Octubre
ha sido un mes de revoluciones en la historia. En Rusia, tras la
Revolución de 1917, con la toma del poder bolchevique, se constituyó
la Unión Soviética, desintegrándose en 1991 con Gorbachov. Irán tuvo
su revolución en 2014. En España también tuvimos nuestra revolución.
Fue en 1917 cuando los conflictos sociales, económicos y militares,
convulsionaron España. Fue en 1934 con el objetivo de subvertir el
orden, por las contrarreformas antisociales del gobierno
reaccionario de turno. Hoy cabría preguntarse ¿hay razones para una
revolución? Hay razones, pero pocas convicciones y mula conciencia
de la situación.
En Rusia,
todo comenzó con la llegada de Lenin al liderazgo de un imperio en
transformación. La primera guerra mundial sometió a tensiones
brutales a la sociedad rusa y provocó la revolución, que acabó con
la autocracia zarista, transformándose en una república federal
socialista, Una sociedad de campesinos empobrecidos se elevó a la
condición de gran potencia industrial. La economía fue centralizada
por el Estado y el poder político quedó en manos del Politburó,
estableciéndose como régimen totalitario.
La
injusticia social y la creciente desigualdad en España, llevaron al
PSOE y a la UGT a la convocatoria de una huelga general indefinida,
con el fin de obligar a las clases dominantes a producir cambios del
sistema. Todo para garantizar al pueblo un mínimo de condiciones
decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras.
Se impuso la huelga general, sin plazo definido de terminación, como
el arma más poderosa que poseían para reivindicar sus derechos.
La huelga
fue un completo éxito y el poder reaccionó con una dura represión.
Los miembros del comité de huelga fueron detenidos y condenados a la
pena de cadena perpetua. En las elecciones de 1918 fueron elegidos
diputados y tras una campaña internacional para su excarcelación,
fueron indultados o quedaron en libertad. La represión produjo 71
muertos, 156 heridos y unos dos mil detenidos. La desafección hacia
el rey Alfonso XIII y hacia el sistema aumentó entre intelectuales y
la clase obrera y clase media. Avanzaba la descomposición de la
monarquía, que llevó a la dictadura de Primo de Rivera en 1923 y a
la proclamación de la República en 1931.
En 1934,
la izquierda había perdido el poder parlamentario, pero la fuerza
social seguía intacta en la lucha por mejorar sus condiciones de
vida. Largo Caballero llevaba tiempo criticando la política de
colaboración de clases, la democracia burguesa y el sistema
capitalista. Su nueva estrategia se produce en enero, cuando
defendiendo la vía insurreccional, asume los cargos de presidente
del PSOE y secretario general de UGT (con el apoyo de las Juventudes
Socialistas). El programa manifestaba: Con el poder político en las
manos anularemos los privilegios capitalistas y antes que ninguno el
derecho que les da explotar a los trabajadores.
Alejandro
Lerroux formó un nuevo gobierno, incorporando a tres ministros de la
CEDA. Ese mismo día, 4 de octubre de 1934, el comité revolucionario
socialista reunido en Madrid, tras contar con el apoyo de los
comunistas y de las Alianzas Obreras (no así con el de la CNT),
convocó la huelga general revolucionaria que se iniciaría a las 0
horas del día siguiente. La revolución de Octubre había comenzado.
La huelga
general tuvo un seguimiento masivo en casi todas las ciudades, pero
muy desigual, sobre todo en el campo, que acababa de salir de la
mayor huelga agraria de la historia de España (10.000 detenidos, 191
ayuntamientos socialistas destituidos, clausura de locales
sindicales y casas del pueblo). El hecho de que la CNT y la FAI no
secundaran el llamamiento revolucionario (salvo en Asturias), fue
una razón de su relativo fracaso. En Madrid, el día 8 fueron
detenidos casi todos los miembros del comité revolucionario
socialista.
El
gobierno entregó el mando represivo a Franco, entonces gobernador
militar de Baleares, quien movilizó al Tercio de Regulares. La
represión se saldó con más de mil muertos y torturas de los
detenidos en manos de la guardia civil; miles de despidos por su
participación en la huelga y más de treinta mil presos; la mayoría
de los dirigentes implicados apresados, dictándose veinte penas de
muerte, dos de ellas ejecutadas. Los procesos duraron hasta los
primeros meses de 1936.
En
Octubre de 1934, se convocó la huelga general revolucionaria, como
instrumento para la insurrección. En Asturias, antes de que
amaneciera el día 5 de Octubre, fueron atacados los cuartelillos de
la guardia civil en las cuencas mineras. Daba comienzo el movimiento
huelguístico insurreccional decretado por el Comité Revolucionario,
presidido por Largo Caballero. En la zona minera de León y Palencia,
el poder obrero duró cuatro días. En Asturias hasta el día 18. El
gobierno proclamó el Estado de guerra y al ejército establecer el
orden.
En
Oviedo, mil integrantes de las columnas obreras se apoderaron de la
zona sur de la ciudad, tomando el Ayuntamiento, frente a las fuerzas
del ejército, guardia de asalto, miembros de la guardia civil y del
cuerpo de carabineros integrado por más de dos mil efectivos. Se
unieron a la revolución Trubia, Gijón, Mieres, Sama y La Felguera,
organizándose abastecimientos, hospitales de campaña y servicio de
ferrocarriles.
El día 8,
los obreros organizados, toman la fábrica de armas y dominan Oviedo.
Las tropas de López Ochoa, fueron rechazadas cerca de Trubia
(parroquia a 12 Km. del concejo de Oviedo) desde Avilés protegidos
por veintiún aviones. Los obreros hechos prisioneros vienen en
cabeza de la columna. En la madrugada del 10, el crucero Cervantes
desembarca en Gijón a millares de Regulares de África, al mando del
teniente coronel Juan Yagüe que arrasa Gijón. En la tarde del jueves
11, López Ochoa, carnicero de Asturias, entra en Oviedo.
Ese mismo
día, los socialistas Peña, Dutor y Antuña, contra la postura de
comunistas y anarquistas, proponen una retirada organizada. Se forma
el Segundo Comité constituido por jóvenes comunistas, que la
organizan militarmente. Se cuenta que el día 13 de octubre, dos
muchachas, Aída Lafuente y Jesusa Penaos, militantes del comunismo
libertario, armadas con una ametralladora, intentan cerrar el avance
de los legionarios en la cota de San Pedro de los Arcos, pero no lo
consiguieron. Las tropas mandados por el teniente ruso-blanco Iván
Ivanov, las remataron con la punta de sus bayonetas.
Los
mineros en su retirada constituyen el Tercer Comité Provincial,
formado por socialistas y comunistas, con participación de la CNT,
presidido por Belarmino Tomás, deciden instalarse en Sama. Los
mineros de Oviedo resisten 48 horas más. El día 18, todo perdido, se
negocia la capitulación: el Comité depondrá las armas y las fuerzas
coloniales mercenarias no entrarán en la ciudad a la cabeza. Los
mercenarios africanos entraron en cabeza y de qué manera.
Murieron
mil quinientos revolucionarios durante los combates que siguieron al
levantamiento armado y más de doscientos durante la represión. Los
heridos fueron más de dos mil. En toda España fueron encarceladas
entre treinta y cuarenta mil personas, y miles de obreros perdieron
sus puestos de trabajo. La ciudad de Oviedo quedó asolada por los
incendios, los bombardeos atacantes y la dinamita de los defensores.
El
gobierno suspendió las garantías constitucionales. Numerosas
corporaciones municipales disueltas, locales de sindicatos y
partidos cerrados y periódicos clausurados. Los jurados mixtos
(instaurados durante el bienio reformista) suspendidos. La
contrarreforma se hizo más contundente. De las 23 penas de muerte
sentenciadas, dos fueron ejecutados: el sargento Vázquez (que había
volado un camión con treinta y dos guardias civiles) y Jesús
Argüelles Fernández "Pichalatu".
Las
represalias duraron en el tiempo. La Ley de Responsabilidades
Políticas promulgada por Franco en 1939, tipificaba como punibles
los actos y omisiones de quienes hubieran colaborado con la
República Española y participado en la revolución de Asturias. Se
legitimaron las multas, los embargos de bienes, los destierros y la
purga generalizada en el mundo laboral durante la posguerra. Esta
ley estuvo vigente hasta 1969, fecha en la que prescribieron los
delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939.
La
insurrección de Octubre no consiguió su objetivo final, al carecer
de organización, medios, armas, y planificación política y militar.
Faltó la unión decidida de las fuerzas proletarias; pero en Asturias
la unión fue determinante. También contó con la simpatía de los
partidos republicanos pequeño-burgueses.
La
revolución en España, tuvo nombre propio: Asturies; donde los
obreros de la industria y los mineros, tuvieron un protagonismo, del
que hoy todavía se habla y se siente.