No
dejan de oírse tambores de guerra y verse fumatas que pretenden hacernos
ver que una tercera guerra mundial se acerca. Malos tiempos corren para
la paz, poniendo en riesgo el Estado de Bienestar, junto con la vida y
el bienestar mismo de las personas. Si el alto el fuego y el fin de las
guerras era difícil de prever entre Rusia y Ucrania, ahora con la
reaparición de Trump, amigo de Putin, deslegitimando a Zelenski, aparece
Von der Leyen, proponiendo que los países se armen para protegerse; y ya
sabemos, cuando hay armas, hay guerra, si no para qué tenerlas.
La jefa
de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen proclama, que Europa se
enfrenta a un peligro existencial, y por lo tanto debe poder protegerse,
defenderse; poniendo a Ucrania en una posición de fuerza. Los líderes
europeos coinciden en que el momento es crucial. La situación es crítica
en Ucrania, presionada, no solo por el invasor ruso, sino por Trump, que
amenaza a Zelenski para que llegue a un acuerdo en una mesa de
negociación en la que no está Kiev ni la UE. El olvido es selectivo, del
genocidio de Israel contra el pueblo palestino, poco se habla.
Dice Maria R. Sahuquillo en El País: Europa se
ha adentrado en una nueva era, la del rearme, en medio de la
incertidumbre global de un paisaje geopolítico incendiado, en el que los
viejos aliados, como Estados Unidos, ya no lo son tanto, y los enemigos,
como Rusia, se crecen por la sacudida al orden mundial basado en reglas.
La Unión Europea, que se creó como un proyecto de paz tras la II Guerra
Mundial, está dinamitando un tabú mayúsculo y avanza hacia una unión de
la defensa que cubra las grietas de una potencial retirada del paraguas
de seguridad que hoy proporciona Washington. Europa cruza otra frontera
y se dispone a dar el salto militar.
El ser
humano no aprende de las experiencias históricas. La violencia ha sido y
sigue siendo la manera eficaz para resolver conflictos. El sufrimiento
no es razón suficiente para evitar las guerras que proliferan en el
mundo a costa de destrucción, dolor y muerte. Miremos algunas de las
graves consecuencias que Europa todavía sufre de los dos últimos
conflictos bélicos. Las condiciones creadas tras la Primera Guerra
Mundial sentaron las bases para el inicio del nuevo conflicto mundial.
Más destrucción, sufrimiento y muerte. La humanidad no había dado de si
toda la crueldad de la que era y es capaz.
España también jugó su papel antes y durante la guerra, por lo que
sufrimos las consecuencias de la posguerra durante años. El 8 de mayo de
1945, se firmaba el acta de rendición incondicional, que ponía fin al
predominio del nazismo en Europa. Quedaba odio y rencor. Hoy, aquella
ideología criminal vuelve a tomar auge en la Europa unida y tenemos que
evitarlo. Pedro Sánchez ha advertido acerca del escenario internacional
marcado por Trump, Putin y el avance de los de la motosierra de la
ultraderecha, que van derribando conquistas sociales como si fueran
árboles que pueden tirar.
A Sánchez le preocupa la seguridad de Europa y la paz en Ucrania,
que son las dos caras de la misma moneda. Apremia una paz justa y
duradera y que europeos y ucranios tenemos que estar en la mesa.
La convulsión del orden mundial con la llegada de Trump y su decisión
inédita de romper el vínculo atlántico UE-EEUU deja un escenario inédito
en Europa, obligada a improvisar decisiones trascendentales para una
desarrollar una política de Defensa al margen del aliado americano.
Le toca al presidente del Gobierno Pedro Sánchez, gestionar esta
compleja e inesperada coyuntura, que se ha
comprometido a un considerable aumento del gasto militar, y llegar al 2%
del PIB antes de 2029. Ha abogado por mejorar las capacidades de
seguridad de España para defender Europa y depender menos de otros.
La guerra en España (1936-1939), llamada civil, pero que fue militar,
por supuesto, sirvió de campo de pruebas para Alemania e Italia. Hitler,
tras denunciar las cláusulas sobre desarme impuestas a Alemania por el
Tratado de Versalles, organizó un nuevo ejército y puso a prueba el
nuevo armamento y las nuevas tácticas guerreras. Hitler y Mussolini,
entregaron material de guerra a Franco y enviaron tropas especializadas
a combatir en suelo español contra el gobierno republicano. Las otras
potencias, encabezadas por Francia y apoyada por Reino Unido, se
abstuvieron de intervenir,
desarrollando su política de No intervención,
porque la guerra de España venía a complicar el juego estratégico que se
desencadenaba en Europa. Todo fueron ventajas para el nazismo y el
fascismo español. La República quedaba abandonada a su suerte.
La
guerra en el Pacifico terminó en agosto de 1945, poco después de que los
Estados Unidos lanzaran las bombas atómicas en las ciudades japonesas de
Hiroshima y Nagasaki. Murieron en el acto ciento veinte mil personas.
Como consecuencia de todo, EEUU y la Unión Soviética surgieron como las
superpotencias que iban a dominar el mundo. La guerra fría; el inicio de
la era atómica; la descolonización; y la creación de organismos
internacionales como la ONU o las Comisiones Europeas, fueron otras de
sus consecuencias. Para España representó el aislamiento internacional,
la represión política y la depresión económica.
Las principales
causas de la II Guerra Mundial, provienen de
las consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). El tratado
de Versalles (1919) estipulaba que las Potencias Centrales (Alemania y
sus aliados) aceptasen las responsabilidades morales y materiales por
haber causado la guerra; además debían desarmarse. Tuvieron que realizar
concesiones territoriales a los vencedores y pagar exorbitantes
indemnizaciones económicas a los Estados victoriosos.
De otra parte el
Plan Dawes (1924), auspiciado por EEUU,
pretendía que los aliados vencedores de la Primera Guerra, consiguieran
sus reparaciones, buscando la estabilidad de la economía alemana y
evitar mayores perjuicios. Alemania en el 20º aniversario de su
reunificación (1990),
realizó el último pago de las indemnizaciones de la Gran Guerra
estipuladas en el Tratado de Versalles. Con el
pago terminaron 92 años de un tratado, que algunos de los más reputados
historiadores alemanes consideran una chapuza en sus términos
económicos.
Hitler
al llegar al poder, procedió al rearme de la nación; firmó tratados
estratégicos con Italia y Japón para proyectar aún más lejos sus
ambiciones de dominación planetaria. Los Aliados, temerosos de una nueva
guerra mundial, trataron de contener la situación mediante una política
de apaciguamiento –y ciertas muestras de simpatía hacia el nuevo
régimen–, que resultó ser ineficaz y contraproducente. La invasión de
Polonia por el ejército nazi en septiembre de 1939, lo desbarató todo.
Gran Bretaña y Francia declararon la guerra al Tercer Reich y con ello
comenzaba la Segunda Guerra Mundial, que Hitler valoraba como
imprescindible necesaria para sus planes, después de asegurar la
neutralidad de la URSS, con el pacto de no-agresión.
No es
objetivo de este artículo entrar en el desarrollo de la larga guerra,
sino el de ofrecer algunos apuntes sobre sus causas y consecuencia. Las
humanitarias, son las más trágicas. El número de muertos llegó a
cincuenta y cinco millones de personas (imaginemos la dimensión, si
tenemos en cuenta que España tiene una población de cuarenta y siete
millones). A esta pavorosa cifra hay que sumar el sufrimiento de la
población en general, de los prisioneros, las secuelas físicas y
psíquicas de los campos de concentración. Desaparecieron ciudades, vías
férreas, carreteras, puentes y plantas industriales, así como quedaron
afectados los campos más fértiles. Todo quedó desecho.
La SGM
fue el conflicto armado de mayores dimensiones de la historia. Se
enfrentaron los países que conformaban las Potencias Aliadas y las
Potencias del Eje. Tras seis años de lucha, el 14 de agosto de 1945, se
declara el final de la guerra y la caída de los regímenes de Adolf
Hitler en Alemania y Hideki Tojo en el Imperio del Japón. El mundo quedó
divido en dos bloques irreconciliables.
Al finalizar la guerra, los vencedores dividieron el territorio alemán
en cuatro zonas de ocupación (norteamericana, inglesa, francesa, y
soviética). La ciudad de Berlín, situada en la zona rusa, también fue
dividida en cuatro zonas. Más tarde, en 1961 quedaría separada del resto
del mundo por
el muro de la vergüenza, que cayó en 1989.
EEUU ocuparon posiciones estratégicas en el Pacífico y Corea quedó
ocupada por fuerzas norteamericanas y soviéticas. El diseño del
nuevo orden mundial, plasmado en los tratados de paz,
sigue influyendo en la política mundial.
Europa
perdió el poder global que había mantenido. Nació la bipolaridad del
poder encarnado por las dos superpotencias. Las monarquías en Italia,
Yugoslavia, Albania, Rumania y Bulgaria, perdieron el poder y se
convirtieron en republicas. El mundo comunista extendió su influencia
sobre Europa Oriental y los Balcanes, planteándose un nuevo conflicto
ideológico entre comunistas y democracias occidentales. Nacieron las
Naciones Unidas, como instrumento para servir la paz internacional.
Durante
seis años, la SGM se cobró más vidas y destruyó más tierras y
propiedades en todo el mundo que cualquier otra guerra antes conocida.
De los cincuenta y cinco millones de personas muertas, seis millones
eran judíos, exterminados en los campos de concentración nazis, como
parte de la Solución Final planeada por Hitler y figuras como Himmler o
Reinhard Heydrich. Gitanos, homosexuales y personas de ideología opuesta
fueron víctimas que aumentaron la barbarie.
La
Segunda Guerra Mundial ha quedado marcada como uno de los conflictos más
destructivos en la historia del mundo, aunque parece que se olvidan sus
consecuencias. Desde entonces el mundo no ha dejado de guerrear.
Ahora
se vislumbra una nueva guerra que afectará a Europa. Nuevos actores que
no dejan de provocar, Trump contra Zelenski, junto a Putin y contra la
Unión Europea que se creó como una alternativa de paz a las guerras,
rearmándose.