José
Manuel Caballero Bonald, nació en Jerez de la Frontera, el 11
de noviembre de 1926. Es un escritor español, que ha
sobresalido principalmente como poeta. La cuidadosa
utilización del lenguaje y el barroquismo caracterizan su
obra.
De padre
cubano —republicano del Partido Reformista— y madre de
ascendencia aristocrática francesa —de la familia del vizconde
de Bonald—, estudió Filosofía y Letras en Sevilla entre 1949 y
1952 y náutica y astronomía en Cádiz. En estos mismos años
comenzó a relacionarse con los cordobeses de la revista
Cántico, como Pablo García Baena.
Publicó su
primer poemario, Las adivinaciones, en 1952, tras haber
obtenido con él un accésit del Premio Adonáis. Dos años antes
había ganado el Platero de poesía.
Su carrera
continuó en Latinoamérica, donde fue profesor universitario en
Bogotá. En la capital colombiana escribió su primera novela
—Dos días de septiembre, galardonada en 1961 con el Premio
Biblioteca Breve y publicada al año siguiente— y tuvo a su
primer hijo.
Colaboró
con Camilo José Cela y con el proyecto del Instituto de
Lexicografía de la Real Academia Española. Además, tuvo un
idilio de siete años con la primera mujer de Cela, Rosario
Conde.
En abril
de 2009 publica La noche no tiene paredes, compuesto por 103
poemas, donde hace una reivindicación de la incertidumbre,
porque, en sus propias palabras, «el que no tiene dudas, el
que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un
imbécil.»
Tras la
publicación de Entreguerras (2012), libro formado por un solo
poema de casi 3.000 versos, declaró: "ya no voy a escribir
nada".
Ha
reconocido que escribir poesía le ayuda a mantenerse joven.
"El permanecer en la brecha te rejuvenece. El que no se queda
callado, el que iguala el pensamiento con la vida, tiene ya
mucho ganado para rejuvenecer", declaró al cumplir 80 años
El 29 de
noviembre de 2012 fue galardonado con el Premio Cervantes.
Ha sido
presidente del jurado de varios galardones literarios, tanto
de poesía como de narrativa, entre los que destaca el Premio
de Novela Ciudad de Torrevieja, localidad esta última que en
junio de 2010 le dedicó una de sus plazas.
Semblanza
crítica
José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, 1926) nació en
el seno de una familia de padre cubano (hijo de criolla y de
cántabro) y madre andaluza de procedencia francesa (descendiente
del vizconde de Bonald, pensador católico y antirrevolucionario).
Estudió Náutica en Cádiz, y Filosofía y Letras en Sevilla y en
Madrid. Fue secretario y subdirector dePapeles
de Son Armadans, revista dirigida desde Palma de
Mallorca por Camilo José Cela, con quien colaboró algunos años.
Más tarde ejerció como profesor universitario de literatura en
Bogotá, y, de regreso a España, trabajó en diversos proyectos
editoriales y en el Instituto de Lexicografía de laRAE.
Vinculado en sus orígenes literarios a grupos poéticos gaditanos
y, más ampliamente, andaluces, su primer libro esLas
adivinaciones(1952; accésit del premio Adonais), al que
siguieronMemorias
de poco tiempo(1954),Anteo(1956)
yLas
horas muertas(1959;
premio Boscán y de la Crítica). Desde sus primeros títulos se
aprecia en Caballero Bonald la aleación entre testimonialismo
social, contiguo en ciertos rasgos temáticos al realismo
dialéctico, y rememoración temporalista, que lo acerca a la poesía
elegíaca de larga tradición, aunque sin dejarse absorber por la
habitual melancolía retrospectiva y sin renunciar a la impronta
crítica. Todo ello se canaliza en un lenguaje exigente, que nunca
cede a las facilidades de la literatura como documento, propaganda
o proclama, ni a una moral revolucionaria prescriptiva. Así, supo
salir airoso de su aportación más evidente a la lírica
comprometida (Pliegos de
cordel, 1963), en un momento de decadencia de la poesía
social, en que sus compañeros cercanos al socialrealismo se
apartaban de dicha estética, en pos de caminos más personalizados.
Para entonces, ya había iniciado su carrera de novelista conDos
días de setiembre(1962;
premio Biblioteca Breve), fecundamente continuada porÁgata
ojo de gato(1974;
premio Barral, al que renuncia, y de la Crítica),Toda
la noche oyeron pasar pájaros(1981),En
la casa del padre(1988)
yCampo
de Agramante(1992).
Es también un excelente memorialista, tarea de la que ha dado
testimonio enTiempo
de guerras perdidas(1995)
yLa
costumbre de vivir(2001).
Su
primera plenitud como poeta la consiguió enDescrédito
del héroe(1977;
Premio de la Crítica), al que siguieron las espléndidas estampas
en prosa deLaberinto
de Fortuna(1984).
Tras largos años de silencio poético, el poeta volvió por sus
fueros enDiario
de Argónida(1997), que presentaba sucintamente la
historia de un hombre a través del filtro de la memoria, bajo la
cúpula del paraíso que para el poeta supone el Coto de Doñana. En
la línea del anterior,Manual
de infractores(2005)
es un tratado sobre la insurgencia frente a la iniquidad y la
injusticia, donde el autor pasa revista a los grandes temas de su
universo lírico.
Además de varios volúmenes antológicos, hay tres recopilaciones de
sus poesías completas:Vivir
para contarlo(1969),Poesía,
1951-1977(1979) ySomos
el tiempo que nos queda(2003).
Todo ello le ha hecho acreedor a diversos premios a la totalidad
de su obra, entre los que destacan el Reina Sofía de Poesía
Iberoamericana (2004) y el Premio Nacional de las Letras Españolas
(2005). La consideración conjunta de su lírica, bien sea con
carácter totalizante en sus obras completas, bien con carácter
selectivo en sus antologías, permite apreciar esta escritura como
un edificio en construcción y revisión permanentes, lo que afecta
tanto a la textualidad de los poemas como a su ubicación en los
diferentes libros. Estos cambios son inherentes al sistema poético
del autor, y denotan un perfeccionismo de estirpe juanramoniana,
pero también el progresivo distanciamiento del poema respecto de
las experiencias biográficas que están en su arranque. En las
fases últimas de este proceso metamórfico, los poemas, tocados a
menudo por un cierto aire visionario, sobrevuelan el detalle
referencial y terminan convertidos en artefactos verbales con un
funcionamiento autónomo, lo que hace difícilmente reconocible la
realidad de la que provienen. Nadie ha expresado esta idea mejor
que él mismo en su libro memorialísticoLa
costumbre de vivir, cuando, a propósito de Gil de
Biedma, se muestra contrario a la excesiva explicitud de los
poemas, que obstruye la posibilidad de otros significados, y
desdeñoso de una poesía que se agota en sus mecanismos sintácticos
y léxicos; y concluye: «Siempre acaba defraudándome esa poesía
inscrita sin mayores riesgos en su esfera semántica, nunca
ramificada conforme lo van sugiriendo sus significantes insólitos,
limitándose así a un seco y cerrado conducto descriptivo».
Con
la evolución de su obra y la consolidación de su universo
temático, algunos motivos se mantienen, como la crítica a la
opresión social, en tanto que otros, como la rememoración del
tiempo pasado -frecuentemente el de la infancia-, intensifican las
marcas que hicieron imposible la plenitud, o se dejan ganar por
una desilusión barroca fruto del contraste entre los ambiciosos
proyectos y los decepcionantes resultados. Concebida como un
ejercicio crítico a partir de la memoria, su poesía recoge el
recuelo desengañado de la existencia: materia deleznable al fin,
cuyo destino más elevado es ser rescatada por la evocación y
fosilizada por la escritura.
Ángel L. Prieto de Paula
Entrevista a los 90 años
José Manuel Caballero Bonald ha cumplido 90 años. Mantiene la
lucidez acostumbrada. La desobediencia como brújula. La literatura
como quilla y la poesía como lumbre. Observa el mundo entre la
indignación y el desengaño. A su desánimo político le faltaba
sumar el advenimiento de Donald Trump.
Por Antonio Lucas
Caballero Bonald: "Creo ya poco en la literatura, cada vez menos"
¿A
los 90 años cómo vive en usted la poesía, la literatura?
Pues sigo estando bastante cerca de la literatura, pero quizá
haya perdido una buena parte del vigor, del entusiasmo que tenía.
Con los años, uno se vuelve más escéptico, más apático y muchas
cosas que antes te resultaban imprescindibles empiezan a
devaluarse.
¿Después de una biografía tan surtida de experiencias, la edad es
un reposo o una última agitación?
Supongo que tiene más de reposo. Ya no está uno para muchas
agitaciones, se van apagando los rescoldos que quedaban encendidos
por ahí. La vejez es una maldita sucesión de pérdidas.
¿Tiene poemas nuevos?
No,
qué va. A la poesía la he perdido de vista, no me hace ni puto
caso. Además, la poesía no es un genero muy apropiado para la
vejez. Y eso que lo que más leo ahora es poesía. La prosa
narrativa la frecuento últimamente muy poco.
¿Qué
encierra ese libro de semblanzas que prepara para el próximo año?
Son eso, semblanzas, retratos literarios de un centón de
escritores y artistas españoles e hispanmoamericanos que conocí y
me atrajeron por alguna razón. Los textos están a medio camino
entre la memoria, el ensayo y lo que Juan Ramón Jiménez llamaba
con cierta vaguedad «caricatura lírica».
¿Quién lo publicará?
Seix Barral, mi editor desde hace ya tiempo.
¿Hasta dónde llega el poder lenitivo de la literatura?
No
sé... La poesía te alivia de muchas cosas, te libera de lastres
nocivos y eso siempre es bueno para no desertar, para no quedarse
sentado en un sillón mirando las musarañas. La poesía también es
una buena terapia defensiva contra tantos mediocres encumbrados
como andan por ahí.
¿La
poesía no adscrita al «realismo social» también puede ser una
forma de protesta?
Por supuesto. Aunque esa poesía del «realismo social» ya tenía
sus defectos de fábrica. Estaba justificada desde un punto de
vista histórico, eso sí, pero llevaba marcada su defunción,
precisamente por sus alianzas con la política. Esa alianza nunca
puede ser previa al poema.
¿Qué
demonios desaloja con la escritura?
¿Demonios? Muchos. Por lo pronto, me libero de manías, incluidas
las persecutorias. Me he vuelto muy maniático.
Si se
asoma a la ventana, el panorama político qué le sugiere.
Me siento seriamente preocupado... La derechización universal, la
globalización neoliberal, está ya ahí. Estamos en vísperas del
desastre. El triunfo de Trump es el primer gran aldabonazo del
nuevo fascismo global. Donald Trump es el Jesús Gil de Manhattan.
¿Y
cómo interpreta el desmontaje que, propiciado desde dentro, ha
vivido el PSOE?
Desde dentro y desde fuera. Ha sido un espectáculo de lo más
deprimente. Sólo hay que ver a los protagonistas del asunto para
que te suba la fiebre.
¿Podemos sigue manteniendo interés para usted?
Sí, mantengo ese interés, pero con reservas. Tienen que solventar
un rodaje algo precipitado, con alguna que otra avería todavía sin
reparar... Tampoco me gustan mucho sus formas. Pero su presencia
en la vida política es saludable y oportuna. Prueba de ello son
las descaradas ofensivas en su contra.
¿Hacía falta un año de enredos políticos para llegar al resultado
final que tenemos?
Ese año de enredos, como usted dice, ha dado como resultado un
enredo mayor. El retrato de familia del nuevo Gobierno es muy
ilustrativo a este respecto. Parece que todos se están mirando en
el mismo espejo retrovisor. Qué vida.
En el
discurso de recepción del Premio Cervantes dijo que la poesía
sirve para corregir algunas erratas de la Historia.
Aún lo creo. La poesía es una buena terapia para no equivocarse
demasiado. Bueno, eso de que la poesía corrige las erratas de la
Historia es más bien una utopía, pero cada que vez hay que
frecuentar más las utopías. Al fin y al cabo, las utopías son
esperanzas aplazadas.
Si
mira hacia atrás, qué ve con más nitidez de su vida.
Veo una casa con muchas habitaciones donde a veces me reconozco y
donde a veces no sé quién anda por ahí.
¿Y si mira hacia delante?
Veo una casa con una sola habitación.
La
edad, al contrario de lo que suele suceder, le ha dado
desobediencia en la vida y también en la literatura.
La desobediencia es el factor desencadenante de toda búsqueda
poética. Si quieres salir del atolladero de la realidad tienes que
desobedecer los mandamientos de la tribu, los cánones de turno...
La desobediencia también te inmuniza contra los fanáticos, los
gregarios, los sumisos.
¿Cree
en la literatura sobre todas las cosas o esa fe se amortigua?
Creo ya poco en la literatura, cada vez menos. No me gusta lo que
veo por ahí fuera, incluida mi propia obra.
El escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald se ha
alzado con el Premio Nacional de las Letras Españolas
2005, que reconoceel conjunto de la labor literaria, en
cualquiera de las lenguas del Estado, de un autor
español. Dotado con 30.000 euros, este galardón está
considerado el más importante de los literarios tras el
Premio Cervantes.
El jurado estuvo presidido por el director General del
Libro, Rogelio Blanco, y formado por Luis María Anson,
Clara Janés, José Manuel Blecua, Pablo García Baena y
José María Merino, entre otros.
Galardonado en tres ocasiones con el Premio de la
Crítica el autor de 'Ágata ojo de gato' (Jerez de la
Frontera, 1928) es un poeta excelente, un exquisito
narrador, contrario al pensamiento único y desobediente
hasta en la escritura.
Primero la poesía
José Manuel Caballero Bonald estudióNáutica,
Economía y Filosofía Letras. También ha
sido profesor en la Universidad Nacional de Colombia.
Sus primeras publicaciones, 'Las adivinaciones' (1952),
'Memorias de poco tiempo' (1954), 'Anteo' (1956), 'Las
horas muertas' (1959) y 'Pliegos de cordel' (1963) las
reunió en 1969 en 'Vivir para contarlo'.
Su poesía es simbolista e intimista y en ella se siente
a un joven disconforme con el mundo, con la situación
social de su época. A través de un lenguaje rico y muy
elaborado, en el que se mezcla lo barroco con lo
aparente popular y coloquialista, crea un mundo personal
auténtico regido por la experiencia artística.
En 'Descrédito del héroe' (1977), el registro poético
cambia. Aparece ahora, tras ese largo silencio, un culto
a la imaginación y a la memoria: su tierra, su infancia,
su experiencia vital y artística, y su constante
preocupación lingüística le llevan a un lenguaje
extremadamente depurado y hermético.
Después la narrativa
La entrada en la narrativa fue posterior. En 1962 obtuvo
el Premio Biblioteca Breve por 'Dos días de
septiembre'(1962), una clara novela de realismo social, en
la que se narran las desigualdades existentes en un
pueblo vinatero andaluz entre los ricos terratenientes y
los humildes trabajadores.
Sin embargo, lo que diferencia esta obra de las del
mismo género de su época es que a Bonald le interesan
más las pequeñas anécdotas del fresco que forma el
pueblo presentado con diferentes técnicas narrativas,
llega a utilizar el monólogo interior y sin puntuación,
en una obra aparentemente realista.
Después publicó 'Ágata ojo de gato' (1974), una obra
alegórica, también situada en Andalucía, concebida como
alegórica y alejada de cualquier planteamiento histórico
realista: lo maravilloso, el distanciamiento espacio
temporal la sitúan cerca del realismo mágico.
En 'Toda la noche oyeron pasar pájaros' (1981) y 'En la
casa del padre' (1988) sigue desarrollando el ambiente
andaluz y experimentando con el lenguaje. Caballero
Bonald ha escrito también libros de ensayo como
'Breviario del vino' (1980), 'Narrativa cubana de la
revolución' (1968), 'Luces y sombras del flamenco'
(1975) o 'Sevilla en tiempos de Cervantes' (1991), y ha
recibido el Premio de la Crítica en tres ocasiones.
Memorial de disidencias. Vida y obra de Caballero Bonald (Fundación
José Manuel Lara), una biografía del poeta jerezano a
cargo del profesor Julio Neira, que ha querido también
hacer el recorrido poético de su tiempo: "Con la
evolución de Caballero Bonald se explica la de toda la
poesía española del siglo XX".
José Manuel Caballero Bonald junto a su biógrafo,
Julio Neira
Un retrato completo, desde la infancia hasta el "arrabal
de la senectud", pero con parada lenta en los años de
maduración literaria, de gestación de un nombre y de una
personalidad poética. Eso quiere ser este Memorial de
disidencias (Fundación José Manuel Lara), la primera
biografía de José Manuel Caballero Bonald, escrita por
el profesor Julio Neira. Lo primero que llama la
atención es el momento. ¿Por qué ahora? ¿Por qué
biografiar al poeta en vida, y además después de la
publicación de sus memorias y de tantas páginas
autobiográficas que ha ido dejando él mismo durante los
últimos sesenta años? Dice Julio Neira que va con la
biografía el interés de hacer un recorrido minucioso por
la poesía española del XX, piscina en la que nadan,
cruzándose, aunque a veces sin mirarse, Ángel
González y José Ángel Valente, Gil de Biedma, Antonio
Gamoneda o el propio Caballero Bonald. Es también, por
tanto, un repaso a aquella Generación del 50, a lo que
fue y a lo que quedará de todos ellos. "Mi objetivo fue
dar respuesta, o abordar el conjunto de la vida de un
autor todavía vivo, pero muy significativo de la
evolución de la poesía española en los últimos cincuenta
años. Caballero Bonald hace el viaje de su siglo: pasa
de los poemas más existencialistas de los años cincuenta
a la poesía social de los sesenta y luego ya, a partir
de entonces, a un interés mayor por la experimentación
con el lenguaje".
La biografía, que se ha hecho con el Premio Antonio
Domínguez Ortiz del género, es rica en interesantes
datos de interior, digamos, de las entretelas del grupo.
Cuenta, por ejemplo, que con Gil de Biedma rompió a raíz
de una reseña que el autor de Entreguerras escribió,
estando en Colombia, sobre un libro del poeta ya
fallecido. "Como poeta, siempre estimó poco a Gil de
Biedma -comenta el biógrafo-. Nunca le gustó su actitud
ante el lenguaje poético, que se inclinaba más hacia lo
cotidiano". Esta brecha lo separaba al mismo tiempo,
aunque no de un modo radical y siempre entre los
márgenes de la literatura, de su amigo Ángel González,
compañero de sobremesas etílicas allá por la década de
los cincuenta. "Caballero Bonald siempre ha sabido
separar al poeta del hombre, y, aunque como escritor
nunca le interesó demasiado, Ángel González y él siempre
fueron estupendos amigos", puntualiza.
Prolijo en datos, estamos ante un estudio de corte
académico, riguroso de la peripecia de un poeta al que
el autor se ha acercado, pese a la cercanía, como si de
un personaje del Siglo de Oro se tratara. Por eso
prefirió, dice, no hacerle ninguna entrevista en
profundidad; si bien su voz, la del poeta, está presente
en cada página, casi siempre pasada por el tamiz de sus
memorias. "Me propuse acreditar cada episodio y contar
con su testimonio solo para cubrir determinadas
lagunas", explica Neira. Había una ventaja, o mejor, una
particularidad a la hora de abordar la biografía de
Caballero Bonald: lo que pudiera decirse ya estaba (en
gran medida) dicho. Faltaba cubrir blancos, posibles
confusiones de un texto escrito a fogonazos de memoria,
con fallos cronológicos en la sucesión de los episodios.
"Para escribir sus memorias -continúa Neira-, él no
utilizó multitud de documentos que, en cambio, a mí sí
me han servido para esta biografía". ¿Dónde buscó?, le
preguntamos. En archivos, como el Histórico Nacional, el
de Jerez o el de la fundación que lleva su nombre. Allí
se encuentra casi toda la correspondencia de un poeta
cuya obra no se detuvo, ni mucho menos, en la poesía. Ha
trabajado mucho Caballero Bonald, y por eso su
hemeroteca es inmensa. "Solo hay que ver su actividad
pública en los últimos treinta años para hacerse una
idea de lo que fue cuando era joven".
Podemos decir que el autor de Ágata ojo de gato nunca
abandonó la palestra. Que siempre estuvo en el epicentro
poético de esta España. Por aquí desfilan todos los que
protagonizaron su tiempo, y también los del anterior,
que daban paso a los más jóvenes. En las fotos centrales
del libro, se ve a un Caballero Bonald atildado, pose de
dandi y bigote bien perfilado, junto a figuras de
altura, como Aleixandre, Dámaso Alonso o Jorge Guillén,
y luego ya los Goytisolo, Barral, Claudio Rodríguez y el
resto de su generación. Da la impresión de que Pepe
estuvo en todas partes. Mesas redondas, actos,
conferencias. Donde estuvo, y se quedó un buen rato, fue
en la gran revista mallorquina de Cela, Papeles de Son
Armadans, de la que hubo de salir pitando cuando rompió
con el autor de La Colmena, líos de faldas mediante.
Caballero Bonald pecó con la mismísima Rosario Conde,
esposa del Nobel, y esta lo confesaría después. "De
aquel lío con Rosario Conde no se enorgullece en
absoluto, aunque habla de ello con naturalidad",
confiesa Neira, quien no cuenta, al menos aquí, nada que
no sea ya sabido.
Fueron años duros, aquellos cincuenta. Caballero Bonald
gustaba de la bebida ("es la marca de toda una
generación, el modo que tenían todos ellos de desafiar
lo establecido") y coronó la década con una depresión de
la que tuvo que tratarse. A Barral le describe por carta
su lamentable estado psicológico, mezcla de deterioro
físico y remordimientos por el feo asunto con la señora
de Cela. "Él nunca me ha ocultado ni pedido que elimine
ningún episodio por poco edificante que fuera -comenta
Neira, sobre estos capítulos-. Por ejemplo, era asiduo a
los prostíbulos, y él lo dice. Y ha sido pendenciero, y
lo dice. Y con el alcohol tenía una irritabilidad
tremenda, una irracionalidad que le dominaba y se
apoderaba de él, y lo dice". Incluso, cuentan estas
páginas, atesora cierta herida por arma blanca como
recuerdo imborrable de una de aquellas reyertas
nocturnas. De la depresión postrera lo curó, o le ayudó
a curarse un médico de Barcelona, el mismo que había
tratado ya, como si estuviera especializado en poetas
tristes, a Blas de Otero; pero sobre todo, vino a
salvarle la vida Pepa Ramis, con la que se casó y marchó
a Colombia tras perder aquí el empleo. Pepa Ramis,
bellísima en sus fotos de juventud, también ha
participado en esta biografía, "a veces con esos datos
que parecen retener mejor las mujeres; ya sabes, si esto
o aquello fue antes o después de que naciera tal o cual
hijo". Ramis fue luz y guía del poeta, y este,
probablemente, sin ella no hubiera escrito todo lo que
le quedaba por escribir.
Una obra grande, importante que le valdría, por último,
pero no aún definitivo, el Premio Cervantes en
2013. Entonces andaba despachando su última disidencia,
ahora con una sociedad que "tiende cada vez más a la
desconexión y a la insolidaridad". Con una de las
entrevistas de entonces, que son de hace bien poco,
termina el libro, y Bonald diciendo: "Ochenta y siete
años son demasiado tiempo. La vida de un hombre debe ser
limitada; la cabeza me funciona bien, aunque tengo
algunas confusiones de la memoria. Escribo algún que
otro poema, claro, pero no más. La vejez es una putada.
Además, ya he escrito suficiente". Quién dice que no
habrá un próximo libro.
Memoria de un
desobediente:
la poesía de Caballero Bonald
José Ramón Ripoll
·El autor jerezano posiblemente sea el escritor
en lengua española que más ha usado la memoria, no sólo
como reivindicación personal y colectiva, sino como
fundamento de su propia obra
·La autobiografía se convierte así en crónica
lírica de una historia común que transforma el poema en
espejo de quien a él se asoma
Hablar de poesía en tiempos tan convulsos, donde la
urgente necesidad del ser humano consiste en resolver
los problemas de la subsistencia cotidiana, podría
parecer frívolo e incluso extravagante. Sin embargo, es
la labor del poeta hilvanar las palabras, nuestro
origen, nuestra lengua y nuestra memoria. La poesía,
como el pan, es alimento puro, y en ella el hombre puede
encontrar su esencia y unir su voz a los ecos antiguos
que el reino de los poderosos no ha logrado extinguir.
De alguna manera, la poesía es resistencia contra el
empeño de hacernos olvidar quiénes somos, en esta
especie de alzhéimer provocado.
José Manuel Caballero Bonald(Jerez, 1926) posiblemente sea el escritor en
lengua española que más ha usado la memoria, no sólo
como reivindicación personal y colectiva, sino como
fundamento de su propia obra. Desde su primer libro de
poemas,Las
adivinaciones(1952), hasta el último, Desaprendizajes(2015), la
vibración punzante del recuerdo ha trepidado de un modo
pertinaz. Pero no se trata de una visión nostálgica del
pasado, sino de un exponente creativo sobre el que se
construye y multiplica la realidad del presente. No en
vano, nuestro poeta, además de narrador y ensayista, es
autor de dos excelentes libros de memorias –Tiempos
de guerras perdidas(1995) yLa
costumbre de vivir(2001)—, que no hay que leerlos solamente
como testimonio personal o revelación de una época
determinada, sino como una experiencia narrativa y
poética de lo vivido e imaginado juntamente. De hecho,
su edición definitiva en un solo tomo se agrupa bajo el
epígrafe de La novela de la memoria(2010). Es
muy difícil centrarse exclusivamente en uno de sus
géneros, pues la vasta obra del autor responde a una
sutil interconexión entre ellos. Así, sus cinco novelas
–desdeDos
días de septiembre(1962) hasta Campo de Agramante(1992)— se nutren de elementos provenientes
de su poesía, y esta asume a su vez hallazgos y
mecanismos del mundo de la narración, incorporando
también componentes de su rica labor como ensayista. La
poesía está presente en toda la literatura que emana de
su pluma, pero es en sus poemas donde se concentra la
sustancia de su escritura, adquiriendo una dimensión
ética y moral a través de la memoria.
Caballero Bonald forma parte de la Promoción del
50, constituida a raíz del conjunto de poetas que se
reunió, en 1959, ante la tumba deAntonio
Machadoen
Colliure (Francia) con motivo de cumplirse los veinte
años de su muerte en el exilio. Allí estaban, además de
nuestro poeta, Carlos
Barral,Jaime
Gil de Biedma,José
Agustín Goytisolo,Ángel
González,José
Ángel Valentey Alfonso
Costafreda, un grupo definido más por la amistad y por la
lucha antifranquista que por un criterio estilístico
común. A dicha generación pertenecen por derecho propio
y fecha de nacimiento otros poetas de la talla deClaudio
Rodríguez,Francisco
Brines,Fernando
Quiñoneso Antonio
Gamoneda. Cada uno de ellos consideraba la poesía de una
manera particular, pero todos coincidían en que, además
de vehículo de comunicación, uno de sus principales
cometidos era conseguir un mundo mejor y más libre y, en
definitiva, el derrocamiento de la dictadura franquista.
Como la palabra poética es fundamentalmente conocimiento
e introspección en los rincones más escondidos del ser
humano, en ningún momento se le asignó un mero papel de
denuncia social o panfleto político. Mientras algunos
adoptaron un lenguaje más realista bajo el pretexto de
facilitar el entendimiento del poema por parte del
lector, otros intuyeron que la aprehensión de la
realidad sólo era posible a través de métodos
indagatorios y radicales en el propio lenguaje.
Caballero Bonald pertenece a estos últimos. Su poesía y,
por extensión toda su literatura, es el resultado de un
proceso vital, complejo y atrevido, que trata de
expresar dicha realidad más allá de sus límites, aunque
para intentarlo tenga que superar esquemas, presupuestos
y formas impuestas en nombre de la inmediatez
comunicativa, propagada por los medios de comunicación y
el pensamiento uniforme. Nuestro poeta se rebela tanto
contra el poder, como contra la trampa en la que caen
aquellos que creen combatirlo con la armas trucadas que
les han facilitado quienes lo ostentan.
“Yo no puedo escribir si no me siento en la
inminente necesidad de defenderme de algo con lo que
estoy en radical desacuerdo. El acto de escribir supone
para mí un trabajo de aproximación crítica al
conocimiento de la realidad y también una forma de
resistencia frente al medio que me condiciona”. Son
palabras de 1968, pero esa misma insumisión ha seguido
candente a lo largo de sus versos, desde los que el
poeta arremete contra el estado de cosas que le ha
tocado vivir, como ocurre enManual de infractores(2005), que viene a ser un golpe en la mesa
de un hombre indignado por el despotismo político, la
avaricia económica, el sectarismo y la reacción
ideológica que cobra cada día más protagonismo en la
vida pública. Por eso el poeta siente la necesidad de
subvertir y trastocar el orden literario establecido.
“Desobedecer la norma significa asimilar determinadas
novedades estéticas, una vez admitido que la gran
literatura está hecha por grandes desobedientes”, ha
escrito recientemente.
Si el lenguaje es el eje de la poesía de Caballero
Bonald, la memoria es el centro donde se fundamenta su
equilibrio. Ella custodia lo vivido y lo por vivir, y en
sus recónditos desvanes se encierran los recuerdos más
íntimos, pertenecientes a fugaces instantes de la
infancia o adolescencia del autor. Mas no se trata de
meras remembranzas personales, sino de vívidos episodios
que trascienden la órbita del poeta para situarse en el
lugar del otro. La autobiografía se convierte así en
crónica lírica de una historia común que, gracias a su
tratamiento expresivo, transforma el poema en espejo de
quien a él se asoma. Poemas como “El patio”, “La llave”
o “Antiguo verano” muestran como esos momentos
infantiles dan forma una historia de todos desde el
momento en que son escritos.
De padre cubano y ascendencia francesa por parte de
madre, Caballero Bonald pasa la niñez y juventud en su
ciudad natal, y la casa que fue escenario de sus
vivencias se derribó para construir un banco, aunque hoy
se ubica en su lugar la fundación que lleva el nombre
del poeta. Los años jerezanos se desarrollan en un
ambiente de bodega y campos de vides que, junto al mar
cercano de Sanlúcar, la desembocadura del Guadalquivir y
el Coto de Doñana al otro lado del río, configuran el
entorno natural de su obra. En Cádiz estudia naútica y
astronomía y entra en contacto con los componentes de la
revistaPlatero, en cuyas páginas publica sus primeros poemas.
Allí se engrandece su visión del mar, al tiempo que se
ensancha su sensación de libertad. El paisaje se
convierte en elemento primordial de su escritura, no
como simple decorado, sino como elemento generador de su
propia trama y estilo, y así surge el territorio de
Argónida, una constante en su poesía, porque ya de por
sí es un elemento poético imaginario, aunque el autor lo
divise físicamente a través de la ventana de su casa en
la playa. Ya en su primer libro nos habla de él sin
nombrarlo, pero es evidente que fue a partir de los dos
años de estancia en Bogotá, como profesor de literatura
española y humanidades de la Universidad de Colombia,
entre 1960 y 1962, cuando su paisaje interior se cimenta
sobre unas sólidas estructuras. El contacto directo con
la naturaleza americana, la espesura de su vegetación,
el exotismo de su flora, la magia de la realidad y el
impacto que recibiera de cuanto estaban llevando a cabo
los creadores colombianos propiciaron la aparición
nítida de Argónida, a la manera de Comala deRulfoo Macondo deGarcía
Márquez.
En la novelaÁgata
ojo de gato(1974) se describe Argónida con toda
precisión —justo al extremo sur del Coto de Doñana—, y
en Descrédito del héroe(1977) —libro que marca un radical cambio
estilístico el autor—, se utiliza el término por primera
vez, hasta dar título a uno de sus poemarios, Diario de
Argónida (1997), pero nada sería de este paraje sin el
mar. Tan poderosa es la tendencia del poeta hacia su
litoral, que el panorama provocado por la fusión del río
con el océano penetra en numerosos poemas o simplemente
los encierra. Un río que atraviesa Andalucía, palabra
que no aparece en toda su producción poética hasta Entreguerras(2012), y
no precisamente acompañada de piropos y panegíricos,
pero sí cristalizada en la memoria, formando parte de la
conciencia progresiva hasta expandirse finalmente en el
mar, como el concepto más universal de todos los que le
dan vida y sostiene: “Porque yo provenía
interminablemente de una Andalucía vilipendiada por la
necedad y la vanagloria y la impudicia…”.
El flamenco, como visceral manifestación de una
parte marginal y selecta de esa Andalucía, ocupa un
valor significativo en la vida y obra de Caballero
Bonald. Como estudioso ha publicado obras tan
indispensables comoEl
baile andaluz(1957), Cádiz, Jerez y los Puertos(1963) o Luces y sombras del flamenco(1975), así como el inapreciable trabajo de
campo que reunió a una serie de artistas pertenecientes
a las castas más rancias, guardianas de formas y estilos
a punto de desaparecer, como es el Archivo del cante
flamenco, editado en 1968 y digitalizado en 2011.
Cuando nuestro escritor vive una temporada en Palma
de Mallorca, como subdirector de la revistaPapeles de Son Armadans, escribe
un breve cuaderno de cuatro considerables poemas
inspirado cada uno de ellos en la soleá, la saeta, el
martinete y la seguiriya respectivamente, bajo
mitológico título deAnteo(1956),
del que puede decirse sin temor que constituye la más
cercana e intensa aproximación al flamenco que ha tenido
lugar desde el ámbito de la poesía. No en vano,
Caballero Bonald es autor de numerosas letras que hoy ya
forman parte del patrimonio literario del cante jondo.
Quizás del contacto visceral con el flamenco como
forma radical de expresión proceda otra propiedad que
envuelve toda la obra del maestro de una manera tonal y
telúrica, que consiste en cierto erotismo primitivo,
pasional y desnudo. Su poesía no sólo está ungida por
una suerte de sensualidad, sino que específicamente
trata en varios textos el tema del deseo y el amor como
antesala de algo más, que no se sabe si está al alcance
de los vivos o, por el contrario, es un reclamo de la
muerte. Desde sus primeros poemas, amor y desamor se
hacen presentes como ráfagas insertadas entre los
versos, y poco a poco, van tomando vida autónoma hasta
transfigurarse a veces en filamento medular del poema.
Junto a “Mantis”, “Prefiguraciones” o “Llamada perdida”,
resulta de extraordinaria belleza “Vivir mirándote”,
dedicado implícitamente a su mujer y compañera de toda
la vida,Pepa
Ramis, insertado en el libroLa
noche no tiene paredes(2009).
La noche, el manto oscuro que lo cubre todo. Desde el
primer poema, “Versículo del Génesis”, “entra la noche
como un trueno / por los rompientes de la vida”. La
noche, según ha señalado el autor en varias ocasiones es
una metáfora de la libertad, porque en ella todo sucede
sin la necesaria mascarada a la que obliga el día. En la
noche todo es más permisivo, pero también más asumible y
revelado, porque no olvidemos que la enjundia final de
esta poesía consiste en la revelación tras un subjetivo
desvelamiento por parte del lector. El autor da aliento
a la palabra poética, pero es el lector, en este caso,
por medio de su complicidad con el texto, quien ayuda al
poeta a alcanzar su plenitud.
*José
Ramón Ripolles
poeta. Fue el responsable de seleccionar y presentar la
poesía de Caballero Bonald en la antologíaQuién
sino tú (Bartleby, 2014).
Entreguerras,
la vida de
Caballero Bonald en verso
'Entreguerras' es la autobiografía poética de José
Manuel Caballero Bonald en un sentido doble de vida
contada y poesía revisitada. Los largos versículos y
el habitual rigor y riqueza del vocabulario inventivo
del autor nos deparan una síntesis de su trayectoria
vital que es al propio tiempo compendio y superación
última de toda su escritura precedente
PREFACIO
el lugar de las revelaciones ¿era aquel donde un día
abrí las cajas primordiales rompí el invicto sello el
embozo perpetuo
hendí la piedra y sus tentáculos me interné en la
caverna
estática del tiempo?
¿estaba acaso inscrito en ningún sitio el potencial de
la
iluminación?
oh fronda oh fuego oh detrimento impuro de la invivida
realidad
¿iba a poder testificarme allí en lo más intraducible
en lo más interino de los muchos lenguajes que la duda
engendraba?
¿sabía yo ya entonces que toda realidad circunvala el
enigma
que estaba franqueando la luz razonadora que irradia
de
lo hermético?
y de aquellas palabras que el poder la increencia la
ambición
fueron desmantelando ¿con qué triza qué gajo me quedé
qué estría de la hostilidad fragmentó el paradigma
impuro del pasado
qué herramienta de humo qué súbito espejismo aportó la
escritura
que podía enmendar los desperfectos habidos en tamaña
coyunda del idioma
mientras la introversión se desguazaba como un cadáver
en su pudridero?
hermano de la noche hermano mío de la inmune guarida
de la noche
atrévete a surcar el ávido oleaje del deseo el cerco
de
arrecifes sensoriales
ya cuando en la tiniebla se vacían sus más broncos
impúdicos boquetes
y en derredor ningún edicto estorba la sigilosa
emanación del tiempo
me junté mientras tanto con la secta que exalta las
ocultaciones
penetré en la angostura donde yace subsumida la
implacable gramática
la que instaura la historia y sus correlativos
menoscabos
la que a veces consiste en una lenta sangre que
obstruye el
caño de la vida
¿y qué experiencia es la que pude pobre de mí salvar
de
ese silencio
de esa onerosa imposibilidad de convivir con quienes
contradicen al oráculo
qué signifi cación por nadie recelada me recluyó en la
cóncava indigencia
en esa contrasombra donde ya no subsisten sino
residuos
de ignorancias?
----
las palabras que aspiro a exonerar de sus hueras
baldías
adherencias
sólo para entender de qué belleza me han desposeído
en qué esfera han tratado de agostar tantas menguadas
anodinas lecciones
las palabras que en un larvario estado esperan desde
nunca germinar
¿contienen de algún modo esos locuaces signos que el
azar despedaza
que están apenas reteniendo las insonoridades de la
oscuridad
atenuando en noches muchas las trazas que preceden a
la
luz?
sólo entre dos silencios cabe el tamaño justo del
verbo
predecir
ya cuando el infuturo conduce al expectante a una
inhumana disfunción
rotos los nudos del deseo trasgredido el ayer las
remembranzas
en vilo la veloz muda del tiempo el trueque del tesón
por
la indolencia
las precarias últimas voluntades retenidas en los
atolladeros de la pasividad
y ese estupor testamentario de los días acompasado
a algún reloj exangüe
mientras las marcas de lo venidero se identifi can con
la
descreencia
porque el ayer es sólo un epitafi o porque mañana es
nunca para siempre
se afi anza en su imán la permanencia
lo mismo que en la sed se fi ltran los suplicios
borrosos del
cautivo
lo mismo que por dentro del peligro emerge siempre un
último deseo
hasta que al fi n esa sinopsis de alegorías de la
duración
suscite la belleza la haga fértil gozosa persuasiva
la difunda en segmentos que se acaban juntando en lo
indiviso
para que nadie pueda restringir esa potencia magistral
del Número de Oro
nadie además conoce los sinuosos remisos accidentes
que
integran el olvido
esas volutas ávidas que traspasan a veces los
intersticios
de la evocación
y sugieren como una ilógica continuidad de escrituras
ideográficas
el estrago vital la desgarrada vela los árboles
quemados
las botellas vacías
todo el brumoso taciturno vacilante muestrario de
erosiones
que afecta a la pureza de esa desmemoria gestada en lo
imposible
y da a entender que el tiempo tiene algo de exequias
de la
credulidad
---
Azorín
José Manuel
Caballero Bonald
·El escritor, que este viernes 11 de noviembre
cumple 90 años, recuerda en este artículo un encuentro con Azorín
en su casa de Madrid
·"Azorín traspasó a su escritura todo lo pulcro
y adelgazante de su apariencia", señala Caballero Bonald en este
extracto del libroExamen
de ingenios, de próxima publicación
Más de una vez lo vi cruzar por la Red de San Luis, por la Carrera
de San Jerónimo, casi despojado de volumen, con esa furtiva
actitud del que teme ser interceptado en el camino que conduce a
la inmortalidad, ya transferido prácticamente al estado de momia
andariega. Daba la impresión de que iba perdiendo peso a medida
que se acercaba, deslizándose sin moverse, todo afilado y enjuto,
con el perfil de un maniquí al que han pulido hasta la
transparencia. Vendría del cine o iría al cine o no vendría ni
iría a ningún otro sitio que a su propia esfera incomunicativa. Un
rostro imperturbable, arrugado y terso a la vez, sobresalía
tenuemente del sobretodo como si no perteneciera más que a medias
a aquella figura tan enteca, tan pulcra y vaporosa.
Nunca me permití perturbar el orden rigurosísimo de
ese paseo deAzoríny
alguna vez lo seguí con ánimo de comprobar si aquel itinerario
tenía su término natural o, por el contrario, se ajustaba a un
circuito perpetuo. También era posible que una imagen tan sutil no
admitiese ninguna comprobación sobre sus verdaderos
desplazamientos. Vivía a un paso de donde siempre lo vi, por
detrás del Congreso, calle Zorrilla, 21. Entraba en el portal de
su casa como si hubiese elegido finalmente volver al lugar donde
tenía su acomodo inmóvil y del que nunca debía de haber salido,
sobre todo para no exponerse a algún presunto encontronazo con los
emisarios de la fama.
Un día me agregué a título de intruso a una
delegación de poetas de corte garcilasista que fue a visitar a
Azorín. Iban a hablarle de un homenaje que se le quería tributar
con motivo del cincuentenario de la publicación deLa
ruta de Don Quijote. El salón
de la casa de Azorín tenía todo el aspecto del salón de la casa de
Azorín, convenientemente enaltecido con el excelente retrato que
le pintóZuloaga. Libros,
cuadros, más libros, cerámicas, más libros, cachivaches, más
libros. Cada objeto estaba instalado en su correspondiente
pulcritud y cada pulcritud aparecía alojada en su objeto preciso.
Sólo recuerdo eso y unas espesas cortinas cuidadosamente recogidas
con abrazaderas a ambos lados del balcón, como regulando la
penumbra conventual de la sala. Azorín permanecía muy erguido,
expuesto en una butaca que parecía afilar aún más su silueta. Era
una copia en vivo del retrato de Zuloaga, sólo que más estático.
No se sabía si estaba en estado de rigidez o en estado de gracia.
Ni siquiera alteraba la posición de los párpados, acaso aguardando
en funciones de efigie la justificación de aquella visita. Y eso
fue lo que alguien expuso no sin la correspondiente vacilación.
El anciano se quedó unos momentos más hierático que
de costumbre, si es que eso era materialmente posible, se barrió
con el pulgar el labio inferior y pronunció estas aladas palabras:
“¿Lo sabe el Caudillo?” Imposible remitir esa pregunta desquiciada
a la mentalidad de un exponente de la historia, ya mitología, de
la generación del 98, y menos a la remota conducta delJosé
Martínez Ruizseducido por los trasiegos literarios del
anarquismo finisecular. Qué extraño resbalón ideológico el
intercalado como una cuña de decrepitud en su biografía. Dice
Azorín en su excelente diagnóstico sobre La
Andalucía trágica: “Yo no
quiero engañar al lector; yo no soy un sociólogo, ni un periodista
ilustre. Ni un diligente reporter [sic]; yo soy un hombre vulgar
al que no le acontece nada”. Demasiada modestia incluso para el
causante de una prosa tan modesta.
Al margen de actitudes civiles y estilos
narrativos, Azorín nos mostró un óptimo sistema de releer a su
manera a los clásicos de siempre y un temerario modo de
pronosticar sobre los clásicos futuros. En efecto, hay relumbres
notables en sus recordatorios deManrique,Garcilaso,Juan
de Yepes,Cervantes,Góngora. Pero cuando se aventura por los intramuros del
realismo aposentado entre el XIX y el XX en busca de cánones, qué
extravíos estéticos lo hacen evocar con flagrante desenfoque a unPeredao unRicardo
León, otorgándoles una tasación artística que el tiempo
abarató sin contemplaciones. Azorín escucha con solvencia el eco
de nuestras mejores voces literarias, pero yerra cuando se
anticipa a ese porvenir situado entre la ganga y la mediocridad.
El autor deLos
pueblosinventa para uso de adictos al 98 las
pautas ideales de esa entelequia llamada alma nacional. Reproduce
en el lienzo de los costumbrismos modélicos los rasgos de unos
ascéticos caminos de Castilla que eran los lugares comunes de
Castilla. Sin esa operación registradora de paisajes y figuras tal
vez hubiesen sido muy otros los sucesivos aires castellanos
incorporados al refranero. Azorín disponía de una curiosidad tan
exacerbada, de un sentido de penetración en la realidad tan
estricto, que se valió antes de las mañas periodísticas que lo
dejaban todo en claro que de los trasuntos literarios que
propiciaban una operativa ambigüedad.
Azorín traspasó a su escritura todo lo pulcro y
adelgazante de su apariencia. No se produjeron ni circunloquios ni
ciclos intermedios. Allí estaba la prosa ortopédica frente al
lector como un veredicto inapelable. Una prosa lacónica,
indefectiblemente utilitaria, estimable en términos de abalorio,
sobria hasta la sequedad, hecha de elementales economías
sintácticas, sostenida por un léxico ligeramente arcaizante, cada
sustantivo adornado de dos, tres adjetivos. “La literatura está en
el adjetivo”, dijo certeramente alguna vez. Pero su prosa era tan
sucinta que en ocasiones, más que prosa, parecía apunte de
urgencia, nota de agenda, la antítesis en cierto modo de la de su
paisanoGabriel
Miró. No era fácil colegir que aquel paradigma de
estilo entrecortado, desmigajado, sometido a los más tradicionales
controles prosódicos, tan regulado por un orden minucioso y
maniático, fuese obra de un antiguo anarquista que se asomó
complacido a los higiénicos desniveles de las vanguardias.
Ahí queda, por ejemplo, una rara obra de Azorín de
la que yo fui lector tardío,Brandy,
mucho brandy(1927), y que es una de las más peculiares
incursiones del autor en el teatro. Se trata de una especie de
“sainete sentimental” donde de pronto se hace notoria una
pretensión de novedad ciertamente llamativa y donde se filtra como
un tácito empeño de cómica desobediencia al canon dominante.
También hay por ahí recuerdos más o menos difusos de las truncadas
apetencias surrealistas del autor. Pero todo eso sólo perseveró en
momentos y situaciones muy poco significativas, desplazado quizá
por la supremacía implacable de la llaneza. A lo mejor lo que se
entiende por incumbencia artística del estilo viene a depender de
una vieja ley de las compensaciones: la que sostiene que la
excesiva asepsia conduce al tedio excesivo. O dicho de otro modo:
que el aburrimiento escamotea a veces la lucidez.
José
Manuel Caballero Bonald. Autobiografía intelectual con
Julio Neira
Obra
BIBLIOGRAFÍA (PRIMERAS
EDICIONES)
POESÍA
Las adivinaciones.-
Madrid: Adonais, 1952
Memorias de poco tiempo.-
Madrid: Ed. Cultura Hispánica, 1954
Anteo.-Palma de Mallorca:
Ed. Papeles de Son Armadans, 1956
Las horas muertas.-
Barcelona: Col. Premios Boscán, 1959
Pliegos de cordel.-
Barcelona: Col. Colliure, 1963
Descrédito del héroe.-
Barcelona: Lumen, 1977
Laberinto de Fortuna.-
Barcelona: Laia, 1984
Doce poemas.- Málaga:
Col. Tediria, 1991
Descrédito del
héroe y Laberinto de Fortuna (Nueva edición revisada).-
Madrid: Visor, 1993
Diario de Argónida.-
Barcelona: Tusquets, 1997
Manual de infractores.-
Barcelona: Seix Barral, 2005
Descrédito del héroe (con
un estudio de Joaquín Pérez Azaústre).- Madrid: Bartleby
Editores, 2007
Antídotos (Con pinturas
de Juan Martínez).- Málaga: Centro de Ediciones de la
Diputación de Málaga, 2008
La noche no tiene
paredes.- Barcelona: Seix Barral, 2009
Entreguerras o De la
naturaleza de las cosas. - Barcelona: Seix Barral, 2012
Anatomía poética (Con
ilustraciones de José Luis Fajardo).- Círculo de Tiza,
2014
Desaprendizajes.- Barcelona,
Seix Barral, 2015
POESÍAS COMPLETAS
Vivir para contarlo.-
Barcelona: Seix Barral, 1969
Poesía, 1957-1977
(Prólogo de Francesc Rodón).- Barcelona: Plaza y Janés,
1979
Somos el tiempo que nos
queda (Poesía completa).- Barcelona: Seix Barral, 2004
Somos el tiempo que nos
queda. Obra poética completa (1952-2005).- Barcelona:
Seix Barral, 2007
Somos el tiempo que nos
queda. Obra poética completa (1952-2009).- Barcelona:
Seix Barral, 2011 (Edición actualizada)
VOLÚMENES ANTOLÓGICOS
El papel del coro.-
Bogotá: Ed. Mito, 1961
Selección natural.-
Madrid: Cátedra, 1983
Doble vida (con prólogo
de Pere Gimferrer) .- Madrid: Alianza, 1989
El imposible oficio de
escribir (Edición de María Payeras Grau.- Palma de
Mallorca: Universitat de les Illes Balears, 1997
Poesía Amatoria.-
Sevilla: Renacimiento, 1999
Antología
personal (Incluye CD).- Madrid: Visor, 2003
Recordatorio.- Córdoba:
Los Cuadernos de Sandua, 2003
Años y libros (Selección
de J.M. Caballero Bonald y Josefa Ramis Cabot).- Madrid:
Universidad de Salamanca / Patrimonio Nacional,
2004. Edición e introducción de Luis García Jambrina.
Poesía amatoria. Nueva
edición aumentada (1952-2005).- Madrid: Visor, 2007
Summa Vitae . Antología
poética, 1952-2005 (selección y prólogo de Jenaro Talens).- Barcelona:
Galaxia Gutenberg, 2007
Casa junto al mar.
Antología (Selección de Pablo Méndez).- Madrid: Vitruvio,
2008
Estrategia del
débil (Edición a cargo de Juan Carlos Abril).- Granada:
Ayuntamiento de Granada, 2010
Prefiguraciones (Incluye
CD con poemas leídos por el autor).- Madrid: Círculo de
Bellas Artes, 2010
Antología poética
personal (Introducción de Ángel Luis Prieto de Paula).-
León: Universidad de León, 2010
Ruido de muchas
aguas (Selección y prólogo de Aurora Luque).- Madrid,
Visor, 2011
La voz de José Manuel
Caballero Bonald (Audiolibro).- Madrid: Poesía en la
Residencia (Publicaciones de la Residencia de
Estudiantes), 2011
Poemas de Colombia (Con
ilustraciones de Manolo Millares).- Madrid: Ediciones
del Centro, 2012
Barcos (Con ilustraciones
de Nelson Villalobos).- Vigo: Colección Elvira, 2012
Vivo allí donde estuve.
Poemas escogidos (1952-2012) (Selección y prólogo de
José Ramón Ripoll).- Centro Andaluz de las Letras, 2013
Marcas y soliloquios.
Antología poética (1952-2012) (Edición, introducción y
selección de Juan Carlos Abril).- Valencia: Pre-Textos,
2013
Sombras le avisaron:
Antología poética 1952-2012.- Fondo de Cultura
Económica, 2013
Material del
deseo (Introducción y selección de Juan Carlos Abril).-
México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2013
Quién sino tú: Antología
1952-2012.- (Selección y prólogo de José Ramón Ripoll).-
Madrid: Bartleby, 2014
Fábula y
memoria (Selección y prólogo de Mª José Flores).-
Madrid: Alianza, 2014
NARRATIVA
Dos días de setiembre.-
Barcelona: Seix Barral, 1962
Ágata ojo de gato.-
Barcelona: Barral editores, 1974
Toda la noche oyeron
pasar pájaros.- Barcelona: Planeta, 1981
En la casa del padre.-
Barcelona: Plaza y Janés, 1988
Campo de Agramante.-
Barcelona: Anagrama, 1992
MEMORIAS
Tiempo de guerras
perdidas .- Barcelona: Anagrama, 1995
La costumbre de vivir.-
Madrid: Alfaguara, 2001
La novela de la
memoria (Edición en un solo volumen de Tiempo de guerras
perdidas y La costumbre de vivir).- Barcelona: Seix
Barral, 2010
ADAPTACIONES DE TEATRO
CLÁSICO
Abre el ojo, de Francisco
Rojas Zorrilla, estrenada en el Teatro María Guerrero de
Madrid, por el Centro Dramático Nacional, 1978 (Ed. Vox:
Madrid, 1959)
Don Gil de las calzas
verdes, de Tirso de Molina, estrenada en el Teatro de la
Comedia de Madrid, por la Compañía Nacional de Teatro
Clásico, 1994 (Col. Teatro Clásico: Madrid, 1994)
Fuenteovejuna, de Lope de
Vega (Adaptación del texto para ballet, en colaboración
con Antonio Gades), estrenada por la Compañía de Ballet
de Antonio Gades, 1995
OTRAS OBRAS
El baile andaluz.-
Barcelona: Noguer, 1957
Cádiz, Jerez y los
Puertos.- Barcelona: Noguer, 1963
Narrativa cubana de la
Revolución.- Madrid: Alianza, 1968
Luces y sombras del
flamenco.- Barcelona: Lumen, 1975
Cuixart.- Madrid:
Rayuela, 1977
Breviario del vino.-
Madrid: Ed. del Árbol, 1980
Luis de Góngora: Poesía.-
Madrid; Taurus, 1982
Los personajes de
Fajardo.- Tenerife: Ed. Cabildo Insular, 1986
De la sierra al mar de
Cádiz.- Madrid: Los Libros del Tren, 1988
Andalucía (fotografías de
Ramón Masats).- Barcelona: Lunwerg, 1989
Botero: La corrida.-
Madrid: Lerner y Lerner, 1990
España: Fiestas y
ritos (Con fotografías de Cristina García Rodero).-
Barcelona: Lunwerg, 1992
Sevilla en tiempos de
Cervantes.- Barcelona: Planeta, 1992
Literatura y mestizaje.-
Granada: Fundación Caja de Granada, 1996
España.- Barcelona:
Lunwerg, 1997
Copias del
natural (Selección de textos).- Madrid: Alfaguara, 1999
Mar adentro.- Madrid:
Temas de Hoy, 2002
José de Espronceda.-
Barcelona: Omega, 2002
Miguel de Cervantes.
Poesía.- Barcelona: Seix Barral, 2005
Relecturas. Prosas
reunidas (1956-2005) (3 volúmenes).- Cádiz: Servicio de
Publicaciones de la Diputación de Cádiz, 2006.- (Edición
de Jesús Fernández Palacios)
Copias rescatadas del
natural.- Granada: Atrio, 2006.- (Edición de Juan Carlos
Abril)
Un Madrid literario.-
Barcelona: Lunwerg, 2009 (Fotografías de José Manuel
Navia; edición de Publio López Mondéjar)
Diario de Túnez.- Madrid:
Ediciones del Centro, 2013
Oficio de lector.-
Barcelona: Seix Barral, 2013
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