Pío Baroja y
Nessi,
nace en San
Sebastián, el 28 de diciembre
de
1872-Madrid
y fallece el 30 de octubre
de 1956.
Fue un
escritor español
de la llamada
Generación del 98,
hermano del también escritor y pintor Ricardo Baroja
y tío del
antropólogo Julio Caro
Baroja y
del director de cine y guionista
Pío Caro Baroja.
Pío
Baroja creció en el seno de una familia acomodada de San
Sebastián, relacionada con el periodismo y los negocios de
imprenta. Su bisabuelo paterno, Rafael, fue en Oyarzun
impresor del periódico
La Papeleta de Oyarzun y de otros textos durante
la guerra contra Napoleón.
Su
abuelo paterno del mismo nombre: Pío Baroja, editó en San
Sebastián el periódico El Liberal Guipuzcoano (1820-1823)
durante el Trienio Liberal
e imprimió la Historia de la Revolución francesa
de Thiers en doce tomos, con traducción de Sebastián de Miñano y
Bedoya.
Los
hijos de Rafael Baroja, Ignacio Ramón y Pío, continuaron con el
negocio de imprenta y un hijo de este último, Ricardo, tío del
novelista, será, con el tiempo, editor y factótum del
periódico donostiarra
El Urumea.
La madre
de Pío Baroja, Andrea Carmen Francisca Nessi Goñi, nace
en Madrid (1849), y entre los ascendientes maternos desciende
una rama italiana lombarda originaria de la ciudad de
Como (ubicada a orillas del lago del
mismo nombre), los Nessi, a la que el escritor debe su
segundo apellido. Debido a la repentina muerte de su padre, la
madre se educa en San Sebastián con el abuelo Justo Goñi. La
rama de la familia Goñi materna era de ascendencia marinera,
algo que influyó en la narrativa posterior de Baroja.
El
padre, José Mauricio Serafín Baroja Zornoza, fue un ingeniero de
minas al servicio del estado; hombre inquieto y de ideas
liberales, ejerció ocasionalmente el periodismo y su posición de
ingeniero de Minas condujo a su familia a constantes cambios de
residencia por toda España. Su primer apellido paterno, Baroja,
procede del nombre de la aldea alavesa homónima (citada como
Barolha en 1025, y situada en el actual municipio de
Peñacerrada), de etimología incierta, aunque puede contener el
elemento eusquérico ol(h)a 'cabaña', 'chabola'. En sus
Memorias, el propio don Pío aventura una posible etimología
del apellido, según la cual «Baroja» sería una aféresis de
ibar hotza, que en euskera significa 'valle frío'
o 'río frío'. Aunque también podría tratarse de una contracción
del apellido castellano Bar(barr)oja.
Baroja
fue el tercero de tres hermanos: Darío, que nació en Riotinto y
murió, joven aún, en 1894 de
tisis; Ricardo, que sería en el futuro también escritor y
un importante grabador, conocido sobre todo por sus espléndidos
aguafuertes, y Pío, el hermano menor, que dejaría la profesión
de médico por la de novelista hacia 1896. Ya muy separada de
ellos temporalmente, nació la última hermana:
Carmen, que habría de ser la inseparable compañera del
novelista y la mujer del futuro editor de su hermano, Rafael
Caro Raggio, ocasional escritora también. Es posible que naciera
un cuarto hermano, César, y que falleciera a muy temprana edad.
La relación estrecha con sus hermanos se mantuvo hasta el final
de sus días.

Retrato de Baroja realizado por Ramón Casas, 1904
Baroja
nace en la ciudad de San Sebastián el 28 de diciembre de 1872
(día de los Santos Inocentes) en el número sexto de la calle de
Oquendo. Era la casa que construyó su abuela paterna Concepción
Zornoza. Al nacer se convirtió en el tercero de tres hermanos,
llevándole a Darío tres años y dos a Ricardo. A causa del
bombardeo de San Sebastián por el sitio que habían levantado en
torno suyo los carlistas como
reflejó Miguel de Unamuno
en su novela Paz en la guerra, la familia cambió
de domicilio a un chalet del paseo de la Concha. Pero en 1879 se
trasladaron todos a Madrid cuando Baroja contaba apenas siete
años, a la calle Fuencarral y cerca de la era del Mico, entre
las glorietas de Bilbao y Quevedo, espacio que marcó su infancia
madrileña. El padre trabajaba en el Instituto Geográfico y
Estadístico de Madrid y en un par de años volvió a cambiar
de domicilio a la vecina calle de Espíritu Santo. Baroja pudo
contemplar durante este periodo a los personajes madrileños de
la época: los aguadores de origen asturiano, los soldados que
llenaban las calles procedentes de la Guerra de Cuba, las
porteras, viajeros diversos...
El padre
frecuentaba por aquel entonces las
tertulias de café que proliferaban alrededor de la Puerta
del Sol y algunos de los escritores y poetas de la época fueron
invitados a la casa de la calle del Espíritu Santo. Pero un
nuevo destino del padre obligó a la familia a trasladarse a
Pamplona, en Navarra. Baroja y Ricardo tuvieron que acomodarse a
un nuevo Instituto; Darío, el mayor, acusó menos los cambios.
Ricardo comenzó entonces a mostrar interés por la pintura y Pío
se transformó en un lector voraz no ya de la literatura
contemporánea, sino de folletines y clásicos juveniles como
Robert Louis Stevenson, Julio Verne,Thomas Mayne-Reid
y Daniel Defoe. En 1884 nace su hermana menor Carmen,
cuando Pío tenía ya doce años. El hecho es importante: Baroja
señaló que su "fondo sentimental" se formó entre los doce y los
veintidós años. Una mujer entre tres chicos mayores.
Ciertamente, el periodo pamplonica dejó huella en él porque el
abuelo Justo Goñi abrió una fonda en el piso del mismo edificio
donde vivía la familia, de forma que pudo ver pasar por el local
a toreros, compañías de títeres, cantantes, escritores... Un
abigarrado y heterogéneo paisaje humano que recuerda a las
superpobladas novelas que llegará a escribir. El ambiente de
Pamplona de final de
siglo XIX dio abundantes aventuras a los componentes de la
familia Baroja, así como a la adolescencia de Pío.
El gusto
de Serafín por la itinerancia lo llevó de nuevo a aceptar un
puesto en Bilbao, pero el grueso de la familia regresó de nuevo
a Madrid en 1886 por intercesión de la madre, cansada de tanta
mudanza. El argumento materno expuesto fue que los hijos podrían
desarrollar allí sus futuros estudios universitarios en la
capital. Serafín, el padre, visitaría periódicamente Madrid para
ver a su familia y San Sebastián para cultivar las amistades de
la infancia. En esta segunda etapa madrileña la familia residía
en un caserón propiedad de doña Juana Nessi, esposa del
empresario aragonés Matías Lacasa, en la calle Misericordia,
junto al Monasterio de las Descalzas Reales que fuera "mansión
de capellanes". La calle donde residían gracias a la
hospitalidad de Juana Nessi poseía solo un único número y se
encontraba próxima a la Puerta del Sol y al hoy desaparecido
Teatro de Capellanes (también llamado Teatro Cómico) y el
Hospital de la Misericordia. La vivienda madrileña de los Baroja
se encontraba en este periodo justo en medio de la pujante
sociedad madrileña de finales del siglo XIX. Baroja regresaría a
esta casa de la calle Capellanes años después, en su etapa
prolífica de escritor.
Darío y
Pío comenzaron a ir a una academia preparatoria para el ingreso
en la Escuela Politécnica recién fundada. Baroja acabó el
bachillerato en el Instituto San Isidro, donde conoció a Pedro
Riudavets, con el que mantuvo largas conversaciones que Pío
incluyó posteriormente en Las Aventuras de Silvestre Paradox.
Tras presentarse al
examen de bachillerato Pío decidió estudiar la carrera de
medicina iniciando el preparatorio correspondiente. Hasta el
último instante estuvo indeciso si estudiar la carrera de
medicina o la de farmacia. En los exámenes finales aprobó todas
las asignaturas, excepto química.
Durante
los veranos, para escapar del calor de Madrid, la familia solía
reunirse en San Sebastián y Baroja consiguió aprobar en
semtiembre la asignatura que le faltaba para ingresar en la
facultad. La familia se trasladó a la calle de Atocha, cerca del
Colegio de Cirugía de San Carlos cuando al padre le notificaron
el traslado a Madrid de nuevo. En este periodo Pío comenzó a
asistir a las tertulias de los cafés y a llevar una cierta vida
social reuniéndose con escritores y artistas en casa de su amigo
Carlos Venero. Este ambiente logró excitar la esencia escritora
de Baroja. Algunas de estas amistades serían los futuros
compañeros de la facultad de San Carlos.

Como
estudiante de medicina no destacó, más por falta de interés que
de talento, y ya por entonces se le apreció un carácter
hipercrítico y descontentadizo; ninguna profesión le atraía,
solamente escribir no le disgustaba. Durante su periodo de
prácticas en el
Hospital de San Juan de Dios, el de
San Carlos y
en el General, descubrió su indiferencia por la profesión
sanitaria. Es en este periodo de estudios cuando comienza a
escribir relatos cortos. Las reuniones en casa de Carlos Venero
incitan sus primeros escritos y empieza a esbozar dos de sus
futuras novelas: Camino
de perfección y de Las aventuras de Silvestre Paradox.
En el
cuarto año de la carrera tuvo como profesores en San Carlos a
José de Letamendi y Benito Hernando y Espinosa y tuvo la mala
suerte de no caer bien a ninguno. Los encontronazos públicos en
las clases fueron frecuentes y ambos profesores se dedicaron a
entorpecer su carrera. De estos problemas y de la decadente vida
universitaria madrileña entonces ofrecerá un pintoresco panorama
Pío Baroja en los primeros capítulos de su en parte
autobiográfica novela
El árbol de la ciencia. En estas ofrecieron al padre un
cargo en Valencia que
de nuevo obligó a toda la familia a trasladarse. Sin embargo,
los hermanos pudieron continuar sus carreras en la nueva ciudad,
aun cuando Baroja abandonó Madrid con el ánimo por los suelos
por los encontronazos con los dos profesores. Primeramente se
establecieron en la calle Cirilo Amorós, algo distante del
centro de Valencia, lo que solucionaron con una nueva mudanza a
la estrecha calle de Navellós aledaña a la mismísima
Catedral. Por desgracia, Darío empezó a mostrar síntomas
de tuberculosis, algo que provoca la consternación de toda la
familia y afectó profundamente al escritor, como refleja en su
novela El árbol de
la ciencia, en que Darío aparece bajo el nombre del tísico
hermano del protagonista Andrés Hurtado, Luisito.
Pío
continuó los estudios de medicina en Valencia, pero uno de sus
profesores de este nuevo periodo Enrique Slocker de la Rosa,
discípulo de Letamendi, lo suspendió en la asignatura de
Patología General. Pío acude frecuentemente al
Hospital General Universitario y centra su trabajo en
concluir los estudios lo antes posible. Sin embargo, aunque
aprobó las asignaturas teóricas, los catedráticos lo increparon
irónicamente en los exámenes por su poca dedicación a la praxis.
Se licenció, al fin, en Valencia, pero marchó a Madrid para
doctorarse por el medio más rápido posible. Durante este periodo
inicia su carrera periodística escribiendo artículos en
La Unión Liberal
(1ª fase 1889-1890) de San Sebastián, así como en algunos
periódicos madrileños como La Justicia. Su hermano Darío
fallece durante las fiestas navideñas de 1894 y la melancolía y
la pena hicieron a la familia trasladarse a una casa en Burjasot
para escapar de la ciudad, vivienda que describiría
posteriormente Pío en El árbol de la ciencia.
Baroja
se centra en el doctorado con el objeto de no prolongar sus
estudios y finalmente presenta en 1896 el título de su tesis:
El dolor, estudio de psicofísica. La tesis fue defendida
ante un tribunal de profesores de San Carlos. Regresa a Valencia
y allí se entera de una vacante de médico rural en Cestona en
Guipúzcoa. No había más candidatos y se la concedieron sin
problema. Baroja comenzó a ejercer la medicina. Su hermana
Carmen y la madre se trasladan a Cestona cuando Baroja se
instala en un caserón. Allí Baroja se traslada a los caseríos en
auriga, sin apenas descanso. La vida de doctor rural era
penosa y muy mal remunerada. Un suceso le cambiará la vida: a su
padre le nombran Jefe de Minas de la provincia de Guipúzcoa, con
residencia en San Sebastián. Baroja abandonó la plaza de Cestona
definitivamente, dejando una reputación (con razón/o no) de
persona problemática. Tuvo alguna diferencia de criterio con el
médico viejo, con el alcalde, con el párroco y con el sector
católico del pueblo, que le acusaba de trabajar los domingos en
su jardín y de no ir a misa, pues, en efecto, era agnóstico;
nunca simpatizó con la Iglesia desde su misma niñez, como cuenta
en una de sus autobiografías, Juventud, egolatría. Tras
un año escaso de actividad médica, Baroja logra plaza en
Zarauz, pero finalmente abandona.


El
Monasterio de las Descalzas en Madrid (izquierda), la calle de
Capellanes (derecha) donde pasó Pío Baroja parte de su
juventud
Tras su
experiencia interrumpida como médico rural decide regresar a la
bulliciosa Madrid; su hermano Ricardo dirigía una panadería
(Viena Capellanes) que su tía materna Juana Nessi les había
legado tras la muerte de su marido y Ricardo le había escrito
desde Madrid que estaba harto y quería dejar el negocio. Baroja
decidió encargarse él mismo de regentar la tahona cercana al
monasterio de las Descalzas Reales, antigua casa de la familia
(cerca de la Plaza de Celenque). Sobre esta situación laboral de
Baroja gastaron bromas que le agradaban poco: «Es un escritor de
mucha miga, Baroja» —dijo de él Rubén Darío a un periodista. A
lo cual respondió el escritor: «También Darío es escritor de
mucha pluma: se nota que es indio».
Instalado en Madrid, empezó a colaborar en periódicos y
revistas, simpatizando con las doctrinas sociales
anarquistas, pero sin militar abiertamente en ninguna. Al
igual que su contemporáneo Miguel de Unamuno, abominó del
nacionalismo vasco, contra el que escribió su sátira
Momentum catastrophicum.
La
intervención de Baroja en la panadería de Viena Capellanes
atrajo los odios de los familiares de Matías Lacasa. A esto se
añadieron los problemas con los trabajadores de la panadería, la
lucha con el gremio. Todo este ambiente hizo que dedicarse a la
panadería no fuera de los negocios más felices de Baroja. A
pesar de todo, conoce durante este periodo de la panadería,
trabajando en el obrador a los personajes curiosos que nutrirían
algunas de sus novelas (Silvestre Paradox). Eran épocas
en la que se encontraban en la calle noticias de la guerra
hispano-estadounidense, algo que desataba pasiones encontradas.
Baroja lee ávidamente en las largas horas en el mostrador.
Durante los meses de verano Pío se iba a ver las obras de teatro
que se representaban en los jardines del parque del Retiro de
Madrid. Una vez su madre y la hermana Carmen regresan de nuevo a
vera de Baroja en Madrid, al poco de su regreso, la tía Juana
Nessi fallece. Los Baroja se instalan en la casa y cierran
definitivamente la panadería de Capellanes. Esta estancia en
Madrid coincide con el auge del modernismo y con una bohemia
literaria más o menos pintoresca.
La
afición por la literatura que ha surgido en su periodo de
adolescencia y ahora se ve incrementada en sus largas estancias
tras el mostrador de la panadería en las que lee con avidez
filosofía alemana, desde Inmanuel Kant a Arthur Schopenhauer,
decantándose finalmente por el pesimismo de este último. Su
amigo suizo Paul Schmitz le introduciría más tarde en la
filosofía de Nietzsche. Baroja fue así acercándose cada vez más
al mundillo literario. Estrechó una especial amistad con el
anarquista José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín.
De igual manera cultivó la amistad de
Maeztu. Con él y Azorín formaron durante un breve período
el Grupo de los Tres. En 1898 el animador de círculos literarios
Luis Ruiz Contreras le visita repetidas veces para que escriba
en Revista Nueva, de la que Baroja, tras escribir
algunos. artículos, acaba renegando.


Monasterio del Paular, lugar donde Baroja toma contacto con
Nietzsche
En 1899
hizo Baroja el primero de sus numerosísimos viajes por Europa a
París, llevando en el equipaje ideas para una primera novela.
Allí presenció la vida y costumbres parisinas junto al desorden
y los alborotos. Asiste a la vida nocturna de los cabarés y vive
apasionadamente los sucesos del caso Dreyfus, frecuentando
además a los hermanos Machado, en especial a Antonio. Los
jóvenes escritores empiezan a conocerse, la figura de Baroja por
esta época es ya aquella con la que será conocido en el futuro:
barba recortada, calvo, ojos expresivos y la típica boina
vascongada. Al regresar a Madrid y realiza frecuentes
excursiones a la
sierra de Guadarrama y el monasterio de Santa María de El
Paular. En una de esas excursiones a la sierra madrileña conoce
a su amigo suizo, el hispanista, escritor filonazi y traductor
de Friedrich Nietzsche
al español Paul Schmitz y entra en contacto con las ideas
del gran filósofo que impregnaran parte de su obra. En su novela
Camino de perfección aparecerá consignado ese momento.
Con el viajero Ciro Bayo realizará también varias excursiones a
Extremadura y hará también
senderismo por Jutlandia en
Dinamarca. Su activo vagabundeo por toda la Europa
occidental quedará reflejado en sus novelas; solo Europa del
Este quedó al margen de su interés. Pero tampoco escapará a su
curiosidad la propia España, que visitó periódicamente por medio
de gran número de excursiones con diversos familiares, amigos y
escritores. Las hizo casi siempre acompañado por sus hermanos
Carmen y Ricardo, pero también por
Ramiro de Maeztu, Azorín, Paul Schmitz e incluso
José Ortega y Gasset en una ocasión en que recorrieron en
automóvil gran parte del intinerario del general Gómez
en su famosa expedición durante la Primera Guerra
Carlista; sobre ello redactará Baroja un interesante libro de
viajes. Todos estos periplos a comienzos del siglo XX fecundaron
su creatividad novelística y coinciden con su periodo literario
más fértil: en él fue gestando, con su conocimiento de entornos
y personas, los tipos, ambientes y paisajes que luego poblarán
sus novelas.
El
periplo de Baroja por Europa y España se extendió también a la
misma ciudad de Madrid en que residió largos años; de sus
impresiones quedan abundantes reflejos en toda su obra, pero
sobre todo en la trilogía
La lucha por la vida, un ancho fesco de los
ambientes humildes y marginales de la capital. Fue, de hecho,
una especie de segundo Galdós por su conocimiento de los
rincones más recónditos de la capital de España, aunque, a
diferencia del narrador canario, Baroja no experimenta
complacencia o complicidad con aquello que refleja, sino que
critica con acritud cuando tiene que hacerlo y solo a duras
penas muestra su lirismo, intenso pero escaso. Entre sus
compañeros de paseo desgastaaceras (así se llamaban) fue
el más frecuente Valle-Inclán, pues el mayor de sus amigos
entonces, Azorín, no gustaba de andar. Las paradas en los bajos
del café de Fornos de
la calle de Alcalá
eran frecuentes, al igual que en el Lyon d'Or. A sus
tertulias solían ir los escritores y actores de teatro de
la época.
A
principios del siglo XX (1903) estuvo en Tánger como periodista
corresponsal de prensa escrita de El Globo, impreso en
Madrid. Viajó después por toda Europa (residió varias veces en
París (1906) con su hermana Carmen y allí conoció a Corpus Barga
y Francisco Iribarne. Estuvo algún tiempo en Londres (1906), y
pasó por Italia (en Roma estuvo en 1907), Bélgica, Suiza,
Alemania, Noruega, Holanda y Dinamarca. En 1902 se establece la
familia en la casa de la calle Juan Álvarez Mendizábal del
novísimo barrio de Argüelles. La casa era un antiguo hotel que
necesitaba numerosas reformas y allí estuvieron viviendo hasta
que falleció el padre en 1912 y se casó su hermana Carmen. La
casa estaba llena de los gatos a que era aficionada la madre.
Desde 1912 los veranos los pasaban en Vera de Bidasoa.

En 1900
publicó su primer libro, una recopilación de cuentos titulada
Vidas sombrías, la mayoría compuestos en Cestona
sobre gentes de esa región y sus propias experiencias
como médico. En esta obra se encuentran en germen todas las
obsesiones que reflejó en su novelística posterior. El libro fue
muy leído y comentado por prestigiosos escritores como Miguel de
Unamuno, quien se entusiasmó con él y quiso conocer al autor;
por su amigo Azorín también y por Benito Pérez Galdós. Siempre
negó la existencia de la «Generación del 98» por considerar que
carecían sus pretendidos componentes de las necesarias
afinidades y similitudes. En ese mismo año publica la que será
su primera novela: La casa de Aitzgorri, iniciando así su
carrera como escritor y ensayista.

Caserío
de Itzea propiedad de los Baroja en Vera de Bidasoa, Navarra.
Como
bibliófilo aficionado frecuentador de librerías de viejo, de la
cuesta de Moyano y de los bouquinistes a la orilla del
Sena en París, fue acumulando Baroja una biblioteca
especializada en ocultismo,
brujería e historia del siglo XIX que fue instalando en
un viejo caserío del siglo XVII destartalado (pero de magnífica
construcción), que compró en Vera de Bidasoa y restauró
paulatinamente y con gran gusto, convirtiéndolo en el famoso
caserío de «Itzea», donde pasaba los veranos con su familia, que
se instaló en Vera del Bidasoa, aunque no en el caserío
inhabitable por el momento, sino en un piso alquilado, donde
falleció el 15 de julio de 1912 su padre Serafín Baroja cuando
las obras de la restauración del caserío aún no habían
comenzado. Tras la muerte del padre y las bodas de su hermano y
hermana, Pío y su madre se quedaron solos en el caserón.
Su
principal aporte a la literatura, como él mismo confiesa en
Desde la última vuelta del Camino
(sus memorias compendiadas, Ed. Tusquets, 2006), es la
observación y valoración objetiva, documental y psicológica de
la realidad que le rodeó. Tenía conciencia de ser persona dotada
de una especial agudeza psicológica a la hora de conocer a las
personas; es un mito su pretendida misoginia, habiendo descrito
numerosos personajes femeninos encantadores o sin denigración
alguna hacia éstos, más bien al contrario, se mostró un
observador imparcial de la mujer con sus virtudes y defectos y
creó entrañables caracteres femeninos como el de Lulú en El
árbol de la ciencia. Por demás, en su descripción de los
personajes asoman a veces ciertos prejuicios raciales derivados
de sus lecturas como médico de las teorías frenológicas de
Cesare Lombroso, con cierto toque antropológico que derivaba de
sus conversaciones con su propio sobrino, el antropólogo Julio
Caro Baroja, quien fue en su juventud ayudante suyo y residió
largas temporadas en Itzea.
En sus
novelas reflejó una original filosofía realista, producto de la
observación psicológica y objetiva («Ver en lo que es», como
decía Stendhal, a
quien cita en Juventud, egolatría, junto a Dostoievski
como una de sus fuentes a la hora de diseñar
psicologías), impregnada además con el profundo pesimismo
de Arthur
Schopenhauer, pero que predicaba en alguna forma una especie de
redención por la acción, en la línea de Friedrich Nietzsche: de
ahí los personajes aventureros y vitalistas que inundan la mayor
parte de sus novelas, pero también los más escasos abúlicos y
desengañados, como el Andrés Hurtado de El árbol de la
ciencia o el Fernando Ossorio de Camino de perfección
(pasión mística), dos de sus novelas más acabadas. Fuera de
esto, su mundo literario bebió de las numerosas lecturas de
folletines y libros decimonónicos de aventuras que marcaron
profundamente su juventud en el Madrid bohemio y de género chico
de comienzos de siglo XX.


La vida
política de Baroja acusa una gran incoherencia, al igual que
otros aspectos de la vida del escritor, pero al cabo se deja ver
una evolución hacia el conservadurismo similar a la de otros
autores de la llamada Generación del 98 como
Azorín o Miguel de Unamuno (pero no como
Antonio Machado o Ramón María del Valle-Inclán). Los
periodos anarquistas y republicanos se localizan al principio de
su trayectoria, y los totalitarios al final. Todos ellos
quedaron reflejados en la obra periodística de Baroja.
Consiguió librarse del servicio militar de la manera que cuenta
en Juventud egolatría. En una primera etapa de bohemia
madrileña tuvo contacto con anarquistas españoles como Mateo
Morral, del que inspirado en su atentado contra Alfonso XIII
trazó una trilogía, La raza. Igualmente tuvo contacto con
anarquistas durante su estancia en Londres. Se alineó después
con el Partido
Republicano Radical (PRR) de Alejandro Lerroux. Participó
activamente en campañas electorales, dando discursos en
Barcelona. Impulsado por
Azorín, hizo intento de entrar en política durante las
elecciones generales de España de 1914, presentándose de
concejal en Madrid y de diputado por Fraga, pero fracasó. Al
acercarse Azorín al partido de
Antonio Maura, rompió su antigua amistad con él. El
gobierno del Partido Liberal-Conservador de Eduardo Dato
le era desagradable.
El 23 de
septiembre de 1923 se produce el
golpe de Estado de Primo de Rivera y Baroja no parece
interesarse por el acontecimiento. Al poco tiempo da una
conferencia en el
Ateneo de San Sebastián en
la que arremete contra la
democracia liberal, a pesar de ello, no abandonó jamás
sus convicciones anticlericales. Curiosamente, fue cofundador el
11 de febrero de 1933 de la
Asociación de Amigos de la Unión Soviética junto con
otros autores no-marxistas como Concha Espina
y Jacinto Benavente
que luego se adherirán al régimen franquista. En una
entrevista realizada por Juan Aparicio López
en la revista jonista La Conquista del Estado,
fundada por Ramiro Ledesma Ramos, critica el advenimiento de la
Segunda República Española. En mayo de 1935 fue admitido en la
Real Academia Española; el 7 de septiembre de 1935 en su
casa de Vera fallece Carmen Nessi, la madre de Baroja.
En plena
Guerra Civil, publica el libro titulado Comunistas, judíos y
demás ralea (1938) en el Valladolid del bando sublevado y
Ayer y hoy en 1939, de suerte que Ernesto Giménez Caballero
lo denomina “abuelo del
fascismo
español”. El pensamiento de Baroja durante este periodo queda
cristalizado en tres novelas donde la acción transcurre, en
parte o totalmente, durante la guerra civil española.


Monumento
a Baroja en la Cuesta de Moyano de Madrid

Monumento
a Baroja en Aranda de Duero (Burgos)
Prefería
el clima, luz, paisaje y vegetación del Norte de España, por eso
eligió Navarra para veranear en el
36. Fue arrestado por fuerzas carlistas (requetés) que se
dirigían desde Pamplona a Guipúzcoa y
le retienen en el pueblo vecino de Santesteban; esta experiencia
lo asustó bastante. Es liberado de la cárcel municipal por
mediación de Carlos Martínez Campos, duque de la Torre (años más
tarde preceptor del príncipe de España, don Juan Carlos). Al
regresar de nuevo a Vera, Baroja decide evitar problemas y
marcharse a pie a la cercana frontera con Francia. Cruzando la
frontera se traslada inmediatamente a Francia en un automóvil,
estableciéndose inicialmente en
San Juan de Luz y posteriomente en París, en el Colegio
de España de la Ciudad Universitaria, gracias a la hospitalidad
que le ofreció el director de dicho colegio, el Sr. Establier
(hospitalidad que le fue agriamente reprochada al director por
el entonces embajador de la República en Francia, Luis
Araquistáin, que personalmente y a través de su esposa hizo
repetidas gestiones ante el director Establier para que
expulsase a Baroja de su alojamiento, gestiones que gracias a la
caballerosidad de dicho director no dieron el menor resultado).
Debido a
las gestiones que realizó el profesor
Manuel García Morente a Baroja le concedieron un
salvoconducto para acceder a la España Nacional. El 13 de
septiembre de 1937, tras un año de exilio regresa a España,
cruza el puente internacional de Irún. Vive en la casa de Vera y
se deja ver poco. En enero de 1938 invitan a Baroja a Salamanca
para jurar como miembro del recién creado Instituto de España y
para gestionar la publicación de artículos periodísticos muy
críticos con la República en general y con los políticos
republicanos (como el conocido «Una explicación», publicado en
el Diario de
Navarra, 1-IX-1936).
Regresa
a París, e inicia una serie de viajes de ida y regreso a España
hasta el final de la guerra. A medida que se acercaba el año
1939, en París se anunciaba la proximidad de un confrontamiento.
Regresa a España definitivamente en junio de 1940. Ese mismo año
regresa a un Madrid de posguerra. En La soledad de Pío Baroja
(1953) Pío Caro relata la vida de la familia en el
periodo que va desde 1940 a 1950.


Ruiz de
Alarcón, 12, su último domicilio en Madrid.

Placa en
el «Edificio Baroja», Ruiz de Alarcón, 12, su último domicilio
en Madrid.
De algún
modo, su mejor literatura termina con la guerra, salvo la
composición de sus memorias Desde la última vuelta del camino,
uno de los mejores ejemplos de autobiografía en lengua
castellana. Terminada la Guerra Civil, residió todavía una corta
época en Francia y se estableció más tarde definitivamente entre
Madrid y Vera de Bidasoa. Siguió escribiendo y publicando
novelas, sus Memorias (que alcanzaron gran éxito) y una
edición de sus Obras completas. Sufrió algunos problemas
con la censura, que no le permitió publicar su novela sobre la
Guerra Civil, Miserias de la guerra, ni su continuación,
Los caprichos de la suerte. La primera fue publicada por
sus sucesores en 2006, en edición del escritor Miguel Sánchez-Ostiz,
precedida, entre otros títulos, por Libertad frente a
sumisión en 2001. Sostuvo en su domicilio de Madrid una
tertulia de sesgo escéptico (en la cual participaban diversas
personalidades, entre ellas novelistas como Camilo José Cela,
Juan Benet y otros).
Su
hotelito de la calle Mendizábal (paralela a la calle de la
Princesa, cerca de la
Plaza de España) fue destruido por una bomba nacional durante la
Guerra Civil, perdiéndose muchísimos documentos de valor que
allí tenía archivados. Tras la Guerra Civil, se mudó a la calle
Ruiz de Alarcón, cerca de la Bolsa.
Toda su
vida fue un gran andarín, habiendo paseado por Madrid y todos
sus alrededores en su juventud, como queda reflejado en su
trilogía La lucha
por la vida (La busca,
Mala hierba y Aurora roja). En sus últimos
años fue un gran paseante por el Parque del Buen Retiro
madrileño, de forma que se le levantó allí la estatua que
guarda su memoria (cruce con la Cuesta de Moyano
y Alfonso XII). Nunca estuvo casado y no dejó
descendencia.
Su
hermana Carmen murió en 1949 y su hermano Ricardo en 1953.
Afectado poco a poco por la arterioesclerosis, murió en 1956 y
fue enterrado en el Cementerio Civil de Madrid (junto al de La
Almudena) como ateo, con gran escándalo de la España oficial, a
pesar de las presiones que recibió su sobrino, el antropólogo
Julio Caro Baroja, para que renunciase a la voluntad de su tío.
Ello no obstante, el entonces ministro de Educación Nacional,
Jesús Rubio García-Mina, asistió en su calidad de tal al
entierro. Su ataúd fue llevado a hombros por Camilo José Cela,
Pérez Ferrero entre otros.
Ernest Hemingway
asistió al sepelio y John Dos Passos
declaró su admiración y su deuda con el escritor.

Obras
Baroja
cultivó preferentemente el género narrativo, pero se acercó
también con frecuencia al ensayo, y más ocasionalmente al
teatro, la lírica (Canciones del suburbio) y la
biografía. Existe una contribución de Pío al libreto de una
opereta escrita por el músico Pablo Sorozábal titulada:
Adiós a la bohemia
(estrenada en el Calderón en 1933).
Obra narrativa
El
propio autor agrupó sus novelas, un poco arbitrariamente, en
nueve trilogías y dos tetralogías, aunque es difícil distinguir
en algunas de ellas qué elementos pueden tener en común:
Tierra vasca, La lucha por la vida, El pasado,
El mar, La raza, Las ciudades, Agonías
de nuestro tiempo,
La selva oscura, La juventud perdida y
La vida fantástica. Saturnales pertenece en su
temática a la Guerra civil y permaneció inédita a causa de la
censura franquista, publicándose las dos últimas novelas de la
serie en el siglo XXI.
·
Tierra vasca
es una tetralogía que
agrupa La casa de Aizgorri (1900), El mayorazgo de
Labraz (1903), Zalacaín el aventurero
(1908) y La
leyenda de Jaun de Alzate (1922).
·
La lucha por la vida
integra La busca (1904),
Mala hierba (1904) y Aurora roja (1904).
·
La raza está
formada por El árbol de la ciencia (1911), La dama
errante (1908) y
La ciudad de la niebla (1909).
·
El pasado
consta de
La feria de los discretos (1905),
Los últimos románticos (1906) y Las tragedias
grotescas (1907).
·
La vida fantástica
está formada por
Aventuras, inventos y mixtificaciones de Silvestre
Paradox (1901), Camino de perfección (pasión mística)
(1901) y Paradox rey(1906).
·
Las ciudades
agrupa a César o
nada (1910);
El mundo es ansí (1912) y La sensualidad pervertida:
ensayos amorosos de un hombre ingenuo en una época de decadencia
(1920).
·
El mar
es su segunda
tetralogía: acoge Las inquietudes de Shanti Andía (1911);
El laberinto de las sirenas (1923); Los pilotos de
altura (1929) y La estrella del capitán Chimista
(1930).
·
Agonías de nuestro tiempo
recoge El gran
torbellino del mundo (1926); Las veleidades de la fortuna
(1927) y Los amores tardíos (1942).
·
La selva oscura
incorpora La familia de Errotacho
(1932); El cabo de las tormentas (1932) y Los
visionarios (1932).
·
La juventud perdida
reúne Las noches
del Buen Retiro (1934); El cura de Monleón (1936) y
Locuras de carnaval (1937).
·
Saturnales,
la última, agrupa a El cantor vagabundo (1950);
Miserias de la guerra (2006) y Los caprichos de la suerte
(2015).
Una
serie de novelas de la última etapa de la vida del escritor no
fue recogida en trilogías y se las suele llamar «novelas
sueltas» porque el autor no llegó a escribir las que faltaban
por causa de la vejez y la censura (especialmente en las que
trataban la Guerra Civil) principalmente:
Susana y los cazadores de moscas
(1938), Laura o la soledad sin remedio
(1939),
Ayer y hoy
(publicada en Chile en 1939), El caballero de Erlaiz
(1943), El puente de las ánimas (1944), El hotel del
Cisne (1946) y El cantor vagabundo
(1950).
El
hotel del Cisne
sería la primera pieza
de otra inconclusa trilogía que llevaría por nombre Días
aciagos. En cuanto a
Saturnales, trilogía sobre la Guerra civil, llegó
a escribirla entera, pero la censura franquista impidió la
publicación de dos de las novelas que la integraban; la llegada
de la democracia posibilitó que se imprimieran; son
Miserias de la guerra (2006), y Los caprichos
de la suerte (2015).
Entre
1913 y 1935 aparecieron los veintidós volúmenes de una larga
novela histórica,
Memorias de un hombre de acción, basada en la vida de un
antepasado suyo, el conspirador y aventurero liberal y masón
Eugenio de Aviraneta (1792-1872), a través del cual refleja los
acontecimientos más importantes de la historia española del
siglo XIX, desde la Guerra de la Independencia
hasta la regencia de María Cristina, pasando por el
turbulento reinado de Fernando VII. Constituye una amplia serie
de novelas históricas comparable a los Episodios nacionales
de Benito Pérez Galdós y aproximadamente sobre el mismo
periodo histórico, aunque el escritor canario escribió casi el
doble de novelas que el escritor vasco y Baroja se documentó con
tanto rigor como el propio Galdós, aunque su estilo es mucho más
impresionista. Son las siguientes: El aprendiz de conspirador
(1913), El escuadrón del «Brigante» (1913), Los
caminos del mundo (1914),
Con la pluma y con el sable (1915), que narra el
período en que Aviraneta fue regidor de Aranda de Duero, Los
recursos de la astucia (1915), La ruta del aventurero
(1916), Los contrastes de la vida (1920), La veleta de
Gastizar (1918), Los caudillos de 1830 (1918), La
Isabelina(1919), El sabor de la venganza (1921),
Las furias (1921), El amor, el dandysmo y la intriga
(1922), Las figuras de cera (1924), La nave de los
locos (1925, en cuyo prólogo se defiende de las críticas
hacia su forma de novelar vertidas por José Ortega y Gasset en
El Espectador), Las mascaradas sangrientas (1927),
Humano enigma (1928), La senda doloros
(1928), Los confidentes audaces (1930),
La venta de Mirambel (1931),
Crónica escandalosa (1935) y Desde el principio
hasta el fin (1935).
En 1938
publicó en la editorial Reconquista
Comunistas, judíos y demás ralea, libro formado
por fragmentos de obras y artículos de Baroja anteriores a 1936,
pero también contremporáneos a la Guerra civil, donde se muestra
hostil a la democracia y a la política en general.
Baroja
publicó también cuentos, recogidos al principio en
Vidas sombrías (1900) y después en Idilios
vascos (1902). Asimismo, fue un asiduo del género
memorialístico y autobiográfico (Juventud, egolatría,
1917 y los ocho volúmenes.
|