Comienza el año cargado de inestabilidad y en una situación de alto
riesgo social. Tras la pandemia, la guerra en Ucrania que han
provocado problemas económicos y con la inflación que afecta al
bienestar ciudadano. Con todo, el grave problema que tenemos encima es
el cambio climático, que provoca subidas sin medida de las
temperaturas, destrucción de los casquetes polares, subida del nivel
de los mares, grandes inundaciones, con las consiguientes avalanchas
de personas huyendo de la miseria. Al margen de los negacionistas
indeseables, los partidos políticos y la sociedad en general, parece
que no se inmutan; estamos acabando con el Planeta.
El
calentamiento global del planeta se deja notar especialmente en la
criosfera –la nieve, el hielo, los glaciares...–. La tragedia del
glaciar de La Marmolada en julio del año pasado puso cara dramática al
camino hacia la extinción de los glaciares del mundo. En los Pirineos
han perdido un quinto de su superficie y seis metros de espesor solo
entre 2011 y 2020. Las altas temperaturas navideñas cierran el año más
cálido y alertan de un cambio climático brusco.
El
cambio climático se refiere a los cambios a largo plazo de las
temperaturas y los patrones climáticos. Ahora vemos como los plazos no
son tan largos. Estamos inmersos en sus efectos inmediatos. Los
cambios que se esperan pueden ser naturales, a través de las
variaciones del ciclo solar. Pero desde el siglo XIX, las actividades
humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido
principalmente a la quema de combustibles fósiles como el carbón, el
petróleo y el gas.
El primer día del año, España batió un buen
puñado de récords de altas temperaturas.
En Bilbao o San Sebastián tuvieron valores propios del verano en pleno
invierno Se tocaron los 25ºC. Y no fue el
único lugar. Este episodio se encadena, y prolonga en el inicio de
2023, la sucesión de meses con calor por encima de los promedios que
arrancó en mayo pasado: 2022 fue el año más cálido medido en España.
También supuso el verano más caluroso a nivel europeo, al que se le
sumó el octubre con más temperatura y un noviembre también entre los
más cálidos. Ahora, las temperaturas anormalmente altas se han
extendido desde España hasta Europa del Este. Mientras el calor se
mantenía en Europa, Norteamérica ha vivido un temporal de nieve frío
también calificado como histórico y al que se le ha atribuido medio
centenar de muertes.
La quema de combustibles fósiles genera
emisiones de gases de efecto invernadero que actúan como una manta que
envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las
temperaturas.
Algunos ejemplos de emisiones de gases de efecto invernadero son el
dióxido de carbono y el metano. Proceden del
uso de la gasolina para conducir un coche o del carbón para calentar
un edificio. El desmonte de tierras y bosques también puede liberar
dióxido de carbono. Los vertederos de basura son una fuente importante
de emisiones de metano. La industria, el transporte, los edificios,
la agricultura y el suelo se encuentran entre los principales
emisores.
Cerca de 200 países acordaron fijar en 1,5ºC el
umbral máximo de aumento de la temperatura del planeta. Debemos
reducir a cero las emisiones netas de gases de efecto invernadero para
2040 en toda la UE si no queremos vivir los peores efectos del cambio
climático.
El 81% de la ciudadanía piensa que España no hace lo suficiente para
luchar contra el cambio climático; que es la
modificación de la temperatura y del resto de variables del clima, que
se está produciendo con una velocidad e intensidad sin precedentes en
la historia de la humanidad, como consecuencia de la actividad humana.
Está ocurriendo en todo el mundo y sus
consecuencias pueden ser devastadoras, tanto
para el medio ambiente como para las personas. La actividad humana, en
concreto y principalmente, la quema de combustibles fósiles que
generan gases de efecto invernadero, es la causa detrás de esta grave
amenaza medioambiental, la mayor a la que se enfrenta la humanidad.
Los impactos del cambio climático ya son
perceptibles y quedan puestos en evidencia por datos de la
Organización Meteorológica Mundial (OMM): La
temperatura media mundial ha aumentado ya 1,11 ± 0,13 C desde la época
preindustrial. Los siete años transcurridos desde 2015 son los más
cálidos de los que se tienen datos. La década de 2011 a 2020 fue la
más cálida jamás registrada. En octubre de 2022, la concentración
media mensual de CO2 volvió a alcanzar un máximo histórico acumulado.
El contenido calorífico de los océanos ha alcanzado niveles sin
precedentes. El nivel medio del mar a escala mundial alcanzó un nuevo
máximo en 2021, tras aumentar una media de 4,5 mm anuales durante el
período 2013-2021.
Mucha gente piensa que el cambio climático
significa principalmente temperaturas más cálidas. Pero el aumento de
la temperatura es sólo el principio de la historia.
Según explica Naciones Unidas, como la Tierra es un sistema, en el que
todo está conectado, los cambios de una zona pueden influir en los
cambios de todas las demás. Las
consecuencias del cambio climático incluyen ahora, entre otras,
sequías intensas, escasez de agua, incendios graves, aumento del nivel
del mar, inundaciones, deshielo de los polos, tormentas catastróficas
y disminución de la biodiversidad.
Esos
impactos provocan a su vez daños económicos y sociales, que serán cada
vez más graves, como daños en las cosechas y en la producción
alimentaria o riesgos en la salud. Según la ONG Greenpeace España, en
los peores escenarios probables que los expertos reflejan, el aumento
de temperatura podría llegar a los 4,8ºC para final de siglo. El
cambio climático es un problema global que alcanza una perspectiva
ambiental, política, económica y social en la que las peores
previsiones también implican enormes pérdidas económicas. Y es que
cuanto más tardemos en actuar, mucho más elevadas serán las
inversiones para la adaptación al aumento de la temperatura y puede
llegarse a un límite en que la adaptación ya no sea posible.
El
sector energético, debido a su uso de energías sucias −petróleo,
carbón y gas−, es uno de los mayores contribuidores al calentamiento
global. Unas 90 empresas son responsables de casi las dos terceras
partes de las emisiones mundiales. Solo 20 de ellas, todas dedicadas a
los combustibles fósiles, emiten el 35% de todos los gases de efecto
invernadero del mundo. En España, las grandes eléctricas −Endesa,
Iberdrola, Naturgy, EDP y Viesgo− siguen generando buena parte de su
electricidad usando fuentes no renovables, por eso es necesario que
este modelo insostenible cambie y se acelere la transición a un
sistema energético eficiente, inteligente, 100% renovable y
democrático.
El
cambio de los sistemas energéticos de los combustibles fósiles a las
energías renovables, como la solar o la eólica, reducirá las emisiones
que provocan el cambio climático. Pero tenemos que empezar ya mismo.
Aunque una coalición cada vez más numerosa de países se compromete a
alcanzar las emisiones cero para 2050, alrededor de la mitad de los
recortes en las emisiones deben producirse antes de 2030 para mantener
el calentamiento por debajo de 1,5°C. La producción de combustibles
fósiles debe disminuir aproximadamente un 6% anual entre 2020 y 2030.
La revolución energética en manos de la
ciudadanía es el camino, propone Greenpeace. Con las
energías renovables, el ahorro y eficiencia
energética, la electrificación, la gestión de la demanda, la
integración y la inteligencia, una profunda
reforma del sistema eléctrico y del
transporte se conseguirá paliar los efectos del cambio climático,
generar puestos de trabajo y reducir los costes de electricidad.
Luchar contra el cambio climático no depende
solo de los gobiernos e instituciones internacionales,
todos podemos hacer muchas pequeñas acciones diarias para contribuir a
cambiar la situación actual y mejorar el medioambiente.
Los vehículos son unos de los mayores emisores de carbono, que
contribuye al efecto invernadero, por lo que hay que utilizar más el
transporte público. Hay que ahorrar en electricidad, utilizando
bombillas LED o de bajo consumo, no dejar aparatos eléctricos en stand
by ni no poner el aire acondicionado a temperaturas muy bajas o la
calefacción a temperaturas muy altas. Hay que reciclar, dejando
utilizar las bolsas de plástico, así como dar una segunda oportunidad
a la ropa, juguetes y otros objetos, utiliza el contenedor adecuado
para cada residuo. Hay que controlar el consumo de agua, que es un
bien escaso. Tenemos que reducir el consumo de carnes y aumentar el
consumo de frutas y verduras.
La
adaptación a las consecuencias del clima protege a las personas, los
hogares, las empresas, los medios de subsistencia, las
infraestructuras y los ecosistemas naturales. Abarca los impactos
actuales y los probables en el futuro. La adaptación será necesaria en
todas partes, pero debe darse prioridad ahora a las personas más
vulnerables y con menos recursos para hacer frente a los riesgos
climáticos.
Necesitamos prescindir de los combustibles contaminantes y de la
energía nuclear y aumentar la participación de la ciudadanía para que
se beneficie de la transición renovable. Frenar el cambio climático
está en nuestras manos y concienciarnos de cómo pequeñas acciones
diarias pueden influir para mejorar las cosas.