grupos
como el Rakosi (húngaros), el Dombrowki (polacos), o centurias como
la Tom Mann (británica), la Gastone Sozzi (italiana) o la Thaelman
(alemana). Muchos de estos voluntarios y unidades se integraron más
tarde en las Brigadas Internacionales. Otros prefirieron no
integrarse por causa de las discrepancias políticas entre algunos
militantes y las Brigadas Internacionales.

Creación
Efectivamente, la
idea de crear las Brigadas Internacionales se fue gestando en el
verano de 1936 a partir de diversas iniciativas paralelas, entre
otras del Partido Comunista francés. La reunión de la Comintern
celebrada en Moscú el 18 de septiembre de 1936 dio el aval a esta
propuesta y los partidos comunistas se comprometieron desde entonces
a reclutar a voluntarios dispuestos a participar en la lucha junto a
los republicanos españoles. Los partidos socialistas europeos, si
bien no reclutaron voluntarios, apoyaron oficialmente a las BI. Más
reluctante, sino contraria, fue la actitud del anarquismo y del
trotskismo. La sede internacional de reclutamiento se estableció en
París, desde donde se organizaba el envío de voluntarios en
contacto con el gobierno republicano que tramitaba la documentación
necesaria para el recluta. Los primeros voluntarios llegaron a
Albacete el 14 de octubre de 1936.
Tras algunas
vacilaciones iniciales, el gobierno de la República se decidió a
aprobar la formación de estas unidades el 22 de octubre de 1936,
cuando el avance de los sublevados sobre Madrid reveló la crítica
situación militar de la República.
La propuesta fue
inicialmente recibida con algunas reticencias por parte de los demás
partidos del Frente Popular. El 15 de octubre se constituyó el
primer grupo responsable de la organización, formado por Luigi Longo
(Gallo), Mario Nicoletti, Pierre Rebière y otros. Dos días más tarde
una delegación presentó a Largo Caballero el proyecto de
constitución de las BI. Prieto estaba de acuerdo. El Presidente del
Consejo de ministros firmó finalmente su aprobación el 22 de
noviembre. Se decidió que el Cuartel General y las bases de
instrucción estarían en Albacete. El mando directo recayó en el
comunista francés André Marty, y la supervisión gubernamental sería
ejercida, de momento, por Martínez Barrio.
Albacete, base de las Brigadas
La ciudad de
Albacete fue designada como el cuartel general y centro de
entrenamiento de las Brigadas bajo el mando del líder comunista
francés André Marty, secretario general de la Tercera Internacional.
Pronto se vio que, dado el número de voluntarios que iban llegando,
era necesario crear campos de entrenamiento en los pueblos aledaños
a la capital: La Roda, Tarazona de la Mancha, Madrigueras y
Villanueva de la Jara entre otros.
Cada brigada se
constituyó, al principio, con tres batallones, normalmente con
voluntarios de la misma nacionalidad o idioma para facilitar la
comunicación. Más tarde cada brigada pudo contener entre tres y
seis batallones, con unos 650 hombres. Cada uno de estos solía tener
tres compañías de fusileros y una de ametralladoras. Junto al jefe
militar había un comisario cuyas principal tarea era mantener la
moral y educar políticamente a las tropas, aunque en ocasiones
también tenían que asumir labores militares.
La instrucción que
recibían estos voluntarios era exigua, ya que las urgencias de la
guerra exigían muchas veces llevarlos al frente sin apenas haber
aprendido los elementos básicos de la técnica militar. Fue muy
frecuente un periodo de entrenamiento de tres semanas, aunque en
algunos casos pudo alargarse hasta dos meses. Además, era un
entrenamiento generalmente sin armas, dada la escasez de las mismas
en el ejército republicano. Pero los voluntarios suplían con su
aliento antifascista todos los inconvenientes que encontraban.
En un discurso a
las BBII pronunciado en Albacete en 1936 André Marty afirmó que si
el pueblo español y su ejército no habían vencido al fascismo no era
por falta de entusiasmo, sino por la ausencia de tres factores
esenciales: unidad política, dirigentes militares y disciplina. Esa
constatación llevó a inculcar a los voluntarios unos principios y
valores que se plasmaron en la Declaración solemne que los miembros
de las BBII debían prometer:
Soy un voluntario
de las BBII porque admiro profundamente el valor y heroísmo del
pueblo español en lucha contra el fascismo internacional; porque mis
enemigos de siempre son los mismos que los del pueblo español.
Porque si el fascismo vence en España, mañana vencerá en mi país y
mi hogar será devastado. Porque soy un trabajador, un obrero, un
campesino que prefiere morir de pie a vivir de rodillas. Estoy aquí
porque soy un voluntario y daré, si es preciso, hasta la última gota
de mi sangre por salvar la libertad de España, la libertad del
mundo.
La entrada en
acción de estas unidades fue decisiva, tanto por la moral que
infundió al pueblo madrileño en aquellas horas aciagas, como por el
ejemplo de eficacia y arrojo que dieron al resto de los
combatientes; tan sólo en las primeras jornadas de lucha la XI
Brigada perdió más de una tercera parte de sus efectivos. Pronto
fueron organizándose otras Brigadas: la XII, XIII, XIV, XV, la 129 y
otras.
Origen de
los brigadistas
Las primeras
Brigadas, la XI y la XII, estaban compuestas por franceses y belgas,
italianos, alemanes y polacos. Luego comenzaron a llegar voluntarios
procedentes de más de 50 países del mundo. Según los datos oficiales
del cuartel general de las BI a finales de agosto de 1938, los
efectivos llegados hasta entonces fueron los siguientes:
Estas cifras, que
constan en el archivo de la Comintern de Moscú, tienen que revisarse
a la luz de otras investigaciones. Así Skoutelsky da, para Francia,
la cifra de 9.903 (Andreu Castells la elevó, con cierta exageración,
a 15.000). En el caso polaco, los archivos de Varsovia dan la cifra
de 3.805. Cuba aportó entre 850 y 1.200 voluntarios, mientras que
Argentina lo hizo en número de entre 800 y 1000. Las investigaciones
que se están haciendo país por país revelan una cifra superior a la
de los anteriores datos oficiales, si bien es difícil que se llegue
a la aportada por Andreu Castells de 59.380.
Un número
importante de voluntarios era judíos, colectivo que entendió muy
bien que la lucha contra el fascismo en España contribuía a contener
el auge del antisemitismo europeo. Entre 8.000 y 10.000 voluntarios
de muy diversos países (casi un tercio) eran de origen judío, con
porcentajes muy altos en Estados Unidos y Polonia.
El origen social de
los brigadistas era diverso, si bien predominaban los trabajadores
manuales; también hubo militares en activo o retirados, veteranos de
la primera guerra mundial, campesinos, estudiantes y profesionales.
Había numerosos sindicalistas, mineros de Europa Central o del Reino
Unido, estibadores y cargadores de los principales puertos europeos,
médicos y enfermeras. En general, constituyeron una fuerza
voluntaria fuertemente comprometida con sus ideales, diferentes en
cada caso, pero que en España se concretaron en el objetivo de
frenar el ascenso del fascismo. Vinieron a España a luchar en una
guerra que no era suya, pero que ellos pensaron que sí.
La mayoría de los
voluntarios procedían de organizaciones políticas o sociales de
izquierda si bien prevalecieron los de afiliación comunista. Esto
dependía también del país de origen; mientras que en el caso de los
alemanes cerca del 80 % eran comunistas, en el contingente francés
la proporción era menor: entre el 49 y el 58%, según Skoutelsky.
Este mismo autor duda del porcentaje oficial que se da para el
colectivo polaco, 54%, y cree que es superior. Peter Carroll afirma
que el 73% de los voluntarios norteamericanos era comunista.
Probablemente el dato es válido para el final del servicio, pero no
para el comienzo, ya que muchos voluntarios que llegaban sin una
militancia política definida acabaron adscribiéndose al partido
comunista.

Brigadas: denominación y composición
Oficialmente suele
darse la cifra de seis brigadas internacionales, pero no se tiene en
cuenta que hubo una, la 150 BI, cuya existencia duró apenas tres
meses. Otra, la 86 BI, se formó a principios de 1938 a partir del
batallón internacional nº 20, durando unos meses, hasta primeros de
octubre en que los internacionales fueron retirados. Durante toda la
guerra hubo numerosos cambios en la composición de las BI, tendiendo
a uniformizarlas por grupos idiomáticos. La XIII BI también fue
disuelta después de dicha batalla, pero se reorganizó con nuevos
batallones. La siguiente tabla refleja la composición de las BI a
principios de 1938:
Acciones de
guerra
Las unidades
internacionales fueron consideradas desde el principio como tropas
de choque y, como tales, fueron destinadas a operaciones ofensivas o
bien a conjurar importantes ofensivas del enemigo. En pocas
ocasiones fueron establecidas como tropas de línea para defender un
sector del frente, salvo la XV BI (marzo-junio de 1937 en el sector
del Jarama) y la XIV BI (1937 en un sector de la sierra del
Guadarrama).
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La
primera operación en que participaron las brigadas fue en la
defensa de Madrid (noviembre de 1936); tanto en los combates de
la Casa de Campo (XI BI) como en la Ciudad Universitaria (la XI y
la XII BI) jugaron un papel importante.
-
Estas
mismas unidades intervinieron en los dos meses siguientes en los
combates ocurridos al noroeste de Madrid, en la conocida como
Batalla de la carretera de La Coruña.
-
La XIII
BI intervino en las operaciones sobre Teruel en el invierno de
1936 y 1937. A continuación pasó al sector al sur de Sierra Nevada
para contener la ofensiva italiana que avanzó desde Málaga en
febrero-marzo de 1937. Posteriormente pasó a combatir en la zona
de Pozoblanco-Peñarroya.
-
La XIV
BI participó en los combates de finales de 1936 y comienzos de
1937 en el sector de Andújar-Lopera.
-
En
febrero de 1937 la XI, la XII, la XIV y la XV BI intervinieron en
la batalla del Jarama colaborando a desbaratar la ofensiva
franquista.
-
Mayor
éxito aún obtuvieron la XI y la XII BI en la batalla de
Guadalajara (marzo de 1937), al frenar en seco la ofensiva de
cuatro divisiones mecanizadas italianas.
-
La XIV
BI intervino en la ofensiva de la Granja (finales de mayo a
principios de junio de 1937) con poca fortuna.
-
Otro
tanto le ocurrió a la XII BI en la ofensiva sobre Huesca de
mediados de junio.
-
Poco
después, en julio, la XI, la XII, la XIII, la XV y la 150 BI
participaron en la batalla de Brunete y sufrieron numerosas
pérdidas.
-
Un mes
más tarde, en la ofensiva sobre Zaragoza (a veces denominada
Batalla de Belchite), participaron la XI, la XIII y la XV BI,
obteniendo algunas ganancias territoriales
-
En el
invierno 1937-38 se produjo la ofensiva republicana sobre Teruel,
en la que participaron todas las Brigadas Internacionales salvo la
XIV.
-
Todas
las brigadas internacionales tuvieron que combatir frente a las
unidades franquistas que lanzaron la ofensiva de Aragón en
marzo-abril de 1938.
-
En la
batalla del Ebro (julio-octubre de 1938) participaron así mismo
todas las brigadas internacionales salvo la 129 que lo hizo en los
combates de la defensa de Valencia.
-
La 86
BI mantuvo su presencia permanente en el sector cordobés de
Pozoblanco-Peñarroya.
La retirada
de las BBII
La participación de
diferentes estados extranjeros en la guerra vulneraba los acuerdos
firmados por el pacto de no-intervención. El Comité de Londres
encargado de su aplicación fracasó en toda regla y permitió que la
descarada ayuda italo-alemana volcar la balanza bélica en favor de
Franco. Este Comité acordó en julio de 1938 establecer un plan de
repatriación de los extranjeros. El Gobierno republicano de Negrín
lo aceptó, incluso con sus deficiencias pero con una gran dignidad,
el 26 de julio. Franco lo admitió en agosto, pero no lo cumplió:
hasta más allá del final de la guerra siguieron en España las tropas
italianas y alemanas. La explicación que Juan Negrín dio en su
Discurso en la Sociedad de Naciones de Ginebra en septiembre de 1938
fue la siguiente:
El gobierno
español, en su deseo de contribuir con actos al apaciguamiento que
todos deseamos, y resuelto a hacer desaparecer todo pretexto para
que se pueda continuar dudando del carácter netamente nacional de la
causa por la que se baten los Ejércitos de la República, acaba de
decidir la retirada inmediata y completa de todos los combatientes
no españoles que luchan en las filas gubernamentales.
Antes de su marcha,
Juan Negrín les mostró su agradecimiento y el del pueblo español que
los consideraba ya hermanos y compatriotas:
El Gobierno de la
República reconoce a los internacionales que tan bravamente han
luchado con nosotros, que ya puede decirse que son connaturales
nuestros, el derecho a reclamar, una vez terminada la guerra, la
ciudadanía española... España será siempre una patria vuestra. Y los
españoles, vuestros hermanos.
El 28 de octubre,
el pueblo de Barcelona les rindió un emotivo homenaje como despedida
a esos bravos voluntarios. Dolores Ibarruri pronunció uno de los más
emotivos discursos de la historia:
¡Madres! Cuando los
años pasen y las heridas de la guerra se vayan restañando; cuando el
recuerdo de estos días dolorosos y sangrientos se esfume en un
presente de libertad, de paz y de bienestar... hablad a vuestros
hijos; habladles de estos hombres de las Brigadas Internacionales.
Contadles cómo, atravesando mares y montañas... llegaron a vuestra
patria, como cruzados de la libertad, a luchar y morir por la
libertad y la independencia de España, amenazados por el fascismo
alemán e italiano. Lo abandonaron todo: cariños, patria, hogar,
fortuna, madre, mujer, hermanos, hijos… y vinieron a nosotros a
decirnos: ¡Aquí estamos!; vuestra causa, la causa de España, es
nuestra misma causa, es la causa común de toda la humanidad avanzada
y progresista. No os olvidaremos; y cuando el olivo de la paz
florezca, entrelazado con los laureles de la victoria de la
República española, ¡volved!..."

Las Brigadas Internacionales en su perspectiva
histórica
La lucha contra el
fascismo en España terminó con una derrota temporal, pero abrió el
camino a la victoria en 1945. Así lo reconoce Michel FOOT, antiguo
líder del Partido Laborista británico:
Incluso en este
siglo con dos guerras mundiales, aquellos tres años en que Madrid
resistió y llegó a estar tan cerca de la victoria fueron de los más
críticos, heroicos e ignominiosos que se pueda recordar. Fueron años
de crisis para Europa y el mundo. Si el fascismo hubiera sido
derrotado en los campos de batalla de España no se hubiera atrevido
a lanzar sus ataques a Inglaterra, Francia, Rusia y EEUU. Aquellos
españoles que lucharon desde un primer momento fueron héroes, así
como aquellos voluntarios extranjeros que les ayudaron en los campos
de batalla: éstos representaron "la conciencia de Europa", la idea
de que la civilizada Europa no podría soportar el triunfo de la
barbarie fascista... Si las grandes potencias hubieran tenido tan
sólo una poco del coraje y la sabiduría mostrados por estas
brigadas, la victoria de la Segunda Guerra Mundial se habría
conseguido sobre el suelo español.
Aún tardaría 30
años más en llegar la libertad a España; la muerte del dictador
Franco abrió las puertas a la democracia. Cumpliendo las promesas de
los dirigentes republicanos, los representantes democráticos del
pueblo español aprobaron una moción parlamentaria que se tradujo en
el Real Decreto de 19 de enero de 1996 por el que se reconocía la
ayuda de los voluntarios y se les concedía la nacionalidad española:
Es de justicia
reconocer la labor en pro de la libertad y de la democracia llevada
a cabo por los voluntarios integrantes de las Brigadas
Internacionales durante la guerra civil española de 1936 a 1939. Los
supervivientes de la contienda merecen ver de un modo patente la
gratitud de la Nación y para ello nada más justo que entender que se
dan en ellos las circunstancias excepcionales previstas en el
artículo 21 del Código Civil a los efectos de la concesión de la
nacionalidad española por carta de naturaleza.
Las palabras de la
Pasionaria en 1938, "¡Volved!, cuando el olivo de la paz
florezca...", resonaron en los oídos de estos voluntarios cuando en
noviembre de 1996 volvieron a España a recibir el encendido y
merecido homenaje del pueblo español. Habían transcurrido 60 años,
pero su gesta quedó finalmente reconocida:
Si hay hombres que
contienen un alma sin fronteras,
una esparcida frente de mundiales cabellos,
cubierta de horizontes, barcos y cordilleras,
con arena y con nieve, tú eres uno de aquéllos.
Miguel HERNÁNDEZ. "Al soldado internacional caído en España".
1938.
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De ingenuos, nada. Las Brigadas
Internacionales 80 años después
Sebastiaan Faber
“Es fácil pintar a
los brigadistas como idealistas ingenuos o aventureros sin
escrúpulos. Pero el riquísimo acervo documental desmiente esas
lecturas fáciles”, reflexiona el autor.
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El frente de
Aragón en Alcubierre, a mediados de octubre de 1936:
La Esquerra Republicana y el Estat Català forman la Columna
Macià-Companys. (Archivo de Historia Contemporánea, EPF Zúrich) |
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Paul MacEachron
tenía 20 años cuando abandonó su universidad en Ohio -la misma en
que yo hoy enseño- para alistarse en las Brigadas Internacionales.
Era el verano del 37. Hizo lo que miles: se embarcó, cruzó los
Pirineos clandestinamente, se entrenó en Albacete -donde aprendió a
operar una metralleta- y salió hacia el campo de batalla para
defender la República española. En marzo de 1938, corrió la voz que
Paul había sido capturado por las fuerzas facciosas cerca de
Belchite. Los esfuerzos de sus compañeros de universidad por que el
secretario de Estado norteamericano intercediese por él fueron
vanos. Parece que los nacionales le fusilaron de inmediato.
En 2003, su novia
de aquellos años, que como Paul pertenecía a la Juventud Comunista,
me envió un fardo de cartas que éste le había escrito desde España.
No pasa año que no las lea con mis estudiantes. Les fascinan estos
documentos de su compañero de universidad. Pero no entienden nada.
Para empezar, les cuesta descifrar las cartas porque ya no están
acostumbrados a leer textos escritos a mano. Más estupefactos aún
les dejan sus palabras. Y es que Paul era un revolucionario. Está
encantado -le escribe a su novia- con la eficacia de los fusiles
antitanque. “Cuando llegue el día que los trabajadores de los
Estados Unidos emprendan la lucha por sus derechos”, dice,
“tendremos que tener algunos de estos fusiles a mano”. Muchos de mis
estudiantes se consideran activistas militantes. Pero si les
pregunto si se pueden imaginar alistarse como soldados para luchar
en una guerra en un país que no es el suyo, me miran desconcertados.
No -confiesan-, la verdad es que no.
Hoy Paul tendría 99
años. El último miembro de sus compañeros de la Brigada Lincoln,
Delmer Berg, falleció el año pasado. Este pasado 21 de octubre moría
Stan Hilton, el último sobreviviente de los voluntarios británicos,
a un día del 80 aniversario de la creación de las Brigadas
Internacionales. La idea de reclutar un ejército de voluntarios como
expresión de la solidaridad internacional con la Segunda República
asediada había sido de Willi Münzenberg, el encargado del aparato de
propaganda de la Internacional Comunista en Europa. Como golpe de
efecto fue una idea brillante. En total, alrededor de 35.000
voluntarios de casi todos los países del mundo se arriesgaron la
vida en la lucha española contra el fascismo.
¿Cómo entender hoy
el significado de aquella iniciativa? Es fácil trivializarla como un
fenómeno propagandístico motivado por el oportunismo de la política
exterior soviética. También es fácil pintar a los brigadistas como
idealistas ingenuos o aventureros sin escrúpulos. Pero el riquísimo
acervo documental desmiente esas lecturas fáciles. Los testimonios y
las biografías de los miles que se alistaron como lo hizo Paul
cuentan otra historia. Para empezar, es un relato infinitamente
diverso. La Guerra Civil Española no significó lo mismo para un
joven judío de Nueva York, un obrero negro de Detroit, un poeta
francés o un anarquista argentino. Y aunque entre los voluntarios
predominaba el idealismo -es decir, la noción básica, tan
desprestigiada hoy, de que es posible imaginarse un mundo diferente
y luchar por él- de ingenuos tienen muy poco. Ese chico judío de
Nueva York y ese obrero negro de Detroit entendían perfectamente
cuál era la amenaza que encarnaban Hitler, Mussolini y Franco. Así
lo demuestran las cartas que enviaban a casa.
Llegados a este
punto, a mis estudiantes les suelo plantear una pregunta sencilla.
¿El gobierno de Estados Unidos se opuso al fascismo? Sí, claro -me
contestan con una confianza cimentada por 70 años de películas de
Hollywood-.
We
fought the good war! We liberated Europe! “Es verdad” -replico-
“pero aclaradme algo.
Paul MacEachron se alistó en el verano del 37 para combatir
el fascismo. ¿Cuánto tardó el gobierno norteamericano en hacer lo
propio?”. Hesitación. Por fin alguien levanta la mano. -“Cuatro años
y medio…”-.
Fuente:
LaMarea
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Las Brigadas Internacionales en la
historia y en el recuerdo
FRANCISCO ERICE
Formaban parte de
una “cofradía sin fronteras”, partícipes en una sola lucha en donde
lo importante era ganar batallas en cualquier parte del mundo.
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Tropas de las
Brigadas Internacionales presentan armas en la
Casa de Campo de Madrid | Imagen: Archivo Histórico PCE |
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Hace ahora 80 años.
En el Madrid brumoso y frío de noviembre de 1936, extenuado por un
asedio que se cerraba como una tenaza y en cierto modo abandonado
por un gobierno que se retiraba a Valencia creyendo inminente la
caída de la capital, entraban en combate los primeros brigadistas
internacionales. Más allá de su importancia militar, lo cierto es
que su llegada –en palabras de José Sandoval- caldeó la atmósfera de
la ciudad, acerando el temple de sus combatientes. Arturo Barea (La
forja de un rebelde), que llegaría a quejarse de que las loas
excesivas a los brigadistas internacionales oscurecían el heroísmo
abnegado de los madrileños, reconocía también que su irrupción
constituyó una ayuda impagable. Por su parte Neruda glosó, en
hermosos versos, en el Madrid otoñal de “sangre rota” por las
calles, el desfile de los brigadistas, “silenciosos y firmes como
campanas antes del alba”, viniendo “de vuestras patrias perdidas, de
vuestros sueños llenos de dulzura quemada y de fusiles”.
Madrid fue, pues,
su bautismo de fuego, tal como se recoge en el himno de las Brigadas
(“país lejano nos ha visto nacer…nuestra patria está hoy ante
Madrid”). Pero su paso por los campos de España está también
vinculado a otros nombres sonoros y épicos de la resistencia:
Jarama, Guadalajara, Belchite… Por ellos transitaron y bajo su
tierra se quedaron para siempre muchos de aquellos más de 35.000
voluntarios de 53 nacionalidades, encuadrados en batallones y
brigadas que evocaban referencias de la tradición revolucionaria y
nacional de cada país. Eran mayoritariamente obreros, pero había
asimismo intelectuales, estudiantes, sindicalistas…; comunistas en
su mayoría, aunque también antifascistas de diferentes signos y
vínculos partidarios e ideológicos (socialistas, anarquistas,
demócratas en general).
La historia de las
Brigadas Internacionales se ubica en un punto crucial del
antifascismo, fenómeno central en la tradición democrática y
revolucionaria del siglo XX. Se ha escrito bastante sobre su papel
militar (siempre relativo, aunque no desdeñable en episodios
concretos) o las implicaciones políticas de su presencia; sobre su
estancia, no exenta de conflictos, en el cuartel general de
Albacete. Pero su papel fundamental, lo que imprime en la historia
su huella indeleble, es haber sido, por derecho propio, emblema y
representación máxima de la solidaridad internacionalista con la
República acosada. No en vano Miguel Hernández evocaba a aquellos
hombres “que tienen un alma sin fronteras” y Alberti glosaba, de
forma parecida, a la “sangre que canta sin fronteras” de gentes
venidas de diversos países, “con las mismas raíces que tiene un
mismo sueño”. Años más tarde, Luis Cernuda inspiró en un
exbrigadista norteamericano su emotivo poema “Recuérdalo tú y
recuérdalo a otros”, canto a la solidaridad como compromiso ético y
a la memoria como recurso necesario.
También Pasionaria
elogió el ejemplo moral de estos “soldados del más alto ideal de
redención humana” y “cruzados de la libertad”. Y lo hizo en la
despedida multitudinaria de los últimos brigadistas desfilando por
Barcelona ante más de 300.000 personas, el 28 de octubre de 1938.
Por entonces, como Dolores proclamaba con particular fuerza emotiva,
los brigadistas empezaban a formar parte no sólo de la historia,
sino también de la leyenda.
Para la mayoría, la
retirada no supuso sino cambio de escenarios en su lucha por la
misma causa que los había traído a nuestro país. Algunos cayeron en
la vorágine de las purgas estalinistas, cuando haber estado en
España se convirtió en motivo de desconfianza e insospechado
agravante. Uno de ellos, Artur London, escribió la que es tal vez la
mejor crónica y homenaje de las Brigadas: el libro Se levantaron
antes del alba.
Pasó el tiempo y,
tal como auguraba Pasionaria, los brigadistas supervivientes
–algunos de ellos- volvieron cuando el olivo de la paz ya había
florecido, pero no –lamentablemente- “entrelazado con los laureles
de la victoria de la República”. Fue en 1996, recibiendo homenajes
diversos, aunque –en un comprensible acto de coherencia- ni los
dirigentes de la derecha conservadora ni el Rey consideraron
oportuno sumarse a estos actos. Se les otorgó entonces un derecho a
la nacionalidad española en condiciones cicateras, que la
popularmente denominada Ley de Memoria Histórica de diciembre de
2007 amplió más generosamente. Era un reconocimiento tardío, pero no
por ello menos necesario.
Los brigadistas
eran revolucionarios de un tiempo irrepetible. Como aquel personaje
de La conservación de la primavera de Alejo Carpentier, formaban
parte de una “cofradía sin fronteras”, partícipes en una sola lucha
en donde lo importante era ganar batallas en cualquier parte del
mundo. Aprendieron, como los demás antifascistas de aquella
coyuntura crucial, que la democracia era un valor irrenunciable que
sólo el pueblo defendía en los momentos supremos, a diferencia –como
decía Pasionaria- de “los que interpretan los principios
democráticos mirando hacia las cajas de caudales”. Y creían en un
internacionalismo no incompatible con las patrias, entendiendo, como
Machado, que “no es patria el suelo que se pisa sino el suelo que se
labra”.
Por todo ello, lo
que fueron y lo que significaron, ocupan un puesto irreemplazable en
nuestra memoria democrática.
Fuente:
Mundo Obrero
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Homenajes por el 80 aniversario de los
defensores mundiales de la democracia
En octubre de 1936 se crearon las Brigadas Internacionales, que
aglutinaron a más de 35.000 jóvenes llegados de países de todo el
mundo. Un jardín inaugurado en Madrid, en un una zona que se usó
como acuartelamiento, recuerda el esfuerzo de estos combatientes por
frenar el fascismo.
Más de 35.000 jóvenes de distintos países comenzaron a recalar en
España, desde octubre de 1936, con un propósito: detener el auge del
fascismo que se propagaba tras el golpe de estado militar contra la
democracia tres meses antes. Una guerra de ideologías se libraba en
el país, y ante el agitado contexto europeo, con Hitler en Alemania
y Mussolini en Italia, los brigadistas internacionales anhelaban
poner fin a los totalitarismos, empezando por el primer país en el
que se habían destapado.
Desde París, ciudad donde se ubicó la sede internacional de
reclutamiento, salían autobuses repletos rumbo al Madrid de la
contienda. Pero llegar a la capital francesa y cruzar la frontera
terrestre no era tan fácil para quienes llegaban desde más allá del
Paso del Calais. Algunos ingleses adoptaron un truco que
simplificaba los trámites. Adquirían un billete en una agencia de
viajes turísticos para una estancia en París de fin de semana al
precio de una libra y media.
De esta forma burlaban los controles y la prohibición de viajar a
España con el propósito de combatir, tal y como establecía el Comité
de no Intervención, organización que trababa de impedir
que las potencias europeas participaran en la guerra española.
"Viajabas sin pasaporte ni documentación para no tener problemas a
la vuelta", explicaba el británico, ya fallecido,
David
Lomon en 2012,
durante una visita a Madrid en el 76 aniversario de la creación de
las brigadas. "En París había muchos jóvenes. Allí me di cuenta de
que se trataba de un movimiento internacional".
Las consignas les acompañaban, entre ellas, el popular ‘no pasarán’,
cuyos ecos resonaban aún recientes entre los ingleses que llegaron a
España al calor del éxito de los enfrentamientos en Cable Street. En
esta calle de Londres, cientos de jóvenes detuvieron una marcha
antisemita convocada por la Unión Británica de Fascistas, liderada
por el político Oswald Mosley. Lomon fue uno de los que se
plantearon, después de pelear en aquel episodio, "hacer algo más",
reconoció en 2012.
El lema político del ‘no pasarán’, cantado por los milicianos, fue
años más tarde vapuleado en el chotis que interpretaba
Celia Gámez
entonando "ya hemos pasao".
500 mujeres brigadistas
El perfil variopinto del brigadista abarcaba desde trabajadores de
fábricas, de minas o puertos, que no sabían leer o escribir pero que
se informaban a través de sus sindicatos, a una élite intelectual
formada por escritores, artistas fotógrafos, poetas o personal
médico. Además, el contingente extranjero estuvo integrado por cerca
de 500 mujeres involucradas, principalmente, en tareas de enfermería
y traducción. Muchas, desde la retaguardia en sus países organizaron
colectas para ayudar a quienes habían viajado al frente de guerra.
"Ellas venían atraídas por el ideario de la República y de las
libertades que habían conseguido aquí las mujeres, como poder votar.
Era también una lucha de género", explica
Almudena Cros, historiadora y presidenta de la
Asociación
de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI), entidad
organizadora de los actos de homenaje celebrados los últimos días
por el 80 aniversario de la creación de estas unidades.
Entre las mujeres brigadistas figuraba la
conductora de ambulancias americana
Evelyn Hutchins;
la enfermera y única afroamericana en la guerra,
Salaria Kea y la artista británica
Felicia Browne, que llegó a España en el verano de 1936, antes de la
instauración de estos grupos guerrilleros.
En el campo de batalla de la primera guerra
moderna europea se probaron, también, avances que llegaron de la
mano de brigadistas, como las primeras transfusiones móviles de la
historia realizadas en terreno bélico. La idea la puso en marcha, y
buscó la financiación, el médico canadiense
Norman Bethune, quien además organizó donaciones masivas de sangre y reunió
numeroso instrumental sanitario para atender a los heridos.
Cerca de 9.000 combatientes extranjeros
murieron durante la guerra. Bethune, realizó más de 700
transfusiones con las que salvó vidas.
"Sois la historia, sois la leyenda, sois el ejemplo heroico de la
solidaridad y de la universalidad de la democracia, frente al
espíritu vil y acomodaticios de los que interpretan los principios
democráticos mirando hacia las cajas de caudales o hacia las
acciones industriales que quieren salvar de todo riesgo", les aclamó
Dolores
Ibárruri
en su discurso de despedida a las brigadas, el
1 de noviembre de 1938.
Del primer al último homenaje
"El domingo por la mañana se celebró el homenaje a la
Brigada Internacional. Las salas estaban adornadas y el
público llenaba los locales. Se entregaron [a los brigadistas]
banderas, aparatos de radio, gramófonos y bibliotecas (…). El
camarada Luigi Gallo prometió que todos continuarán luchando con el
mismo fervor que hasta ahora para conseguir la victoria y el
aplastamiento definitivo del fascismo internacional". El 2 de
noviembre de 1936, el diario, por entonces republicano, ABC,
informaba sobre el primer homenaje que recibían las Brigadas
Internacionales, un año después de su creación para luchar al lado
de la República durante la Guerra Civil española.
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Brigadistas presos por las
fuerzas franquistas en la Batalla del Jarama |
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Ahora, 80 años después de la llegada de los
primeros brigadistas, un tributo que reúne esta mañana en el
madrileño barrio de Vicálvaro a familiares de aquellos voluntarios y
voluntarias ha transformado una antigua zona de acuartelamiento
militar utilizada por la XI y XII Brigada Internacional en un jardín
para el recuerdo.
En la inauguración participan representantes de las 14 asociaciones
de amigos de las brigadas y
Joseph
Almudever, uno de los cuatro combatientes internacionales
que aún vive. La cita es desde las 11.00 en la calle San Cipriano
(frente a la estación de metro de Vicálvaro).
"La celebración, que ahora concluye, se inició en París, el pasado
21 de octubre, y ha continuado en Benicasim y Albacete", explican
desde la AABI. Precisamente, la ciudad manchega recibió a los
primeros voluntarios, el 14 de octubre de 1936, y acogió el cuartel
general y centro de entrenamiento para los extranjeros bajo el mando
del líder comunista francés
André Marty, quien ya desde París, en 1939, reivindicó ayudas para los
excombatientes, "las mismas prerrogativas que se concedieron a los
que lucharon en la guerra de 1914", y denunció públicamente la
"traición de Francia" por favorecer el aislamiento de la República
española.
En marzo de ese año, apenas unas semanas antes de que el general
Franco anunciara la victoria de los militares golpistas, Marty
defendía que todos debían "permanecer unidos en la defensa de las
democracias" y que no era tarde para llegar a una solución favorable
al Gobierno republicano. "Tienen armas y fábricas de armas. Y un
pueblo valeroso dispuesto a defenderse", recogieron
las crónicas de la época.
Una delegación de 100 personas llegadas de Alemania, Polonia,
Rumanía, Francia, Suecia, Dinamarca y Puerto Rico, entre otros
países, asiste en Madrid al homenaje en recuerdo de los brigadistas.
Sin embrago, desde la AABI no sienten respaldo institucional.
"Reivindicamos el papel fundamental que tuvieron en la guerra pero
también como luchadores contra el fascismo, y reclamamos un respeto
que en nuestro país ha faltado. No nos sentimos apoyados por las
instituciones", lamenta la presidenta de la AABI.
Fuente:
Público
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Las Brigadas Internacionales. Documental Canal
Historia |
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Despedida de las Brigadas Internacionales.
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