El 7 de mayo
de 1945 se firmaba el acta de rendición incondicional, que ponía fin al
predominio del nazismo en Europa. Quedaba odio y rencor. Hoy, aquella
ideología criminal vuelve a tomar auge en la Europa unida y tenemos que
evitarlo. Múltiples fueron las causas y graves sus consecuencias que
dejó tras de si. Las condiciones creadas tras la Primera Guerra Mundial
sentaron las bases para el inicio del nuevo conflicto mundial. Más
destrucción, sufrimiento y muerte. La humanidad no había dado de si toda
la crueldad de la que era y es capaz.
El 29 de
abril de 1945, Hitler se suicidó. Berlín fue tomada por las fuerzas
soviéticas y el 7 de mayo se produjo la rendición alemana. La guerra en
el Pacifico terminó en agosto, poco después de que los Estados Unidos
lanzaran las bombas atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y
Nagasaki. Murieron en el acto ciento veinte mil personas. Como
consecuencia de todo, EEUU y la Unión Soviética surgieron como las
superpotencias que iban a dominar el mundo. La guerra fría; el inicio de
la era atómica; la descolonización; y la creación de organismos
internacionales como la ONU o las Comisiones Europeas, fueron otras de
sus consecuencias.
Tras el
suicidio de Adolf Hitler, que no pudo soportar que los soviéticos
estuvieran a escasos metros del Bunker, la rendición alemana estaba
cantada. El Acta de rendición militar se firmó en el Cuartel General de
Eisenhower, Comandante Supremo Aliado en Europa. La rendición
incondicional se produjo el 8 a las 22,43 (hora de Europa), ante el
Mariscal del Ejército Rojo Gueorgui Zhúkov, poniendo fin a la Segunda
Guerra Mundial en el continente europeo.
Las principales
causas de la Segunda Guerra Mundial, provienen
de las consecuencias de la Primera (1914-1918). El tratado de Versalles
(1919) estipulaba que las Potencias Centrales (Alemania y sus aliados)
aceptasen las responsabilidades morales y materiales por haber causado
la guerra; además debían desarmarse. Tuvieron que realizar concesiones
territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes indemnizaciones
económicas a los Estados victoriosos.
La Gran Depresión de 1929,
se prolongó durante la década de 1930. Fue
otra de las causas de la SGM y sus efectos fueron devastadores en casi
todos los países, ricos y pobres, donde la inseguridad y la miseria se
transmitieron como una epidemia. Cayeron la renta nacional, los ingresos
fiscales, los beneficios empresariales y los precios. Ciudades de todo
el mundo se vieron gravemente afectadas, especialmente las que dependían
de la industria pesada. La agricultura y las zonas rurales sufrieron la
caída de los precios y de las cosechas, La
política del New Deal en 1932, establecida por
el presidente Roosevelt, marcó el inicio del final de la Gran Depresión
en Estados Unidos, pero no en Alemania.
La Guerra en España (1936-1939) sirvió de campo de
pruebas para Alemania e Italia. Hitler, tras denunciar las cláusulas
sobre desarme impuestas a Alemania por el Tratado de Versalles, organizó
un nuevo ejército y puso a prueba el nuevo armamento y las nuevas
tácticas guerreras. Hitler y Mussolini, entregaron material de guerra a
Franco y enviaron tropas especializadas a combatir en suelo español
contra el gobierno republicano. Las otras potencias, encabezadas por
Francia y apoyada por Reino Unido, se abstuvieron de intervenir,
desarrollando su política de «No intervención».
La guerra de España venía a complicar el juego estratégico que se
desencadenaba en Europa.
Hitler al
llegar al poder, procedió al rearme de la nación; firmó tratados
estratégicos con Italia y Japón para proyectar aún más lejos sus
ambiciones de dominación planetaria. Los Aliados, temerosos de una nueva
guerra mundial, trataron de contener la situación mediante una política
de «apaciguamiento» –y ciertas muestras de simpatía hacia el nuevo
régimen–, que resultó ser ineficaz y contraproducente. La invasión de
Polonia por el ejército nazi en septiembre de 1939, lo desbarató todo.
Gran Bretaña y Francia declararon la guerra al Tercer Reich y con ello
comenzaba la Segunda Guerra Mundial, que Hitler valoraba como
imprescindible necesaria para sus planes, después de asegurar la
neutralidad de la URSS, con el pacto de no-agresión.
El número de
muertos que produjo la SGM llegó a cincuenta y cinco millones de
personas (imaginemos la dimensión, si tenemos en cuenta que España tiene
una población de cuarenta y nueve millones). A esta pavorosa cifra hay
que sumar el sufrimiento de la población en general, de los prisioneros,
las secuelas físicas y psíquicas de los campos de concentración.
Desaparecieron ciudades, vías férreas, carreteras, puentes y plantas
industriales, así como quedaron afectados los campos más fértiles. Todo
quedó desecho.
Al finalizar la guerra, los vencedores dividieron
el territorio alemán en cuatro zonas de ocupación (norteamericana,
inglesa, francesa, y soviética). La ciudad de Berlín, situada en la zona
rusa, también fue dividida en cuatro zonas. Más tarde, en 1961 quedaría
separada del resto del mundo por
el muro de la vergüenza, que cayó en 1989.
Europa perdió
el poder global que había mantenido. Nació la «bipolaridad» del poder
encarnado por las dos superpotencias. Las monarquías en Italia,
Yugoslavia, Albania, Rumania y Bulgaria, perdieron el poder y se
convirtieron en republicas. El «mundo comunista» extendió su influencia
sobre Europa Oriental y los Balcanes, planteándose un nuevo conflicto
ideológico entre comunistas y democracias occidentales. Nacieron las
Naciones Unidas, como instrumento para servir la paz internacional.
Durante seis
años, la SGM se cobró más vidas y destruyó más tierras y propiedades en
todo el mundo que cualquier otra guerra antes conocida. De los cincuenta
y cinco millones de personas muertas, seis millones eran judíos,
exterminados en los campos de concentración nazis, como parte de la
Solución Final planeada por Hitler y figuras como Himmler o Reinhard
Heydrich. Gitanos, homosexuales y personas de ideología opuesta fueron
víctimas que aumentaron la barbarie.
El antiguo
Tercer Reich fue dividido. Prusia Oriental fue repartida entre Polonia y
la URSS, mientras que las regiones germanas de Pomerania y Silesia,
fueron transferidas a Polonia según lo pactado por Reino Unido, Estados
Unidos, la Unión Soviética y Francia en los Acuerdos de Potsdam. El
resto de Alemania, excluyendo Berlín, quedaba dividido en cuatro zonas
militares de ocupación. En 1949, las tres zonas ocupadas por Estados
Unidos, Gran Bretaña y Francia se convirtieron en la Alemania Occidental
(República Federal de Alemania), y ese mismo año, la zona de ocupación
soviética, Alemania Oriental se convirtió en la República Democrática
Alemana.
La ciudad de Berlín, había quedado dividida en
cuatro zonas, permaneciendo bajo ocupación militar, hasta el 12 de
septiembre de 1990, por el
Tratado sobre el Acuerdo Final Con Respecto a Alemania,
firmado por las cuatro potencias y los dos gobiernos alemanes. Fue el
tratado final de paz y la restauración de la plena soberanía alemana,
tras acordarse el fin de la ocupación extranjera. La reunificación
alemana se produjo el 3 de octubre y el país reunificado obtuvo la
soberanía el 15 de marzo de 1991.
Tras el final
de la Segunda Guerra Mundial y la rendición de la Alemania nazi, un
tribunal militar internacional sometió a juicio a los nazis de alto
rango en Núremberg por crímenes contra la paz, crímenes de guerra,
crímenes contra la humanidad y genocidio. Se celebraron entre noviembre
de 1945 y abril de 1949. El Tribunal Militar Internacional estaba
conformado por jueces de los países aliados. No todos los implicados
pudieron ser juzgados. Joseph Goebbels y Heinrich Himmler se habían
suicidado y otros tres se encontraban huidos.
Más de
cincuenta guerras, conflictos armados o de «baja intensidad», están
abiertas en nuestro planeta. Independentistas, de insurgencia islámica,
otras religiosas, tribales o de identidad cultural, étnicas y contra el
narcotráfico. Casi todas con la ayuda de los países occidentales que
suministran armamento y proclaman la paz: Afganistán, Angola, Argelia,
Birmania, Chad, China, Colombia, Corea del Norte y Corea del Sur,
Egipto, Etiopía, Filipinas, Gambia, India, Indonesia, Irak, Irán,
Líbano, Libia, Mauritania, Marruecos, México, Níger, Nigeria, Pakistán,
Perú, República Centroafricana, República Democrática del Congo, Sahara,
Senegal, Siria, Somalia, Sudán, Tailandia, Túnez, Uganda o Yemen. Y
ahora las guerras de Rusia contra Ucrania e Israel contra el pueblo
palestino sometido a un auténtico genocidio, amenazan con otra guerra
global.
El genocidio
es un delito que puede cometerse tanto en tiempos de guerra como en
tiempos de paz. La definición de genocidio se establece en el Artículo
II de la Convención para la prevención y la sanción del delito de
genocidio: Se entiende por genocidio cualquiera de los actos perpetrados
con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional,
étnico, racial o religioso; o la matanza de miembros del grupo; lesión
grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo.
Han pasado
ochenta años y algunas de sus consecuencias todavía se dejan sentir o
están presentes en el desarrollo de las relaciones internacionales. La
Segunda Guerra Mundial ha quedado marcada como uno de los conflictos más
destructivos en la historia del mundo. Desde entonces el mundo no ha
dejado de guerrear.