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El Romanticismo es
un movimiento revolucionario en todos los ámbitos vitales que, en las
artes, rompe con los esquemas establecidos en el Neoclasicismo,
defendiendo la fantasía, la imaginación y las fuerzas irracionales del
espíritu. El Neoclasicismo aún perdura en algunos autores, pero
muchos, que se iniciaron en la postura neoclasicista, se convirtieron
ávidamente al Romanticismo, como el Duque
de Rivas o José
de Espronceda. Otros, sin embargo, fueron
desde sus inicios románticos convencidos.
El
origen del término "romanticismo" dista mucho de ser claro, además, la
evolución del movimiento cambia según el país. En el siglo
XVII aparece ya en Inglaterra con
el significado de "irreal". Samuel
Pepys (1633-1703)
lo emplea en el sentido de "emocionante" y "amoroso". James
Boswell(1740-1795)
lo utiliza para describir el aspecto de Córcega. Romantic aparece
como adjetivo genérico para expresar lo "pasional" y "emotivo".
En Alemania,
sin embargo, fue empleado por Johann
Gottfried Herder como sinónimo de
"medieval". El término romanhaft (novelesco) fue reemplazado por romantisch,
con connotaciones más emotivas y pasionales. En Francia, Jean-Jacques
Rousseau lo utiliza en una descripción del Lago
de Ginebra. En 1798,
el Diccionario
de la Academia Francesa recoge el sentido
natural y el sentido literario de romantique. En
España hay que esperar hasta 1805 para
dar con la expresión romancista. Durante los años 1814 y 1818,
tras sucesivas polémicas, se usan, aún con indecisión, los términos
de romanesco, romancesco, románico y romántico.
Los
precursores del Romanticismo, que se extendió por Europa y América,
son
Rousseau (1712-1778)
y el dramaturgo alemán Goethe (1749-1832).
Bajo el influjo de estas figuras los románticos se encaminan a crear
obras menos perfectas y menos regulares, pero más profundas e íntimas.
Buscan entre el misterio e imponen los derechos del sentimiento. Su
lema es la libertad en todos los aspectos de la vida.
El
Romanticismo en España fue
tardío y breve, más intenso, pues la segunda mitad del siglo
XIX lo acapara el
Realismo, de características antagónicas a
la literatura romántica.
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Los poetas contemporáneos (1846), de Antonio
María Esquivel.
En él retrató a numerosos literatos que
constituyeron la pléyade del Romanticismo español, junto con
políticos, pintores, músicos, actores e intelectuales. Aparecen Antonio
Ferrer del Río (1814-1872), Juan
Eugenio Hartzenbusch (1806-1880), Juan
Nicasio Gallego (1777-1853),Antonio
Gil y Zárate (1793-1861), Tomás
Rodríguez Rubí (1817-1890),Isidoro
Gil y Baus (1814-1866), Cayetano
Rosell y López (1817-1883),Antonio
Flores (1818-1866), Manuel
Bretón de los Herreros (1796-1873), Francisco
González Elipe, Patricio
de la Escosura (1807-1878),José
María Queipo de Llano, conde de Toreno
(1786-1843), Antonio
Ros de Olano (1808-1887), Joaquín
Francisco Pacheco (1808-1865),Mariano
Roca de Togores (1812-1889), Juan
González de la Pezuela(1809-1906), Ángel
de Saavedra, duque de Rivas (1791-1865), Gabino
Tejado (1819-1891), Francisco
Javier de Burgos (1824-1902), José
Amador de los Ríos (1818-1878), Francisco
Martínez de la Rosa (1787-1862), Carlos
García Doncel, José
Zorrilla (1817-1893), José
Güell y Renté (1818-1884), José
Fernández de la Vega, Ventura
de la Vega(1807-1865), Luis
de Olona (1823-1863), Antonio
María Esquivel, Julián
Romea (1818-1863), Manuel
José Quintana (1772-1857), José
de Espronceda (1808-1842), José
María Díaz (1813 - 1888), Ramón
de Campoamor (1817-1901), Manuel
Cañete (1822-1891), Pedro
de Madrazo y Kuntz (1816-1898), Aureliano
Fernández-Guerra (1816-1891), Ramón
de Mesonero Romanos (1803-1882), Cándido
Nocedal(1821-1885), Gregorio
Romero Larrañaga (1814-1872), Bernardino
Fernández de Velasco y Benavides, duque
de Frías (1873-1851), Eusebio
Asquerino (h.1822-1892), Manuel
Juan Diana (1814-1881) yAgustín
Durán (1793-1862).
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Tendencias del Romanticismo
En España,
el romanticismo es considerado complejo y confuso, con grandes
contradicciones que comprenden desde la rebeldía y las ideas
revolucionarias hasta el retorno a la tradición católico-monárquica.
Respecto a la libertad política, algunos la entendieron como una mera
restauración de los valores ideológicos, patrióticos y religiosos que
habían deseado suprimir los racionalistas del siglo
XVIII. Exaltan, pues, el
Cristianismo, el Trono y la Patria, como
máximos valores. En esta vertiente de Romanticismo tradicional se
incluyen Walter
Scott, en
Inglaterra, Chateaubriand
en Francia,
y el Duque
de Rivas y José
Zorrilla en España.
Se basa en la ideología de la Restauración,
que se origina tras la caída de Napoleón
Bonaparte, y defiende los valores
tradicionales representados por la Iglesia y el Estado. Por otro lado,
otros románticos, como ciudadanos libres, combaten todo orden
establecido, en religión, arte y política. Reclaman los derechos del
individuo frente a la sociedad y a las leyes. Ellos representan
el Romanticismo revolucionario o Romanticismo liberal y sus
representantes más destacados son Lord
Byron, en Inglaterra, Victor
Hugo, en Francia
y José
de Espronceda, en
España. Se apoya en tres pilares: la
búsqueda y la justificación del conocimiento irracional que la razón
negaba, la dialéctica hegeliana y
el
historicismo.

El costumbrismo
El costumbrismo fija su atención en los hábitos contemporáneos,
principalmente desde el punto de vista de las clases populares, y se
expresa en un lenguaje purista y castizo. El principal autor
costumbrista es Mesonero
Romanos, situado al margen del Romanticismo
y con una postura irónica ante él. El costumbrismo, generado en el
seno del Romanticismo como un signo de melancolía por los valores y
costumbres del pasado, contribuyó a la decadencia del movimiento
romántico y al inicio del Realismo cuando
se aburguesó y se convirtió en un método descriptivo.

Marco histórico
El
Romanticismo abarca la primera mitad del siglo
XIX, que es una etapa de fuertes tensiones
políticas. Los conservadores defienden sus privilegios pero los
liberales y progresistas luchan por suprimirlos. Se abre paso el
laicismo y la masonería goza de gran influencia. El pensamiento
católico tradicional se defiende frente a las nuevas ideas de los
librepensadores y seguidores del filósofo alemán Karl
Christian Friedrich Krause. La clase obrera
desencadena movimientos de protesta de signo anarquista y socialista,
con huelgas y atentados. Mientras en Europa se
desarrolla fuertemente la industria y se enriquece culturalmente, España ofrece
la imagen de un país poco adelantado y que cada vez está más alejado
de Europa.
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Características del
Romanticismo
Rechazo
al Neoclasicismo.
Frente al escrupuloso rigor y orden con que, en el siglo
XVIII, se observaron las reglas, los
escritores románticos combinan los géneros y versos de distintas
medidas, a veces mezclando el verso y la prosa; en el teatro se
desprecia la regla de las tres unidades (lugar, espacio y tiempo) y
alternan lo cómico con lo dramático.
Subjetivismo. Sea cual sea el género de la obra, el alma exaltada del
autor vierte en ella todos sus sentimientos de insatisfacción ante un
mundo que limita y frena el vuelo de sus ansias tanto en el amor, como
en la sociedad, el patriotismo, etc. Hacen que la naturaleza se
fusione con su estado de ánimo y que se muestre melancólica, tétrica,
misteriosa, oscura... a diferencia de los neoclásicos, que apenas
mostraban interés por el paisaje. Los anhelos de amor apasionado,
ansia de felicidad y posesión de lo infinito causan en el romántico
una desazón, una inmensa decepción que en ocasiones les lleva al
suicidio, como es el caso de Mariano
José de Larra.
Atracción por
lo nocturno y misterioso. Los románticos sitúan sus sentimientos
dolientes y defraudados en lugares misteriosos o melancólicos, como
ruinas, bosques, cementerios... De la misma manera que sienten
atracción hacia lo sobrenatural, aquello que escapa a cualquier
lógica, como los milagros, apariciones, visiones de ultratumba, lo
diabólico y brujeril...
Fuga del
mundo que los rodea. El rechazo de la sociedad burguesa en la que les
ha tocado vivir, lleva al romántico a evadirse de sus circunstancias,
imaginando épocas pasadas en las que sus ideales prevalecían sobre los
demás o inspirándose en lo exótico. Frente a los neoclásicos, que
admiraban la antigüedad grecolatina, los románticos prefieren la Edad
Media y el Renacimiento.
Como géneros más frecuentes, cultivan la novela,
la leyenda y
el drama histórico.

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Primeras manifestaciones
El Romanticismo penetra
en España por Andalucía y
por Cataluña (El
Europeo):
En
Andalucía: El cónsul de Prusia en Cádiz, Juan
Nicolás Böhl de Faber, padre de la novelista
"Fernán
Caballero" (seudónimo de Cecilia Böhl de
Faber y Larrea), publicó entre 1818 y 1819 en
el Diario Mercantilgaditano, una serie de artículos en los que
defendía el teatro español del Siglo
de Oro, tan atacado por los neoclasicistas.
A él se enfrentaron José
Joaquín de Mora y Antonio
Alcalá Galiano, empleando para ello
argumentos tradicionalistas, antiliberales y absolutistas. Las ideas
de Böhl de Faber eran para ellos inaceptables (pues seguían aferrados
a la Ilustración), pese a que representaban la modernidad literaria
europea.
En
Cataluña: El
Europeo fue una revista publicada en Barcelona entre 1823 y 1824 por
dos redactores italianos, un inglés y los jóvenes catalanes Bonaventura
Carles Aribau y Ramón
López Soler. Dicha publicación defendió el
Romanticismo moderado y tradicionalista siguiendo el modelo de Böhl,
negando totalmente los valores del neoclasicismo. En sus páginas, se
hace por primera vez una exposición de la ideología romántica a través
de un artículo de Luigi
Monteggia titulado Romanticismo.
La
poesía
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Escultura dedicada a Bécquer, en
Sevilla |
Los poetas
románticos componen sus poemas en medio de un arrebato de
sentimientos, plasmando en versos todo cuanto sienten o piensan. Según
parte de la crítica literaria, en sus composiciones hay un lirismo de
gran fuerza, sin embargo conviviendo con versos vulgares y prosaicos.
Varios son los
temas de la lírica romántica:
El Yo, la propia intimidad. Fue Espronceda,
dejando en su Canto a Teresa una desgarradora confesión de amor y
desengaño, quien con más acierto ha logrado poetizar sus sentimientos.
El amor
pasional, con entregas súbitas, totales, y rápidos abandonos. La
exaltación y el hastío.
Se inspiran
en temas históricos y legendarios.
La religión,
aunque frecuentemente sea a través de la rebeldía con la consiguiente
compasión y aun exaltación del diablo.
Las reivindicaciones sociales (revalorización de los tipos marginales,
como el mendigo).
La naturaleza,
que es mostrada en todas sus modalidades y variaciones. Suelen
ambientar sus composiciones en lugares misteriosos, como cementerios,
tormentas, el mar embravecido, etc.
La sátira,
frecuentemente ligada a sucesos políticos o literarios.
También es de
señalar que el nuevo espíritu afectó a la versificación. Frente a la
monótona repetición neoclásica de letrillas y canciones, se proclamó
el derecho de utilizar todas las variaciones métricas existentes, de
aclimatar las de otras lenguas y de innovar cuando fuera preciso. El
romanticismo se adelanta aquí, como en otros aspectos, a las audacias
modernistas de fin de siglo.

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José de Espronceda
Nació en 1808,
en Almendralejo, Badajoz.
Fundó la sociedad secreta de Los numantinos, cuya finalidad era
"derribar al gobierno absoluto". Sufrió reclusión por ello. Huye
a Lisboa a
los dieciocho años y se une con los exiliados liberales. Allí
conoce a Teresa Mancha, mujer con la que vivió en
Londres. Tras una actuación política
agitada, vuelve a España en 1833.
Lleva una vida disipada, plagada de lances y aventuras, por lo que
Teresa Mancha lo abandona en 1838.
Estaba a punto de casarse con otra amada, cuando en 1842 fallece
en Madrid.
Batallas, tempestades,
amoríos,
por mar y tierra,
lances, descripciones
de campos y ciudades,
desafíos
y el desastre y furor
de las pasiones,
goces, dichas,
aciertos, desvaríos,
con algunas morales
reflexiones
acerca de la vida y de
la muerte,
de mi propia cosecha,
que es mi fuerte |
Espronceda
cultivó los principales géneros literarios, como la novela
histórica, con Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar (1834),
el poema épico, con El Pelayo, pero sus obras más importantes son
las poéticas. Publicó Poesías en 1840 tras
volver del exilio. Son una colección de poemas de carácter
desigual que reúne poemas de juventud, de aire neoclásico, junto
con otros del romanticismo más exaltado. Estos últimos son los más
importantes, en los que engrandece a los tipos más marginales: «Canción
del pirata», «El verdugo», «El mendigo»,
«Canto del cosaco». Las obras más importantes son El
estudiante de Salamanca (1840)
y El diablo mundo:
El estudiante de Salamanca (1840): Es
una composición que consta de unos dos mil versos de diferentes
medidas. Narra los crímenes de don Félix de Montemar, cuya amada
Elvira, al abandonarla, muere de amor. Una noche, ve la aparición
y la sigue por las calles y contempla su propio entierro. En la
mansión de los muertos se desposa con el cadáver de Elvira, y
muere.
El diablo mundo: Esta obra quedó sin terminar. Consta de 8100
versos polimétricos, y pretendía ser una epopeya de la vida
humana. El canto segundo (Canto a Teresa) ocupa buena parte del
poema, y en él evoca su amor por Teresa y llora por su muerte.
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Otros poetas
Carolina Coronado
Pese a la brevedad de la lírica romántica
en España,
también surgieron otros notables poetas que caben destacar, como
el barcelonés Juan
Arolas (1805-1873),
el gallego
Nicomedes Pastor Díaz (1811-1863), Gertrudis
Gómez de Avellaneda (1814-1873),Salvador
Bermúdez de Castro (1817-1883)
y Pablo
Piferrer (1818-1848).
Este último, pese a escribir solo en castellano, fue uno de los
precursores del movimiento romántico en Cataluña.
Carolina Coronado (Almendralejo, 1823-Lisboa, 1911)
pasó gran parte de su infancia en el campo extremeño y muy joven
se manifestó como poeta. Casada con un diplomático norteamericano,
vivió en varios países extranjeros. Las desgracias familiares le
hicieron buscar la soledad y el retiro en Lisboa,
donde murió en 1911.
Su obra más importante es Poesías (1852).

La
prosa
Durante el Romanticismo hay un gran deseo de
ficción literaria, de novela, en contacto con las aventuras y el
misterio, sin embargo, la producción española es escasa,
limitándose en ocasiones a traducir novelas extranjeras. Fueron
más de mil traducciones las que circularon en España
antes de 1850,
pertenecientes a escritores como
Alejandro Dumas, Chateaubriand, Walter
Scott, Victor
Hugo, etc., del género histórico,
sentimental, galante, folletinescas... La prosa española se limita
básicamente en la novela, la prosa científica o erudita, el
periodismo y el cultivo intenso del costumbrismo.
En el primer cuarto de siglo se distinguen cuatro tipos de
novelas: la novela moral y educativa, la novela sentimental, la
novela de terror y la novela anticlerical. De todas ellas, la más
puramente romántica es la de tipo anticlerical. Sin embargo, la
influencia romántica se plasmará, principalmente, en la novela
histórica.

La novela histórica
Enrique Gil y
Carrasco.
La novela
histórica se desarrolla a imitación de Walter
Scott (de quien habían traducido 80
obras), cuya obra más representativa es Ivanhoe. Sigue dos
tendencias: la liberal y la moderada. Dentro de la
tendencia liberal existe una corriente anticlerical y otra
populista. Por otro lado, la tendencia moderada desemboca, en
ocasiones, en novelas de exaltación tradicional y católico. Los
autores españoles más destacados son:
Enrique Gil y Carrasco (Villafranca
del Bierzo, 1815-Berlín 1846).
Abogado y diplomático, fue el autor de El
señor de Bembibre, la mejor de las
novelas históricas españolas influenciada por la obra de Walter
Scott1
Antonio Trueba (1821-1889)
escribió una serie de leyendas y relatos, en especial los cuentos
que tienen por escenarios Castilla o el País Vasco. Es célebre por
haber escrito la novela histórica Paloma y halcones (1865).
Francisco Navarro Villoslada (1818-1895),
que escribe una serie de novelas históricas cuando el género
romántico está en declive y comienza el auge del Realismo.
Sus novelas están inspiradas en tradiciones vascas, ambientadas en
la época medieval. Su obra más famosa es Amaya, o los vascos en el
siglo VIII, en ella, los vascos y los visigodos se alían para
luchar contra la invasión de los musulmanes.
Además de los dos autores previamente
citados, también cabe destacar la aportación al género histórico
de
Mariano José de Larra, Serafín
Estébanez Calderón y Francisco
Martínez de la Rosa.

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La
prosa científica
La
mayoría de estas obras nacieron de las discusiones que hubo en la
asamblea impulsora de la Constitución
de Cádiz. Los autores más representativos
son Juan
Donoso Cortés (1809-1853)
y Jaime
Balmes Urpía (1810-1848):
Juan Donoso Cortés procede de la corriente
liberal, aunque más tarde acabó defendiendo las concepciones católicas
y autoritarias. Su obra más importante es el Ensayo sobre el
catolicismo, el liberalismo y el socialismo, publicada en 1851.
Su estilo es de tono solemne y efectista y suscitó vivas polémicas.
Jaime Balmes Urpía, sin embargo, se sitúa
dentro del sector conservador y católico. De su amplia obra, cabe
destacar El protestantismo comparado con el catolicismo en sus
relaciones con la civilización europea (1842)
y El criterio (1845).

El
cuadro de costumbres
Durante
los años 1820 y 1870,
se desarrolla en
España la literatura costumbrista, que se
manifiesta en el llamado cuadro
de costumbres, un artículo en prosa de poca
extensión. Estos cuadros de costumbres prescinden de todo argumento o
lo reducen a un esbozo, describiendo el modo de vida de la época, una
costumbre popular o un estereotipo de persona. En muchos casos (como
los artículos de Larra) contienen un alto contenido satírico.
El
costumbrismo surge por el deseo romántico de resaltar lo diferente y
peculiar, inducido por la afición francesa a dicho género. Se
publicaron miles de artículos costumbristas, además limitó el
desarrollo de la novela en España,
puesto que en este género predominaban la narración y los caracteres
individuales, mientras que en el cuadro de costumbres se limitan a
describir a sus personajes como genéricos (torero, castañera, aguador,
etc.). Se escribieron grandes compilaciones colectivas de artículos de
este género, como Los españoles pintados por sí mismos (Madrid:
Ignacio Boix, 1843-1844 2 vols., reimpresos en uno solo en 1851).
Destacaron en él el madrileño
Ramón
Mesonero Romanos y el andaluz Serafín
Estébanez Calderón.
Ramón de Mesonero Romanos, El curioso parlante
Mesonero
Romanos nació y murió en Madrid (1803-1882).
Perteneció a la Academia Española y fue un pacífico burgués. Su
pensamiento era antirromántico y fue en gran observador de la vida que
le rodeaba. Fue famoso bajo el pseudónimo de El curioso parlante.
Su
principal producción literaria está dedicada al costumbrismo, no
obstante, escribió el romanticismo Memorias de un setentón, una
alusión a las personas y sucesos que conoció entre 1808 y 1850.
Reunió sus cuadros de costumbres en los volúmenes Panorama
matritense y Escenas matritenses.
Serafín Estébanez Calderón, El solitario
Nació
en Málaga (1799)
y murió en Madrid (1867).
Estuvo al frente de altos cargos políticos. De tendencia conservadora,
en su juventud fue liberal. Publicó diversas poesías y una novela
histórica, Cristianos y moriscos, aunque su obra más famosa es el
conjunto de cuadros de costumbres Escenas andaluzas (1848),
con cuadros como El bolero, La feria de Mairena, Un baile en Triana,
Los Filósofos del figón...

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El
periodismo: Mariano José de Larra
A lo
largo del convulso siglo
XIX el papel del periódico es
decisivo. La revista barcelonesa El Europeo (1823-1824)
publica artículos sobre el romanticismo y, a través de ella, se
conocen en España los nombres de
Byron,
Schiller y
Walter
Scott. Pero la prensa también fue un
arma para la lucha política. En este sentido, hemos de destacar la
prensa político-satírica del Trienio
Liberal (El Zurriago, La Manopla), donde no
sólo aparecen temas sociales, sino también esbozos costumbristas que
son claros precedentes de la producción de Larra.
Tras la
muerte de Fernando
VII en 1833,
se producen importantes cambios en el periodismo.
Los emigrados tras la reacción absolutista de 1823
regresan y junto con la nueva generación (la de José
de Espronceda y Larra)
van a marcar el estilo de la época, pues han aprendido en los años de
exilio de las muchísimo más avanzadas prensas inglesas y francesas.
En 1836,
el francés Girardin va a iniciar en su periódico La Presse una
costumbre llamada a tener un éxito fulminante y duradero: la de
publicar novelas por entregas. La prensa española, siempre con la
vista puesta en la del país vecino, va a copiar la iniciativa
enseguida; sin embargo, su época de mayor auge en nuestro país será
entre 1845 y 1855.
Mariano
José de Larra, El pobrecito hablador
Mariano
José de Larra (Madrid, 1809-id., 1837),
hijo de un exiliado liberal, pronto conquistó la fama como
articulista. Su carácter lo hizo poco agradable. Mesonero
Romanos, su amigo, habla de "su innata
mordacidad, que tan pocas simpatías le acarreaba". A los veinte años
contrajo matrimonio, que fracasó. En pleno éxito como escritor, a los
veintiocho años de edad, Larra se suicidó con un disparo en la cabeza,
al parecer, por una mujer con quien mantenía amores ilícitos.
Aunque Larra
es famoso por su obra periodística, también cultivó otros géneros,
como la poesía, de cortes neoclásicos y de tipo satírico (Sátira
contra los vicios de la corte); el teatro, con la tragedia histórica
de Macías; y por último, la novela histórica, con El doncel de don
Enrique el Doliente, sobre un trovador gallego a quien dio muerte un
marido cegado por los celos.
Artículos
periodísticos de Larra
Larra escribió
más de doscientos artículos, bajo la firma de diversos pseudónimos:
Andrés Niporesas, El pobrecito hablador y sobre todo, Fígaro. Sus
trabajos pueden dividirse en tres grupos: de costumbres, literarios y
políticos.
En
los artículos costumbristas, Larra satiriza la forma de vida española.
Siente gran pena por su patria imperfecta. Destacan Vuelva usted
mañana (Sátira de las oficinas públicas), Corridas de toros, Casarse
pronto y mal (con tintes autobiográficos) y El castellano
grosero (contra la grosería del campesinado).
Su educación
afrancesada le impidió despegarse por completo de los gustos neoclásicos, y ello se ve reflejado en sus artículos literarios, donde
realizaba críticas sobre las obras románticas de su época.
En
sus artículos políticos se ve claramente reflejada su educación
liberal y progresista, con artículos hostiles al absolutismo, al
tradicionalismo y al carlismo. En algunos de ellos, Larra descarga su
exaltación revolucionaria, como en esta que dice "Asesinatos por
asesinatos, ya que los ha de haber, estoy por los del pueblo".

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El teatro
El
teatro neoclásico no logró calar en los gustos de los españoles. A
comienzos del siglo
XIX seguían aplaudiéndose las obras del Siglo
de Oro. Estas obras eran despreciadas por
los neoclásicos por no sujetarse a la regla de las tres unidades
(acción, lugar y tiempo) y mezclar lo cómico con lo dramático. Sin
embargo aquellas obras atraían fuera de España, precisamente por no
sujetarse al ideal que defendían los neoclásicos.
El
Romanticismo triunfa en el teatro español con La
conjuración de Venecia, de Francisco
Martínez de la Rosa; El Trovador, de Antonio
García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, de Juan
Eugenio Hartzenbusch; pero el año clave es 1835,
cuando se estrena Don Álvaro o la fuerza del sino, del Duque
de Rivas (1791-1865).
Lo más cultivado es el drama. Todas las obras contienen elementos
líricos, dramáticos y novelescos. Impera en el teatro la libertad en
todos los aspectos:
Estructura: La regla de las tres unidades, impuesta en la Ilustración desaparece. Los dramas, por ejemplo, suelen
tener cinco actos en verso, o en prosa y en verso mezclados, con
métrica variada. Si en las obras neoclásicas las acotaciones escénicas no se aceptaban, esto no sucede durante el Romanticismo, pues las
acotaciones son abundantes. El monólogo cobra
nuevamente fuerza, por ser el mejor medio para expresar las luchas
internas de los personajes.
Escenarios: La
acción teatral gana dinamismo al utilizarse variedad de lugares en una
misma representación. Los autores basan sus obras en lugares típicos
del romanticismo, como cementerios, ruinas, paisajes solitarios,
prisiones, etc. La naturaleza se muestra acorde con los sentimientos y
estados de ánimo de los personajes.
Temática: El
teatro romántico prefiere los temas legendarios, aventureros,
caballerescos o histórico-nacionales, con el amor y la libertad como
estandarte. Abundan las escenas nocturnas, los desafíos, personajes
encubiertos y misteriosos, suicidios, muestras de gallardía o de
cinismo. Los acontecimientos se suceden de forma vertiginosa. En
cuanto al fondo de las obras, no aspira a aleccionar, como pretendían
los neoclásicos en sus obras, sino a conmover.
Personajes: El
número de personajes aumenta en las obras. El héroe masculino suele
ser misterioso y valiente. La heroína es inocente y fiel, con una
pasión intensa. Pero ambos están marcados por un destino fatal. La
muerte es la liberación. Se da más importancia al dinamismo de las
acciones que al análisis de la psicología de los personajes.

Ángel de Saavedra, duque de Rivas
Ángel de
Saavedra y Ramírez de Baquedano (Córdoba, 1791-Madrid,1865).
Luchó contra la invasión francesa y, en política, actuó como
progresista exaltado. Por ello fue condenado a muerte, aunque
consiguió escapar.
En Malta conoció
a un crítico inglés, que le hizo valorar el teatro clásico y lo
convirtió al Romanticismo.
Vivió en Francia durante
su destierro, y regresó a España diez
años más tarde, en 1834.
Si, cuando salió de España, Ángel de Saavedra se consideraba como un
neoclásico liberal, cuando regresó a España ya era romántico
conservador.
Desempeñó importantes cargos públicos. Como la mayoría de los
escritores de su época, comenzó adoptando la estética neoclásica en el
género lírico (Poesías, 1874)
y el género dramático (Lanuza, 1822).
Su incorporación al Romanticismo fue progresiva y puede apreciarse en
poemas como El desterrado. En Romances históricos hace plena su
conversión.
La fama
de Rivas se funda en Leyendas, pero sobre todo en Don
Álvaro o la fuerza del sino, el cual se
estrenó en el Teatro del Príncipe (actual Teatro
Español) de Madrid en 1835,
ante unos mil trescientos asistentes, que presenciaron el primer drama
romántico español, con tantas novedades como la combinación de la
prosa y el verso.

José Zorrilla
Nació
en Valladolid, 1817 y
murió en Madrid,
en 1893.
Inició su carrera literaria leyendo unos versos en el entierro de Larra,
con los que ganó gran fama. Contrajo matrimonio con una viuda
dieciséis años mayor que él, pero fracasó y, huyendo de ella, marcha
a Francia y
después a México
en 1855,
donde el emperador Maximiliano lo nombró director del Teatro Nacional.
Al regresar a España en 1866 fue
acogido con entusiasmo. Volvió a casarse y, con constantes penurias
monetarias, no tuvo más remedio que malvender sus obras, como Don Juan
Tenorio. Las Cortes le otorgaron una pensión en 1886.
Obra
La trayectoria
literaria de Zorrilla es prolífica. Su poesía alcanza el cenit
con Leyendas, que son pequeños dramas contados como narraciones en
verso. Las más importantes de sus leyendas son Margarita la
Tornera y A buen juez, mejor testigo.
Sin
embargo, su reconocimiento se debe más a sus obras dramáticas. De sus
dramas destacan El zapatero y el rey, sobre la muerte del rey don
Pedro; Traidor, inconfeso y mártir, acerca del famoso pastelero de
Madrigal, que se hizo pasar por don Sebastián, rey de Portugal; Don
Juan Tenorio (1844),
la más famosa de sus obras, se representa como una tradición en muchas
ciudades de España a
principios de noviembre. Trata el tema del célebre burlador de Sevilla,
escrito antes por Tirso
de Molina (siglo
XVII) y por otros autores nacionales y
extranjeros.

Otros autores
Martínez de la Rosa
Martínez
de la Rosa (1787-1862),
nació en Granada.
Como político intervino fervientemente en las Cortes
de Cádiz. Por sus ideales liberales, sufrió
pena de prisión. Emigró a Francia y
es nombrado jefe del Gobierno en 1833 al
regresar a España.
Su política de "justo medio" fracasó entre los extremismos de la
izquierda y de la derecha. Sus contemporáneos le apodaron "Rosita la
pastelera", aunque hubiese padecido cárcel, destierro y atentados en
su lucha por la ansiada libertad.
Sus primeras
obras están impregnadas de neoclasicismo, como La niña en casa y la
madre en la máscara. Más tarde, al practicar el "justo medio",
adoptando la nueva estética latente, escribió sus obras más
importantes: Aben Humeya y La conjuración de Venecia.
Antonio García Gutiérrez
Nació
en Chiclana
de la Frontera, Cádiz,
en 1813 y
murió en Madrid,
en 1884.
De familia artesana, se dedicó a las letras y, escaso de recursos, se
alistó en el ejército. En 1836 estrenó El
trovador, obra que entusiasmó al público, pues le obligó a saludar
desde el escenario, inaugurando en España una
costumbre vigente en Francia.
Gracias a sus éxitos pudo salir de la penuria económica con la que
vivía. Al estallar la "Gloriosa", se unió a los revolucionarios, con
un himno contra los Borbones que obtuvo una gran popularidad.
Juan Eugenio Hartzenbusch
Nació y
murió en Madrid (1806-1880).
Hijo de un ebanista alemán y de madre andaluza, en principio se dedicó
a la profesión paterna, más consagrado al teatro, obtuvo un rotundo
éxito con su obra más famosa, Los amantes de Teruel (1837).
Continuó publicando cuentos, poemas y artículos de costumbre.
Bretón de los Herreros.
Nació y
murió en Madrid (1806-1880).
Hijo de un ebanista alemán y de madre andaluza, en principio se dedicó
a la profesión paterna, más consagrado al teatro, obtuvo un rotundo
éxito con su obra más famosa, Los amantes de Teruel (1837).
Continuó publicando cuentos, poemas y artículos de costumbre.
Manuel Bretón de los Herreros
Nació
en Quel, La
Rioja, en 1796 y
murió en Madrid,
en 1873.
Comenzó sus andanzas literarias muy joven, con obras como A la vejez
viruelas, Muérete y verás y El pelo de la dehesa. Satirizó el
Romanticismo, aunque algunos rasgos se filtran en algunas comedias,
como Muérete y verás.

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Romanticismo tardío
(Posromanticismo)
Durante
la segunda mitad del siglo
XIX, los anteriores gustos por lo histórico
y legendario pasan a un segundo plano y la poesía pasa a ser más
sentimental e intimista. Ello viene condicionado por las influencias
de la poesía alemana y el nuevo interés que suscita la poesía popular
española. La escuela posromántica deja de lado las demás escuelas
europeas, a excepción del influjo que ejerce la obra del poeta alemán Heinrich
Heine.
La
poesía, al contrario de la novela y el teatro, continúa siendo
romántica (la novela y el teatro seguirá la tendencia realista). En la
poesía la forma pierde parte de su interés para centrar su atención a
lo emotivo que puede poseer el poema. Lo narrativo decae en favor de
lo lírico. La poesía es más personal e intimista. Se reduce la retórica y
se aumenta el lirismo, con el amor y la pasión por el mundo por lo
bello como temas principales. Se buscan nuevas formas métricas y
nuevos ritmos. La homogeneidad de la que gozaba el Romanticismo se
transforma en pluralidad en las ideas poéticas. La poesía
posromántica, pues, representa la transición entre el Romanticismo y
el Realismo.
Los
poetas más representativos de este periodo son Gustavo
Adolfo Bécquer, Augusto
Ferrán y Rosalía
de Castro. Ya no triunfan en aquella
sociedad de la Restauración, utilitaria y poco idealista, pues se
admiraban más los escritores que trataban temas de la sociedad
contemporánea, como Ramón
de Campoamor y Gaspar
Núñez de Arce, aunque hoy en día no tengan
demasiada relevancia crítica.

Gustavo Adolfo Bécquer
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Nació
en Sevilla en 1836.
Aunque sus apellidos son Domínguez Bastida, firmó con el segundo
apellido de su padre, procedente de Flandes.
Quedó a temprana edad huérfano y tuvo el deseo frustrado de estudiar
Náutica, aunque más tarde hallaría su verdadera vocación, la de
escritor. A los 18 años se trasladó a Madrid,
donde intentó alcanzar el éxito literario y pasaría penurias. A los 21
años contrajo la enfermedad de la tuberculosis,
que más tarde le llevaría a la tumba. Se enamoró fervientemente de
Elisa Guillén, quien le correspondió, aunque rompieron pronto, con un
gran pesar en el poeta. En 1861 se
casa con Casta Esteban y ejerce de periodista con una actitud política
conservadora. Más tarde obtiene 500 pesetas mensuales (cantidad
importante para la época) como censor de novelas, pero lo pierde en la
revolución de septiembre de 1868.
Se separa de su esposa, cuya fidelidad no es completa. Comienza a
llevar una vida de desilusión y bohemia, y viste con desaseo. En 1870 muere
su hermano Valeriano, compañero inseparable del poeta. Gustavo Adolfo
se reconcilia con Casta pocos meses antes de su muerte en Madrid, en 1870.
Su fallecimiento pasó casi inadvertido y sus restos fueron enterrados,
junto a los de su hermano, en Sevilla.
Prosa
Su obra
en prosa consta de Leyendas, veintiocho historias, en las que, según
el ideal romántico, predominan el misterio y el más allá. Además,
también escribió Cartas desde mi celda, un conjunto de crónicas
compuestas durante su estancia en el monasterio
de Veruela.
Poesía: Las
Rimas
Bécquer reunió
los poemas que compuso a lo largo de su vida, en Rimas. Son 79 poemas
breves, de dos, tres o cuatro estrofas (salvo raras excepciones),
generalmente asonantadas, con combinaciones de versos libres.

Rosalía de Castro
Nació
en Santiago
de Compostela, en 1837,
y murió en Iria
Flavia, término municipal de Padrón,
en 1885.
Fue hija de padres que no estaban casados, hecho que le provocó una
amargura incurable. Se trasladó a Madrid,
donde conoció al historiador gallego Manuel Murguía, con quien
contrajo matrimonio. Viven en diversos lugares de Castilla, pero
Rosalía, que no sentía simpatía por la región, consigue la instalación
definitiva en Galicia.
Su
matrimonio no fue feliz. Pasaron problemas económicos, unido a la
necesidad de mantener a seis hijos. Murió de cáncer en Iria
Flavia, pero sus restos mortales fueron
trasladados a Santiago
de Compostela, adonde los acompañó una
multitud, pues Rosalía era el alma de Galicia.
Obra
Aunque
su obra escrita en prosa no fue prolífica, incluye cinco novelas, un
cuento y algunos ensayos. Cabe destacar "La hija del mar" y "Flavio",
ambas novelas feministas, y El caballero de las botas azules, de
trasfondo filosófico y satírico, novela crítica de la capital española
y la mala literatura. Es en la poesía la que otorga a Rosalía un lugar
más importante en la literatura. Sus primeros libros, La flor (1857)
y A mi madre (1863)
poseen rasgos característicos del romanticismo, con versos
esproncedianos. Sin embargo, sus tres obras más memorables son:
Cantares
gallegos: Esta obra fue desarrollada durante la estancia de Rosalía
en Castilla,
donde añora su tierra natal, Galicia.
En Castilla se siente como exiliada ya que, según ella, allí se sentía
poca estima por lo gallego. Cantares gallegos se trata de una obra de
poemas sencillos, con ritmos y temas populares. Siente nostalgia por
su tierra y anhela su regreso:
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Airiños,
airiños aires,
airiños
da miña terra;
airiños,
airiños aires,
airiños,
levaime a ela |
También se
desahoga de Castilla, que consideraba explotadora de los pobres
segadores gallegos:
Premita
Dios, castellanos,
castellanos que aborrezco,
qu'antes
os gallegos morran
qu'ir a
pedirvos sustento. |
|
Follas
novas : En el prólogo de ésta obra, Rosalía explica que su libro es
fruto del dolor y del desengaño. No es la Galicia física la que ansía
y canta en estos poemas, sino su propio sufrimiento y el de sus
paisanos. También recurre al ubi sunt, donde expresa su lamento y
queja por sentirse despojada de la felicidad y las ilusiones pasadas:
Aquelas
risas sin fin,
aquel
brincar sin dolor,
aquela
louca alegría,
¿por qué
acabóu? |
|
En
las orillas del Sar: Para la mayoría de la crítica, esta es la obra
cumbre de la poesía de Rosalía. La única de las tres citadas escrita
en castellano. En su época fue poco valorada fuera de las tierras
gallegas, no obstante, la Generación
del 98 rescató sus poemas. En Las orillas
del Sar hace confesiones de su intimidad, del amor y del dolor, las
injusticias humanas, la fe, la muerte, la eternidad, etc.

Gaspar Núñez de Arce
Gaspar
Núñez de Arce (Valladolid, 1834-Madrid 1903)
también fue gobernador civil y diputado, además de ministro. Escribió
la obra teatral El haz de leña, cuya trama está ambientada en la
misteriosa muerte del príncipe don Carlos, hijo de Felipe
II. Sus labores poéticos más destacados
son La última lamentación de lord Byron, un largo soliloquio sobre las
miserias del mundo, la existencia de un ser superior y omnipotente, la
política, etc., en La visión de Fray Martín Núñez de Arce presenta a Martín
Lutero contemplando desde una roca las
naciones que han de seguirle.

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Poetas antirrománticos
Estos
poetas también pueden estar adscritos en el Realismo,
dado el ocaso del movimiento romántico y su postura en contra del
mismo.
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