El trato de Argel /
1582
El siglo de Cervantes, o
los siglos, son siglos de teatro y
Cervantes, hombre de su siglo o de sus
siglos, fue también un hombre de teatro.
Testimonio de la primera etapa teatral de
Cervantes, El trato de Argel es asimismo
un texto de largo alcance en lo
biográfico, de gran valor documental, en
el cual la historia se confunde con la
Historia. No ha pasado mucho tiempo desde
que el soldado de Lepanto, el ex cautivo,
se reencontrara con la libertad y,
entretanto, el hombre Miguel de Cervantes
busca su sitio en España, sin acabar de
encontrarlo, y el autor busca un hueco
entre las tablas de los corrales de
comedias.
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El cerco de Numancia
(La Numancia) / 1582
En los años previos a la
«monarquía cómica» de Lope de Vega,
Cervantes estrenó, según sus propias
palabras, «hasta veinte comedias o
treinta» en los corrales de Madrid. No
puede decirse que obtuviera un éxito
arrollador en este desempeño, y el propio
autor se limitará a consignar, años
después, que «todas ellas se recitaron sin
que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni
de otra cosa arrojadiza». En La Numancia,
Cervantes recoge el tópico de la
resistencia numantina frente al acoso de
los romanos y lo convierte en una
exaltación de la libertad, asunto clave en
su producción literaria y en su propia
vida.
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La Galatea / 1585
Cervantes deja a un lado su
experiencia como soldado y cautivo, y se
hunde en el universo idealizado,
improbable y simbólico de la novela
pastoril. La narración, entreverada de
versos, sigue el triunfante modelo de La
Diana de Jorge de Montemayor, y cuenta la
historia de dos pastores de la ribera del
Tajo, Elicio y Erastro, enamorados de una
misma, discreta y hermosísima pastora,
Galatea. También cuenta, entrelazadas,
muchas otras historias de pastores cuya
principal ocupación consiste en amar y,
sólo a veces, en ser amados. Los
personajes se lamentan entre sonetos y
canciones y, al fondo, los rebaños pastan
y los arroyos murmuran. Además de una
novela, es un tratado de amor inacabado.
Cervantes siempre mantuvo la promesa de
concluirla, incluso en el prólogo de Los
trabajos de Persiles y Sigismunda, que
firmó tres días antes de morir.
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Don Quijote de la
Mancha / 1605
En la
Mancha, en una aldea anodina, hay un
hidalgo que sueña. Es un hombre de cierta
edad y la lectura obsesiva y reiterada de
libros de caballerías le ha secado el
cerebro. De pronto, siente una llamada a
la acción. Entiende que su sitio está en
los caminos, así que sale al mundo, se
hace armar caballero y adopta el nombre de
Don Quijote de la Mancha. Se hace con los
servicios del labrador Sancho Panza, al
que convierte en su escudero, y la novela
se ensancha, o se multiplica, y la
realidad dialoga con la invención, la
locura con la cordura, y el idealismo con
el interés.
El libro
gozó de un éxito inmediato en España y no
tardó en ser traducido, entero o troceado,
al inglés y al francés. Concebida como
sátira de los libros de caballerías, la
obra conocerá con el correr de los siglos
nuevas lecturas que trascienden la idea
inicial y convierten el objeto humorístico
en una historia trágica y, al fin, en un
asunto metafísico.
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Novelas Ejemplares /
1613
-
Novela del casamiento
engañoso.
-
La gitanilla.
-
El amante liberal.
-
Riconete y Cortadillo.
-
Licenciado Vidriera.
-
La fuerza de la sangre.
-
El celoso extremeño.
-
La ilustre fregona.
-
La de los perros Cipón y
Berganza.
-
Novela de la señora
Cornelia.
-
Novela de las doncellas.
En este
fresco de historias cabe el mundo entero,
la sociedad toda, y cabe también toda la
lengua española, por boca de pícaros,
rústicos, estudiantes, soldados y damas
principales. Hasta los perros hablan en
cierta ocasión. Aunque el libro se publicó
en 1613, se sabe que algunas de estas
narraciones fueron escritas unos años
antes, cuando alboreaba el siglo.
Son once
novelas, pero hay una, El casamiento
engañoso, que contiene la que podríamos
llamar duodécima, conocida como El
coloquio de los perros. Ya en el prólogo,
Cervantes manifiesta su vocación de
entretener a la vez que proporciona «algún
ejemplo provechoso» y, ciertamente, hay en
todas ellas una competición moral en la
que el bien resulta siempre vencedor del
mal.
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Viaje del Parnaso /
1614
Al
principio estuvo la poesía, y luego fue
todo lo demás, incluidos los desengaños.
Aunque es un libro tardío, o tal vez por
eso, resulta imprescindible para entender
al joven poeta que fue, y también al
hombre. La realidad, o el enésimo fiasco
de un poeta que esperaba algo más, se
filtra en este poema narrativo escrito en
tercetos, en el que el propio Cervantes
protagoniza un viaje hasta el monte del
Parnaso, después de atravesar España y
surcar el Mediterráneo.
No ha
pasado mucho tiempo desde que Cervantes se
postulara, sin éxito, para acompañar a su
mecenas el Conde de Lemos en su nuevo
destino como virrey de Nápoles. El poeta
Lupercio Leonardo de Argensola,
organizador de la comitiva, cerró las
puertas al de Alcalá y lo despertó así del
sueño de vivir, al trasluz de Italia, una
segunda juventud. En el poema, en la
ficción, antes y después de presentarse
ante Apolo, el autor hace desfilar a
infinidad de poetas, maltrata a muchos de
ellos –lo cual incluye a Argensola y a su
hermano– y, sobre todo, dice muchas cosas
muy interesantes sobre su propia obra y su
propia vida. Evoca con nostalgia sus días
italianos, en los que nació a una
sensibilidad nueva, se reivindica como
«raro inventor» y entabla conversación
sincera con la poesía: «la gracia que no
quiso darme el cielo».
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Ocho comedias y ocho
entremeses nuevos, nunca representados /
1615
Comedias:
Entremeses:
-
El juez de los divorcios.
-
El rufián viudo llamado
Trampagos.
-
La elección de los
alcaldes Daganzo.
-
La guarda cuidadosa.
-
El vizcaíno fingido.
-
El retablo de las
maravillas.
-
La cueva de Salamanca.
-
El viejo celoso.
En 1615 el
final se presagiaba cercano y Cervantes,
espoleado por la posibilidad de sacar
algún dinero nuevo a un oficio viejo, como
era el de escritor de comedias, se decidió
a reunir su producción teatral más
reciente en este volumen. El título mismo
destila ironía. Son obras nunca
representadas por la sencillísima razón de
que Cervantes no ha encontrado empresario
–entonces se los llamaba autores– que las
quiera llevar a escena. En el conjunto de
lo reunido, refulgen los entremeses,
pequeños cuadros de costumbres donde la
trama importa menos que la viveza, el
ingenio apretado y el acierto en la
presentación de los personajes.
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Don Quijote de la
Mancha, segunda parte / 1615
Antes de
abonar el terreno donde la novela moderna
echaría sus raíces, Cervantes conoció
muchos infortunios, algunos desengaños y,
también, el sobresalto de una
mixtificación.
Debemos
reconocer al Quijote apócrifo de
Avellaneda (1614) el mérito, en realidad
inestimable, de haber precipitado la
conclusión de la segunda parte del
Quijote, que Cervantes tenía algo
abandonada por entonces. Pero el engaño y
el aprovechamiento económico no ofenden
tanto a Cervantes como las invectivas y
las pullas. El falsario, escondido tras un
seudónimo y nunca descubierto, se permite
bromear con las heridas de Lepanto que
Cervantes tiene por timbre de su gloria.
El caso es
que esta segunda parte apócrifa acabará
convertida en materia novelable y será,
igual que la primera y verdadera, pieza
indispensable dentro del mecanismo de la
ficción.
Tras un
paréntesis de cordura selectiva de Don
Quijote, vuelve al mundo junto a su
escudero Sancho. Ahora son dos raras
celebridades, personajes de novela dentro
de la propia novela.
En el curso
de sus nuevas aventuras, que los llevarán
por Aragón hasta Barcelona, y luego de
vuelta a su aldea, los protagonistas
profundizan en su propia identidad –son,
cada vez más, ellos mismos–, y la historia
se eleva, en alas de asuntos como la
amistad, la justicia o la libertad.
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Los trabajos de
Persiles y Sigismunda, historia
septentrional / 1617, obra póstuma
El lector
contemporáneo, cuya idea de la novela debe
tanto a Cervantes, encontrará dificultades
para reconocerse en esta obra de raigambre
bizantina, escrita a la manera del griego
Heliodoro y publicada un año después de la
muerte de su autor.
Cuenta la
peregrinación a Roma de dos amantes,
Persiles y Sigismunda, que viajan desde
tierras remotas –historia septentrional,
dice el subtitulo– embozados en nombres
falsos, Periandro y Auristela. Se harán
pasar por hermanos y eso dificultará la
peripecia y añadirá el factor de la
castidad. En la trama, complicadísima, hay
calamidades, prisiones, reconocimientos y
naufragios, azar y malicia.
Algunos
consideran que Cervantes se ha
desentendido por completo de la
verosimilitud, lo que resta credibilidad y
eficacia al conjunto, y otros sostienen
que más bien apura las vías de lo posible
extraordinario –establece una relación con
la verosimilitud inaprensible para el
lector moderno–, en un canto de cisne que
es también un esfuerzo de gigante.
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