Su vida

1547 1568 1569 1571 1572 1575 1580 1581 1584
1587 1592 1603 1605 1613 1614 1615 1616


En 1547, año del nacimiento de Cervantes, el mundo ha dejado de ser un lugar pequeño y España, bajo el reinado de Carlos I, constituye la mitad de ese mundo. Alcalá de Henares, a treinta kilómetros de Madrid, es un lugar agitado y vibrante en tanto que plaza universitaria, y allí verá la luz Miguel de Cervantes. Cuarto hijo de un modesto sangrador o practicante –entonces se los llamaba cirujanos–, resulta difícil seguir la pista al niño Miguel, y también al adolescente. El padre, Rodrigo, vivió siempre cercado por la estrechez, asediado por las deudas. Su azarosa trayectoria lo llevó de Alcalá a Valladolid, y luego a Sevilla, y antes a Córdoba, aunque algunos dudan que su mujer, Leonor de Cortinas, y sus seis hijos lo acompañaran en este deambular.

Lo único seguro es que en 1566 Miguel de Cervantes está instalado en Madrid, junto al resto de la familia. En 1568 firma unos poemas de circunstancias a la muerte de la reina Isabel de Valois –esposa de Felipe II–, editados al año siguiente por Juan López de Hoyos. Pero antes de que acabe el año lo tenemos en Roma. ¿Cómo ha llegado y por qué? Hay documentada una orden de arresto contra un Miguel de Cervantes a quien se ha juzgado en rebeldía por haber herido a un maestro de obras en un duelo. La sentencia encierra un guiño irónico al destino: diez años de destierro y corte de la mano derecha. De todos modos, algunos sostienen que ese Cervantes no es Cervantes, o que es otro Cervantes. Ya en la Ciudad Eterna, trabaja como camarero del futuro Cardenal Acquaviva, y después ingresa a los tercios, hasta que un buen día la lógica de las cosas –es soldado, es español y es 7 de octubre de 1571– lo sitúa en el golfo de Lepanto, teatro de la historia. El mar está en calma, las flotas rivales rugen, se acechan, y Miguel de Cervantes tiene fiebre. Se le concede licencia para ponerse a cubierto, pero él insiste en atravesar el tiempo, y se dispone para el combate –«la más alta ocasión que vieron los siglos pasados»– en el esquife de la galera La Marquesa. Mueren treinta mil hombres del lado turco y doce mil del lado cristiano, que se dará por vencedor. Tres balas de arcabuz buscan y encuentran a Cervantes. Dos le aciertan en el pecho y una tercera le inutiliza la mano izquierda.

Después de unos meses de convalecencia en un hospital de Mesina, en Sicilia, se reincorpora a los tercios. El Mediterráneo es un campo de batalla y Cervantes sigue atrapado en el torbellino de la historia: Navarino, Corfú, Túnez. Recorre Italia de arriba abajo, remueve la espuma de los días –lee mucho, vive más– y, en 1575, se embarca de regreso a España. Cuenta con cartas de recomendación de Don Juan de Austria y del Duque de Sesso, pero esos papeles, cursados para conseguir, seguramente, una patente de capitán, le acabarán complicando la existencia. En aguas del Golfo de Rosas la goleta Sol cae en manos de corsarios berberiscos, que tomarán a Cervantes por quien no es, una persona principal. Esto retrasará su rescate, aumentará su cotización. Cinco años pasó Cervantes en los baños o mazmorras de Argel, y cuatro veces intentará fugarse hasta que el 19 de septiembre de 1580 el fraile trinitario Juan Gil se presente con el rescate. Regresa a España y se encuentra con un país convulso, entre la mugre y el oropel, que enlaza bancarrotas a medida que ensancha sus límites y los del mundo, y con su familia arruinada por los gastos de su liberación. En Madrid, intentará hacer valer sus méritos como héroe de Lepanto, y como ex cautivo, para conseguir alguna colocación. Lo envían a Orán en una oscura comisión de un mes con visos de espionaje, le pagan cincuenta ducados y ahí termina todo. Entonces vislumbra América. Cervantes escribe al Consejo de Indias, quiere que lo envíen allí con algún empleo administrativo. Nada. El sueño americano –lo que pudo haber sido– se diluye en el horizonte y se confunde con un océano de plegarias desatendidas. «Con poco me contento, aunque deseo mucho», escribirá en el Viaje del Parnaso.

Así que se queda en España, le queda España, y trabaja en una novela pastoril, La Galatea. Frecuenta la taberna de un asturiano instalado en la calle Tudescos, y frecuenta también a la mujer del tabernero, Ana Franca, con la que tendrá una hija. En diciembre de 1584 viajará a Esquivias, en Toledo, para mediar en la publicación de un cancionero de un amigo muerto, y súbitamente –es decir, sin que nadie encuentre una explicación clara– casará con Catalina Palacios Salazar, a la que dobla en edad. Pasará dos años en Esquivias y en 1585 publica La Galatea. Al fin, en 1587, consigue un empleo como comisario de abastos en Sevilla. Escribe poemas sueltos, que coloca en flores y cancioneros, vende comedias, gana unas justas poéticas y como premio obtiene unas cucharillas de plata. Recorre Andalucía de punta a cabo, requisa trigo y aceite para la Armada Invencible. El héroe desvaído respira el polvo de los caminos y se acostumbra a la incomodidad de las fondas. Fija el paisaje en la retina y, también, da con sus huesos en la cárcel (en Castro del Río, provincia de Córdoba, y en Sevilla) acusado de cobrar lo que no debía, o de demorar el pago de sus recaudaciones a la hacienda pública. Además, conocerá la excomunión por requisar bienes eclesiásticos.

En 1601 la corte se traslada a Valladolid y, tres años más tarde, Cervantes se instala al borde del Pisuerga, rodeado de mujeres: esposa, hermanas, hija y sobrina. Sobrevienen sinsabores, sobresaltos y tratos indeseados con la justicia. Un caballero principal muere –hoy se diría que “en extrañas circunstancias”– a las puertas o incluso en las entrañas de la casa de alquiler en la que moran los Cervantes. En la investigación no se esclarece la muerte del caballero, pero se concluye que todas las mujeres de aquella casa llevan una vida licenciosa que bordea la prostitución. Y entonces, en 1605, ocurre algo, se publica en Madrid, en la imprenta de Juan de la Cuesta, la primera parte de El Quijote. Es un triunfo fulminante, alcanza cinco reediciones ese mismo año y en poco tiempo se traducirá al inglés y al francés.

El siglo sigue, la corte vuelve a Madrid en 1606, y Cervantes con ella. Encuentra un protector en el Conde de Lemos, pero sufre una nueva decepción cuando el célebre mecenas parte hacia Nápoles, donde fungirá como virrey, y no lo incluye en su séquito. Cervantes es un hombre entre dos siglos y un escritor del presente que se proyecta hacia el futuro. Dentro de ese futuro, le preocupa especialmente la salvación de su alma, así que multiplica su presencia en órdenes y congregaciones y se entrega a ocupaciones piadosas, que alterna con la pluma. En 1613 se editan las Novelas ejemplares. Un año después, Alonso Fernández de Avellaneda –seudónimo nunca esclarecido– da a las prensas una segunda parte apócrifa de El Quijote. Se acerca el ocaso, y la actividad de Cervantes es febril: Viaje del Parnaso, Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados y, en 1615, una segunda parte de El Quijote, donde ficción y realidad espejean hasta ofrecer la fórmula depurada de la novela moderna.

En 1616, la primavera avanza y Cervantes, postrado por la enfermedad –diabetes, tal vez insuficiencia hepática–, espera la muerte en su casa de la madrileña calle del León. Sustancia su agonía en la dedicatoria y prólogo de Los trabajos de Persiles y Segismunda. «¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!». Soporta los dolores de la enfermedad y se consume hasta que el 22 de abril le llega, después de tanta vida, la hora de morir.

 


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1587 1592 1603 1605 1613 1614 1615 1616

1547

Nacimiento en Alcalá de Henares

¿Dónde y cuándo nació Cervantes? Durante siglos constituyó un doble misterio. El primero se esclareció tras encontrarse su partida de bautismo, fechada el 9 de octubre de 1547 en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares. En cuanto a la fecha exacta, solo cabe presumir que fuera el 29 de septiembre, día de San Miguel.

1568

Madrid, versos de circunstancias

Estremecimiento en la corte. La reina Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, muere después de dar a luz un niño, que también morirá. Un temblor recorre Madrid, y el joven Cervantes, alentado por el maestro de gramática Juan López de Hoyos, escribe unos poemas que verá editados al año siguiente, en una Historia y relación de la enfermedad, muerte y exequias de la reina.

1569

Roma, camarero de monseñor Acquaviva

Cervantes busca fortuna en la Roma de los césares y los papas. Sirve como camarero en el séquito de monseñor Acquaviva, quien vestirá más adelante la púrpura cardenalicia. Agotada su etapa palaciega, Cervantes ingresa como soldado bisoño en la compañía de Diego de Urbina. Atraviesa Italia e Italia lo atraviesa a él.

1571

Lepanto

El destino de Cervantes se confunde con la historia el día de la batalla de Lepanto, que enfrenta a la Santa Liga con la armada turca. Sobre un mar de espuma sanguinolenta, en medio de un caos de arcabuzazos, barcos que se incendian, cuerpos mutilados y pífanos aterradores, Cervantes resulta herido en el pecho y pierde el uso de la mano izquierda.

1572

Convalecencia en Mesina

Al horror de la batalla suceden la incertidumbre y el amontonamiento de almas en el hospital de Mesina, en Sicilia, donde Cervantes convalece de sus heridas. Sicilia es entonces plaza española, y será cuartel de invierno para la flota de don Juan de Austria. Entretanto, Cervantes salva la vida y en unos meses se reincorporará a la milicia.

1575

Cautivo en Argel

El Mediterráneo es un mar en guerra, infestado de corsarios. Cervantes se embarca en Nápoles rumbo a España y, en las aguas del golfo de Rosas, su goleta será abordada por los hombres del corsario Arnaute Mamí. Cervantes acaba en Argel, bulliciosa base de la piratería berberisca y gran mercado de esclavos. Mediarán cinco años, y cuatro fugas fallidas, hasta que recupere la libertad.

1580

Denia, libre otra vez

Han pasado once años desde que salió de España, y han pasado muchas cosas en muchas partes: se pierde Túnez y se recupera, muere Juan de Austria, nace Felipe III, la corte se instala en Lisboa. España sigue ensanchando el mundo: Legazpi ha fundado la ciudad de Manila, Mendaña toca las islas Salomón. Y Cervantes empieza a soñar con América, y será en vano.

1581

Orán, oscura misión

Una comisión oficial sobre la que poco o nada se sabe, y el velo misterioso de esta plaza española en el Norte de África, hacen del viaje a Orán –mayo y junio de 1581– un nuevo enigma en la vida de Cervantes. Entre la diplomacia, el espionaje o el encargo administrativo, sólo queda constancia de que, a la vuelta, se le pagaron cincuenta ducados.

1584

Boda en Esquivias

Cervantes se entrega a la especulación amorosa. Acaba de tener una hija natural con Ana Franca –mujer de un tabernero– y enseguida viaja a Esquivias, Toledo, para ayudar a la viuda de un poeta amigo en la publicación de un cancionero póstumo. Una vez allí, se casa con Catalina Palacios Salazar, a la que dobla en edad. Vende los derechos de La Galatea, que se publicará al año siguiente.

1587

Comisario de abastos, Sevilla

Todo llega, aunque sea un gris destino como recaudador de abastos en Sevilla. Pero Sevilla es entonces la ciudad cosmos, antesala de las Indias y cauce de todas sus riquezas y esplendores. No abandona la pluma, y cultiva la poesía y el teatro mientras las calamidades –deudas, demandas, y hasta excomuniones– se agolpan en su frente.

1592

Castro del Rio (Córdoba), encarcelamiento fugaz

La vida de un recaudador no era necesariamente fácil. Cervantes será acusado de vender trigo sin autorización y pasará unos días arrestado en Castro del Río. Algunos estudiosos conjeturan que fue aquí donde incubó la idea de El Quijote; otros sostienen que fue más adelante, durante un nuevo encarcelamiento en Sevilla.

1603

En Valladolid, siguiendo a la corte

Muy cerca del matadero municipal y encima de una taberna, en un pequeño edificio  donde vive mucha gente junta, se instalará la familia Cervantes –el escritor y su mujer, hermanas, hija y sobrina– que han llegado hasta Valladolid siguiendo el rastro de la corte. En este clima de apremio, Cervantes termina la primera parte de El Quijote.

1605

Madrid, primera parte de El Quijote

Seiscientas sesenta y cuatro páginas y muchísimas erratas. Nace en la imprenta de Juan de la Cuesta, en la calle Atocha de Madrid, la novela que cambia la novela. El librero Francisco de Robles, dueño de los derechos, la vende al precio de doscientos maravedíes y medio. No tarda en agotarse, y enseguida se suceden las reediciones, algunas clandestinas.

1613

Madrid, Novelas ejemplares

La novela, larga o corta, siempre estuvo ahí, en Cervantes, que hace suya, es decir, española, la novella italiana. Las Novelas ejemplares parecen condenadas a ser doce, ya sea porque hay dos en una –El coloquio de los perros se incrusta en El casamiento engañoso– o porque durante años se incluyó en la cuenta La tía fingida, hoy descartada.

1614 – 1615

Tarragona y Madrid, un Quijote apócrifo y otro verdadero

Alonso Fernández de Avellaneda, seudónimo todavía por desentrañar, firma una continuación apócrifa de El Quijote que se edita en Tarragona. La añagaza espoleará a Cervantes a terminar su segunda parte de El Quijote, enriquecerá la trama y se incorporará como asunto metaliterario al discurso de la novela, que se publicará en Madrid un año después. Publica Viaje del Parnaso y las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados(1615).

1616

Madrid, agonía y muerte

Media el mes de abril y el escritor empieza a convivir con la muerte, que se ha instalado en su casa de la calle del León, esquina con la calle Francos (hoy Cervantes). Recibe la extremaunción, firma la dedicatoria del Persiles y, tres días después, el 22 de abril, muere. Al día siguiente es enterrado en el convento de las Trinitarias Descalzas.

 


Su obra

1582 1582 1585 1613
El Trato de Argel La Numancia La Galatea Novelas Ejemplares
1614 1615 1615
Viaje de Parnaso Ocho novelas
Ocho entremeses
Persiles y
Sigismunda
1605 1615
Don Quijote de la Mancha Don Quijote de la Mancha
(2ª parte)

El trato de Argel / 1582

El siglo de Cervantes, o los siglos, son siglos de teatro y Cervantes, hombre de su siglo o de sus siglos, fue también un hombre de teatro. Testimonio de la primera etapa teatral de Cervantes, El trato de Argel es asimismo un texto de largo alcance en lo biográfico, de gran valor documental, en el cual la historia se confunde con la Historia. No ha pasado mucho tiempo desde que el soldado de Lepanto, el ex cautivo, se reencontrara con la libertad y, entretanto, el hombre Miguel de Cervantes busca su sitio en España, sin acabar de encontrarlo, y el autor busca un hueco entre las tablas de los corrales de comedias.

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El cerco de Numancia (La Numancia) / 1582

En los años previos a la «monarquía cómica» de Lope de Vega, Cervantes estrenó, según sus propias palabras, «hasta veinte comedias o treinta» en los corrales de Madrid. No puede decirse que obtuviera un éxito arrollador en este desempeño, y el propio autor se limitará a consignar, años después, que «todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza». En La Numancia, Cervantes recoge el tópico de la resistencia numantina frente al acoso de los romanos y lo convierte en una exaltación de la libertad, asunto clave en su producción literaria y en su propia vida.

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La Galatea / 1585

Cervantes deja a un lado su experiencia como soldado y cautivo, y se hunde en el universo idealizado, improbable y simbólico de la novela pastoril. La narración, entreverada de versos, sigue el triunfante modelo de La Diana de Jorge de Montemayor, y cuenta la historia de dos pastores de la ribera del Tajo, Elicio y Erastro, enamorados de una misma, discreta y hermosísima pastora, Galatea. También cuenta, entrelazadas, muchas otras historias de pastores cuya principal ocupación consiste en amar y, sólo a veces, en ser amados. Los personajes se lamentan entre sonetos y canciones y, al fondo, los rebaños pastan y los arroyos murmuran. Además de una novela, es un tratado de amor inacabado. Cervantes siempre mantuvo la promesa de concluirla, incluso en el prólogo de Los trabajos de Persiles y Sigismunda, que firmó tres días antes de morir.

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Don Quijote de la Mancha / 1605

En la Mancha, en una aldea anodina, hay un hidalgo que sueña. Es un hombre de cierta edad y la lectura obsesiva y reiterada de libros de caballerías le ha secado el cerebro. De pronto, siente una llamada a la acción. Entiende que su sitio está en los caminos, así que sale al mundo, se hace armar caballero y adopta el nombre de Don Quijote de la Mancha. Se hace con los servicios del labrador Sancho Panza, al que convierte en su escudero, y la novela se ensancha, o se multiplica, y la realidad dialoga con la invención, la locura con la cordura, y el idealismo con el interés.

El libro gozó de un éxito inmediato en España y no tardó en ser traducido, entero o troceado, al inglés y al francés. Concebida como sátira de los libros de caballerías, la obra conocerá con el correr de los siglos nuevas lecturas que trascienden la idea inicial y convierten el objeto humorístico en una historia trágica y, al fin, en un asunto metafísico.

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Novelas Ejemplares / 1613

  1. Novela del casamiento engañoso.

  2. La gitanilla.

  3. El amante liberal.

  4. Riconete y Cortadillo.

  5. Licenciado Vidriera.

  6. La fuerza de la sangre.

  7. El celoso extremeño.

  8. La ilustre fregona.

  9. La de los perros Cipón y Berganza.

  10. Novela de la señora Cornelia.

  11. Novela de las doncellas.

En este fresco de historias cabe el mundo entero, la sociedad toda, y cabe también toda la lengua española, por boca de pícaros, rústicos, estudiantes, soldados y damas principales. Hasta los perros hablan en cierta ocasión. Aunque el libro se publicó en 1613, se sabe que algunas de estas narraciones fueron escritas unos años antes, cuando alboreaba el siglo.

Son once novelas, pero hay una, El casamiento engañoso, que contiene la que podríamos llamar duodécima, conocida como El coloquio de los perros. Ya en el prólogo, Cervantes manifiesta su vocación de entretener a la vez que proporciona «algún ejemplo provechoso» y, ciertamente, hay en todas ellas una competición moral en la que el bien resulta siempre vencedor del mal.

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Viaje del Parnaso / 1614

Al principio estuvo la poesía, y luego fue todo lo demás, incluidos los desengaños. Aunque es un libro tardío, o tal vez por eso, resulta imprescindible para entender al joven poeta que fue, y también al hombre. La realidad, o el enésimo fiasco de un poeta que esperaba algo más, se filtra en este poema narrativo escrito en tercetos, en el que el propio Cervantes protagoniza un viaje hasta el monte del Parnaso, después de atravesar España y surcar el Mediterráneo.

No ha pasado mucho tiempo desde que Cervantes se postulara, sin éxito, para acompañar a su mecenas el Conde de Lemos en su nuevo destino como virrey de Nápoles. El poeta Lupercio Leonardo de Argensola, organizador de la comitiva, cerró las puertas al de Alcalá y lo despertó así del sueño de vivir, al trasluz de Italia, una segunda juventud. En el poema, en la ficción, antes y después de presentarse ante Apolo, el autor hace desfilar a infinidad de poetas, maltrata a muchos de ellos –lo cual incluye a Argensola y a su hermano– y, sobre todo, dice muchas cosas muy interesantes sobre su propia obra y su propia vida. Evoca con nostalgia sus días italianos, en los que nació a una sensibilidad nueva, se reivindica como «raro inventor» y entabla conversación sincera con la poesía: «la gracia que no quiso darme el cielo».

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Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados / 1615

Comedias

  • El gallardo español.

  • Los baños de Argel.

  • La gran sultana doña Catalina de Oviedo.

  • La casa de los celos.

  • El laberinto de amor.

  • La entretenida.

  • El rufián dichoso.

  • Pedro de Urdemales.

Entremeses

  • El juez de los divorcios.

  • El rufián viudo llamado Trampagos.

  • La elección de los alcaldes Daganzo.

  • La guarda cuidadosa.

  • El vizcaíno fingido.

  • El retablo de las maravillas.

  • La cueva de Salamanca.

  • El viejo celoso.

En 1615 el final se presagiaba cercano y Cervantes, espoleado por la posibilidad de sacar algún dinero nuevo a un oficio viejo, como era el de escritor de comedias, se decidió a reunir su producción teatral más reciente en este volumen. El título mismo destila ironía. Son obras nunca representadas por la sencillísima razón de que Cervantes no ha encontrado empresario –entonces se los llamaba autores– que las quiera llevar a escena. En el conjunto de lo reunido, refulgen los entremeses, pequeños cuadros de costumbres donde la trama importa menos que la viveza, el ingenio apretado y el acierto en la presentación de los personajes.

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Don Quijote de la Mancha, segunda parte / 1615

Antes de abonar el terreno donde la novela moderna echaría sus raíces, Cervantes conoció muchos infortunios, algunos desengaños y, también, el sobresalto de una mixtificación.

Debemos reconocer al Quijote apócrifo de Avellaneda (1614) el mérito, en realidad inestimable, de haber precipitado la conclusión de la segunda parte del Quijote, que Cervantes tenía algo abandonada por entonces. Pero el engaño y el aprovechamiento económico no ofenden tanto a Cervantes como las invectivas y las pullas. El falsario, escondido tras un seudónimo y nunca descubierto, se permite bromear con las heridas de Lepanto que Cervantes tiene por timbre de su gloria.

El caso es que esta segunda parte apócrifa acabará convertida en materia novelable y será, igual que la primera y verdadera, pieza indispensable dentro del mecanismo de la ficción.

Tras un paréntesis de cordura selectiva de Don Quijote, vuelve al mundo junto a su escudero Sancho. Ahora son dos raras celebridades, personajes de novela dentro de la propia novela.

En el curso de sus nuevas aventuras, que los llevarán por Aragón hasta Barcelona, y luego de vuelta a su aldea, los protagonistas profundizan en su propia identidad –son, cada vez más, ellos mismos–, y la historia se eleva, en alas de asuntos como la amistad, la justicia o la libertad.

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Los trabajos de Persiles y Sigismunda, historia septentrional / 1617, obra póstuma

El lector contemporáneo, cuya idea de la novela debe tanto a Cervantes, encontrará dificultades para reconocerse en esta obra de raigambre bizantina, escrita a la manera del griego Heliodoro y publicada un año después de la muerte de su autor.

Cuenta la peregrinación a Roma de dos amantes, Persiles y Sigismunda, que viajan desde tierras remotas –historia septentrional, dice el subtitulo– embozados en nombres falsos, Periandro y Auristela. Se harán pasar por hermanos y eso dificultará la peripecia y añadirá el factor de la castidad. En la trama, complicadísima, hay calamidades, prisiones, reconocimientos y naufragios, azar y malicia.

Algunos consideran que Cervantes se ha desentendido por completo de la verosimilitud, lo que resta credibilidad y eficacia al conjunto, y otros sostienen que más bien apura las vías de lo posible extraordinario –establece una relación con la verosimilitud inaprensible para el lector moderno–, en un canto de cisne que es también un esfuerzo de gigante.

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20 frases célebres de "El Quijote"

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha fue publicado el 16 de enero de 1605.

Por Sarah Romero

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, una novela escrita por el más célebre escritor español de todos los tiempos, Miguel de Cervantes Saavedra, fue publicada por primera vez el 16 de enero de 1605 y es considerada como la obra más destacada de la literatura universal.

Su tratamiento burlesco y desmitificador de la tradición caballeresca la conforman como la primera novela moderna y una de las mejores obras literarias de la historia junto al Decamerón (Giovanni Boccaccio ), la Divina Comedia (Dante Alighieri), Hamlet (William Shakespeare), Crimen y Castigo (Fiódor Dostoievski) o 1984 (George Orwell).

El Quijote ha sido, después de la Biblia, la obra más veces publicada y también la más traducida en todo el mundo.

Estas son las frases más famosas de la novela de Cervantes:

“¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!”.

“La virtud más es perseguida de los malos que amada de los buenos.”

“La ingratitud es hija de la soberbia.”

“La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura.”

“Come poco y cena menos, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago.”

“La sangre se hereda y la virtud se aquista; y la virtud vale por sì sola lo que la sangre no vale.”

“Esta que llaman por ahí Fortuna es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo, ciega, y así no ve lo que hace, ni sabe a quien derriba.”

“Las tristezas no se hicieron para las bestias, sino para los hombres; pero si los hombres las sienten demasiado, se vuelven bestias.”

“La pluma es lengua del alma; cuales fueren los conceptos que en ella se engendraron, tales serán sus escritos”.

“¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!”

“Por la libertad, asì como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida.”

“Confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”.

“Bebo cuando tengo gana, y cuando no la tengo y cuando me lo dan, por no parecer o melindroso o malcriado.”

“Y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro.”

“El año que es abundante de poesía, suele serlo de hambre”.

“Si acaso doblares la vara de la justicia, no sea con el peso de la dàdiva, sino con el de la misericordia.”

“Y verá el mundo que tiene contigo más fuerza la razón que el apetito.”

“Sábete, Sancho, que no es un hombre más que otro si no hace más que otro.”

“No huye el que se retira.”

“Casamientos de parientes tienen mil inconvenientes”.

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