Esto no
tiene arreglo; decirlo a estas alturas de la historia, cuanto menos
muestra mi ingenuidad y no dice nada en mi favor. De nuevo un
enfrentamiento, un choque de Oriente contra Occidente, los talibanes
contra la humanidad. La razón, contra la sinrazón religiosa radical.
Todo, cuando no nos hemos recuperado de aquella Guerra Fría, la
Unión Soviética contra el mundo, de la que todavía tenemos
constancia de conflictos; del comunismo frente a la democracia, que
siguen diciendo algunos.
Alemania
del régimen nazi de Adolf Hitler perdió la guerra contra los
Aliados. En este bando vencedor, dos potencias se disputaban el
liderazgo: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas (URSS). En 1949, Estados Unidos y sus aliados unieron
esfuerzos a través del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), mientras
que los estados bajo la influencia de la Unión Soviética firmaron el
Pacto de Varsovia en 1955. Durante décadas, estadounidenses y
soviéticos compitieron por extender su influencia en muchos ámbitos
y en esas siguen: fabricación de armamento, competiciones
deportivas, acuerdos comerciales, o exploración espacial. Todo por
demostrar que su sistema es mejor. Por suerte, su rivalidad nunca
llegó a estallar en una guerra nuclear, por eso a este
enfrentamiento se le llama Guerra Fría.
En estos
días, la caída de Kabul implica la derrota de los Estados Unidos,
así como la de sus aliados de la OTAN; también el fracaso de
Occidente, no por intentar establecer la paz, sino por pretender
imponer la democratización en Afganistán, frente a la Unión
Soviética, que apoyaba al gobierno de la República Democrática. EEUU
asistió a los militantes islámicos, para enfrentar a las fuerzas
rusas. En 1994 surge el movimiento Talibán, en 1996 se crea el
Emirato Islámico de Afganistán, hasta la intervención de los EEUU,
tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas en 2001 por Al-Qaeda.
El triunfo Talibán representa
el fin del experimento de intentar democratizar un país dividido por
antagonismos tribales y donde la fuerza
del islamismo está enraizado en la cultura popular, en particular en
las zonas rurales donde reside el 80% de la población. Los intentos
de establecer un gobierno con un presidente y parlamento elegidos
por el voto popular no fueron suficientes para convencer a los
afganos de las ventajas de la democracia. Los ideales liberales que
pregona Estados Unidos no constituyen en ese contexto un incentivo
suficiente.
La
democracia en Occidente surgió después de un largo proceso de
confrontación de ideas, donde la razón confrontó con las fuerzas
irracionales de la Iglesia. Cuando esas ideas fueron reclamadas por
la mayoría fue posible el cambio de régimen político y la
valorización de la libertad, los derechos humanos y las aspiraciones
de igualdad, que si bien hoy forman parte del acervo occidental, son
todavía rechazadas en vastas partes del mundo. Con el triunfo de los
talibanes, el pueblo afgano volverá a estar sometido a la opresión
religiosa, donde la única opción será aceptar el sometimiento, el
destierro, la prisión o la muerte. Una vez más Occidente sobreestimó
su mensaje imponiéndolo pensando que era universal.
Pese a
las historia, poco se ha aprendido. Soy hijo de la guerra fría, nací
en el año 1949 y pese a mi vida luchando por la igualdad, la
justicia social, la solidaridad y la democracia, mis fuerzas están
resentidas y mi ánimo va perdiendo la esperanza de que todo vaya por
otros derroteros. Me voy a referir a aquellos tiempos que recuerdo,
a la conocida Guerra Fría. La Gran Alianza que había permitido
derrotar a los fascismos europeos y al expansionismo japonés. La
Guerra Fría, no es sino la larga y abierta rivalidad que enfrentó a
EEUU y la Unión Soviética y sus respectivos aliados. Este conflicto
fue la clave de las relaciones internacionales mundiales durante
casi medio siglo y se libró en los frentes políticos, económicos,
propagandístico y militar.
Berlín,
la antigua capital del Reich, había sido dividida en cuatro zonas de
ocupación y se hallaba situada en el corazón de la zona soviética.
Las crecientes discrepancias entre los antiguos aliados hicieron de
la cuestión de Berlín uno de los temas clave de la Guerra Fría. La
crisis de Berlín creó un sentimiento de solidaridad entre los
alemanes occidentales y los norteamericanos. En las tres zonas
occidentales se constituyó la República Federal de Alemania que se
dotó de una Ley Fundamental el 8 de mayo de 1949. Esta constitución
establecía un sistema liberal democrático. La URSS reaccionó en
octubre con el establecimiento en su zona de ocupación de la
República Democrática de Alemania, un estado creado siguiendo el
modelo de las "democracias populares". Unos años más tarde, creó una
organización militar que englobaba a todos los países comunistas a
la que denominó el Pacto de Varsovia. "Un telón de acero dividía
Europa en dos bloques opuestos" (Churchill).
Dos
concepciones opuestas del desarrollo, dos tipos de sociedad
diferentes y extraños entre sí, y dos sistemas económicos
antagónicos, los dos grandes bloques evolucionaron a lo largo de los
años cincuenta de muy distinta manera: En Occidente y Japón se
conseguía un ritmo de crecimiento constante, así como una agitada y
cambiante evolución política, respetando los principios democráticos
y con un cierto grado de semejanza entre unos países y otros. En los
países comunistas, se fortalecía la unión interna, el control social
y se levantaban sociedades industriales en algunos países que no
tenían una mínima tradición industrial.
La Guerra Fría terminó con el desmoronamiento
de la Unión Soviética. Las reformas de Mijail Gorbachov, que
liberalizó la economía y concedió mayores libertades políticas,
acabaron por generar una crisis mortal en la URSS. Su disolución, en
1991, tuvo como principal consecuencia el predominio de Estados
Unidos como única potencia mundial y la
OTAN convertida en una organización mucho
más amplia, en la que se fueron incorporado antiguos países de la
esfera soviética.
La escalada militar de ambos países dejó un mundo plagado de cabezas
nucleares, un peligro de autodestrucción
que la raza humana llevará siempre consigo desde entonces. En el
pasado quedaban innumerables guerras subsidiarias, patrocinadas por
ambas potencias en terceros países como Corea, Vietnam o Afganistán,
que provocaron miles de muertos y generaron problemas políticos aún
sin resolver
Alguna de
las consecuencias de la Guerra Fría fueron la polarización del mundo
en dos bandos, el procomunista y el anticomunista; la acumulación de
armas en los países satélites, que después de la finalización de la
Guerra Fría se redirigieron a movimientos paramilitares; se
consolidó el dominio soviético sobre los países de Europa oriental y
la injerencia de EEUU en la política interna de otros países de su
esfera.
Estados Unidos y la URSS han rivalizado por
imponer su modelo social, político y económico al resto del mundo:
el capitalismo –liderado por los EEUU–, que propone un modelo
político y económico en el que propiedad privada y empresas juegan
un papel muy importante. A la hora de crear riqueza, un gobierno
capitalista prioriza las iniciativas privadas antes que fortalecer
los servicios públicos. Por el contrario, el comunismo soviético
daba prioridad a las políticas y servicios sociales promovidos por
el gobierno. En un país comunista, el gobierno es propietario de los
recursos públicos (producción de las fábricas, servicios sanitarios,
educación) para distribuirlos entre la sociedad. La antigua URSS
instauró el sistema comunista en sus territorios, como Rusia, pero
también lo exportó a países como China, Cuba o Venezuela. Por su
parte, los Estados Unidos han exportado el sistema capitalista a la
mayoría de países occidentales. También han tratado de influir de
forma ilícita en el gobierno de países extranjeros apoyando varios
golpes de estado.
La división del mundo en dos bloques se
mantiene en la actualidad entre gobiernos con ideologías muy
diferentes. En ese sentido, Estados Unidos mantiene su pulso
particular con países comunistas como Cuba, el régimen de Corea del
Norte o el
gobierno comunista chino. Por otro lado,
Rusia, el país más importante de la antigua URSS, sigue rivalizando
con Estados Unidos para extender su influencia a nivel global. Ambos
gobiernos quieren mantener su autoridad y, para conseguirlo, se
posicionan en conflictos internacionales. Uno de los últimos
ejemplos es la guerra de Siria: Rusia se alió con el régimen sirio
de Bashar el Asad, mientras que Estados Unidos apoyó a rebeldes
sirios y kurdos. Hasta ahora Estados Unidos era el país más poderoso
en esta región de Oriente Medio pero, tras la retirada de las tropas
estadounidenses, el presidente Vladimir Putin quiere hacer de
mediador en el conflicto para ganar autoridad a nivel internacional.
La retirada de las tropas de Biden de
Afganistán abre la puerta a los mayores rivales de Washington para
ampliar su influencia.
Los ganadores de la vuelta de los talibanes son China, Pakistán y
Rusia que aumentarán su influencia internacional.
Los tres países han sido los más dispuestos a entrar en contacto con
las autoridades talibanes tras la retirada de las tropas
occidentales. Todo está por ver. Pero se avecinan malos tiempos para
la población afgana, especialmente para las mujeres y niñas.
Alguna
consecuencia buena tenía que aportar la Guerra Fría: favoreció la
aparición de movimientos antibelicistas y antinucleares
internacionales.
Hoy hay
que promover la movilización contra la toma de Afganistán por los
talibanes y en favor de los derechos humanos; y contra los que han
favorecido su regreso, cuando no promovido su victoria, exigiendo
toda la verdad que no la conocemos.