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Marco
histórico
Durante el siglo
XIX, España vivió
uno de los periodos más convulsos de su historia. Se abrió la centuria
con la
guerra de la Independencia
contra Francia y
se cerró con la Guerra
Hispano-estadounidense y el Desastre del 98,
que significaron la pérdida de Cuba en América y
de Filipinas
en Asia.
La dinastía borbónica, tras los reinados de
Fernando
VII (1814-1833)
y de Isabel
II (1833-1868),
fue derrocada por la revolución de este último año, La
Gloriosa. Sucedieron la regencia de Serrano (1869-1870)
y el breve reinado de Amadeo
de Saboya (1871-1873).
Se abrió después la corta etapa de la Primera
República (1873-1874),
a la que siguieron la jefatura de Estado de
Serrano (1874)
y la Restauración de
la dinastía borbónica en manos de Alfonso
XII (1875-1885),
hijo de Isabel
II, tras el pronunciamiento de Martínez
Campos. Muerto el rey, su segunda esposa, María
Cristina asumió la Regencia hasta 1902,
año en que comenzó a reinar su hijo Alfonso
XIII.
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El Naturalismo
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Émile Zola retratado por Manet |
Esta tendencia literaria nació en Francia y
su máximo representante fue
Émile
Zola (1840-1902).
Éste parte de la filosofía positivista de Auguste
Comte (1798-1857),
de los métodos del fisiólogo Claude
Bernard (1813-1878)
y de varios de los logros definitorios del espíritu moderno: la
democracia, los métodos experimentales (Claude
Bernard) y las teorías sobre la herencia (Charles
Darwin). De esta manera, Zola busca la razón
de los problemas sociales en el ambiente, y la de los individuos, en
la herencia biológica. Así, el Naturalismo adopta una concepción materialista
y determinista de
las personas, que no son responsables moralmente, pues son resultado
del ambiente que les rodea y de la herencia. Si el escritor realista
es consciente de lo que sucede, el naturalista actúa como un juez de
instrucción que investiga los antecedentes y las causas. Zola poseía
una ideología socialista,
y en sus obras abundan personajes como los alcohólicos, locos y
psicópatas.
El texto donde se encuentra la teoría
naturalista ideada por Zola es La novela experimental (1880).
En este texto de crítica literaria, sostiene que el novelista es
observador y experimentador. Desde el punto de vista del observador,
el escritor ofrece los hechos tal y como los ha observado, establece
el terreno sobre el que se moverán los personajes y se desarrollarán
los hechos. Desde el punto de vista experimentador, el novelista
instituye la experiencia, es decir, mueve a los personajes en una
historia particular para mostrar en ella que la sucesión de hechos
será la que exige el determinismo de los fenómenos a estudiar.
En España, debido a las contradicciones entre
las teorías naturalistas y las creencias religiosas, tuvo escaso eco,
llegando la crítica a preguntarse si efectivamente se dio ese
movimiento en sentido estricto. De ello trata la propia
Emilia
Pardo Bazán en su artículo La
cuestión palpitante, que sí se consideraba en dicha escuela. También
se han considerado naturalistas pasajes de autores como Benito
Pérez Galdós, pero fue explícitamente
rechazado por la mayoría. Al hablar de naturalismo español, la
frontera con el realismo no es clara y, al no adoptarse las teorías
francesas, no es fácil diferenciar bien ambos movimientos.
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Características
Literarias del Realismo
En España, el mejor fruto literario de la
segunda mitad del siglo
XIX fue la
novela, consecuencia, a su vez, del
florecimiento internacional del género en esa época como expresión del
auge de la clase media o burguesía
que, a lo largo de sucesivas revoluciones (1789, 1820, 1830, 1848),
fue conquistando el poder político. Los valores e inquietudes de la
clase burguesa aparecen reflejados como en un espejo en la literatura
del Realismo: individualismo,
materialismo, deseo de ascenso social y aprecio por lo cotidiano e
inmutable.
Los temas del Realismo literario son
fundamentalmente el contraste entre los valores tradicionales y
campesinos y los valores modernos y urbanos o el éxodo del campo a la
ciudad y los contrastes sociales y morales que provoca, la lucha por
el ascenso social y el éxito moral y económico, la condición
insatisfecha de la mujer que ya posee derecho a la instrucción
elemental pero no puede acceder al mundo del trabajo y a la
independencia e individualismo burgueses, con lo que aparece el tema
del adulterio y
la fantasía folletinesca y sentimental, a manera de escape. Hay dos
tendencias en el Realismo: la progresista y la conservadora.
La novela realista de este periodo se
caracteriza por:
Visión objetiva de la realidad a
través de la observación directa de costumbres o de caracteres
psicológicos. Eliminan cualquier aspecto subjetivo, sucesos
fantásticos y todo sentimiento que se aleje de la realidad: "La novela
es la imagen de la vida" (Galdós), "una copia artística de la
realidad" (Clarín).
Defensa de una tesis: los narradores escriben
sus obras enfocando la realidad desde su concepción moral. Es el
llamado narrador
omnisciente. La defensa de una tesis suele
comprometer la objetividad de la novela.
Temas cercanos al lector: conflictos
matrimoniales, infidelidad, defensa de los ideales, etc.
El lenguaje coloquial y popular
adquiere gran importancia ya que sitúa a los personajes en su ambiente
real.
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El Realismo y
Naturalismo en España
En España el
Realismo caló con suma facilidad, ya que existía un precedente en las novelas
picarescas y en El
Quijote. Alcanzó su máximo esplendor en la
segunda mitad del siglo
XIX (Juan Valera, Pereda y Galdós), aunque
sin llegar al punto de rigurosidad de los cánones establecidos por la
escuela de Balzac.
En Galdós, y
posteriormente en Clarín, Pardo Bazán y Blasco Ibáñez, existen claras
influencias naturalistas, pero sin los fundamentos científicos y
experimentales que Zola quiso imprimir en sus obras. Únicamente
comparten el espíritu de lucha contra la ideología conservadora y, en
muchas ocasiones, su comportamiento subversivo.
La
novela realista refleja generalmente ambientes regionales, como Pereda
en Cantabria,
Juan Valera en
Andalucía, Clarín en Asturias,
etc. Benito Pérez Galdós es una excepción, pues prefiere ambientarse
en el espacio urbano madrileño.
El
naturalismo en España,
también tuvo sus detractores y se crearon grandes polémicas. Entre los
opositores se encuentran Pedro
Antonio de Alarcón y José
María de Pereda, los cuales llegaron a
calificarlo de «inmoral». Sus defensores más encarnizados fueron Benito
Pérez Galdós y Emilia
Pardo Bazán. La controversia más dura tuvo
lugar a partir de 1883,
a raíz de la publicación de La cuestión palpitante de Pardo Bazán.
Esta
generación está formada por una serie de escritores considerada nueva
clase nacional. El periodo de máxima coincidencia como generación tuvo
lugar en la década de los ochenta. Dicha generación la integran:
Pedro
Antonio de Alarcón, José
María de Pereda, Benito
Pérez Galdós, Juan
Valera, Leopoldo
Alas Clarín, Emilia
Pardo Bazán y Armando
Palacio Valdés.
Las
características que definen a este grupo son una conciencia de clase y
optimismo (que más tarde tornará al pesimismo, por la revolución
de 1868). A nivel individual cada uno
presenta un estilo propio. De todos los autores de este grupo, Alarcón
es el único que presenta algunos rasgos heredados del romanticismo,
sobre todo el
costumbrismo más romántico. Esta influencia
se aprecia claramente en Cuentos amatorios (1881), Historias
nacionales (1881)
y Narraciones inverosímiles (1881).
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La novela: Principales
autores
Juan Valera
Juan
Valera y Alcalá-Galiano (Cabra (Córdoba), 18
de octubre de 1824 - Madrid, 18
de abril de 1905)
perteneció a una familia aristócrata.
Desempeñó misiones
diplomáticas en varios países y ocupó
importantes cargos políticos. Comenzó su carrera como novelista
alrededor de los cincuenta años de edad. En sus últimos años fue
víctima de una ceguera progresiva.
Desde
sus comienzos, Valera fue reacio tanto al
Romanticismo, por sus extremismos, como al
ealismo,
porque le impedía desarrollar plenamente su fantasía. Solo adoptó una
postura realista cuando eligió ambientes reales (como su Andalucía
natal) y personajes verosímiles, aunque rechazó los aspectos menos
atrayentes de la realidad, tan al gusto de los naturalistas y algunos
realistas.
Su
importancia se le debe a las novelas; la primera de ellas es Pepita
Jiménez (1874),
escrita en su mayor parte en forma de carta. En esta obra, se narra la
historia de una viuda que se pone de acuerdo con el padre de un
seminarista para alejarlo de su falsa vocación. Otras obras
importantes son Doña Luz (abordando cuestiones de vocación religiosa)
y Juanita la Larga. Esta segunda novela cuenta el idilio de don Paco,
un cincuentón, y de la protagonista, que desea redimirse de él por un
honrado matrimonio.
Juan
Valera fue liberal político y escéptico en
cuanto a la religión.
Empleó un lenguaje literario sencillo, aunque no vulgar. Al morir, los
escritores de la Generación
del 98 le guardaron un profundo respeto. Hoy
se le considera por gran parte de la crítica como el mejor prosista
del siglo
XIX, pese a reconocer la superioridad
creadora de Galdós.
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José María de Pereda
José
María de Pereda nació en Polanco (provincia
de Santander, actual Cantabria)
en1833.
Perteneciente a una familia hidalga,
viajó mucho por el extranjero y fue diputado
carlista, aunque más tarde se dedicó al
cultivo de sus tierras y a la literatura. Contó con la amistad de Galdós,
pese su opuesta ideología política. Murió en 1906 en
su pueblo natal.
Comenzó
su producción literaria como costumbrista: inclinado al realismo con
dotes de observación, publicó Escenas montañesas. Más tarde
encontraría su fórmula ideal de la novela, al insertar aquel
costumbrismo en una visión enamorada del paisaje y de las gentes de la
montaña, con sus pasiones y su lenguaje característico. En sus
primeras novelas de este tipo (novela idilio), solía enfrentar la paz
y la ignorancia de aquella gente rústica con las asechanzas políticas
de la vida moderna (Don Gonzalo de la Gonzalera y De tal palo tal
astilla). Defendía una tesis que hoy en día aceptarían muy pocos. La
novela idilio termina cuando Pereda decidió renunciar a la defensa
explícita de tesis alguna. A esta segunda época pertenecen relatos
como Sotileza (epopeya de unos pescadores cántabros) y La puchera. La
que es considerada su obra maestra es Peñas arriba (1895),
cuyo bucolismo descriptivo y el casticismo de su estilo puede parecer
hoy en día obsoleto. Pese a ello, José María de Pereda es considerado
un gran narrador, dotado de gran capacidad descriptiva y épica.
Pedro Antonio de Alarcón
Pedro
Antonio de Alarcón nació en Guadix (Granada)
en 1833. Fue uno de los principales responsables de que el realismo se
impusiera a la prosa romántica en boga en aquellos momentos. Fue
político además de escritor y en su ideología evolucionó desde
posturas liberales a más tradicionalistas.
Estuvo en la
guerra de Marruecos como voluntario y dejó testimonio escrito sobre su
experiencia en Diario de un testigo de la Guerra africana (1859).
Durante un tiempo fue escritor de viajes relatando en sus artículos
varios de sus viajes. En su tiempo se destacó por sus novelas
religiosas siendo la más popular de todas ellas El escándalo (1875),
en esta novela defendía a los jesuitas lo que fue muy polémico. Su
obra más popular, sin embargo, y por la que es recordado, es El
sombrero de tres picos publicada en 1874, que inspiraría a Falla su
famoso ballet.
Benito Pérez Galdós
Galdós
es considerado como el escritor más representativo del movimiento.
Nació en Las
Palmas de Gran Canaria, en 1843.
Estudió
leyes en Madrid,
donde conoció la vida de la Corte. En París,
quedó perplejo ante las novelas de Balzac, quien influiría
notablemente en su obra. Se declaraba progresista y anticlerical,
lo que no supuso un obstáculo para entablar grandes amistades con
Menéndez Pelayo y José María de Pereda, de ideologías opuestas. Aunque
se definió republicano,
poco a poco su radicalismo fue templándose. Incluso Alfonso
XIII y él guardaron una mutua simpatía
personal. A partir de 1910 comenzó
a perder la vista y quedó arruinado por los elevados gastos de su
desarreglada vida íntima. Se le solicitó el Premio
Nobel, pero lamentablemente media España,
junto a la Real
Academia, se opusieron a su galardón; en
vano resultó el apoyo por los altos dignatarios eclesiásticos.
Falleció, ciego, en 1920.
Los Episodios Nacionales
Dada la
prolífica obra de Galdós, se comenzará mencionando los Episodios
Nacionales, distribuidos en cinco series,
con un total de 46 tomos. Representan un marco amplísimo de la
historia española contemporánea, entre la Guerra
de la Independencia y la Restauración,
con cierta trama imaginativa.
En la
primera serie (1873-1875),
figuran los episodios Trafalgar, Bailén, Zaragoza y Gerona. En casi
todos ellos, el protagonista es Gabriel Araceli, joven que vive en los
momentos culminantes de la Guerra de la Independencia. De series
posteriores son El equipaje del rey José, Los Cien mil hijos de San
Luis, Zumalacárregui (de la Primera
Guerra Carlista), Prim o La de los tristes
destinos (sobre Isabel
II). La última serie trataba de hechos
vividos por el propio Galdós, pero quedó inacabada y es más
descuidada.
Novelas
En su
primera época (1867-1878),
Galdós escribía comprometidamente contra la intolerancia y la
hipocresía. Sus novelas enfrentan a un joven técnico con el ambiente
hostil de una pequeña ciudad; lo hace con una intolerancia parecida a
la que condena (Doña Perfecta, Gloria, La familia de León Roch), a
este grupo, aunque carente de tesis, pertenece su novela favorita, Marianela,
idilio trágico entre un ciego y una muchacha ignorante y fea, que
decide huir cuando su amado recobra la vista, temerosa de mostrarle su
rostro, y muere cuando él se casa con otra mujer.
Más
tarde, entre 1881 y 1915,
publicó 24 novelas cuyo conjunto constituye una especie de "comedia
humana" de la vida cotidiana de Madrid. Mantenían tesis progresistas,
pero menos hirientes. Su interés se centraba en la clase media,
contemplada con exactitud y melancolía. Entre este conjunto de novelas
descollan La de Bringas;
Fortunata
y Jacinta, su obra más importante; Miau, dramática visión
de la burocracia de la época; Torquemada en la hoguera, estudio de la
avaricia; Misericordia, con personajes de bajos fondos.
Obras
dramáticas
Pérez
Galdós inició muy tarde su carrera de autor dramático. Entre sus obras
sobresalen La loca de la casa, La hija de San Quintín, Electra (cuyo
estreno causó conmoción social) y El Abuelo, adaptada
cinematográficamente por José
Luis Garci. El teatro galdosiano se
caracteriza por su sinceridad e inconformismo, aunque su lenguaje
teatral resulta actualmente anticuado.
Importancia
de Galdós
El éxito
de los Episodios Nacionales y de muchas de sus novelas y obras
dramáticas fue absoluto. Los críticos y los escritores de su época lo
consideraron como un genio, aunque su compromiso en lo religioso, en
lo social y en lo político le creó grandes adversarios. También los escritores
del 98 recibieron sus influencias, aunque se
revelaron contra su "chabacanería" (Valle-Inclán,
por ejemplo, lo apodó "don Benito el garbancero"), sin percatarse
quizá de que lo únicamente chabacano eran las vidas que describía.
Actualmente es considerado como uno de los primeros novelistas
españoles.
Emilia Pardo Bazán
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Monumento a Emilia de Pardo Bazán
en la calle Princesa de Madrid. |
Emilia Pardo Bazán nació en La
Coruña en
1851. I Condesa
de Pardo Bazán, ( luego cambiada la
denominación por Condesa
de Torre de Cela ). A los diecisiete años se
casó con José Quiroga y Pérez de Deza y se instaló en
Madrid. Fue una mujer con una amplia
cultura, realizó numerosos viajes y se creó para ella una cátedra de
Literatura en la Universidad de Madrid, ciudad donde falleció en 1921.
Obra
Entre sus estudios sobre la
actualidad literaria, se destaca La cuestión palpitante, y aunque en
él no acepta el materialismo naturalista, defiende una actitud
realista y se enfrenta a aquellos que sostienen que el mal solo puede
aparecer en la literatura para ser derrotado.
Su estilo fue enérgico y ahonda en
problemas y situaciones difíciles. Escribió cientos de cuentos que
publicó reunidos, como los Cuentos de Marianela. Pero su producción
literaria goza de mayor importancia en novelas como Un viaje de
novios, que narra la historia de un matrimonio entre un hombre maduro
y una joven inculta y adinerada; o La tribuna, la más naturalista de
sus novelas, donde describe la dura vida proletaria en una fábrica de
tabaco. También son de suma importancia Los pazos de Ulloa y La madre
Naturaleza, con personajes y paisajes gallegos, con un argumento
apasionado y, en ocasiones, violento.
Luis Coloma
Luis Coloma (Jerez
de la Frontera, 19
de enero de 1851 - Madrid, 1914),
hijo de un médico famoso, a los doce años entró en la Escuela Naval
preparatoria de San Fernando (1863),
pero más tarde la abandonó y se licenció en Derecho en
la
Universidad de Sevilla, aunque nunca llegó a
ejercer la profesión de abogado. Fue miembro de la Real Academia en 1908 y
murió en 1914.
Cultivó la literatura con un gran éxito entre
los lectores. Escribió dos importantes novelas: Pequeñeces y Boy. En
la primera realiza una crítica de la alta sociedad madrileña en los
años anteriores a la Restauración
monárquica(1874)
en la figura de Alfonso
XII, hijo de la destronada Isabel
II. Más tarde publicó únicamente narraciones
de carácter histórico, como Jeromín, sobre don Juan
de Austria.
Leopoldo Alas (Clarín)
Leopoldo Alas nació en Zamora (1852),
aunque él siempre se sintió profundamente asturiano. Realizó sus
estudios de Derecho en Oviedo,
y el doctorado en Madrid,
donde perdió la fé. A partir de entonces viviría en permanente lucha
espiritual, de la que da testimonio su obra. A los veintitrés años usó
en sus escritos el pseudónimo de Clarín. Catedrático de la
Universidad
de Oviedo (1883),
defendió ideas republicanas, pero pronto se abrumó de la política. En
el año 1892,
una crisis de conciencia le devolvió la fe, aunque no llegó a los
extremos de la ortodoxia católica. Murió en Oviedo en 1901.
Obra
Clarín gozó de un gran prestigio como
crítico literario. Sus artículos evidencian su gran conocimiento y
rectitud de juicio (expresado en muchas ocasiones con hiriente
sarcasmo). Sus artículos, que le dieron una temida autoridad en el
panorama literario español, fueron recopilados por el autor en
volúmenes como Solos de Clarín y Paliques.
También cultivó el cuento y la novela breve;
publicó más de setenta obritas de este género. Entre los primeros
relatos cortos que compuso, sobresale Pipá (1879),
que cuenta la tragedia de un pillete ovetense. También merece
mención Adiós, Cordera, clásico idilio dramático.
Pero fundamentalmente se reconoce su faceta como
novelista, por las dos únicas novelas que escribió: La
Regenta y Su único hijo. La primera de ellas
(1885)
es la más importante. Con claras influencias de Madame
Bovary de Flaubert,
presenta física y moralmente a Vetusta (nombre metafórico de Oviedo)
como prototipo de una ciudad española, dormida en el tradicionalismo.
Utilizó Alas una técnica naturalista; pero no pintó ambientes sórdidos
como Zola (cuya acción transcurre en medios burgueses), sino que el
pesimismo aparece con rasgos evidentes de ternura e ironía. En La
Regenta salen a debatir las conciencias (en especial la de su
protagonista Ana Ozores, de carácter similar al de Emma Bovary), en su
lucha con su deber y con el ambiente, dando una imagen a la ciudad que
muchos consideraron injuriosa. La novela fue condenada rápidamente por
la Iglesia, aunque con el paso del tiempo Clarín y el obispo
entablaron una franca amistad. Hoy se considera a La Regenta como la
novela cumbre del Realismo español, junto a Fortunata y Jacinta de
Galdós.
Armando Palacio Valdés
Armando Palacio Valdés (Entralgo, Asturias, 1853 - Madrid, 1938)
se educó en Avilés y
terminó el bachillerato en
Oviedo; siguió la carrera de Leyes en Madrid.
Dirigió la Revista Europea, donde publicó artículos que luego reunió
en Semblanzas literarias (1871).
A la muerte de José
María de Pereda en 1905,
asumió su cargo en la Real
Academia de la Lengua.
Gran amigo de Clarín, escribió varias
novelas importantes, como Marta y María, en la que las dos hermanas
bíblicas son trasladadas a un ambiente contemporáneo, que combate el
falso misticismo. La más popular de sus obras es La hermana de San
Sulpicio, donde narra las aventuras que anteceden al matrimonio de un
médico gallego y de la protagonista, una monja sin vocación que no
renueva sus votos. También cabe destacar La aldea perdida, historia
dramática de un pueblo degradado por la explotación minera.
Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez nació en Valencia en 1867.
Mantuvo ideas republicanas radicales por las que sufrió arrestos y
destierros. Fue diputado en siete legislaturas. En el año 1909 partió
a Argentina en
busca de fortuna, pero su intento fracasó. Defendió a los aliados
durante la
Primera
Guerra Mundial (1914-1918);
con ese fondo escribió Los cuatro jinetes del Apocalipsis, novela de
gran éxito mundial. Siguió una vida de millonario cosmopolita y muchos
de sus relatos fueron adaptados al cine en Hollywood.
Falleció en 1928 en Menton,
en la Costa
Azul. Sus restos fueron trasladados a
Valencia en 1933,
donde fueron recibidos triunfalmente.
Blasco produjo una enorme obra novelesca; en
ella descollan las obras ambientadas en Valencia o en su provincia,
tan intensamente amada por el escritor (Arroz y tartana, La
barraca, Entre naranjos, Cañas y barro). Reflejó sus ideas políticas,
sociales y antirreligiosas en La catedral o enLa bodega, aunque como
se ha comentado anteriormente, su fama se debe en gran parte a Los
cuatro jinetes del Apocalipsis, que trata
sobre dramas familiares durante la Gran Guerra.
Sin embargo, el Blasco Ibáñez mejor tratado por
la crítica es el de inspiración valenciana. En ocasiones se le ha
considerado como el Zola español porque comparte con el novelista
francés una actitud subversiva, predilección por los ambientes
sórdidos, preocupación por la herencia
biológica, etc. Escribe intensamente y su
estilo puede ser calificado de basto, pese a que no carece de imágenes
de pureza plástica. Por su edad, pudo haber pertenecido a la Generación
del 98, pero su espíritu mundano difiere de
la ascética y la cultura de estos escritores.
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La poesía
Cierto es que hacia la segunda mitad del siglo
XIX la novela evolucionó rápidamente hacia
el Realismo,
pero esto no ocurrió con la lírica y en el teatro, cuya transformación
fue menos violenta y aún continuaron impregnados de romanticismo hasta
final de siglo.
Este romanticismo postrero es más aparente que
real; en ocasiones carece de fondo y sin la exaltación lírica a la que
se entregaba el romanticista de pro. Esto es debido a la sociedad,
pues era el momento de la burguesía que consolidaría la Restauración de 1875.
Dicha sociedad, que estaba sentando las bases del capitalismo y
dando los primeros pasos de industrialización del país, no dejó cabida
para las personas que admiraban el arte de forma desinteresada.
Los escritores más representativos son Gaspar
Núñez de Arce y Ramón
de Campoamor, en ocasiones adscritos al Romanticismo como
opositores al movimiento, pues en este romanticismo tardío aún
quedaban pequeños vestigios con Gustavo
Adolfo Bécquer y Rosalía
de Castro.
Ramón de Campoamor
Ramón de Campoamor nació en Navia (Asturias)
en 1817,
y murió en 1901.
Perteneció al Partido
Moderado, además de ser empleado de
Hacienda, gobernador y diputado. Escribió tratados sobre temas
filosóficos (Lo absoluto), obras dramáticas, poemas de pretensiones
épicas y filosóficas (Colón, El drama universal y El licenciado
Torralba).
Su creación más personal, sin embargo, son sus
breves poemas, como Humoradas,
Doloras y Pequeños poemas. Con ellos
pretendió romper con el Romanticismo,
creando una poesía acorde con el momento, prosaica, sencilla,
escéptica y en algunos casos irónica, con una moraleja que suele ser
trivial. Hoy puede ser considerada por los estudiosos ramplona y
banal. En cualquier caso, Campoamor explicó sus ideas innovadoras
en Poética, en la que dice:
La poesía es la representación
rítmica de un pensamiento por medio de una imagen, y expresado en un
lenguaje que no se puede decir en prosa ni con más naturalidad ni con
menos palabras... Sólo el ritmo debe separar al lenguaje del verso del
propio de la prosa... Siéndome antipático el arte por el arte y el
dialecto especial del clasicismo, ha sido mi constante empeño el de
llegar al arte por la idea y el de expresar ésta en el lenguaje común,
revolucionando el fondo y la forma de la poesía.
Gaspar Núñez de Arce
Gaspar Núñez de Arce (1834-1903),
nació en Valladolid.
Fue gobernador de
Barcelona, diputado y Ministro de Ultramar.
Escribió dramas, como El haz de leña, que trata
sobre del tema del príncipe
don Carlos, hijo de Felipe
II, un tema ya tratado por Schiller;
aunque su obra mejor valorada está constituida por sus poesías y sus
poemas extensos.
Núñez de Arce cuidaba la expresión,
pero sus poemas están cargados de artificiosidad política (como
en Gritos del combate, en los que pretendía conseguir una poesía civil
y patriótica); en exaltados discursos de corte filosófico (La duda).
Se le suele achacar el abuso de una retórica demasiado fácil. También
escribió cuentos o leyendas versificadas, como Un idilio, La
pesca y El vértigo.
Otros poetas
Aunque menos importantes, también
hubo otros numerosos poetas que siguieron las tendencias realistas,
entre ellos:
Ventura Ruiz Aguilera (1820-1881):
Nacido en Salamanca y
autor de Ecos nacionales, leyendas patrióticas, y Elegías.
Vicente Wenceslao Querol (1836-1889):
Natural de Valencia,
autor de Rimas.
Federico Balart (1831-1905):
Escribió Dolores, una colección de elegías escritas a la muerte de su
esposa.
Emilio Ferrari (1850-1907):
Vallisoletano, imitó a Núñez de Arce.
José Velarde (1849-1892):
Al igual que Ferrari, siguió los pasos de Núñez de Arce.
Manuel Reina (1856-1905):
Plasmó en sus poemas el color de Andalucía, su tierra.
Joaquín Bartrina (1850-1880):
Nacido en Barcelona,
llevó al extremo el humorismo y el prosaísmo de Campoamor, al que
añadió un pesimismo materialista, en su obra Algo.
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El teatro
El teatro realista español describe un arco
desde las posturas más conservadoras y acríticas a las más
progresistas y ácidas: desde la alta
comedia de Adelardo
López de Ayala y Ventura
de la Vega, al teatro éticamente inquieto
de Benito
Pérez Galdós y la acerada crítica de Enrique
Gaspar (1842-1902), dramaturgo de minorías.
Junto a estos autores, se reanudó el interés por el costumbrismo que
reflejó el público burgués más conservador a través de géneros como
la zarzuela o
género chico, el sainete o
el teatro
por horas. Se trataba de un teatro
fundamentalmente de evasión, que procuraba no plantear problemas de
conciencia al burgués. Junto a ello, se intentaba revitalizar los
anticuados valores conservadores de la honra con las iniciativas para
hacer revivir el drama
histórico romántico por parte de Manuel
Tamayo y Baus o por parte del
neorromanticismo del
matemático José
Echegaray.
José Echegaray
José Echegaray (1832-1916)
nació en Madrid y
ocupó altos cargos políticos. Fue ingeniero de Caminos, de cuya
escuela fue director. Alternó el estudio de las
matemáticas y de los problemas científicos
(sobre los que publicó dos libros: Ciencia popular y Vulgarización
científica) con la poesía dramática, que según Lázaro
Carreter «le da una cierta sequedad
sistemática que muestra más el esfuerzo que el instinto poético». En 1904 se
le concedió, junto a Frédéric
Mistral, el Premio
Nobel.
Echegaray trató de combinar dos
elementos incompatibles: un romanticismo exagerado con el positivismo
y realismo latente en su tiempo. Como resultado se da un teatro de
costumbre contemporáneas, a base de procedimientos románticos, en los
que según la crítica abusa de las situaciones trágicas y patéticas, y
se caracteriza porque en cada una de sus obras plantea un caso de
conciencia, un problema ideológico o, como se titula una de sus obras,
un Conflicto entre los deberes. Entre sus obras más relevantes se
encuentran El loco Dios, Mancha que limpia, El gran Galeoto, O locura
o santidad.
Manuel Tamayo y Baus
Manuel Tamayo y Baus (1829-1898)
nació en Madrid.
Fue hijo de actores y se casó con la hija del famoso actor
Isidoro
Máiquez. Estuvo en permanente
contacto con el teatro y abarcó en sus obras gran variedad de temas.
Escribió tragedias clásicas (Virginia), dramas románticos (Locura de
amor, sobre Juana
la Loca), teatro costumbrista (La bola de
nieve y Lo positivo) y el teatro de tesis (Lances de honor y Los
hombres de bien). Su obra más importante es Un drama nuevo, en la que
presenta a la compañía teatral de Shakespeare,
que ha de representar un drama en el que el actor Walton descubre que
Alicia, su mujer, que desempeña este papel en la obra, le es infiel.
Pero lo que ocurre ficticiamente en la ficción, también ocurre en la
realidad: Alicia ama a Edmundo y, al representarse la obra, Walton
mata a su esposa en escena para limpiar su honor. Finalmente
Shakespeare explica al público lo ocurrido.
Otros dramaturgos
Además de los citados, también se
destacan:
Adelardo López de Ayala (1828-1865):
ocupó altos cargos políticos (ministro y presidente del Congreso).
Desarrolló la alta comedia con obras como El tanto por ciento, El
tejado de vidrio, Consuelo y El nuevo don Juan, en las cuales planteó
tesis moralizantes.
Eugenio Sellés (1844-1926):
escribió El nudo gordiano, en el que planteó los problemas que acarrea
el matrimonio.
Enrique Gaspar (1842-1902):
autor de comedias como La levita, Las personas decentes y Las
circunstancias que reflejan el ambiente burgués de su tiempo.
José Feliú y Codina (1847-1897):
Escribió el drama
rural La Dolores y teatro de costumbres
regionales.
Leopoldo Cano (1844-1934):
sus obras más importantes son La Pasionaria y La Mariposa.
Entre los libretistas de zarzuelas,
descollan Marcos
Zapata, Ricardo
de la Vega, José
López Silva y Miguel
Ram
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La crítica: Menéndez Pelayo
Menéndez Pelayo fue quizá la figura cumbre de la
cultura española en el siglo
XIX, maestro del pensamiento, la historia y
la crítica contemporánea. Nació en Santander
en 1856 y
estudió en varios países. A los veintidós años obtuvo una cátedra en
la Universidad de Madrid. A los veinticinco fue nombrado miembro de
la Real
Academia Española y, poco más tarde, de la
de Historia. También dirigió la Biblioteca
Nacional. Al morir en 1912 dejó
a Santander como legado su valiosa biblioteca personal.
La obra de Menéndez Pelayo es muy extensa y
cuenta con una gran capacidad de síntesis. En sus libros se puede
apreciar su amor a España y
un encendido
catolicismo. Pretendió reconstruir todo el
pasado histórico español, con una finalidad revalorizadora que en
varias ocasiones le arrastró a fuertes polémicas (por ejemplo, la
originada por su libro La ciencia española). Para muchos críticos ha
trazado las líneas fundamentales del pensamiento español en obras
como Historia de los heterodoxos españoles y la Historia de las ideas
estéticas en España. En cuanto a la historia literaria, construyó
obras como Orígenes de la novela, Antología de poetas
líricos (detenida a finales de la Edad Media), los prólogos a
las Obras de Lope de Vega, entre otras.
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La Generación del 68
La Generación de 1868 es una constelación de escritores españoles,
principalmente novelistas, que empezó a escribir a partir de la Gloriosa o Revolución
de 1868, cuando las condiciones políticas en
España pudieron liberar la presión de la censura isabelina.
Componentes
La
denominación fue acuñada en un artículo por Leopoldo Alas, "Clarín", y
designa a quienes empezaron a publicar sus primeras obras entre 1868 y
1889. La nómina de autores más aceptada incluye a Pedro
Antonio de Alarcón (1833-1891), Joaquín
Dicenta (1862-1917), José
María de Pereda (1833-1906), Benito
Pérez Galdós(1843-1920), Emilia
Pardo Bazán (1851-1921), Leopoldo
Alas (1852-1901), Juan
Valera (1824-1905) y Armando
Palacio Valdés (1853-1938).
Características
Como
grupo, las características que les definen son la conciencia de clase
burguesa, la estética del Realismo,
el optimismo (que más tarde tornará al pesimismo, por la revolución de
1868[cita requerida]).
A nivel
individual cada uno presenta un estilo propio, pero fundado en el
párrafo amplio de compleja sintaxis. De todos los autores de este
grupo, Alarcón es el único que presenta algunos rasgos heredados del Romanticismo,
sobre todo el
costumbrismo más romántico. Esta influencia
se aprecia claramente en Cuentos amatorios (1881), Historias
nacionales (1881) y Narraciones inverosímiles (1881). |
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