José Manuel Caballero Bonald, nació en Jerez de la Frontera, el 11 de noviembre de 1926. Es un escritor español, que ha sobresalido principalmente como poeta. La cuidadosa utilización del lenguaje y el barroquismo caracterizan su obra.

De padre cubano —republicano del Partido Reformista— y madre de ascendencia aristocrática francesa —de la familia del vizconde de Bonald—, estudió Filosofía y Letras en Sevilla entre 1949 y 1952 y náutica y astronomía en Cádiz. En estos mismos años comenzó a relacionarse con los cordobeses de la revista Cántico, como Pablo García Baena.

Publicó su primer poemario, Las adivinaciones, en 1952, tras haber obtenido con él un accésit del Premio Adonáis. Dos años antes había ganado el Platero de poesía.

Su carrera continuó en Latinoamérica, donde fue profesor universitario en Bogotá. En la capital colombiana escribió su primera novela —Dos días de septiembre, galardonada en 1961 con el Premio Biblioteca Breve y publicada al año siguiente— y tuvo a su primer hijo.

Colaboró con Camilo José Cela y con el proyecto del Instituto de Lexicografía de la Real Academia Española. Además, tuvo un idilio de siete años con la primera mujer de Cela, Rosario Conde.

En 1986 se inauguró un instituto con su nombre, y en 1998 se constituyó la Fundación Caballero Bonald.

En abril de 2009 publica La noche no tiene paredes, compuesto por 103 poemas, donde hace una reivindicación de la incertidumbre, porque, en sus propias palabras, «el que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil.»

Tras la publicación de Entreguerras (2012), libro formado por un solo poema de casi 3.000 versos, declaró: "ya no voy a escribir nada".

Ha reconocido que escribir poesía le ayuda a mantenerse joven. "El permanecer en la brecha te rejuvenece. El que no se queda callado, el que iguala el pensamiento con la vida, tiene ya mucho ganado para rejuvenecer", declaró al cumplir 80 años

El 29 de noviembre de 2012 fue galardonado con el Premio Cervantes.

Ha sido presidente del jurado de varios galardones literarios, tanto de poesía como de narrativa, entre los que destaca el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja, localidad esta última que en junio de 2010 le dedicó una de sus plazas.


 

 Semblanza crítica

José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) nació en el seno de una familia de padre cubano (hijo de criolla y de cántabro) y madre andaluza de procedencia francesa (descendiente del vizconde de Bonald, pensador católico y antirrevolucionario). Estudió Náutica en Cádiz, y Filosofía y Letras en Sevilla y en Madrid. Fue secretario y subdirector de Papeles de Son Armadans, revista dirigida desde Palma de Mallorca por Camilo José Cela, con quien colaboró algunos años. Más tarde ejerció como profesor universitario de literatura en Bogotá, y, de regreso a España, trabajó en diversos proyectos editoriales y en el Instituto de Lexicografía de la RAE.

Vinculado en sus orígenes literarios a grupos poéticos gaditanos y, más ampliamente, andaluces, su primer libro es Las adivinaciones(1952; accésit del premio Adonais), al que siguieron Memorias de poco tiempo (1954), Anteo (1956) y Las horas muertas (1959; premio Boscán y de la Crítica). Desde sus primeros títulos se aprecia en Caballero Bonald la aleación entre testimonialismo social, contiguo en ciertos rasgos temáticos al realismo dialéctico, y rememoración temporalista, que lo acerca a la poesía elegíaca de larga tradición, aunque sin dejarse absorber por la habitual melancolía retrospectiva y sin renunciar a la impronta crítica. Todo ello se canaliza en un lenguaje exigente, que nunca cede a las facilidades de la literatura como documento, propaganda o proclama, ni a una moral revolucionaria prescriptiva. Así, supo salir airoso de su aportación más evidente a la lírica comprometida (Pliegos de cordel, 1963), en un momento de decadencia de la poesía social, en que sus compañeros cercanos al socialrealismo se apartaban de dicha estética, en pos de caminos más personalizados.

Para entonces, ya había iniciado su carrera de novelista con Dos días de setiembre (1962; premio Biblioteca Breve), fecundamente continuada por Ágata ojo de gato (1974; premio Barral, al que renuncia, y de la Crítica), Toda la noche oyeron pasar pájaros (1981), En la casa del padre (1988) y Campo de Agramante (1992). Es también un excelente memorialista, tarea de la que ha dado testimonio en Tiempo de guerras perdidas (1995) y La costumbre de vivir (2001).

Su primera plenitud como poeta la consiguió en Descrédito del héroe (1977; Premio de la Crítica), al que siguieron las espléndidas estampas en prosa de Laberinto de Fortuna (1984). Tras largos años de silencio poético, el poeta volvió por sus fueros en Diario de Argónida(1997), que presentaba sucintamente la historia de un hombre a través del filtro de la memoria, bajo la cúpula del paraíso que para el poeta supone el Coto de Doñana. En la línea del anterior, Manual de infractores (2005) es un tratado sobre la insurgencia frente a la iniquidad y la injusticia, donde el autor pasa revista a los grandes temas de su universo lírico.

Además de varios volúmenes antológicos, hay tres recopilaciones de sus poesías completas: Vivir para contarlo (1969), Poesía, 1951-1977(1979) y Somos el tiempo que nos queda (2003). Todo ello le ha hecho acreedor a diversos premios a la totalidad de su obra, entre los que destacan el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2004) y el Premio Nacional de las Letras Españolas (2005). La consideración conjunta de su lírica, bien sea con carácter totalizante en sus obras completas, bien con carácter selectivo en sus antologías, permite apreciar esta escritura como un edificio en construcción y revisión permanentes, lo que afecta tanto a la textualidad de los poemas como a su ubicación en los diferentes libros. Estos cambios son inherentes al sistema poético del autor, y denotan un perfeccionismo de estirpe juanramoniana, pero también el progresivo distanciamiento del poema respecto de las experiencias biográficas que están en su arranque. En las fases últimas de este proceso metamórfico, los poemas, tocados a menudo por un cierto aire visionario, sobrevuelan el detalle referencial y terminan convertidos en artefactos verbales con un funcionamiento autónomo, lo que hace difícilmente reconocible la realidad de la que provienen. Nadie ha expresado esta idea mejor que él mismo en su libro memorialístico La costumbre de vivir, cuando, a propósito de Gil de Biedma, se muestra contrario a la excesiva explicitud de los poemas, que obstruye la posibilidad de otros significados, y desdeñoso de una poesía que se agota en sus mecanismos sintácticos y léxicos; y concluye: «Siempre acaba defraudándome esa poesía inscrita sin mayores riesgos en su esfera semántica, nunca ramificada conforme lo van sugiriendo sus significantes insólitos, limitándose así a un seco y cerrado conducto descriptivo».

Con la evolución de su obra y la consolidación de su universo temático, algunos motivos se mantienen, como la crítica a la opresión social, en tanto que otros, como la rememoración del tiempo pasado -frecuentemente el de la infancia-, intensifican las marcas que hicieron imposible la plenitud, o se dejan ganar por una desilusión barroca fruto del contraste entre los ambiciosos proyectos y los decepcionantes resultados. Concebida como un ejercicio crítico a partir de la memoria, su poesía recoge el recuelo desengañado de la existencia: materia deleznable al fin, cuyo destino más elevado es ser rescatada por la evocación y fosilizada por la escritura.

Ángel L. Prieto de Paula


 

Entrevista a los 90 años

 

José Manuel Caballero Bonald ha cumplido 90 años. Mantiene la lucidez acostumbrada. La desobediencia como brújula. La literatura como quilla y la poesía como lumbre. Observa el mundo entre la indignación y el desengaño. A su desánimo político le faltaba sumar el advenimiento de Donald Trump.

 

Por Antonio Lucas

 

Caballero Bonald: "Creo ya poco en la literatura, cada vez menos" 

¿A los 90 años cómo vive en usted la poesía, la literatura?

Pues sigo estando bastante cerca de la literatura, pero quizá haya perdido una buena parte del vigor, del entusiasmo que tenía. Con los años, uno se vuelve más escéptico, más apático y muchas cosas que antes te resultaban imprescindibles empiezan a devaluarse.

¿Después de una biografía tan surtida de experiencias, la edad es un reposo o una última agitación?

Supongo que tiene más de reposo. Ya no está uno para muchas agitaciones, se van apagando los rescoldos que quedaban encendidos por ahí. La vejez es una maldita sucesión de pérdidas.

¿Tiene poemas nuevos?

 No, qué va. A la poesía la he perdido de vista, no me hace ni puto caso. Además, la poesía no es un genero muy apropiado para la vejez. Y eso que lo que más leo ahora es poesía. La prosa narrativa la frecuento últimamente muy poco.

¿Qué encierra ese libro de semblanzas que prepara para el próximo año?

Son eso, semblanzas, retratos literarios de un centón de escritores y artistas españoles e hispanmoamericanos que conocí y me atrajeron por alguna razón. Los textos están a medio camino entre la memoria, el ensayo y lo que Juan Ramón Jiménez llamaba con cierta vaguedad «caricatura lírica».

¿Quién lo publicará?

Seix Barral, mi editor desde hace ya tiempo.

¿Hasta dónde llega el poder lenitivo de la literatura?

 No sé... La poesía te alivia de muchas cosas, te libera de lastres nocivos y eso siempre es bueno para no desertar, para no quedarse sentado en un sillón mirando las musarañas. La poesía también es una buena terapia defensiva contra tantos mediocres encumbrados como andan por ahí.

¿La poesía no adscrita al «realismo social» también puede ser una forma de protesta?

Por supuesto. Aunque esa poesía del «realismo social» ya tenía sus defectos de fábrica. Estaba justificada desde un punto de vista histórico, eso sí, pero llevaba marcada su defunción, precisamente por sus alianzas con la política. Esa alianza nunca puede ser previa al poema.

¿Qué demonios desaloja con la escritura?

¿Demonios? Muchos. Por lo pronto, me libero de manías, incluidas las persecutorias. Me he vuelto muy maniático.

Si se asoma a la ventana, el panorama político qué le sugiere.

Me siento seriamente preocupado... La derechización universal, la globalización neoliberal, está ya ahí. Estamos en vísperas del desastre. El triunfo de Trump es el primer gran aldabonazo del nuevo fascismo global. Donald Trump es el Jesús Gil de Manhattan.

¿Y cómo interpreta el desmontaje que, propiciado desde dentro, ha vivido el PSOE?

Desde dentro y desde fuera. Ha sido un espectáculo de lo más deprimente. Sólo hay que ver a los protagonistas del asunto para que te suba la fiebre.

¿Podemos sigue manteniendo interés para usted?

Sí, mantengo ese interés, pero con reservas. Tienen que solventar un rodaje algo precipitado, con alguna que otra avería todavía sin reparar... Tampoco me gustan mucho sus formas. Pero su presencia en la vida política es saludable y oportuna. Prueba de ello son las descaradas ofensivas en su contra.

¿Hacía falta un año de enredos políticos para llegar al resultado final que tenemos?

Ese año de enredos, como usted dice, ha dado como resultado un enredo mayor. El retrato de familia del nuevo Gobierno es muy ilustrativo a este respecto. Parece que todos se están mirando en el mismo espejo retrovisor. Qué vida.

En el discurso de recepción del Premio Cervantes dijo que la poesía sirve para corregir algunas erratas de la Historia.

Aún lo creo. La poesía es una buena terapia para no equivocarse demasiado. Bueno, eso de que la poesía corrige las erratas de la Historia es más bien una utopía, pero cada que vez hay que frecuentar más las utopías. Al fin y al cabo, las utopías son esperanzas aplazadas.

Si mira hacia atrás, qué ve con más nitidez de su vida.

Veo una casa con muchas habitaciones donde a veces me reconozco y donde a veces no sé quién anda por ahí.

 ¿Y si mira hacia delante?

Veo una casa con una sola habitación.

La edad, al contrario de lo que suele suceder, le ha dado desobediencia en la vida y también en la literatura.

La desobediencia es el factor desencadenante de toda búsqueda poética. Si quieres salir del atolladero de la realidad tienes que desobedecer los mandamientos de la tribu, los cánones de turno... La desobediencia también te inmuniza contra los fanáticos, los gregarios, los sumisos.

¿Cree en la literatura sobre todas las cosas o esa fe se amortigua?

Creo ya poco en la literatura, cada vez menos. No me gusta lo que veo por ahí fuera, incluida mi propia obra.

Fuente: El Mundo

 

 

Premio Nacional de las Letras 2005

Reconocimiento al conjunto de su obra

El escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald se ha alzado con el Premio Nacional de las Letras Españolas 2005, que reconoce el conjunto de la labor literaria, en cualquiera de las lenguas del Estado, de un autor español. Dotado con 30.000 euros, este galardón está considerado el más importante de los literarios tras el Premio Cervantes.

 

El jurado estuvo presidido por el director General del Libro, Rogelio Blanco, y formado por Luis María Anson, Clara Janés, José Manuel Blecua, Pablo García Baena y José María Merino, entre otros.

 

Galardonado en tres ocasiones con el Premio de la Crítica el autor de 'Ágata ojo de gato' (Jerez de la Frontera, 1928) es un poeta excelente, un exquisito narrador, contrario al pensamiento único y desobediente hasta en la escritura.

 

Primero la poesía

 

José Manuel Caballero Bonald estudió Náutica, Economía y Filosofía Letras. También ha sido profesor en la Universidad Nacional de Colombia. Sus primeras publicaciones, 'Las adivinaciones' (1952), 'Memorias de poco tiempo' (1954), 'Anteo' (1956), 'Las horas muertas' (1959) y 'Pliegos de cordel' (1963) las reunió en 1969 en 'Vivir para contarlo'.

 

Su poesía es simbolista e intimista y en ella se siente a un joven disconforme con el mundo, con la situación social de su época. A través de un lenguaje rico y muy elaborado, en el que se mezcla lo barroco con lo aparente popular y coloquialista, crea un mundo personal auténtico regido por la experiencia artística.

 

En 'Descrédito del héroe' (1977), el registro poético cambia. Aparece ahora, tras ese largo silencio, un culto a la imaginación y a la memoria: su tierra, su infancia, su experiencia vital y artística, y su constante preocupación lingüística le llevan a un lenguaje extremadamente depurado y hermético.

 

Después la narrativa

 

La entrada en la narrativa fue posterior. En 1962 obtuvo el Premio Biblioteca Breve por 'Dos días de septiembre' (1962), una clara novela de realismo social, en la que se narran las desigualdades existentes en un pueblo vinatero andaluz entre los ricos terratenientes y los humildes trabajadores.

 

Sin embargo, lo que diferencia esta obra de las del mismo género de su época es que a Bonald le interesan más las pequeñas anécdotas del fresco que forma el pueblo presentado con diferentes técnicas narrativas, llega a utilizar el monólogo interior y sin puntuación, en una obra aparentemente realista.

 

Después publicó 'Ágata ojo de gato' (1974), una obra alegórica, también situada en Andalucía, concebida como alegórica y alejada de cualquier planteamiento histórico realista: lo maravilloso, el distanciamiento espacio temporal la sitúan cerca del realismo mágico.

 

En 'Toda la noche oyeron pasar pájaros' (1981) y 'En la casa del padre' (1988) sigue desarrollando el ambiente andaluz y experimentando con el lenguaje. Caballero Bonald ha escrito también libros de ensayo como 'Breviario del vino' (1980), 'Narrativa cubana de la revolución' (1968), 'Luces y sombras del flamenco' (1975) o 'Sevilla en tiempos de Cervantes' (1991), y ha recibido el Premio de la Crítica en tres ocasiones.

Fuente: El Mundo

 

 

Todas las disidencias de Caballero Bonald

Memorial de disidencias. Vida y obra de Caballero Bonald (Fundación José Manuel Lara), una biografía del poeta jerezano a cargo del profesor Julio Neira, que ha querido también hacer el recorrido poético de su tiempo: "Con la evolución de Caballero Bonald se explica la de toda la poesía española del siglo XX".

José Manuel Caballero Bonald junto a su biógrafo, Julio Neira

Un retrato completo, desde la infancia hasta el "arrabal de la senectud", pero con parada lenta en los años de maduración literaria, de gestación de un nombre y de una personalidad poética. Eso quiere ser este Memorial de disidencias (Fundación José Manuel Lara), la primera biografía de José Manuel Caballero Bonald, escrita por el profesor Julio Neira. Lo primero que llama la atención es el momento. ¿Por qué ahora? ¿Por qué biografiar al poeta en vida, y además después de la publicación de sus memorias y de tantas páginas autobiográficas que ha ido dejando él mismo durante los últimos sesenta años? Dice Julio Neira que va con la biografía el interés de hacer un recorrido minucioso por la poesía española del XX, piscina en la que nadan, cruzándose, aunque a veces sin mirarse, Ángel González y José Ángel Valente, Gil de Biedma, Antonio Gamoneda o el propio Caballero Bonald. Es también, por tanto, un repaso a aquella Generación del 50, a lo que fue y a lo que quedará de todos ellos. "Mi objetivo fue dar respuesta, o abordar el conjunto de la vida de un autor todavía vivo, pero muy significativo de la evolución de la poesía española en los últimos cincuenta años. Caballero Bonald hace el viaje de su siglo: pasa de los poemas más existencialistas de los años cincuenta a la poesía social de los sesenta y luego ya, a partir de entonces, a un interés mayor por la experimentación con el lenguaje".

La biografía, que se ha hecho con el Premio Antonio Domínguez Ortiz del género, es rica en interesantes datos de interior, digamos, de las entretelas del grupo. Cuenta, por ejemplo, que con Gil de Biedma rompió a raíz de una reseña que el autor de Entreguerras escribió, estando en Colombia, sobre un libro del poeta ya fallecido. "Como poeta, siempre estimó poco a Gil de Biedma -comenta el biógrafo-. Nunca le gustó su actitud ante el lenguaje poético, que se inclinaba más hacia lo cotidiano". Esta brecha lo separaba al mismo tiempo, aunque no de un modo radical y siempre entre los márgenes de la literatura, de su amigo Ángel González, compañero de sobremesas etílicas allá por la década de los cincuenta. "Caballero Bonald siempre ha sabido separar al poeta del hombre, y, aunque como escritor nunca le interesó demasiado, Ángel González y él siempre fueron estupendos amigos", puntualiza.

Prolijo en datos, estamos ante un estudio de corte académico, riguroso de la peripecia de un poeta al que el autor se ha acercado, pese a la cercanía, como si de un personaje del Siglo de Oro se tratara. Por eso prefirió, dice, no hacerle ninguna entrevista en profundidad; si bien su voz, la del poeta, está presente en cada página, casi siempre pasada por el tamiz de sus memorias. "Me propuse acreditar cada episodio y contar con su testimonio solo para cubrir determinadas lagunas", explica Neira. Había una ventaja, o mejor, una particularidad a la hora de abordar la biografía de Caballero Bonald: lo que pudiera decirse ya estaba (en gran medida) dicho. Faltaba cubrir blancos, posibles confusiones de un texto escrito a fogonazos de memoria, con fallos cronológicos en la sucesión de los episodios. "Para escribir sus memorias -continúa Neira-, él no utilizó multitud de documentos que, en cambio, a mí sí me han servido para esta biografía". ¿Dónde buscó?, le preguntamos. En archivos, como el Histórico Nacional, el de Jerez o el de la fundación que lleva su nombre. Allí se encuentra casi toda la correspondencia de un poeta cuya obra no se detuvo, ni mucho menos, en la poesía. Ha trabajado mucho Caballero Bonald, y por eso su hemeroteca es inmensa. "Solo hay que ver su actividad pública en los últimos treinta años para hacerse una idea de lo que fue cuando era joven".

Podemos decir que el autor de Ágata ojo de gato nunca abandonó la palestra. Que siempre estuvo en el epicentro poético de esta España. Por aquí desfilan todos los que protagonizaron su tiempo, y también los del anterior, que daban paso a los más jóvenes. En las fotos centrales del libro, se ve a un Caballero Bonald atildado, pose de dandi y bigote bien perfilado, junto a figuras de altura, como Aleixandre, Dámaso Alonso o Jorge Guillén, y luego ya los Goytisolo, Barral, Claudio Rodríguez y el resto de su generación. Da la impresión de que Pepe estuvo en todas partes. Mesas redondas, actos, conferencias. Donde estuvo, y se quedó un buen rato, fue en la gran revista mallorquina de Cela, Papeles de Son Armadans, de la que hubo de salir pitando cuando rompió con el autor de La Colmena, líos de faldas mediante. Caballero Bonald pecó con la mismísima Rosario Conde, esposa del Nobel, y esta lo confesaría después. "De aquel lío con Rosario Conde no se enorgullece en absoluto, aunque habla de ello con naturalidad", confiesa Neira, quien no cuenta, al menos aquí, nada que no sea ya sabido.

Fueron años duros, aquellos cincuenta. Caballero Bonald gustaba de la bebida ("es la marca de toda una generación, el modo que tenían todos ellos de desafiar lo establecido") y coronó la década con una depresión de la que tuvo que tratarse. A Barral le describe por carta su lamentable estado psicológico, mezcla de deterioro físico y remordimientos por el feo asunto con la señora de Cela. "Él nunca me ha ocultado ni pedido que elimine ningún episodio por poco edificante que fuera -comenta Neira, sobre estos capítulos-. Por ejemplo, era asiduo a los prostíbulos, y él lo dice. Y ha sido pendenciero, y lo dice. Y con el alcohol tenía una irritabilidad tremenda, una irracionalidad que le dominaba y se apoderaba de él, y lo dice". Incluso, cuentan estas páginas, atesora cierta herida por arma blanca como recuerdo imborrable de una de aquellas reyertas nocturnas. De la depresión postrera lo curó, o le ayudó a curarse un médico de Barcelona, el mismo que había tratado ya, como si estuviera especializado en poetas tristes, a Blas de Otero; pero sobre todo, vino a salvarle la vida Pepa Ramis, con la que se casó y marchó a Colombia tras perder aquí el empleo. Pepa Ramis, bellísima en sus fotos de juventud, también ha participado en esta biografía, "a veces con esos datos que parecen retener mejor las mujeres; ya sabes, si esto o aquello fue antes o después de que naciera tal o cual hijo". Ramis fue luz y guía del poeta, y este, probablemente, sin ella no hubiera escrito todo lo que le quedaba por escribir.

Una obra grande, importante que le valdría, por último, pero no aún definitivo, el Premio Cervantes en 2013. Entonces andaba despachando su última disidencia, ahora con una sociedad que "tiende cada vez más a la desconexión y a la insolidaridad". Con una de las entrevistas de entonces, que son de hace bien poco, termina el libro, y Bonald diciendo: "Ochenta y siete años son demasiado tiempo. La vida de un hombre debe ser limitada; la cabeza me funciona bien, aunque tengo algunas confusiones de la memoria. Escribo algún que otro poema, claro, pero no más. La vejez es una putada. Además, ya he escrito suficiente". Quién dice que no habrá un próximo libro.

Fuente: El Cultural

 

 

Memoria de un desobediente:
la poesía de Caballero Bonald

José Ramón Ripoll

·         El autor jerezano posiblemente sea el escritor en lengua española que más ha usado la memoria, no sólo como reivindicación personal y colectiva, sino como fundamento de su propia obra

·         La autobiografía se convierte así en crónica lírica de una historia común que transforma el poema en espejo de quien a él se asoma

Hablar de poesía en tiempos tan convulsos, donde la urgente necesidad del ser humano consiste en resolver los problemas de la subsistencia cotidiana, podría parecer frívolo e incluso extravagante. Sin embargo, es la labor del poeta hilvanar las palabras, nuestro origen, nuestra lengua y nuestra memoria. La poesía, como el pan, es alimento puro, y en ella el hombre puede encontrar su esencia y unir su voz a los ecos antiguos que el reino de los poderosos no ha logrado extinguir. De alguna manera, la poesía es resistencia contra el empeño de hacernos olvidar quiénes somos, en esta especie de alzhéimer provocado. 

José Manuel Caballero Bonald (Jerez, 1926) posiblemente sea el escritor en lengua española que más ha usado la memoria, no sólo como reivindicación personal y colectiva, sino como fundamento de su propia obra. Desde su primer libro de poemas, Las adivinaciones (1952), hasta el último, Desaprendizajes(2015), la vibración punzante del recuerdo ha trepidado de un modo pertinaz. Pero no se trata de una visión nostálgica del pasado, sino de un exponente creativo sobre el que se construye y multiplica la realidad del presente. No en vano, nuestro poeta, además de narrador y ensayista, es autor de dos excelentes libros de memorias –Tiempos de guerras perdidas (1995) y La costumbre de vivir (2001)—, que no hay que leerlos solamente como testimonio personal o revelación de una época determinada, sino como una experiencia narrativa y poética de lo vivido e imaginado juntamente. De hecho, su edición definitiva en un solo tomo se agrupa bajo el epígrafe de La novela de la memoria(2010). Es muy difícil centrarse exclusivamente en uno de sus géneros, pues la vasta obra del autor responde a una sutil interconexión entre ellos. Así, sus cinco novelas –desde Dos días de septiembre (1962) hasta Campo de Agramante (1992)— se nutren de elementos provenientes de su poesía, y esta asume a su vez hallazgos y mecanismos del mundo de la narración, incorporando también componentes de su rica labor como ensayista. La poesía está presente en toda la literatura que emana de su pluma, pero es en sus poemas donde se concentra la sustancia de su escritura, adquiriendo una dimensión ética y moral a través de la memoria. 

Caballero Bonald forma parte de la Promoción del 50, constituida a raíz del conjunto de poetas que se reunió, en 1959, ante la tumba de Antonio Machado en Colliure (Francia) con motivo de cumplirse los veinte años de su muerte en el exilio. Allí estaban, además de nuestro poeta, Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Ángel González, José Ángel Valente Alfonso Costafreda, un grupo definido más por la amistad y por la lucha antifranquista que por un criterio estilístico común. A dicha generación pertenecen por derecho propio y fecha de nacimiento otros poetas de la talla de Claudio Rodríguez, Francisco Brines, Fernando Quiñones Antonio Gamoneda. Cada uno de ellos consideraba la poesía de una manera particular, pero todos coincidían en que, además de vehículo de comunicación, uno de sus principales cometidos era conseguir un mundo mejor y más libre y, en definitiva, el derrocamiento de la dictadura franquista. 

Como la palabra poética es fundamentalmente conocimiento e introspección en los rincones más escondidos del ser humano, en ningún momento se le asignó un mero papel de denuncia social o panfleto político. Mientras algunos adoptaron un lenguaje más realista bajo el pretexto de facilitar el entendimiento del poema por parte del lector, otros intuyeron que la aprehensión de la realidad sólo era posible a través de métodos indagatorios y radicales en el propio lenguaje. Caballero Bonald pertenece a estos últimos. Su poesía y, por extensión toda su literatura, es el resultado de un proceso vital, complejo y atrevido, que trata de expresar dicha realidad más allá de sus límites, aunque para intentarlo tenga que superar esquemas, presupuestos y formas impuestas en nombre de la inmediatez comunicativa, propagada por los medios de comunicación y el pensamiento uniforme. Nuestro poeta se rebela tanto contra el poder, como contra la trampa en la que caen aquellos que creen combatirlo con la armas trucadas que les han facilitado quienes lo ostentan. 

“Yo no puedo escribir si no me siento en la inminente necesidad de defenderme de algo con lo que estoy en radical desacuerdo. El acto de escribir supone para mí un trabajo de aproximación crítica al conocimiento de la realidad y también una forma de resistencia frente al medio que me condiciona”. Son palabras de 1968, pero esa misma insumisión ha seguido candente a lo largo de sus versos, desde los que el poeta arremete contra el estado de cosas que le ha tocado vivir, como ocurre en Manual de infractores (2005), que viene a ser un golpe en la mesa de un hombre indignado por el despotismo político, la avaricia económica, el sectarismo y la reacción ideológica que cobra cada día más protagonismo en la vida pública. Por eso el poeta siente la necesidad de subvertir y trastocar el orden literario establecido. “Desobedecer la norma significa asimilar determinadas novedades estéticas, una vez admitido que la gran literatura está hecha por grandes desobedientes”, ha escrito recientemente. 

Si el lenguaje es el eje de la poesía de Caballero Bonald, la memoria es el centro donde se fundamenta su equilibrio. Ella custodia lo vivido y lo por vivir, y en sus recónditos desvanes se encierran los recuerdos más íntimos, pertenecientes a fugaces instantes de la infancia o adolescencia del autor. Mas no se trata de meras remembranzas personales, sino de vívidos episodios que trascienden la órbita del poeta para situarse en el lugar del otro. La autobiografía se convierte así en crónica lírica de una historia común que, gracias a su tratamiento expresivo, transforma el poema en espejo de quien a él se asoma. Poemas como “El patio”, “La llave” o “Antiguo verano” muestran como esos momentos infantiles dan forma una historia de todos desde el momento en que son escritos.

De padre cubano y ascendencia francesa por parte de madre, Caballero Bonald pasa la niñez y juventud en su ciudad natal, y la casa que fue escenario de sus vivencias se derribó para construir un banco, aunque hoy se ubica en su lugar la fundación que lleva el nombre del poeta. Los años jerezanos se desarrollan en un ambiente de bodega y campos de vides que, junto al mar cercano de Sanlúcar, la desembocadura del Guadalquivir y el Coto de Doñana al otro lado del río, configuran el entorno natural de su obra. En Cádiz estudia naútica y astronomía y entra en contacto con los componentes de la revista Platero, en cuyas páginas publica sus primeros poemas. Allí se engrandece su visión del mar, al tiempo que se ensancha su sensación de libertad. El paisaje se convierte en elemento primordial de su escritura, no como simple decorado, sino como elemento generador de su propia trama y estilo, y así surge el territorio de Argónida, una constante en su poesía, porque ya de por sí es un elemento poético imaginario, aunque el autor lo divise físicamente a través de la ventana de su casa en la playa. Ya en su primer libro nos habla de él sin nombrarlo, pero es evidente que fue a partir de los dos años de estancia en Bogotá, como profesor de literatura española y humanidades de la Universidad de Colombia, entre 1960 y 1962, cuando su paisaje interior se cimenta sobre unas sólidas estructuras. El contacto directo con la naturaleza americana, la espesura de su vegetación, el exotismo de su flora, la magia de la realidad y el impacto que recibiera de cuanto estaban llevando a cabo los creadores colombianos propiciaron la aparición nítida de Argónida, a la manera de Comala de Rulfo o Macondo de García Márquez. 

En la novela Ágata ojo de gato (1974) se describe Argónida con toda precisión —justo al extremo sur del Coto de Doñana—, y en Descrédito del héroe (1977) —libro que marca un radical cambio estilístico el autor—, se utiliza el término por primera vez, hasta dar título a uno de sus poemarios, Diario de Argónida (1997), pero nada sería de este paraje sin el mar. Tan poderosa es la tendencia del poeta hacia su litoral, que el panorama provocado por la fusión del río con el océano penetra en numerosos poemas o simplemente los encierra. Un río que atraviesa Andalucía, palabra que no aparece en toda su producción poética hasta Entreguerras(2012), y no precisamente acompañada de piropos y panegíricos, pero sí cristalizada en la memoria, formando parte de la conciencia progresiva hasta expandirse finalmente en el mar, como el concepto más universal de todos los que le dan vida y sostiene: “Porque yo provenía interminablemente de una Andalucía vilipendiada por la necedad y la vanagloria y la impudicia…”.

El flamenco, como visceral manifestación de una parte marginal y selecta de esa Andalucía, ocupa un valor significativo en la vida y obra de Caballero Bonald. Como estudioso ha publicado obras tan indispensables como El baile andaluz (1957), Cádiz, Jerez y los Puertos (1963) o Luces y sombras del flamenco (1975), así como el inapreciable trabajo de campo que reunió a una serie de artistas pertenecientes a las castas más rancias, guardianas de formas y estilos a punto de desaparecer, como es el Archivo del cante flamenco, editado en 1968 y digitalizado en 2011. 

Cuando nuestro escritor vive una temporada en Palma de Mallorca, como subdirector de la revista Papeles de Son Armadans, escribe un breve cuaderno de cuatro considerables poemas inspirado cada uno de ellos en la soleá, la saeta, el martinete y la seguiriya respectivamente, bajo mitológico título de Anteo (1956), del que puede decirse sin temor que constituye la más cercana e intensa aproximación al flamenco que ha tenido lugar desde el ámbito de la poesía. No en vano, Caballero Bonald es autor de numerosas letras que hoy ya forman parte del patrimonio literario del cante jondo. 

Quizás del contacto visceral con el flamenco como forma radical de expresión proceda otra propiedad que envuelve toda la obra del maestro de una manera tonal y telúrica, que consiste en cierto erotismo primitivo, pasional y desnudo. Su poesía no sólo está ungida por una suerte de sensualidad, sino que específicamente trata en varios textos el tema del deseo y el amor como antesala de algo más, que no se sabe si está al alcance de los vivos o, por el contrario, es un reclamo de la muerte. Desde sus primeros poemas, amor y desamor se hacen presentes como ráfagas insertadas entre los versos, y poco a poco, van tomando vida autónoma hasta transfigurarse a veces en filamento medular del poema. Junto a “Mantis”, “Prefiguraciones” o “Llamada perdida”, resulta de extraordinaria belleza “Vivir mirándote”, dedicado implícitamente a su mujer y compañera de toda la vida, Pepa Ramis, insertado en el libro La noche no tiene paredes (2009). 

La noche, el manto oscuro que lo cubre todo. Desde el primer poema, “Versículo del Génesis”, “entra la noche como un trueno / por los rompientes de la vida”. La noche, según ha señalado el autor en varias ocasiones es una metáfora de la libertad, porque en ella todo sucede sin la necesaria mascarada a la que obliga el día. En la noche todo es más permisivo, pero también más asumible y revelado, porque no olvidemos que la enjundia final de esta poesía consiste en la revelación tras un subjetivo desvelamiento por parte del lector. El autor da aliento a la palabra poética, pero es el lector, en este caso, por medio de su complicidad con el texto, quien ayuda al poeta a alcanzar su plenitud. 

*José Ramón Ripoll 
es poeta. Fue el responsable de seleccionar y presentar la poesía de Caballero Bonald en la antología Quién sino tú (Bartleby, 2014).

Fuente: infoLibre

 


Entreguerras, la vida de
Caballero Bonald en verso

'Entreguerras' es la autobiografía poética de José Manuel Caballero Bonald en un sentido doble de vida contada y poesía revisitada. Los largos versículos y el habitual rigor y riqueza del vocabulario inventivo del autor nos deparan una síntesis de su trayectoria vital que es al propio tiempo compendio y superación última de toda su escritura precedente

PREFACIO

el lugar de las revelaciones ¿era aquel donde un día 
abrí las cajas primordiales rompí el invicto sello el
embozo perpetuo
hendí la piedra y sus tentáculos me interné en la caverna
estática del tiempo?
¿estaba acaso inscrito en ningún sitio el potencial de la
iluminación?
oh fronda oh fuego oh detrimento impuro de la invivida
realidad
¿iba a poder testificarme allí en lo más intraducible
en lo más interino de los muchos lenguajes que la duda
engendraba?
¿sabía yo ya entonces que toda realidad circunvala el
enigma
que estaba franqueando la luz razonadora que irradia de
lo hermético?
y de aquellas palabras que el poder la increencia la
ambición
fueron desmantelando ¿con qué triza qué gajo me quedé
qué estría de la hostilidad fragmentó el paradigma
impuro del pasado
qué herramienta de humo qué súbito espejismo aportó la
escritura
que podía enmendar los desperfectos habidos en tamaña
coyunda del idioma
mientras la introversión se desguazaba como un cadáver
en su pudridero?

hermano de la noche hermano mío de la inmune guarida
de la noche
atrévete a surcar el ávido oleaje del deseo el cerco de
arrecifes sensoriales
ya cuando en la tiniebla se vacían sus más broncos
impúdicos boquetes
y en derredor ningún edicto estorba la sigilosa
emanación del tiempo

me junté mientras tanto con la secta que exalta las
ocultaciones
penetré en la angostura donde yace subsumida la
implacable gramática
la que instaura la historia y sus correlativos
menoscabos
la que a veces consiste en una lenta sangre que obstruye el
caño de la vida
¿y qué experiencia es la que pude pobre de mí salvar de
ese silencio
de esa onerosa imposibilidad de convivir con quienes
contradicen al oráculo

qué signifi cación por nadie recelada me recluyó en la
cóncava indigencia
en esa contrasombra donde ya no subsisten sino residuos
de ignorancias?

----

las palabras que aspiro a exonerar de sus hueras baldías
adherencias
sólo para entender de qué belleza me han desposeído
en qué esfera han tratado de agostar tantas menguadas
anodinas lecciones
las palabras que en un larvario estado esperan desde
nunca germinar
¿contienen de algún modo esos locuaces signos que el
azar despedaza
que están apenas reteniendo las insonoridades de la
oscuridad
atenuando en noches muchas las trazas que preceden a la
luz?
sólo entre dos silencios cabe el tamaño justo del verbo
predecir
ya cuando el infuturo conduce al expectante a una
inhumana disfunción
rotos los nudos del deseo trasgredido el ayer las
remembranzas
en vilo la veloz muda del tiempo el trueque del tesón por
la indolencia
las precarias últimas voluntades retenidas en los
atolladeros de la pasividad
y ese estupor testamentario de los días acompasado
a algún reloj exangüe
mientras las marcas de lo venidero se identifi can con la
descreencia
porque el ayer es sólo un epitafi o porque mañana es
nunca para siempre

se afi anza en su imán la permanencia
lo mismo que en la sed se fi ltran los suplicios borrosos del
cautivo
lo mismo que por dentro del peligro emerge siempre un
último deseo
hasta que al fi n esa sinopsis de alegorías de la duración
suscite la belleza la haga fértil gozosa persuasiva
la difunda en segmentos que se acaban juntando en lo
indiviso
para que nadie pueda restringir esa potencia magistral
del Número de Oro

nadie además conoce los sinuosos remisos accidentes que
integran el olvido
esas volutas ávidas que traspasan a veces los intersticios
de la evocación
y sugieren como una ilógica continuidad de escrituras
ideográficas
el estrago vital la desgarrada vela los árboles quemados
las botellas vacías
todo el brumoso taciturno vacilante muestrario de
erosiones
que afecta a la pureza de esa desmemoria gestada en lo
imposible

y da a entender que el tiempo tiene algo de exequias de la
credulidad

---
 


 

Azorín

José Manuel Caballero Bonald

·         El escritor, que este viernes 11 de noviembre cumple 90 años, recuerda en este artículo un encuentro con Azorín en su casa de Madrid

·         "Azorín traspasó a su escritura todo lo pulcro y adelgazante de su apariencia", señala Caballero Bonald en este extracto del libro Examen de ingenios, de próxima publicación

Más de una vez lo vi cruzar por la Red de San Luis, por la Carrera de San Jerónimo, casi despojado de volumen, con esa furtiva actitud del que teme ser interceptado en el camino que conduce a la inmortalidad, ya transferido prácticamente al estado de momia andariega. Daba la impresión de que iba perdiendo peso a medida que se acercaba, deslizándose sin moverse, todo afilado y enjuto, con el perfil de un maniquí al que han pulido hasta la transparencia. Vendría del cine o iría al cine o no vendría ni iría a ningún otro sitio que a su propia esfera incomunicativa. Un rostro imperturbable, arrugado y terso a la vez, sobresalía tenuemente del sobretodo como si no perteneciera más que a medias a aquella figura tan enteca, tan pulcra y vaporosa. 

Nunca me permití perturbar el orden rigurosísimo de ese paseo de Azorín y alguna vez lo seguí con ánimo de comprobar si aquel itinerario tenía su término natural o, por el contrario, se ajustaba a un circuito perpetuo. También era posible que una imagen tan sutil no admitiese ninguna comprobación sobre sus verdaderos desplazamientos. Vivía a un paso de donde siempre lo vi, por detrás del Congreso, calle Zorrilla, 21. Entraba en el portal de su casa como si hubiese elegido finalmente volver al lugar donde tenía su acomodo inmóvil y del que nunca debía de haber salido, sobre todo para no exponerse a algún presunto encontronazo con los emisarios de la fama.

Un día me agregué a título de intruso a una delegación de poetas de corte garcilasista que fue a visitar a Azorín. Iban a hablarle de un homenaje que se le quería tributar con motivo del cincuentenario de la publicación de La ruta de Don Quijote. El salón de la casa de Azorín tenía todo el aspecto del salón de la casa de Azorín, convenientemente enaltecido con el excelente retrato que le pintó Zuloaga. Libros, cuadros, más libros, cerámicas, más libros, cachivaches, más libros. Cada objeto estaba instalado en su correspondiente pulcritud y cada pulcritud aparecía alojada en su objeto preciso. Sólo recuerdo eso y unas espesas cortinas cuidadosamente recogidas con abrazaderas a ambos lados del balcón, como regulando la penumbra conventual de la sala. Azorín permanecía muy erguido, expuesto en una butaca que parecía afilar aún más su silueta. Era una copia en vivo del retrato de Zuloaga, sólo que más estático. No se sabía si estaba en estado de rigidez o en estado de gracia. Ni siquiera alteraba la posición de los párpados, acaso aguardando en funciones de efigie la justificación de aquella visita. Y eso fue lo que alguien expuso no sin la correspondiente vacilación. 

El anciano se quedó unos momentos más hierático que de costumbre, si es que eso era materialmente posible, se barrió con el pulgar el labio inferior y pronunció estas aladas palabras: “¿Lo sabe el Caudillo?” Imposible remitir esa pregunta desquiciada a la mentalidad de un exponente de la historia, ya mitología, de la generación del 98, y menos a la remota conducta del José Martínez Ruiz seducido por los trasiegos literarios del anarquismo finisecular. Qué extraño resbalón ideológico el intercalado como una cuña de decrepitud en su biografía. Dice Azorín en su excelente diagnóstico sobre La Andalucía trágica: “Yo no quiero engañar al lector; yo no soy un sociólogo, ni un periodista ilustre. Ni un diligente reporter [sic]; yo soy un hombre vulgar al que no le acontece nada”. Demasiada modestia incluso para el causante de una prosa tan modesta.

Al margen de actitudes civiles y estilos narrativos, Azorín nos mostró un óptimo sistema de releer a su manera a los clásicos de siempre y un temerario modo de pronosticar sobre los clásicos futuros. En efecto, hay relumbres notables en sus recordatorios de Manrique, Garcilaso, Juan de Yepes, Cervantes, Góngora. Pero cuando se aventura por los intramuros del realismo aposentado entre el XIX y el XX en busca de cánones, qué extravíos estéticos lo hacen evocar con flagrante desenfoque a un Pereda o un Ricardo León, otorgándoles una tasación artística que el tiempo abarató sin contemplaciones. Azorín escucha con solvencia el eco de nuestras mejores voces literarias, pero yerra cuando se anticipa a ese porvenir situado entre la ganga y la mediocridad. 

El autor de Los pueblos inventa para uso de adictos al 98 las pautas ideales de esa entelequia llamada alma nacional. Reproduce en el lienzo de los costumbrismos modélicos los rasgos de unos ascéticos caminos de Castilla que eran los lugares comunes de Castilla. Sin esa operación registradora de paisajes y figuras tal vez hubiesen sido muy otros los sucesivos aires castellanos incorporados al refranero. Azorín disponía de una curiosidad tan exacerbada, de un sentido de penetración en la realidad tan estricto, que se valió antes de las mañas periodísticas que lo dejaban todo en claro que de los trasuntos literarios que propiciaban una operativa ambigüedad.

Azorín traspasó a su escritura todo lo pulcro y adelgazante de su apariencia. No se produjeron ni circunloquios ni ciclos intermedios. Allí estaba la prosa ortopédica frente al lector como un veredicto inapelable. Una prosa lacónica, indefectiblemente utilitaria, estimable en términos de abalorio, sobria hasta la sequedad, hecha de elementales economías sintácticas, sostenida por un léxico ligeramente arcaizante, cada sustantivo adornado de dos, tres adjetivos. “La literatura está en el adjetivo”, dijo certeramente alguna vez. Pero su prosa era tan sucinta que en ocasiones, más que prosa, parecía apunte de urgencia, nota de agenda, la antítesis en cierto modo de la de su paisano Gabriel Miró. No era fácil colegir que aquel paradigma de estilo entrecortado, desmigajado, sometido a los más tradicionales controles prosódicos, tan regulado por un orden minucioso y maniático, fuese obra de un antiguo anarquista que se asomó complacido a los higiénicos desniveles de las vanguardias. 

Ahí queda, por ejemplo, una rara obra de Azorín de la que yo fui lector tardío, Brandy, mucho brandy (1927), y que es una de las más peculiares incursiones del autor en el teatro. Se trata de una especie de “sainete sentimental” donde de pronto se hace notoria una pretensión de novedad ciertamente llamativa y donde se filtra como un tácito empeño de cómica desobediencia al canon dominante. También hay por ahí recuerdos más o menos difusos de las truncadas apetencias surrealistas del autor. Pero todo eso sólo perseveró en momentos y situaciones muy poco significativas, desplazado quizá por la supremacía implacable de la llaneza. A lo mejor lo que se entiende por incumbencia artística del estilo viene a depender de una vieja ley de las compensaciones: la que sostiene que la excesiva asepsia conduce al tedio excesivo. O dicho de otro modo: que el aburrimiento escamotea a veces la lucidez.

Fuente: infoLibre

 

 
 

Antología poética

clic en el título

 

Fuente: Biblioteca Virtual Cervantes

 
 


 

José Manuel Caballero Bonald. Autobiografía intelectual con Julio Neira


 

Obra

BIBLIOGRAFÍA (PRIMERAS EDICIONES)

POESÍA

  • Las adivinaciones.- Madrid: Adonais, 1952

  • Memorias de poco tiempo.- Madrid: Ed. Cultura Hispánica, 1954

  • Anteo.-Palma de Mallorca: Ed. Papeles de Son Armadans, 1956

  • Las horas muertas.- Barcelona: Col. Premios Boscán, 1959

  • Pliegos de cordel.- Barcelona: Col. Colliure, 1963

  • Descrédito del héroe.- Barcelona: Lumen, 1977

  • Laberinto de Fortuna.- Barcelona: Laia, 1984

  • Doce poemas.- Málaga: Col. Tediria, 1991

  • Descrédito del héroe y Laberinto de Fortuna (Nueva edición revisada).- Madrid: Visor, 1993

  • Diario de Argónida.- Barcelona: Tusquets, 1997

  • Manual de infractores.- Barcelona: Seix Barral, 2005

  • Descrédito del héroe (con un estudio de Joaquín Pérez Azaústre).- Madrid: Bartleby Editores, 2007

  • Antídotos (Con pinturas de Juan Martínez).- Málaga: Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga, 2008

  • La noche no tiene paredes.- Barcelona: Seix Barral, 2009

  • Entreguerras o De la naturaleza de las cosas. - Barcelona: Seix Barral, 2012

  • Anatomía poética (Con ilustraciones de José Luis Fajardo).- Círculo de Tiza, 2014

  • Desaprendizajes.- Barcelona, Seix Barral, 2015

POESÍAS COMPLETAS

  • Vivir para contarlo.- Barcelona: Seix Barral, 1969

  • Poesía, 1957-1977 (Prólogo de Francesc Rodón).- Barcelona: Plaza y Janés, 1979

  • Somos el tiempo que nos queda (Poesía completa).- Barcelona: Seix Barral, 2004

  • Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa (1952-2005).- Barcelona: Seix Barral, 2007

  • Somos el tiempo que nos queda. Obra poética completa (1952-2009).- Barcelona: Seix Barral, 2011 (Edición actualizada) 

VOLÚMENES ANTOLÓGICOS

  • El papel del coro.- Bogotá: Ed. Mito, 1961

  • Selección natural.- Madrid: Cátedra, 1983

  • Doble vida (con prólogo de Pere Gimferrer) .- Madrid: Alianza, 1989

  • El imposible oficio de escribir (Edición de María Payeras Grau.- Palma de Mallorca: Universitat de les Illes Balears, 1997

  • Poesía Amatoria.- Sevilla: Renacimiento, 1999

  • Antología personal (Incluye CD).- Madrid: Visor, 2003

  • Recordatorio.- Córdoba: Los Cuadernos de Sandua, 2003

  • Años y libros (Selección de J.M. Caballero Bonald y Josefa Ramis Cabot).- Madrid: Universidad de Salamanca / Patrimonio Nacional, 2004. Edición e introducción de Luis García Jambrina.

  • Poesía amatoria. Nueva edición aumentada (1952-2005).- Madrid: Visor, 2007

  • Summa Vitae . Antología poética, 1952-2005 (selección y prólogo de Jenaro Talens).- Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2007

  • Casa junto al mar. Antología (Selección de Pablo Méndez).- Madrid: Vitruvio, 2008

  • Estrategia del débil (Edición a cargo de Juan Carlos Abril).- Granada: Ayuntamiento de Granada, 2010

  • Prefiguraciones (Incluye CD con poemas leídos por el autor).- Madrid: Círculo de Bellas Artes, 2010

  • Antología poética personal (Introducción de Ángel Luis Prieto de Paula).- León: Universidad de León, 2010

  • Ruido de muchas aguas (Selección y prólogo de Aurora Luque).- Madrid, Visor, 2011

  • La voz de José Manuel Caballero Bonald (Audiolibro).-  Madrid: Poesía en la Residencia (Publicaciones de la Residencia de Estudiantes), 2011

  • Poemas de Colombia (Con ilustraciones de Manolo Millares).- Madrid: Ediciones del  Centro, 2012

  • Barcos (Con ilustraciones de Nelson Villalobos).- Vigo: Colección Elvira, 2012

  • Vivo allí donde estuve. Poemas escogidos (1952-2012) (Selección y prólogo de José Ramón Ripoll).- Centro Andaluz de las Letras, 2013

  • Marcas y soliloquios. Antología poética (1952-2012) (Edición, introducción y selección de Juan Carlos Abril).- Valencia: Pre-Textos, 2013

  • Sombras le avisaron: Antología poética 1952-2012.- Fondo de Cultura Económica, 2013

  • Material del deseo (Introducción y selección de Juan Carlos Abril).- México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2013

  • Quién sino tú: Antología 1952-2012.- (Selección y prólogo de José Ramón Ripoll).- Madrid: Bartleby, 2014

  • Fábula y memoria (Selección y prólogo de Mª José Flores).- Madrid: Alianza, 2014 

NARRATIVA

  • Dos días de setiembre.- Barcelona: Seix Barral, 1962

  • Ágata ojo de gato.- Barcelona: Barral editores, 1974

  • Toda la noche oyeron pasar pájaros.- Barcelona: Planeta, 1981

  • En la casa del padre.- Barcelona: Plaza y Janés, 1988

  • Campo de Agramante.- Barcelona: Anagrama, 1992

MEMORIAS

  • Tiempo de guerras perdidas .- Barcelona: Anagrama, 1995

  • La costumbre de vivir.- Madrid: Alfaguara, 2001

  • La novela de la memoria (Edición en un solo volumen de Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir).- Barcelona: Seix Barral, 2010

ADAPTACIONES DE TEATRO CLÁSICO

  • Abre el ojo, de Francisco Rojas Zorrilla, estrenada en el Teatro María Guerrero de Madrid, por el Centro Dramático Nacional, 1978 (Ed. Vox: Madrid, 1959)

  • Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina, estrenada en el Teatro de la Comedia de Madrid, por la Compañía Nacional de Teatro Clásico, 1994 (Col. Teatro Clásico: Madrid, 1994)

  • Fuenteovejuna, de Lope de Vega (Adaptación del texto para ballet, en colaboración con Antonio Gades), estrenada por la Compañía de Ballet de Antonio Gades, 1995

OTRAS OBRAS

  • El baile andaluz.- Barcelona: Noguer, 1957

  • Cádiz, Jerez y los Puertos.- Barcelona: Noguer, 1963

  • Narrativa cubana de la Revolución.- Madrid: Alianza, 1968

  • Luces y sombras del flamenco.- Barcelona: Lumen, 1975

  • Cuixart.- Madrid: Rayuela, 1977

  • Breviario del vino.- Madrid: Ed. del Árbol, 1980

  • Luis de Góngora: Poesía.- Madrid; Taurus, 1982

  • Los personajes de Fajardo.- Tenerife: Ed. Cabildo Insular, 1986

  • De la sierra al mar de Cádiz.- Madrid: Los Libros del Tren, 1988

  • Andalucía (fotografías de Ramón Masats).- Barcelona: Lunwerg, 1989

  • Botero: La corrida.- Madrid: Lerner y Lerner, 1990

  • España: Fiestas y ritos (Con fotografías de Cristina García Rodero).- Barcelona: Lunwerg, 1992

  • Sevilla en tiempos de Cervantes.- Barcelona: Planeta, 1992

  • Literatura y mestizaje.- Granada: Fundación Caja de Granada, 1996

  • España.- Barcelona: Lunwerg, 1997

  • Copias del natural (Selección de textos).- Madrid: Alfaguara, 1999

  • Mar adentro.- Madrid: Temas de Hoy, 2002

  • José de Espronceda.- Barcelona: Omega, 2002

  • Miguel de Cervantes. Poesía.- Barcelona: Seix Barral, 2005

  • Relecturas. Prosas reunidas (1956-2005) (3 volúmenes).- Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Diputación de Cádiz, 2006.- (Edición de Jesús Fernández Palacios)

  • Copias rescatadas del natural.- Granada: Atrio, 2006.- (Edición de Juan Carlos Abril)

  • Un Madrid literario.- Barcelona: Lunwerg, 2009 (Fotografías de José Manuel Navia; edición de Publio López Mondéjar)

  • Diario de Túnez.- Madrid: Ediciones del Centro, 2013

  • Oficio de lector.- Barcelona: Seix Barral, 2013

 

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Víctor Arrogante
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