Fray Benito Jerónimo Feijoo
El fraile
benedictino fray Benito Jerónimo Feijoo y
Montenegro (Orense, 1676 -Oviedo,
1764), poseyó una formación aristotélica,
aunque su mentalidad era totalmente moderna. Sus obras alcanzaron
numerosas ediciones y suscitaron muchas polémicas, tantas, que Fernando
VI, en acto de despotismo ilustrado, tuvo
que defenderlo designándolo consejero honorario y prohibiendo los
ataques contra su obra y su persona.
Su
saber se manifestó en multitud de ensayos que agrupó en los ocho
tomos del Teatro
crítico universal (1726-1739)
y en los cinco de Cartas
eruditas y curiosas (1742-1760).
Feijoo veía necesario escribir para sacar a España de su atraso; con
este propósito, dio a su obra un carácter didáctico, marcadamente
católico, pero con la intención de que las
nuevas corrientes empíricas y racionales se arraigasen, al menos en
las clases cultas. Fue muy crítico con las supersticiones y los
falsos milagros.
Feijoo
contribuyó en la consolidación del castellano como
lengua culta al defender su uso frente al latín,
que aún se empleaba en las universidades. También aceptó la
introducción de nuevas voces, siempre que fuesen necesarias, sin
importar de donde procedan. Su producción abarca campos muy
diversos, como la economía,
la
política, la astronomía,
las matemáticas,
la física,
la historia,
la religión,
etc. Su estilo se caracterizó or su sencillez, naturalidad y
claridad. Para muchos críticos, la prosa española se hace moderna
con Feijoo.

Gaspar Melchor de Jovellanos
Jovellanos (Gijón, 1744 - Puerto
de Vega, Asturias, 1811)
es probablemente el ensayista español más importante del siglo
XVIII. Perteneciente a una familia
acomodada, estudió Leyes y fue destinado a Sevilla,
donde entró en contacto epistolar con la Escuela poética salmantina.
En Madrid,
como alcalde de Casa y Corte, su actividad política fue en constante
aumento. Tras un destierro, fue nombrado por Manuel
Godoy ministro de Gracia y Justicia, y más
tarde Consejero de Estado. Al perder la confianza del ministro, fue
apresado en Mallorca en
el Castillo
de Bellver, hasta que el Motín
de Aranjuez, que derrocó a Godoy, le
devolvió la libertad. En 1808 formó
parte de la Junta Central que hacía frente al ejército napoleónico.
Fue perseguido por los franceses e intentó trasladarse a Cádiz,
pero las inclemencias meteorológicas le obligaron a refugiarse en
el puerto
de Vega de Navia, donde falleció.
Jovellanos comenzó escribiendo poesía lírica, con el pastoril nombre
(muy común en su época) de Jovino, y con ideales ilustrados. Al
igual que Cadalso, satiriza a la aristocracia inculta en su sátira A
Arnesto. Pero pronto se cansó de la poesía, que consideró un juego
de adolescente al que no se aplicaba la razón, y que era impropio de
un hombre respetable. Curiosamente años más tarde invita en verso a
la insurrección de 1808 en
el Canto para los astures contra los franceses.
También
compuso El delincuente honrado, un drama reformista neoclásico. Se
había promulgado una ley que condenaba a muerte al superviviente de
los duelos, considerando igualmente culpables al ofensor y al
ofendido; en esto se basa Jovellanos en su drama, pues para él, sólo
el ofensor es el culpable. La obra sigue la línea de comedia
sentimental, tan admirada en Francia, y su tono es ya prerromántico.
Uno de
sus escritos más difundidos, incluso internacionalmente, fue
el Informe en el expediente de la Ley Agraria(1795), que redactó en
nombre de la Real
Sociedad Económica Matritense de Amigos del País,
desde la perspectiva del liberalismo económico,
en la línea de Adam
Smith (que había publicado La riqueza de
las naciones en 1776).
La claridad,
concisión y sobriedad son los rasgos característicos de la obra
didáctica de Jovellanos.

José Cadalso
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José Cadalso. |
José
de Cadalso y Vázquez de Andrade (1741 - 1782)
es otro de los grandes prosistas del siglo
XVIII. Escribió importantes obras
literarias, siendo su creación más importante Cartas marruecas. De
él se decía que poseía una vasta cultura, enriquecida por sus viajes
por Inglaterra,
Francia, Alemania
e Italia.
Fue militar y obtuvo el grado de coronel. Estuvo profundamente
enamorado de la actriz María Ignacia Ibáñez, la cual murió muy
tempranamente, en 1771, a causa del tifus. Los excesos a los que se
entregó -Cadalso incluso trató de desenterrarla- le valieron su
destierro en
Salamanca (ordenado para que se curara de
su enajenación). Fue destinado posteriormente a Extremadura, Andalucía, Madrid y
finalmente
Gibraltar, lugar donde murió durante el
Gran Asedio de Gibraltar. Su cuerpo sin vida fue enterrado en la
Parroquia Santa María la Coronada en
San Roque (Cádiz).
Como
poeta, y bajo el nombre de "Dalmiro", compuso la obra Ocios de mi
juventud (1773).
Su amor hacia la actriz María Ignacia Ibáñez lo acercó al mundo
dramático. Pese a que escribió tres tragedias, sólo una de ellas se
representó, y con escaso éxito: Don Sancho García, conde de
Castilla (1771).
Su obra en prosa es, sin embargo, más extensa. En Noches
lúgubres narra en forma dialogada el frustrado anhelo del personaje
principal, Tediato, por rescatar de la tumba el cuerpo de su amada.
Enteramente dieciochesco es el libro Los eruditos a la violeta, en
el cual arremete contra los falsos intelectuales; siete lecciones
que satirizan a aquellos que pretenden saber mucho estudiando poco.
Sin
embargo, las Cartas
marruecas (1789),
publicadas póstumamente, son las que procuran más importancia a la
producción literaria de Cadalso. De acuerdo a un modelo muy
cultivado en Francia (por
ejemplo, las Cartas Persas de Montesquieu),
el autor compone un libro con noventa cartas que se cruzan Gazel,
moro que visita España, su preceptor y amigo marroquí Ben-Beley,
y Nuño Núñez, amigo cristiano de Gazel. Entre ellos comentan el
pasado histórico de España y su vivir actual y juzgan la labor de
los gobernantes y las costumbres del país.

Lírica
En 1737, Ignacio
Luzán recogía las ideas estéticas del
Neoclasicismo en su Poética. Este estilo triunfó en España
imponiendo unos criterios de utilidad y servicio a la humanidad,
junto a los deseos de placer estético. Dominaron los ideales
artísticos importados de Francia, el "buen gusto" y el comedimiento,
y se reprimían sentimientos y pasiones. La sujeción a las normas fue
general, huyéndose de la espontaneidad y de la imaginación, que
fueron sustituidas por el afán didáctico.
La
poesía neoclásica trató temas históricos, costumbristas y satíricos.
En la variante denominada Rococó,
más lujosa y recargada, dominaron los temas pastoriles que exaltaban
el placer y el amor galante. Formas habituales fueron odas, epístolas, elegías y romances.
Nombres importantes de la poesía española son los de Juan
Meléndez Valdés, el máximo representante
español del Rococó, Nicolás
Fernández de Moratín y los
fabulistas Tomás
de Iriarte y Félix
María Samaniego.
La
literatura neoclásica se desarrolló principalmente en tres ciudades:
Salamanca, por personas relacionadas con su Universidad;
Sevilla con la influencia de su asistente (cargo similar al de
alcalde) Pablo
de Olavide y Madrid, en torno a la Fonda
de San Sebastián. De esta manera, se agrupa a los escritores de
aquella tendencia en escuelas o grupos poéticos: La escuela
salmantina, en la que se encuentra Cadalso, Meléndez Valdés,
Jovellanos y
Forner; la escuela sevillana, en la que se
incluyen los escritores Manuel
María Arjona, José
Marchena, José
María Blanco White y Alberto
Lista, quienes pronto evolucionaron hacia
un Romanticismo primerizo (Prerromanticismo); y el grupo
madrileño formado por Vicente
García de la Huerta, Ramón de la Cruz,
Iriarte, Samaniego y los Fernández de Moratín.

Escuela salmantina
Juan Meléndez Valdés
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Juan Meléndez Valdés |
Meléndez Valdés (Ribera
del Fresno, Badajoz, 1754 - Montpellier,
Francia, 1814)
es considerado uno de los mejores poetas del siglo XVIII. Fue
catedrático en Salamanca,
donde mantuvo amistades con Cadalso y Jovellanos. Desempeñó como
jurista, ocupando destinos en Zaragoza,Valladolid y
finalmente en Madrid,
donde actuó como fiscal del Supremo. Una vez que su mentor,
Jovellanos, cayó en desgracia ante Godoy, se ordenó su destierro a Medina
del Campo, más tarde a Zamora y,
por último, a Salamanca. Fue un afrancesado durante
la guerra de la Independencia y evitó ser fusilado en Oviedo,
pero no tuvo más remedio que exiliarse tras la derrota del ejército
francés.
Pueden
diferenciarse dos etapas en la lírica de Meléndez Valdés:
-
En
la primera se siente atraído en su juventud por la poesía rococó
predominante y por la influencia de José Cadalso. Compone poemas
anacreónticos y pastoriles con el amor
como tema predominante. De esta primera etapa cabe destacar la égloga Batilo.
-
Sin
embargo, tras la muerte de Cadalso, y siguiendo los consejos de
Jovellanos, pensó que la lírica pastoril era impropia de un
magistrado, así que compuso otro tipo de poesía más acorde con su
oficio. Como Jovellanos, se sensibiliza ante las desigualdades
sociales, defiende la necesidad de emprender reformas que mejoren
la vida del pueblo, critica las costumbres cortesanas y su poesía
se vuelve filosófica, sentimental y reflexiva.
Su estilo,
en sus comienzos, fue artificioso y convencional, pero más tarde se
volvió muy cuidado y preciso. Él mismo definió su propósito al
escribir: "He cuidado de explicarme con nobleza y de usar un
lenguaje digno de los grandes asuntos que he tratado".

El grupo madrileño
En la Corte
y en los medios burgueses calaron rápidamente las ideas reformistas
del siglo XVIII. Además de las Academias hubo también otras
iniciativas particulares que influyeron mucho en la literatura, como
es el caso de la Fonda de San Sebastián, fundada por Nicolás
Fernández de Moratín y su hijo Leandro, junto con Cadalso y
Jovellanos.
Los fabulistas: Iriarte y Samaniego
Estos
dos escritores también formaron parte del grupo madrileño. Con la
finalidad de corregir defectos y mostrar los valores racionales,
escribieron fábulas.
Tomás de Iriarte: (La
Orotava, Tenerife, 1750 - Madrid, 1791).
Fue un contertulio habitual de la Fonda de San Sebastián. Comenzó
escribiendo comedias de crítica social, como El señorito mimado,
contra la mala educación de los jóvenes de la época, y su réplica
femenina, La señorita malcriada, cuya protagonista se deja seducir
por un supuesto marqués y pierde su verdadero amor. Pese a ello, la
verdadera fama de Iriarte se debe a sus setenta y seis Fábulas
literarias, en las que sustenta el ideal neoclasicista mediante
historietas de animales.
Félix María Samaniego: (Laguardia, Álava, 1745-1801).
Realizó sus estudios en Francia,
donde adoptó las ideas enciclopedistas de la época. Su obra más
importante fue Fábulas morales (1781-1784)
que escribió para los alumnos del Real Seminario Vascongado,
siguiendo el modelo de Esopo y Fedro,
a través del francés La
Fontaine.

La escuela sevillana
Al
igual que Salamanca,
la ciudad sevillana tenía también una gran tradición poética. En 1751 se
fundó la Academia de las Buenas Letras, que potenció la actividad
literaria. A partir de 1760,
y a raíz de la llegada de
Pablo
de Olavide como intendente del
Gobierno de Andalucía, se impulsó notablemente la cultura en aquella
ciudad. En el año 1776,
el ilustrado es perseguido y encarcelado por la Inquisición.
Por
influencia de José Cadalso y Meléndez, se escribieron poemas más
recargados y coloristas que los de la escuela salmantina, influidos
también por Fernando
de Herrera. En la escuela sevillana
destacaron poetas como
Manuel María Arjona (1771-1820), José
Marchena (1768-1820), José
María Blanco White (1775-1841)
y Alberto
Lista (1775-1848).
Escribieron poemas patrióticos incitando a la lucha por la libertad
tras la invasión de los franceses y el regreso de Fernando
VII, ya en el siglo
XIX. Algunos de ellos terminaron en el
exilio.

Teatro
En teatro,
los principales cultivadores fueron los del grupo madrileño. Se
sometieron a lo que enseñaban los preceptistas clásicos y modernos,
y crearon un teatro en pos de los intereses políticos y morales de
la época.
Existen tres
tendencias:
Tendencia
tradicional.
Durante la primera mitad del siglo
XVIII el teatro se encuentra en
decadencia. Hay continuadores de Calderón
de la Barca, carentes casi todos de
inventiva. Entre el público triunfan las comedias de enredo, de
magia, de milagros de santos y de historia. Para la aristocracia,
se montaron zarzuelas y óperas,
de gusto italiano. Se estrenan también algunas traducciones de
obras francesas. Los ilustrados criticaron y satirizaron, pidiendo
la representación de obras que enseñasen buenos ejemplos y que
respetasen las reglas aristotélicas.
Tendencia
neoclásica.
Tratando de acabar con esta decadencia, el conde de Aranda mandó
rescatar las obras del Siglo
de Oro que no infringieran demasiado las
directrices aristotélicas, adaptándolas de ser necesario, y
apoyando también la traducción de obras extranjeras. A su vez,
también animó a los escritores neoclásicos a componer nuevas
tragedias vinculadas con la razón y las nuevas reformas que se
estaban imponiendo. Varios autores ilustres aceptaron esas ideas,
aunque pocas obras atrajeron al público.
Tendencia
popular.
Los
sainetes gozaron del apoyo popular. Estaban escritos en verso,
emparentado con los pasos y entremeses de los siglos anteriores. El autor más
importante de sainetes fue Ramón de la Cruz.
El teatro
adopta las nuevas modas que llegaban de Francia. En el teatro
neoclásico también se impuso la razón y la armonía como norma. Se
acató la llamada «regla de las tres unidades», que exigía una única
acción, un solo escenario y un tiempo cronológico coherente en el
desarrollo de la acción dramática. Se estableció la separación de lo
cómico y lo trágico. Se impuso la contención imaginativa, eliminando
todo aquello que se consideraba exagerado o de «mal gusto». Se
adoptó una finalidad educativa y moralizante, que sirviera para
difundir los valores universales de la cultura y el progreso.
Aunque
menos racionalista que otros géneros, la tragedia cultivó
temas históricos, como es el caso de la más conocida, Raquel, de Vicente
García de la Huerta. Pero sin lugar a
dudas el teatro más representativo del momento fue el de Leandro
Fernández de Moratín, creador de lo que se
ha dado en llamar «comedia moratiniana». Frente al género trágico,
el más común entonces, y que practicaba su padre, Nicolás, y frente
al
sainete costumbrista y amable de Ramón
de la Cruz, Moratín hijo ridiculizó los
vicios y costumbres de su época, en un claro intento de convertir el
teatro en un vehículo para moralizar las costumbres.

Leandro Fernández de Moratín
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Leandro Fernández de Moratín
Por Goya
1799 |
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Hijo
de Nicolás
Fernández de Moratín (Madrid, 1760 - París, 1828),
Leandro es el principal autor dieciochesco de teatro. A su padre se
le debe su orientación neoclásica. Protegido de Jovellanos y Godoy,
viajó por Inglaterra, Francia (presenció
el estallido de la Revolución
francesa) e
Italia. Cayó enamorado de Paquita Muñoz,
mucho más joven que él, con la que no llegó a casarse por su deseo
de no contraer compromisos. Fue un afrancesado y aceptó de José
Bonaparte el cargo de Bibliotecario Mayor,
por lo que se le desterró a Francia, donde fallecerá tras la derrota
de los invasores.
Obra
Como poeta,
escribió poemas satíricos como la Sátira contra los vicios
introducidos en la poesía castellana, tema que vuelve a tratar en
prosa en La derrota de los pedantes. La crítica actual considera a
Moratín el lírico más destacado del siglo XVIII. En el poema Elegía
a las musas, ya viejo, se despide de la poesía y del teatro, los
cuales habían sido su razón de vivir.
Como
autor dramático, escribió únicamente cinco comedias que le
procuraron una gran reputación entre la gente ilustrada. En El viejo
y la niña y en El sí de las niñas (1805),
defiende el derecho que tiene la mujer de aceptar o no a su cónyuge
contra la imposición de la familia, pues era frecuente casar a
jovencitas con viejos adinerados. En La mojigata critica la
hipocresía y la falsa piedad. Otra comedia es El barón y por
último La comedia nueva o El café (1792),
una burla hacia los autores que ignoran las reglas aristotélicas.

Ramón de la Cruz
El
sainetero Ramón de la Cruz (Madrid, 1731 - 1794)
fue uno de los autores más aplaudidos por el público y más criticado
por los neoclásicos (aunque algunos de ellos, ante el apoyo popular
de sus obras, se retractó). Comenzó escribiendo tragedias de corte
neoclásico, rechazando el teatro "desarreglado" que prefería la
gente. Sin embargo, sus necesidades económicas le hicieron acercarse
a géneros menos ilustrados pero más aclamados por el público y los
actores. De esta manera empezó a escribir zarzuelas de
temática española y, a la vez,
sainetes. De estos últimos escribió más de
cuatrocientos, generalmente en versos octosílabos, y algunos en
endecasílabos. Los personajes de este subgénero teatral son
populares (manolas,
majos, maridos burlados, albañiles, castañeras, hidalgos arruinados,
etc.) y la acción suele desarrollarse en Madrid: La
pradera de San Isidro, El Prado por la tarde, El Rastro por la
mañana; su final, a veces quiere ser ejemplarizante. El más famoso
de los sainetes es Manolo, sátira del teatro que escribían sus
enemigos neoclásicos. Con su máxima "yo escribo y la verdad me
dicta", pudo encontrar en el pueblo una fuente inagotable, la misma
que, con mayor profundidad, inspiraría a Francisco
de Goya.

Prerromanticismo
En
España, el periodo neoclasicista tuvo una escasa duración. Cuando
apenas acababa de triunfar, nuevos gustos e ideas provenientes de
Francia y de Inglaterra, dieron lugar al Prerromanticismo. Además,
los grandes escritores del siglo
XVIII acusan en los últimos años de su
vida la crisis del Neoclasicismo e
inician la tendencia prerromántica.
En
esta época, la asimilación de las ideas clásicas y los sentimientos
prerrománticos están más estrechamente unidos en los poetas de la Segunda
escuela salmantina (Manuel
José Quintana, Cienfuegos, José
Cadalso) y en la escuela sevillana (Alberto
Lista, Arjona, José
María Blanco White y José
Marchena).
Manuel José Quintana, acentuado liberal,
de poética demasiado patriótica y civil, en línea con el más típico
neoclasicismo, se acerca en algunos momentos al prerromanticismo en
poemas como los dedicados al Mar, al Panteón de El Escorial o en sus
biografías de grandes héroes históricos españoles.
Nicasio Álvarez Cienfuegos aporta cierta
conciencia social, pues creyó en una fraternidad y hermandad
universal de la misma manera que Cicerón, así como en la función de
la caridad dentro del orden social, intentando renovar el
anquilosado epíteto neoclásico.
José Cadalso experimenta fuertemente el
influjo de Edward
Young en sus Noches lúgubres y ataca
agriamente la sociedad de su tiempo.
Alberto Lista es el primero en expresar
sinceros sentimientos patrióticos sin hopalandas retóricas y en
valorar la importancia del sentimiento y del pathos sobre la forma
del poema, educando a las primeras generaciones de románticos como
José de Espronceda..
José María Blanco White, un liberal puro,
rechaza la tradición clerical española, experimenta dudas de fe,
abandona los hábitos y se convierte en anglicano y luego en
unitario, escribiendo ya poesías románticas en inglés y en español y
valorando debidamente la literatura medieval, de la que se muestra
ya un crítico moderno.
José Marchena es un revolucionario
jacobino convencido y luego un afrancesado josefino. Traduce el
poema epicúreo, materialista y ateo De rerum natura de
Lucrecio en endecasílabos lancos y
diversas obras de pensadores ateos y hace circular textos
revolucionarios y en su poesía despotrica contra la Inquisición y
trata temas patéticos medievales, como el de Eloísa y Abelardo. |