El asedio del
Alcázar de Toledo fue una batalla altamente simbólica que ocurrió en los
comienzos de la Guerra en España. Se enfrentaron fuerzas compuestas por
milicianos del Frente Popular y de Guardias de Asalto, contra las
fuerzas sublevadas de la guarnición militar. El odio y la venganza
hicieron posible una represión que causó demasiadas muertes; una
verdadera masacre.
Las fuerzas
republicanas empezaron el asedio el 21 de julio de 1936 y lo levantaron
el 27 de septiembre, con la llegada del Ejército de África al mando del
general Varela, que había hecho un alto en el camino hacia Madrid.
Franco entró en la ciudad al día siguiente. El 27 de septiembre el Tabor
de Regulares de Tetuán y una bandera de la Legión liberan Toledo. Radio
Nacional informa que cinco mil milicianos rojos huyeron de la ciudad,
cuando Moscardó pronunció ante el general Varela su mítica frase tras 70
días de asedio: Sin novedad en el Alcázar.
La
resistencia del Alcázar de Toledo era todo un símbolo sin valor militar.
El Gobierno de la república se esforzó en la rendición. Largo Caballero
asistió en persona a las voladuras y feroces ataques sobre el edificio
toledano, pero fue en vano. Tras su liberación, con Franco entrando en
la ciudad empezó la represión. Ciegos de odio y de venganza, salieron
matando sin contemplación ni miramientos.
La conclusión del estudio realizado sobre la
represión franquista en la ciudad de Toledo, circunscrita al espacio
físico del Cementerio Municipal es la siguiente:
Se han cuantificado las víctimas de la represión entre 1936 y 1947 en un
total de 1.787 personas, ubicando a casi la
totalidad de las víctimas en el Cementerio de la ciudad del Tajo. De
esas 1.787 víctimas contabilizadas en el estudio investigación realizado
para el Ayuntamiento de Toledo, para la FEMP y para la Secretaría de
Estado de Memoria Democrática, se han llegado a identificar y nominar a
1004 de ellas. Las 783 víctimas restantes siguen apareciendo como
desaparecidos.
El patio 42
del cementerio de Toledo alberga los restos de más de mil víctimas de la
represión inmediata tras la entrada de las llamadas tropas nacionales.
Las cifras de enterramientos vinculados a la represión, tanto en este
como en otros lugares del cementerio, superan las que hasta ahora habían
establecido como válidas los investigadores. Hubo otras fosas en
distintos puntos de la ciudad, además de un importante número de
cadáveres que fueron arrastrados por la corriente del Tajo, al haber
muerto mientras intentaban cruzar al otro lado de la ribera.
Una de las víctimas de la represión fue mi abuela
Antonia Arrogante, que murió fusilada en las tapias del cementerio. Cada
año rindo homenaje al luctuoso y trágico acontecimiento que causó un
trauma histórico a mi familia y que yo mantengo en el recuerdo, sin
olvido ni perdón. La confirmación documental del asesinato, me la
facilitó la organización Víctimas de la dictadura de Castilla-La Mancha:
Antonia Arrogante Carretero (de profesión sus labores), natural de
Cebolla, murió por asesinato el día 28/9/36, en Toledo.
El día 24 de
septiembre las tropas rebeldes al mando del general Varela estaban ya en
los suburbios de Toledo y las milicias frentepopulistas debieron
enfrentar sucesivamente a estos refuerzos del bando sublevado junto a
los rebeldes dentro del Alcázar, lo cual hizo insostenibles las
posiciones republicanas. Algunas milicias opusieron resistencia a los
sublevados, pero la mayoría de los milicianos prefirió retirarse hacia
Aranjuez temiendo ser atrapadas en un nuevo cerco, facilitando que las
tropas de Varela dominaran por completo la ciudad de Toledo y enlazaron
con los sitiados del Alcázar el 27 de septiembre de 1936, terminando así
el asedio.
Una
particularidad de la represión en Toledo es que se realizó sin testigos,
al haberse ordenado por el general Varela que los periodistas que
acompañaban a las columnas del ejército de África, permanecieran
hospedados en Talavera de la Reina hasta nueva orden. La razón de este
veto venía como consecuencia de la repercusión internacional que había
tenido la conocida como matanza de Badajoz, y que había perjudicado la
aureola piadosa con la que pretendían cubrirse los de la cruzada
católica contra el marxismo. Era mejor no tener testigos, al menos en la
primera fase de la conquista de ciudades, y que era cuando se producían
con más virulencia ejecuciones extrajudiciales, violaciones de mujeres y
saqueos de reparto del botín, algo a lo que se entregaban con entusiasmo
los mercenarios marroquíes en particular.
En el primer
período de la violencia física que caracteriza la irrupción y el
establecimiento del franquismo en la ciudad viene a denominarse como la
masacre de Toledo, por el número de víctimas que supuso, por el nivel de
violencia alcanzado y por la total impunidad que caracteriza los
procesos de violencia observados. A este período represivo le
corresponden 1.101 víctimas, entre militares y civiles.
El sistema
punitivo franquista está presente en Toledo desde la toma de la ciudad,
los días 27 y 28 de septiembre. Son continuos y habituales las
detenciones, los paseos y sacas, que se suceden durante esos días. Hasta
el punto de que han de habilitarse dos prisiones, además de la
Provincial para acoger a la gran cantidad de presos.
Franco
convirtió la liberación de Toledo en un valioso golpe de efecto
internacional, llegando a recrearlo, recorriendo los escombros, para las
cámaras de los noticiarios que se proyectaron en salas de cine de todo
el mundo. Franco no forzó la marcha hacia Madrid aprovechando el ímpetu
del ataque y la inadecuada defensa que entonces oponía la ciudad. Hizo
girar las tropas hacia Toledo para acudir en auxilio de los sitiados del
Alcázar. Como Yagüe protestó contra esta decisión, Franco le sustituyó
por Varela, que acababa de tomar la localidad malagueña de Ronda. La
ambición política llevó a Franco, a convertirse en el salvador del
Alcázar y jefe indiscutible de la sublevación.
La Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica
pide al Gobierno de Castilla-La Mancha que deje de blanquear al
franquismo en el portal de Cultura en el relato de la historia del
Alcázar de Toledo, al señalar que el coronel
Moscardó lo utilizó como punto defensivo, cuando en realidad era el
atacante de un golpe de Estado. Para la asociación, además de utilizar
el lenguaje de defensa del Alcázar del que se sirvió durante décadas la
dictadura franquista, se está atentando contra el honor de miles de
personas que trataron de evitar que el fascismo tomara violentamente el
poder y siguieron combatiendo este régimen hasta que retornó la
democracia.
Cabe recordar
que el interior del Alcázar alberga los restos de los golpistas José
Moscardó y Jaime Milans del Bosch, pese a que desde hace años se viene
reclamando por parte de distintas organizaciones memorialistas y
partidos políticos su exhumación. Un paso hacia el que pareció abrirse
una vía hace dos años, cuando desde la Secretaría de Estado de Memoria
Democrática se ponían en marcha las conversaciones con el Ministerio de
Defensa para exhumar los restos de estos militares franquistas de la
cripta del Alcázar, hoy sede del Museo del Ejército.
Transcurridos
ochenta y ocho años (yo tengo 75), sigo sintiendo dolor y desprecio
hacia quienes cometieron los crímenes y por aquellos que hoy justifican
el asesinato de las decenas de miles de hombres y mujeres que murieron y
sufrieron persecución victimas de la barbarie. Hoy, todavía, siguen sin
reconocer el genocidio franquista. Reivindico mi memoria histórica, por
lo que ni olvido ni perdono.
Mi abuela Antonia Arrogante tenía un carácter
fuerte, de mediana estatura, fuerte, guapetona, con moño bajo, saya
larga y pañoleta negra sobre los hombros. Vivía en Toledo,
en el Callejón de los Niños Hermosos, callejón
sin salida de la judería toledana, del que la sacaron para nunca volver.
Oigo las botas contra el empedrado, los gritos y empujones, los
culatazos de los fusiles sobre su espalda. Veo la cara perpleja y
asustada de mi abuela Antonia, embarazada, y las caras descompuestas por
el odio de los sacadores. Oigo el sonido seco de las descargas de los
fusiles y el taac, taac de los tiros de gracia en las tapias del
cementerio a la vera del Tajo.
Cuando se
dice desde el ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática,
que se han dado pasos para la exhumación de los golpistas, lo cierto es
que nada se ha movido. Los asesinos enterrados en el Alcázar y las
víctimas siguen en fosas comunes y muchas sin identificar.